lunes, 26 de abril de 2010

Sesión 13 . Redescubriendo el rostro de Jesús



                                                                    SESIÓN 13
                                                                                                                                                                

Conclusión: ¿Quién es Jesús según san Mateo?

- ¿Cuáles son los rasgos más sobresalientes de  Jesús de acuerdo a los textos estudiados del Evangelio de Mateo y las lecturas complementarias?

-Dinámica comparativa entre la imagen cristológica de los alumnos antes del Módulo   y la perspectiva cristológica de Mateo.



- ¿Cuáles son los rasgos más sobresalientes de  Jesús de acuerdo a los textos estudiados del Evangelio de Mateo y las lecturas complementarias?
Sean ustedes bienvenidos nuevamente a nuestro curso de Cristología Bíblica <> El día de hoy concluiremos el análisis teológico y espiritual de la cristología del evangelista Mateo. Para ello, hemos elegido algunos textos y profundizamos en sus ricos contenidos para tratar de delinear con más nitidez los rasgos propios del rostro de Jesús según la visión cristológica de Mateo. Ahora, a modo de resumen, les propongo una brevísima síntesis de esta visión, que de manera sucinta les presenté a modo de introducción cuando iniciamos el segundo Módulo del curso (sesión 7). Advierto que muchísimos elementos de la cristología mateana han quedado relegados, y esto se debe, por un lado, al enfoque del curso y por otro lado a la limitación que el mismo programa nos impone. Sin embargo, les proveo (mediante las lecturas complementarias) del material de lectura mínimo que les permitirá ampliar la perspectiva teológica en general y cristológica en particular del primer evangelio, por lo cual, les recomiendo muchísimo que se den el tiempo para abordar dichas lecturas.
Una vez dicho lo anterior, vayamos a nuestra reflexión: Podemos resumir la teología mateana de la siguiente manera; Mateo enfatiza aspectos cristológicos, la relación de Jesús con la ley de Moisés y el carácter del pueblo verdadero de Dios. Está muy interesado en la historia de Jesús en relación con los judíos. De hecho, es el evangelio que mantiene una relación más estrecha con las categorías teológicas judías. Sin embargo, para Mateo, el pueblo de Dios ahora no está basado en la nacionalidad, sino en la obediencia a Jesucristo, quien es el cumplimiento de Israel y de la ley de Moisés.
CRISTOLOGÍA
Prácticamente cada aspecto de la teología de Mateo puede ser clasificado bajo el concepto de la cristología, o sea, como respuesta a la pregunta de Jesús mismo: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (16:13)  A fin de contestar la pregunta, Mateo relata ciertos hechos del ministerio de Jesús para recrear un cuadro distinto de Marcos y de Lucas, empleando títulos ya conocidos por sus lectores. Mateo ve que en Jesús todos los propósitos de Dios han sido cumplidos. La Historia gira en torno a Jesús como el punto decisivo del camino de la salvación. Una nueva era ha comenzado y, por eso, Mateo interpreta el Antiguo Testamento a la luz de la nueva situación que plantea la venida de Jesús. Usa las fórmulas de “las citas del cumplimiento” y la interpretación tipológica para mostrar que Jesús es el cumplimiento no solamente de determinados pasajes del Antiguo Testamento, sino también de todo el judaísmo.
Jesús es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento: Mateo usa diez veces las “citas del cumplimiento”, caracterizadas por la voz pasiva del verbo  “cumplir” (por ejemplo, 1:22: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo…”), para mostrar que el Antiguo Testamento se cumple en o por Jesús. Nueve de estas diez citas se hallan exclusivamente en Mateo: 1:22-23; 2:15, 17-18, 23; 4:14-16; 8:17; 12:17-21; 21:4-5; 27:9-10.
Mateo normalmente utiliza pasajes veterotestamentarios que eran considerados mesiánicos en el primer siglo, como se puede ver, por ejemplo, en los manuscritos de Qumrán o en los Tárgumes. Sin embargo, a veces esgrime textos que antes no eran reconocidos como mesiánicos. Detrás del uso que él hace de ellos hay interpretaciones bastantes originales del Antiguo Testamento que señalan puntos de correspondencia mucho más sutiles de los que encontramos en un cumplimiento directo de las profecías.
Los dos primeros capítulos de Mateo son buenos ejemplos de su método. Aquí vemos alusiones y referencias a textos que fueron interpretados mesiánicamente en el primer siglo: Jesús se presenta como descendiente en el linaje real de David (1:1-16) y se reconoce que el Cristo debería nacer en Belén (2:1-6; Mi. 5:2). Pero también hay citas en las que Mateo ve correspondencias tipológicas más sutiles que le permiten hablar del cumplimiento del Antiguo Testamento en Jesús: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel” (1:23; Is. 7:14); “de Egipto llamé a mi hijo” (2:15; Os. 11:1); “se oyó una voz en Ramá, llanto y gran lamentación; Raquel que llora a sus hijos, y que no quiso ser consolada porque ya no existen” (2:18; Jer. 31:15). No hay evidencia de que ninguno de estos pasajes fuera interpretado mesiánicamente por la mayoría de judíos en el primer siglo. Mateo también enseña que Jesús es el cumplimiento de las profecías en Isaías 42-53 acerca del Siervo de Jehová que va a ser rechazado y sufrir. Explícitamente alude al título “Siervo de Yahvé” (12:18; lo usa una vez, mientras que Marcos no lo utiliza) y, además, emplea varios pasajes de las profecías acerca de este Siervo de Yahvé (cp. Mt. 3:17 y 17:5 con Is. 42:1; Mt.8:17 con Is. 53:4; Mt. 12:17-21 con Is. 42:1-4).
Jesús es el cumplimiento del judaísmo del Antiguo Testamento: Usando el método de la interpretación tipológica, Mateo muestra que Jesús, además de cumplir las profecías del Antiguo Testamento, también es el perfecto cumplimiento de la religión y de la historia de los hebreos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, 1) Jesús es el nuevo Moisés que conduce al nuevo Israel a un nuevo éxodo desde Egipto (1:18-2:23; 3:3);6 2) la estancia de Israel y Moisés en el desierto por 40 años es un tipo de las tentaciones de Jesús en el desierto por 40 días (4:1-11); 3) Jesús es el cumplimiento del día de reposo (12:8); 4) Jesús es mayor que el templo (12:6); 5) Jesús es mayor que Jonás (12:40); y 6) Jesús es mayor que Salomón (12:42). De hecho, se puede decir que Mateo 12 muestra que Jesús es el cumplimiento de los líderes pasados de Israel y superior a todos ellos: el sacerdote (el templo), el profeta (Jonás), el rey y el sabio (Salomón). También Jesús es el cumplimiento de todo el judaísmo porque cumple las tres divisiones del Antiguo Testamento: la ley (Moisés), los profetas (Jonás) y los escritos (Salomón).
Cuanto más profundo sea el conocimiento del Antiguo Testamento, más rico será el entendimiento del significado de Jesús tal como es presentado en las páginas del Evangelio de Mateo.
Los títulos de Jesús
Cristo
Mateo también usa títulos para dar a conocer quién es Jesús. El título Cristo (o Mesías en hebreo) se refería a un rey del linaje de David que Dios enviaría para devolver la libertad a su pueblo. Jesús cumple el título, pero de manera diferente de lo esperado. Mientras que Mateo no duda en llamar a Jesús el Cristo (14 veces), encontramos el título solamente una vez en boca del propio Jesús (23:10). Era un título demasiado peligroso, porque alentaría ideas de luchar en contra de los romanos para conseguir la libertad, tal como lucharon los Macabeos dos siglos antes. Es cierto que Jesús vino para salvar a su pueblo de sus pecados (1:21), pero no se trataba, como los judíos esperaban, de una liberación política de los romanos. Jesús no iba a ser un Mesías tipo guerrero. Así, prescindía del uso del título Cristo para evitar malentendidos mientras enseñaba qué tipo de Mesías iba a ser.
Hijo de David
Es asombroso que Mateo use tanto el título Hijo de David (9 veces, casi todas ellas sin paralelo en los otros evangelios), dado que era un título muy nacionalista. Puesto que David había sido un guerrero, parece que este apelativo enfatizaba precisamente ese aspecto de la expectativa judía: un rey guerrero que liberaría a los judíos del dominio romano. Sin embargo, Mateo lo usa de forma diferente, con referencia al poder milagroso de curar (9:27; 12:23; 15:22; 20:30-31), aunque a veces la multitud no lo entendía así (21:9, 15).
Hijo del Hombre
Un tercer título que Mateo usa con frecuencia es Hijo del Hombre (30 veces). Los eruditos debaten mucho sobre el significado de esta expresión. Mientras que algunos la entienden como una manera indirecta de referirse a uno mismo (como “su servidor” en castellano), otros piensan que el trasfondo se encuentra en Daniel 7:13-14: “venía uno como un Hijo de Hombre, que se dirigió al anciano de días y fue presentado ante Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.”  Jesús mismo casi siempre emplea este título al hablar de sí mismo. Tal vez lo use para evitar malentendidos con otros títulos, como Mesías o Hijo de David.
Rey
Aunque el apelativo Rey se usa para burlarse de Jesús en el juicio y en la crucifixión (27:11, 29, 37, 42), Mateo lo emplea para mostrar que Jesús realmente es el rey. Lo hace al hablar de su linaje real (1:6), el rey verdadero en contraste con Herodes (2:2) y el rey que entra en Jerusalén (21:5). Jesús vino para anunciar el reino de Dios y, de hecho, tiene un reino (13:41; 16:28; 19:28; 25:31). Mateo, no obstante, describe a Jesús como un rey humilde que sufre, en lugar de uno que reina. Su entrada en Jerusalén lo deja patente: no entra a caballo, sino humildemente montado en un pollino (21:5). Esta humildad y su disposición a sufrir serán características de los discípulos del reino de Dios.
Hijo de Dios
Aunque hay muchos otros títulos usados en Mateo (Señor, Siervo, Maestro, etc.), el último que consideraremos es Hijo de Dios. En Mateo Dios mismo anuncia este concepto dos veces (3:17; 17:5), y el título mismo aparece siete veces, usado por Satanás (4:3, 6), los demonios (8:29), los discípulos (14:33; véase también “el Hijo del Dios viviente” en 16:16), el centurión (27:54), el sumo sacerdote (26:63) y los que se burlaron de Jesús (27:40). Sin embargo, el pleno significado del título no se ve hasta el 28:19, donde el Hijo se nombra juntamente con el Padre y el Espíritu Santo como objeto de adoración. Este título nos lleva más allá de la expectativa judía; Jesús es el Hijo de Dios no solamente porque obedece al Padre, sino que lo es también ontológicamente.
Lo sabemos porque fue concebido por el Espíritu (1:18, 20) y se menciona como miembro de la Trinidad (28:18-20).
JESÚS Y LA LEY DE MOISÉS
Dado que Mateo presenta a Jesús como el cumplimiento de toda la religión del Antiguo Testamento, un tema que no podemos pasar por alto es la relación de Jesús con la ley de Moisés. El énfasis de Mateo en esta cuestión es muy evidente. Había 248 mandamientos y 365 prohibiciones en la ley de Moisés.7 Además, los judíos construyeron una barrera alrededor de esa ley al añadirle una serie de ordenanzas que la explicaban y sistematizaban aún más, pretendiendo asegurar así que nadie errara por accidente. A estos mandamientos se les llaman la “ley oral”, y los encontramos escritos en la Misná (que significa “la tradición”) por el año 200 d. C. Por ejemplo, en el tratado Shabbat 10:6 la Misná ilustra el trabajo prohibido en el día de reposo de la siguiente manera: Al que corta las uñas una con otra o con los dientes, o también su pelo, su bigote, su barba; a la mujer que arregla sus cabellos, se pinta los ojos o se maquilla, a los tales Rabí Eliezer los declara culpables. Los sabios prohíben tales actos por razón del reposo sabático.
Sistematizar las enseñanzas de Jesús tocante a la ley de Moisés es una de las tareas más difíciles en el estudio del Nuevo Testamento. A veces, parece que Jesús apoya la autoridad de la ley (5:18-19; 8:4; 19:17), pero otras, aparentemente la anula (5:33-37; 12:6). Esta dificultad se entiende porque, como explicaremos abajo, la ley de Jesús tiene mucho que ver con la ley de Moisés.
Jesucristo continuamente llama a las personas a una obediencia más radical y profunda. La discusión más importante sobre este tema se encuentra en 5:17-48. Los vv. 18-19 parecen, a simple vista, apoyar la actitud legalista y rígida de los fariseos. Un estudio más profundo, sin embargo, muestra que el cumplimiento de la ley en este pasaje no se refiere a una observancia literal de todas las regulaciones, sino a una “justicia mayor”. Jesús siempre se opone a la actitud que ve que la función de la ley es la mera provisión de regulaciones para ser observadas superficialmente, en su letra y nada más. Una palabra muy significativa en Mateo es “perfecto” ( que se puede traducir como “maduro” o “completo”, 5:48; 19:21), y esta palabra nos muestra que el llamamiento de Jesús es elevado: se espera que los que son del reino se amen y reflejen la justicia al máximo.
Jesús condena a los fariseos por sus acciones y actitudes en cuanto a la ley (5:20; 6:5, 16; 16:6, 12). Discute con los escribas y los líderes religiosos acerca de temas como el ayuno (9:14), la comunión en la mesa (9:11), el día de reposo (12:2), el impuesto del templo (17:24), el divorcio (19:3) y el mandamiento más grande (22:36). De hecho, parece que Mateo aprovecha cada oportunidad para condenar a los fariseos. R. T. France dice que este evangelio, “construido de forma efectista, es una presentación de Jesús como el Mesías de Israel que se encuentra ante un Israel incrédulo”[1] La condena de los fariseos en Mateo 23 no aparece, ni por asomo, en Marcos. Jesús introdujo una nueva ley, la ley de Moisés pasada por el “filtro de Jesús” (Mt 5:17-7:29), lo que Pablo llama “la ley de Cristo” (Gá. 6:2), y Santiago “la perfecta ley, la de la libertad” (Stg. 1:25; 2:12). Hay que entender el cumplimiento de la ley de Moisés en términos de una afirmación de la ley, pero solo a través de su transformación por las enseñanzas de Jesús. Es decir, lo importante después de Jesús no es la ley de Moisés, sino las enseñanzas de Jesús mismo (que, por supuesto, incluyen partes de la ley de Moisés).
 Mateo 5 nos ayuda a entender esta relación: después de citar “leyes” del Antiguo Testamento, Jesús enseña a sus discípulos más sobre ellas. Notemos la importancia de las palabras de Jesús y la necesidad de obedecerlas: “cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica” (7:24; al concluir el Sermón del Monte Jesús dice que lo importante de todo esto son sus palabras); “a Él oíd”, no a Moisés (17:5); “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (28:19-20).
Se esperaba una santificación completa que llegaría con el Nuevo Pacto.  Los profetas dijeron que Dios escribiría la ley sobre los corazones de las personas (Jer. 31:31-34) y les daría el Espíritu Santo para que pudieran andar en pureza total (Ez. 11:19; 36:26-27). En realidad, al dar una nueva ley y exigir lo máximo, Jesús no hizo nada que los judíos no esperaran. Como dijo Goppelt, “Jesús eliminó la distinción del Antiguo Testamento entre lo puro y lo impuro porque buscaba la pureza total y la santificación total. Jesús, pues, buscaba la pureza total que correspondía al escatón”. Para dar un ejemplo: el día de reposo para los judíos era un día de reposo casi total, con un cúmulo de leyes que explicaban lo que un judío podía hacer o no en ese día (Misná Shabbat). Jesús vino y dijo: “Ahora, ya no hay un día de reposo porque cada día es santo para Dios. Hay que estar en la obra de Dios cada día. El Padre sigue trabajando, y yo también”.
EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
El contraste entre el verdadero Israel y el falso constituye otro tema de importancia teológica para Mateo. Esta idea tampoco es totalmente ajena al Antiguo Testamento, el cual habla mucho del remanente y así da a entender que no todos los judíos son fieles y aceptados por Dios. La venida de Jesús, en primer lugar, produjo un cambio decisivo en cuanto a quiénes pertenecían al pueblo de Dios. Mateo enfatiza que Israel fracasó en reconocer a Jesús. Así, en 3:7-10 presenta a Juan el Bautista avisando a los judíos de que ser descendiente de Abraham ahora tiene poco valor y no es suficiente en sí. Más tarde oímos, en muchas ocasiones, la condena por parte de Jesús de “esta generación” por no haber reconocido al mensajero de Dios ni haber respondido a su llamamiento (11:16-24; 12:38-45; 17:17). En segundo lugar, al rechazar a Jesús como Mesías, Israel, como nación, pierde su estatus privilegiado. Es curioso que este tema sea tan importante en Mateo, el evangelista que enfatiza que Jesús ha sido enviado solamente a Israel (15:24: “Y respondiendo Él, dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”). Sólo en Mateo Jesús limita la extensión del ministerio de los doce discípulos a los pueblos de Israel: “No vayáis por el camino de los gentiles, y no entréis en ninguna ciudad de los samaritanos. Sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10:5-6). Mateo habla de un ministerio de Jesús con los gentiles, pero con poca frecuencia (8:5-13; 15:21-28). El hecho de que Mateo resalte el privilegio de Israel como primeros receptores del mensaje de Jesús le permite anunciar una condenación aún más severa del rechazo de parte del pueblo.
Es en Mateo que encontramos: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (8:11-12; véase también 12:45 y la repetición de “el llanto y el crujir de dientes” en 8:12; 13:42, 50; 22:13; 24:51; 25:30). En Mateo 21:43, Jesús dice: “Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos”. Mateo enfatiza que los fariseos y líderes judíos son “hipócritas” (12 veces; sólo 1 vez en Marcos y 2 en Lucas). La condenación es muy dura en el capítulo 23 y termina con el aviso de que la rebelión de Israel ha llegado a su límite y que ahora es el tiempo del juicio (23:29-36). Esto conduce al anuncio de la destrucción del templo (24:2), o sea, el rechazo total del sistema de la religión judía. En tercer lugar, no obstante, el fin del privilegio de Israel es también un comienzo que abre el camino al verdadero pueblo de Dios, en el que tanto judíos como gentiles pueden ser miembros, no por su nacionalidad, sino por su respuesta a Jesús. El reino se dará a quienes produzcan el fruto adecuado (21:43). El resultado, en definitiva, de la misión de Jesús era crear un nuevo pueblo de Dios, una comunidad que respondiera a su mensaje en obediencia. No se trata de que Israel sea excluido de la participación en el Nuevo Pacto, sino que ahora cada persona, cada nación, incluido Israel, tiene que ir por el nuevo camino, por Jesús.
La palabra “naciones” en 24:14; 25:32; 28:19 incluye tanto a Israel como a los países de los gentiles. Mateo llama a este nuevo pueblo de Dios “la Iglesia”. Sólo él, de todos los evangelistas, usa la palabra “iglesia” (16:18; 18:17). En fin, es imposible llegar a exagerar la importancia de la persona de Jesús. Como Enviado de Dios, Jesús cumple todos los requisitos, tanto del Antiguo Testamento como del judaísmo. Además, es el Rey, el Mesías, el Hijo de David, el Señor. Por tanto, no solamente la Historia gira en torno de él, sino que nuestras propias vidas deberían hacerlo también. Como él cumplió la Ley de Moisés, debemos mirarle a él para guiarnos, porque sólo a través de él podemos encontrar no solamente vida eterna, sino vida plena en este mundo tan difícil y vacío. La importancia de Jesús como el centro de todo nos conduce a pensar seriamente en su persona, a través del estudio profundo de la Palabra, procurando llegar a conocerle al máximo. Asimismo, como Hijo de Dios que nos ha revelado la voluntad de Dios, hemos de responderle con obediencia y de todo corazón para encontrar, así, una vida con propósito y paz. Hasta aquí nuestro balance teológico.

-Dinámica comparativa entre la imagen cristológica de los alumnos antes del Módulo  y la perspectiva cristológica de Mateo.
Ahora, al terminar el segundo Módulo de nuestro curso, es necesario volver a echar una mirada en retrospectiva hacia el punto de partida. Recordarán que en la primera dinámica propuesta, les pedí que registraran sus respuestas a la pregunta sobre la identidad de Jesús, y al concluir el primer Módulo, correspondiente a la cristología del Evangelio de Marcos, hicimos un comparativo entre su registro inicial y los rasgos de Jesús que nos aportó el evangelista. Ahora, les propongo un ejercicio similar, aunque con algunas variantes:
1.- Procúrate un lugar adecuado, donde puedas estar tranquilo y libre de distracciones. Debes tener a la mano una hoja de papel o un cuaderno y una pluma, el cuaderno o papel en el que registraste tus conclusiones de la dinámica anterior.
2.- Ahora, siéntate cómodamente, con la espalda recta y apoyada en el respaldo de la silla. Cierra los ojos, respira profundamente, hasta que tus pulmones se llenen completamente de aire y retenlo durante un par de segundos, ahora, expulsa el aire despacio y haciendo conciencia de cómo va pasando de tus pulmones hacia la garganta hasta salir por la boca. Repite el ciclo durante un par de minutos concentrándote solamente en tu pausada respiración.
3.- Abre los ojos, y toma el papel donde registraste por primera vez tus conceptos e imágenes sobre Jesús. Lee y observa lentamente, se trata de meditar, de traer al nivel de las emociones los rasgos con los que delineaste el rostro de Jesús. Si algo llama especialmente tu atención o quieres profundizar en ese punto particular, hazlo, tómate tu tiempo, no es una carrera contra el tiempo ni un concurso de conocimientos cristológicos…continúa ahora meditando los rasgos cristológicos que descubriste en el módulo pasado (Evangelio de Marcos) y finalmente, describe, según lo que aprendiste con el módulo sobre Mateo, algunos rasgos nuevos del rostro mateano de Jesús…al terminar, toma una hoja en limpio y responde, con tus propias palabras a la pregunta que hoy Jesús te hace ¿Quién soy Yo para ti?
4.- De acuerdo al ejercicio de meditación anterior, fíjate algunas metas a corto y mediano plazo, que te permitan reflejar en tu entorno (familiar, laboral, comunitario, etc.) los rasgos de Jesús que hasta hoy hemos estudiado.


[1] R. T. France, “Mateo, Marcos y Lucas”, en George Eldon Ladd, Teología del Nuevo Testamento (Colección Teológica Contemporánea 2; Terrassa: Editorial Clie, 2002): 281.