Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 2 de septiembre de 2012. Tema: << La Palabra se escucha para cumplirla >>
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lunes, 27 de agosto de 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 2 DE SEPTIEMBRE DE 2012
XXII DOMINGO ORDINARIO CICLO B
1.
LECTURAS
Deuteronomio
4, 1-2. 6-8: << Moisés habló al pueblo,
diciendo: - "Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os
mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el
Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que os mando
ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo
os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra
inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos
ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e
inteligente. "Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los
dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo
invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan
justos como toda esta ley que hoy os doy?" >>
Salmo 14:
<< ¿Quién será grato a tus ojos, Señor? El que procede honradamente / y
practica la justicia, / el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su
lengua. El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino, / el que
considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor. El que no
presta dinero a usura / ni acepta soborno contra el inocente / El que así obra
nunca fallará. >>
Santiago 1,
17-18. 21b-22.27: << Mis queridos hermanos:
Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en
el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la
palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus
criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de
salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a
vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es
ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos
con este mundo. >>
Marcos 7,
1-8. 14-15. 21-23: << En aquel tiempo, se acercó
a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que
algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los
fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la
plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas
preguntaron a Jesús "¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no
siguen la tradición de los mayores"? Él contesto: / "Bien profetizó
Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: / "Este pueblo me honra
con los labios, / pero su corazón está lejos de mí. / El culto que me dan está
vacío, / porque la doctrina que enseñan / son preceptos humanos."
Dejáis a un lado el
mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres."
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos:
Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es
lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen
los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro".
>>
2.
REFLEXIÓN
LA PALABRA SE ESCUCHA
PARA CUMPLIRLA
Jorge
Arévalo Nájera
No todas las palabras
obligan, algunas no merecen siquiera ser escuchadas, otras captan nuestra
atención y las tomamos en consideración porque de alguna forma nos aportan
elementos enriquecedores para la visión de conjunto que tenemos de la realidad.
Otras palabras nos resultan gratas porque son halagadoras y satisfacen nuestro
ego, otras más nos parecen detestables porque van en contra de lo que
consideramos la verdad, nuestra verdad desde luego.
Pero solamente una palabra
es absolutamente indispensable, vinculante y necesaria para el pleno desarrollo
del hombre. Es una palabra que no nace del mundo, no brota de las categorías
intrahistóricas –aunque se expresa lingüísticamente mediante palabras humanas- y
por ello mismo no se agota, no se puede explicar del todo desde dichas
categorías. Esa palabra ha sido pronunciada desde la eternidad, no se asfixia en la inmanencia sino que hace
explotar lo inmanente y lo pulsiona hacia lo trascendente, hacia lo eterno. Evidentemente
estoy hablando de la Palabra de Dios que es Él mismo en cuanto se hace inteligible
para el hombre, encarnado en lenguaje humano, entregado en la fragilidad de una
cultura (la semita) y un tiempo determinados (entre el siglo XIX a.C y
comienzos del s. II d.C)
Pero esa Palabra se ha
pronunciado no para ser contemplada en una especie de actitud mística
interiorista, sino para ser escuchada y obedecida. No hay medias tintas, ante
ella no caben las tibiezas y las pospuestas –so pena de entrar de lleno en el
terreno de la muerte y el fracaso existencial-. Esa Palabra es portadora de la
misma vida intradivina que quiere liberar y salvar al hombre. Por ello, se
codifica en forma de ley, de precepto y mandato.
La mentalidad
contemporánea pone barreras inmediatas cuando escucha palabras tales como “ley”,
“mandato”, “obediencia”, etc., porque de manera refleja piensa en imposición
arbitraria, en tiranía, en sojuzgamiento y servilismo, todo ello contrario a la
dignidad y naturaleza humana. Y esto debe ser así, estamos obligados a
profetizar en contra de todo poder despótico. La pregunta es ¿habla la
Escritura de este tipo de sometimiento a la Palabra? La respuesta debe ser
clara y contundente ¡de ningún modo!
Dios es el único Señor
que al ordenar libera, al mandar instruye en los caminos de la libertad y previene
sobre los peligros de ejercer una autonomía absoluta. En efecto, ya en la
primera mañana de la creación, cuando el hombre es creado y colocado en el
mítico jardín de Edén, recibe el primer mandato divino que es formulado como
una prohibición << Del árbol de la
ciencia del bien y del mal y del árbol de la vida no comeréis, porque de
hacerlo moriréis sin remedio >>[1]
En realidad lo que Dios
está haciendo es otorgar a Adán (símbolo de la humanidad) el don inefable de su
propio misterio creatural. El hombre es esencialmente creatura y por lo tanto,
ser dependiente, relativo, en íntima e
indefectible relación de dependencia con su Creador. No se trata de
minusvalorar al hombre (Dios mismo ha pronunciado embelesado al contemplar su
creación: ¡Todo es muy bueno!) sino
de mostrarle su identidad, desde la cual y sólo desde la cual puede alcanzar la
plenitud de su existencia. Solamente desde una perspectiva altanera y ególatra
puede interpretarse el texto bíblico como una imposición tiránica por parte de
Dios.
En ningún momento se
dice que los frutos del árbol de la vida y del conocimiento no sean para el hombre,
lo que pasa es que la vida y la sabiduría son dones que la creatura debe
aprender a recibir y renunciar a mirarlos como logros adquiridos desde las
solas fuerzas humanas.
Desde este punto de
vista puede entenderse rectamente la enseñanza del Deuteronomio. En el texto de la
primera lectura, Moisés se presenta como el portador de la legislación del
mismo Señor. Por esta razón, el pueblo es conminado a no agregar ni quitar
absolutamente nada a los mandatos y decretos de Yahvé. Aquí conviene aclarar
que Dios no está sancionando como inválida la interpretación y actualización de
su Ley. De hecho, desde los tiempos más remotos los escritos sagrados fueron
interpretados y actualizados por los mismos escritores sagrados para iluminar
las problemáticas concretas de sus comunidades históricas y es por ello que
encontramos variaciones en textos que fueron intercalados en escritos
posteriores a los originales. Por otro lado, una interpretación literalista de
este mandato mosaico acabaría tachando a las traducciones de heréticas y
diabólicas, además de que ya no tendríamos acceso a la Palabra porque no existe
un solo original de la Biblia.
Más bien se trata de un
asunto de radicalidad en la línea del espíritu de la ley: no agregar significa
no hacer decir a la Palabra cosas que nada tienen que ver con la intención del
autor y no quitar significa no reducir la radicalidad de la enseñanza. Lo que
importa finalmente es que la Palabra debe ponerse por obra para que pueda
generar libertad, plenitud, gozo, conquista del yo, testimonio capaz de atraer
hacia la luz a los hombres que nos rodean. Y es que la Palabra/Ley no consiste
en una serie de preceptos legales, sino en una enseñanza vital, en una forma de
vida que ha de interiorizarse para que pueda transformar la vida: formar
hombres justos, honrados, con dominio de sí (refrenar la lengua), de una sola
pieza (de corazón puro), incapaces de difamar a su prójimo (hablar mal de
alguien aunque se tenga la razón es difamar), desestimar las ideologías del
impío, renunciar a negociar con las necesidades o carencias de los demás (no
prestar con usura) y rechazar toda clase de corrupción (Salmo).
La carta de Santiago
pone el dedo en la llaga; Un religiosidad que no presta oídos a la Palabra, que
no la pone en práctica es un autoengaño. Y bien sabemos que el padre de la
mentira es el Diablo. Lo que está diciendo el autor de la carta es tan simple como
duro: los que se dicen creyentes pero no viven la Palabra son hijos del Diablo,
porque viven en la mentira. La única fe/religión que es pura e intachable a los
ojos de Dios Padre es la que pasa por el encuentro con los pobres, con los
excluidos, con los que peor lo pasan en la sociedad (simbolizados en el texto por
las viudas y los huérfanos) y la que se vive desde las categorías de Cristo (entrega,
servicio, amabilidad, mansedumbre, pobreza espiritual, corazón indiviso, etc.) y
no desde las ideologías idolátricas y tiranas del mundo.
El evangelio de Marcos nos
advierte sobre las consecuencias de convertir la fe en una práctica superficial
de mandatos y normas que no tocan el corazón. Estamos ante la mentalidad farisaica.
Pero no pensemos tan apresuradamente que Marcos se refiere a unos sinestros
personajes del pasado. A poco de profundizar en el texto descubriremos que esta
mentalidad impera entre los mismos cristianos del siglo XXI.
Los fariseos no eran en
modo alguno malas personas, en su tiempo eran considerados como referentes
positivos de la más pura fe israelita y el pueblo les admiraba y buscaba –sin conseguirlo
jamás- imitarlos. Su celo por la Ley era admirable, pero el problema –según Jesús-
era que habían convertido el cumplimiento de los preceptos en un absoluto y se
olvidaban de la intención originaria de la Ley que era liberar y ayudar a los
sufrientes y oprimidos. A tal grado habían convertido su ideología en un ídolo
que, por ejemplo, no aceptaban que se curara en sábado a una persona que sufría
simple y sencillamente porque un precepto lo impedía. El precepto tenía la
intención de salvaguardar el objetivo del sábado, que era generar un espacio de
encuentro entre Dios y su pueblo, y se querían evitar todas las distracciones
para que el hombre aprendiera a relativizar las ocupaciones del mundo y darle
la primacía a la relación vital con Dios, pero de ningún modo Dios avalaba el
desprecio de la vida humana para poner por encima el cumplimiento casuista de
la norma que se convierte en “tradición de hombres”.
Las abluciones (o
lavatorios rituales) que los fariseos tanto defienden en el texto no tienen
nada que ver con cuestiones higiénicas, sino con ritos purificatorios de la
inmundicia espiritual. A Jesús no le preocupan en absoluto estos ritos porque él
considera que realmente lo que contamina al hombre y causa el sufrimiento y la
maldad en el mundo no tiene nada que ver con ritos religiosos sino con la ideología
alienante que favorece la religiosidad ritualista y se olvida de las
necesidades urgentes de los hombres (de las cuales es símbolo el hambre de los
discípulos que comen el pan sin lavarse las manos).
Cuando aliviar el
sufrimiento de los otros deja de ser la prioridad del creyente, entonces se
suceden como en una cascada de muerte y perversión, toda clase de desgracias:
homicidios (la vida a disposición del hombre), fornicaciones (adulteración del
amor y desvalorización del misterio sagrado del otro), codicia (si el otro es
prescindible, entonces no hay barreras para hacerme de lo que es suyo), etc.
No cabe duda, son los
valores que asumimos los que nos dividen (hacen impuro nuestro corazón) o nos
purifican (nos unen internamente y con los demás).
Gracia y paz.
domingo, 26 de agosto de 2012
Audio Homilía del P. Corres el domingo 26 de agosto de 2012.
Te invito a escuchar la extraordinaria homilía pronunciada por el P. César Corres el domingo 26 de agosto.
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lunes, 20 de agosto de 2012
Audio/Reflexión sobre las lecturas del domingo 26 de agosto de 2012.
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 26 de agosto de 2012. El tema es << Un sometimiento que es fruto de la libertad >>. Sigue el vínculo:
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 26 DE AGOSTO DE 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 26 DE AGOSTO DE
2012
XXI DOMINGO ORDINARIO CICLO B
1.
LECTURAS
Josué 24,
1-2a. 15-17.18b << En aquellos días, Josué
reunió a las tribus de Israel en Siquem. Convocó a los ancianos de Israel, a
los cabezas de familia, jueces y
alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no
os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los
dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses
de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor."
El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a
dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a
nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes
signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por
donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!"
>>
Salmo 33
<< Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi
boca; / mi alma se gloría en el Señor; / que los humildes lo escuchen y se
alegren. Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus
gritos; / pero el Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la
tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus
angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. Aunque
el justo sufra muchos males, / de todos lo libra el Señor; / él cuida de todos
sus huesos, / y ni uno solo se quebrará. La maldad da muerte al malvado, / y
los que odian al justo serán castigados. / El Señor redime a sus siervos, / no
será castigado quien se acoge a él. >>
Efesios 5, 21
– 32 <<
Hermanos: Sométanse unos a otros por reverencia a Cristo. Las mujeres, que se
sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo.
Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos
en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se
entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del
agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni
arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los
maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es
amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da
alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su
cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá
a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo
lo refiero a Cristo y a la Iglesia. >>
Juan 6, 60-69
<<
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo
de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus
discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais
al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la
carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con
todo, algunos de vosotros no creen. "Pues Jesús sabía desde el principio
quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho
que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede." Desde entonces,
muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces
Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?"
Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
consagrado por Dios". >>
2.
REFLEXIÓN
Un sometimiento
que es fruto de la libertad
Jorge Arévalo Nájera
Uno de los grandes
logros del hombre contemporáneo es sin duda la creciente conciencia sobre los
derechos inalienables que corresponden a todos los seres humanos. El derecho a
un trato digno, a la igualdad laboral, al amor, etc., es hoy por hoy un dato
adquirido –al menos a nivel conceptual- y a todos nos parece reprobable la
transgresión de tales derechos.
En este contexto, hablar
de “someterse” a otro ser humano suena descabellado, obsoleto y contrario a la
dignidad intrínseca de los seres humanos. Sin embargo, en el orden teológico y espiritual,
la palabra “someterse” tiene un significado
muy distinto al que solemos otorgarle en el lenguaje secular, que va en
la línea de la auto-estima baja, de la ausencia de libertad, etc.
Hoy quiero centrar mi
reflexión en la segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, en donde precisamente
aparece repetidamente la exhortación del apóstol a “someterse” los unos a los
otros. Para empezar, y en atención a la sensibilidad femenina de nuestros
tiempos, debo decir que Pablo no está haciendo un discurso pro-machismo ni está
minusvalorando a la mujer. Más bien y desde el contexto cultural de su época
(en aquellos tiempos, el varón era considerado el elemento mediante el cual
toda la familia recibía la bendición de Dios) Pablo establece una igualdad
hasta entonces impensable (para los judíos la mujer era poco menos que un cero
a la izquierda y para los griegos la sumisión esclavista de la mujer al hombre
no es arbitraria sino natural) y si bien habla de sometimiento, lo hace en referencia
al varón y a la mujer << sométanse
los unos a los otros… >>
La clave para entender
adecuadamente el discurso está en la causa de tal sometimiento << por reverencia a Cristo >>, es
decir, por reconocimiento a su amor entregado hasta el extremo. Si el marido es
cabeza –guía- de la mujer, sólo lo es en la medida que reproduce el modo de ser
Cabeza que tiene Cristo para con su Iglesia. Él ha sido el primero en amarla y dar
la vida por ella mostrándole el camino hacia la excelencia y la vida en
plenitud –es el buen pastor- , liberándola de sus esclavitudes –es su redentor-,
dándose a ella como comida saludable –es su pan bajado del cielo-, como bebida
santificante –es sangre que da la vida-, etc.
Desde luego que hoy
podríamos reformular la afirmación del apóstol de los gentiles y decir que muy
bien la mujer puede ser hoy << cabeza del varón>>, pero a condición
de que sea para él lo que Cristo es para su Iglesia. Y seguramente también podemos
afirmar –sin temor a caer en la herejía- que los papeles son intercambiables,
que ser cabeza es una función intercambiable y en ciertas circunstancias de la
vida el varón lo será y en otras ocasiones la mujer asumirá dicho papel.
Finalmente el mismo Pablo dirá en su carta a los Gálatas: << Los que os habéis bautizado en Cristo, os
habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni hombre ni
mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús >>[1]
Pero, para que alguien
pueda ejercer su función de “cabeza”, de guía que conduce al encuentro con el
Padre celestial, debe haber otro que sea dócil, que reconozca la autoridad de
la “cabeza”. Cuando es la soberbia quien reina en los corazones, cuando se
quiere ser poseedor siempre y en toda circunstancia de la verdad, cuando se
pretende la autonomía absoluta y se quiere construir la propia historia al margen
de la escucha atenta a lo que en el otro se revela, cuando la vida se convierte
en un permanente monólogo, entonces se asfixia el Espíritu, se cercena la
cabeza del cuerpo y sobreviene la muerte.
Someterse al otro es
aceptar con humildad que la verdad nos viene siempre nueva en el encuentro con
los otros, es abrirnos a la novedad y revisar permanentemente nuestras posturas,
no para ser veletas que cambien de opinión a cada instante, sino para
enriquecernos con los puntos de vista diferentes y por qué no, cuando así sea
necesario, cambiar nuestras creencias y actitudes. Lo único inmutable es la
mutabilidad de las cosas. No es que la fe cambie, su contenido eterno está
expresado en nuestro credo, pero dado que el Misterio al que nos adherimos no
es una doctrina sino un Dios personal, la profundización en la fe es
profundización en la relación con él y siempre será posible la reformulación lingüística
y simbólica de la fe.
Someterse por reverencia
a Cristo es crecer en libertad, es reconocer la acción del Espíritu de Cristo en
el hermano, es renunciar a negar que el Hijo del Hombre esté llegando en lo
cotidiano, en lo que está al alcance de la mano, es apostar por el hombre del
mismo modo que Dios lo hace contigo.
La clave del
sometimiento cristiano es el amor. El que ejerce como cabeza lo hace entregando
la vida para que el otro la tenga y el que se somete lo hace también por amor,
reconociendo en el otro al Cristo que me conduce hacia verdes prados. Ya debería
resultar claro que no se trata de renunciar servilmente a nuestros derechos, de
dejarnos pisotear o de abandonar infantilmente nuestras decisiones en manos de otros.
El sometimiento cristiano es siempre fruto de la libertad, del ejercicio de una
conciencia bien formada y del discernimiento permanente.
Resulta evidente que
Pablo se está refiriendo de forma inmediata a la relación conyugal, al
matrimonio sacramental, cuya esencia es precisamente mostrar al mundo de modo
sensible el amor de Dios por la humanidad manifestado en Cristo Jesús, pues
Cristo, al mismo tiempo que se sometió a
la voluntad amorosísima del Padre hasta el extremo de la cruz, fue exaltado a
la diestra de Dios y toda rodilla se dobla ante él, pues es germen de la nueva
creación, primogénito de entre los muertos, Cabeza de la humanidad redimida cuyo
sacramento es la Iglesia, testigo fiel y sumo sacerdote que ha abierto de una
vez y para siempre el acceso al Padre de la vida.
Sin embargo, aunque
Pablo se refiere a la relación matrimonial, su discurso tiene alcances que
trascienden la realidad conyugal y se abre a todo tipo de relación interhumana.
Toda relación debe basarse en la apertura y el reconocimiento del otro como
espacio de manifestación del Cristo que nos guía al abrazo escatológico del
Padre.
Solamente los hombres
libres pueden someterse a la Cabeza que se hace visible en todo ser humano que
abierto a la acción del Espíritu nos muestra con su entrega y servicio el
camino que conduce a la casa paterna.
Gracia y paz.
Homilía P. César Corres_Domingo 19 de agosto de 2012.
Te invito a escuchar la bella homilía pronunciada por el P. César Corres el domingo 19 de agosto de 2012, para la Comunidad del Camino. Sigue el vínculo:
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martes, 14 de agosto de 2012
Audio/reflexion sobre las lecturas del domingo 19 de agosto de 2012.
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 19 de agosto de 2012. El tema es << La sabiduría se alcanza comiendo la carne del Hijo >> Sigue el vínculo:
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 19 DE AGOSTO DE 2012
1.
LECTURAS
Proverbios 9,
1-6 << La Sabiduría
ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, ha preparado el banquete,
ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. Ha mandado a sus criadas y
anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: "Si alguno es simple,
véngase acá." Y al falto de juicio le dice: "Venid y comed de mi pan,
bebed del vino que he mezclado; dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por
los caminos de la inteligencia." >>
Salmo 33 <<
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma
se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Todos sus
santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los ricos
empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Venid,
hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la
vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la
falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
>>
Efesios 5,
15-20 << Así pues, mirad
atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes;
aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no
seáis insensatos, sino comprended cual es la voluntad del Señor. No os
embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del
Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad,
salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a
Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. >>
Juan 6, 51-58
<<
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. Discutían
entre sí los judíos y decían:"¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis
la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo
en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre,
también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como
el que comieron vuestros padres, y murieron: el que coma este pan vivirá para
siempre." >>
2. REFLEXIÓN
La Sabiduría se Alcanza…Comiendo la Carne del Hijo
Jorge
Arévalo Nájera
Todos queremos ser
sabios, conocer los secretos que nos lleven a experimentar una vida de plenitud
y gozo. Algunos toman el camino del aprendizaje intelectual e invierten horas
interminables en el sesudo estudio de diversas ramas de la ciencia o del saber
humano. Piensan que esto les llevará a satisfacer la necesidad ontológica del
logro pleno de sus potencialidades.
Otros se inclinan por
el camino que ofrece la religión y asumen con profunda responsabilidad el
cumplimiento de un determinado código ético que emana de la doctrina de la
religión en cuestión. Están seguros que la práctica religiosa puede encaminar
sus pasos al encuentro con la realidad trascendente y así descubrir el sentido
totalizador de sus vidas.
La mayoría de los seres
humanos, sin embargo, no se atreven a iniciar una búsqueda a profundidad y se
quedan en la superficie de la vida, se dejan llevar por la inercia de los
acontecimientos más o menos fortuitos que se les van presentando y reaccionan
de acuerdo a las necesidades del momento. Y sin embargo, en lo más profundo de
su ser, claman por un plus de realización, quisieran conocer las sendas del
éxito existencial, pero el miedo les paraliza y se refugian en la
inconsciencia.
No obstante, para
aquellos que son eternos buscadores, insatisfechos siempre con lo que el mundo
les propone, para aquellos valientes capaces de arrojar su alma por los
senderos imprevisibles e incontrolables de la relación con Dios, la Palabra
tiene algo que decirles.
Los textos que se nos
proclaman en la Eucaristía, de una u otra forma apuntan y profundizan en el
tema de la sabiduría. Y entonces, es conveniente aclarar lo que la Biblia entiende
sobre este tema. Sabiduría significa la capacidad otorgada por Dios al hombre
para discernir entre aquello que le lleva a la plenitud existencial y aquello
que le esclaviza y le mantiene sumido en los estrechos límites de su intrascendencia.
La sabiduría pues no es un fin en sí misma, es un medio para alcanzar un bien
mayor. Ese “bien mayor” de acuerdo a la Escritura es la vida definitiva, vida
en plenitud de existencia, gozosa, alegre, vida que sólo puede alcanzarse en la
relación interpersonal con el Absoluto.
En la primera lectura,
del libro de los Proverbios el autor personaliza a la Sabiduría y para aquellos
que buscan afanosamente este tipo de vida, la sabiduría ha preparado un
banquete, ha edificado una casa y les invita a comer su pan y beber su vino. Es
el convite de la comunión, del amor y la alegría sin término (mesa preparada
con vino), es el anuncio del alimento imperecedero puesto al alcance del hombre
(pan ofertado), de la inteligencia profunda de todas las cosas para discernir
asertivamente el bien del mal y caminar hacia la luz. Por ahora son promesas,
aún no se nos dice la forma en la que se puede alcanzar la apetecida sabiduría
y de la consecuente vida que de ella se desprende.
El Salmo nos da una valiosísima primera
pista: << Todos sus santos, temed
al Señor >> El "temor de Dios" es un concepto teológico
acuñado en el AT y hace referencia a la experiencia religiosa universal del
hombre que se encuentra ante el Misterio. Por un lado, se siente anonadado por
la majestuosidad ontológica del Ser supremo (Tremendum) y por otro lado se siente atraído irresistiblemente por
él (Fascinans) La relación con Dios
se juega en la difícil pero irreductible tensión entre estos polos. La
experiencia global del Misterio le lleva a un acto de obediencia reverencial y
a una ética concreta. Como se puede ver, el "temor de Dios" que es un
don del Espíritu, nada tiene que ver con el miedo y es la actitud fundamental
para abrir la puerta a la sabiduría.
La carta a los Efesios nos
aporta una segunda pista a través del binomio de contraposición entre prudencia
e insensatez. La prudencia es una actitud que deberá constituir el eje
conductual de la vida del creyente. Pero, ¿qué es la prudencia? Se trata de
<< aprovechar el tiempo presente y
de esforzarse por comprender cuál es la voluntad del Señor >>
Anclarse en el pasado o
poner la mirada en el futuro es una insensatez porque el pasado y el futuro son
simples ficciones de la mente. Lo único que tenemos, el único espacio vital es
el presente y en él opera la salvación de Dios. Aprovechar el tiempo significa espiritualmente
permanecer con los ojos fijos en el tiempo presente para descubrir los signos
liberadores de Dios en nuestra historia.
Y dado que es en el
presente donde Dios salva, es allí donde se manifiesta su voluntad. El Señor no
salva sin la participación del hombre, que ha de abrirse a su proyecto
liberador y plenificante y encarnarlo en el aquí y el ahora. Pero, ¿será que
Dios determina de antemano la concreción específica de cada proyecto? ¿Seremos
marionetas sin posibilidad alguna de ejercer una libertad real? No parece que
sea esa la actitud de Dios ante el hombre, ¿no sería absurdo que por un lado
nos dijera que ha empeñado su vida con tal de que seamos libres y por otro lado
nos saliera con la embajada de que o nos ceñimos estrictamente a un plan que ya
él ha diseñado en todos sus detalles o nos convertimos en rebeldes irredentos
dignos del infierno por desobedientes?
Si atendemos a la
reflexión de San Agustín, que haciendo una analogía entre el concepto de
“voluntad” humana y la “voluntad de Dios”, llega a la siguiente conclusión: si
la voluntad del hombre libre es la virtud/fuerza que le permite orientarse y
dirigirse hacia el bien, entonces la “voluntad de Dios” no puede ser otra cosa
que el Espíritu Santo, persona divina que hace explotar el amor entre el Padre
y el Hijo en un movimiento expansivo ad
extra (hacia fuera) de Dios para poner en marcha la historia de la
salvación.
Y hablando del Espíritu
Santo, no puede sino pensarse en libertad, en creatividad, en apertura a lo
inesperado << El viento sopla donde
quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo
el que nace del Espíritu. >>[1],
nada de clichés estereotipados, nada de recetas de cocina que seguir al pie de
la letra, nada de reglas monolíticas, la acción del hombre movido por el
Espíritu no consiste en una imitación ridícula de las acciones de Jesús, sino
en la apropiación de su espíritu para actualizarlo en las situaciones concretas
que a cada uno le toque vivir.
Es verdad, el proyecto
fundamental de Dios es la liberación del hombre de todas sus esclavitudes para
abrazar el amor en absoluta libertad, pero lo que eso signifique en cada caso
tocará al hombre de cada época y circunstancia descubrirlo escuchando la
Palabra, discerniendo cuidadosamente en oración y aplicando toda su creatividad
y los dones que el mismo Espíritu le otorgue.
Finalmente, el
evangelio de Juan
nos da la última y definitiva orientación para poder recibir la sabiduría
divina: Jesús dice de sí mismo que él es cuerpo/carne/pan/sangre que se entrega
por la vida del mundo, y pone el condicional irrenunciable de comerlo si se
quiere adquirir la vida definitiva.
Por lo tanto, lo que
está haciendo Jesús es identificar la sabiduría con la consumición de su persona
en la dimensión de cuerpo (Jesús en cuanto comunicado corpóreamente), de carne
(Jesús en cuanto crucificado), de pan (Jesús en cuanto alimento verdadero) y de
sangre (Jesús en cuanto entregado hasta el extremo).
¿Cómo pueden los
hombres “comer y beber” a Jesús? Son dos formas indisolublemente unidas:
sacramento y praxis, culto y existencia. El primero desvinculado de la vida es
ritualismo mágico y herético, pero el segundo sin el primero es activismo
intrascendente, asfixiado y condenado a la muerte.
Eucaristía y vida,
alimento y lucha por liberar a los hombres, allí está el código para descifrar
la realidad y encaminarnos a la vida plena, hay que comer y beber a Jesús el
Cristo.
Gracia y paz.
miércoles, 8 de agosto de 2012
AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 12 DE AGOSTO DE 2012 XIX DOMINGO ORDINARIO CICLO B
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 12 de agosto del 2012. Tema << Comer el Pan del Cielo Para No Contristar al Espíritu >> Sigue el vínculo:
http://www.ivoox.com/reflexion-domingo-12-agosto-2012-audios-mp3_rf_1371095_1.html
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 12 DE AGOSTO DE 2012 XIX DOMINGO ORDINARIO CICLO B
1.
LECTURAS
1 Reyes. 19,
4-8: << Elías
caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama.
Se deseo la muerte y dijo:" ¡Basta ya, Yahveh, toma mi vida, porque no soy
mejor que mis padres!" Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un
ángel le tocó y le dijo: "Levántate y come." Miró y vio a su cabecera
una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se
volvió a acostar. Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo:
"Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti." Se
levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días
y cuarenta noches. >>
Sal 33, 2-3.
4-5. 6-7. 8-9:
<< Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca.
Mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo
consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y
quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al
Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa, en
torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso
el que se acoge a él. >>
Efesios. 4,
30- 5, 2:
<< No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis
sellados para el día de la redención. Toda dureza, ira, cólera, gritos,
maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed
más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os
perdonó Dios en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y
vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y
víctima de suave aroma. >>
Juan 6, 41-52: << Los judíos murmuraban de
él, porque había dicho: "Yo soy el pan que ha bajado del cielo." Y
decían: ¿"No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?
¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?" Jesús respondió: "No
murmuréis entre vosotros. "Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha
enviado no lo atrae; y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien
haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de
la vida. Vuestros padres comieron el maná del desierto y murieron; este es el
pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo,
bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que le
voy a dar, es mi carne por la vida del mundo."
2. REFLEXIÓN
COMER
EL PAN DEL CIELO PARA NO CONTRISTAR AL ESPÍRIUTU
JORGE
ARÉVALO NÁJERA
Con mucha frecuencia
escucho decir a personas de buena voluntad, fieles cumplidores de sus deberes
cristianos, que son “consentidos” de Dios porque les ha dado una buena posición
económica, salud, una imagen respetable, hijos prósperos e inteligentes, etc.
Yo me pregunto si la posesión
de cualquier bien, ya sea material o espiritual es signo inequívoco del
beneplácito divino causado por las “buenas obras” y me lo pregunto porque
también conozco seres humanos maravillosos que han entregado su vida en
servicio de amor a los demás y que padecen estrecheces económicas, enfermedades
crónicas que les desgastan lenta y dolorosamente, que han sufrido engaños y
traiciones de sus seres más queridos y no me atrevo –es más me niego
terminantemente- a pensar que sus carencias y sufrimientos sean signos del
disgusto y desaprobación de Dios a sus vidas.
Sin duda que el deseo
más puro del creyente es el complacer a Dios, agradarle, tenerlo contento. Sin
embargo, caben dos preguntas ante este deseo; ¿es posible complacer a Dios? Y enseguida
¿cómo se logra esto?
Respecto a la primera
pregunta, ésta sólo tiene cabida si partimos de una imagen de Dios que brota de
la revelación bíblica, en la que Dios sufre, se entrega, lucha al lado de los
hombres, ama, se encela, ruega al hombre y…es capaz de alegrarse. Desde la
imagen griega de la divinidad esto es imposible, Dios es una especie de esfera
perfecta a la que nada le hace falta y por lo tanto no puede apasionarse ni procurársele
alegría.
Pero dado que nuestra
fe es –o debería ser- bíblica y no un producto de la filosofía griega, entonces
debemos y podemos afirmar que a Dios es posible alegrarle, que el hombre es
capaz de provocar gozo en el corazón del Eterno…pero que también es capaz de
provocarle dolor, pena infinita, al modo totalizador con el que Dios siente.
Dicho lo anterior,
entonces surge el interrogante sobre el cómo alegrar –o entristecer- a Dios.
Para ello, acudamos a la fuente inerrante[1]
que es la Sagrada Escritura:
En la primera lectura,
del libro
primero de Reyes, el profeta Elías se siente cansado del permanente
fracaso del pueblo ante las exigencias que la alianza con Yahvé le impone y
desesperado quiere que su vida termine. Él está siendo perseguido por la reina
pagana Jezabel que quiere tomar venganza por el asesinato de sus profetas a
manos de Elías en aquel épico pasaje del Monte Carmelo (1 Re 18,1-40). Tiene
miedo y se identifica con el pueblo fracasado “no soy mejor que mis padres”. Sin
embargo, Dios no sabe abandonar a los suyos y les alimenta para que continúen
caminando. El fracaso es siempre relativo, nuestros pobres y medrosos esfuerzos
no son la medida con la que Dios nos juzga.
Dios mismo alimenta a
sus profetas con su pan y su agua –que son prefiguras del Pan y el Agua
definitivos que saciarán para siempre el hambre y la sed de los eternos caminantes-.
El pasaje que continúa al que analizamos nos narra que Elías se refugia en una
cueva y es allí en donde Dios le revela la causa de su miedo y su fracaso:
Yahvé no está en el fuego con el que Elías consumió al novillo rociado con
agua, tampoco está en la violencia con la que destruyó a los opositores de
Dios, ni tampoco en el viento huracanado que descuaja los montes…Él está en la
suave brisa que acaricia el rostro acalorado de los caminantes del desierto, él
está en la cotidianidad de un pan cocido sobre piedras calientes.
Si me permite Usted,
amable lector, me atreveré a interpolar una interpretación personal y
cristológica sobre este dato: si el pan en el Nuevo Testamento simboliza a
Cristo/Eucaristía, y la piedra es
símbolo de la Torá o de la Ley, entonces lo que Dios oferta a Eliseo (símbolo
del nuevo pueblo de Dios, todo él profético) como alimento o viático para el
camino es a Jesús mismo que ha sido anunciado, preparado y anticipado por la
economía revelatoria del Antiguo Pacto que lleva en sus entrañas el fuego del
Espíritu que hace parir a Cristo en la historia.
¿Qué cosa más cotidiana
que el pan y el vino eucarístico? ¿Existe acaso algo más cercano que ese pedazo
de pan y ese sorbo de vino que es puesto al alcance de nuestra boca? Y sin
embargo, es el eternamente incognoscible, el inaccesible a las solas
capacidades humanas, el totalmente Otro, el tres veces Santo quien yace
suavemente en la palma de nuestras manos y es sorbido por nuestros labios
agostados por la sed de infinito.
Pero basta ya de
digresiones y volvamos al hilo conductor de nuestros textos. Pablo, en su carta
a los Efesios, conmina a los cristianos a no
entristecer al Espíritu Santo con el que han sido marcados como propiedad de
Dios. Lo que entristece al Espíritu es la maledicencia (hablar mal, difamar a
los hermanos), la aspereza en el trato, la ira, los gritos.
Es un elenco de
actitudes que parece tomado de cualquier comunidad actual ¿no les parece?, a
cual más hablamos mal unos de otros y con la misma boca con la que alabamos al
Señor sobajamos al hermano. A cual más tratamos con aspereza, nos encolerizamos
y levantamos la voz a los hermanos
cuando se equivocan o se “atreven” a expresar puntos de vista distintos a los
nuestros o según nuestros criterios dicen tonterías.
Entonces, las actitudes
que alegran a Dios pueden deducirse fácilmente buscando los opuestos: Dios se
alegra cuando hablamos bien y con tono deferente (ponderamos sus cualidades y
hacemos sentir importante), tratamos con suavidad y somos amables con los
hermanos. ¿Fácil no? El Evangelio no guarda sus secretos a los sencillos y
humildes de corazón, no es una doctrina esotérica reservada a unos cuantos
iniciados, el Evangelio se vive y la fe se verifica en el cada día del contacto
con los hermanos.
Pero, ¿es posible vivir
esto? Así como el cuerpo humano crece y puede realizar todas sus funciones
(incluyendo las del orden psicológico y espiritual) si es alimentado
adecuadamente, el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia no puede asumir la vida
sobrenatural del Evangelio sin el alimento pertinente que es Cristo mismo.
En el evangelio de Juan,
Jesús se presenta como el pan bajado del cielo que da la vida definitiva. Bien
sabemos por fe que a nivel sacramental, Cristo se nos da en el pan y el vino
eucaristizados, y que su presencia en las especies consagradas es real,
verdadera y sustancial, pero no basta con abrir la boca, masticar y beber, eso
no es comunión hasta que se convierte en expresión de una fe concretizada en
acciones específicas que responden a la Palabra de Jesús.
Pero al mismo tiempo,
manducar y beber el Cuerpo y sangre de Cristo creyendo firmemente es alimentarse con la fuerza misma de Dios, es
permitir ser asimilados por el Padre, el Hijo y el Espíritu y sumarse al
torrente de vida intradivina. Creer en el Pan bajado del Cielo significa pues
por una parte asumir los valores, criterios y opciones de Jesús como eje
conductual y al mismo tiempo significa celebrar con los hermanos la fiesta de
la vida que se nos oferta en la Eucaristía. Solo así alegraremos al Espíritu
que procede del Padre y del Hijo.
Gracia y paz.
domingo, 5 de agosto de 2012
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