miércoles, 27 de julio de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 31 DE JULIO DEL 2011 18° ORDINARIO CICLO A


Is 55, 1-3: << ¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y sin pagar, vino y leche! ¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso. Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David. >>
Ro 8, 35.37-39: << ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.    Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.          
Mt 14, 13-21: << Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.» El dijo: «Traédmelos acá.»   Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños. >>
Del pan, la leche y el vino que sacia el corazón humano
Jorge Arévalo Nájera

El hambre y la sed son dos pulsiones, dos necesidades primarias del hombre que no pueden ser pasadas por alto. O se satisfacen o la muerte hace su aparición, no hay elección. Es por ello que la Biblia utiliza la imagen del hambre y la sed para simbolizar la urgente necesidad del hombre por las realidades espirituales y el pan y el vino/leche para simbolizar las realidades que pueden calmar esa vital necesidad humana.
Sin embargo –y esta es la gran tragedia humana-, el hombre es capaz de dejarse morir de inanición o de deshidratación espiritual simple y llanamente porque no se da cuenta que si bien las realidades intramundanas –siempre sensoriales- que consume vorazmente le “llenan la panza” y embotan su capacidad de percepción de su propia e ingente necesidad de Dios, único pan capaz de nutrirle y darle la vida.
Así, poco a poco, apenas sin darse cuenta van cayendo en la desnutrición y la deshidratación espiritual grave, hasta que les resulta imposible reconocer su enfermedad y por lo tanto, nunca piden –ni quieren pedir- el remedio adecuado para su mal.
Sin embargo, para aquellos que aún no se han dejado seducir por completo por las engañosas promesas del mundo y saben mirarse en su radical indigencia para volver la mirada hacia el único capaz de alimentarlos, Dios tiene palabras de eternidad que hoy resplandecen magníficas en las lecturas sagradas que se nos proclaman.
Isaías pinta con maestría un cuadro que nos muestra el sueño hecho realidad de un pueblo avasallado por jefes religiosos que lo único que le han ofrecido son panes y bebidas engañosas que le tienen al borde de la muerte. Esos “pseudoalimentos” son las ideologías religiosas del cumplimiento legalista, del sacrificio como forma de relación con Dios, de la inculcación de sentimientos culpígenos como instrumentos que alienan y someten al pueblo para satisfacer los mezquinos intereses de los poderosos.
A esos avasallados, Dios les invita a disfrutar del verdadero alimento y lo mejor de todo es que se los ofrece ¡gratuitamente! Imagínese usted amable lector –tal vez pueda hacerlo si ha padecido hambre por cualquier motivo; un ayuno cuaresmal prolongado, una situación inesperada que le impide acceder al alimento, etc.- por un momento, que su situación es desesperada, que el gasto no le alcanza –esto es una realidad para miles de compatriotas- que ya no tiene con que alimentar a sus hijos…y de pronto, un tendero providente le ofrece ir a su tienda para que ¡compre gratis! pan y leche.
¿Le sonó absurda la construcción gramatical? Pues tiene toda la razón, es absurda, ¿cómo se puede comprar algo que es gratis? Sin embargo, así lo dice Isaías y tiene una razón teológica. “Comprar” hace referencia a la respuesta humana ante la total gratuidad de la oferta. Estamos ante el siempre polémico binomio gracia-respuesta o si lo prefiere usted, gracia-libertad en el complejo relacional Dios/hombre.
Ante el don no cabe otra respuesta que la aceptación agradecida. Pero el texto va más a fondo y empieza a delinear de qué clase de alimento estamos hablando: << Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma >> Al relacionar la “escucha” y “la vida”, se deja ver que entonces el alimento es la Palabra que Dios dirige al hombre, una palabra que ciertamente es parcial –el contexto es la profecía del Antiguo Testamento- pero que apunta ya hacia la Palabra definitiva que se dirá en la alianza escatológica que es Cristo.
Isaías nos aporta otro elemento sustancial de la nueva alianza que anuncia: ¡el vino!, el vino en la simbología veterotestamentaria significa el amor, por ello, el vino no puede faltar en una boda, ¿Qué es de un matrimonio sin amor? ¡Pérdida de tiempo, falsificación y perversión de la relación conyugal!
En la carta a los Romanos, Pablo viene en nuestra ayuda para precisar aún más cuál es la piedra fundamental de esa nueva alianza anunciada por Isaías: ¡el amor de Cristo, que es lo mismo que el amor de Dios hecho carne e historia y ahora, en la plenitud de los tiempos entregado a los hombres! Aquella palabra se ha hecho visible, ha adquirido un nombre, un rostro concreto, un olor que surca todos los tiempos y llega a todos los hombres ¡olor de la Vida que palpita en el corazón del mundo!
Ese amor garantiza la indestructible unión del Eterno con el finito, de la Trascendencia con la inmanencia, de Dios con su creatura. Nada ni nadie puede deshacer esa alianza de amor…exceptuando al mismo hombre, único ser con la capacidad de despreciar a su creador.
Mateo nos presenta la conocidísima y mal llamada perícopa de la “multiplicación de los panes”. A estas alturas ya deberíamos barruntar que este maravilloso pasaje no se refiere a una mágica multiplicación de bolillos –o panes ázimos- al estilo más puro de David Copperfield.
Pero entonces, ¿cuál es el mensaje contenido en el texto? No pretendo hacer aquí una exégesis exhaustiva de la perícopa, simplemente presento algunas líneas teológicas de acuerdo a la intención que la Comisión Litúrgica le da al pasaje en el contexto de la liturgia de la palabra de este domingo.  En primer lugar, uno no puede dejar de notar la relación entre los hambrientos de la primera lectura y la muchedumbre de la cual se compadece Jesús. “Se hace tarde” es una indicación que hace referencia a la inminencia de la noche -símbolo de la amenaza de la muerte- y de la necesidad urgente de satisfacer su hambre.
El problema es que los discípulos piensan que cada quien debe buscar la solución “que cada quien se rasque con sus propias uñas” diríamos en “mexicano”. Para Jesús la cosa no va por allí, la solidaridad es piedra de toque en una correcta interpretación teológica de la relación entre los hombres. El problema es que los discípulos no creen que con lo poco que tienen (cinco panes y dos peces) puedan alimentar a la multitud. Es un problema de incomprensión, ellos piensan en categorías matemáticas y Jesús piensa en categorías de fe.
Con Dios las matemáticas no siempre son lógicas y dos peces y cinco panes pueden alimentar a 5000 hombres “sin contar mujeres ni niños” si se tiene fe, mientras que millones de dólares pueden no servir de nada para alimentar a unos cuantos miles si el egoísmo impera sobre la solidaridad.
Este texto es eminentemente eucarístico y nos presenta a Jesús como el Pan de Vida que satisface con creces el hambre milenaria de los hombres, hambre de plenitud y de sentido, hambre de paz y alegría sin término. ¿No es acaso precisamente eso lo que Dios nos ofrece en la Sagrada Eucaristía? En efecto, Jesús se nos da en las especies eucarísticas consagradas mediante las manos del sacerdote o los ministros –al igual que en la perícopa los discípulos son los que allegan el pan a las multitudes- recibimos a Cristo presente real, verdadera y sustancialmente en la hostia que manducamos.
Sin embargo, no debemos caer en el error de reducir la Eucaristía a la misa dominical, ni mucho menos al acto puntual en el que el Espíritu convierte el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. Eucaristía es la vida toda entregada a Dios por Cristo en el poder del Espíritu, es la vida misma transformada por la gracia y dentro de esa vida, la Misa es el punto de inflexión en el que la eternidad se anticipa en la historia de modo sacramental y el hombre puede tocar –literalmente- el cielo.
Es verdad, en ocasiones parece que los panes que tenemos (Cristo nueva Ley) y peces (nuestra fe en Jesús Mesías, Hijo de Dios y Salvador) no son suficientes para alimentar a las multitudes hambrientas, pero si nos atrevemos a desafiar la lógica humana y nos abandonamos en la Palabra <<poderosa en todo>> de Jesús, experimentaremos el pan, la leche y el vino que sacian el corazón humano.
                                                                                                        Gracia y paz.

martes, 19 de julio de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 24 DE JULIO DEL 2011 17° DOMINGO ORDINARIO CICLO A


1 Re 3,5-13; En Gabaón Yahveh se apareció a Salomón en sueños por la noche. Dijo Dios: «Pídeme lo que quieras que te dé.»      Salomón dijo: «Tú has tenido gran amor a tu siervo David mi padre, porque él ha caminado en tu presencia con fidelidad, con justicia y rectitud de corazón contigo. Tú le has conservado este gran amor y le has concedido que hoy se siente en su trono un hijo suyo.  Ahora Yahveh mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un niño pequeño que no sabe salir ni entrar. Tu siervo está en medio del pueblo que has elegido, pueblo numeroso que no se puede contar ni numerar por su muchedumbre. Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?» Plugo a los ojos del Señor esta súplica de Salomón, y le dijo Dios: «Porque has pedido esto y, en vez de pedir para ti larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento para saber juzgar,       cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente como no lo hubo antes de ti ni lo habrá después. También te concedo lo que no has pedido, riquezas y gloria, como no tuvo nadie entre los reyes.  
Ro 8,28-30;  Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos;        y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.        
Mt 13, 44-52: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.»  «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra>>  «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. « ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.»     Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.»          

Predestinados a la gloria…pero libres para elegir
Jorge Arévalo Nájera

¿Dios es todopoderoso? ¿Qué respondería usted a esta pregunta querido lector?...la mayor parte de las personas creyentes en un Ser superior contestarían afirmativamente y sin dudarlo: ¡desde luego, de otro modo no sería Dios! Y esto significa que Dios puede hacer absolutamente todo lo que quiera, en Dios se cumple a la perfección y plenitud aquella máxima popular de ¡querer es poder!
Sin embargo, hay un problema teológico con esta respuesta: si Dios puede hacer todo lo que quiere, entonces debemos concluir que no quiere acabar con el sufrimiento del inocente, con el hambre, con la guerra y la violencia –por mencionar solamente algunas de las atrocidades que viven millones de seres humanos cada día-. Claro, alguien podría decir ¡eso le corresponde al hombre resolverlo porque Dios respeta su libertad! Pero yo me pregunto si por respetar la libertad de unos se vale permitir que los más débiles sean destruidos, abusados y violentados.
Esta reflexión viene a cuento porque hoy la lectura de la carta a los Romanos parece afirmar que Dios predestinó, eligió de antemano a algunos hombres para ser salvados y glorificados. Entonces, la omnipotencia de Dios resulta ser el presupuesto que legitima su autoridad para disponer de la suerte de los hombres, no solamente de su componente histórico sino también del eterno. Es decir, porque Dios todo lo puede, entonces tiene derecho a disponer a su arbitrio de la salvación o perdición de los seres humanos. Así, algunos habrían sido elegidos desde siempre para ser salvos y otros para perderse.
La doctrina calvinista sobre la predestinación pretende resolver el problema argumentando que no hay injusticia alguna en Dios dado que todos han pecado y todos merecen la condenación, por lo que al salvar a algunos se manifiesta su misericordia y al condenar a otros se manifiesta su justicia...curiosa argumentación teológica del gran Calvino, ¿no les parece? Sobre todo porque pretendiendo salvaguardar la justicia de Dios, acaba pervirtiendo por completo el orden de la gracia y la libertad humana.
La primera lectura, del libro primero de los Reyes nos pone en el camino de una recta interpretación de este controversial texto de Pablo. Aquí, Dios no impone nada al futuro rey de Israel, simplemente le pone delante el ejercicio de su libertad: “Pídeme lo que quieras que te dé” La pelota está en juego del lado de la cancha de Salomón, Dios se ha echado la soga al cuello porque él no sabe lo que pedirá el rey en ciernes.
¡Ya me parece escuchar las protestas de más de algún lector! ¡Pero claro que lo sabía, si él conoce el futuro! Otro craso error ocasionado por una falsa imagen de Dios que proviene de una mala evangelización. Es verdad que Dios conoce todo lo que existe, pero no puede conocer lo que no existe, y el futuro es sólo una posibilidad y no una realidad. Pretender que se pueda conocer el futuro es afirmar que la libertad humana no existe en realidad y eso es ir en contra directamente de la revelación.
Dios se ve sorprendido por la petición de Salomón. En primer lugar, el hijo de David reconoce su pequeñez ante la magnificencia de la misión. En segundo lugar, acepta que solamente Dios puede conceder los dones necesarios para tan grande empresa (juzgar a su pueblo, es decir, conducirlo hacia una vivencia en fidelidad a la alianza) y finalmente pide a Dios un corazón que entienda para discernir y juzgar adecuadamente.
Aquí es necesario detenernos para reflexionar más detenidamente sobre una realidad central y estructurante de la vida cristiana, y que desafortunadamente es muy poco asumida y considerada. Me refiero al discernimiento cristiano.
Partamos del significado del símbolo “corazón”; en la Biblia, los órganos corporales representan dimensiones de la persona. Así, la mano representa la capacidad de transformación de la realidad mediante acciones concretas, los pies simbolizan el movimiento espiritual que hace salir de las esclavitudes hacia la libertad, el ojo simboliza la inteligencia para descubrir el sentido profundo de la realidad, etc. En el caso del corazón, éste representa la sede de la sabiduría (capacidad de discernir el bien del mal, es decir, aquello que realiza al hombre en su dignidad de imagen de Dios de aquello que se opone a su plena realización)
En la vida cristiana (entendida como seguimiento existencial en pos de Cristo) el discernimiento es absolutamente indispensable. En las primeras etapas de la espiritualidad, no es difícil distinguir entre lo bueno y lo malo (por ejemplo, no se necesita más allá de un conocimiento básico del Evangelio para saber que no compartir los bienes es una actitud claramente contraria a la enseñanza de Jesús y que compartirlos es una actitud congruente con la fe), pero a medida que se va profundizando en la espiritualidad (que no es otra cosa que la relación de amor con Jesús), aquello que llamaba San Ignacio de Loyola “el espíritu malo” se va mostrando mucho más sutil y resulta más difícil discernir entre aquello que nos intima mayormente con Dios de aquello que nos aleja de él.
Y ¿qué es aquello que nos intima más con Dios? Es ahora Pablo quien viene en nuestra ayuda. El objetivo final de la elección y predestinación con que Dios agracia a sus elegidos es la glorificación, pero… ¿en qué consiste esta glorificación? En la teología neotestamentaria y específicamente en la tradición teológica de Juan, la glorificación de Jesús (hacia la cual atraerá Jesús a todos los hombres) es la cruz. De tal modo que la glorificación no es una especie de reconocimiento vanaglorioso y excluyente sino una misión que consiste en atraer a todos hacia Dios mediante una vida que se entrega en servicio por los hombres. La cruz es la sabiduría de Dios aunque resulte locura para el hombre y por lo tanto, en ella reside finalmente el criterio decisivo para discernir lo bueno de lo malo.
Sin embargo, la cruz, vista exclusivamente en su portada aterradora de sufrimiento y de renuncia, no resulta de ningún modo apetecible y digámoslo francamente, resulta imposible de vivir. Mateo vuelve a mostrarnos el camino, el “secreto” que permite abrazar la cruz como forma de vida.
En efecto, el evangelista compara el reino con un tesoro y con una perla de gran valía. En ambos casos predomina –tanto en el que encuentra el tesoro como en el comerciante de perlas valiosas- la actitud de la alegría, que mueve al hombre para vender todo y adquirir el terreno donde está el tesoro o la perla. Si la Iglesia quiere realmente adquirir peso específico en medio de la sociedad contemporánea, deberá dejar de lado una predicación y enseñanza del Evangelio que consista en amenazar o llenar de miedo para obligar a aceptar unas ciertas verdades doctrinales y empezar a testimoniar la alegría de haber encontrado un tesoro por el cual vale la pena desprenderse de todo y ser así vehículo eficaz que ponga en contacto a los hombres con la fuente de la vida que es Dios mismo.
De este modo, los hombres podrán levantar la mirada más allá del miedo para tomar con total seriedad la radicalidad que el mismo Evangelio exige y abrirse gozosamente a la inefable experiencia de sintetizar su absoluta novedad y el pasado desde el cual Dios ha venido actuando para salvarlo.
                                                                                                   Gracia y paz.