Te invito a escuchar el audio de mi reflexión sobre las lecturas del domingo 29 de abril del 2012, 4° domingo de Pascua. El tema es el "nombre" de Jesús y la felicidad humana.
Sigue el vínculo:
http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-29-abril-audios-mp3_rf_1183868_1.html
lunes, 23 de abril de 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 29 DE ABRIL DEL 2012 4° DOMINGO DE PASCUA CICLO B
1.
LECTURAS
Hechos
de los apóstoles 4,8-12; << En
aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo:
-«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho
un beneficio a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha
curado a ese hombre; pues, que quede bien claro a todos vosotros y a todo
Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros
crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se
presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede
salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»
>>
Sal
117; << Dad gracias al Señor
porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el
Señor que fiarse de hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los
jefes. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro
patente. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa
del Señor. Tu eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. >>
1 Juan
3, 1-2; <<
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos
de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos
tal cual es. >>
Juan
10, 11-18; << En
aquel tiempo, dijo Jesús: - «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida
por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve
venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las
dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor,
que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y
yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas
que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi
voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque
yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la
entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla:
este mandato he recibido de mi Padre.» >>
2.
REFLEXIÓN
Sólo en el nombre de Jesús de Nazaret somos
rescatados de la muerte
Jorge Arévalo Nájera
En la primera lectura
de este domingo 4° de Pascua, tomada de los Hechos de los Apóstoles, Pedro
responde al cuestionamiento de los dirigentes judíos acerca del origen del
poder con que se ha sanado a un enfermo. El mensaje y la praxis de Jesús
estuvieron encaminados a liberar al hombre de todas las fuerzas que le atan y
le impiden lograr la vida en plenitud, es decir, la felicidad entendida en
categorías cristianas. Y en este proyecto de Jesús, la ley y el culto han
quedado ubicados en su justa posición como instancias sujetas al beneficio del
hombre y por otro lado, son asociadas al proyecto del Nazareno todos los
esfuerzos realizados que coadyuven a la felicidad humana, incluidos los de
aquellos que no pertenecen nominalmente al movimiento de Jesús[1].
Mientras a Jesús le
interesó la vida humana lograda en plenitud, a sus detractores y enemigos lo
que les interesaba era la “legalidad”, la “pureza cultual” y el beneficio del
hombre quedaba supeditado a la superestructura ritual y legal de la religión.
Por eso, acusaron a Jesús de blasfemo, de quebrantador anarquista de las
sacrosantas instituciones y acabaron colgándolo de un madero.
No fue distinta la
situación cuando los discípulos, años después de la muerte y resurrección de
Jesús se dispersaron por el mundo para anunciar el mismo mensaje de Jesús. Los jefes
del pueblo (escribas y ancianos especialistas en la ley y su interpretación) no
se fijan en el bien que los discípulos aportan al hombre y cuya sanación física
es solamente el signo sensible de un beneficio mayor. Ya en vida los dirigentes
religiosos llamaron a Jesús “Belcebul”
(príncipe de los demonios)[2] porque obraba portentos a favor del hombre en
el contexto del obligatorio descanso sabático y en el presente histórico del
ministerio de Pedro, se sigue cuestionando la legitimidad de la acción de Jesús
que se prolonga a través de su comunidad.
Pedro responde sin
ambigüedades y con toda la autoridad de Dios (dice el texto que está lleno de
Espíritu Santo) que ese poder o autoridad (exousía)
con que la comunidad cura a los enfermos procede del mismo Jesús que ellos han
crucificado y desechado. No es casualidad que en la perícopa de Mateo donde los
jefes identifican a Jesús con Belcebul, Jesús les advierta sobre el pecado
imperdonable contra el Espíritu Santo, porque negar que las acciones de Jesús
son obra de Dios es cerrarse a la acción definitiva del Padre que ya se realiza
en la historia y en el fondo es negarse a recibir la vida nueva que se inicia a
causa del perdón de los pecados, ¿qué puede hacer Dios ante tal contumacia
(tenacidad y dureza en mantener un error)? ¡La salvación no se impone, se
propone a la libre aceptación del hombre!
Por eso, la acción
liberadora del Hijo del Hombre es ya juicio, exigencia de postura que no admite
dilaciones, ¡es en el nombre de Jesús Nazareno que se ha sanado/liberado al
hombre que estaba enfermo! Es preciso aclarar, para poder entender
adecuadamente el porqué de la controversia, que para la mentalidad judía la
enfermedad es signo de maldición divina a causa del pecado, preludio de la
muerte y que solamente mediante rituales y prescripciones legales es posible
recibir el perdón de Dios y por lo tanto la salud. Jesús ha roto este esquema
mental religioso y ha mostrado que el perdón es gratuito, que Dios no está
airado con los pecadores, que los ama y que incluso está dando su vida (en la
persona de Jesús) para rescatarlos.
Por otro lado, el
“nombre” para los judíos significa la esencia dinámica de una persona y en este
sentido, la misma etimología del nombre Jesús (Yahvé salva) apunta directamente
a su misterio personal. Es una esencia en relación, en salida permanente hacia
los otros, realizada en el encuentro con los pecadores, con los pobres y
marginados. De tal modo que es un hombre para y con los hombres. Y esa “salida”
de Jesús tiene un objetivo, la felicidad de los hombres que solamente es
lograda en el encuentro de comunión con Dios. Jesús no ve otra forma de ser
felices.
Ahora bien, a Dios no
se puede llegar más que a través de la mediación de Jesús (no ha sido dado a
los hombres bajo el cielo otro nombre en el que se puedan salvar) que no es
religiosa (cultos y leyes) sino existencial y eminentemente práxica. Se pone en
práctica la Palabra en el contexto específico en el que se vive y entonces uno se
ve sumergido en el “nombre” de Jesús y se descubre sanado, salvado, redimido,
plenificado, gozoso, abrazado por la paz que procede de Dios y que el mundo no
puede dar.
La Pascua de Jesús es
una permanente invitación a sumergirnos en el nombre de Jesús Nazareno para ser
rescatados de las garras de la muerte, hagamos nuestra esta invitación y
dejémonos sumergir en el Misterio de aquel que por amor a nosotros (sus ovejas)
ha dado su vida para hacernos hijos, unirnos con todos los hombres bajo el
mando de un mismo Pastor y conducirnos a los pastos nuevos de la vida en
plenitud.
Gracia y paz.
[1]
"Juan
le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera
demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero
Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi
nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros,
por nosotros es" (Marcos 9.38-40)
domingo, 22 de abril de 2012
Oración de envío misionero cristiano.
Te comparto la bella oración católica que se pronuncia para enviar misioneros a proclamar la Buena Nueva de Jesucristo. Sigue el vínculo:
lunes, 16 de abril de 2012
AUDIO REFLEXIÓN DOMINGO 22 DE ABRIL 2012_3° DE PASCUA
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 22 de abril del 2012 (temas de la conversión y el perdón de los pecados). Sigue el vínculo:
http://www.ivoox.com/reflexion-domingo-22-abril-2012-3-pascua-audios-mp3_rf_1169854_1.html
http://www.ivoox.com/reflexion-domingo-22-abril-2012-3-pascua-audios-mp3_rf_1169854_1.html
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 22 DE ABRIL DEL 2012 3° DOMINGO DE PASCUA CICLO B
1.
LECTURAS
Hechos de los
Apóstoles 3,13-15.17-19; << En aquellos días, Pedro
dijo a la gente: - «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de
nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis
y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al
santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la
vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras
autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por
los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y
convertíos, para que se borren vuestros pecados.» >>
Sal 4, 2. 7.
9; <<
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste
anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. Hay muchos que dicen: « ¿Quién
nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» En paz me
acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir
tranquilo. >>
1Juan 2, 1-5;
<<
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos
a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo. Él es victima de
propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por
los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus
mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un
mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente
el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos
en él. >>
Lucas 24,
35-48; << En aquel tiempo, contaban
los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a
Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta
Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la
sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - « ¿Por qué os alarmáis?, ¿por
qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en
persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos,
como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no
acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: -« ¿Tenéis ahí
algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió
delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros:
que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí
tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras.
Y añadió: -«Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y
en su nombre se predicará la conversión para el perdón de los pecados a todos
los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
>>
2.
REFLEXIÓN
Resucitados para
pregonar la conversión y el perdón de los pecados
Jorge Arévalo
Nájera
El acontecimiento de la
Pascua de Jesús es narrado en los evangelios con miras a iluminar la
espiritualidad (forma concreta de vivir el dato revelado) de los discípulos, o
dicho en términos más teológicos “las
narraciones pascuales no tienen el objetivo primario de darnos a conocer el
misterio cristológico, sino de iluminar el horizonte del misterio eclesiológico
que se inaugura con la Pascua de Cristo”.
En efecto, de poco o
nada serviría “conocer” lo sucedido a Jesús si esto no tuviera una incidencia
directa en la vida de sus seguidores. Ya se ha gastado mucha tinta en sutiles
disquisiciones acerca de la naturaleza gloriosa del cuerpo del Resucitado, que
si era invisible o material, que si traspasaba paredes, que si salió caminando
o volando del sepulcro, que si traspasaba la materia entonces que necesidad
había de mover la roca, etc., etc. Todos esos malabarismos Pseudo-teológicos lo
único que hacen es distraer la atención de lo que es esencial al mensaje
Pascual.
Este 3er domingo de Pascua,
la Liturgia de la Palabra centra su atención en dos aspectos fundamentales de
la vida nueva en Cristo: la conversión y el perdón de los pecados. Vayamos
aclarando estos dos tan importantes conceptos teológicos para evitar malos
entendidos.
Conversión:
En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro echa en cara la
culpa del asesinato de Jesús al pueblo y a sus dirigentes. No hay medias
tintas, optaron por indultar a un asesino y ellos mismos se convirtieron en
deicidas, mataron al autor de la vida. Pero no tengamos demasiada prisa por
excluirnos del grupo al que Pedro dirige su invectiva. Es verdad que
históricamente fueron los dirigentes judíos y romanos los que conspiraron
contra Jesús y acabaron dándole muerte, pero no olvidemos que según la teología bíblica, existe indefectiblemente un
vínculo ontológico solidario entre todos los miembros de la raza humana de
todas las épocas y condiciones. No es una simple metáfora afirmar que todos los
hombres participamos en el asesinato de Jesús.
Por otro lado, en tanto
que Jesús no murió para siempre sino que vive y su lugar propio de residencia
es el hombre, entonces cada vez que optamos por los valores de la cultura de la
muerte, que mata, oprime y aliena a millones de seres humanos, estamos atentando
contra la vida misma que es Jesús. Cada vez que preferimos la violencia sobre
la mansedumbre, la riqueza sobre la pobreza, la primacía sobre el servicio, el
odio sobre el perdón, el acaparamiento sobre la compartición, estamos matando
al autor de la vida.
Cada vez que poseo a mi
pareja buscando solamente mi placer egoísta y me olvido de que el acto sexual
es el gesto que ratifica la entrega total y definitiva al otro, estoy optando
por indultar a Barrabás y condenar a Jesús a la crucifixión.
Para una vivencia
auténtica del cristianismo es absolutamente indispensable el reconocimiento, la
aceptación humilde de las propias culpas, de la connivencia con el mal. No se
trata, desde luego, de abogar por el desarrollo de un sentimiento patológico
culpígeno que asfixia todo germen de libertad y más que ayudar al hombre, lo
hunde en las arenas movedizas de la falaz mentalidad que le hace sentirse
incapaz e indigno. Más bien se trata del sano reconocimiento de las propias
responsabilidades de cara al pecado personal y social para poder dar pasos
hacia una vida libre y plena. ¿Cómo poder salir de la esclavitud si ni siquiera
existe la conciencia de ser esclavos?
Claro que se necesita
arrojo y valentía para atreverse a reconocer ante uno mismo y ante los demás
las propias culpas, enfrentarse con los aterradores demonios interiores y las
oscuras oquedades del alma no es nada sencillo, pero el mismo Espíritu que nos
convence de nuestro pecado, nos empodera para enfrentarnos a él aferrándonos a
Cristo.
He aquí el segundo paso
de la conversión; el cambio de mentalidad, la metánoia. Convertirse
significa etimológicamente hacer que algo o alguien se transforme en algo o
alguien distinto de lo que era, en este caso, se trata de asumir una mentalidad
distinta, de pensar, de enjuiciar la realidad (personal y exterior) con
criterios que hasta el momento de la conversión no eran parte del marco
interpretativo con que la persona aprehende la realidad y la dota de
significado.
Si ponemos ejemplos
concretos podríamos decir lo siguiente; si usted piensa (y no se trata de
auto-engañarnos sino de hacer un ejercicio de introspección sincera) que las
agresiones deben responderse con agresiones para evitar que los demás abusen y
piensa que la máxima evangélica de “poner la otra mejilla cuando alguien te
abofetea” es simplemente imposible de llevar a cabo si queremos sobrevivir en
este mundo violento, entonces la conversión significaría invertir los
parámetros, atreverse a pensar que renunciar a toda forma de violencia para
asumir la convicción de que la mansedumbre es el camino que construye el Reino.
Si piensa que la revancha ante la ofensa es lo único sensato, entonces la
conversión significaría pensar que el perdón es la única forma de vencer en el
conflicto.
Solamente hagamos una
precisión pertinente; en gramática cristiana, “pensar” hace referencia a la
adhesión totalizadora a la propuesta de Jesús, no a una adhesión intelectual a
un determinado código ético o a unos ciertos dichos de Jesús. En la mentalidad
del Nazareno, el pensar es ya una acción concreta y definitiva (el que odia en
su corazón a su hermano es ya un homicida). Es en el corazón que uno se convierte, es del
corazón que brotan las obras buenas o malas y es en el corazón/mente que se
adhiere o se rechaza al Mesías.
Perdón
de los pecados: De acuerdo a la teología del Nuevo
Testamento, el perdón de los pecados no es la consecuencia de la conversión
sino el presupuesto que posibilita la conversión. En otras palabras, es posible
convertirse porque se experimenta el perdón gratuito de Dios. Así por ejemplo
en el relato de la mujer adúltera o en la parábola del hijo pródigo. Entonces,
¿por qué las lecturas de hoy parecen invertir la perspectiva?
Esta aparente
contradicción se resuelve fácilmente si consideramos dos aspectos: la conversión
no es el cumplimiento legalista de normas religiosas y el pecado no
es simplemente la transgresión legalista de esas normas. Por lo tanto, el
perdón no es en primer lugar una especie de “olvido” divino sobre las
transgresiones humanas.
La conversión es un
cambio de mentalidad que es fruto del amor derramado gratuitamente por Dios
sobre la vida errada del hombre (pecado) que al sentirse y saberse amado de tal
forma, abre su mente/corazón a la potencia de la gracia que así le empodera
para vivir lo que parece imposible (el Evangelio). En realidad se trata de un
círculo virtuoso que se experimenta históricamente con elementos
intercambiables (perdón gracioso-reconocimiento del pecado-cambio de
mentalidad) porque en muchas ocasiones primero el hombre se descubre pecador y
se abre a la necesidad del perdón, pero en otras ocasiones se experimenta
amado, descubre su pecado y cambia de mentalidad, se adhiere a Jesús.
De cualquier modo, sea
como sea la experiencia personal, Jesús nos envía a todos y cada uno a pregonar
solemnemente que la Pascua nos ha liberado de las ataduras del pecado, nos ha
hecho conocer la verdad de la mente de Cristo y que esta misma experiencia está
destinada a todos los hombres, sin distinción de razas, credos, ideologías
políticas o preferencias sexuales, porque en Cristo Jesús han sido crucificadas
todas las diferencias y una nueva humanidad unida en el amor ha surgido en la
Pascua.
Gracia y paz.
lunes, 9 de abril de 2012
AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE ABRIL DEL 2012_2° DE PASCUA
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 15 de abril del 2012:2° de Pascua.
Sigue el vínculo:
AUDIO REFLEXIÓN 15 ABRIL 2012
Sigue el vínculo:
AUDIO REFLEXIÓN 15 ABRIL 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 15 DE ABRIL DEL 2012 2° DOMINGO DE PASCUA
1.
LECTURAS
Hechos de los Apóstoles 4, 32-35: << La multitud de los creyentes tenía un solo
corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que
todo era común entre ellos. Los
Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y
gozaban de gran estima. Ninguno padecía
necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el
dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno
según sus necesidades.
Sal 117, 2-4. 16ab-18. 22-24: << Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su
amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que
temen al Señor: ¡es eterno su amor! «La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas.» No, no moriré: viviré para publicar lo que
hizo el Señor. El Señor me castigó
duramente, pero no me entregó a la
muerte. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día
que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. >>
1 Juan 5, 1-6: << Queridos hermanos: El que
cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama
también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es
que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en
cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha
nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es
nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el
Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el
agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el
Espíritu es la verdad. >>
Juan 20, 19-31: << Al atardecer de ese mismo
día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en
medio de ellos, les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les
mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando
vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el
Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló
sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan.» Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con
ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: « ¡Hemos visto al
Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no
pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho
días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba
con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso
en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás:
«Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado.
En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: « ¡Señor mío y Dios mío!» Jesús
le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber
visto!» Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus
discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido
escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
creyendo, tengan Vida en su Nombre. >>
Comunión
y testimonio para hacer experiencia del Resucitado
Jorge
Arévalo Nájera
Hablemos
claro y fuerte; ¡Si no es posible tener un contacto real y personal con Jesús
Resucitado entonces el cristianismo es una farsa y más valdría a los creyentes
buscar otros caminos que satisfagan sus búsquedas!
Recuerdo
con viveza una etapa de crisis en mi vida de fe; un domingo de Pascua, estando
en la celebración eucarística, plantado frente a una imagen de Jesús Buen
Pastor, la duda llegó de repente, como una ola avasalladora que te toma
desprevenido, te golpea y arrastra al fondo del mar y el pánico te invade. ¿Será
verdad que resucitó Jesús? ¿No será todo un engaño, tal vez no de mala fe, pero
un engaño a fin de cuentas? ¿No habrá terminado todo en la cruz y la única
actitud sensata será, como los peregrinos de Emaús, regresarme a mi aldea y
continuar con la vida de antes?
La
piedra angular de mi vida, la que sostenía todo y desde la cual interpretaba mi
propia identidad y daba sentido existencial a mi vida, parecía no estar de
repente y todo amenazaba con derrumbarse. Fue realmente un momento –demasiado largo
para mi gusto- angustiante. ¿Cómo puedo relacionarme con alguien al cual no
puedo ver, escuchar ni tocar? Las mediaciones me estorbaban, me parecían un
mero pretexto para engañar bobos.
Lo
más absurdo era que en mi corazón no desaparecía el amor por Jesús y ese amor
me lastimaba porque el amor exige de suyo el contacto real con el amado y era
frustrante amar a un muerto. El Señor fue misericordioso conmigo y finalmente
me dio la certeza en la fe sobre la realidad de la Pascua, pero esto significó
un proceso largo y fatigoso no exento de trabajo espiritual en el que tuve que
dar pasos concretos para preparar mi corazón para la experiencia del
Resucitado.
Las
lecturas de este domingo nos muestran precisamente la interacción absolutamente
necesaria entre la gratuidad de la manifestación libérrima del Resucitado y la
actitud discipular que permite recibir y captar con hondura la realidad inédita
de la resurrección.
En
la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles,
se nos muestra el contexto propio y primario de la experiencia del Resucitado:
la Iglesia, o mejor aún, el ámbito eclesial. No se trata de pertenecer
nominalmente a una institución, sino de una actitud existencial que se llama
eclesialidad y que se encuentra articulada sobre dos ejes: la koinonía (comunión/compartición) y el
testimonio de vida.
Hablo
aquí del término “Iglesia” en su sentido más amplio, en cuanto al conjunto de
seres humanos que son convocados por Dios a la vida en el amor y responden
positivamente uniéndose de diversas maneras para construir la sociedad
alternativa proyectada por Dios y manifestada por Jesús. Sin embargo, no niego
que la eclesialidad universal conozca un punto de inflexión sacramental en la
comunidad que se reúne para celebrar el Misterio el primer día de la semana, el
Dies Domini (el Día del Señor o
Domingo), pero esa reunión celebrativa no es excluyente sino que abraza los
esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad para vivir la eclesialidad universal.
Pues
bien, es en este ámbito sacramental/eclesial que se da la experiencia del
resucitado. Hoy es común escuchar la falsa e ilusoria premisa de que es posible
relacionarse con Jesús en la privacidad de la intimidad personal, sin
referencia a la Iglesia. Desengañémonos, esto NO ES POSIBLE si atendemos a la
revelación unánimemente constatada en la Sagrada Escritura. Desde luego que es
posible para la mente humana construir una “relación” intimista con Jesús, que
inclusive puede parecer –y aquí radica el principal peligro- verdadera, emotiva
y sincera, pero esto no quiere decir que sea real.
Lo
único que garantiza el espacio para la manifestación del Resucitado es estar
insertado en una dinámica eclesial, permanecer unidos indivisiblemente en un
mismo criterio de discernimiento de lo real (un mismo corazón) y un mismo impulso
vital que conduce la vida (una misma alma). Pero con esto, no está dicho todo,
esa unidad debe hacerse visible y concreta en la koinonía (comunión) y el marturéo
(testimonio) de cara al mundo.
En
efecto, no hay experiencia del Resucitado sin la compartición de bienes y de
vida. Mientras los que se dicen discípulos de Cristo no practiquen la
compartición real y efectiva de bienes materiales y espirituales, ad intra (hacia dentro de la misma
comunidad) y ad extra (hacia fuera de
ella misma), no puede hablarse de cristianismo auténtico. La prueba irrefutable
de que algo no anda bien en una comunidad que se dice cristiana es el desfase
entre pobreza y riqueza en su interior. Si hay hermanos que tienen carencias
elementales en el rubro económico mientras que hay otros que viven
opulentamente, entonces esa comunidad, simple y sencillamente no es cristiana,
puede ser un conjunto de aspirantes al discipulado, un grupo de fans del Jesús
revolucionario, carismático o maestro de moral, pero no es todavía comunidad de
discípulos que siguen las huellas de Jesús Mesías.
Pero
tampoco lo es si no existe el testimonio de una vida congruente entre lo que se
dice creer y lo que se vive. Al cristiano no se le pide perfección al estilo
griego en la vivencia de las virtudes, sino opciones reales que demuestren una
progresiva adhesión a Cristo. Se puede caer e inclusive retroceder, pero no se
permite claudicar, el cristiano se define como un caminante permanente que se
levanta de todas las caídas y vuelve a retomar el camino con la mirada transida
de esperanza porque puesta siempre en Jesús que le precede. Ese es el
testimonio que el mundo espera y necesita de los cristianos.
Por
otro lado, la koinonía y el testimonio son la prueba eficaz de que se ama a Cristo,
porque, como dice la 1 Jn, el amor a Dios se verifica en el amor a los
hermanos (koinonía) y de este modo se
cumplen sus mandamientos y se muestra la fe/adhesión existencial a Jesús. Los
hijos de Dios, los que han nacido de lo alto (la cruz) y ahora experimentan la
fuerza invencible del Resucitado no saben ni pueden vivir de otro modo.
Dice
el autor de la carta que << Jesucristo
vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y
con la sangre. >> En muchos textos del AT se relacionan íntimamente el
símbolo del agua y la Palabra de Dios
(cf. Is 55,10-11, texto que acabamos de escuchar en la liturgia de la Vigilia
Pascual) y en el NT la carta a los Efesios 5, 25-26 afirma: << Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento
del agua por la palabra. >> Si partimos de los hechos de que el agua en
Juan es símbolo de la vida comunicada (brota agua del costado abierto del
crucificado que se derrama sobre el centurión) y de que Jesús es la Palabra de Dios encarnada,
entonces es válido afirmar que Jesucristo vino como Palabra vivificante (agua).
Por otro lado, la sangre simboliza también la vida pero en cuanto entregada
hasta la muerte por amor (brota también del traspasado).
Vivir
como resucitados significa entonces, adherirse de forma total a la Palabra
definitiva que Dios ha dicho en Cristo y entregar la vida como él la entregó
<< ámense los unos a los otros como
yo los he amado>>
Pero
ya me voy extendiendo demasiado en esta reflexión y quiero terminar mencionando
la imagen que Juan nos presenta en el cuarto evangelio acerca de Jesús
Resucitado como portador de las marcas de su pasión y revelándose en la
asamblea eucarística de la Iglesia. La intención de Juan no es dogmatizar la creencia
en la resurrección de Jesús como una burda revivificación del cadáver con todo
y heridas físicas. Más bien, la imagen es un recurso literario que pretende,
por un lado, afirmar la plena identidad entre el Resucitado (incognoscible en
su absoluta novedad) y el Jesús traspasado por los clavos y la lanza a causa de
su amor por los hombres y su fidelidad al proyecto del Padre. Así, el
Resucitado que otorga la paz/plenitud a su comunidad no es otro que aquel que
los amó hasta el extremo en la última cena y que les dio el mandato de hacerse
siervos los unos de los otros para que el mundo crea y creyendo, tenga vida en abundancia.
Gracia
y paz.
domingo, 8 de abril de 2012
AUDIO REFLEXIÓN LECTURAS VIGILIA PASCUAL
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas de la Vigilia Pascual 2012. Sigue el vínculo.
http://www.ivoox.com/reflexion-vigilia-pascual-2012-audios-mp3_rf_1154365_1.html
http://www.ivoox.com/reflexion-vigilia-pascual-2012-audios-mp3_rf_1154365_1.html
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL SÁBADO 7 DE ABRIL DEL 2012 SOLEMNE VIGILIA PASCUAL
1.
LECTURAS
*Debido a la
cantidad y extensión de las lecturas que se proclaman en esta Solemnidad,
remito al lector al misal mensual o anual o inclusive a los textos mismos en la
Biblia.
2.
REFLEXIÓN
De la vieja creación al
sepulcro vacío
Jorge Arévalo Nájera
La noche lóbrega ha
pasado, el Getsemaní y el Gólgota son mudos testigos del horror y la ignominia infligidos
al Justo cuyo crimen fue pasar por el mundo haciendo el bien, sanando las
heridas, reconciliando al hombre con Dios y consigo mismo. La sociedad violenta
y excluyente lo convirtió en “chivo expiatorio” sobre el cual descargar sus
propias culpas.
Es ya la mañana del
domingo, todos –incluso sus más cercanos discípulos- creen que el Hijo del
Hombre reposa en su fracaso, envuelto en su traje mortuorio en una tumba. Las
mujeres –símbolo de la Iglesia- acuden presurosas para embalsamar con aromas y
ungüentos a aquel que aman…pero, ¿qué es lo que encuentran?
Vayamos por partes,
porque para comprender en toda su hondura el extraordinario texto del evangelio
de Marcos, con el que culmina la proclamación de la Palabra de esta festividad,
es necesario echar al menos una mirada a todos los textos que le preceden y que
preparan el corazón y el entendimiento de la asamblea para la plena revelación
de Cristo que se dice a sí mismo en su Evangelio.
El criterio
hermenéutico que utilizaremos para esta reflexión es el de una lectura
cristológica de los pasajes del Antiguo Testamento, en los que buscaremos los
elementos prefigurativos que anuncian a Cristo, para después mirar la forma en
que se cumplen plenamente en el Nuevo Testamento.
En la primera lectura,
del libro del Génesis
(1,1-2,2), la creación aparece como una obra portentosa de Dios cuya
culminación es el hombre. Todo es pensado y dicho por el Señor en vistas a
proveer al hombre de un espacio vital para que ejerza su señorío. Cuando Dios
contempla su creación, después de crear al hombre, exulta de alegría y exclama
¡Todo es muy bueno!, es decir, todo corresponde exactamente a su identidad,
todo es tal y como Dios lo ha querido. Al hombre se le otorga la capacidad y la
encomienda –don y tarea- de ser fecundo y dominar la tierra. La primera
creación es pues un proyecto y no una labor terminada. Queda abierta la
posibilidad y un horizonte de realización es presentado al hombre. Cristo es el
telos, la finalidad de la creación,
el punto omega hacia el cual se dirige y el hombre es el encargado en la
historia de encaminar por buen rumbo al cosmos mismo sumergiéndolo con su
testimonio en el torrente de vida divina.
En la segunda lectura,
también del libro del Génesis (22,1-8), aparece la prueba terrible de
Abraham al cual Dios le pide el sacrificio de su hijo amado Isaac. Si vamos más
allá de una lectura superficial del texto, podemos descubrir que el problema de
fondo es la idolatría; Abraham ha entronizado en su corazón al hijo de la
promesa y éste ha desplazado a Dios. Ese es el gran drama del hombre de todos
los tiempos, presta atención a la voz tentadora de las creaturas, que le han
sido dadas para que las someta y él pervierte el orden divino y las convierte
en amas esclavizantes, en señores y dueños de su vida. Dios previene en esta
noche santa de la Pascua/liberación a todos los discípulos sobre la gran
amenaza que se cierne sobre ellos y al mismo tiempo les hace vislumbrar el
horizonte de resolución para ese peligro… ¡mata al ídolo en tu corazón, aprende
a vivir en libertad y Dios te devolverá de un modo nuevo lo que amas!¡En Cristo
todo es recapitulado, asumido y recuperado porque él mismo ha crucificado la
idolatría en su cuerpo colgado del madero!
En la tercera lectura,
del libro del Éxodo, mediante una narración de género
épico, se nos presenta el glorioso pasaje del paso del pueblo israelita a
través del mar y la victoria de Yahvé sobre el ejército egipcio. Dos elementos
importantes a tomar en cuenta: la libertad a la que nos llama Dios (liberación
de Egipto) es una tarea permanente, siempre habrá un “mar” (símbolo de las
fuerzas opositoras al proyecto liberador de Dios) por delante, un muro que
parece infranqueable y Dios nos invita a la confianza total y absoluta <<Diles a los israelitas que se pongan en
marcha>>. Imagine el lector la escena; detrás está el ejército más
poderoso del mundo con toda su fuerza y delante está el mar imponente esperando
abrir sus fauces para devorar al pueblo. Para el pueblo no hay opción, debe
caminar hacia adelante confiado solamente en el Dios que le invita a la
libertad. Detrás solamente hay esclavitud y opresión, fracaso existencial.
Este pasaje se repite
una y otra vez en la vida del discípulo de Cristo, los “egiptos” multiformes de la actualidad amenazan con toda su potencia
esclavizante y el “mar” siempre está delante con todo su aparato ideológico que
nos hace pensar que la muerte es una muralla infranqueable y que la tierra de
la promesa es una utopía inalcanzable. Pero recordemos que la Pascua de Cristo
es nuestra pascua y que es la prueba irrefutable de que para Dios nada es
imposible.
La cuarta lectura (Is 54,5-14)
se abre con la solemne afirmación de que el Dios creador es el mismo que quiere
hacer una alianza de amor irrompible a pesar del fracaso del pueblo de cara al
proyecto liberador del Padre. Tal fracaso no se reduce al que se constata
históricamente en el pueblo de Israel sino que adquiere tintes prototípicos y
alcanza la experiencia de todos los hombres. Pero la misericordia del tiempo presente
(el de la historia) aplaza para el ésjaton el juicio final y Dios vuelve una y
otra vez a proponerse como alianza permanente de amor y fidelidad, él quiere
desposarse con el hombre, hacerlo suyo en el tálamo nupcial y sembrar en él la
semilla de la vida y desterrar para siempre el miedo a la muerte. ¿Qué otra
cosa es la Pascua de Cristo sino la constatación solemne de que el último y más
temible enemigo –la muerte- ha sido ya derrotado?
En la quinta lectura es
otra vez Isaías
(55,1-11) el que nos habla en nombre
de Dios; la escucha de la Palabra es la actitud que permite al hombre
satisfacer sus más hondas necesidades (simbolizadas en el texto por el hambre y
la sed). No busques en otras realidades lo que solamente se encuentra en Dios,
no gastes tu energía y tus dones en lo que no alimenta, no busques con tu
esfuerzo lo que se te otorga gratuitamente. La más honda necesidad humana es la
libertad y esa sólo está en Dios. El hombre libre del miedo a la muerte es
invencible, nada le ata, ninguna amenaza puede condicionar su actuar y su
pensar y por ello, puede construir sociedades alternativas justas y humanas.
Este es el gran sueño, la utopía polarizadora de todos los sueños y anhelos.
Y el logro de esta
utopía es precisamente lo que anuncia Isaías para los tiempos mesiánicos
mediante una nueva alianza definitiva y perpetua. Pero si bien, este pacto será
absolutamente gratuito, el hombre debe asumir una actitud fundamental para
hacer suya dicha alianza: ¡la escucha atenta de la Palabra y el cambio de mentalidad!…<<
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla
germinar,…así será la Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin
resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión >> y
<<mis pensamientos no son los
pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos >>. Ya puede
intuirse que esta profecía de Isaías anuncia a Cristo mismo, Palabra viviente
del Padre que se auto-exilia del seno Trinitario y no ha de volver a él hasta
haber consumado la plenitud del género humano.
El profeta Baruc
(3,9-15.32-4,4) hace hincapié en la
escucha/adhesión atenta a la Palabra que Dios dirige a su pueblo como el único
medio para adquirir la sabiduría que lleva a la vida, es decir que solamente
mediante la escucha es posible discernir y asumir los caminos que coadyuvan a
lograr el desarrollo pleno de la identidad humana. ¡Cuan difícil nos resulta la
escucha, acostumbrados a la verborrea superficial para ocultar nuestro profundo
terror a lo que el silencio pueda revelarnos! Y sin embargo, Dios es Palabra,
comunicación, invitación a la receptividad de su Misterio que se nos dice en
Cristo.
Ezequiel (36,16-28) indica la forma
concreta en la que Dios ha de llevar a cumplimiento la nueva alianza y
asegurarse de que esta vez el hombre no fracase y acabe perdiéndose en la
idolatría; ¡infundirá un corazón nuevo en el hombre, un corazón capaz de
escuchar y consonar al ritmo del corazón de Dios para que pueda vivir los
preceptos que otorgan y conducen por los caminos de libertad! Se prefigura sin
duda la donación del Espíritu, la inhabitación trinitaria que transforma el ontos (ser) del hombre caduco y cerrado
sobre sí mismo en un hombre capaz de
comunión con Dios desde la libertad.
Se abren entonces las
lecturas del Nuevo Testamento que revelan plenamente lo que se prefigura en el
Antiguo. Veamos de qué modo:
San Pablo, en su carta
a los Romanos
(6,3-11), indica con total claridad la acción escatológica y
definitiva de Dios en el hombre << ¿No
saben ustedes que todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por
medio del bautismo, hemos sido incorporados a él en su muerte? >>
¿Qué es incorporar sino hacer que algo forme parte de una realidad que antes no
era la suya? En efecto, antes del bautismo era imposible vivir la Palabra de
Vida, ser fieles a la alianza de amor simple y sencillamente porque ERA AJENA A
NOSOTROS, algo externo que había que asumir penosamente, una carga imposible de
llevar. La Buena Noticia de parte de Dios es que ahora esa Ley se hace más
íntima al hombre que el mismo ser del hombre, es inherente a él, su ontos meramente creatural ha sido
transformado en un ontos divinizado,
cristificado en virtud del bautismo, cuyo primer efecto es hacer morir el
pecado y la muerte para hacer emerger al hombre nuevo que vive al modo de
Cristo, en total entrega al Padre y a los hombres. ¿Qué otra cosa es la
resurrección sino el nacimiento a una forma de vida cualificada por el Espíritu
de Cristo?
Finalmente, el
exquisito texto de Marcos (16,1-7) cierra
el banquete de la Palabra en esta Noche Santa. El amor es el motor que sigue
moviendo a los discípulos (cuyo símbolo en este texto son las mujeres) a pesar
del aparente fracaso de Jesús se encaminan a embalsamar su cuerpo. Es verdad,
se encuentran sumergidos en la vieja y diabólica mentalidad de creer que la
muerte tiene la última palabra en la historia, que los poderes opresores son
inamovibles (la piedra era muy grande), pero el amor por ese extraño rabino
galileo que les ha robado el corazón será la piedra angular sobre la que se
construirá el edificio de la fe. Ya Dios se encargará de remover la piedra que
te impide descubrir que la muerte ha sido vencida, tú camina hacia el sepulcro,
busca a Jesús a pesar de todo y te llevarás la sorpresa más grande de tu vida,
un regalo que cambiará para siempre el rumbo de tu existencia… ¡la tumba está
vacía, la muerte no pudo retenerlo a Él y no puede retenerte tampoco a ti! ¡Deja que resuene en tu corazón el anuncio
del joven vestido de blanco; “No está aquí, ha resucitado”! ¡Deja que esas
palabras inunden tu corazón y desalojen cualquier otra palabra del mundo,
siente renacer la esperanza y abandona el miedo! ¡Ponte en camino porque la
vieja creación ha pasado, abandona el sepulcro y encamina tus pasos a la
Galilea de la vida cotidiana porque allí te aguarda el autor de la vida para
cumplirte sus promesas!
Feliz Pascua de
Resurrección.
Texto completo de la homilía del Santo Padre de la Vigilia Pascual 2012
8 abril, 2012
Queridos hermanos y
hermanas;
Pascua es la fiesta de
la nueva creación. Jesús ha resucitado y no morirá de nuevo. Ha descerrajado la
puerta hacia una nueva vida que ya no conoce ni la enfermedad ni la muerte. Ha
asumido al hombre en Dios mismo. «Ni la carne ni la sangre pueden heredar el
reino de Dios», dice Pablo en la Primera Carta a los Corintios (15,50). El
escritor eclesiástico Tertuliano, en el siglo III, tuvo la audacia de escribir
refriéndose a la resurrección de Cristo y a nuestra resurrección: «Carne y
sangre, tened confianza, gracias a Cristo habéis adquirido un lugar en el cielo
y en el reino de Dios» (CCL II, 994). Se ha abierto una nueva dimensión para el
hombre. La creación se ha hecho más grande y más espaciosa. La Pascua es el día
de una nueva creación, pero precisamente por ello la Iglesia comienza la
liturgia con la antigua creación, para que aprendamos a comprender la nueva.
Así, en la Vigilia de Pascua, al principio de la Liturgia de la Palabra, se lee
el relato de la creación del mundo. En el contexto de la liturgia de este día,
hay dos aspectos particularmente importantes. En primer lugar, que se presenta
a la creación como una totalidad, de la cual forma parte la dimensión del
tiempo. Los siete días son una imagen de un conjunto que se desarrolla en el
tiempo. Están ordenados con vistas al séptimo día, el día de la libertad de
todas las criaturas para con Dios y de las unas para con las otras. Por tanto,
la creación está orientada a la comunión entre Dios y la criatura; existe para
que haya un espacio de respuesta a la gran gloria de Dios, un encuentro de amor
y libertad. En segundo lugar, que en la Vigilia Pascual, la Iglesia comienza
escuchando ante todo la primera frase de la historia de la creación: «Dijo
Dios: “Que exista la luz”» (Gn 1,3). Como una señal, el relato de la creación
inicia con la creación de la luz. El sol y la luna son creados sólo en el
cuarto día. La narración de la creación los llama fuentes de luz, que Dios ha
puesto en el firmamento del cielo. Con ello, los priva premeditadamente del
carácter divino, que las grandes religiones les habían atribuido. No, ellos no
son dioses en modo alguno. Son cuerpos luminosos, creados por el Dios único.
Pero están precedidos por la luz, por la cual la gloria de Dios se refleja en
la naturaleza de las criaturas.
¿Qué quiere decir con
esto el relato de la creación? La luz hace posible la vida. Hace posible el
encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el
acceso a la realidad, a la verdad. Y, haciendo posible el conocimiento, hace
posible la libertad y el progreso. El mal se esconde. Por tanto, la luz es
también una expresión del bien, que es luminosidad y crea luminosidad. Es el
día en el que podemos actuar. El que Dios haya creado la luz significa: Dios
creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el
encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor. La materia prima del
mundo es buena, el ser es bueno en sí mismo. Y el mal no proviene del ser, que
es creado por Dios, sino que existe en virtud de la negación. Es el «no».
En Pascua, en la mañana
del primer día de la semana, Dios vuelve a decir: «Que exista la luz». Antes
había venido la noche del Monte de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y
muerte de Jesús, la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día,
comienza la creación totalmente nueva. «Que exista la luz», dice Dios, «y
existió la luz». Jesús resucita del sepulcro. La vida es más fuerte que la
muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La
verdad es más fuerte que la mentira. La oscuridad de los días pasados se disipa
cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios. Pero esto
no se refiere solamente a él, ni se refiere únicamente a la oscuridad de
aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada.
Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la resurrección, y vence toda
forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios, que vale para todos nosotros.
Pero, ¿cómo puede
suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en
palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el
sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un
puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el
bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Fiat lux, que exista la luz. El
nuevo día, el día de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo
nos toma de la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz,
en la vida verdadera. Por eso, la Iglesia antigua ha llamado al bautismo photismos, iluminación.
¿Por qué? La oscuridad
amenaza verdaderamente al hombre porque, sí, éste puede ver y examinar las
cosas tangibles, materiales, pero no a dónde va el mundo y de dónde procede. A
dónde va nuestra propia vida. Qué es el bien y qué es el mal. La oscuridad
acerca de Dios y sus valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y
para el mundo en general. Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y
el mal, permanecen en la oscuridad, entonces todas las otras iluminaciones que
nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino que son al mismo
tiempo también amenazas que nos ponen en peligro, a nosotros y al mundo. Hoy
podemos iluminar nuestras ciudades de manera tan deslumbrante que ya no pueden
verse las estrellas del cielo. ¿Acaso no es esta una imagen de la problemática
de nuestro ser ilustrado? En las cosas materiales, sabemos y podemos tanto,
pero lo que va más allá de esto, Dios y el bien, ya no lo conseguimos
identificar. Por eso la fe, que nos muestra la luz de Dios, es la verdadera
iluminación, es una irrupción de la luz de Dios en nuestro mundo, una apertura
de nuestros ojos a la verdadera luz.
Queridos amigos,
quisiera por último añadir todavía una anotación sobre la luz y la iluminación.
En la Vigilia Pascual, la noche de la nueva creación, la Iglesia presenta el
misterio de la luz con un símbolo del todo particular y muy humilde: el cirio
pascual. Esta es una luz que vive en virtud del sacrificio. La luz de la vela
ilumina consumiéndose a sí misma. Da luz dándose a sí misma. Así, representa de
manera maravillosa el misterio pascual de Cristo que se entrega a sí mismo, y
de este modo da mucha luz. Otro aspecto sobre el cual podemos reflexionar es
que la luz de la vela es fuego. El fuego es una fuerza que forja el mundo, un
poder que transforma. Y el fuego da calor. También en esto se hace nuevamente
visible el misterio de Cristo. Cristo, la luz, es fuego, es llama que destruye
el mal, transformando así al mundo y a nosotros mismos. Como reza una palabra
de Jesús que nos ha llegado a través de Orígenes, «quien está cerca de mí, está
cerca del fuego». Y este fuego es al mismo tiempo calor, no una luz fría, sino
una luz en la que salen a nuestro encuentro el calor y la bondad de Dios.
El gran himno del Exsultet, que el diácono canta al
comienzo de la liturgia de Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro
detalle más. Nos recuerda que este objeto, el cirio, se debe principalmente a
la labor de las abejas. Así, toda la creación entra en juego. En el cirio, la
creación se convierte en portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay
una referencia implícita a la Iglesia. La cooperación de la comunidad viva de
los fieles en la Iglesia es algo parecido al trabajo de las abejas. Construye
la comunidad de la luz. Podemos ver así también en el cirio una referencia a
nosotros y a nuestra comunión en la comunidad de la Iglesia, que existe para
que la luz de Cristo pueda iluminar al mundo.
Roguemos al Señor en
esta hora que nos haga experimentar la alegría de su luz, y pidámosle que
nosotros mismos seamos portadores de su luz, con el fin de que, a través de la
Iglesia, el esplendor del rostro de Cristo entre en el mundo (cf. Lumen
gentium, 1). Amén.
viernes, 6 de abril de 2012
De la Liturgia Católica del Viernes Santo, Oración Universal.
<< Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor les conceda vivir sinceramente lo que profesan y se digne reunirlos para siempre en un solo rebaño, bajo un solo pastor. Dios todopoderoso y eterno, tú que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira con amor a todos los cristianos, a fin de que, cuantos están consagrados por un solo bautismo, formen una sola familia, unida por el amor y la integridad de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. >> *De la Liturgia Católica del Viernes Santo, Oración Universal.
miércoles, 4 de abril de 2012
Audio reflexión Viernes Santo 2012
Te invito a escuchar mi reflexión para este Viernes Santo (significado de la cruz en la espiritualidad cristiana).
Sigue el vínculo:
http://www.ivoox.com/reflexion-viernes-santo-2012-audios-mp3_rf_1149821_1.html
Sigue el vínculo:
http://www.ivoox.com/reflexion-viernes-santo-2012-audios-mp3_rf_1149821_1.html
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL VIERNES 6 DE ABRIL DEL 2012 VIERNES SANTO
1.
LECTURAS
Isaías 52,
13-53, 12 << Mirad, mi siervo tendrá
éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque
desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos
pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y
contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el
brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado
de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el
cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros
sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido
de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado
por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices
nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el
Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se
humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante
el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo
llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados;
y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo
engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su
vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor
quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el
justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó
con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como
despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre
los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Sal 30 <<
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme
a salvo. En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. Soy
la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis
conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí. Me han olvidado como a un
muerto, me han desechado como a un cacharro inútil. Pero yo confío en ti,
Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares; líbrame de los
enemigos que me persiguen. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por
tu misericordia. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el
Señor.
Hebreos 4,
14-16; 5, 7-9 << Hermanos: Mantengamos la
confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado
el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente
como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie
oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su
angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna.
Juan 18,
1-19, 42 << Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su
término, para que se cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed.» Había allí un
jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña
de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está
cumplido.», e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. >> * Solamente transcribo Jn 19, 28-29.
2.
REFLEXIÓN
UNA SED QUE SÓLO
PUEDE SER CALMADA CON EL AMOR
Jorge Arévalo
Nájera
El Viernes Santo la
Iglesia universal medita con el corazón temblando acerca del misterio
insondable de la muerte del Hijo de Dios que queda significada en la cruz. Pero
la cruz, por la naturaleza misma del que ha muerto en ella, aparece como una
realidad que nos presenta dos rostros; Por un lado, efectivamente hace
referencia a la destrucción, a la ignominia, a la vergüenza, al dolor, a la
pérdida, a la oposición radical del hombre al proyecto salvífico del Padre y
por ende al pecado humano.
Es como un recordatorio
perpetuo de que el hombre ha querido realizarse en la historia según sus
propios criterios y ha dado muerte a la Palabra de vida definitiva. Porque la
muerte de Jesús, no es una muerte que el Padre haya predeterminado desde la
eternidad, no, lo que el Padre quería era la obediencia absoluta del Hijo y
hasta tal punto éste obedeció, que aceptó su muerte como consecuencia lógica de
su total oposición a las estructuras pecaminosas con que los hombres oprimen a
sus hermanos utilizando a Dios como pretexto para lograr sus propios intereses.
El Hijo vino a descubrir a los ojos del hombre
su pecado y abrir el camino de la salvación, su objetivo era constituir,
mediante el cambio de mentalidad y la adhesión de todo el ser del hombre a su
persona, un nuevo tipo de ser humano, todos discípulos del único Maestro y por
ello, hombres libres y plenos. Pero de tal modo rechazaron su propuesta por ir
en contra de sus mezquinos intereses, que acabaron dándole muerte en la forma
más denigrante del mundo entonces conocido; la muerte en cruz.
Pero hay otra dimensión en el signo de la
cruz. El Padre sabe recomponer siempre la historia de las equivocadas
decisiones humanas y la cruz no podría significar la derrota definitiva de Dios
en su afán de salvar al hombre, y así como éste introdujo el mal y el pecado en
la historia y Dios reinició su proyecto salvífico en los primeros tiempos, así,
en la plenitud de los mismos, asume en su proyecto la cruz del Hijo y la
convierte en camino salvífico.
Todo hombre que quiera
seguir el camino de Dios, tendrá que asumir la cruz como único modo de
realización en plenitud. La cruz es convertida por el Padre en signo de
victoria, ¡su Hijo ha vencido en ella, precisamente en ella al pecado y a la
muerte! Y si Jesús ha asumido la crucifixión en su proyecto de obediencia al
Padre por amor a los hombres, entonces la cruz también es signo de amor
entregado hasta el extremo. Aunque la cruz solo adquiere su interpretación
definitiva por la resurrección del Hijo, dicha resurrección no es propiamente
la victoria de Jesús, es el acontecimiento que revela el valor salvífico de la
cruz, es el corolario a la victoria ya alcanzada por el Hijo en Getsemaní y el
Gólgota, es la manifestación esplendorosa de esa victoria que se derrama sobre
los hombres.
Por ello, la cruz de
Cristo es siempre signo profético que anuncia el amor de Dios, que revela el
auténtico rostro de la divinidad, que expresa con la más dramática plasticidad
al Dios que entrega la vida por los hombres para elevarlos a la categoría de
hijos por la efusión de su Espíritu, que brota del costado abierto del
crucificado.
Pero también denuncia
la obstinada y contumaz mentalidad humana que se rehúsa a abandonar sus
criterios y valores egoístas, que aunque bien visto tiene, solo le llevan a la
destrucción, a él le parecen deliciosos manjares que no está dispuesto a dejar
para asumir el proyecto de Dios, proyecto que siempre le exigirá renunciar a
sus supuestos privilegios para optar por los pobres y desposeídos del mundo,
mentalidad que le llevará a crucificar al Hijo de Dios, no sólo en el Gólgota
de hace casi dos mil años, sino en el Gólgota de la vida cotidiana de los
hombres del siglo XXI. Pero la resurrección, nos permite vislumbrar la
dimensión edificante del signo profético de la cruz, viéndose así iluminado
todo sufrimiento humano cuando éste es injertado por el Espíritu y por la fe
del sufriente en el sufrimiento de Cristo que salva al mundo.
¡Él es el siervo doliente anunciado por
Isaías, que soporta nuestro sufrimiento y lleva sobre sí nuestras culpas!, ¡Él
soportó el castigo que nos trae la paz! Jesús es quien en absoluta obediencia,
aún y sobre todo en la noche obscura de la ausencia de su Padre, da el salto
definitivo y se abandona en brazos del que oculta su rostro ¡Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu! Esperando contra toda esperanza que Él le librará
por ser Dios fiel y verdadero.
Es precisamente por su
obediencia, que le lleva a la muerte y una muerte en cruz, que el Padre le
exalta y su nombre está sobre todo nombre y es nuestro sumo Sacerdote, el único
intermediario entre Dios y los hombres.
La muerte de Jesús, es la culminación de su pasión y a la vez, del
proceso de abajamiento de Dios, Él no sabe hacer otra cosa que entregarse, que
dar la vida misma por sus criaturas. Desde la eternidad, su proyecto creacional
es ya proyecto salvífico, con miras a la plenificación del hombre, y a través
del hombre, del cosmos mismo, pero esa plenificación se logra por la gracia,
por la donación de la misma vida divina, donación que queda constatada para
siempre en la cruz del Hijo.
El bellísimo y
dramático texto del evangelio de Juan que se nos ha proclamado, solo puede
comprenderse si se atiende al estilo propio del escritor. Todos los escritos de
la tradición joánica (Evangelio según san Juan, Apocalipsis y las cartas 1, 2 y
3 de Juan) utilizan muchísimos símbolos para presentar su teología. Por ello,
es necesario aclarar el significado de dichos símbolos para acceder a su
mensaje y poder actualizarlo en nuestra vida. Vayamos por partes: Las ropas
simbolizan en el pensamiento semita o bíblico, la dignidad de la persona o la
persona misma en cuanto su valía.
Por otra parte, el
número cuatro hace alusión a la universalidad, a los cuatro puntos cardinales y
por lo tanto al universo entero. Así, el hecho de que los soldados (romanos
evidentemente) se repartan en cuatro partes la ropa significa que precisamente
en su muerte, se hace posible que toda la creación reciba la vida que se
encontraba condensada en el hombre Jesús y que ahora, libre de toda atadura se
expande al universo entero. Lo escandaloso del texto es que sean precisamente
los que le han quitado la vida los
primeros en recibir la gracia. La túnica, tejida sin costura ha sido
interpretada por la tradición cristiana como imagen de la indivisibilidad de la
Iglesia, por ello, se hace hincapié en que era de una sola pieza y sin costura.
La Comunidad cristiana por lo tanto, según la teología de Juan, nace de la
cruz. Otro simbolismo importante es el
de <<la madre de Jesús>> y <<el discípulo amado>>.
Más allá de la
historicidad de los personajes, en la teología joánica juegan un papel representativo:
La madre es Israel, el resto fiel que ha acogido el mensaje de Jesús mientras
que el discípulo amado es la comunidad cristiana naciente, el nuevo Israel.
Ambos grupos se unen en la cruz de donde brota la fraternidad que mantendrá
unida a la gran Iglesia. El vinagre representa al amor corrompido, al amor traidor, quizá el único tipo de amor que el
hombre puede dar a Dios y sin embargo, Jesús en su infinita misericordia recibe
este amor corrupto, él tiene sed del amor del hombre y si éste solo puede darle
vinagre, pues que así sea, se lo bebe.
Y así, todo se cumple,
el proyecto de Dios manifestado en Jesús llega a su plenitud cuando éste muere,
pero no es de modo alguno una muerte estéril, por el contrario, de ella mana la
vida auténtica, la vida definitiva y sin límites <<entregó el
Espíritu>>. Pero el odio del hombre hacia Dios no parece conocer límites
y ante el amor de Dios que llega hasta la entrega de su propio Hijo, el hombre
vuelve a responder con una canallada y
traspasa el costado del crucificado ya muerto.
Pero Dios siempre tiene
la última palabra y su amor no se agota, y vuelve a responder con el don de la
vida simbolizados por el agua y la sangre. El agua simboliza la vida en cuanto
tal y la sangre es la misma vida pero en cuanto entregada. Bautismo y
Eucaristía, vida que nace de la muerte y vida llamada a la entrega por amor. He
aquí resumida la espiritualidad cristiana a la que estamos llamados:
Fraternidad que nace de la experiencia de la cruz, unidad irrompible como
característica de los bautizados, acogida maternal para todos y esperanza en
que a pesar de nuestro amor corrompido Dios siempre tendrá una forma inédita de
salvarnos.
Gracia y paz.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)