lunes, 30 de diciembre de 2013

AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 5 DE ENERO DE 2014_EPIFANÍA CICLO A

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 5 de enero de 2014 (Epifanía).
Sigan el vínculo: http://www.ivoox.com/reflexion-5-enero-2014-epifania-ciclo-a-audios-mp3_rf_2679787_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 5 DE ENERO DE 2014 (EPIFANÍA. CICLO A)

1. Lecturas
Is 60, 1-6: Levántate y brilla, que ha llegado tu luz y la Gloria de Yahvé amaneció sobre ti. Mientras las tinieblas cubrían la tierra y los pueblos estaban en la noche, sobre ti se levantó Yahvé, y sobre ti apareció su Gloria. Los pueblos se dirigen hacia tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta los ojos a tu alrededor y contempla: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos y tus hijas son traídas en brazos. Tú entonces, al verlo, te pondrás radiante, palpitará tu corazón muy emocionado; traerán a ti tesoros del otro lado del mar y llegarán a ti las riquezas de las naciones. Te inundará una multitud de camellos: llegarán los de Madián y Efá. Los de Sabá vendrán todos trayendo oro e incienso, y proclamando las alabanzas de Yahvé.
Sal 71: Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a  mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones. Al débil librará del poderoso  y ayudará al que se encuentra en desamparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
Ef 3, 2-3.5-6: Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Mt 2, 1-12: Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: « ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.» Herodes y toda Jerusalén se sobresaltaron al oír esto. Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta:<< Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel. >> Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella.
Después los envió a Belén y les dijo: «Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a ese niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje.» Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.  ¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. Luego se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes, así que regresaron a su país por otro camino.
2. Reflexión
La gloria de Yahvé brilla entre los despreciados del mundo
Jorge Arévalo Nájera
Levántate y brilla” dice el profeta Isaías al pueblo que se encuentra entre tinieblas. Hemos dicho en nuestra reflexión del domingo pasado que “levantarse” significa –teológicamente- “resucitar” y el “brillar” hace referencia a la capacidad de iluminar la realidad. Israel está siendo llamado a vivir de tal modo, que su simple existencia sea criterio de discernimiento… ¿para quién?, el texto dice que “la tierra estaba cubierta por las tinieblas y los pueblos estaban en la noche”, si tomamos en cuenta que las tinieblas y la noche tienen la connotación de incomprensión y/o rechazo al proyecto de Dios[1], entonces resulta evidente que para Isaías, el mundo entero estaba sumido en la incomprensión, en la incapacidad para lograr su plenitud hasta el momento en que Dios confiere a Israel la capacidad de brillar e iluminar esa tiniebla: << sobre ti apareció su Gloria>>
Y ¿qué es esa Gloria? La Gloria de Yahvé es la manifestación de su acción salvadora. Cuando Dios logra que un hombre se abra a su dinámica salvífica y viva de acuerdo a sus mociones, entonces, al mismo tiempo que brilla el hombre/pueblo, brilla la Gloria de Dios. Por lo tanto, la Gloria tiene un objetivo, y ese objetivo es la plenitud del pueblo y por derivación, la plenitud de todo el género humano. ¡Glorioso y fascinante papel nos encomienda el Señor! ¡Ser polo de atracción hacia el cual confluyen todos los hombres, pueblos y reyes, pobres y poderosos, propios y ajenos, cercanos y lejanos!
Vale la pena preguntarnos amables lectores si nuestra vivencia de la fe ha logrado salir del mero intimismo y la autosatisfacción para impactar con la Gloria de Yahvé al mundo que nos rodea, ¿podríamos decir que hemos permitido que Dios, mediante nosotros haya iluminado la vida de otros? Si no vienen a nuestra mente rostros concretos, entonces es momento de hacer una profunda revisión de nuestra vida cristiana e implorar al Señor que nos conceda el abrirnos a su gracia para llegar a ser luz del mundo.
El Salmo 71 es una súplica para que Dios conceda al pueblo un pastor, un rey que le rija con justicia y sabiduría y sea capaz de llevarlo precisamente al logro de su misión en el mundo ¡comunicar a los hombres la Gloria de Yahvé! El pueblo de Israel fue siempre consciente de la imperiosa e irrenunciable presencia de un pastor que hiciera resonar su callado en las rocas de las escarpadas montañas de la vida para llevarlos a pastizales buenos.
Este es un grave y acuciante problema del cristianismo contemporáneo; ¡se quiere vivir un cristianismo sin  pastoreo!, por doquier se escucha decir que se ama a Jesús pero que no se necesita un pastor humano, y este sentir no necesariamente se formula explícitamente, basta con no prestar atención a las enseñanzas del pastor (que es en primer lugar la autoridad religiosa suprema –para los católicos el Papa, para los cristianos de la Reforma el Ministro que preside, etc.- o el pastor que la misma Iglesia concede a la comunidad específica.
Simplemente, el común de los cristianos no escuchan lo que el pastor dice y mucho menos le obedecen.  En el fondo, se trata de falta de fe en el carisma que Dios concede al pastor para conducir a la comunidad, carisma que ésta no posee. No prestar obediencia a la conducción pastoral es dejarse envolver por la tiniebla y la noche y por lo tanto, exponerse a perder el rumbo y despeñarse por la ladera de las montañas.
Es verdad que Jesús es el único y suficiente Pastor de la Comunidad, pero él mismo ha decidido ejercer su pastoreo a través de hombres –y cuando digo “hombres” me refiero al género humano, no estoy haciendo distinción entre hombres y mujeres- elegidos de entre la misma Comunidad, ¡fatigoso ejercicio de obediencia y humildad resulta asumir que otros seres humanos nos conduzcan y renunciar a nuestras pretensiones de autosuficiencia! Desde luego que el pastor delegado debe asumir el tipo de pastoreo de Jesús: ¡Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra en desamparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado! Y esto, por sí mismo atraerá los corazones de las derrengadas ovejas.
En la carta a los Efesios, Pablo expone el misterio que le ha sido revelado por el Espíritu –a él y a los santos apóstoles y profetas-  y que permaneció oculto en el pasado. La palabra griega misterion –que años después será traducido al Latín por sacramentum- hace alusión a la acción salvífica inédita de Dios que solamente ha sido revelada plenamente en Jesús Mesías.
Ese misterion consiste en la acogida de Dios a los paganos, que son hechos coherederos de las promesas en Cristo Jesús hechas a Israel. Jesús es la manifestación perfecta de la Gloria, en él, todos los hombres son convocados a lograr su plenitud creatural, en Jesús se besan la paz y la justicia, el Reino de Dios se hace historia y los anhelos arquetípicos se ven cumplidos de un modo inesperado, la reconciliación universal es posible y real en Cristo Jesús, porque él ha unido dos mundos antes irreconciliables –el del hombre y el de Dios- y ha clavado en la cruz la enemistad de los pueblos.
El evangelio de Mateo, nos narra el conocidísimo –y generalmente mal interpretado- relato de los magos de Oriente.  La tradición religiosa popular ha convertido la fiesta de la Epifanía en un pintoresco relato de tres reyes magos (Melchor, Gaspar y Baltasar) que emprenden un largo camino desde tierras lejanas para adorar al niño Jesús y entregarle sus obsequios.
Como medio evangelizador, está bien, no pretendo que la costumbre de los regalos que los magos traen a los niños cada año sea abolida –yo mismo disfruté enormemente cuando niño de la emoción de dicha costumbre y permanecí en vela, hasta que el sueño me vencía, esperando ansiosamente escuchar las pisadas del camello, el elefante y el caballo-, pero creo que es necesario profundizar en la teología y espiritualidad del bellísimo texto de Mateo para madurar en nuestra fe y poder transmitir más adecuadamente su mensaje salvífico.
Antes que nada, hay que ubicar el texto dentro de la estructura de la introducción teológica (capítulos 1 y 2) que comúnmente se llama “Evangelio de la Infancia”, y que es en realidad una presentación cristológica del misterio de Jesús que retrotrae a su infancia lo que la comunidad cristiana ha descubierto en el Resucitado. Entonces, hay que leer el texto de Mt 2,1-12 desde esta perspectiva.
Herodes, los sumos sacerdotes y los letrados concretizan  en su dimensión histórica las tinieblas y la noche anunciadas por Isaías en la primera lectura, y en su doble matiz de significado: incomprensión y oposición violenta. En efecto, Herodes quiere averiguar sobre el nacimiento del niño Mesías -y para ello convoca al poder religioso e intelectual- simplemente porque se siente amenazado por el estilo de vida y los valores que ese niño representa (la insignificancia y la humildad como piedra fundamental de una nueva sociedad basada en el amor y la renuncia al poder). Es claro que Mateo prefigura en su relato de la infancia lo que ya ha sucedido cuando escribe su introducción: Jesús ha sido perseguido y finalmente asesinado por el contubernio[2] de los poderes políticos (Herodes) y religiosos (sumos sacerdotes e intelectuales de la ley).
Los magos simbolizan a los buscadores[3] paganos, sabios y entendidos en las ciencias humanas que buscan afanosamente el sentido de la vida y que escrutan los signos de Dios en la historia (la estrella). En efecto, ¿Quiénes finalmente se abrieron y aceptaron el mensaje de Jesús una vez que las autoridades judías y romanas le rechazaron? ¿No fueron acaso los paganos y los despreciados y segregados sectores de la población? Sin embargo, para Mateo, la verdadera sabiduría no reside en el conocimiento intelectual de la Ley ni en la realización de un culto sacrificial, sino en el alma que busca afanosamente en la pequeñez (la insignificante comunidad cristiana simbolizada por María que guarda en su regazo al aún más insignificante recién nacido) el significado trascendente de la vida y que es capaz de abandonar sus seguridades (el periplo de los magos) para seguir los signos de Dios en la historia.
¡Cuánto sufrimiento y pesar nos ahorraríamos nosotros, tan aferrados a la grandeza, al brillo mundano, al prestigio y al poder si supiéramos descubrir que la Gloria de Yahvé brilla entre los despreciados del mundo y que el camino a la grandeza es hacia abajo y no hacia arriba, que es en el dar y no en el recibir que se esconde el secreto de la bienaventuranza, que las ideologías del mundo son falacias alienantes y que sólo el Evangelio de Jesucristo es la Verdad que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo.
                                                                                                     Gracia y paz.



[1] En la teología sinóptica la tiniebla o tinieblas es una incomprensión que se opone incluso violentamente a Jesús, mientras que en la teología joánica, se trata simplemente de una incapacidad para comprender el proyecto de Dios manifestado en Jesús.
[2] Alianza o liga vituperable.
[3] Ver en Corres Cadavieco César, Domingo 53, el Evangelio domingo a domingo. Ed. Tiro Corto, México, 2010, pp. 57-64.

lunes, 23 de diciembre de 2013

AUDIO REFLEXIÓN DOMINGO 29 DE DICIEMBRE DE 2013_SAGRADA FAMILIA

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 29 de diciembre_Sagrada Familia.

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-29-diciembre-2013-sagrada-familia-audios-mp3_rf_2668181_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 29 DE DICIEMBRE DE 2013 (LA SAGRADA FAMILIA CICLO A)


1. Lecturas
 Si (Eclesiástico) 3,3-7.14-17: Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
Sal 127: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Col 3,12-21: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Mt 2,13-15.19-23: Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.»
 Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
2. Reflexión
Sobre una familia temerosa de su Padre, llamada a salir de Egipto y a vivir en Nazaret de Galilea
Jorge Arévalo Nájera
Hoy celebramos la festividad de la Sagrada Familia. Mucho se ha escrito sobre la familia formada por María, José y el niño Jesús en cuanto paradigma de la familia humana, y no es mi intención abundar en este sentido. Más bien, quiero fijarme en ella como prototipo de la Iglesia exódica y temerosa de su Padre (la familia sale hacia Egipto apenas José recibe la revelación en sueños), llena de la plenitud de Cristo (María con el pequeño niño)  y radicada en la universalidad (la familia se queda a vivir en Nazaret de Galilea).
Pero no nos adelantemos y vayamos al análisis de la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico o Sirácida. El texto, en un primer nivel de lectura, nos indica la actitud que todo hijo de Israel debe guardar hacia su padre humano, es, digámoslo así, como una explicitación de la torot (enseñanza) sobre el honrar a los padres. Pero en un segundo nivel de lectura, el hijo al cual se dirige la enseñanza del sabio, engloba a todo el pueblo, de tal modo que acaba representándolo y universalizando así la enseñanza. El padre humano representa entonces a Dios mismo. Así las cosas, el paradigmático hijo se caracteriza por “honrar permanentemente a su padre” y ¿qué significa eso exactamente, en la mentalidad del sabio?
-Respetarlo: el respeto es la actitud permanente de acogida del misterio personal del otro, sin componendas ni ambigüedades, sin querer cambiar nada de él, aceptándolo tal como es, maravillándose de su otreidad y diferencia. En el caso del respeto al padre humano, evidentemente  exige el reconocimiento del ascendiente paterno, de su autoridad sobre el hijo. En el caso del respeto hacia Dios, la acogida se traduce en obediencia reverencial, en temor de Dios (reconocimiento de su majestuosidad y bonomía absolutas). El hijo de Dios siempre sabe reconocer que su Padre tiene la última palabra, porque esa palabra es ante todo, bendición, plenificación, ruta segura que lleva a buen puerto. Temer a Dios no significa tenerle miedo, sino obedecerle reverencialmente porque se le descubre como fuente de toda bondad y por ello, omnipotente y fascinante.
-Perseverancia en el acompañamiento del padre: a nivel de ley, no abandonar al padre significa desde luego no dejarlo a su suerte –sobre todo en la vejez, cuando las fuerzas le han abandonado y no puede valerse por sí mismo-, pero en cuanto a la relación con Dios, “acompañar a Dios” significa comunión de vida, fidelidad a  la alianza, y en el Nuevo Testamento significa seguimiento, “estar con Jesús”, vigilia constante, abrazo del proyecto de Dios, etc. “No abochornarlo” significa vivir de acuerdo al código paterno de misericordia y solidaridad con los sufrientes.
El Salmo, reitera los frutos que se desprenden del temor a Dios:
- Comer del fruto de tu trabajo: en el relato de los orígenes teológicos del pecado y sus consecuencias[1], se nos dice que uno de los efectos de poner oídos sordos a la Palabra, es precisamente la desavenencia con el cosmos, la relación con el entorno vital, que originalmente era un jardín espacioso y lleno de árboles apetitosos a la vista y buenos para comer y ahora se torna una tierra de abrojos a la que hay que arrancarle con fatiga sus frutos para comer. Pues bien, la solución a tan desoladora situación no es otra que temer al Señor y seguir sus caminos. Dicho de otra manera, reconocerlo a él como la fuente de todo bien y acoger existencialmente su Palabra es la clave de recuperación de la armonía cósmica.
- La fecundidad de la mujer: recordemos que para los hombres bíblicos del A.T., no existía el concepto de la resurrección[2] y su referencia a la permanencia y plenitud se circunscribía a la imagen de una prole numerosa que garantizara la perpetuación de la semilla paterna. El temeroso de Yahvé tiene, sin embargo, garantizado dicho futuro de plenitud.
La carta a los Colosenses elenca las características propias de la familia de Dios-la comunidad cristiana- que ha surgido no por iniciativa humana sino por la libérrima y amorosa elección de Dios (han sido elegidos por amor) y que aparta a los suyos del mundo (son santos):
  1. Misericordia –amar a los hermanos en su miseria- arraigada en las entrañas mismas y por ello irrenunciable (¿acaso puede uno arrancarse las entrañas y vivir?)
  2.  Bondad –responde perfectamente a la identidad de hijos que le ha sido conferida- siempre manifiesta; humildad –reconocimiento de la pequeñez intrínseca a su creatureidad al mismo tiempo que de su dignidad como hijos- que le permite hacerse servidora de todos.
  3. Dulzura –amabilidad, trato suave, que es fruto de una renuncia total a toda forma de autoritarismo y violencia-
  4. Y sobre todo, la comunidad está llena de la paz de Cristo y esto le permite amar sin condiciones.
No cabe duda que dichas virtudes deben ser vividas –siempre como fruto de la gracia- al interior de toda sociedad humana y especialmente en la familia humana cristiana para que pueda realmente ser germen de una sociedad nueva y alternativa.
Finalmente, el evangelio de Mateo nos presenta el conocidísimo texto navideño del aviso en sueños a José para que abandone su tierra y huya a Egipto ante la amenaza del asesino Herodes de matar al niño. Allí permanece la Sagrada Familia hasta que Dios mismo –la figura del ángel del Señor es un recurso literario teológico para designar a Yahvé- le avisa, otra vez en sueños, que Herodes ha muerto y le ordena que regrese a Israel. Así lo hace, pero no vuelve a Judea sino a Nazaret de Galilea por temor al sucesor de Herodes que reina en Judea. El texto está lleno de reminiscencias del A.T., lo que nos hace pensar que se trata –en esto están de acuerdo la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento- en que se trata de un midrash cristiano[3] y no de una narración histórica.
José representa al resto fiel de Israel, caracterizado precisamente por su humildad, su temor de Yahvé y su apego irrestricto a la Palabra. El sueño simboliza el espacio que posibilita la comunicación con Dios en tanto que es la renuncia del hombre para encuadrar lo divino dentro de las categorías conceptuales y la apertura a la dimensión mistérica e inapresable de Dios. Podríamos decir que el resto fiel vive en un permanente sueño –José recibe en tan sólo diez versículos dos revelaciones en sueños- y por lo tanto, en posibilidad de recibir la revelación de Dios. Por ello, José es un personaje paradigmático para todo creyente ¿acaso la perentoria invitación de Jesús a velar y orar constantemente no es un llamado a ser como José?
Levantarse” es la actitud que se corresponde con el imperativo del ángel “levántate”. En el Nuevo Testamento, “levantarse” tiene la connotación teológica de “resucitar[4], por lo tanto, no se trata de un cambio de postura física sino existencial, es un llamado de Dios para dejar la postración del pecado y levantarse a una vida nueva fruto de la Pascua. ¿Y para qué se levanta uno sino es para ponerse en camino? Y en efecto, así lo hace José junto con el niño y María, y se dirigen hacia Egipto. Paradójica inversión de valores la que presenta Mateo: resulta que Judea –símbolo de la religiosidad israelita- es punto de partida del nuevo éxodo que deberá emprender el nuevo pueblo de Dios en pos de la tierra prometida que ha de conquistar como antaño las tribus comandadas por Josué.
La Sagrada Familia/comunidad cristiana es por excelencia un pueblo exódico, en permanente salida de la esclavitud para dirigirse a la conquista de la libertad que se da en el encuentro con el mundo. Sin embargo, siempre debe volver a Israel, porque también éste necesita ser liberado por el Mesías. La Familia radica precisamente por ello en Nazaret de Galilea, símbolo de los oprimidos y excluidos por la religiosidad ortodoxa, desde allí, desde la solidaridad con ellos, Jesús iniciará su proyecto humanizador y liberador. Así, los discípulos somos llamados a ser familia temerosa de su Padre, salir hacia Egipto y regresar a vivir en Nazaret de Galilea.                                                                          
Gracia y paz.



[1] Gn 3
[2] El concepto de resurrección entra muy tardíamente en la fe israelita (alrededor del S. II a.C), por lo que los escritores de los salmos no conocían este concepto.
[3] Un midrash cristiano es una composición literaria que utilizando referencias veterotestamentarias ilumina el misterio cristológico.
[4] Consultar: Corres Cadavieco César, Domingo 53, el Evangelio domingo a domingo. Tiro Corto Editores, México, 2010.

lunes, 16 de diciembre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 22 DE DICIEMBRE DE 2013 (4° DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A)

1. LECTURAS
Is 7,10-14: En aquellos días, el Señor habló a Ajaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Ajaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»  Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6: Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Ro 1,1-7: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras Santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Mt 1,18-24: El nacimiento de Jesús el Mesías sucedió así: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su mujer.

2. REFLEXIÓN
El Mesías vino para que podamos subir al Monte del Señor
Jorge Arévalo Nájera
La liturgia de este 4° domingo de Adviento, retoma la primera lectura del domingo anterior, nos vuelve a proponer el tema del Emmanuel y cierra la proclamación de la Palabra con el texto de Mateo en el que se ve cumplido explícitamente lo anunciado por el profeta Isaías. Es claramente una inclusión teológica. Por lo tanto, la Presencia anunciada y cumplida de Dios en medio de los hombres es el tema que articula la propuesta teológica y espiritual de la Iglesia. El Salmo y la carta a los Romanos nos ayudarán a explicitar, a profundizar otros aspectos de dicha Presencia.
Los cristianos afirmamos que el Dios en el que creemos no es la divinidad lejana, ajena a la problemática de los hombres, encerrada en su mundo intra-divino, ensimismada en su absoluta trascendencia. El Dios cristiano es ante todo Emmanuel, Dios con-nosotros, siendo él mismo una señal para su pueblo, rompiendo –para variar- todos los esquemas interpretativos humanos.
Una señal es siempre una realidad intermedia que apunta hacia una realidad final que la trasciende, pero en la revelación, señal y realidad señalada son una y misma. Dios es la señal que apunta hacia Dios, esa es la paradoja maravillosa de la encarnación; Dios que se encarna para ser señal que lleva a Dios. Por lo tanto, esta señal –Dios mismo- empodera al sujeto destinatario de la señal para que pueda inteligir el Misterio al que apunta y pueda ponerse en camino hacia él.
La revelación de Dios nunca es neutra, siempre es tendenciosa, siempre quiere algo del hombre. Dios no se revela porque sí, como si de suscitar admiración se tratara, se revela para salvar, para plenificar, para consumar su creación. La Encarnación del Hijo de Dios, su pequeñez, su insignificancia -¿acaso pudo haber algo más insignificante que un niño o un crucificado en el tiempo de Jesús?-, su voluntad de hacerse pobre con los pobres –Jesús no era por nacimiento, parte del estamento de los pobres, se hizo a sí mismo pobre-, marginado con los marginados –siendo un rabino carismático reconocido como tal por las autoridades judías, se auto-excluyó al hacer comunión de vida con los pecadores y excluidos por la sociedad-, su valiente denuncia profética –que finalmente le llevó a la cruz-, constituyen el gran signo de la presencia salvadora de Dios en la historia.
En Jesús es Dios mismo el que abraza al leproso, el que se maravilla con la fe de la viuda pobre que da a Dios lo que a ella le hace falta para subsistir, el que se moja los pies en las olas del mar de Galilea, el que hace sagrada la historia profana, el que derroca las estructuras religiosas y sociales de poder que oprimen al hombre, el que permite que el discípulo amado recueste la cabeza sobre su pecho, el que llora desconsolado a causa del hombre destruido por el pecado (Lázaro), el que se deja ungir por la prostituta y acepta sus caricias, el que restituye a todos los derrengados su estatura auténticamente humana y llama a todos los hombres hermanos.
Es Dios mismo el que invita a abrazar un estilo de vida que es divino ¡ser pescadores de hombres!, es Dios mismo quien nos constituye en asamblea para ser una realidad alternativa para el mundo…en fin, es Dios mismo el que ha venido para que subamos con él al monte santo. El salmista ha descubierto con extraordinario acierto la consecuencia del movimiento encarnatorio de Dios; se abre la posibilidad al hombre de acceder al mundo divino –simbolizado por la expresión “subir al monte santo”-, de hacer comunión de vida con él. Ajaz se resiste a pedir una señal por parte de Dios, ¿por qué? ¡Porque la señal es comprometedora, exige una toma de postura, ante ella no es posible seguir como antes, la evidencia elimina la ambigüedad!  Decimos que nos encantaría saber cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas, pero no queremos mirar la señal que Dios nos ha dado hace dos mil años, y seguimos sumidos en la mediocridad de una vida pseudo-cristiana.
El Emmanuel es la señal definitiva y escatológica, en él se encuentra el código que nos permite descifrar nuestro propio misterio. Mientras seguimos buscando las respuestas a la problemática del existencial humano en los afanes de este mundo presente, La Respuesta nos aguarda desde hace dos milenios y viene permanentemente a nuestra vida.
Navidad se acerca, envuelto en pañales el Sentido de la vida se ha hecho cercano, está al alcance de la mano, el monte de Dios se nos presenta como el horizonte de realización tan largamente añorado. Este tiempo de Adviento es un momento privilegiado para iniciar el movimiento de ascensión al monte del Señor, pero para ello, es necesario tener << manos inocentes y corazón puro >> Las manos son símbolo de la capacidad para transformar el mundo, para incidir en sus estructuras.
Lo que nos dice el salmista es que sólo el hombre que no ha hecho uso de esta capacidad humana para lograr dicha transformación mediante la opresión, el poder despótico y la imposición arbitraria de sus criterios, y por el contrario, ha asumido el compromiso fatigoso de obrar según los criterios del amor, la justicia, la solidaridad, etc., podrá hacer experiencia de comunión con Dios. Pero esto no puede ser logrado sin la actitud espiritual básica de la “limpieza o pureza de corazón”, que consiste en una toma de postura irreductible que hace de Dios la opción fundamental y erradica del centro del corazón todas las realidades creadas (no es idólatra).
A éste, nos dice el Salmo, “Dios le hace justicia”, es decir, le provee de todo aquello que le es necesario para alcanzar el estatuto de ser pleno, realizado, gozoso, libre. Es interesante notar que según el Salmo, la inocencia de las manos y la pureza del corazón son condición sine qua non (sin la cual) el hombre no puede ser justificado por Dios.
Desde luego que esto no excluye la acción graciosa antecedente del Padre, más bien, lo que se quiere subrayar en el texto es que la voluntad del hombre juega un papel indispensable en el logro de su justificación efectiva y existencial, en tanto que debe ejercer su voluntad para aceptar la gracia justificante.
En la carta a los romanos, Pablo hace hincapié en otro aspecto consecuencial a la Encarnación: la misión << hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre >> En esto consiste el ser misionero de la Iglesia, en ser creativos, inventar caminos inéditos para anunciar la Palabra a los que aún no rinden su corazón al Kyrios. Fijémonos en que no se trata simplemente de elaborar discursos o –cómo dicen los jóvenes de ahora- “echarse choros religiosos” por demás aburridos e intrascendentes. Se trata de suscitar en los oyentes una adhesión existencial a Cristo, que es fruto del descubrimiento de un modo teológico de ver la realidad. Aquí están las dos dimensiones de la fe bíblica: Por un lado la fe como don de Dios (inteligibilidad teológica de lo real) y por otro lado, la fe como respuesta humana al don divino (adhesión existencial totalizadora).
Desde luego, que por el contexto inmediato anterior (lectura de Isaías y Salmo), la misión se entiende como testimonio de aquellos que han sabido reconocer y acoger la señal de Dios (la pequeñez como única forma de entrar en comunión con el Emmanuel), renuncian a toda forma de poder para establecer primacía en las relaciones humanas (manos inocentes) y han optado por entronizar a Dios como la opción fundamental en sus vidas (corazón puro).
El evangelio de Mateo, en un cuadro maravilloso, lleno de símbolos y elaborada cristología eclesiológica, nos presenta las condiciones teológicas y espirituales en las que fue y es posible dar a luz al Mesías prometido desde antiguo. Par comprender a cabalidad el mensaje del texto, es necesario ir más allá de la facticidad histórica y entrar en el mundo expresivo del evangelista. En primer lugar, los personajes históricos de María y José, son utilizados por Mateo para simbolizar a dos comunidades: por un lado está María, que representa a la joven y virginal comunidad cristiana que lleva en su seno al Mesías, que no ha nacido de la tradición religiosa israelita ni de categorías humanas (es fruto de la acción inédita y prodigiosa del Espíritu Santo)  y por otro lado, está José, imagen del resto fiel de Israel, ese pequeño grupo que nos ha descrito con singular belleza el Salmo proclamado.
Para que el Mesías nazca, es necesario asumir el paradigma de ambos personajes: la pasiva receptividad de María/comunidad cristiana, que en el relato, su decir se da en el silencio del que teme a Yahvé y su hacer en la receptividad de la acción del Espíritu. Pero también se hace indispensable la actitud de José/resto fiel, que a pesar del aparente imposible de la situación (su mujer embarazada sin concurso de varón, con todas las repercusiones sociales que esto trae) y su conflicto interno (la ama, pero quiere repudiarla) sabe escuchar a Dios –precisamente la actitud fundamental del resto fiel es la escucha- a través de su mensajero (ángel significa mensajero) y en la teología sinóptica los “ángeles” no son seres espirituales alados, sino todos aquellos que están al servicio de la Palabra.
¿No es verdad que también a nosotros nos resulta imposible aceptar que en ese pequeño niño radica el cumplimiento de las promesas que anhelamos sobre la paz, la justicia, la plenitud humana? ¿Que la insignificancia, que el camino hacia abajo y no hacia arriba es lo que nos lleva a las alturas? ¿Que el hacernos nada ante los otros es el modo divino de vivir? Ante este imposible, sólo nos queda un camino como discípulos: la actitud de María y José, la pasiva receptividad y el obsequio de la voluntad.
Sólo entonces será posible que nazca para el mundo el Mesías que vino para que podamos subir al Monte de Dios.

Gracia y paz.

AUDIO REFLEXIÓN DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2013

Les comparto el audio de mi reflexión para el 4° domingo de Adviento, Ciclo A.

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-22-dic-2013-4-adviento-ciclo-a-audios-mp3_rf_2649188_1.html

miércoles, 11 de diciembre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 12 DE DICIEMBRE DEL 2013 (FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE)

1. Lecturas
Is 7,10-14: Yahvé se dirigió otra vez a Ajaz, por medio de Isaías, que le dijo: «Pide a Yahvé, tu Dios, una señal, aunque sea en las profundidades del lugar oscuro o en las alturas del cielo.» Respondió Ajaz: «No la pediré, porque no quiero poner a prueba a Yahvé.» Entonces Isaías dijo: « ¡Oigan, herederos de David! ¿No les basta molestar a todos, que también quieran cansar a mi Dios? El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros.
Gál 4,4-7: Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!  Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Lc 1,39-48: En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la región montañosa de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: « ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!  ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?  Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.  Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor,  y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su esclava.
2. Reflexión
Nos ha sido dada una señal para que vayamos a visitar las regiones montañosas
Jorge Arévalo Nájera
La festividad de Nuestra Señora de Guadalupe es un perfecto momento para profundizar en el misterio eclesial, pues ella es una advocación de María, y ésta es, en el simbolismo teológico cristiano, imagen de la Iglesia. Por lo tanto, no hablaré aquí de las bondades y el papel que Guadalupe ha jugado y juega en la historia religiosa de México, sino que me atendré al papel que desempeña María en la teología bíblica cristiana.
En la primera lectura, del profeta Isaías, se nos presenta el conocidísimo oráculo de Is 7,10-14, referente al Emmanuel. Ajaz es invitado por Dios mismo a pedirle una señal portentosa (de abajo, en lo profundo, o de arriba, en lo alto). Esta señal consiste en el nacimiento de un niño del vientre de una “almah[1] o jovencita, recién casada. Desde luego que esto no tiene nada de extraño, las mujeres se casaban muy jovencitas y la maternidad era, por lo general, cosa inmediata. ¿Dónde está entonces lo importante?
No parece haber ninguna intención de narrarnos un hecho que vaya en contra de las leyes naturales, lo que interesa –a nivel espiritual- es la interpretación teológica del acontecimiento: en primer lugar, se resalta la iniciativa divina, el nacimiento es fruto de la acción de Dios –aunque quede implícita la participación humana- y por lo tanto, el vástago es garantía de la presencia salvadora de Dios en medio de su pueblo.
Esta profecía será reinterpretada por los cristianos y aplicada de forma natural al nacimiento de Jesús, siendo la “almah” o “parthenos” la prefiguración de María. Es importante hacer notar que ya en esta profecía se empieza a dibujar el talante simbólico de la figura de la “virgen”, que en la tradición profética representa en múltiples textos al pueblo de Israel, pero específicamente al << resto fiel >>, a ese puñado de Israelitas pobres, temerosos de Yahvé, fieles a las promesas, firmes en la esperanza y abiertos siempre a la llegada del Mesías.
En la segunda lectura, de la carta a los Gálatas, se consigna precisamente el cumplimiento pleno de la profecía isaiana con el nacimiento de Jesús “en la plenitud de los tiempos”. Es bellísima la simplicidad del texto; << Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley >> Nada de eventos milagrosos o portentosos, el Hijo de Dios viene en la maravillosa simplicidad de la vida humana, espacio de manifestación de Dios, cuyo objetivo es sólo uno: rescatarnos de la ley para que pudiéramos ser hijos suyos.
Y esta filiación es fruto del envío, por parte del Padre, del Espíritu de su Hijo. Desde luego, que la mención, apenas como de pasada, sobre el hecho de que el Hijo es << nacido de mujer>>, no tiene nada de superfluo o intrascendente, se está hablando ni más ni menos que de la Encarnación. Pablo no explicita en absoluto el papel de María en el acontecimiento fontal del cristianismo, tal vez porque cuando él escribió –su literatura se ubica entre los años 50 y 63 d.C- no se conocía la tradición sobre los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús, o simplemente porque no le era de utilidad para elaborar su teología.
En todo caso, deja ver que la Encarnación era un dato adquirido sólidamente en la tradición cristiana. Ya vendrán los grandes desarrollos mariológicos en los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas.
Es precisamente el trozo evangélico de Lucas que nos será proclamado, uno de los pasajes de mayor importancia para rescatar la envergadura teológica y espiritual de María. Esta gloriosa página evangélica comienza con una expresión de capital importancia; << en aquellos días >>. No se trata de una expresión cualquiera con la que se empieza de manera convencional una historia, como si dijéramos “erase una vez que se era” o algo por el estilo.
Más bien es una densísima formulación profética que designa el cumplimiento de las promesas ancestrales hechas a Israel, es el tiempo de la manifestación definitiva de Yahvé que viene a instaurar de una vez y para siempre su reinado, finiquitando la iniquidad. Por lo tanto, cuando un texto bíblico comienza con esta expresión << por aquellos días>> o << en aquél día>>, se anuncia una narración que explicita el arribo definitivo de Dios. Así las cosas, María es ubicada como protagonista irrenunciable de ese tiempo, no es una figura tangencial, no es un simple utensilio pasivo en las manos de Dios, es un personaje paradigmático, modélico. En efecto, María, trascendiendo su talante histórico como madre biológica de Jesús, es tomada por Lucas para ilustrar el misterio eclesiológico y por lo tanto, discipular.
Vayamos por partes. Lo primero que se nos dice de María/resto fiel, es que << se puso en camino María y se dirigió con prontitud a la región montañosa, a una población de Judá >> “Ponerse en camino” es una forma de decir “abrazó el discipulado”, “se hizo seguidora de Jesús”, pues “el camino” es figura de la vida cristiana y de hecho, consta que los discípulos se hacían llamar a sí mismos “los del camino” o “los santos del camino”. Y es que la espiritualidad cristiana no es otra cosa que ponerse a caminar en pos del que llama y camina delante nuestro para llevarnos a la Patria definitiva.
Pero el objetivo final no se alcanza de inmediato, antes hay que dirigirse con prontitud “a la región montañosa” del mundo. Bien sabemos que las montañas o los montes simbolizan en la Biblia a los ídolos, aquellas realidades que ocupan el lugar de Dios en el corazón humano. El resto fiel que se ha abierto a la llegada del Mesías y por ello lo lleva en su seno, es urgido a llevar la Buena Nueva a todos los hombres que se encuentran atrapados en la idolatría, en las ideologías del mundo que les esclavizan.
¡Con cuánta ansia y vigilancia deberíamos esperar nosotros a ese resto fiel que nos visita –y siempre hay una María/Iglesia en nuestra vida- para traernos la libertad, el gozo de saber que podemos vivir libres de toda atadura y convertirnos también en portadores del Mesías!
 Isabel representa precisamente al pueblo que vive en la “región montañosa” y que por ello es estéril, incapaz de garantizarse un futuro porque ha puesto su seguridad en quien no puede dar vida. Todos, de una u otra manera somos “Isabel”, cada vez que nos aferramos al poder, a las componendas sociales, cada vez que caemos en la corrupción para lograr algún beneficio, cada vez que destrozamos la fama de una persona, cada vez que optamos por el rencor en lugar del perdón, por el desquite en lugar de hacer un bien a quien nos ha lastimado, somos habitantes de la región montañosa y necesitamos recibir a la Iglesia que lleva en su seno a Jesús, para sentir como renace en nosotros la vida y salta de gozo nuestro “Bautista” interior, y se ensanchan los horizontes y sabemos que todo puede ser posible, y nuestra existencia gris y caduca se transforma en baile escatológico.
Adviento es pues, tiempo de espera del Mesías, que nos viene en las entrañas de la pequeña y frágil comunidad. Estrechemos los lazos fraternos, abramos los oídos para escuchar la Palabra que en la asamblea se nos proclama, pero también, aprendamos de María que somos llamados a llevar presurosos la Buena Nueva del Mesías liberador y a llenarnos de júbilo, “porque el Señor ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava”.

Gracia y paz.



[1]almah” es una palabra hebrea que significa “jovencita” o “recién desposada”, y que en la traducción griega de los LXX se traduce con la expresión “parthenos” que quiere decir “virgen”, de donde la toman los evangelios de Mt y Lc para hablar de la concepción virginal de Jesús.

martes, 10 de diciembre de 2013

AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2013, 3° DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO A.

La alegría, la esperanza y la paciencia en la preparación para encontrarnos con Jesús que está viniendo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2013, 3° DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO A.

1.     Lecturas

Is 35, 1-6a.10: << El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán. >>

Sal 145: << El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos,  el Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente,  tu Dios, Sión, de edad en edad. >>

St 5, 7-10: << Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. >>

Mt 11, 2-11: << En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!" Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.” >>


2.     Reflexión




Del Exilio al Reino de los Cielos

Jorge Arévalo Nájera

¿Quién no ha experimentado alguna vez el existir como un inmenso desierto y la rabia impotente de no poder transformar aquellas realidades que laceran el corazón? ¿Quién no se ha sentido perdido en medio de un camino que es incapaz de recorrer, temeroso e imposibilitado de descubrir un sentido a los aparentemente absurdos avatares de la vida?

¿Quién no ha descubierto en algún momento que su palabra parece perderse en una incomprensión que solo suscita animadversión por parte de los destinatarios de dicha palabra? ¿Quién no anhela justicia, saciamiento y libertad definitiva y plena? Pareciera que somos exiliados que suspiran y se lamentan por una patria perdida.

Pues he aquí el por qué la Palabra es La Buena Nueva para el hombre; antes de la irrupción de la Palabra en la historia humana, ésta era una simple repetición de acontecimientos inconexos y finalmente cerrados sobre sí mismos, asfixiados en el sin-sentido de un círculo vicioso en el que en efecto “no hay nada nuevo bajo el sol”.

Sin embargo, Dios ha tenido a bien romper ese círculo y transformar la historia del hombre en una línea ascendente, una historia de salvación que conoce un punto de partida (Abraham) y un punto de llegada en el ésjaton (Dios mismo). Así, el simple khronos es cualificado como kairós, tiempo de plenitud, de acción salvadora y trascendente, tiempo transido de eternidad, ésjaton incoado en el tiempo histórico.

Isaías nos anuncia precisamente que esta acción de Dios (que en su tiempo histórico es promesa, pero que en una lectura cristológica es profecía cumplida)  permite a todo aquel que se abre a su Palabra; transformar la sequedad (ausencia de vida) en florecimiento (vida); la esterilidad de la acción humana en capacidad de generar estructuras según el Reino (manos fortalecidas) y de ponerse en marcha en consecución de su finalidad última (afianzamiento de las rodillas vacilantes); le confiere vida nueva (ánimo) y el valor para afrontar con esperanza las duras vicisitudes  históricas (¡no teman!); visión de las gestas salvíficas de Dios que (aunque ocultas por la temporalidad fenomenológica) conducen la historia hacia su plena consumación en Él; abre sus oídos a la escucha espiritual de la única Palabra dotadora de sentido y por consiguiente se le regala el logro de ¡por fin! poder comunicar también él una palabra significativa que puede superar todas las barreras idiomáticas, conceptuales y simbólicas para penetrar en el otro y revelarse al otro (lengua desatada); y finalmente, habitar en un mundo carente de sufrimiento estéril, de lamento y añoranza, un nuevo mundo de plenitud existencial (entrada en Sión, figura del Reino escatológico). ¡No podía ser más esperanzadora la primera lectura de este tercer domingo de Adviento!

El Salmo nos aporta un elemento importantísimo en el mensaje global de las lecturas; la consecución de las promesas anunciadas no se basa en el cumplimiento de ciertas normas ni en el solo esfuerzo humano, es interesante notar que hasta aquí no se ha hablado de ninguna exigencia por parte de Dios, es pura gratuidad, un baño inefable de gracia y misericordia, la sola lealtad de Dios a su Nombre y el amor por su pueblo le lleva a cumplir lo prometido “...que guarda por siempre lealtad”.

La esperanza cristiana se basa no en la confianza en sus propias fuerzas, en sus capacidades intelectuales, en su fuerza o devoción, se basa en la lealtad de Dios que no puede traicionarse a sí mismo, por eso el creyente puede fiarse de Él, puede confiar en que establecerá justicia, saciará el hambre y otorgará la libertad.

La Epístola de Santiago sin embargo nos pone en alerta para evitar desviaciones en la recta comprensión de la lealtad de Dios; la Esperanza como virtud teologal, es un don de Dios, no proviene del mundo del hombre, no brota de la iniciativa humana y en este sentido, es una virtud infusa y sobrenatural.

Sin embargo, a esta acción absolutamente gratuita de Dios le corresponde una actitud humana que se llama paciencia, es decir el arte de saber esperar confiados solamente en la lealtad de Dios a que se cumpla la promesa y se revele el sentido de los acontecimientos, que en el aquí y el ahora permanece velado a los ojos del creyente, sobre todo en aquellos sucesos que causan sufrimiento por causa de una vivencia radical del Evangelio (“Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor”)

De aquí, que la Esperanza es una virtud que posibilita vivir la caridad en el presente, pero requiere de la paciencia para obtener sus frutos. ¡Cuantas veces desesperamos porque no vemos la salida a una situación difícil a pesar de nuestros esfuerzos! “En la paciencia poseeréis vuestras almas (entiéndase vidas)” dice la Escritura en otra parte. En el fondo, Esperanza y paciencia representan la gracia y la respuesta humana a esa gracia, el eterno binomio bíblico que realiza la salvación del hombre.

El Evangelista Mateo utiliza la figura señera del profeta Juan Bautista para darnos una extraordinaria catequesis teológica articulada en dos ejes; en primer lugar, al colocar a Juan en la cárcel y poniendo en su boca la pregunta sobre la identidad mesiánica de Jesús, Mateo deja bien en claro quien es el auténtico Mesías, aquel que se sitúa en la línea profética de la restauración humana. En segundo lugar, Jesús es un Mesías que nada tiene que ver con el poder y la vanagloria (es anunciado por una voz que clama en el desierto, símbolo de la separación de la ciudad que ahora es el nuevo lugar de la esclavitud del pueblo, que deberá iniciar un nuevo Éxodo para encontrare con “el más fuerte” según la teología del evangelista Marcos)

Sin embargo, con toda su grandeza profética, Juan continúa perteneciendo a la antigua economía y por ello el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Y es que el sueño máximo del hombre, aquel que engloba toda otra meta y anhelo de realización, no es intra-histórico, se encuentra en la meta-historia y por lo mismo supera toda forma de religión, de ley y de culto, toda forma de estructuración social, política o religiosa, no se identifica con ninguna realización humana aunque se concretice en ellas. Nacer del Espíritu es la única forma de formar parte del Reino de los Cielos, y ¿acaso no hemos ya sido hechos hijos de ese Reino en el bautismo? De modo que ¡arriba los ánimos!, abandonemos el temor, regocijémonos y gritemos con júbilo pues el cumplimiento de nuestro sueño está garantizado por la lealtad del Señor. No cabe duda, este domingo es para alegrarnos y entregarnos a la Esperanza de ser rescatados del exilio y la esclavitud y entrar por fin a poseer la tierra que se nos ha prometido.


Gracia y paz.