miércoles, 24 de agosto de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 28 DE AGOSTO DEL 2011


22° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

1. LECTURAS
 Jeremías (20,7-9): Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Sal 62,2.3-4.5-6.8-9: Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Romanos (12,1-2): Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Mateo (16,21-27): En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: « ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
2. REFLEXIÓN
Para seguir a Jesús hay que ser místico
Jorge Arévalo Nájera

Seamos honestos…las exigencias del Evangelio son de tal envergadura que resulta simplemente imposible vivirlas. ¿Quién quiere ser el hazmerreir de todos como le sucedía a Jeremías? ¿O Quién quiere ofrecerse como hostia viva –es decir, entregarse en la cruz como oblación para que otros vivan? ¿Quién quiere asumir como propias –y no a nivel del intelecto, sino de la dimensión existencial- las locas y subversivas categorías del Nazareno? ¡Miren que ocurrencia de Jesús que poner como condición para seguirlo la negación de uno mismo! ¿Pues qué no se trata de autoafirmarse a costa de lo que sea? ¿Qué acaso lo bueno no es precisamente lo contrario, es decir, hacer valer mis derechos a costa incluso de los de los demás? (las marchas de protesta tan frecuentes en nuestra sufrida y querida Ciudad de México son un vivo ejemplo de esto).
¿Quién quiere o puede vivir permanentemente tensionado por una Palabra que nos quita la paz y tranquilidad que buscamos por todos los medios?
¡Y es que eso de poner la otra mejilla cuando me han golpeado más parece pretexto de debiluchos y cobardes que de hombres auténticos! ¡Eso de perdonar 70 veces 7 parece una estupidez cuando el infeliz que me ha hecho tanto daño se merece que le odie el mismo número de veces! ¡Eso de servir a los demás cuando el que merece ser servido soy yo! ¡Eso de compartir no solamente de lo que me sobra sino de lo que necesito incluso para vivir francamente es irrisorio! ¡Que cada quien se rasque con sus propias uñas ¿no?!
¡Miren que afirmar que para salvar la vida hay que perderla cuando en nuestra sagrada mentalidad las categorías del ganar, del subir, del brillar en la sociedad son las que imperan y determinan nuestras actitudes y acciones! ¡Si que se necesita desfachatez o de plano tener zafado un tornillo!
Tal vez, amable lector no nos atrevamos a formular de una manera tan cínica nuestras dudas y reticencias ante la propuesta de Jesús de Nazaret, pero basta con echar una mirada a nuestra sociedad y darnos cuenta que está cimentada sobre valores y principios antagónicos al Evangelio y si según los últimos datos del censo poblacional, más del 80% de los mexicanos afirman ser cristianos, entonces la deducción lógica es que los ´”discípulos” no pasamos de ser simples admiradores del Nazareno, pero no estamos dispuestos a asumir su mentalidad y mucho menos su manera de vivir.
Algunas de las preguntas que debemos hacernos son las siguientes: ¿Será que todo está perdido? ¿Acaso el sueño de Jesús es una simple quimera? ¿Será más honesto y congruente abandonarlo en el baúl de los recuerdos o de las cosas bellas pero imposibles? ¿Valdrá la pena seguir viviendo una religiosidad hueca que reniega con sus acciones de aquel al que confiesa con sus labios como Señor?
Desde luego que la problemática de la “esquizofrenia de la fe” -como la llamaba Juan Pablo II en su Encíclica Fe y Razón refiriéndose a la separación entre lo que se dice creer y la ética concreta que se vive- es sumamente compleja y exige un tratamiento interdisciplinar, pero creo que un factor causal determinante es la ausencia casi total de la dimensión mística de la fe. Aclaro de inmediato el término, antes de que a varios de mis lectores les comiencen a salir ronchas precedidas de un gesto de escepticismo y una sonrisa socarrona.
Lo que viene de manera refleja a la mente de los que escuchan la palabra “misticismo”, es la definición que nos propone el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones.
¿Suena impresionante verdad? ¡Pero absolutamente incomprensible y totalmente alejado de nuestra experiencia religiosa cotidiana! ¿En qué consiste la “perfección religiosa”? ¿Cómo “medimos” esa perfección si es resultado de una experiencia inefable de unión por el amor? ¿Éxtasis y revelaciones? ¿Eso con qué se come?, ¿con bolillo, tortilla o a capela? ¿Desde cuándo la relación de amor con Dios se basa en experiencias subjetivas? ¿Acaso no basta la revelación definitiva en Cristo y necesitamos “mini revelaciones” particulares?
¡No amables lectores, la relación con Dios no se juega en el campo de las impresiones sensibles sino en el de la escucha y meditación atenta de la Palabra, de la oración seria en la que nos disponemos para Él, en el de la inserción vital en una comunidad de discípulos dispuestos a dejarse mover por el Espíritu y a celebrar la acción salvadora de Dios en su historia!
Son “espacios” que están perfectamente al alcance de la voluntad:
-El estudio y meditación de la Palabra no son cosas fuera de lo que sensatamente puede pedirse a alguien que se dice discípulo de Jesús. No se trata de iniciar sesudos y aburridos estudios bíblicos que solo entiende el expositor –o al menos eso dice él-, sino de generar espacios de reflexión sobre la Palabra, de acudir a cursos o seminarios en los que la espiritualidad (es decir, la aplicación a la vida del dato revelado en la Escritura) es siempre la que prima y la reflexión teológica está a su servicio. Existen este tipo de acercamientos a la Palabra, es cuestión de reservar espacios para ellos en nuestra apretada agenda.
-La oración es simple y sencillamente indispensable en la vida cristiana si ésta pretende tener un mínimo de congruencia evangélica. Desde luego que no hablo de los rezos aprendidos de memoria y repetidos “N” número de veces y que la mayoría de las ocasiones a lo único que inducen es al sueño. Hablo de una disposición consciente hacia el Señor, de hacer un alto en el camino y crear un espacio especialmente preparado para el encuentro con el amado, de hacer el esfuerzo por desarrollar el hábito de acudir a ese encuentro pase lo que pase (exactamente igual a lo que hacemos con el hábito ante las cosas o actividades que nos causan placer y que difícilmente abandonamos). Lo único que Dios está esperando es que generemos ese espacio y perseveremos, él se derramará abundantemente cuando sea el momento oportuno.
Uno no puede esperar que la relación con la pareja vaya adelante y gane en profundidad y calidad si permanecemos ausentes en dicha relación, más bien debemos esperar enfriamiento y des-comunión de intereses. Pues eso es precisamente lo que sucede cuando no oramos, nos alejamos de Dios y acabamos por desconocer y rechazar existencialmente las cosas de Dios.
-La vida cristiana simplemente no existe sin referencia vital a una comunidad de hermanos que comparten la fe y el deseo de seguir a Jesús a pesar de sus perplejidades y dudas. Jesús no quiere seres perfectos –tal vez porque es realista y sabe que eso no existe más que en la imaginación desbordada de los filósofos griegos- sino enamorados de él.  Pero –y esto ha sido causa de escándalo a lo largo de los siglos- resulta que la relación con Jesús no es directa y sin escalas, como si pudiéramos dispensarnos de la mediación eclesial para encontrarnos con Jesús.
¡Cristo sí, Iglesia no! Es el grito múltiples veces repetido a lo largo de la historia del cristianismo. Pero ahora no es el momento para una disertación más amplia sobre el misterio de la Iglesia y su indefectible relación con Jesús, simplemente apunto que el testimonio unánime de la Escritura y de la Tradición es que a Jesús se le encuentra normalmente –aunque no exclusivamente- en el ámbito de la eclesialidad o comunión discipular.
¿No tienes experiencia de comunidad? ¡Entonces búscala para que descubras en tu propia experiencia lo que significa ser Iglesia de Jesucristo! Y aclaro, no te estoy “vendiendo” un producto religioso ni estoy haciendo proselitismo, pero sí te estoy invitando a que te insertes en una comunidad fraterna de discípulos que celebre su fe, es decir que se reúna en torno al pan y el vino para actualizar el misterio de la salvación. ¡Sin Iglesia no hay discipulado posible, el cristianismo no se puede vivir en solitario!
Solamente si nos convertimos en asiduos a la Palabra, en orantes constantes y en celebrantes que actualizan en la Eucaristía los misterios de la salvación juntamente con otros hermanos, seremos capaces de cambiar de mentalidad y empezar a hacer realidad el sueño de Jesús.
Gracia y paz.

jueves, 11 de agosto de 2011

'Reflexión lecturas del 14 de julio' by Jorge Arévalo Nájera

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martes, 9 de agosto de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 14 DE AGOSTO DEL 2011 XX DOMINGO ORDINARIO CICLO A



LECTURAS

Is 56, 1. 6-7; Esto dice el Señor: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la Justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a ml alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en ml casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos en ml altar, porque mi templo será la casa de oración para todos los pueblos".
Sal  66: Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra fu bondad y los pueblos tu obra salvadora. Las naciones con júbilo te canten, porque Juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos Juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.
Ro 11, 13-15. 29-32: Hermanos: Tengo algo que decirles a ustedes, los que no son judíos, y trato de desempeñar lo mejor posible este ministerio. Pero esto lo hago también para ver si provoco los celos de los de mi raza y logro salvar a algunos de ellos. Pues, si su rechazo ha sido reconciliación para el mundo, ¿qué no será su reintegración, sino resurrección de entre los muertos? Porque Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección. Así como ustedes antes eran rebeldes contra Dios y ahora han alcanzado su misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma forma, los judíos, que ahora son los rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes alcanzaran la misericordia de Dios, también ellos la alcanzarán. En efecto, Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia.
Mt 15, 21-28: En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: "Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros". El les contestó: "Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel". Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: "¡Señor, ayúdame!" Él le respondió: "No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". Pero ella replicó: "Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

REFLEXIÓN
Llamados a ser una Iglesia que provoque los celos del mundo
Jorge Arévalo Nájera

Digámoslo sin miedo y con todas sus letras: Hoy por hoy, la Iglesia no es una realidad con mordente social ni personal, no provoca, no mueve, no confronta a los poderes establecidos –más bien parece ser en muchos casos cómplice de ellos- y es absolutamente incapaz de atraer a los jóvenes. No creo que sea una postura pesimista sino realista, aunque reconozco que es sumamente irritante para un buen número de católicos.
Esta reflexión no pretende demeritar el esfuerzo y cabal testimonio de vida de católicos comprometidos con el Evangelio, luchadores incansables de la causa de Jesús. Sin embargo, a nivel institucional –que es la portada que las masas miran de la Iglesia- urge una revisión de actitudes que generen acciones pastorales que resulten proféticas y por ello, atractivas para un mundo urgido de opciones reales que susciten la esperanza cierta de que es posible un mundo distinto.
Las lecturas que hoy la Iglesia nos proclama como Palabra de Dios, están articuladas con el tema de la universalidad de la acción justiciera y salvífica de Dios. El trozo del libro del profeta Isaías establece un imperativo (velar por los derechos de los demás y practicar la justicia) que viene exigido por el anuncio de la irrupción de Dios (su salvación está a punto de llegar y su justicia de manifestarse).
Desde luego que en una lectura cronológica, el oráculo de Isaías fue formulado como promesa/anuncio de futuro, pero en una lectura cristológica la irrupción de Dios es un permanente llegar en Cristo, Jesús viene permanentemente a nuestras vidas y su presencia es al mismo tiempo juicio y salvación para el mundo. Y ese juicio/salvación exige una toma de postura radical que se concretiza en acciones en beneficio del prójimo. Velar por los derechos de los demás significa en el contexto del profeta (que denuncia los excesos del poder monárquico y religioso) defender a los pobres y a los oprimidos, compartir los bienes con las viudas,  huérfanos, etc. y practicar la justicia es otro modo de decir que el creyente debe procurar poner al alcance de todos los hombres los medios materiales y espirituales (anuncio del Evangelio) para que alcancen su pleno desarrollo.
La fe no puede reducirse a una supuesta conversión interiorista sin un impacto ecológico. El amor por Jesús pasa necesariamente por el amor al prójimo y el amor a éste es expresión irrenunciable de la auténtica conversión, de un cambio radical de mentalidad que asume los principios y valores de Jesús como única posibilidad de realización humana.
En efecto, el maravilloso texto de Isaías posee tintes de un amor expansivo, universal, sin fronteras ni condicionamientos de índole religiosa o de cualquier otro tipo. Todas las naciones (es decir, todos los pueblos paganos) están abrasados por el torrente incontenible del amor salvador de Dios. Pero desde luego, esto no significa que su amor sea permisivo e indiferente a la respuesta humana. Se exige, para entrar en este torrente abrasador, que los paganos (aquellos que no conocen nada de la ley mosaica, de los profetas, de los patriarcas, de la liberación en Egipto, de la alianza sinaítica, etc.) se “adhieran” al Señor.
En la Biblia, adhesión a Dios significa exactamente tener fe, el que cree se adhiere existencialmente a Dios, se apega irrestrictamente a su Palabra, lo asume como criterio rector de su existencia, como catapulta desde la cual se lanza hacia las alturas, como motor y criba desde la cual construye su historia.
Por otro lado, “adherirse” o creer en el Señor se traduce en servirlo, amarlo y darle culto. Estos tres elementos se desarrollan o llevan a cabo en la práctica del velar por los derechos de los demás y por la práctica de la justicia que ya hemos explicado.
Como podemos deducir, creer en Dios es mucho más que una simple y crédula aceptación de unas verdades doctrinales, es mucho más que un sentimentalismo meloso que hace derramar lágrimas ante el Santísimo Sacramento o ante el crucifijo en viernes Santo, es mucho más que un cumplimiento legalista y cuasi mágico de ritos y normas religiosas.
Los “holocaustos y sacrificios” (es decir, los ritos y prácticas religiosas) solamente son válidos a los ojos del Señor cuando provienen de un corazón convertido, solidario y comprometido con el devenir de la sufriente historia humana, cuando son ofrecidos con manos encallecidas por el trabajo realizado codo a codo con el campesino y el obrero y atravesadas por los mismos clavos que sostuvieron a Cristo en el madero.
Entonces, el “templo” –que ahora es la humanidad misma- se convierte en casa de oración, de espacio sagrado donde se escucha la voz poderosa del Señor que desgaja los cedros del Líbano y que lanza llamas de fuego que no consumen sino que hacen arder el corazón con el deseo irrefrenable de hacer llegar la salvación a todos los hombres.
San Pablo, en su carta a los Romanos previene a los paganos convertidos sobre el peligro de la arrogancia. Es verdad que han sido –por pura gracia- injertados en la vid auténtica del pueblo santo, pero esto fue a causa de la incredulidad de Israel, y Dios salvará al final de los tiempos a todos los judíos que acepten finalmente a Jesús como Mesías.
No es por mérito propio que los paganos –usted y yo querido lector- gozamos de la salvación de Dios otorgada en Cristo al mundo entero y bien haríamos en recordar esto permanentemente para no caer en el error –tan frecuentemente cometido- de creernos poseedores absolutos de la verdad o de Cristo a fin de cuentas y de pretender imponer a otros nuestra fe con amenazas y descalificaciones ridículas.
No sea que el Señor decida –por la ausencia de frutos- desgajarnos de la vid y entregar el Reino a los que sin pertenecer –formalmente- a la Iglesia, dan culto y sirven al Dios verdadero.
Lo que el Señor nos pide es vivir de tal modo que provoque a los demás a buscar la plenitud, la alegría, la paz, la esperanza que irradian aquellos que verdaderamente se han encontrado con Cristo –como dice Pablo “provocar los celos”- y no ir por el mundo con cara de beatos de altar o de Jesús de película de Rambal o peor aún, predicando cual auténticos “Torquemadas” del siglo XXI  la condenación ipso facto de los herejes que no acepten la fe cristiana tal y como nosotros la entendemos.
El Evangelio de Mateo nos presenta una perícopa que refleja por un lado, la actitud del Jesús histórico ante aquellos que no pertenecían al pueblo de Israel y por otro lado, los efectos que la fe desnuda del hombre provoca en Jesús y en el hombre mismo. En efecto, para Jesús - al menos en los inicios de su ministerio público-, su mensaje y acciones salvíficas se restringían explícitamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Sin embargo, esto no significa que en su mente los paganos estuvieran ausentes, de hecho, en la teología del mismo Isaías –profeta preferido de Jesús- la misión de Israel era ser punto de atracción para las naciones, luz para los gentiles y foco de irradiación de la gloria de Yahvé. Por lo tanto, no cabe pensar en una exclusión por parte de Jesús.
Él pensaba que primero debía convertirse Israel y a partir del testimonio del pueblo convertido la oferta de salvación se abriría a los paganos. De hecho, el texto es contextualizado en el único viaje realizado por Jesús a tierras paganas, lo cual es un indicio no sólo geográfico sino teológico.
En efecto, históricamente Jesús realizó un viaje por Tiro y Sidón, pero el sentido simbólico apunta a la justificación teológica de la inclusión de los paganos en el cristianismo, que era un tema álgido de discusión en la comunidad cristiana de Antioquía, donde se redacta finalmente el evangelio de Mateo.
En la mentalidad judía, los pueblos que estaban allende las fronteras físicas y espirituales de la fe Yahvista estaban poseídos por demonios, destinados a la muerte y eran despreciados a tal punto que eran llamados “perros” (traducción correcta del término que en el texto es traducido como “perritos”). La mujer cananea es símbolo del paganismo condenado a la destrucción (la hija/futuro está endemoniada).
Sin embargo, la indiferencia del pueblo elegido que deja caer el pan (símbolo de todo aquello con lo que Dios alimenta a su pueblo; Palabra, alianza, promesas, profecía, culto, etc.) y la fe/adhesión de la mujer que no busca ser reconocida por sus méritos sino que simplemente encamina su mísera vida hacia Jesús (le sale al encuentro), reconoce su radical indigencia (se postra) e implora su ayuda, logran lo impensable…¡mover a compasión el corazón de Dios, trastocar sus planes, maravillarse con la fe del hombre que sabe reconocer en él la única posibilidad de vida definitiva y permanente! ¡Y en aquel mismo instante, quedó curada su hija!
 Gracia y paz.

viernes, 5 de agosto de 2011

'Reflexión lecturas 7 agosto 2011' by Jorge Arévalo

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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 7 DE AGOSTO DEL 2011 19° DOMINGO ORDINARIO CICLO A

Lecturas
1 Re 19,9.11-13a: En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!» Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes e hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Sal 84: Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.» La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.
Ro 9,1-5: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Mt 14,22-33: Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: « ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: « ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»

El miedo paralizante que nos causa el Dios de la Biblia
Jorge Arévalo Nájera

La sensibilidad religiosa contemporánea tiende a crear una imagen de Dios dulzarrona, melosa e inocua, sin capacidad de confrontarnos con nuestras trampas y pecados y que por ello, nos deja dormir muy tranquilos.
Es el dios bonachón sentado en su mullido sillón celeste, con pantuflas y una buena taza de café humeante, tan lleno de misericordia que no cabe pensar en que sea capaz de condenar o castigar a nadie, un dios que todo lo disculpa y permite excusando las cobardías y perversiones humanas aduciendo toda clase de sutiles argumentos, tales como “tuvo una infancia difícil y eso determinó que acabara matando a un centenar de personas por lo que no puede ser calificado como culpable de sus acciones” “realmente no hay seres humanos malos, solamente hay enfermos”, etc.
Esta imagen de Dios, desde luego que es más una proyección psicológica que nos permite relativizar la responsabilidad de nuestras acciones y desde luego, resulta ser la salida perfecta para enfrentar el miedo supremo que subyace en la psique humana: el temor a la muerte definitiva, a las consecuencias del mal uso de la libertad y de una vida desperdiciada a causa del egoísmo.
Sin embargo, para aceptar esta imagen del “dios en pantuflas”, habría que mutilar páginas enteras de la Sagrada Escritura en donde se deja ver con claridad que el hombre ha de rendir cuenta de sus acciones, ya sea en la historia o más allá de la historia. Estamos hablando de hombres con la mínima capacidad de reconocer la gravedad de sus actos y del ejercicio de su libre albedrío, no de enfermos mentales, a los cuales Dios sabrá la forma de juzgarles.
De acuerdo a la visión bíblica, la mayoría de los hombres tienen esta capacidad y Dios les hace conocer por la ley natural inclusive, los caminos que se corresponden con su propia dignidad y que le llevan a su realización plena en el encuentro con Dios mediante la vivencia del amor.
Ahora bien, en plena correspondencia con la multicitada imagen, los creyentes cristianos acaban diluyendo totalmente una dimensión de Dios que es esencial para una correcta relación entre creatura y creador; el “Tremendum Dei”.
Me explico; a lo largo y ancho de la Escritura, el pueblo de Israel hace constar que al hacer experiencia de Dios, descubre su dimensión de Absoluto, de Totalmente Otro, de incognoscible, de inmanipulable. Y esta dimensión produce temor, recogimiento ante la majestuosidad inconmensurable, de tal modo que la postración, el cubrirse el rostro, el poner la frente en la tierra resultan los signos corporales que significan esta experiencia del “Tremendum” de Dios.
Es verdad que Dios “baja” al escuchar el clamor de los miserables, que busca desesperadamente a su amada para rescatarla de sus infidelidades, que le ruega –Cantar de los Cantares- y una y otra vez le perdona –Libro del profeta Oseas-, que su compasión es eterna y su enojo dura muy poco, pero esto no significa que finalmente ejercerá su justicia. Podríamos decir que la historia es al mismo tiempo, tiempo de misericordia y juicio, de la salvación y de la condenación, porque ya en la historia su Palabra exige tomar postura, o por él o contra él. La metahistoria no es más que la fijación “in aeternum” (para siempre) de lo que el mismo hombre ha decidido con su toma de postura.
No se trata evidentemente de que Dios provoque por sí mismo el miedo –que es siempre negativo- a su persona, se trata más bien de un “temor reverencial”, un reconocimiento de la propia pequeñez e insuficiencia radical que lleva a la apertura existencial al que es ni más ni menos que la fuente vital de la que depende su existencia.
Sin embargo, el “Tremendum Dei” no es la única dimensión divina. Dios se muestra también como Padre/Madre que se conmueve en sus entrañas ante la miseria humana y que desde el principio inicia un camino de abajamiento que toma carne en la persona de Jesús de Nazaret y todo con tal de rescatar al hombre y llevarlo a las alturas. Es un Dios cercano, comprometido con el devenir de la historia humana, que traba las ruedas de los carros de faraón, que toca impaciente y trémulo a las puertas cerradas de la alcoba de la remolona amada que tarda en abrir, que perdona a la esposa adúltera que se acuesta con los ídolos y le lleva al desierto para enamorarla como en los tiempos del primer amor.
Es el Dios que se queda con los hombres a pesar de que éstos le han escupido en el rostro, le han golpeado y masacrado, se han mofado de su realeza, le han clavado en un madero y se han asegurado de que ha muerto atravesándole el costado con una lanza. Esta otra dimensión de la cercanía, de la suavidad, del respeto a la libertad humana hasta el paroxismo de la cruz se llama “Fascinans Dei”. Es el Dios/amante, seductor y creativo, tan cercano que se puede manducar como trozo de pan y gotas de vino.
El hombre, por su naturaleza creatural no puede captar ambas dimensiones de Dios al mismo tiempo y en ocasiones le parece que Dios es “Tremendum” y entonces se postra y renuncia a todo intento de aprehensión del Misterio y adora en el silencio “con el corazón encendido y la mente en blanco” como diría San Juan de la Cruz al hablar de la oración contemplativa.
Y en otras ocasiones su corazón es presa del “Fascinans” divino y se siente invadido por la ternura y la misericordia son límites del Amado, y se extasía en el amor que recibe gratuitamente y en la entrega inmerecida de su persona, y abre la boca llena de alabanzas y come del pan de Vida que le es ofrecido sin mediar mérito alguno, y mira la cruz y se conduele con su Señor y ese dolor compartido místicamente le mueve a ir en busca de los sufrientes del mundo para llevarles el consuelo y la paz que sólo de Dios provienen.
En la primera lectura, tomada del libro primero de los Reyes, predomina la experiencia del “Fascinans Dei”, Dios es descubierto como brisa suave que refresca en el desierto, mientras que en el Evangelio de Mateo, la experiencia del poder de Dios que domina al mal en la persona de Cristo causa pavor en los discípulos que no atinan a comprender como es que la cruz y la entrega de la vida pueden ser herramientas eficaces para vencer el caos y la violencia.
Así, el creyente en su aventura espiritual ha de saber reconocer a Dios en sus diversas manifestaciones, ya en la brisa suave que refresca acariciando el rostro atormentado por el calor abrasador del desierto o en el signo mayúsculo pero ambiguo de un crucificado que al mismo tiempo es Dios y hombre verdadero.
Gracia y paz.