viernes, 31 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN DE AÑO NUEVO

“Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha hecho cercano. Conviértanse  y crean en la Buena Nueva.»” Mc 1, 14-15.
Dios, el Hombre y el Tiempo
Jorge Arévalo Nájera
Hoy termina el año, para algunos, lleno de logros y metas cumplidas, para otros, lleno de frustraciones y dolor, y tal vez, para la mayoría, simplemente un año más. Promesas y proyectos se dibujan en la mente… “el próximo año si que dejaré de fumar, o de comer en exceso, o por fin, me decidiré a llevar a cabo aquel plan que hace tanto tiempo anhelo y que aguarda en el rincón más alejado del corazón
Pero el tiempo se nos ha ido de entre las manos como el agua cristalina e inapresable del arroyo que en vano queremos retener entre las manos para llevarla ávidos a la boca y calmar nuestra sed. Para los que han tenido la dicha de vivir un año con metas alcanzadas o rodeados de sus seres queridos, el año se ha ido demasiado aprisa y quisieran que se prolongara eternamente. Para aquellos en los que predominó el dolor de sufrir la ausencia de los seres queridos que han partido o del trabajo fecundo arrebatado o del que causa la traición del amado, el año ha transcurrido lastimosamente lento y lo único que quieren es que de una vez por todas termine, con la esperanza de que –acaso mágicamente- el año nuevo traiga más alegría que sufrimiento. Y finalmente, para aquellos en los que a lo largo de los 365 días pasados predominó el tedio y el sinsentido de una vida carente de brillo y que parece ahogarse en sí misma, sin horizonte de futuro, da lo mismo que termine un año y comience otro, al fin y al cabo, “no hay nada nuevo bajo el sol” y la historia es un círculo interminable de acciones repetidas una y otra vez.
Sin embargo, Dios tiene una palabra que decir al respecto, sobre todo para los sufrientes o desesperanzados de la vida. Para los que no encuentran la salida, para los deprimidos y angustiados… para los favoritos del Señor de los Ejércitos. A ellos les digo: Levanten la mirada y el corazón, agucen el oído y escuchen lo que Dios tiene que decirles.
Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios” No se trata de una referencia anecdótica, la ubicación del inicio del ministerio de Jesús en el momento del apresamiento del Bautista, tiene una connotación teológica. Es anuncio de la irrupción de la luz en medio de la tiniebla, del aparente triunfo de las potencias que pretenden acallar la voz que prepara el camino del Señor. ¿No es verdad que en ocasiones –o a veces durante largos períodos de tiempo- nuestra existencia parece estar siendo engullida por el mal?, nos sentimos solos, perdidos en la inmensidad del mar cuyas olas bravías amenazan la frágil embarcación en la que cruzamos el mar de la vida.
Sin embargo, Dios viene a nuestro encuentro precisamente para rescatarnos, no de la fatiga de luchar contra las olas, sino de la desesperanza, del sentirnos totalmente a merced de esas olas. En efecto, Dios viene a empoderarnos sobre ellas y a tendernos la mano para hacer que caminemos sobre las olas, con la autoridad de los hijos de Dios. En medio de la tribulación, en medio de los Herodes de tu historia particular, que han decidido matar al Bautista que te invita a encontrarte con el Mesías, Jesús viene a ti con su palabra poderosa. No viene a ti en el poder o en el triunfo de los hombres, no viene en el brillo o el esplendor que los hombres tanto apetecen, te proclama la Buena Nueva desde la Galilea de los gentiles. Tampoco esta referencia geográfica es anecdótica, también tiene una significación teológica y espiritual: Galilea es símbolo de los marginados, de los despreciados, de los pequeños que no tienen voz ni voto. Jesús te habla desde la pequeñez –que es la auténtica grandeza-, desde la pobreza –que es la auténtica riqueza-, desde el fracaso –que es el verdadero triunfo- y por lo tanto, su voz sólo puede ser escuchada desde estas categorías.
Quizá este sea un buen momento para hacer una profunda revisión de las categorías existenciales que hemos asumido para encarar los retos de la vida. En muchas ocasiones nuestros fracasos y frustraciones tienen origen en un modo de entender la realidad que poco tienen que ver con el Evangelio. Cuando esperamos recompensa por nuestras acciones y lo único que recibimos es silencio o ingratitud, de inmediato nos sentimos defraudados, tristes o llenos de coraje. ¡Si tan solo descubriéramos la libertad que encierra el amor oblativo, ese amor que se derrama sin esperar nada a cambio y que se recrea en sí mismo, nada enturbiaría la alegría de amar!
Cuando pensamos que una determinada posición económica es necesaria para ser felices y resulta que las circunstancias de la vida nos llevan por los senderos de la austeridad, de inmediato surge el sentimiento de fracaso y la auto-estima se viene por los suelos. ¡Si descubriéramos el gozo eterno de un  espíritu que solamente se siente saciado y cobijado por la gracia divina y que sabe ser feliz en la abundancia y en la precariedad!
Estas y otras ideologías mundanas deben ser desterradas del corazón del creyente, que disponiendo su corazón a la Buena Nueva que proclama Jesús desde Galilea, abre la puerta a una plenitud gozosa que jamás termina.
<< Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha hecho cercano. Conviértanse  y crean en la Buena Nueva. >> Tiempo”, en griego puede decirse de dos formas: chronos –de donde viene cronología, crónica, cronómetro, etc.- y kairós. En el primer caso, se habla del tiempo físico, del transcurrir intra-histórico, es un tiempo mesurable y simplemente pragmático. En cambio, la segunda acepción de tiempo se refiere a un tiempo cualitativamente distinto, es el tiempo de Dios, su irrupción en las categorías espacio temporales, de tal modo que el mismo chronos se ve transformado, inhabitado, potenciado, subsumido en las categorías de lo eterno. Kairós es tiempo de gracia, de rescate, de plenitud, de llamado a una vida inédita –que es la misma vida de Dios-.
Por eso, el chronos humano se ha cumplido, se ha llenado hasta los bordes con la gracia divina, y ya no cabe esperar nada del futuro pues todo se nos ha dado en el presente. En efecto, el Reino de Dios se ha hecho cercano, está al alcance de la mano porque se ha hecho historia en Jesús, el Dios-con-nosotros. El tiempo, nuestro tiempo, no es una realidad que esté “fuera” de Dios, puesto que en Él somos nos movemos y existimos, nada queda fuera de Él. << El tiempo viene de la Trinidad, creado con la creación del mundo; se desenvuelve en el seno de la Trinidad, porque todo lo que existe, existe en Dios…; está destinado a la gloria de la Trinidad, cuando todo será recapitulado en el Hijo y entregado al Padre para que sea todo en todos. Vivir seriamente el tiempo, es por tanto, vivir en la Trinidad; buscar evadir el tiempo es huir del regazo divino que nos abriga. El cristianismo no es la religión que salva del tiempo y de la historia, sino que salva el tiempo y la historia. >>[1]
De aquí, que convertirse no es simplemente un cambio de código ético o moral, sino un cambio total de mentalidad, la asunción existencial de un modo de vida que se sumerge en el tiempo kairótico de Dios que así rescata al hombre del sinsentido de una historia circular e interminable para introducirlo en un espacio de salvación que se da en el aquí y el ahora.
Gracia y paz.
¡Que tengan un año 2011 lleno de gracia y bendiciones!


[1] Martini Carlo María, Estoy a la Puerta, Ed. San Pablo, Colombia, 1994, pp. 32-33.

lunes, 27 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE ENERO DEL 2011 (EPIFANÍA. CICLO A)
1. Lecturas
Is 60, 1-6: Levántate y brilla, que ha llegado tu luz y la Gloria de Yahvé amaneció sobre ti. Mientras las tinieblas cubrían la tierra y los pueblos estaban en la noche, sobre ti se levantó Yahvé, y sobre ti apareció su Gloria. Los pueblos se dirigen hacia tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta los ojos a tu alrededor y contempla: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos y tus hijas son traídas en brazos. Tú entonces, al verlo, te pondrás radiante, palpitará tu corazón muy emocionado; traerán a ti tesoros del otro lado del mar y llegarán a ti las riquezas de las naciones. Te inundará una multitud de camellos: llegarán los de Madián y Efá. Los de Sabá vendrán todos trayendo oro e incienso, y proclamando las alabanzas de Yahvé.
Sal 71: Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a  mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones. Al débil librará del poderoso  y ayudará al que se encuentra en desamparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
Ef 3, 2-3.5-6: Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Mt 2, 1-12: Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: « ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.» Herodes y toda Jerusalén se sobresaltaron al oír esto. Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta:<< Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel. >> Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella.
Después los envió a Belén y les dijo: «Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a ese niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje.» Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.  ¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. Luego se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes, así que regresaron a su país por otro camino.
2. Reflexión
La gloria de Yahvé brilla entre los despreciados del mundo
Jorge Arévalo Nájera
Levántate y brilla” dice el profeta Isaías al pueblo que se encuentra entre tinieblas. Hemos dicho en nuestra reflexión del domingo pasado que “levantarse” significa –teológicamente- “resucitar” y el “brillar” hace referencia a la capacidad de iluminar la realidad. Israel está siendo llamado a vivir de tal modo, que su simple existencia sea criterio de discernimiento… ¿para quién?, el texto dice que “la tierra estaba cubierta por las tinieblas y los pueblos estaban en la noche”, si tomamos en cuenta que las tinieblas y la noche tienen la connotación de incomprensión y/o rechazo al proyecto de Dios[1], entonces resulta evidente que para Isaías, el mundo entero estaba sumido en la incomprensión, en la incapacidad para lograr su plenitud hasta el momento en que Dios confiere a Israel la capacidad de brillar e iluminar esa tiniebla: << sobre ti apareció su Gloria>>, y ¿qué es esa Gloria? La Gloria de Yahvé es la manifestación de su acción salvadora. Cuando Dios logra que un hombre se abra a su dinámica salvífica y viva de acuerdo a sus mociones, entonces, al mismo tiempo que brilla el hombre/pueblo, brilla la Gloria de Dios. Por lo tanto, la Gloria tiene un objetivo, y ese objetivo es la plenitud del pueblo y por derivación, la plenitud de todo el género humano. ¡Glorioso y fascinante papel nos encomienda el Señor! ¡Ser polo de atracción hacia el cual confluyen todos los hombres, pueblos y reyes, pobres y poderosos, propios y ajenos, cercanos y lejanos!
Vale la pena preguntarnos amables lectores si nuestra vivencia de la fe ha logrado salir del mero intimismo y la autosatisfacción para impactar con la Gloria de Yahvé al mundo que nos rodea, ¿podríamos decir que hemos permitido que Dios, mediante nosotros haya iluminado la vida de otros? Si no vienen a nuestra mente rostros concretos, entonces es momento de hacer una profunda revisión de nuestra vida cristiana e implorar al Señor que nos conceda el abrirnos a su gracia para llegar a ser luz del mundo.
El Salmo 71 es una súplica para que Dios conceda al pueblo un pastor, un rey que le rija con justicia y sabiduría y sea capaz de llevarlo precisamente al logro de su misión en el mundo ¡comunicar a los hombres la Gloria de Yahvé! El pueblo de Israel fue siempre consciente de la imperiosa e irrenunciable presencia de un pastor que hiciera resonar su callado en las rocas de las escarpadas montañas de la vida para llevarlos a pastizales buenos. Este es un grave y acuciante problema del cristianismo contemporáneo; ¡se quiere vivir un cristianismo sin  pastoreo!, por doquier se escucha decir que se ama a Jesús pero que no se necesita un pastor humano, y este sentir  no necesariamente se formula explícitamente, basta con no prestar atención a las enseñanzas del pastor (que es en primer lugar la autoridad religiosa suprema –para los católicos el Papa, para los cristianos de la Reforma el Ministro que preside, etc.- o el pastor que la misma Iglesia concede a la comunidad específica. Simplemente, el común de los cristianos no escuchan lo que el pastor dice y mucho menos le obedecen.  En el fondo, se trata de falta de fe en el carisma que Dios concede al pastor para conducir a la comunidad, carisma que ésta no posee. No prestar obediencia a la conducción pastoral es dejarse envolver por la tiniebla y la noche y por lo tanto, exponerse a perder el rumbo y despeñarse por la ladera de las montañas.
Es verdad que Jesús es el único y suficiente Pastor de la Comunidad, pero él mismo ha decidido ejercer su pastoreo a través de hombres –y cuando digo “hombres” me refiero al género humano, no estoy haciendo distinción entre hombres y mujeres- elegidos de entre la misma Comunidad, ¡fatigoso ejercicio de obediencia y humildad resulta asumir que otros seres humanos nos conduzcan y renunciar a nuestras pretensiones de autosuficiencia! Desde luego que el pastor delegado debe asumir el tipo de pastoreo de Jesús: ¡Al débil librará del poderoso  y ayudará al que se encuentra en desamparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado! Y esto, por sí mismo atraerá los corazones de las derrengadas ovejas.
En la carta a los Efesios, Pablo expone el misterio que le ha sido revelado por el Espíritu –a él y a los santos apóstoles y profetas-  y que permaneció oculto en el pasado. La palabra griega misterion –que años después será traducido al Latín por sacramentum- hace alusión a la acción salvífica inédita de Dios que solamente ha sido revelada plenamente en Jesús Mesías. Ese misterion consiste en la acogida de Dios a los paganos, que son hechos coherederos de las promesas en Cristo Jesús hechas a Israel. Jesús es la manifestación perfecta de la Gloria, en él, todos los hombres son convocados a lograr su plenitud creatural, en Jesús se besan la paz y la justicia, el Reino de Dios se hace historia y los anhelos arquetípicos se ven cumplidos de un modo inesperado, la reconciliación universal es posible y real en Cristo Jesús, porque él ha unido dos mundos antes irreconciliables –el del hombre y el de Dios- y ha clavado en la cruz la enemistad de los pueblos.
El evangelio de Mateo, nos narra el conocidísimo –y generalmente mal interpretado- relato de los magos de Oriente.  La tradición religiosa popular ha convertido la fiesta de la Epifanía en un pintoresco relato de tres reyes magos (Melchor, Gaspar y Baltasar) que emprenden un largo camino desde tierras lejanas para adorar al niño Jesús y entregarle sus obsequios. Como medio evangelizador, está bien, no pretendo que la costumbre de los regalos que los magos traen a los niños cada año sea abolida –yo mismo disfruté enormemente cuando niño de la emoción de dicha costumbre y permanecí en vela, hasta que el sueño me vencía, esperando ansiosamente escuchar las pisadas del camello, el elefante y el caballo-, pero creo que es necesario profundizar en la teología y espiritualidad del bellísimo texto de Mateo para madurar en nuestra fe y poder transmitir más adecuadamente su mensaje salvífico.
Antes que nada, hay que ubicar el texto dentro de la estructura de la introducción teológica (capítulos 1 y 2) que comúnmente se llama “Evangelio de la Infancia”, y que es en realidad una presentación cristológica del misterio de Jesús que retrotrae a su infancia lo que la comunidad cristiana ha descubierto en el Resucitado. Entonces, hay que leer el texto de Mt 2,1-12 desde esta perspectiva.
Herodes, los sumos sacerdotes y los letrados concretizan  en su dimensión histórica las tinieblas y la noche anunciadas por Isaías en la primera lectura, y en su doble matiz de significado: incomprensión y oposición violenta. En efecto, Herodes quiere averiguar sobre el nacimiento del niño Mesías -y para ello convoca al poder religioso e intelectual- simplemente porque se siente amenazado por el estilo de vida y los valores que ese niño representa (la insignificancia y la humildad como piedra fundamental de una nueva sociedad basada en el amor y la renuncia al poder). Es claro que Mateo prefigura en su relato de la infancia lo que ya ha sucedido cuando escribe su introducción: Jesús ha sido perseguido y finalmente asesinado por el contubernio[2] de los poderes políticos (Herodes) y religiosos (sumos sacerdotes e intelectuales de la ley).
Los magos simbolizan a los buscadores[3] paganos, sabios y entendidos en las ciencias humanas que buscan afanosamente el sentido de la vida y que escrutan los signos de Dios en la historia (la estrella). En efecto, ¿Quiénes finalmente se abrieron y aceptaron el mensaje de Jesús una vez que las autoridades judías y romanas le rechazaron? ¿No fueron acaso los paganos y los despreciados y segregados sectores de la población? Sin embargo, para Mateo, la verdadera sabiduría no reside en el conocimiento intelectual de la Ley ni en la realización de un culto sacrificial, sino en el alma que busca afanosamente en la pequeñez (la insignificante comunidad cristiana simbolizada por María que guarda en su regazo al aún más insignificante recién nacido) el significado trascendente de la vida y que es capaz de abandonar sus seguridades (el periplo de los magos) para seguir los signos de Dios en la historia. ¡Cuánto sufrimiento y pesar nos ahorraríamos nosotros, tan aferrados a la grandeza, al brillo mundano, al prestigio y al poder si supiéramos descubrir que la Gloria de Yahvé brilla entre los despreciados del mundo y que el camino a la grandeza es hacia abajo y no hacia arriba, que es en el dar y no en el recibir que se esconde el secreto de la bienaventuranza, que las ideologías del mundo son falacias alienantes y que sólo el Evangelio de Jesucristo es la Verdad que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo.
                                                                                                     Gracia y paz.


[1] En la teología sinóptica la tiniebla o tinieblas es una incomprensión que se opone incluso violentamente a Jesús, mientras que en la teología joánica, se trata simplemente de una incapacidad para comprender el proyecto de Dios manifestado en Jesús.
[2] Alianza o liga vituperable.
[3] Ver en Corres Cadavieco César, Domingo 53, el Evangelio domingo a domingo. Ed. Tiro Corto, México, 2010, pp. 57-64.

jueves, 23 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 26 DE DICIEMBRE DEL 2010 (LA SAGRADA FAMILIA CICLO A)
1. Lecturas
 Si (Eclesiástico) 3,2-6.12-14: Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
Sal 127,1-2.3.4-5: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Col 3,12-21: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Mt 2,13-15.19-23: Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.»
 Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
2. Reflexión
Sobre una familia temerosa de su Padre, llamada a salir de Egipto y a vivir en Nazaret de Galilea
Jorge Arévalo Nájera
Hoy celebramos la festividad de la Sagrada Familia. Mucho se ha escrito sobre la familia formada por María, José y el niño Jesús en cuanto paradigma de la familia humana, y no es mi intención abundar en este sentido. Más bien, quiero fijarme en ella como prototipo de la Iglesia exódica y temerosa de su Padre (la familia sale hacia Egipto apenas José recibe la revelación en sueños), llena de la plenitud de Cristo (María embarazada)  y radicada en la universalidad (la familia se queda a vivir en Nazaret de Galilea).
Pero no nos adelantemos y vayamos al análisis de la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico o Sirácida. El texto, en un primer nivel de lectura, nos indica la actitud que todo hijo de Israel debe guardar hacia su padre humano, es, digámoslo así, como una explicitación de la torot (enseñanza) sobre el honrar a los padres. Pero en un segundo nivel de lectura, el hijo al cual se dirige la enseñanza del sabio, engloba a todo el pueblo, de tal modo que acaba representándolo y universalizando así la enseñanza. El padre humano representa entonces a Dios mismo. Así las cosas, el paradigmático hijo se caracteriza por “honrar permanentemente a su padre” y ¿qué significa eso exactamente, en la mentalidad del sabio?
-Respetarlo: El respeto es la actitud permanente de acogida del misterio personal del otro, sin componendas ni ambigüedades, sin querer cambiar nada de él, aceptándolo tal como es, maravillándose de su otreidad y diferencia. En el caso del respeto al padre humano, evidentemente  exige el reconocimiento del ascendiente paterno, de su autoridad sobre el hijo. En el caso del respeto hacia Dios, la acogida se traduce en obediencia reverencial, en temor de Dios (reconocimiento de su majestuosidad y bonomía absolutas). El hijo de Dios siempre sabe reconocer que su Padre tiene la última palabra, porque esa palabra es ante todo bendición, plenificación, ruta segura que lleva a buen puerto. Temer a Dios no significa tenerle miedo, sino obedecerle reverencialmente porque se le descubre como fuente de toda bondad y por ello, omnipotente y fascinante.
-Perseverancia en el acompañamiento del padre: A nivel de ley, no abandonar al padre significa desde luego no dejarlo a su suerte –sobre todo en la vejez, cuando las fuerzas le han abandonado y no puede valerse por sí mismo-, pero en cuanto la relación con Dios, “acompañar a Dios” significa comunión de vida, fidelidad a  la alianza, y en el Nuevo Testamento significa seguimiento, “estar con Jesús”, vigilia constante, abrazo del proyecto de Dios, etc. “No abochornarlo” significa vivir de acuerdo al código paterno de misericordia y solidaridad con los sufrientes.
El Salmo, reitera los frutos que se desprenden del temor a Dios:
- Comer del fruto de tu trabajo: En el relato de los orígenes teológicos del pecado y sus consecuencias[1], se nos dice que uno de los efectos de poner oídos sordos a la Palabra, es precisamente la desavenencia con el cosmos, la relación con el entorno vital, que originalmente era un jardín espacioso y lleno de árboles apetitosos a la vista y buenos para comer y ahora se torna una tierra de abrojos a la que hay que arrancarle con fatiga sus frutos para comer. Pues bien, la solución a tan desoladora situación no es otra que temer al Señor y seguir sus caminos. Dicho de otra manera, reconocerlo a él como la fuente de todo bien y acoger existencialmente su Palabra es la clave de recuperación de la armonía cósmica.
- La fecundidad de la mujer: Recordemos que para los hombres bíblicos del A.T., no existía el concepto de la resurrección[2] y su referencia a la permanencia y plenitud se circunscribía a la imagen de una prole numerosa que garantizará la perpetuación de la semilla paterna. El temeroso de Yahvé tiene, sin embargo, garantizado dicho futuro de plenitud.
La carta a los Colosenses elenca las características propias de la familia de Dios-la comunidad cristiana- que ha surgido no por iniciativa humana sino por la libérrima y amorosa elección de Dios (han sido elegidos por amor) y que aparta a los suyos del mundo (son santos): misericordia –amar a los hermanos en su miseria- arraigada en las entrañas mismas y por ello irrenunciable (¿acaso puede uno arrancarse las entrañas y vivir?);  bondad –responde perfectamente a la identidad de hijos que le ha sido conferida- siempre manifiesta; humildad –reconocimiento de la pequeñez intrínseca a su creatureidad al mismo tiempo que de su dignidad como hijos- que le permite hacerse servidora de todos;  dulzura –amabilidad, trato suave, que es fruto de una renuncia total a toda forma de autoritarismo y violencia- y sobre todo, la comunidad está llena de la paz de Cristo y esto le permite amar sin condiciones. No cabe duda que dichas virtudes deben ser vividas –siempre como fruto de la gracia- al interior de toda sociedad humana y especialmente en la familia humana cristiana para que pueda realmente ser germen de una sociedad nueva y alternativa.
Finalmente, el evangelio de Mateo nos presenta el conocidísimo texto navideño del aviso en sueños a José para que abandone su tierra y huya a Egipto ante la amenaza del asesino Herodes de matar al niño. Allí permanece la Sagrada Familia hasta que Dios mismo –la figura del ángel del Señor es un recurso literario teológico para designar a Yahvé- le avisa, otra vez en sueños, que Herodes ha muerto y le ordena que regrese a Israel. Así lo hace, pero no vuelve a Judea sino a Nazaret de Galilea por temor al sucesor de Herodes que reina en Judea. El texto está lleno de reminiscencias del A.T., lo que nos hace pensar que se trata –en esto están de acuerdo la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento- en que se trata de un midrash cristiano[3] y no de una narración histórica.
José representa al resto fiel de Israel, caracterizado precisamente por su humildad, su temor de Yahvé y su apego irrestricto a la Palabra. El sueño simboliza el espacio que posibilita la comunicación con Dios en tanto que es la renuncia del hombre para encuadrar lo divino dentro de las categorías conceptuales y la apertura a la dimensión mistérica e inapresable de Dios. Podríamos decir que el resto fiel vive en un permanente sueño –José recibe en tan sólo diez versículos dos revelaciones en sueños- y por lo tanto, en posibilidad de recibir la revelación de Dios. Por ello, José es un personaje paradigmático para todo creyente ¿acaso la perentoria invitación de Jesús a velar y orar constantemente no es un llamado a ser como José?
Levantarse” es la actitud que se corresponde con el imperativo del ángel “levántate”. En el Nuevo Testamento, “levantarse” tiene la connotación teológica de “resucitar[4], por lo tanto, no se trata de un cambio de postura física sino existencial, es un llamado de Dios para dejar la postración del pecado y levantarse a una vida nueva fruto de la Pascua. ¿Y para qué se levanta uno sino es para ponerse en camino? Y en efecto, así lo hace José junto con el niño y María, y se dirigen hacia Egipto. Paradójica inversión de valores la que presenta Mateo: resulta que Judea –símbolo de la religiosidad israelita- es punto de partida del nuevo éxodo que deberá emprender el nuevo pueblo de Dios en pos de la tierra prometida que ha de conquistar como antaño las tribus comandadas por Josué.
La Sagrada Familia/comunidad cristiana es por excelencia un pueblo exódico, en permanente salida de la esclavitud para dirigirse a la conquista de la libertad que se da en el encuentro con el mundo. Sin embargo, siempre debe volver a Israel, porque también éste necesita ser liberado por el Mesías. La Familia radica precisamente por ello en Nazaret de Galilea, símbolo de los oprimidos y excluidos por la religiosidad ortodoxa, desde allí, desde la solidaridad con ellos, Jesús iniciará su proyecto humanizador y liberador. Así, los discípulos somos llamados a ser familia temerosa de su Padre, salir hacia Egipto y regresar a vivir en Nazaret de Galilea.                                                                          Gracia y paz.
 


[1] Gn 3
[2] El concepto de resurrección entra muy tardíamente en la fe israelita (alrededor del S. II a.C), por lo que los escritores de los salmos no conocían este concepto.
[3] Un midrash cristiano es una composición literaria que utilizando referencias veterotestamentarias ilumina el misterio cristológico.
[4] Consultar: Corres Cadavieco César, Domingo 53, el Evangelio domingo a domingo. Tiro Corto Editores, México, 2010.

martes, 21 de diciembre de 2010


REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL SÁBADO 25 DE DICIEMBRE DEL 2010 (NAVIDAD)
1. Lecturas
Is 52, 7-10: ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.
Hb 1, 1-6: En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»
Jn 1,1-18: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. Lo que se hizo en ella era la vida, y la vida era la luz de los hombres; y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo a este mundo. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
2. Reflexión
La Palabra ha puesto su morada entre nosotros… ¿qué haremos con ella?
Jorge Arévalo Nájera
La primera lectura (Isaías), el Salmo y la segunda lectura (carta a los Hebreos), van profundizando en el progresivo cumplimiento de los tiempos mesiánicos, hasta llegar a la plenitud de los tiempos, cuando Dios ya no habla a su pueblo por medio de profetas, sino a través de su propio Hijo, impronta de su ser y reflejo de su gloria. Esto es precisamente lo que celebramos en Navidad, al Dios-con-nosotros.
Hoy, queremos centrar nuestra reflexión en el bello y densísimo texto del llamado Prólogo del evangelio de Juan. Resulta evidente que no pretendemos hacer un análisis exhaustivo del texto –lo cual llevaría un buen número de páginas-, sino más bien entresacar algunas de sus líneas teológicas y espirituales que iluminan esta solemne festividad navideña.  
<< En el principio… >> En primer lugar, el texto inicia con el término “arché” (griego) que traducimos al castellano por “principio” y que en hebreo se dice “beresit”. Así comienza el primer libro de la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, de tal forma que Juan quiere referirse a un personaje –que por ahora llama “Logos” o “Palabra”- que es un verdadero principio, tanto en sentido cronológico –a partir de él da comienzo en la historia una realidad inédita, una nueva creación- como en sentido axiológico (de valores).
Espiritualmente esto significa que en Cristo todo es hecho nuevo y que los hombres tenemos en él la posibilidad de ser re-creados, y por lo tanto, de abandonar todas nuestras ataduras, nuestros traumas y horrores para entrar en una dinámica neo-creacional y por lo tanto buena, bella, adecuada, puesto que toda creación salida de las manos de Dios es buena por esencia, es decir, se adecuada al proyecto querido por él. No importa el pasado, por más terrible y esclavizador que parezca, Cristo es la puerta de entrada a la plenitud anhelada. Siempre es posible empezar de nuevo, Cristo es la novedad inagotable que nos aguarda. Por ello, la Navidad es la fiesta de los neonatos que nacen a una historia que está por escribirse.
<< Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho>> En griego, Palabra se dice “Logos”, pero en realidad, el término griego tiene muchas acepciones, de las cuales destacamos dos; palabra y sentido. Todas ellas con un sema o matiz de significado aplicable a la espiritualidad. Así, el sentido de “palabra”, es el de expresión de la interioridad, revelación del misterio personal que permanece escondido en tanto que la palabra no se pronuncia y se hace epifanía cuando se articula verbalmente. Cristo es pues la expresión manifiesta, la revelación, la epifanía del Padre. En su Verbo, el Padre se dice a sí mismo y a los hombres, en su Verbo se conoce y los hombres se conocen a sí mismos.
Otro sentido de “Logos” es el de sentido o significado. Desde luego se trata de sentido en clave existencial y trascendente. Cristo es, en efecto, el sentido de la vida y de todo cuanto existe. Por lo tanto, no se trata de que en Cristo encontremos una teoría o un concepto que nos defina, se trata más bien de que en cuanto nos adherimos existencial y totalmente a su persona, descubrimos –a nivel intuitivo- nuestro verdadero significado en medio de la inmensidad del universo. De esto resulta en consecuencia que la búsqueda del sentido existencial –la ausencia de sentido es causa de tanta depresión- debe hacerse en un éxodo permanente del “Yo” que sale de sí mismo para encontrarse finalmente en el Otro, en el Logos que ha hecho su morada entre nosotros, que también –en cierto sentido- ha hecho éxodo de la casa intratrinitaria. Se trata pues, del encuentro de dos auto-exiliados, el hombre que sale de sí mismo y el Verbo que sale de Dios hacia el hombre.
Ahora bien, Juan nos dice también que ese “Logos” es el origen de todo cuanto existe, causa inmediata y eficiente de lo creado. ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi origen?, ciertamente no del caos ni del azar. ¡Vengo de una voluntad omnipotente y amorosa que decidió crearme de la nada y que me sostiene en la existencia por puro amor gratuito –como dice el Salmo << Él sostiene el universo con su palabra poderosa >>-! Más allá de las condiciones históricas -más o menos afortunadas en las que hemos venido al mundo-, mi origen y sostén se encuentra enraizado en aquel que existía desde el principio. Es por ello que dice la Escritura <<…el perfecto amor echa fuera el temor >> [1] ya que si Dios –que es origen y fuente del amor- es también mi origen, ¿qué me hará temblar?[2]
 << Lo que se hizo en ella [la Palabra][3]- era la vida, y la vida era la luz de los hombres; y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. >>  Ante todo, se me revela que yo pertenezco a la vida/luz puesto que todo lo que se hizo se hizo por la Palabra y en la Palabra y que el reino de la muerte/tinieblas no tiene potestad sobre mí. En una magistral presentación antitética que utiliza el binomio luz/tinieblas, Juan nos revela que Jesús es el único criterio posible de inteligibilidad de lo real. En efecto, el símbolo de la luz se refiere a la inteligencia, a la capacidad sobrenatural de discernir la urdimbre de la creación y por lo tanto, a diferenciar entre el bien (lo que conviene según Dios) y el mal (lo que me aparta de Dios y su proyecto). La luz, en última instancia se equipara con la fe, pues en verdad la fe es la capacidad sobrenatural que permite distinguir entre las tinieblas el camino de la vida. Pero la fe no es una credulidad ingenua, por el contrario, es subversión, trastocación de los valores mundanos, es así, que los discípulos mismos son llamados a ser luz del mundo[4] mediante su adhesión a Jesús, manifestada como una ética concreta, un modo de ser y estar en el mundo (código de las Bienaventuranzas).
Las tinieblas representan –en la simbología de Juan- la incomprensión ante la propuesta de Jesús, incomprensión que es activa –se opone a la luz y de hecho quiere sofocarla- y se manifiesta también en acciones concretas, en ideologías que pretender ser también “luz” para los hombres.
<< La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo >>  Juan afirma que la única luz verdadera es la Palabra que permanentemente viene a este mundo. La encarnación/venida de Jesús no se limita al hecho histórico de su concepción, vida pública y muerte, sino que una vez resucitado, continúa viniendo a este mundo para iluminar a los hombres, para revelarles su origen divino y el sentido trascendente de la vida.
Navidad es precisamente la fiesta de la venida del Señor, una venida que se ubica en las coordenadas de nuestro tiempo y espacio y que así, convierte el tiempo cronológico e intrascendente en un tiempo de salvación, de plenitud y de gozo. La Buena Nueva es que la Palabra ha puesto –y sigue poniendo-  su morada entre nosotros, ¿Qué haremos con ella?
Gracia y paz




[1] “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1 Juan 4:18)
[2] Salmo 27 (26),1
[3] Lo que se encuentra entre corchetes es nota explicativa del autor.
[4] Mt 5,14-16

martes, 14 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 19 DE DICIEMBRE DEL 2010 (4° DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A)


1. LECTURAS
Is 7,10-14: En aquellos días, el Señor habló a Ajaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Ajaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»  Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6: Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Ro 1,1-7: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras Santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Mt 1,18-24: El nacimiento de Jesús el Mesías sucedió así: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su mujer.

2. REFLEXIÓN
El Mesías vino para que podamos subir al monte del Señor
Jorge Arévalo Nájera
La liturgia de este 4° domingo de Adviento, retoma la primera lectura del domingo anterior, nos vuelve a proponer el tema del Emmanuel y cierra la proclamación de la Palabra con el texto de Mateo en el que se ve cumplido explícitamente lo anunciado por el profeta Isaías. Es claramente una inclusión teológica. Por lo tanto, la Presencia anunciada y cumplida de Dios en medio de los hombres es el tema que articula la propuesta teológica y espiritual de la Iglesia. El Salmo y la carta a los Romanos nos ayudarán a explicitar, a profundizar otros aspectos de dicha Presencia.
Los cristianos afirmamos que el Dios en el que creemos no es la divinidad lejana, ajena a la problemática de los hombres, encerrada en su mundo intra-divino, ensimismada en su absoluta trascendencia. El Dios cristiano es ante todo Emmanuel, Dios con-nosotros, siendo él mismo una señal para su pueblo, rompiendo –para variar- todos los esquemas interpretativos humanos. Una señal es siempre una realidad intermedia que apunta hacia una realidad final que la trasciende, pero en la revelación, señal y realidad señalada son una y misma. Dios es la señal que apunta hacia Dios, esa es la paradoja maravillosa de la encarnación; Dios que se encarna para ser señal que lleva a Dios. Por lo tanto, esta señal –Dios mismo- empodera al sujeto destinatario de la señal para que pueda inteligir el Misterio al que apunta y pueda ponerse en camino hacia él.
La revelación de Dios nunca es neutra, siempre es tendenciosa, siempre quiere algo del hombre. Dios no se revela porque sí, como si de suscitar admiración se tratara, se revela para salvar, para plenificar, para consumar su creación. La Encarnación del Hijo de Dios, su pequeñez, su insignificancia -¿acaso pudo haber algo más insignificante que un niño o un crucificado en el tiempo de Jesús?-, su voluntad de hacerse pobre con los pobres –Jesús no era por nacimiento, parte del estamento de los pobres, se hizo a sí mismo pobre-, marginado con los marginados –siendo un rabino carismático reconocido como tal por las autoridades judías, se auto-excluyó al hacer comunión de vida con los pecadores y excluidos por la sociedad-, su valiente denuncia profética –que finalmente le llevó a la cruz-, constituyen el gran signo de la presencia salvadora de Dios en la historia. En Jesús es Dios mismo el que abraza al leproso, el que se maravilla con la fe de la viuda pobre que da a Dios lo que a ella le hace falta para subsistir, el que se moja los pies en las olas del mar de Galilea, el que hace sagrada la historia profana, el que derroca las estructuras religiosas y sociales de poder que oprimen al hombre, el que permite que el discípulo amado recueste la cabeza sobre su pecho, el que llora desconsolado a causa del hombre destruido por el pecado (Lázaro), el que se deja ungir por la prostituta y acepta sus caricias, el que restituye a todos los derrengados su estatura auténticamente humana y llama a todos los hombres hermanos.
Es Dios mismo el que invita a abrazar un estilo de vida que es divino ¡ser pescadores de hombres!, es Dios mismo quien nos constituye en asamblea para ser una realidad alternativa para el mundo…en fin, es Dios mismo el que ha venido para que subamos con él al monte santo. El salmista ha descubierto con extraordinario acierto la consecuencia del movimiento encarnatorio de Dios; se abre la posibilidad al hombre de acceder al mundo divino –simbolizado por la expresión “subir al monte santo”-, de hacer comunión de vida con él. Ajaz se resiste a pedir una señal por parte de Dios, ¿por qué? ¡Porque la señal es comprometedora, exige una toma de postura, ante ella no es posible seguir como antes, la evidencia elimina la ambigüedad!  Decimos que nos encantaría saber cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas, pero no queremos mirar la señal que Dios nos ha dado hace dos mil años, y seguimos sumidos en la mediocridad de una vida pseudo-cristiana.
El Emmanuel es la señal definitiva y escatológica, en él se encuentra el código que nos permite descifrar nuestro propio misterio. Mientras seguimos buscando las respuestas a la problemática del existencial humano en los afanes de este mundo presente, La Respuesta nos aguarda desde hace dos milenios y viene permanentemente a nuestra vida.
Navidad se acerca, envuelto en pañales el Sentido de la vida se ha hecho cercano, está al alcance de la mano, el monte de Dios se nos presenta como el horizonte de realización tan largamente añorado. Este tiempo de Adviento es un momento privilegiado para iniciar el movimiento de ascensión al monte del Señor, pero para ello, es necesario tener << manos inocentes y corazón puro >> Las manos son símbolo de la capacidad para transformar el mundo, para incidir en sus estructuras. Lo que nos dice el salmista es que sólo el hombre que no ha hecho uso de esta capacidad humana para lograr dicha transformación mediante la opresión, el poder despótico y la imposición arbitraria de sus criterios, y por el contrario, ha asumido el compromiso fatigoso de obrar según los criterios del amor, la justicia, la solidaridad, etc., podrá hacer experiencia de comunión con Dios. Pero esto no puede ser logrado sin la actitud espiritual básica de la “limpieza o pureza de corazón”, que consiste en una toma de postura irreductible que hace de Dios la opción fundamental y erradica del centro del corazón todas las realidades creadas (no es idólatra). A éste, nos dice el Salmo, “Dios le hace justicia”, es decir, le provee de todo aquello que le es necesario para alcanzar el estatuto de ser pleno, realizado, gozoso, libre. Es interesante notar que según el Salmo, la inocencia de las manos y la pureza del corazón son condición sine qua non (sin la cual) el hombre no puede ser justificado por Dios.
Desde luego que esto no excluye la acción graciosa antecedente del Padre, más bien, lo que se quiere subrayar en el texto es que la voluntad del hombre juega un papel indispensable en el logro de su justificación efectiva y existencial, en tanto que debe ejercer su voluntad para aceptar la gracia justificante.
En la carta a los romanos, Pablo hace hincapié en otro aspecto consecuencial a la Encarnación: la misión << hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre >> En esto consiste el ser misionero de la Iglesia, en ser creativos, inventar caminos inéditos para anunciar la Palabra a los que aún no rinden su corazón al Kyrios. Fijémonos en que no se trata simplemente de elaborar discursos o –cómo dicen los jóvenes de ahora- “echarse choros religiosos” por demás aburridos e intrascendentes. Se trata de suscitar en los oyentes una adhesión existencial a Cristo, que es fruto del descubrimiento de un modo teológico de ver la realidad. Aquí están las dos dimensiones de la fe bíblica: Por un lado la fe como don de Dios (inteligibilidad teológica de lo real) y por otro lado, la fe como respuesta humana al don divino (adhesión existencial totalizadora).
Desde luego, que por el contexto inmediato anterior (lectura de Isaías y Salmo), la misión se entiende como testimonio de aquellos que han sabido reconocer y acoger la señal de Dios (la pequeñez como única forma de entrar en comunión con el Emmanuel), renuncian a toda forma de poder para establecer primacía en las relaciones humanas (manos inocentes) y han optado por entronizar a Dios como la opción fundamental en sus vidas (corazón puro).
El evangelio de Mateo, en un cuadro maravilloso, lleno de símbolos y elaborada cristología eclesiológica, nos presenta las condiciones teológicas y espirituales en las que fue y es posible dar a luz al Mesías prometido desde antiguo. Par comprender a cabalidad el mensaje del texto, es necesario ir más allá de la facticidad histórica y entrar en el mundo expresivo del evangelista. En primer lugar, los personajes históricos de María y José, son utilizados por Mateo para simbolizar a dos comunidades: por un lado está María, que representa a la joven y virginal comunidad cristiana que lleva en su seno al Mesías, que no ha nacido de la tradición religiosa israelita ni de categorías humanas (es fruto de la acción inédita y prodigiosa del Espíritu Santo)  y por otro lado, está José, imagen del resto fiel de Israel, ese pequeño grupo que nos ha descrito con singular belleza el Salmo proclamado.
Para que el Mesías nazca, es necesario asumir el paradigma de ambos personajes: La pasiva receptividad de María/comunidad cristiana, que en el relato, su decir se da en el silencio del que teme a Yahvé y su hacer en la receptividad de la acción del Espíritu. Pero también se hace indispensable la actitud de José/resto fiel, que a pesar del aparente imposible de la situación (su mujer embarazada sin concurso de varón, con todas las repercusiones sociales que esto trae) y su conflicto interno (la ama, pero quiere repudiarla) sabe escuchar a Dios –precisamente la actitud fundamental del resto fiel es la escucha- a través de su mensajero (ángel significa mensajero) y en la teología sinóptica los “ángeles” no son seres espirituales alados, sino todos aquellos que están al servicio de la Palabra.
¿No es verdad que también a nosotros nos resulta imposible aceptar que en ese pequeño niño radica el cumplimiento de las promesas que anhelamos sobre la paz, la justicia, la plenitud humana? ¿Que la insignificancia, que el camino hacia abajo y no hacia arriba es lo que nos lleva a las alturas? ¿Que el hacernos nada ante los otros es el modo divino de vivir? Ante este imposible, sólo nos queda un camino como discípulos: la actitud de María y José, la pasiva receptividad y el obsequio de la voluntad.
Sólo entonces será posible que nazca para el mundo el Mesías que vino para que podamos subir al Monte de Dios.
Gracia y paz.