lunes, 29 de noviembre de 2010

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 5 DE DICIEMBRE DEL 2010 (2° DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A)

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 5 DE DICIEMBRE DEL 2010 (2° DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A)
1. LECTURAS
Is 11,1-10: Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: Espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.
Sal 71,1-2.7-8.12-13.17: Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: Que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Ro 15,4-9: Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre.»
Mt 3,1-12: Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."» Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: « ¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni desatarle la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»
2. REFLEXIÓN
Una utopía entrañada que genera esperanza
Jorge Arévalo Nájera
La primera lectura, de Isaías, es uno de esos varios preciosos textos de Isaías, y de los profetas bíblicos en general, que nos «describen» la utopía bíblica. Por definición, la u-topía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe... y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No existe concretamente... «todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo que no-es-todavía (el “noch nicht sein”). No es, pero puede ser, quiere ser, y como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. El pensamiento utópico, es un componente esencial del judeocristianismo, que experimenta lo sagrado en la historia, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia.
Es el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica...) se suma, reviste, completa... pero la esencia del cristianismo es esa fuerza de la experiencia espiritual mediante el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los  “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género...).
El Adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrinconó tanto la utopía como la esperanza.
Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describen» la Utopía, o «cuentan el sueño» que le anima: un mundo armonizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza – ¿puede imaginarse un mundo más armónico que aquel en el cual un león pace junto a un novillo?-... La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: Cuando Dios reina, el mundo se transforma, la injusticia se convierte en justicia, el pecado en perdón, el odio en amor... las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El reinado de Dios -la Utopía -por decirlo con un lenguaje más amplio- no es ni puede ser objeto de «espera» (algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena), es decir, de esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar, aquí y ahora, en la Tierra presente, no en el cielo futuro.
Ahora bien, para el cristiano –y esta es la auténtica Buena Noticia- la Utopía ancestral se ha incoado en las entrañas de la historia, que ahora está preñada de eternidad porque el Reino en persona se ha encarnado. En efecto, en el Hijo de Dios –concreción perfecta del reino/reinado de Dios- los valores de la Utopía se han entrañado en las coordenadas temporales, y desde él y por él, se expanden en ondas salvíficas cristificantes que llevan al cosmos hacia su consumación definitiva. Es verdad, aún no resplandece plenamente aquello que ya es realidad, pero pequeña como una semilla de mostaza y aún no se manifiesta en gloria evidente aquel que da consistencia a todas las cosas, y esto es así por la longanimidad divina, que sigue esperando el “sí” del hombre, el “fiat” definitivo de la humanidad convocada a la fraternidad universal. Por eso, Pablo, en su carta a los Romanos invita a la perseguida y sufriente comunidad romana a escudriñar la enseñanza de la Sagrada Escritura para encontrar el consuelo y la paciencia que llevan a la esperanza. Pero aclaremos de inmediato, que no la esperanza no tiene nada que ver con un optimismo bobalicón sin sustento en la realidad. La esperanza es una fuerza subversiva, profundamente transformadora porque radica en la contemplación del Señor que ya ha triunfado sobre las potencias que alienan al hombre, le sojuzgan y le impiden caminar como hombres libres. Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras. Las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales... sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico. Cualquier utilización bíblica que nos encierre en la misma Biblia, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado -o incluso perverso- de la Biblia.
La “Koinonía” (comunión de vida), la alabanza, la acogida mutua intracomunitaria y hacia los que están fuera de la comunidad es el signo de esa esperanza, que se traduce entonces en una dinámica profundamente fraterna e indefectiblemente histórica que manifiesta a los ojos del mundo la Utopía encarnada en el corazón del mundo.
El evangelista Mateo, nos presenta la durísima invectiva del profeta Juan Bautista hacia los saduceos y fariseos que acudían a bautizarse en el Jordán. Juan es un asceta que predica desde el desierto la inminente irrupción de la Utopía/Reino de Dios. Esta cercanía, exige la conversión o cambio de mentalidad. Juan no pormenoriza cuáles son los frutos de la conversión (en los evangelios, solamente Lucas explicita dichos frutos y habla de compartir los bienes, no cobrar impuestos injustos, no maltratar o extorsionar a nadie), únicamente apunta la necesidad irrenunciable de la metanoia. 
¿Por qué llama Juan a los saduceos y fariseos “raza de víboras”? La serpiente, en el imaginario religioso del tiempo de Jesús, simbolizaba el peligro mortal –pecado- silencioso, subrepticio, imperceptible que se presenta en las ideologías del mundo. Quizá sea posible defenderte o al menos huir de un oso o un león, que rugen con furia y te avisan de su ataque inminente, pero la serpiente se arrastra silente y mortífera, cuando te das cuenta es porque ya te ha inoculado su veneno y no hay nada que hacer. Los saduceos son representantes de las castas sacerdotales –descendientes de Sadoc- y enseñan al pueblo una religiosidad del culto,  mientras que los fariseos representan la enseñanza de la Ley entendida como un conjunto de preceptos legales que hay que cumplir. Ambas mentalidades entrañan un serio peligro, pues disfrazadas con máscara de legalidad religiosa, ocultan ideologías que separan al hombre de la experiencia fontal con el Dios de la Vida. Así, la utopía que alberga el corazón humano se sofoca, la esperanza da paso a la resignación y la subversión de la fe queda aniquilada.
El Adviento es tiempo de renovación de la Utopía, de descubrimiento de su presencia “absconditus” (escondido), pero real en las entrañas de la historia… de nuestra historia y de despertar con fuerza inusitada la esperanza que nos permitirá aguardar la venida del Señor luchando denodadamente por construir un mundo más acorde con los valores del Reino.
Gracia y paz.