martes, 31 de mayo de 2011

Curso << Los Milagros de Jesús y sus Implicaciones para el Hombre de Hoy>>

Tengo el gusto de invitarles al curso que impartiré próximamente vía Internet (con posibilidad de algunas sesiones presenciales) << Los Milagros de Jesús y sus Implicaciones para el Hombre de Hoy>>. Información siguiendo el vínculo siguiente:

https://regtransfers-sth-se.diino.com/download/raidersplataynegro/Los%20Milagros%20de%20Jes%C3%BAs/Invitaci%C3%B3n%20curso%20MIlagros%20de%20Jes%C3%BAs.pdf

lunes, 23 de mayo de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 29 DE MAYO DEL 2011

6° DOMINGO DE PASCUA
Hch 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Salmo responsorial: 65: Aclama al Señor, tierra entera
1 Pedro 3,15-18: Como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida
Juan 14,15-21: La promesa del Espíritu Santo
El Espíritu de Dios, principio de universalidad, verdad y vida definitiva
Jorge Arévalo Nájera
A quince días de que termine la cincuentena pascual, la Iglesia comienza a prepararnos para la gran celebración que la concluirá: la de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La manifestación pública de la Iglesia. Podríamos decir que su inauguración.
La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, nos presenta a Felipe predicando a los samaritanos en su capital. Es una noticia inusitada si tenemos en cuenta la enemistad tradicional entre judíos y samaritanos, tan presente en los evangelios, en pasajes como la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37), o la conversación de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-42) o en otros pasajes más breves (Mt 10,5; Lc 9,51-56; 17,16; Jn 8,48). Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y extranjeros (Cfr. 2Re 17,24-41) pues, aunque adoraban al único Dios y vivían de acuerdo con su ley, no querían rendir culto en Jerusalén, ni aceptaban ninguna revelación ni otras normas que las contenidas en el Pentateuco.
Los samaritanos pagaban a los judíos con la misma moneda pues los habían hostigado en los períodos de su poderío y habían llegado a destruir su templo en el monte Garizim. Por todo esto nos parece sorprendente encontrar a Felipe predicando entre ellos, en su propia capital, y con tanto éxito como testimonia el pasaje que hemos leído, hasta concluir con un hermoso final: que su ciudad, la de los samaritanos, "se llenó de alegría".
Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades ancestrales, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo, como comprueban los apóstoles Pedro y Juan, que con su presencia en Samaria confirman la labor de Felipe. Se trata de una especie de Pentecostés, de venida del Espíritu Santo sobre estos nuevos cristianos procedentes de un grupo tan despreciado por los judíos. Para el Espíritu divino, no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de unidad y de paz.
Valdría la pena echar una mirada en retrospectiva, hacia nuestro pasado y hacer un recuento  de las divisiones, de los enconos que nos han tenido separados de familiares, amigos, vecinos o simplemente conocidos y haciendo un esfuerzo para ser congruentes con lo que decimos ser (discípulos de Cristo), atrevernos a dar ese paso que nos haga salir de nuestro egoísmo y dirigirnos a la “Samaria” en donde se encuentran todos aquellos a los que les negamos hasta el saludo por considerarlos “gente indeseable”, “samaritanos impíos” y dejémonos mover por el Espíritu que seguramente alegrará los corazones de aquellos que dejarán de ser ajenos para convertirse en hermanos.
La 2ª lectura sigue siendo, como en los domingos anteriores, un pasaje de la 1ª carta de Pedro. Escuchamos una exhortación que con frecuencia se nos repite y recuerda: que los cristianos debemos estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pida.
¿Por qué creemos, por qué esperamos, por qué nos empeñamos en confiar en la bondad de Dios en medio de los sufrimientos de la existencia, las injusticias y opresiones de la historia? Porque hemos experimentado el amor del Padre, y porque Jesucristo ha padecido por nosotros y por todos, para darnos la posibilidad de llegar a la plenitud de nuestra existencia en Dios.
Por esta misma razón el apóstol nos exhorta a mostrarnos pacientes en los sufrimientos, contemplando al que es modelo perfecto para nosotros, a Jesucristo, el justo, el inocente, que en medio del suplicio oraba por sus verdugos y los perdonaba. La breve lectura termina con la mención del Espíritu Santo por cuyo poder Jesucristo fue resucitado de entre los muertos.
Hoy, más que nunca, nuestro México –y el mundo entero- necesita esperanza, no un optimismo absurdo, irresponsable e infantil, sino la esperanza madura de aquellos que han acrisolado su fe en el sufrimiento, que esperan la salvación final y definitiva luchando llenos de alegría, codo a codo con Dios y con todos los hombres, por construir en la historia un mundo más justo y digno
En la lectura del evangelio de san Juan, tomada de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 de su evangelio, el Señor promete a sus discípulos el envío de un "Paráclito", un defensor o consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.
Los grandes personajes de la historia permanecen en el recuerdo agradecido de quienes les sobreviven, tal vez en las consecuencias benéficas de sus obras a favor de la humanidad. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino que envía sobre los apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso puede decirles que no los dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo.
El «mundo» (en el lenguaje de Juan) no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores, esos son los discípulos de Jesús.
Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en una alianza firme, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de los discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. No es un regreso al legalismo judío, ni mucho menos. En el evangelio de San Juan ya sabemos que los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico.
Gracia y paz.