lunes, 27 de agosto de 2012

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 2 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 2 de septiembre de 2012. Tema: << La Palabra se escucha para cumplirla >>

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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 2 DE SEPTIEMBRE DE 2012


XXII DOMINGO ORDINARIO CICLO B

1.      LECTURAS
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8: << Moisés habló al pueblo, diciendo: - "Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente. "Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?" >>
Salmo 14: << ¿Quién será grato a tus ojos, Señor? El que procede honradamente / y practica la justicia, / el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino, / el que considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor. El que no presta dinero a usura / ni acepta soborno contra el inocente / El que así obra nunca fallará. >>
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: << Mis queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo. >>
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: << En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús "¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores"? Él contesto: / "Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: / "Este pueblo me honra con los labios, / pero su corazón está lejos de mí. / El culto que me dan está vacío, / porque la doctrina que enseñan / son preceptos humanos."  
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres." Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro". >>
2.      REFLEXIÓN
LA PALABRA SE ESCUCHA PARA CUMPLIRLA
Jorge Arévalo Nájera
No todas las palabras obligan, algunas no merecen siquiera ser escuchadas, otras captan nuestra atención y las tomamos en consideración porque de alguna forma nos aportan elementos enriquecedores para la visión de conjunto que tenemos de la realidad. Otras palabras nos resultan gratas porque son halagadoras y satisfacen nuestro ego, otras más nos parecen detestables porque van en contra de lo que consideramos la verdad, nuestra verdad desde luego.
Pero solamente una palabra es absolutamente indispensable, vinculante y necesaria para el pleno desarrollo del hombre. Es una palabra que no nace del mundo, no brota de las categorías intrahistóricas –aunque se expresa lingüísticamente mediante palabras humanas- y por ello mismo no se agota, no se puede explicar del todo desde dichas categorías. Esa palabra ha sido pronunciada desde la eternidad,  no se asfixia en la inmanencia sino que hace explotar lo inmanente y lo pulsiona hacia lo trascendente, hacia lo eterno. Evidentemente estoy hablando de la Palabra de Dios que es Él mismo en cuanto se hace inteligible para el hombre, encarnado en lenguaje humano, entregado en la fragilidad de una cultura (la semita) y un tiempo determinados (entre el siglo XIX a.C y comienzos del s. II d.C)
Pero esa Palabra se ha pronunciado no para ser contemplada en una especie de actitud mística interiorista, sino para ser escuchada y obedecida. No hay medias tintas, ante ella no caben las tibiezas y las pospuestas –so pena de entrar de lleno en el terreno de la muerte y el fracaso existencial-. Esa Palabra es portadora de la misma vida intradivina que quiere liberar y salvar al hombre. Por ello, se codifica en forma de ley, de precepto y mandato.
La mentalidad contemporánea pone barreras inmediatas cuando escucha palabras tales como “ley”, “mandato”, “obediencia”, etc., porque de manera refleja piensa en imposición arbitraria, en tiranía, en sojuzgamiento y servilismo, todo ello contrario a la dignidad y naturaleza humana. Y esto debe ser así, estamos obligados a profetizar en contra de todo poder despótico. La pregunta es ¿habla la Escritura de este tipo de sometimiento a la Palabra? La respuesta debe ser clara y contundente ¡de ningún modo!
Dios es el único Señor que al ordenar libera, al mandar instruye en los caminos de la libertad y previene sobre los peligros de ejercer una autonomía absoluta. En efecto, ya en la primera mañana de la creación, cuando el hombre es creado y colocado en el mítico jardín de Edén, recibe el primer mandato divino que es formulado como una prohibición << Del árbol de la ciencia del bien y del mal y del árbol de la vida no comeréis, porque de hacerlo moriréis sin remedio >>[1]
En realidad lo que Dios está haciendo es otorgar a Adán (símbolo de la humanidad) el don inefable de su propio misterio creatural. El hombre es esencialmente creatura y por lo tanto, ser dependiente, relativo, en íntima  e indefectible relación de dependencia con su Creador. No se trata de minusvalorar al hombre (Dios mismo ha pronunciado embelesado al contemplar su creación: ¡Todo es muy bueno!) sino de mostrarle su identidad, desde la cual y sólo desde la cual puede alcanzar la plenitud de su existencia. Solamente desde una perspectiva altanera y ególatra puede interpretarse el texto bíblico como una imposición tiránica por parte de Dios.
En ningún momento se dice que los frutos del árbol de la vida y del conocimiento no sean para el hombre, lo que pasa es que la vida y la sabiduría son dones que la creatura debe aprender a recibir y renunciar a mirarlos como logros adquiridos desde las solas fuerzas humanas.
Desde este punto de vista puede entenderse rectamente la enseñanza del Deuteronomio. En el texto de la primera lectura, Moisés se presenta como el portador de la legislación del mismo Señor. Por esta razón, el pueblo es conminado a no agregar ni quitar absolutamente nada a los mandatos y decretos de Yahvé. Aquí conviene aclarar que Dios no está sancionando como inválida la interpretación y actualización de su Ley. De hecho, desde los tiempos más remotos los escritos sagrados fueron interpretados y actualizados por los mismos escritores sagrados para iluminar las problemáticas concretas de sus comunidades históricas y es por ello que encontramos variaciones en textos que fueron intercalados en escritos posteriores a los originales. Por otro lado, una interpretación literalista de este mandato mosaico acabaría tachando a las traducciones de heréticas y diabólicas, además de que ya no tendríamos acceso a la Palabra porque no existe un solo original de la Biblia.
Más bien se trata de un asunto de radicalidad en la línea del espíritu de la ley: no agregar significa no hacer decir a la Palabra cosas que nada tienen que ver con la intención del autor y no quitar significa no reducir la radicalidad de la enseñanza. Lo que importa finalmente es que la Palabra debe ponerse por obra para que pueda generar libertad, plenitud, gozo, conquista del yo, testimonio capaz de atraer hacia la luz a los hombres que nos rodean. Y es que la Palabra/Ley no consiste en una serie de preceptos legales, sino en una enseñanza vital, en una forma de vida que ha de interiorizarse para que pueda transformar la vida: formar hombres justos, honrados, con dominio de sí (refrenar la lengua), de una sola pieza (de corazón puro), incapaces de difamar a su prójimo (hablar mal de alguien aunque se tenga la razón es difamar), desestimar las ideologías del impío, renunciar a negociar con las necesidades o carencias de los demás (no prestar con usura) y rechazar toda clase de corrupción (Salmo).
La carta de Santiago pone el dedo en la llaga; Un religiosidad que no presta oídos a la Palabra, que no la pone en práctica es un autoengaño. Y bien sabemos que el padre de la mentira es el Diablo. Lo que está diciendo el autor de la carta es tan simple como duro: los que se dicen creyentes pero no viven la Palabra son hijos del Diablo, porque viven en la mentira. La única fe/religión que es pura e intachable a los ojos de Dios Padre es la que pasa por el encuentro con los pobres, con los excluidos, con los que peor lo pasan en la sociedad (simbolizados en el texto por las viudas y los huérfanos) y la que se vive desde las categorías de Cristo (entrega, servicio, amabilidad, mansedumbre, pobreza espiritual, corazón indiviso, etc.) y no desde las ideologías idolátricas y tiranas del mundo.
El evangelio de Marcos nos advierte sobre las consecuencias de convertir la fe en una práctica superficial de mandatos y normas que no tocan el corazón. Estamos ante la mentalidad farisaica. Pero no pensemos tan apresuradamente que Marcos se refiere a unos sinestros personajes del pasado. A poco de profundizar en el texto descubriremos que esta mentalidad impera entre los mismos cristianos del siglo XXI.
Los fariseos no eran en modo alguno malas personas, en su tiempo eran considerados como referentes positivos de la más pura fe israelita y el pueblo les admiraba y buscaba –sin conseguirlo jamás- imitarlos. Su celo por la Ley era admirable, pero el problema –según Jesús- era que habían convertido el cumplimiento de los preceptos en un absoluto y se olvidaban de la intención originaria de la Ley que era liberar y ayudar a los sufrientes y oprimidos. A tal grado habían convertido su ideología en un ídolo que, por ejemplo, no aceptaban que se curara en sábado a una persona que sufría simple y sencillamente porque un precepto lo impedía. El precepto tenía la intención de salvaguardar el objetivo del sábado, que era generar un espacio de encuentro entre Dios y su pueblo, y se querían evitar todas las distracciones para que el hombre aprendiera a relativizar las ocupaciones del mundo y darle la primacía a la relación vital con Dios, pero de ningún modo Dios avalaba el desprecio de la vida humana para poner por encima el cumplimiento casuista de la norma que se convierte en “tradición de hombres”.
Las abluciones (o lavatorios rituales) que los fariseos tanto defienden en el texto no tienen nada que ver con cuestiones higiénicas, sino con ritos purificatorios de la inmundicia espiritual. A Jesús no le preocupan en absoluto estos ritos porque él considera que realmente lo que contamina al hombre y causa el sufrimiento y la maldad en el mundo no tiene nada que ver con ritos religiosos sino con la ideología alienante que favorece la religiosidad ritualista y se olvida de las necesidades urgentes de los hombres (de las cuales es símbolo el hambre de los discípulos que comen el pan sin lavarse las manos).
Cuando aliviar el sufrimiento de los otros deja de ser la prioridad del creyente, entonces se suceden como en una cascada de muerte y perversión, toda clase de desgracias: homicidios (la vida a disposición del hombre), fornicaciones (adulteración del amor y desvalorización del misterio sagrado del otro), codicia (si el otro es prescindible, entonces no hay barreras para hacerme de lo que es suyo), etc.
No cabe duda, son los valores que asumimos los que nos dividen (hacen impuro nuestro corazón) o nos purifican (nos unen internamente y con los demás).
Gracia y paz.


[1] Gn 2,4-17

domingo, 26 de agosto de 2012

Audio Homilía del P. Corres el domingo 26 de agosto de 2012.

Te invito a escuchar la extraordinaria homilía pronunciada por el P. César Corres el domingo 26 de agosto.

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lunes, 20 de agosto de 2012

Audio/Reflexión sobre las lecturas del domingo 26 de agosto de 2012.

Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 26 de agosto de 2012. El tema es << Un sometimiento que es fruto de la libertad >>. Sigue el vínculo:

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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 26 DE AGOSTO DE 2012


REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 26 DE AGOSTO DE 2012
XXI DOMINGO ORDINARIO CICLO B

1.      LECTURAS
Josué 24, 1-2a. 15-17.18b << En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquem. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas  de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor." El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!" >>
Salmo 33 << Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi alma se gloría en el Señor; / que los humildes lo escuchen y se alegren. Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos; / pero el Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, / de todos lo libra el Señor; / él cuida de todos sus huesos, / y ni uno solo se quebrará. La maldad da muerte al malvado, / y los que odian al justo serán castigados. / El Señor redime a sus siervos, / no será castigado quien se acoge a él. >>
Efesios 5, 21 – 32 << Hermanos: Sométanse unos a otros por reverencia a Cristo. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. >>

Juan 6, 60-69 << En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. "Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede." Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios". >>
2.      REFLEXIÓN
Un sometimiento que es fruto de la libertad
Jorge Arévalo Nájera

Uno de los grandes logros del hombre contemporáneo es sin duda la creciente conciencia sobre los derechos inalienables que corresponden a todos los seres humanos. El derecho a un trato digno, a la igualdad laboral, al amor, etc., es hoy por hoy un dato adquirido –al menos a nivel conceptual- y a todos nos parece reprobable la transgresión de tales derechos.
En este contexto, hablar de “someterse” a otro ser humano suena descabellado, obsoleto y contrario a la dignidad intrínseca de los seres humanos. Sin embargo, en el orden teológico y espiritual, la palabra “someterse” tiene un significado  muy distinto al que solemos otorgarle en el lenguaje secular, que va en la línea de la auto-estima baja, de la ausencia de libertad, etc.
Hoy quiero centrar mi reflexión en la segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, en donde precisamente aparece repetidamente la exhortación del apóstol a “someterse” los unos a los otros. Para empezar, y en atención a la sensibilidad femenina de nuestros tiempos, debo decir que Pablo no está haciendo un discurso pro-machismo ni está minusvalorando a la mujer. Más bien y desde el contexto cultural de su época (en aquellos tiempos, el varón era considerado el elemento mediante el cual toda la familia recibía la bendición de Dios) Pablo establece una igualdad hasta entonces impensable (para los judíos la mujer era poco menos que un cero a la izquierda y para los griegos la sumisión esclavista de la mujer al hombre no es arbitraria sino natural) y si bien habla de sometimiento, lo hace en referencia al varón y a la mujer << sométanse los unos a los otros… >>
La clave para entender adecuadamente el discurso está en la causa de tal sometimiento << por reverencia a Cristo >>, es decir, por reconocimiento a su amor entregado hasta el extremo. Si el marido es cabeza –guía- de la mujer, sólo lo es en la medida que reproduce el modo de ser Cabeza que tiene Cristo para con su Iglesia. Él ha sido el primero en amarla y dar la vida por ella mostrándole el camino hacia la excelencia y la vida en plenitud –es el buen pastor- , liberándola de sus esclavitudes –es su redentor-, dándose a ella como comida saludable –es su pan bajado del cielo-, como bebida santificante –es sangre que da la vida-, etc.
Desde luego que hoy podríamos reformular la afirmación del apóstol de los gentiles y decir que muy bien la mujer puede ser hoy << cabeza del varón>>, pero a condición de que sea para él lo que Cristo es para su Iglesia. Y seguramente también podemos afirmar –sin temor a caer en la herejía- que los papeles son intercambiables, que ser cabeza es una función intercambiable y en ciertas circunstancias de la vida el varón lo será y en otras ocasiones la mujer asumirá dicho papel. Finalmente el mismo Pablo dirá en su carta a los Gálatas: << Los que os habéis bautizado en Cristo, os habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús >>[1]
Pero, para que alguien pueda ejercer su función de “cabeza”, de guía que conduce al encuentro con el Padre celestial, debe haber otro que sea dócil, que reconozca la autoridad de la “cabeza”. Cuando es la soberbia quien reina en los corazones, cuando se quiere ser poseedor siempre y en toda circunstancia de la verdad, cuando se pretende la autonomía absoluta y se quiere construir la propia historia al margen de la escucha atenta a lo que en el otro se revela, cuando la vida se convierte en un permanente monólogo, entonces se asfixia el Espíritu, se cercena la cabeza del cuerpo y sobreviene la muerte.
Someterse al otro es aceptar con humildad que la verdad nos viene siempre nueva en el encuentro con los otros, es abrirnos a la novedad y revisar permanentemente nuestras posturas, no para ser veletas que cambien de opinión a cada instante, sino para enriquecernos con los puntos de vista diferentes y por qué no, cuando así sea necesario, cambiar nuestras creencias y actitudes. Lo único inmutable es la mutabilidad de las cosas. No es que la fe cambie, su contenido eterno está expresado en nuestro credo, pero dado que el Misterio al que nos adherimos no es una doctrina sino un Dios personal, la profundización en la fe es profundización en la relación con él y siempre será posible la reformulación lingüística y simbólica de la fe.
Someterse por reverencia a Cristo es crecer en libertad, es reconocer la acción del Espíritu de Cristo en el hermano, es renunciar a negar que el Hijo del Hombre esté llegando en lo cotidiano, en lo que está al alcance de la mano, es apostar por el hombre del mismo modo que Dios lo hace contigo.
La clave del sometimiento cristiano es el amor. El que ejerce como cabeza lo hace entregando la vida para que el otro la tenga y el que se somete lo hace también por amor, reconociendo en el otro al Cristo que me conduce hacia verdes prados. Ya debería resultar claro que no se trata de renunciar servilmente a nuestros derechos, de dejarnos pisotear o de abandonar infantilmente nuestras decisiones en manos de otros. El sometimiento cristiano es siempre fruto de la libertad, del ejercicio de una conciencia bien formada y del discernimiento permanente.
Resulta evidente que Pablo se está refiriendo de forma inmediata a la relación conyugal, al matrimonio sacramental, cuya esencia es precisamente mostrar al mundo de modo sensible el amor de Dios por la humanidad manifestado en Cristo Jesús, pues Cristo, al mismo tiempo que  se sometió a la voluntad amorosísima del Padre hasta el extremo de la cruz, fue exaltado a la diestra de Dios y toda rodilla se dobla ante él, pues es germen de la nueva creación, primogénito de entre los muertos, Cabeza de la humanidad redimida cuyo sacramento es la Iglesia, testigo fiel y sumo sacerdote que ha abierto de una vez y para siempre el acceso al Padre de la vida.
Sin embargo, aunque Pablo se refiere a la relación matrimonial, su discurso tiene alcances que trascienden la realidad conyugal y se abre a todo tipo de relación interhumana. Toda relación debe basarse en la apertura y el reconocimiento del otro como espacio de manifestación del Cristo que nos guía al abrazo escatológico del Padre.
Solamente los hombres libres pueden someterse a la Cabeza que se hace visible en todo ser humano que abierto a la acción del Espíritu nos muestra con su entrega y servicio el camino que conduce a la casa paterna.
Gracia y paz.


[1] Ga 3,27-29

Homilía P. César Corres_Domingo 19 de agosto de 2012.

Te invito a escuchar la bella homilía pronunciada por el P. César Corres el domingo 19 de agosto de 2012, para la Comunidad del Camino. Sigue el vínculo:


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martes, 14 de agosto de 2012

Audio/reflexion sobre las lecturas del domingo 19 de agosto de 2012.

Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 19 de agosto de 2012. El tema es << La sabiduría se alcanza comiendo la carne del Hijo >> Sigue el vínculo:


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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 19 DE AGOSTO DE 2012


1.      LECTURAS
Proverbios 9, 1-6  << La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, ha preparado el banquete, ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: "Si alguno es simple, véngase acá." Y al falto de juicio le dice: "Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado; dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia." >>
Salmo 33 << Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. >>
Efesios 5, 15-20 << Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cual es la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad, salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. >>
Juan 6, 51-58 << Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían:"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre." >>
           

2.      REFLEXIÓN
La Sabiduría se Alcanza…Comiendo la Carne del Hijo
Jorge Arévalo Nájera

Todos queremos ser sabios, conocer los secretos que nos lleven a experimentar una vida de plenitud y gozo. Algunos toman el camino del aprendizaje intelectual e invierten horas interminables en el sesudo estudio de diversas ramas de la ciencia o del saber humano. Piensan que esto les llevará a satisfacer la necesidad ontológica del logro pleno de sus potencialidades.
Otros se inclinan por el camino que ofrece la religión y asumen con profunda responsabilidad el cumplimiento de un determinado código ético que emana de la doctrina de la religión en cuestión. Están seguros que la práctica religiosa puede encaminar sus pasos al encuentro con la realidad trascendente y así descubrir el sentido totalizador de sus vidas.
La mayoría de los seres humanos, sin embargo, no se atreven a iniciar una búsqueda a profundidad y se quedan en la superficie de la vida, se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos más o menos fortuitos que se les van presentando y reaccionan de acuerdo a las necesidades del momento. Y sin embargo, en lo más profundo de su ser, claman por un plus de realización, quisieran conocer las sendas del éxito existencial, pero el miedo les paraliza y se refugian en la inconsciencia.
No obstante, para aquellos que son eternos buscadores, insatisfechos siempre con lo que el mundo les propone, para aquellos valientes capaces de arrojar su alma por los senderos imprevisibles e incontrolables de la relación con Dios, la Palabra tiene algo que decirles.
Los textos que se nos proclaman en la Eucaristía, de una u otra forma apuntan y profundizan en el tema de la sabiduría. Y entonces, es conveniente aclarar lo que la Biblia entiende sobre este tema. Sabiduría significa la capacidad otorgada por Dios al hombre para discernir entre aquello que le lleva a la plenitud existencial y aquello que le esclaviza y le mantiene sumido en los estrechos límites de su intrascendencia. La sabiduría pues no es un fin en sí misma, es un medio para alcanzar un bien mayor. Ese “bien mayor” de acuerdo a la Escritura es la vida definitiva, vida en plenitud de existencia, gozosa, alegre, vida que sólo puede alcanzarse en la relación interpersonal con el Absoluto.
En la primera lectura, del libro de los Proverbios el autor personaliza a la Sabiduría y para aquellos que buscan afanosamente este tipo de vida, la sabiduría ha preparado un banquete, ha edificado una casa y les invita a comer su pan y beber su vino. Es el convite de la comunión, del amor y la alegría sin término (mesa preparada con vino), es el anuncio del alimento imperecedero puesto al alcance del hombre (pan ofertado), de la inteligencia profunda de todas las cosas para discernir asertivamente el bien del mal y caminar hacia la luz. Por ahora son promesas, aún no se nos dice la forma en la que se puede alcanzar la apetecida sabiduría y de la consecuente vida que de ella se desprende.
El Salmo nos da una valiosísima primera pista: << Todos sus santos, temed al Señor >> El "temor de Dios" es un concepto teológico acuñado en el AT y hace referencia a la experiencia religiosa universal del hombre que se encuentra ante el Misterio. Por un lado, se siente anonadado por la majestuosidad ontológica del Ser supremo (Tremendum) y por otro lado se siente atraído irresistiblemente por él (Fascinans) La relación con Dios se juega en la difícil pero irreductible tensión entre estos polos. La experiencia global del Misterio le lleva a un acto de obediencia reverencial y a una ética concreta. Como se puede ver, el "temor de Dios" que es un don del Espíritu, nada tiene que ver con el miedo y es la actitud fundamental para abrir la puerta a la sabiduría.
La carta a los Efesios nos aporta una segunda pista a través del binomio de contraposición entre prudencia e insensatez. La prudencia es una actitud que deberá constituir el eje conductual de la vida del creyente. Pero, ¿qué es la prudencia? Se trata de << aprovechar el tiempo presente y de esforzarse por comprender cuál es la voluntad del Señor >>
Anclarse en el pasado o poner la mirada en el futuro es una insensatez porque el pasado y el futuro son simples ficciones de la mente. Lo único que tenemos, el único espacio vital es el presente y en él opera la salvación de Dios. Aprovechar el tiempo significa espiritualmente permanecer con los ojos fijos en el tiempo presente para descubrir los signos liberadores de Dios en nuestra historia.
Y dado que es en el presente donde Dios salva, es allí donde se manifiesta su voluntad. El Señor no salva sin la participación del hombre, que ha de abrirse a su proyecto liberador y plenificante y encarnarlo en el aquí y el ahora. Pero, ¿será que Dios determina de antemano la concreción específica de cada proyecto? ¿Seremos marionetas sin posibilidad alguna de ejercer una libertad real? No parece que sea esa la actitud de Dios ante el hombre, ¿no sería absurdo que por un lado nos dijera que ha empeñado su vida con tal de que seamos libres y por otro lado nos saliera con la embajada de que o nos ceñimos estrictamente a un plan que ya él ha diseñado en todos sus detalles o nos convertimos en rebeldes irredentos dignos del infierno por desobedientes?
Si atendemos a la reflexión de San Agustín, que haciendo una analogía entre el concepto de “voluntad” humana y la “voluntad de Dios”, llega a la siguiente conclusión: si la voluntad del hombre libre es la virtud/fuerza que le permite orientarse y dirigirse hacia el bien, entonces la “voluntad de Dios” no puede ser otra cosa que el Espíritu Santo, persona divina que hace explotar el amor entre el Padre y el Hijo en un movimiento expansivo ad extra (hacia fuera) de Dios para poner en marcha la historia de la salvación.
Y hablando del Espíritu Santo, no puede sino pensarse en libertad, en creatividad, en apertura a lo inesperado << El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu. >>[1], nada de clichés estereotipados, nada de recetas de cocina que seguir al pie de la letra, nada de reglas monolíticas, la acción del hombre movido por el Espíritu no consiste en una imitación ridícula de las acciones de Jesús, sino en la apropiación de su espíritu para actualizarlo en las situaciones concretas que a cada uno le toque vivir.
Es verdad, el proyecto fundamental de Dios es la liberación del hombre de todas sus esclavitudes para abrazar el amor en absoluta libertad, pero lo que eso signifique en cada caso tocará al hombre de cada época y circunstancia descubrirlo escuchando la Palabra, discerniendo cuidadosamente en oración y aplicando toda su creatividad y los dones que el mismo Espíritu le otorgue.
Finalmente, el evangelio de Juan nos da la última y definitiva orientación para poder recibir la sabiduría divina: Jesús dice de sí mismo que él es cuerpo/carne/pan/sangre que se entrega por la vida del mundo, y pone el condicional irrenunciable de comerlo si se quiere adquirir la vida definitiva.
Por lo tanto, lo que está haciendo Jesús es identificar la sabiduría con la consumición de su persona en la dimensión de cuerpo (Jesús en cuanto comunicado corpóreamente), de carne (Jesús en cuanto crucificado), de pan (Jesús en cuanto alimento verdadero) y de sangre (Jesús en cuanto entregado hasta el extremo).
¿Cómo pueden los hombres “comer y beber” a Jesús? Son dos formas indisolublemente unidas: sacramento y praxis, culto y existencia. El primero desvinculado de la vida es ritualismo mágico y herético, pero el segundo sin el primero es activismo intrascendente, asfixiado y condenado a la muerte.
Eucaristía y vida, alimento y lucha por liberar a los hombres, allí está el código para descifrar la realidad y encaminarnos a la vida plena, hay que comer y beber a Jesús el Cristo.
Gracia y paz.


[1] Jn 3,8

miércoles, 8 de agosto de 2012

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 12 DE AGOSTO DE 2012 XIX DOMINGO ORDINARIO CICLO B

Te invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del domingo 12 de agosto del 2012. Tema << Comer el Pan del Cielo Para No Contristar al Espíritu >> Sigue el vínculo:

http://www.ivoox.com/reflexion-domingo-12-agosto-2012-audios-mp3_rf_1371095_1.html


REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 12 DE AGOSTO DE 2012 XIX DOMINGO ORDINARIO CICLO B


1.      LECTURAS
1 Reyes. 19, 4-8: << Elías caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseo la muerte y dijo:" ¡Basta ya, Yahveh, toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!" Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: "Levántate y come." Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: "Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti." Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches. >>
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9: << Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa, en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él. >>
Efesios. 4, 30- 5, 2: << No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda dureza, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma. >>
Juan 6, 41-52: << Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan que ha bajado del cielo." Y decían: ¿"No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?" Jesús respondió: "No murmuréis entre vosotros. "Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná del desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo."
2.      REFLEXIÓN
COMER EL PAN DEL CIELO PARA NO CONTRISTAR AL ESPÍRIUTU
JORGE ARÉVALO NÁJERA
Con mucha frecuencia escucho decir a personas de buena voluntad, fieles cumplidores de sus deberes cristianos, que son “consentidos” de Dios porque les ha dado una buena posición económica, salud, una imagen respetable, hijos prósperos e inteligentes, etc.
Yo me pregunto si la posesión de cualquier bien, ya sea material o espiritual es signo inequívoco del beneplácito divino causado por las “buenas obras” y me lo pregunto porque también conozco seres humanos maravillosos que han entregado su vida en servicio de amor a los demás y que padecen estrecheces económicas, enfermedades crónicas que les desgastan lenta y dolorosamente, que han sufrido engaños y traiciones de sus seres más queridos y no me atrevo –es más me niego terminantemente- a pensar que sus carencias y sufrimientos sean signos del disgusto y desaprobación de Dios a sus vidas.
Sin duda que el deseo más puro del creyente es el complacer a Dios, agradarle, tenerlo contento. Sin embargo, caben dos preguntas ante este deseo; ¿es posible complacer a Dios? Y enseguida ¿cómo se logra esto?
Respecto a la primera pregunta, ésta sólo tiene cabida si partimos de una imagen de Dios que brota de la revelación bíblica, en la que Dios sufre, se entrega, lucha al lado de los hombres, ama, se encela, ruega al hombre y…es capaz de alegrarse. Desde la imagen griega de la divinidad esto es imposible, Dios es una especie de esfera perfecta a la que nada le hace falta y por lo tanto no puede apasionarse ni procurársele alegría.
Pero dado que nuestra fe es –o debería ser- bíblica y no un producto de la filosofía griega, entonces debemos y podemos afirmar que a Dios es posible alegrarle, que el hombre es capaz de provocar gozo en el corazón del Eterno…pero que también es capaz de provocarle dolor, pena infinita, al modo totalizador con el que Dios siente.
Dicho lo anterior, entonces surge el interrogante sobre el cómo alegrar –o entristecer- a Dios. Para ello, acudamos a la fuente inerrante[1] que es la Sagrada Escritura:
En la primera lectura, del libro primero de Reyes, el profeta Elías se siente cansado del permanente fracaso del pueblo ante las exigencias que la alianza con Yahvé le impone y desesperado quiere que su vida termine. Él está siendo perseguido por la reina pagana Jezabel que quiere tomar venganza por el asesinato de sus profetas a manos de Elías en aquel épico pasaje del Monte Carmelo (1 Re 18,1-40). Tiene miedo y se identifica con el pueblo fracasado “no soy mejor que mis padres”. Sin embargo, Dios no sabe abandonar a los suyos y les alimenta para que continúen caminando. El fracaso es siempre relativo, nuestros pobres y medrosos esfuerzos no son la medida con la que Dios nos juzga.
Dios mismo alimenta a sus profetas con su pan y su agua –que son prefiguras del Pan y el Agua definitivos que saciarán para siempre el hambre y la sed de los eternos caminantes-. El pasaje que continúa al que analizamos nos narra que Elías se refugia en una cueva y es allí en donde Dios le revela la causa de su miedo y su fracaso: Yahvé no está en el fuego con el que Elías consumió al novillo rociado con agua, tampoco está en la violencia con la que destruyó a los opositores de Dios, ni tampoco en el viento huracanado que descuaja los montes…Él está en la suave brisa que acaricia el rostro acalorado de los caminantes del desierto, él está en la cotidianidad de un pan cocido sobre piedras calientes.
Si me permite Usted, amable lector, me atreveré a interpolar una interpretación personal   y cristológica sobre este dato: si el pan en el Nuevo Testamento simboliza a Cristo/Eucaristía,  y la piedra es símbolo de la Torá o de la Ley, entonces lo que Dios oferta a Eliseo (símbolo del nuevo pueblo de Dios, todo él profético) como alimento o viático para el camino es a Jesús mismo que ha sido anunciado, preparado y anticipado por la economía revelatoria del Antiguo Pacto que lleva en sus entrañas el fuego del Espíritu que hace parir a Cristo en la historia.
¿Qué cosa más cotidiana que el pan y el vino eucarístico? ¿Existe acaso algo más cercano que ese pedazo de pan y ese sorbo de vino que es puesto al alcance de nuestra boca? Y sin embargo, es el eternamente incognoscible, el inaccesible a las solas capacidades humanas, el totalmente Otro, el tres veces Santo quien yace suavemente en la palma de nuestras manos y es sorbido por nuestros labios agostados por la sed de infinito.
Pero basta ya de digresiones y volvamos al hilo conductor de nuestros textos. Pablo, en su carta a los Efesios, conmina a los cristianos a no entristecer al Espíritu Santo con el que han sido marcados como propiedad de Dios. Lo que entristece al Espíritu es la maledicencia (hablar mal, difamar a los hermanos), la aspereza en el trato, la ira, los gritos.
Es un elenco de actitudes que parece tomado de cualquier comunidad actual ¿no les parece?, a cual más hablamos mal unos de otros y con la misma boca con la que alabamos al Señor sobajamos al hermano. A cual más tratamos con aspereza, nos encolerizamos y  levantamos la voz a los hermanos cuando se equivocan o se “atreven” a expresar puntos de vista distintos a los nuestros o según nuestros criterios dicen tonterías.
Entonces, las actitudes que alegran a Dios pueden deducirse fácilmente buscando los opuestos: Dios se alegra cuando hablamos bien y con tono deferente (ponderamos sus cualidades y hacemos sentir importante), tratamos con suavidad y somos amables con los hermanos. ¿Fácil no? El Evangelio no guarda sus secretos a los sencillos y humildes de corazón, no es una doctrina esotérica reservada a unos cuantos iniciados, el Evangelio se vive y la fe se verifica en el cada día del contacto con los hermanos.
Pero, ¿es posible vivir esto? Así como el cuerpo humano crece y puede realizar todas sus funciones (incluyendo las del orden psicológico y espiritual) si es alimentado adecuadamente, el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia no puede asumir la vida sobrenatural del Evangelio sin el alimento pertinente que es Cristo mismo.
En el evangelio de Juan, Jesús se presenta como el pan bajado del cielo que da la vida definitiva. Bien sabemos por fe que a nivel sacramental, Cristo se nos da en el pan y el vino eucaristizados, y que su presencia en las especies consagradas es real, verdadera y sustancial, pero no basta con abrir la boca, masticar y beber, eso no es comunión hasta que se convierte en expresión de una fe concretizada en acciones específicas que responden a la Palabra de Jesús.
Pero al mismo tiempo, manducar y beber el Cuerpo y sangre de Cristo creyendo firmemente  es alimentarse con la fuerza misma de Dios, es permitir ser asimilados por el Padre, el Hijo y el Espíritu y sumarse al torrente de vida intradivina. Creer en el Pan bajado del Cielo significa pues por una parte asumir los valores, criterios y opciones de Jesús como eje conductual y al mismo tiempo significa celebrar con los hermanos la fiesta de la vida que se nos oferta en la Eucaristía. Solo así alegraremos al Espíritu que procede del Padre y del Hijo.
Gracia y paz.


[1] Inerrancia es la cualidad de estar exento de error.