Te invito a escuchar mi reflexión sobre el Misterio de la Santísima Trinidad a partir de las lecturas del domingo 3 de junio de 2012 (Solemnidad de la Santísima Trinidad).
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martes, 29 de mayo de 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 3 DE JUNIO DE 2012 SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD CICLO B
LECTURAS
Deuteronomio
4, 32-34. 39-40: <<
Moisés habló al pueblo, diciendo: - «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos,
que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra:
¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?;
¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la
voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios
intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas,
signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores,
como todo lo que el Señor vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante
vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y
medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y
aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que
yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y
prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»
>>
Sal 32, 4-5.
6 y 9. 18-19. 20 y 22 1 2b:
<< La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él
ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. La palabra del
Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y
existió, él lo mandó, y surgió. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y
reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro
auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo
esperamos de ti. >>
Romanos 8,
14-17:
<< Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son
hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el
temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: « ¡Abba!»
(Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos
hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él
glorificados. >>
Mateo 28,
16-20:
<< En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: - «Se me ha dado pleno poder en el cielo y
en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo
lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo.» >>
REFLEXIÓN
La Trinidad, en las
entrañas de la historia
Jorge
Arévalo Nájera
Este domingo, la
Iglesia celebra el Misterio de la Santísima Trinidad. Si bien este dogma es del
conocimiento común –qué cristiano no sabe la fórmula trinitaria que le
enseñaron en el catecismo “Un solo Dios, pero tres personas distintas”-, una
simple encuesta -realizada personalmente- entre cristianos de distintas
denominaciones parece revelar que esta realidad no es comprendida en absoluto y
mucho menos tiene una incidencia en la espiritualidad cristiana. Casi podríamos
decir que si por decreto se suprimiera el concepto trinitario del <<depósitum fidei>> (conjunto de
verdades reveladas que le han sido confiadas a la Iglesia), y se abrazara el
monoteísmo absoluto –como el de judíos y musulmanes- no causaría el menor
problema a la mayoría de los cristianos.
Y es que a decir
verdad, la reflexión y profundización en el Misterio trinitario, ha quedado
circunscrito a las esferas eruditas de la teología y poco se ha hecho para
aplicar la veta espiritual inagotable que posee. En otras palabras poco se ha
dicho al pueblo sobre la forma concreta en que dicho Misterio afecta la vida
cotidiana de cara a la fe, ¿Qué tiene que ver la Trinidad en el mundo
relacional del creyente? Veamos de profundizar en el tema siguiendo las
lecturas de hoy día:
El libro del Deuteronomio
presenta un discurso de Moisés al pueblo. Analicemos, aunque sea brevemente los
elementos más importantes que resalta el legislador: En primer lugar, un pasado
lleno de manifestaciones divinas que han privilegiado a Israel << ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has
oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?>>
Israel es el pueblo elegido por el Padre y depositario de la Palabra y el
Espíritu (fuego). Desde una lectura cristológica –perfectamente legítima para
el cristiano- este texto pone las bases para la reflexión de la Iglesia acerca
del misterio de la Trinidad, ya que Dios en el A.T y el Nuevo Testamento es
siempre el Padre, su Palabra es el Hijo y el fuego será identificado con el
Espíritu Santo.
El Dios cristiano no es
una divinidad alejada de los hombres, es uno que se entromete en su historia,
pasado, presente y futuro se ven transidos por la intervención salvífica de
Dios. Aquel que dice <<quiero olvidar mi pasado, en él solo existe dolor,
frustración y ausencia de sentido>> no ha sabido buscar en las entrañas
de su historia. La acción de Dios es permanente, no solo sostiene
ontológicamente el ser de la creatura, sino que interviene en su desarrollo,
conduce motivando, proporcionando mociones, enamorando sutilmente el corazón
del hombre. Aún los acontecimientos más terribles del pasado pueden ser vistos
como vehículos de salvación para aquel que se abre a la potencia de lo eterno.
¡Cuántas historias de pasados abominables vienen a mi recuerdo, pero los
testimonios de los actores de esos acontecimientos también se hacen presentes
para abrir horizontes insospechados de amor y plenitud!
Cierto, las cicatrices
son permanentes, el Resucitado es siempre el crucificado que nos muestra las
heridas en sus manos, en sus pies y su costado, pero esas heridas abren las
puertas de la vida definitiva. Somos lo que somos, nadie puede borrar nuestra
historia, pero hay uno que puede darle sentido al pasado haciéndonos descubrir
su presencia precisamente en ese pasado. El origen de nuestra vida nueva es
siempre el Padre, él es quien da comienzo a todo, no solo a la creación en
cuanto tal, sino a la creación de una historia de salvación personal.
En segundo lugar, la elección: << ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse
una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra,
con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el
Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?>> ¡Somos elegidos de Dios para ser libres!
¡Cuánta falta hace creerse esto! Vamos por la vida sin horizontes, caminamos
sin rumbo queriendo amar las cosas sin sentido – y no crean que hablo de los
“ateos”, hablo de cualquier hombre que no se ha encontrado con el Dios de la
vida-, vamos como esclavos que desconocen que ya se ha firmado el libelo de su
libertad. Claro que la libertad es
fatigosa, se vive en medio de pruebas, guerra y terrores, -¿Qué otra cosa es la
historia?-, pero también en medio de prodigios, signos y la intervención del
que tiene “mano fuerte y brazo poderoso” para transformar la esclavitud en
gozosa libertad.
En tercer lugar, la
anamnesis (recuerdo) que es actualización de las gestas salvadoras de Dios
realizadas en el pasado, pero con vigencia en el presente << Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón,
que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la
tierra; no hay otro. >> Por mucho que echáramos una mirada
retrospectiva a la vida y descubriéramos en el pasado la acción de Dios, ésta
quedaría sin efecto salvífico si no se actualizara en el presente. ¿Qué me
garantiza que lo que hizo en el pasado siga ocurriendo en mi hoy? La palabra
clave es <<reconoce>>. Moisés invita a estar atento a la
intervención de Dios en el presente. Si le conocemos en el pasado, sabremos reconocerle
en el presente, “oler” su perfume cuando pasa a nuestro lado, abrirle la puerta
cuando llama para que le dejemos entrar.
Por medio del Espíritu, Dios actualiza sus
gestas liberadoras y así, el éxodo es siempre nuevo, los “egiptos” de hoy son
vencidos nuevamente. Dios es el mismo, ayer y hoy y su fidelidad es para
siempre. Dios no sabe decir <<sí>> ahora y <<no>>
mañana. Ésta es la certeza del cristiano, la fidelidad eterna de Dios. Y por
último, la respuesta a la fidelidad de Dios por parte del creyente, la praxis
de las enseñanzas divinas: << Guarda
los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y
tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu
Dios, te da para siempre. >> Guardar significa “poner por obra”,
llevar a la concreción histórica el precepto y la enseñanza. De este modo se
abre el horizonte de un futuro de plenitud y trascendencia, simbolizado por los
hijos y la tierra. Así, queda completado todo el arco de la historia –pasado, presente
y futuro- como espacio de la acción graciosa de Dios para con sus elegidos.
Hasta aquí hemos visto
a Dios como Padre/origen de la historia de la salvación cósmica y personal. La carta a los Romanos indica la meta final de la vida humana, ¡la filiación!,
así como a la persona divina que hace posible esa filiación ¡El Espíritu de
Dios! << Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son
hijos de Dios. >> El texto es claro, <<los que se dejan
llevar>>, es decir que se implican, por un lado la gratuidad del don –el
Espíritu viniente- y por otro lado la actitud de docilidad por parte del hombre
–dejarse llevar-.
No basta –como muchos
creen- solamente con el don divino, pues para que se haga operante en el
hombre, éste debe dejarse mover por el Espíritu. Y la prueba de que el Espíritu
está transformando al hombre es la libertad con que éste se conduce. Y es
evidente que aquí resalta el gran tema paulino de la libertad de los hijos de
Dios contra la esclavitud de los que viven según la ley antigua. No se trata de
libertinaje ni de pasar por alto la “Ley” antigua, sino de asumirla y superarla
en el poder del Espíritu que nos hace hijos adoptivos, insertándonos en la
filiación absoluta del Hijo mediante la coparticipación en sus sufrimientos.
Aquí se da el punto de
encuentro con el evangelio de Mateo: Cristo, en su muerte y resurrección ha
recibido del Padre toda potestad, tanto en el imposible mundo de Dios (el
cielo) como en el de los hombres (la tierra): <<Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra>> El
Hijo es aquel en el que se unen los irreconciliables mundos. No obstante, ¿cómo
podría continuarse en la historia la acción pontificia –de puente- de Cristo?
Allí reside precisamente la identidad de la Iglesia <<Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo>>
Sumergir en el amor trinitario a los hombres es la única forma de hacer
discípulos, ser siempre origen de un nuevo comienzo (amar como el Padre),
acoger sin reservas el misterio del otro (amar como el Hijo) y generar vínculos
una y otra vez, crearlos nuevamente si se han roto, salir permanentemente al
encuentro del prójimo. Ésta y no otra es la misión de la Iglesia, para ello
existe, para sumergir en el torrente vertiginoso del amor de la Trinidad que
vive en las entrañas de la historia.
Gracia y paz.
lunes, 21 de mayo de 2012
Audio reflexión domingo 27 de mayo 2012_Pentecostés
Te invito a escuchar el audio de mi reflexión en Pentecostés. Tema; El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
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AUDIO REFLEXIÓN EN PENTECOSTÉS_27 MAYO 2012
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 27 DE MAYO DE 2012 PENTECOSTÉS
1. LECTURAS
Hch 2, 1-11;
<< Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo
lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda
la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas,
que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu
Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el
Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de
todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente
sorprendidos, preguntaban: - « ¿No son galileos todos esos que están hablando?
Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre
nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea,
Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la
zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros
judíos o prosélitos; También hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos
hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.» >>
Sal 103; << Bendice, alma mía, al
Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está
llena de tus criaturas. Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser
polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria
a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi
poema, y yo me alegraré con el Señor. >>
1 Corintios
12, 3b-7. 12-13;
<< Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción
del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay
diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones,
pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el
Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene
muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un
solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos
y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo
cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. >>
Juan 20,
19-23;
<< Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y
les dijo:- «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» >>
2.
REFLEXIÓN
EL LENGUAJE
NUEVO DE LA HUMANIDAD QUE NACE DEL ESPÍRITU
Jorge Arévalo
Nájera
Ésta es la fiesta de la
Iglesia, pero también es la fiesta del Espíritu, porque la Iglesia universal se
goza en las maravillas que el Consolador hace entre los hombres, celebra el
soplo vital de Dios que sostiene en la existencia a la creación y que al mismo
tiempo hace nuevas todas las cosas. El Espíritu es la promesa del Padre
anunciada desde antiguo por los profetas, y esa promesa se cumple en Cristo, pues
del costado abierto de Jesús el Espíritu es derramado hacia los hombres.
Cristo es la Palabra
que quisimos acallar y el Espíritu es la última y definitiva respuesta del
Padre ante el odio del mundo, Pentecostés es la plenitud del sacrificio pascual
del Hijo ¡Por eso tenemos esperanza, porque el Paráclito es la fuerza eficaz de
Dios que no se arredra y persevera eternamente con el único objetivo de salvarnos,
pobres y miserables gusanos incapaces de responder a la infinitud de su amor!
Pentecostés significa el nacimiento de la Iglesia y de una nueva humanidad en
cuyo corazón se inscribe la potencia de lo eterno. Todas las lecturas que hoy
se nos proclaman apuntan en dos direcciones: La creación de una invencible
humanidad escatológica cuya presencia sacramental es la temerosa pero
perseverante comunidad discipular, y las repercusiones que el Espíritu tiene en
ella y en la universalidad humana.
Veamos algunas de esas
repercusiones: En primer lugar, el Libro de los Hechos de los Apóstoles ubica el
acontecimiento del don del Espíritu en el día de la celebración judía de
Pentecostés (celebrada 50 días después de la pascua y como aniversario de la
alianza/ley) porque quiere enfatizar que teológicamente el derramamiento del
Espíritu inaugura la nueva y definitiva alianza y la promulgación de la
auténtica ley, inscrita ya no en piedra sino en la interioridad de los
corazones, como había anunciado el profeta Ezequiel (Ez 36,25-27). El problema
con la antigua y provisoria ley es que el pueblo jamás pudo interiorizarla,
hacerla suya, resonar con ella hasta convertirla en manifestación externa de
una convicción irreductible.
En el fondo, esa ley
fracasó porque el pueblo la sintió siempre como una utopía irrealizable y como
algo externo a él. Eso pasa también con las leyes humanas cuando la sociedad
legislada por ellas no las interioriza y descubre como algo bueno y necesario.
Por eso, Dios tenía que infundir su ley en la persona de sus creyentes, hacerla
parte de ellos y desde dentro, “convencer” al pueblo de la bondad de esa ley,
capacitarlo para vivirla y sostenerlo en la esperanza a pesar de las
dificultades y oposiciones que encuentre en su vida de fe. En otros esquemas
teológicos, por ejemplo el de la escuela joánica, el derramamiento del Espíritu
no espera 50 días, es en la misma cruz, del costado abierto de Jesús que brotan
agua y sangre (Espíritu comunicado y vida derramada) que empapan la tierra
(vida humana). En realidad no hay contradicción entre Juan y Lucas, son
visiones teológicas diferentes presentadas con lenguajes distintos, pero que
finalmente iluminan el mismo misterio: el del sacrificio de Cristo, del cual
brota la Vida.
Por lo tanto, la
indicación “El día de Pentecostés” es mucho más que una simple ubicación
temporal de un hecho ocurrido hace casi dos mil años a unos cuantos discípulos
de Jesús. No alejándonos de la ortodoxia y sin menoscabo de la historicidad
fáctica del suceso, podemos decir que el relato tal como está formulado apunta
hacia una dimensión que trasciende lo meramente histórico para hacernos
levantar la mirada y el corazón hacia un mensaje teológico y espiritual que se
actualiza en nuestra vida, que tiene que ver con el aquí y el ahora. Veamos
como: Si estas palabras son más que una indicación temporal de Lucas y por lo
tanto ese “día” es el hoy de mi comunidad, se hace necesaria una aplicación
espiritual inmediata: Pentecostés puede acontecer en mi vida cotidianamente y
por lo tanto, el cumplimiento de la promesa del Padre, promesa de vida plena y
definitiva, vencedora del miedo que hoy me atenaza y sofoca ¡Pude ser hoy! Sin
embargo, se requieren ciertas actitudes, cierta disposición por parte del
hombre para que el Espíritu pueda derramarse sobre él:
1.- Reunidos el día de
Pentecostés. Hay una actitud de disposición a vivir la alianza, que en la nueva
economía significa la Ley del amor agápico, de la renuncia a ser uno mismo el
centro de la vida para dejar que Cristo marque el rumbo que han de seguir
nuestros pasos. Pero recordemos que ese rumbo lo define un crucificado, uno que
se ha sacrificado para que otros tengan vida. No se trata desde luego de haber
alcanzado la perfección evangélica, después de todo ésta no se puede vivir sin
el Espíritu, pero si se trata de una actitud inicial de disposición a acatar
esa ley.
2.- Todos los
discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. Evidentemente que de hecho no
pudieron haberse reunido literalmente todos los discípulos en un mismo lugar.
Es una alusión a la unidad comunitaria. La experiencia gozosa y liberadora del
Espíritu no puede darse fuera del contexto comunitario. Pentecostés inaugura la
vida en el Espíritu, la espiritualidad propiamente dicha como experiencia
Trinitaria es cuestión eclesiológica y no individualista. Mientras sigamos
inmersos en una vivencia masificante del
cristianismo NO PUEDE HABER PENTECOSTÉS, es necesario retornar al cristianismo
de los orígenes, formado por pequeñas comunidades vinculadas fraternalmente,
con miembros comprometidos entre sí, comunidades sencillas que se reunían para
compartir la vida y la fe, para partir el Pan y escuchar la Palabra y para
amarse mutuamente. Solo allí el Espíritu como ruido estruendoso y fuerte viento
resuena por toda la casa.
Cuando se está
dispuesto a vivir la nueva ley y se está inserto en una comunidad, el Espíritu
comienza su obra transformadora y creadora “Entonces
aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos.”
Una de las acepciones simbólicas del elemento “fuego” en la Biblia, es la del
Espíritu en cuanto capacitador, en cuanto potenciador del hombre para
transformarlo en enviado eficaz para una misión. Así, Moisés es capacitado en
la teofanía de la zarza para liberar a su pueblo y el profeta Ezequiel en la
visión inaugural de su labor profética ve lo siguiente: “Entre esos seres vivientes había como carbones encendidos que parecían
antorchas encendidas agitándose entre los vivientes; el fuego brillaba y
lanzaba relámpagos.” Es decir, que el hombre profético, el capaz de
proferir una palabra eficazmente transformadora, una palabra contestataria a
los sistemas opresores del mundo y por lo tanto una palabra capaz de abrir
horizontes de libertad a los hombres de todos los tiempos, recibe esta
potestad, le viene de Otro, su capacidad le viene de Dios y por lo tanto, no
radica en él mismo, no brota de su inteligencia ni de la cultura que le rodea.
El relato del
Pentecostés cristiano se ubica en esta línea, las “lenguas de fuego” indican el
don del Espíritu como posibilidad de hablar (lenguas) un nuevo “idioma”, libre
de las barreras idiomáticas y culturales, con la potencia de hacerse
inteligible universalmente (“Atónitos y llenos de admiración, preguntaban; “¿No
son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo pues, los oímos hablar en
nuestra lengua nativa?”) y de derribar los muros que empecinadamente nos
esforzamos en construir para mantenernos “seguros”, para finalmente lograr la
plena relación dialogal entre los hombres.
Ya podrá intuir el lector que este no es un
relato anecdótico en el que se nos narre la cuasi mágica habilidad políglota de
unos discípulos momentos antes casi analfabetas. Como siempre, la Palabra de
Dios es sorpresiva y paradigmática y yendo más allá de su ropaje simbólico y
literario, perfila la figura del auténtico seguidor del Cordero inmolado pero
puesto en pie. La comunidad discipular es el resonador del Espíritu en el mundo
y es por lo tanto una comunidad esencialmente profética. Solo que hay una
sustancial diferencia con la profecía del Antiguo Testamento: En los tiempos
mesiánicos el Espíritu se derrama sobre TODA LA COMUNIDAD y no solamente en
unos cuantos estrafalarios miembros del pueblo. La Iglesia toda (y aquí se
excluye el reduccionismo del misterio eclesial a la sola jerarquía, para
entender Iglesia como la totalidad del único pueblo de Dios) es la instancia
mediante la cual el mundo puede recibir la liberadora y plenificante voz del
Espíritu. En el fondo, la voz del Espíritu es la voz de la fe, de la esperanza
y la caridad encarnadas en el testimonio de la esposa del Cordero.
La carta a los Corintios aporta dos valiosísimos elementos para redondear el
perfil de la comunidad: Por un lado, la Iglesia no debe olvidar ni por un solo
instante que ese Espíritu derramado graciosamente en ella y que le constituye
en alternativa para el mundo, que le capacita para proferir un palabra eficaz y
dotadora de sentido, le inserta en una dinámica de vida que se centra en la
confesión de Jesús como “Kyrios”, “Señor” de la comunidad. Kyrios es más que un simple título atribuido
a Jesús, o dicho de otra manera, es un título que expresa una profesión de fe,
es la concreción lingüística de una fe hecha vida que proclama a Jesús como
opción fundamental. Es encarnar en la historia sus valores y opciones, es pasar
por la criba de su persona todo lo que hacemos, decimos y pensamos, es
configurar todas las dimensiones del ser según la espiritualidad de Jesús, es
vivir todo mi ser relacional según las categorías del rabino galileo. Y esto,
evidentemente no puede ser fruto de la sola iniciativa humana, es ante todo
fruto del Espíritu pentecostal.
Y si esto es así,
entonces el señorío de Jesús solo puede ser proclamado insertados en su
comunidad. El Espíritu Santo es la unidad de los discípulos, que así forman el
cuerpo de Cristo. Según las categorías antropológicas bíblicas, “cuerpo” es
mucho más que la dimensión física del hombre, cuerpo es el misterio personal
que se expresa sensiblemente, que impacta al mundo, que por lo tanto se revela.
Cuerpo es la manera semita de decir la posibilidad que tiene el hombre de
transformar el mundo. Pues esto es la Iglesia, que unida sobrenaturalmente por
el poder eficaz del Espíritu, es la forma concreta y sacramental del estar de
Cristo en la historia. Y esto tiene resonancias inmediatas en la aportación que
la Iglesia (todos y cada uno de nosotros) puede dar a la sociedad: Con
demasiada facilidad se acusa (consciente o inconscientemente) a Dios de
“permitir” el mal y hasta se suele poner en duda su omnipresencia y bondad “El
mal proclama definitivamente y sin lugar a dudas la inexistencia del Dios
cristiano” proclama el existencialismo ateo (que por cierto no es ajeno a la
mentalidad de muchos que se dicen cristianos).
Sin negar la dificultad
de armonizar racionalmente la objetiva existencia del mal con la existencia de
Dios (lo que en teología se llama <<la imposible teodicea>>), este
argumento se esgrime como excusa para no comprometerse decididamente en la
lucha contra ese mal. La acción amorosa y providente de Dios no se da
mágicamente, la Gracia supone para hacerse efectiva existencialmente y así
alcanzar en sus efectos a todos los hombres, de la voluntad humana y
específicamente de los miembros de la Iglesia cristiana. La erradicación de los
efectos perniciosos del pecado es tanto labor de Dios (antecedente) como de los
discípulos (procedente).
Finalmente, el Evangelio de Juan,
en un maravilloso relato catequético lleno de teología, nos pinta el itinerario
que va de la oscuridad a la luz, del miedo que asfixia la posibilidad de la
vida nueva (“Al anochecer del día de la
resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los
discípulos por miedo a los judíos…”) a la consecuencia última de la
donación crística que es el Espíritu Santo: ¡La liberación universal del
pecado! (“Reciban el Espíritu Santo. A
los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se
los perdonen, les quedarán sin perdonar”.)
La cancelación del
pecado y por lo tanto la liberación del yugo maligno es potestad de la
comunidad toda, Cristo mismo en virtud de su Espíritu, se la ha dado. No se
trata aquí de discutir sobre la legitimidad del sacramento de la reconciliación
tal como lo entiende actualmente la Iglesia Católica, sino de abrazar el
compromiso comunitario de cara a la liberación del mundo. Perdonar pecados
significa ofrecer a los hombres la posibilidad (que se concretiza visiblemente
en la comunidad que asume la forma de vida según el Espíritu) de vivir libres
del miedo y de la esclavitud del pecado si se abren libremente a la oferta de
salvación proclamada y significada en Jesús y que ya es perfectamente posible
en la historia. Evidentemente que rechazar dicha oferta es entrar en el ámbito
de la muerte y en este sentido, la Iglesia es solamente el vehículo sacramental
mediante el cual Dios sanciona la salvación o la condenación.
Quisiera terminar mi
reflexión dejándoles el gratísimo sabor de boca de las palabras del gran
teólogo católico Karl Rahner que pronunció con motivo de la festividad de
Pentecostés en la Academia Católica de Baviera en Múnich y que fueron
publicadas en un librito titulado “Experiencia del Espíritu” (1): << Cuando se da una esperanza total que
prevalece sobre todas las demás esperanzas particulares, que abarca con
suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas.
Cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas de la muerte como el
comienzo de una promesa que no entendemos. Cuando la experiencia fragmentada
del amor, la belleza y la alegría se viven sencillamente y se aceptan como
promesa del amor, la belleza y la alegría, sin dar lugar a un escepticismo
cínico como consuelo barato del último desconsuelo. Cuando se corre el riesgo
de orar en medio de tinieblas silenciosas, sabiendo que siempre somos
escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar.
Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como una
victoria. Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente
uno consolado sin consuelo fácil. Allí está Dios y su Gracia liberadora, allí
conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios. Allí
está la sobria embriaguez del Espíritu a la que no nos está permitido rehusar. >>[1]
Gracia
y paz.
martes, 15 de mayo de 2012
"Dios, presente a modo de ausencia"
Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas proclamadas el domingo de la Ascensión del Señor. Tema; "Dios, presente a modo de ausencia". Sigue el vínculo:
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 20 DE MAYO DE 2012 ASCENSIÓN DEL SEÑOR CICLO B
1. LECTURAS
Hechos de
los apóstoles 1, 1-11; << En mi primer libro,
querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el
día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el
Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante
cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les
instruyó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi
Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días
vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon
preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús
contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre
ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre
vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse,
hasta que una nube se los quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo,
viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les
dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús
que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Sal 46,
2-3. 6-7. 8-9; << Pueblos todos batid
palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y
terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el
Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey,
tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre
las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. >>
Efesios
4,1-13; << Yo, que estoy preso por
el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han
recibido. Con mucha humildad,
mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la
unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un
solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido
llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo
penetra todo y está en todos. Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su
propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido. Por eso dice la
Escritura: Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió
dones a los hombres. Pero si decimos que subió, significa que primero descendió
a las regiones inferiores de la tierra.
El que descendió es el mismo que subió más
allá de los cielos, para colmar todo el universo. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a
otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o
maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la
edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la
madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. >>
Marcos
16, 15-20; << En aquel tiempo, se
apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se
resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en
sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a
los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al
cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio
por todas partes, y el Señor actuaba con ellos confirmando la palabra con las
señales que los acompañaban. >>
2. REFLEXIÓN
ACTIVOS EN LA UNIDAD Y EL AMOR MIENTRAS AGUARDAMOS
(UN DIOS PRESENTE A MODO DE AUSENCIA)
Jorge Arévalo Nájera
La festividad de la Ascensión del Señor es la proclamación
solemne por parte de la Iglesia de que el crucificado ha sido empoderado por el
Padre (sentado a su diestra) como el único camino de plenitud cósmica y humana (él
es la plenitud de todo cuanto existe).
Sin embargo, es común
un malentendido entre el pueblo cristiano. Desde nuestras categorías humanas,
insertados como estamos en las coordenadas espacio-temporales, el “ascender”
implica dejar, abandonar una determinada situación para alcanzar otra. Así, la
Ascensión del Señor implica el abandono de la realidad terrena para entrar en
una dimensión totalmente distinta y de hecho, antipodal. El cielo y la tierra
no se tocan, son eternamente opuestos. Jesús habría entonces “subido” y por lo
tanto abandonado la tierra para entrar en el mundo de Dios.
No obstante, para
comprender el mensaje que las lecturas proclamadas este domingo nos ofrecen, es
necesario acercarnos a los textos desde las categorías lingüísticas y
semánticas que les son propias, es decir, las de los escritores bíblicos.
Ellos, para comunicar su mensaje de salvación utilizan un lenguaje plástico, no
conceptual, lleno de imágenes cargadas de simbolismos. Así, cuando en la
primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles nos presentan el
esquema pasión-muerte-resurrección-apariciones-ascensión, en el que Jesús se
manifiesta a sus discípulos a lo largo de 40 días, no pretenden revelarnos un
itinerario cronológico de las aventuras del Resucitado y sus discípulos en un
determinado período de tiempo. El número 40 es simbólico (40 años de Israel y 40 días de Jesús en el desierto, etc.) y
significa una etapa de preparación para lograr la madurez que permite entrar en
otra etapa existencial de madurez y plenitud. Israel entra a la tierra
prometida que mana leche y miel y Jesús inaugura el Reino de Dios en la
historia.
Entonces, Lucas quiere
decirnos que Jesús capacita, prepara a los amedrentados discípulos mediante su
manifestación o aparición y su enseñanza (ya como resucitado) para que sean
capaces de ser sus testigos hasta el confín del mundo. Es una etapa de
intimidad mística y litúrgica (come con ellos, y el comer hace referencia sin
duda al banquete eucarístico) y por lo tanto atemporal, de una profunda
contemplación del misterio de la Pascua.
Pero el discípulo
siempre corre el riesgo de quedarse en la contemplación extasiada de la belleza
inmarcesible del Resucitado y romper los vínculos con la historia, con el
mundo, con la sociedad sufriente que aguarda anhelante su redención. Esta
actitud, entendible desde luego, es sin embargo profundamente peligrosa porque
inhabilita al discípulo para comprender la esencia misma de la resurrección,
que no es huida del mundo sino la penetración más radical del mundo, de la
historia. Jesús no se ha ido sino que ha penetrado con su potencia pascual la
más profunda identidad de la materia y su dínamis interna, la resurrección es
la proclamación de que Dios está con nosotros para siempre, de que ya nunca más
el hombre estará solo.
Por eso mismo, el
discípulo es llamado a continuar en el mundo la presencia de Jesús, a no
sustraerse de los avatares de la historia humana, a tomarse en serio su papel
de co-creadores y a abandonar la infantil actitud que deja en Dios toda la responsabilidad
<< Señor, ¿es ahora cuando vas a
instaurar el reino de Israel? >> El infantilismo no permite levantar la mirada
y descubrir que la resurrección apunta a la universalidad de la misión que es
depositada en las manos de los discípulos <<…recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria y hasta los confines del mundo. >>
Juntos, Resucitado y
discípulos han de recorrer los polvorientos caminos del hombre, las Galileas de
todos los tiempos y lugares para convertirlas en espacio de salvación y
libertad. Es por ello que los varones vestidos de blanco -que nos recuerdan a
aquellos mismos que las mujeres encontraron sentados sobre la roca del sepulcro
y que muy probablemente representen a la comunidad de bautizados (la ropa
blanca era el distintivo de los bautizados en el nombre de Jesús)- conminan a
los abstraídos discípulos que contemplan a Jesús elevarse sobre las nubes a
asumir una actitud realista, a poner los ojos en el momento presente, a
responsabilizarse del proyecto que Jesús inició y que ahora, con la fuerza del
Espíritu, ellos están llamados a continuar.
Esto no quiere decir
que un servidor esté minimizando la Parusía, el retorno en poder y gloria del
Hijo del hombre para jugar a vivos y muertos al final de la historia. Lo que
quiero decir es que ese retorno no debe ser entendido en clave de ausencia del
Resucitado en el momento presente, sino en clave de “presencia a modo de
ausencia”. En efecto, Jesús es ahora el corazón del mundo y él impulsa desde el
interior el devenir de la historia, sus latidos bombean la sangre del Espíritu
que vivifica al cosmos y sin embargo aún no se manifiesta en plenitud. Los cristianos
aguardamos a aquel que ya está presente, le vemos en la fe pero un día le
veremos tal cual es y entonces se revelará el misterio de la filiación en todo
su esplendor, cuando Dios sea todo en todas las cosas.[1]
Pero esta espera es
profundamente activa, la pasividad no tiene nada que ver con el discipulado. No
se trata desde luego de un activismo frenético, sino de una actividad en el
amor, más cualitativo que cuantitativo. En la carta a los Efesios,
Pablo, encarcelado, exhorta a la comunidad de Éfeso a vivir de acuerdo al
llamado que han recibido. Ese llamado no puede ser otro que a vivir como hijos
de Dios. Y es hijo el que hace las obras del Padre, no simplemente el que se
dice hijo, sino el que vive como hijo. Y dado que el único Hijo de Dios es
Jesús, entonces los demás lo somos por participación de su filiación y lo
seremos en la medida que configuremos nuestra existencia en el modo de ser hijo
que nos indica Jesús; humildes, mansos, pacientes, llevando sobre nuestras espaldas
las miserias de los hermanos (soportándolos), manteniéndose unidos por el mismo
Espíritu en la diversidad de los dones puestos al servicio de todos,
estableciendo relaciones según los criterios de él (vínculos de paz), movidos
por una misma esperanza (el abrazo final con el Padre) y conscientes de que es el mismo Dios el que
está en todos y de que somos llamados como comunidad a alcanzar la plenitud de
Cristo.
Finalmente, el
evangelio de Marcos nos muestra el siguiente paso en este
proceso de madurez y plenitud; cuando una comunidad cristiana se deja mover por
el Espíritu y empieza a vivir su filiación, entonces puede desplegar su amor e
impactar el mundo. Marcos es realista, sabe que a esto debe tender la
comunidad, pero también sabe que la Iglesia será siempre precaria,
insuficiente, proclive a dejarse llevar por las ideologías mundanas y aun
cuando vivificada por el Espíritu, es también pecadora. El número de los
discípulos (11) simboliza precisamente esta bipolaridad. Ha sido convocada por
Jesús pero es insuficiente porque humana.
La misión que Jesús
encomienda a esta comunidad no es otra que la de ir por todo el mundo
anunciando la buena noticia de que ya es posible la vida en plenitud, que las
ataduras de la muerte y el pecado han sido destrozadas. Solamente hay que
creer, que adherirse con todas las fuerzas al proyecto de Jesús para ver como
las ideologías mundanas pierden la eficacia de su veneno mortal y ya no pueden
apoderarse de la voluntad del hombre (expulsión de demonios), se recupera el
dominio original sobre las creaturas que así ocupan su verdadero lugar al
servicio del hombre y dejan de ser ídolos (cogerán serpientes en sus manos), hablarán
el lenguaje universal del amor entregado, único lenguaje capaz de ser entendido
por todos los hombres y esa palabra será capaz de erradicar el pecado
(enfermedades) y sanarán todas las dolencias.
Sí hermanos, mientras
el Señor está presente a modo de ausencia, mientras aguardamos su manifestación
plena, somos llamados a permanecer activos en el amor y la unidad.
Gracia
y paz.
lunes, 7 de mayo de 2012
AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 13 DE MAYO DE 2012 6° DOMINGO DE PASCUA CICLO B
Les invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 13 de mayo del 2012. Tema "Dios es amor". Sigue el vínculo:
Audio reflexión domingo 13 mayo 2012
Audio reflexión domingo 13 mayo 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 13 DE MAYO DE 2012 6° DOMINGO DE PASCUA CICLO B
1.
LECTURAS
Hch 10,
25-26. 34-35. 44-48;
<< Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a
sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: -«Levántate, que soy
un hombre como tú.» Pedro tomó la palabra y dijo: - «Está claro que Dios no
hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea.» Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo
sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas
extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían
venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se
derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió: - « ¿Se puede negar el agua
del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?» Y
mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos
días con ellos. >>
Sal 97; << Cantad al Señor un
cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su
justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de
Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. >>
1 Juan 4,
7-10;
<< Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido
a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:
en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros
pecados. >>
Juan 15, 9-17; << En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: - «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor;
lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois
vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a
otros.» >>
2.
REFLEXIÓN
¿PARA QUE DIOS NOS AME
ES NECESARIO AMAR A LOS HERMANOS O PORQUE DIOS NOS AMA ES POSIBLE AMARLOS?
Jorge
Arévalo Nájera
De acuerdo a los hallazgos
más recientes en el ámbito de la psicología, la pulsión primaria del ser humano
es la experiencia del amor. En el fondo, toda búsqueda humana se dirige a la
realización de este anhelo. Aun aquellos que cometen actos reprobables, los que
violan, matan o abusan de otros, en el fondo buscan satisfacer –aunque por
medios equivocados- esa pulsión primaria llamada amor.
No obstante, el
concepto de “amor” es tan variopinto que resulta prácticamente imposible
definirlo mediante una conceptualización que tenga valor universal y sea
aceptado por la mayoría de los hombres. Sin embargo, desde la revelación que
Dios hace, primero en la palabra consignada en el Antiguo Testamento y sobre
todo con el misterio pascual (encarnación, pasión, muerte y resurrección de
Jesús), el amor se manifiesta no como un concepto –aunque sea posible
delinearlo conceptualmente- sino y sobre todo como una persona divina, la
persona de Dios. Y como persona divina, Dios –y por lo tanto el amor- es
siempre una realidad dinámica, interrelacional y oblativa.
Pero hay que aclarar
esta última afirmación; en efecto, Dios no puede ser aprehendido, limitado o
definido por los estrechos límites de la razón –Él es el Totalmente Otro, el
tres veces Santo, el Innombrable- y esto, no solamente porque la esencia de
Dios rebase por completo la capacidad de contención del hombre, sino también
porque su Ser es realidad en movimiento (cuando Moisés le pide que le revele su
nombre en la teofanía de la zarza, Dios le responde con el tetragrama sagrado “
Yhvh” que es una forma verbal con
connotación de movimiento permanente y debe traducirse como “Soy el que ha estado en tu pasado, está en
tu presente y estará en tu futuro”, en clave de presencia activa,
salvífica.
Pero también Dios es
siempre una presencia en relación con el hombre. Si Dios está es para dialogar,
para ser escuchado y para escuchar, para entablar una relación de amor que se
manifiesta en una alianza, en un pacto en el que Dios es providente y protector
aunque no providencialista ni asistencialista.
Por último, Dios no es
un tirano que exige irracionalmente la pleitesía humana, es Padre
misericordioso, amante entregado hasta el extremo, enamorado apasionado que
busca arrobar el corazón de su creatura hasta que caiga rendida libremente y se
abandone en sus brazos para consumar su amor.
En la primera lectura,
de los Hechos
de los Apóstoles, Pedro se ve sorprendido –Dios siempre
sorprende- por la universalidad del amor de Dios que no hace acepción de
personas y derrama su Espíritu sobre los paganos. De ordinario el Espíritu se
recibe en el bautismo, pero a Dios lo ordinario le importa un comino, él es
libre de hacer con sus dones lo que le venga en gana y dárselos a quien le
venga en gana, de tal modo que sin ser bautizados, los paganos que escuchaban
el kerigma que Pedro les anunciaba reciben la efusión del Espíritu.
La gracia de Dios es
siempre antecedente y pone en movimiento el engranaje de la salvación en la
vida de los individuos. Esto no significa que el bautismo pierda su importancia,
de hecho, estos paganos son bautizados de inmediato, es decir, son insertados
en el pueblo de la salvación, en la Iglesia, en la Comunidad cristiana.
Ahora bien, ¿qué es lo
que mueve a Dios para derramar su Espíritu? ¡Salvar al hombre, desde luego!,
pero ¿por qué quiere Dios salvar al hombre? Más aún, ¿por qué quiere Dios
salvarnos a Usted y a mí amable lector? La respuesta es unánime en la Escritura…
¡Porque nos ama! Claro que hemos escuchado tanto esta afirmación, la hemos trivializado
de tal modo que ya no nos dice nada, que ya no nos toca el corazón, que ya no
nos hace vibrar y caer de rodillas ante este misterio inefable del amor de
Dios.
Es urgente recuperar el
sentido profundamente subversivo de esta noticia, y para ello nada como beber
de la fuente original, nada como dejarse embriagar por las palabras de amor que
el Señor nos declara en la Escritura, pero eso sí, dejando de lado las
melcochosas imágenes con las que nos representamos al amor y dejándonos
sorprender por la vigorosa plasticidad con las que la Biblia nos abre al
misterio del Amor.
La 1 Carta de Juan,
fundamenta el amor fraterno con el siguiente argumento: el amor es de Dios, más
aún, Dios es amor y todo el que ama ha nacido de Dios y le conoce. Aquí vale la
pena detenerse en esta afirmación, que podría muy bien ser pretexto para un
momento de oración contemplativa. Dado que el origen del amor es Dios mismo,
todo el que ama ha nacido de Dios, de una relación con él que es entrega mutua,
abandono confiado, recepción sin ambigüedades. Resulta imposible no pensar en
la teología cristiana de la relación conyugal en la que los esposos se entregan
en totalidad al realizar el acto sexual, al uno le es permitido penetrar en el
misterio del otro de la manera más profunda posible para la corporeidad histórica
del hombre y al otro, le es dado recibir en su intimidad sagrada al amado que
se le entrega. ¿No es Dios acaso esto mismo?... << Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida definitiva.
>> Jn 3,16 (amor entregado hasta el extremo) y << Está claro que Dios no hace distinciones;
acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.
>> Hch 10, 34-35 (receptividad sin condición, salvo el amor mismo porque
nadie permite voluntariamente el acto sexual sin que medie el amor).
El evangelio de Juan precisa aún más el significado del amor
cristiano; para permanecer en Cristo y que él permanezca en nosotros es
necesario guardar (poner en acto) su mandamiento y su mandamiento es este:
<< Que os améis unos a otros como
yo os he amado. >> Jesús no dice “Ámense unos a otros según lo que
cada quien entienda lo que es el amor”, su imperativo es claro y definitivo,
amar exactamente como él nos amó, y la manera en la que nos ha amado ha quedado
indeleblemente plasmada en la cruz del Gólgota, donde humillado y escarnecido
ha cargado sobre sus espaldas nuestros pecados y así nos ha dado la salud.
Allí ha culminado su
abajamiento, su anonadamiento por amor y al mismo tiempo, ha decretado la
caducidad de la muerte y del pecado y ha dado al hombre la victoria sobre las
potencias maléficas que le amenazaban. Sí, la entrega de la vida es la única
forma de amar, lo demás son sentimentalismos baratos, parafernalia de la mercadotecnia,
caramelo derramado sobre una existencia hueca y sin vida. Solamente entregándonos
los unos a los otros podremos acatar el mandato del Señor que es a la vez
nuestro camino hacia la plenitud.
Ahora puedo dar
respuesta a la pregunta que da título a esta reflexión; ¡No tenemos que amar
para que Dios nos ame, es porque nos ama que podemos amar!
Gracia y paz.
miércoles, 2 de mayo de 2012
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 6 DE MAYO DEL 2012_5° DOMINGO DE PASCUA CICLO B
1. LECTURAS
Hechos de los
apóstoles 9,26-31; << En aquellos días,
llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos
le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces
Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al
Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado
públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente
en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía
también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al
enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia
gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y
progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu
Santo. >>
Sal 21,
26b-27. 28 y 30. 31-32; << Cumpliré mis votos
delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor
los que lo buscan: viva su corazón por siempre. Lo recordarán y volverán al
Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias
de los pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se
inclinarán los que bajan al polvo. Me hará vivir para él, mi descendencia le
servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al
pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor. >>
1 Juan 3,
18-24;
<< Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con
obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra
conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es
mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos
condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de
él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su
mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos
unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en
Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el
Espíritu que nos dio. >>
Juan 15,1-8;
<< En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera
vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo
arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya
estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en
vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como
el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que
deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto
abundante; así seréis discípulos míos.»>>
2. REFLEXIÓN
Una relación de
amor en libertad y verdad que produce mucho fruto
Jorge Arévalo Nájera
No nos engañemos: el
cristianismo exige frutos por parte de sus miembros. Si se permanece estéril
entonces simple y llanamente no se es discípulo del Cristo. Ya basta de un “cristianismo sin Cristo”, de una
religiosidad hueca que solo sirve para adormilar la conciencia, de una vivencia
mezquina de los dones del Espíritu, de una ausencia total del fuego que arrebataba
a los enamorados de Jesús de la primera hora, de una religiosidad escrupulosa y
cumplidora de normas pero carente de vitalidad y de incidencia en las
estructuras sociales.
Si tu fe no es capaz de
inquietarte, de sacarte de tus esclavitudes e impulsarte hacia la tierra de la
libertad, si no provoca cambios permanentes en tu manera de relacionarte con
Dios y con los prójimos, si te mantiene aletargado y cómodamente sentado en tu
sofá, entonces es momento de darte cuenta que a eso no se le puede llamar fe,
al menos no es fe en el sentido bíblico y desde luego no es a lo que Jesús
llama fe en el Nuevo Testamento.
Tanto la segunda
lectura (1
Jn) como el evangelio que se nos han proclamado este domingo quinto
de Pascua son contundentes al respecto, no es posible hacerse a un lado o
fingir que no entendimos el mensaje. Con un lenguaje llano y claro, la Palabra
desenmascara nuestra hipocresía y al mismo tiempo nos pone delante el horizonte
de plenitud inimaginable que aguarda a todo aquel que quiera ser de verdad
discípulo de Jesús.
Vayamos por partes y aboquémonos a la
reflexión sobre la 1 Jn; arranca con un imperativo << Hijos míos, no amemos de palabra y de boca,
sino de verdad y con obras. >> El autor de la carta utiliza un
lenguaje de intimidad, es un padre espiritual hablando a sus hijos, pero al
mismo tiempo es enérgico porque previene en contra de un mal entendimiento de
lo que son el amor y la verdad, ejes espirituales que articulan la vida
cristiana y sin los cuales el cristianismo pierde su esencia y se diluye en
ideología alienante y evasora.
No es que el autor
desconozca las bondades de una palabra pronunciada con verdad (Jesús mismo en
la tradición juanina es el Logos, la Palabra que ha puesto su morada entre los
hombres), pero sabe que el pecado ha escindido (separado) la unicidad del
hombre, le ha “partido” y ahora, de hecho, la palabra humana puede estar vacía
de verdad, no manifestar la verdad primigenia del hombre que es Cristo
mismo…ahora es posible mentir.
Verdad y amor en Dios
no se confunden, pero es imposible separarlas. Jesús es la Verdad absoluta, en
él se dice el Padre, sin ambigüedades, con toda la densidad de la verdad y del
amor. Dicho de otra manera, el único camino que tenemos para conocer el
misterio de la verdad y del amor es Jesús. ¿Quieres saber a profundidad quién
eres, quiénes son los otros y quién es Dios? ¡Conoce a Jesús y conocerás las
respuestas a las inquietudes más hondas del espíritu humano!
¿Quieres experimentar y
saber de una buena vez que es eso de lo que todo mundo habla (sin saber de lo
que habla) y llama “amor”? ¡Decídete a entablar una relación personal con
Jesús, atrévete a seguirlo por los caminos de la vida hasta su “casa”, ve donde
vive y quédate a vivir con él!
La verdad no es un
concepto o un conjunto de ellos, tampoco está contenida en un código doctrinal
(por sagrado que se le considere y sea cual sea la tradición religiosa que lo
haya formulado). La verdad no puede ser apresada y constreñida como si de una
“cosa” se tratara, simplemente porque la verdad existe en forma de una persona
(Jesús) y todo intento por maniatarlo es vano, porque él corre libre en el
Espíritu, como el viento, que lo sientes, pero no sabes de donde viene ni a
donde va y en cuanto quieres apresarlo entre tus manos se escapa raudo y te das
cuenta que es libre e inapresable.
La verdad (Jesús) te
hace libre porque hace añicos todos los prejuicios, todos los esquemas, todas
las ataduras, todas las mentiras que la cultura ha inoculado en las mentes
engañándolas hasta el grado de hacerlas confundir la mentira con la verdad.
Todos los juicios limitantes y mentirosos salen volando cuando tu mente se
cristifica, cuando te decides a empezar a pensar con la mente de Cristo, a
enjuiciar la realidad con sus criterios y no con los tuyos. Abre tu mente y tu
corazón a la Verdad, decídete a poner en práctica el único mandamiento del
Maestro ¡cree que sólo él tiene poder sobre la muerte y el mal y adhiérete con
todo tu ser a su persona (creer en su nombre)! Si lo haces, la Palabra misma te
garantiza que encontrarás la plenitud de sentido existencial que todos
anhelamos.
Entonces serás libre
porque ya no vivirás con la conciencia cargada de remordimientos, porque vives
en otra dimensión, la del amor compartido, la de la comunión de vida con aquél
que es el perdón gratuito, el no juicio y la no violencia. Aprenderás a no
juzgar porque comprenderás toda la hondura del grandioso misterio del otro y le
contemplarás extasiado ¡aún a tu enemigo!, porque le verás con la mirada de
Cristo cuando pendía del madero. Entonces, sin que apenas te des cuenta,
estarás amando como Jesús ama y tus obras darán testimonio de tu fe, no tendrás
que esforzarte por parecer cristiano o hijo de Dios, porque de hecho lo serás y
la luz no puede esconderse sino que brilla manifestando la oscuridad como
ausencia de amor.
Descubrirás que vives
en otro ámbito existencial, que estás en el mundo pero no le perteneces, que tu
amor se dirige a él, pero le pertenece sólo a Dios y que desde él puedes amar
ordenadamente al mundo, que tu existencia discurre en un “locus crístico” (ámbito existencial en el que únicamente existen y
rigen las categorías del Cristo) y aunque peregrinas en la tierra, tienes los
ojos siempre puestos en la patria definitiva que es el corazón del Padre. Todo
esto y más es lo que significa “permanecer en el Padre (Dios) y el Padre (Dios) en él”.
Si sientes que el mundo
te asfixia, que nada bueno puede venir de él, que la violencia y la corrupción
te amenazan como león rugiente que busca devorar su presa, si el temor atenaza
tu corazón, entonces no es el momento de salir corriendo o abandonarse en manos
de la depresión, el desencanto y el pesimismo, más bien es el momento oportuno
de la salvación, de abrirte de capa a la propuesta de Jesús y entablar una
relación de amor en libertad y verdad que de gloria al Padre produciendo mucho
fruto, siendo discípulos auténticos de Jesús.
Gracia
y paz.
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