Les invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del próximo domingo 3 de febrero de 2013_IV domingo ordinario, ciclo C. El tema es sobre la vocación y el servicio cristianos.
VÍNCULO AUDIO: http://teologiaparalavida.podomatic.com/player/web/2013-01-28T12_33_04-08_00
lunes, 28 de enero de 2013
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 3 DE FEBRERO DE 2013 (4° DOMINGO ORDINARIO CICLO C)
LECTURAS
Jr 1,4-5.17-19: << En los días de Josías,
recibí esta palabra del Señor: Antes de formarte en el vientre, te escogí, antes
de que salieras del seno materno, te consagré: Te nombré profeta de los
gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les
tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira: yo te convierto hoy
en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el
país: Frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la
gente del campo; lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo
para librarte, -oráculo del Señor-. >>
Sal 70: << A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me
salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano
perversa. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde
mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno, tú me
sostenías. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me
instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. >>
1 Cor 12,31-13,13: << Ambicionad los
carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor. Ya podría yo hablar
las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que
un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de
predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener fe como
para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas
todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor de nada me sirve.
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume
ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del
mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin
límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no
pasa nunca. ¿El don de predicar? -se acabará. ¿El don de lenguas? -enmudecerá. ¿El
saber? -se acabará. Porque inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro
predicar; pero cuando venga la madurez, lo inmaduro se acabará. Cuando yo era
niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando
me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo
de adivinar; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces
podré conocer como Dios me conoce. En una palabra quedan la fe, la esperanza,
el amor: estas tres. La más grande es el amor. >>
Lc 4,21-30: << En aquel tiempo,
comenzó Jesús a decir en la sinagoga: -Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de
gracia que salían de sus labios. Y decían: -¿No es éste el hijo de José? Y
Jesús les dijo: -Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti
mismo»: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaúm. Y añadió: -Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su
tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías,
cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en
todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una
viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel
en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que
Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron
furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del
monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se
abrió paso entre ellos y se alejaba. >>
- REFLEXIÓN
DE LA VOCACIÓN AL
SERVICIO
JORGE ARÉVALO NÁJERA
Si se pregunta al cristiano de “a pie”, al común y corriente ¿Puede
usted ubicar exactamente el momento en su vida en que Dios le llamó?, las
respuestas varían desde un vago “no lo recuerdo” hasta un categórico “no lo sé”
(al menos estas han sido las respuestas dadas a un servidor en una encuesta
realizada entre más o menos 100 personas elegidas al azar, y sospecho que no
variarían mucho de seguir preguntando a un mayor número de cristianos, y aquí
la excepción no hace más que confirmar la regla)
Y desde luego, la siguiente pregunta: ¿Por qué cree Usted que en un país
eminentemente cristiano, la realidad social es tan claramente anti-evangélica? tenía
que obtener respuestas en la siguiente línea: “Porque los cristianos somos
descomprometidos con nuestra fe”, “Porque es casi imposible vivir el Evangelio”
etc.
Y digo que desde luego tenía que obtener esa clase de respuestas porque
al parecer no existe en la mayoría de los cristianos la conciencia de ser llamados por Dios y según la Escritura todo comienza
por allí, sin esa experiencia vocacional no puede existir vida cristiana. La
catequesis tradicional se reduce al aprendizaje de una serie de enunciados
religiosos que el niño o incluso el adulto deben recitar de memoria (la mayoría
de las veces sin siquiera reflexionar en su significado), olvidando por
completo el aspecto experiencial de la relación vital con Dios y mucho menos se
piensa en ayudar al catequizando a descubrir su vocación cristiana. El
resultado es obvio: a lo más, se obtienen cristianos muy religiosos, muy
cumplidores de normas y preceptos, pero carentes del fuego que inflama los
corazones de aquellos que se descubren privilegiados con la llamada de Dios y
por lo tanto incapaces de abrazar radicalmente la propuesta del Evangelio.
Cuando el proyecto de Dios, manifestado en la persona de su Hijo, se ve
reducido a una teoría, a una doctrina (y no importa que tan sublime parezca) es
en efecto algo imposible de vivir ¡Poner la otra mejilla, perdonar 70 veces 7,
orar por el que nos injuria, responder a todo mal con un bien, no juzgar,
invitar a nuestros banquetes a los menesterosos y prestar sin esperar la
devolución de lo prestado, ser perfectos como el Padre Celestial, caminar sobre
las aguas, expulsar demonios, curar enfermos, desarraigar árboles y plantarlos
en el mar! ¡Son cuentos chinos! O a lo más, una bellísima utopía que nos hace
soñar…pero al fin y al cabo solo realizable por Jesús y eso porque era Hijo de
Dios y así las cosas, se tiene que estar de acuerdo en que el cristianismo
empezó y acabó con el profeta galileo y que el discipulado y la Iglesia son meras consecuencias
del sueño de unos ilusos que dieron la vida por una quimera.
Según Jeremías todo comienza
en un momento concreto de la historia “En tiempo de Josías” y como es costumbre
en los autores bíblicos, el tiempo está al servicio de la teología y entonces, las
referencia temporal es utilizada para dejar bien en claro que la acción
salvífica de Dios no es meramente una cierta transformación que se da en la
interioridad del individuo, sino que inicia y ejerce sus efectos en el mundo,
en lo concreto y tangible de la historia, partiendo y rescatando a ésta del
ciego destino fatídico de la repetición constante de hechos hasta el infinito,
sin un punto de partida y uno de llegada, sin un principio y un fin. Según la
fe judeo-cristiana, la historia (en virtud de ser espacio de salvación) conoce
un momento de inicio (y no solo cronológicamente, lo cual es obvio, sino soteriológicamente)
y un punto meta de realización, es decir que la historia no es ciego devenir
sin sentido sino proceso tendiente a su culminación. Ahora bien, su origen y su
meta son Dios, parte de la acción creadora de Dios mediante Cristo en el poder
del Espíritu y tiende a su plenificación
definitiva en el abrazo escatológico trinitario.
En la vida de cada singular individuo y en cada comunidad cristiana, es
menester ubicar con diáfana claridad la llamada divina que puede dar inicio a
la historia de la salvación particular y comunitaria, porque descubrir la
llamada es saberse y sentirse (conocimiento racional y sentimiento)
privilegiados, hijos con vocación a una vida radicada en el Absoluto,
totalmente nueva y llena de un gozo indecible, seres invencibles y co-creadores
juntamente con Dios de un mundo ignoto que ha brotado y es pulsionado por el
amor, “consagrados” es decir hechos sagrados, inmersos en una realidad santa,
en una fuerza imparable que todo lo abarca y redime ¡tal es la vida que aguarda
a todo aquel que abraza su vocación, la vida del renacido en el Espíritu! Solo
el que asume experiencial y racionalmente la “llamada” y sus implicaciones,
puede vivir el Evangelio, porque solo el que se sabe amado por Dios se
convierte en un enamorado de Dios “hasta los tuétanos”, solo el que mira la
cruz y ve en ella a su amado, crucificado por él, puede abrazar esa cruz y
encontrar en ella la sabiduría de Dios que le lleva a la vida definitiva pero
que es estupidez para el mundo. Solo la
experiencia del amor fontal que es Dios puede transformar los corazones
apocados en valientes “profetas para las naciones”. Por ello, toda
evangelización y catequesis, toda predicación, toda palabra y acto de la Iglesia debería ser medio
de clarificación vocacional del pueblo de Dios, discernimiento y profundización
de la llamada divina.
Claro que la llamada tiene implicaciones que afectan la capacidad
volitiva y la libertad humana porque se traduce en ministerio, en salida de sí
mismo, en desinstalación y éxodo, en confrontación con un mundo que a menudo
rechaza la propuesta divina y acaba persiguiendo a los profetas. Hay que
“ceñirse y prepararse” como dice Jeremías, esto toca al hombre, le corresponde,
es su parte. Debe asumir un compromiso basado en la confianza en un Dios que le
hace “ciudad fortificada, columna de hierro y muralla de bronce…” y aquí es
donde “tuerce la puerca el rabo” (si se me permite la expresión coloquial)
porque es muy fácil creer en Dios “Tú crees que Dios es uno; bien haces.
También los demonios creen y tiemblan. (Stg 2,19)” pero creerle a Dios es otra
cosa, es confianza absoluta que se traduce en praxis incuestionable, en fe
manifestada en obras, en una fe operante.
Toda teología debiera ser reflexión sistemática desde una fe que se hace
existencia, sistematización doctrinal después de concreción histórica, Palabra
puesta en práctica y después reflexión teológica.
Es una dramática paradoja esto de la confianza en Dios, porque por un
lado es necesario confiar para lanzarse a la loca aventura del Evangelio, pero
por otro lado, no le es connatural al hombre confiar ciegamente y solo la
cotidiana praxis de la Palabra
le permite hacer experiencia de aquello que se le promete como garante. Ciertamente
que se requiere valor y arrojo para atreverse a poner en práctica el Evangelio,
se requiere por ello una profunda insatisfacción con lo adquirido, ser un
eterno buscador, un pobre de espíritu, uno que entonces se lanza a vivir la Palabra buscando y
confiando que en ella encontrará la respuesta a sus búsquedas y anhelos. Es por
ello que si bien en Jeremías se pone el acento en la Gracia que capacita al
hombre, en el Salmo es el creyente
quien reconoce en Dios su refugio, auxilio y defensa y pone en él su esperanza
y confianza, parte de la experiencia ya vivida (“desde que estaba en el vientre
de mi madre yo me apoyaba en ti y tú me sostenías”)
¿Ahora bien, cuál es el medio específico y concreto con que el cristiano
debe ejercer su labor profética, su compromiso ante el mundo? Aún cuando el
Espíritu dona una gran cantidad de carismas a su comunidad, con los que la
enriquece y edifica, tales como el don de lenguas, la profecía, el
conocimiento, la fe, la esperanza etc. La virtud mayor y que cualifica todo
carisma, es el amor, a tal grado que en su ausencia, todo don se convierte en
vacuo e inoperante. En el maravilloso y tan conocido himno al amor, consagrado
en la
Primera Carta a los Corintios, se elencan las
múltiples aristas que constituyen ese diamante maravillosamente complejo que
llamamos amor. Sus características son las armas con que los nuevos profetas de
Dios, los cristianos confrontamos a “las naciones” o sea el mundo en su
totalidad: comprensión o lo que es lo mismo “ponerse en los zapatos del otro”,
es la clave que abre el dinamismo que hace posible la transformación del mundo, la comprensión permite relativizar las
miserias del otro (si bien esto no significa justificarlas dado el caso) y
asumir las propias, lo que nos hace incapaces de presumir (¿de que podemos
presumir si tenemos iguales o peores miserias?), desde luego, el servicio a los
demás es el remedio perfecto para el egoísmo, pues el servicio es apertura a
los otros, a los que previamente se ha descubierto como indigentes y por lo
tanto necesitados y no como enemigos.
El abismo que se abre a nuestros pies ante la invitación que se nos hace
es impresionante; ¡Perdón sin límites, confianza sin límites, esperanza sin
límites! ¡El amor es eterno e invencible! En el fondo, la fe es la confianza
absoluta en que el amor vencerá, que a pesar de lo que el mundo grite a voz en
cuello dada la estructuración de sus valores, el cristiano levanta la voz, tan
alto como la cruz en la que fue levantado su Señor, para testificar que al
final es Dios quien tiene la última palabra y esa palabra es de vida eterna.
Ya reflexionábamos en el escrito anterior, que en el trozo evangélico de
Lucas se dejaba en suspenso la
reacción del público ante el cual Jesús proclama el trozo de Isaías, y hoy se
explicita esa reacción: al principio, todos le aprueban y admiran la sabiduría
de sus palabras, pero cuando el Maestro lleva la enseñanza al terreno de la
universalidad en el cumplimiento de la profecía, más allá del estrecho cerco de
Israel, la actitud ya no es la misma, y se torna irascible y más aún homicida.
La causa es obvia y no nos detendremos en ella; la inclusión de perros paganos
en el designio salvífico de Dios no es aceptada por los orgullosos israelitas.
Pero aquí lo que importa no es la causa de la actitud, sino la forma en
que Jesús se presenta a lo largo del episodio, que es la encarnación misma del
amor tal como lo ha presentado la
Carta a los Corintios y que de una manera por demás elocuente
y emotiva nos describe en su comentario al Evangelio el P. César Corres.
De la vocación al servicio, de la llamada a la vida en libertad, de la
esclavitud a la libertad de los hijos de Dios, de la mentira a la verdad, del
hoy mediocre y pusilánime al hoy “ciudad
fortificada, columna de hierro y muralla de bronce, frente a toda esta tierra,
así se trate de los reyes de Judá, como de sus jefes, de sus sacerdotes o de la
gente del campo. Te harán la guerra, pero no podrán contigo, porque yo estoy a
tu lado para salvarte”
Gracia y paz.
lunes, 21 de enero de 2013
AUDIO/REFLEXIÓN LECTURAS DEL DOMINGO 27 DE ENERO DE 2013
Les invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas que serán proclamadas el domingo 27 de enero de 2013. Sigan el vínculo que aparece más abajo:
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-27-enero-audios-mp3_rf_1721982_1.html
Un abrazo.
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-27-enero-audios-mp3_rf_1721982_1.html
Un abrazo.
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 27 DE ENERO DE 2013 (3er DOMINGO ORDINARIO CICLO C)
1. LECTURAS
Neh 8,2-4.5-6.8-10:
<< En aquellos
días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta
de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Eran mediados del mes
séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el
mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que
tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para
esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –pues se
hallaba en un puesto elevado– y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos,
respondió: «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en
tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando
el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador,
Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al
pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni
lloréis.» Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y
añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a
quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes,
pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza. >>
Sal 18:
<< La ley del Señor es perfecta del
todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio
al sencillo. En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el
corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino. >>
1 Cor 12,12-30: << Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es
uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo,
así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo
Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres
libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro
sino de muchos. Si el pie dijera: «Como
no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo
parte de él? Y si el oído dijera: «Ya
que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de
él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde
estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?
Pero Dios ha dispuesto a cada uno
de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro,
¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay
muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los
pies: «No tengo necesidad de ustedes».
Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también
son necesarios, y los que consideramos
menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros
menos dignos son tratados con mayor respeto,
ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios
dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo,
sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre?
Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás
participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en
particular, miembros de ese Cuerpo. En
la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar,
como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como
doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don
de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de
lenguas.
¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos
hacen milagros? ¿Todos tienen el don de
curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas? >>
Lc 1,1-4; 4,14-21; << Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos
que se cumplieron entre nosotros, tal
como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo
testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme
cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para
ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has
recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se
extendió en toda la región. Enseñaba en
sus sinagogas y todos lo alababan. Jesús
fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la
sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un
año de gracia del Señor. Jesús cerró el
Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos
fijos en él. Entonces comenzó a
decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».
>>
- REFLEXIÓN
JORGE ARÉVALO NÁJERA
Pues esto parece estar muy bien para aquel pueblo, pero ¿no es cierto
que en el Nuevo Testamento la Ley
aparece como algo definitivamente superado e incapaz de aportar vida al
pueblo? Precisamente esto es lo que nos
ha dicho el texto evangélico de Juan que se nos proclamó el Domingo anterior,
donde las tinajas de piedra simbolizan a la Ley , vacía de vida y solamente fuera de sus
estructuras es posible el milagro del amor que el auténtico esposo (Jesús) es
capaz de dar. ¿Cuál es entonces el sentido de proclamarnos un texto que
aparentemente ya no tiene nada que decirnos hoy a los creyentes del siglo XXI,
partícipes de la nueva alianza en Cristo?
Es que “La Ley ”
superada, criticada y abolida por Jesús consiste en una cierta ideología
religiosa que sacrifica al hombre en aras del cumplimiento legalista y exterior
de una serie de preceptos que logra el beneplácito de Dios. En este tipo de
religiosidad, el precepto está por encima del hombre, lo esclaviza y aliena y
acaba logrando precisamente lo contrario para lo cual fue dada (ayudar al
hombre a vivir en libertad y comunión con su creador) presentando una imagen
divina deformada y opresora, enemiga de la vida misma.
No cabe duda que la “catequesis” y “evangelización” en muchas ocasiones
hacen uso de ciertas imágenes de Dios abominables y que suscitan miedos y
animadversión contra todo lo que suene a Iglesia, hasta que en casos extremos,
se acaba abandonando la fe (la católica al menos). El Evangelio, que en esencia
es fuerza transformadora y liberadora, generadora de vida nueva, acaba siendo
convertido en una serie de “mandamientos” que hay que cumplir so pena de condenación
eterna y ¡claro!, al encontrarse insuficientes para cumplir dichos elevadísimos
mandatos, se produce un sentimiento de frustración y culpa que aleja poco a
poco del compromiso auténticamente cristiano y arroja en los dulces brazos de
una religiosidad mocha y dadora de una falsa seguridad de cara a Dios.
Se entiende claramente por qué Jesús incumple permanentemente los
“sacrosantos” preceptos religiosos que los representantes oficiales del
judaísmo imponían (cual pesados fardos imposibles de llevar) al pueblo sencillo
y oprimido. Claro que también existía una poderosa razón para que se oprimiera
y alienara de tal modo al pueblo, y esa razón era de índole económica, ya que
si nadie podía cumplir la Ley
(reducida groseramente a seiscientos y tantos preceptos diarios) pues todos
eran pecadores y la solución a tan deplorable condición estaba al alcance de la
mano ¡los sacrificios en el templo!, todo aquel que pudiera pagar el precio de
un sacrificio (y había para asegurarse de que todos pudieran, desde una paloma
para los más pobres hasta enormes bueyes para el holocausto de los más ricos y
los animales utilizados eran criados en el Templo, luego vendidos para los
sacrificios y finalmente vendidos también para el consumo del pueblo ¡negocio
redondo!) era perdonado e incluido nuevamente con todos los derechos en el
pueblo elegido.
La profunda teología y espiritualidad contenidas en el acto simbólico
del sacrificio se veían así reducidas a una grotesca caricatura y un insulto al
Dios vivo y verdadero, en un comercio feroz y una monstruosa pretensión de
manipular al innombrable Dios de las montañas. Que me perdonen las conciencias
católicas más sensibles, pero desgraciadamente y salvo gloriosas excepciones,
los sacramentos (en especial la
Eucaristía y desde luego la Reconciliación ) se
han convertido en los nuevos sacrificios que aseguran la vida eterna, sin
importar demasiado la dimensión estaurológica (dimensión de la cruz) en la
concreción vital de la fe. Si se desvincula el Sacramento (cualquiera que éste
sea) del seguimiento del crucificado (con todo lo que esto implica) la vida
sacramental se reduce a una práctica mágica digna de la ideología religiosa que
le subyace.
Así, Jesús no deroga La Ley ,
sino una particular interpretación y utilización de la misma por parte de las
autoridades religiosas. Devuelve a la
Ley su auténtico sentido y la ubica en su justo nivel, que es
el de estar al servicio y promoción del hombre, cuando se pierde este sentido
no sirve para más nada y Dios no es su garante. La nueva Ley, la del Espíritu
de la definitiva alianza consumada en y por Cristo, lleva a plenitud la ley
antigua, que no se cumple ya por obligación o en vista a recuperar el
beneplácito de Dios, sino que se asume como respuesta en acción de gracias
desde la fe. Así vivida, la ley se celebra pues es fuente de fuerza y gozo. Se
descubre como perfecta y reconfortante para el alma, como palabra que hace
sabio al sencillo y luz que ilumina el permanente caminar del creyente, como
expresión de la voluntad divina que lleva siempre a la verdad y la justicia y
como vehículo que lleva a la salvación y refugio que solo en Dios están (Salmo)
Ahora bien, la carta a los
Corintios evidencia la inherente koinonía
(comunión) que le es propia a la adecuada vivencia de la ley, que
indefectiblemente desemboca en una celebración comunitaria, en una comunidad
celebrante. La Iglesia
es el cuerpo de Cristo, es decir su realidad visible y operante en el mundo, su
medio para impactar la historia. En la mentalidad semita este es precisamente
el significado de la palabra “cuerpo”, que es mucho más que el conjunto
biomolecular que nos da forma física.
Deberíamos decir que “cuerpo” es más una referencia relacional que una
realidad física, “cuerpo es todo aquello del hombre con que impacta a otros,
con que se relaciona con ellos, por eso, cuerpo es el carácter, la forma de
ser, el sentimiento expresado en actos, la
palabra que revela la interioridad, la caricia ofrecida con una mano que se
extiende etc. Pues bien, esta comunidad de convocados que se postra delante de la Palabra proclamada como
Ley y que encuentra en ella su principio y fin, su alegría, su justicia, su
refugio y salvación, es el cuerpo de su Señor ¡Increíble paradoja!
El hacedor de universos quiere expresarse y continuar impactando al
mundo mediante su Iglesia, convocada entonces para continuar la obra de Jesús,
para seguir abrazando y sanando la carne de los leprosos de todos los tiempos,
compartiendo la mesa con los publicanos y las prostitutas, para seguir
denunciando la opresión que los poderosos según el mundo ejercen sobre los
débiles, para seguir expulsando los demonios que atenazan el corazón humano,
para caminar sobre las aguas y curar el futuro de los hombres que construyen su
historia según categorías ajenas a Cristo… en fin, para construir el Reino que
Jesús soñó y que su asesinato le impidió ver, y para lo cual le ha dado su
Espíritu vencedor.
Pero para ello, la clave es la unidad en la diferencia, la diversidad
asumida como don que lleva a la
perfección del cuerpo y no vista como amenaza a la integridad. Cuando todos y
cada uno de los miembros de ese cuerpo maravilloso que es la Iglesia entendamos el
lugar exacto que nos corresponde y descubramos lo maravilloso que es ser “pie”
o “mano” u “oreja” o “nariz” dejaremos de sentirnos amenazados por los carismas
de los demás y juntos trabajaremos para hacer eficaz en el amor a la desposada
por Cristo.
El Evangelio según Lucas nos presenta a Jesús como el cumplimiento de
las Escrituras o como dice Nehemías “El Libro de la Ley ”. Cito literalmente al
gran estudioso de Lucas Joseph A. Fitzmyer: Lucas
coloca deliberadamente esta narración (se refiere a toda la perícopa
que va desde el verso 16 hasta el 30) al
comienzo del ministerio público de Jesús, como símbolo de toda su actividad
futura y de las reacciones encontradas que va a provocar. El aspecto de
“cumplimiento” subraya la actitud de apertura y acogida de su enseñanza; pero
el aspecto de rechazo anticipa simbólicamente la oposición y la ceguera que su
ministerio va a provocar incluso en los suyos.
La profecía de Isaías, buena nueva anunciada a los pobres, los cautivos,
los ciegos y oprimidos de su tiempo se hace presente a los contemporáneos de
Jesús y a través del texto de Lucas a nosotros, hombres del siglo XXI. La
lectura evangélica proclamada este Domingo deja en suspenso la reacción que se
explicita en los versos subsecuentes, como dando espacio a la libertad del
oyente a la vez que permitiendo el cuestionamiento personal y comunitario. “Los ojos de los asistentes a la sinagoga
estaban fijos en él” dice el texto y “Entonces comenzó a hablar, diciendo; Hoy
mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”
En el pasaje se insiste mucho en el “lugar” donde se desarrolla la
acción: En la sinagoga, es decir espacio fundamentalmente religioso, donde la Palabra debiera estar en
su espacio natural, donde supuestamente se reúnen aquellos que ya celebran en
sus vidas la gozosa liberación del encuentro con Dios. El Vaticano II apunta
que los sacramentos son al mismo tiempo fuente de donde se bebe la Gracia y expresión de una
fe ya vivida en las coordenadas históricas. La Palabra de Dios es tal de
manera estricta cuando se proclama en la asamblea eucarística, allí nos
reunimos los adoradores de Dios (al menos en teoría) y fijamos los ojos y
aguzamos el oído ante Cristo y su enseñanza, pero ¿Qué reacción práctica
tendremos ante su palabra? ¡Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír!
En efecto, se ha cumplido, es decir ha llegado a su cabal cumplimiento
en la persona de Jesús hace cerca de dos milenios, pero se sigue cumpliendo
cada vez que el Evangelio es anunciado (no sólo de palabra sino de obra) a los
que nada tienen y todo esperan de Dios (los pobres), a los que se encuentran
aprisionados por ideologías y valores contrarios al evangelio y por lo tanto a
la plenitud humana (los cautivos), a los que se agotan en la realidad meramente
objetiva y no son capaces de levantar el corazón y acaban perdiendo la
esperanza (los ciegos), y en fin, ¡proclamar el año de gracia del Señor!, el
tiempo del perdón, de la cancelación definitiva del pecado y la restauración
del hombre, por lo tanto, el tiempo de la bienaventuranza y la plena libertad
de los hijos de Dios.
Queda abierta la invitación: Jesús habla primero a su pueblo, nosotros
los cristianos de hoy, que somos invitados a asumir nuestro papel como asamblea
convocada y consagrada, que descubre en la ley la luz que alumbra su camino,
que se descubre “cuerpo” de su Señor y por lo tanto espacio de salvación para
todo el género humano y mediante su unidad en Cristo es capaz de liberar a los
hombres y siendo una verdadera comunidad alternativa proclamar el año de la
gracia del Señor. Solo entonces, será una realidad palpable el dicho de Jesús: ¡Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír!
Gracia y paz.
lunes, 14 de enero de 2013
AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 20 DE ENERO DE 2013.
Les invito a escuchar el audio de mi reflexión sobre las lecturas del domingo 20 de enero de 2013.
Sigan el vinculo: http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-20-enero-audios-mp3_rf_1705282_1.html
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 20 DE ENERO DEL 2013 (2° DEL TIEMPO ORDINARIO)
Is 62, 1-5 << Por amor de Sión no
callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su
justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y
los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del
Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de
tu Dios. Ya no te llamarán "Abandonada", ni a tu tierra "Devastada";
a ti te llamarán "Mi favorita", y a tu tierra "Desposada",
porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se
casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra
el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo. >>
Sal 95 << Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su
nombre. Proclamad día tras día su victoria, contad a los pueblos su gloria, sus
maravillas a todas las naciones. Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra
toda. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, él gobierna a los pueblos
rectamente.” >>
1 Co 12,4-11 <<Hermanos: Hay diversidad
de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo
Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en
todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno
recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia,
según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la
fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer
milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.
A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y
único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él
le parece. >>
Jn 2,1-11 << En aquel tiempo, había
una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus
discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de
Jesús le dijo: "No les queda vino." Jesús le contestó: "Mujer,
déjame, todavía no ha llegado mi hora." Su madre dijo a los sirvientes:
"Haced lo que él diga." Había allí colocadas seis tinajas de piedra,
para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les
dijo: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba.
Entonces
les mandó: "Sacad ahora y llevádselo al mayordomo." Ellos se lo
llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde
venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces
llamó al novio y le dijo:
"Todo el mundo pone primero el vino bueno
y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno
hasta ahora." Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él. >>
Capaces
de provocar la alegría de Dios
Jorge
Arévalo Nájera
Una instrucción
religiosa demasiado estricta, con más dogmatismo que mistagogia (pedagogía que
lleve al encuentro vital con el Misterio) puede generar –de hecho genera-
mentalidades religiosas fanáticas, miopes o con severos traumas que impiden
descubrir el rostro amoroso y estrechamente cercano de Dios. Para algunos
cristianos, la imagen de Dios que se les ha introyectado desde pequeños es la
que proviene del mundo filosófico neoplatónico y que retomaron importantes
teólogos cristianos (San Agustín, por ejemplo) y que ha influido de manera
decisiva en el imaginario colectivo cristiano.
Una de las
características más relevantes de ese “dios” conceptualizado filosóficamente,
es la de la <<perfección>>, que dentro de este marco
interpretativo, significa la carencia absoluta de lo que el hombre considera
imperfecto o falible –percepción de dolor o sufrimiento, necesidad de cualquier
tipo (física, psíquica o emocional), etc.-, de tal manera que Dios no puede
sufrir, no puede sentir necesidad porque no carece de nada, -y claro, mucho
menos del hombre, criatura despreciable sumida en la porquería de la mundanidad
carnal-, su felicidad y alegría son completas y nada puede añadir placer o
felicidad a Dios, etc.
De todo lo anterior, no
puede más que concluirse que en el fondo, como decía Aristóteles, Dios es un
motor inmóvil, una especie de esfera perfectamente redonda y su creación es
superflua, innecesaria y fruto de quien sabe qué suerte de designio impenetrable.
Pero resulta, que a lo largo y ancho de la Sagrada Escritura, desde el Génesis
hasta el Apocalipsis, Dios es presentado como un loco perdidamente enamorado de
su máxima creación, el hombre.
Más aún, podríamos
decir que la Biblia refleja los esfuerzos denodados de parte de Dios por
conquistar a su amado pueblo (y con él, a la humanidad entera), es una historia
de encuentros y desencuentros, del desposorio y la traición humana a la alianza
de amor y vida, Dios es el amante frenético, encolerizado y al mismo tiempo
tardo a la ira y presto al perdón, pero también es el que humilde y suavemente
baja al jardín, a la hora de la brisa para encontrarse con su amado, o toca a
la puerta con la esperanza de que la remolona casquivana abandone su pereza y se
levante del cálido y mullido lecho para abrir.
Las lecturas de hoy,
nos proponen un camino espiritual, un proceso que detallaremos a continuación.
En la lectura del
profeta Isaías
se pueden descubrir muchas cosas al respecto: 1.-Dios ama y el amor en la
Biblia nunca es un sentimiento ramplón, es dínamis poderosa que todo lo
transforma, es movimiento que desemboca en el bien del hombre, es necesidad de
encuentro con el amado, es celo que exige pertenencia, es favoritismo,
decantación que privilegia a un pueblo –aunque sin menoscabo de la
universalidad salvífica- y que se expresa con categorías nupciales -¿puede
acaso haber una relación de mayor exclusividad que la matrimonial, en la que la
consumación y manifestación de la radical entrega y receptividad se da en la
relación sexual, reservada únicamente al cónyuge?-
2.- El amor es alegría
que provoca el encuentro con el amado, y por lo tanto, se deduce que el amor
provoca una necesidad del otro, necesidad que antes no existía evidentemente,
pero que es indefectible al amor. De tal modo –con perdón de los neoplatónicos
modernos- que Dios necesita a su amada y ésta puede provocar su alegría.
El canto del Salmo,
hace eco de la respuesta que suscita en el pueblo la noticia de saberse amado
de tal modo por Dios: La exhortación del salmista para elevar un canto nuevo,
un canto que habla de la gloria de Dios y sus maravillas, brota de la
experiencia de ese amor, único modo de gobernar rectamente a los pueblos. En
efecto, sabemos ya que la justicia en Dios significa proveer al hombre de lo
necesario para salvarse, para vivir en la plenitud de la filiación.
Es interesante notar
que el salmista parte de la experiencia que Israel ha hecho del Dios/Amor para
abrirse a la universalidad y desbordar así todo posible nacionalismo exacerbado
que pretenda acotar a Dios en el estrecho círculo de una religión o un pueblo.
Ese universalismo brota, no de un proselitismo religioso, sino de un testimonio
de vida que invita a descubrir las maravillas que Dios ha obrado en ese pueblo
concreto, testimonio de libertad, de gozo, de plenitud y paz.
En la segunda lectura,
tomada de 1 de
Corintios, se afirma un aspecto fundamental del proceso espiritual
que estamos describiendo, es decir, la experiencia del amor de Dios (Isaías),
el gozoso testimonio de las transformaciones que ese amor provoca (Salmo) y
ahora, la unidad fundamental de los creyentes. Digámoslo con claridad y
contundencia, la única forma de ser cristianos y alegrar a Dios es estando
unidos.
Parece una
perogrullada, pero al parecer no lo es tanto si nos damos cuenta de la cantidad
de disensiones, chismes, envidias, revanchismos y demás lindezas –claro está,
disfrazadas y auto-legitimadas de mil modos- que afloran por doquier en las
comunidades cristianas. Las “vacas
sagradas” se sienten intocables y amenazadas por los dones de sus hermanos y
desde luego que luchan con uñas y dientes por conservar su coto de poder en la
Parroquia donde ejercen su ministerio. “Hay diversidad de dones, pero un mismo
Espíritu” dice Pablo, pero pareciera que hemos entendido “Hay diversidad de
espíritus, pero un solo don –y claro, ése es el mío, no faltaba más-.
Mientras no caigamos en
cuenta que la fraternidad excluye toda pretensión de superioridad sobre el
hermano, y que el servicio humilde y callado es la nota característica de los
discípulos, no seremos una comunidad que verdaderamente refleje una realidad
distinta, supramundana y por ello alternativa para los demás.
Finalmente, la lectura
tomada del Evangelio
según san Juan, nos pinta una bellísima, dramática e inigualablemente plástica escena
que nos mete de lleno en la imagen esponsal que ya Isaías nos anunciaba en la
primera lectura. En la interpretación estructural o integral que estamos
haciendo de las lecturas que la Comisión Litúrgica nos propone este domingo, la
lectura evangélica nos presenta las características del punto de llegada del
proceso espiritual al que hemos aludido líneas arriba. Ese punto de llegada se llama desposorio,
bodas mesiánicas de Dios con su pueblo o comunidad. Esa comunidad debe cuidarse
de los siguientes peligros:
1.- Falta de vino = falta de amor.
2.- Tener tinajas de piedra vacías= vivencia
legalista de la alianza a la que le falta la dínamis del Espíritu.
Y promover las
siguientes actitudes:
1.- Saber escuchar y aceptar al resto fiel
= Escucha y aceptación de cualquier grupo que simplemente viva el amor. Es
cierto que la Iglesia es el nuevo pueblo, y en este sentido elegido y
predilecto del Señor, pero eso no significa exclusión ni sectarismo fanático.
2.- Poner por obra la Palabra que es Cristo.
3.- Llenar de agua constantemente las tinajas
de piedra = Es cierto que el milagro de la conversión del agua/Espíritu en
vino/amor oblativo se realiza fuera de las tinajas, pero es absolutamente
necesario que el agua sea sacada de las tinajas de piedra (símbolo de la Ley).
La Ley debe ser entendida como el conjunto de la revelación, la liberación de
Egipto, la Alianza sinaítica, la manutención en el desierto, la entrada en la
tierra prometida, etc. Ese bagaje religioso/existencial no debe desecharse, es
el receptáculo, la estructura contenedora del Espíritu, que sin embargo, se
derrama, sale de esas estructuras para empapar al mundo.
El proceso espiritual cristiano
va pues, de la experiencia del amor de Dios hacia la plenitud de la relación,
pasando por el testimonio gozoso del impacto que en nuestra historia tiene esa
relación y por la vivencia fraterna en la comunidad alternativa formada por
Dios. De vivir así, no lo duden Ustedes, estaremos alegrando el corazón del Señor.
Gracia y paz.
HOMILÍA P. CÉSAR CORRES_13 ENERO 2013_BAUTISMO DEL SEÑOR.
Les invito a escuchar la bella homilía pronunciada por el P. César Corres, pastor de la Comunidad del Camino, sobre las implicaciones espirituales que para el discípulo tiene la figura del Siervo de Yahvé, así como el Bautismo del Señor.
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/homilia-p-cesar-corres-13-enero-2013-bautismo-del-senor-audios-mp3_rf_1704801_1.html
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lunes, 7 de enero de 2013
AUDIO/REFELXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 13 DE ENERO DE 2013 EL BAUTISMO DEL SEÑOR CICLO C
Hola, les invito a escuchar mi reflexión sobre las lecturas del próximo domingo 13 de enero de 2013; Solemnidad del Bautismo del Señor. Sigan el vínculo:
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/refelxion-sobre-lecturas-del-13-enero-audios-mp3_rf_1689313_1.html
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/refelxion-sobre-lecturas-del-13-enero-audios-mp3_rf_1689313_1.html
REFELXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 13 DE ENERO DE 2013 EL BAUTISMO DEL SEÑOR CICLO C
1. LECTURAS
Is 42,1-4.6-7
<<
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las
naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no
la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus
leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he
cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de
las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de
la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.» >>
Sal
28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10 << Hijos de Dios, aclamad al
Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el
atrio sagrado. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas
torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica. El
Dios de la gloria ha hecho tronar su voz. En su templo un grito unánime: «
¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como
rey eterno. >>
Hch 10,34-38
<< En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios
no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de
los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en
Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del
Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él.» >>
Lc 3,
15-16.21-22 << En aquel tiempo, el pueblo
estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él
tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que
puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego." Sucedió, que entre la gente que se
bautizaba, también Jesús fue bautizado. Y, mientras oraba, se abrió el cielo,
bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y del cielo llegó una voz
que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto, en ti me complazco." >>
2. REFLEXIÓN
El Bautismo, Privilegio y
Responsabilidad.
Lic. Jorge Arévalo Nájera
Él es el
poseedor plenipotenciario del Espíritu. Sin embargo, el bautismo del Señor no
queda por así decirlo, encerrado sobre sí mismo como misterio arcano
inaccesible y vedado para los hombres, muy por el contrario, el Espíritu
recibido por el Hijo en el Jordán se derrama sin medida sobre el mundo “para
hacer brillar la justicia sobre las naciones” como dice bellamente Isaías. Ya aquí, el profeta nos invita a rechazar toda clase
de reduccionismos fanáticos y sectarios que pretenden ver el bautismo como la
puerta de entrada a un gueto religioso en el cual, por decreto se adquiere la
salvación.
El bautismo
cristiano es ciertamente “una puerta de entrada” a la comunidad eclesial y a la
participación en la filiación de Cristo, es una gracia absolutamente
inmerecida, un don que compromete, un privilegio que exige una responsabilidad
de cara al mundo. Si se recibe el Espíritu de Cristo, entonces se recibe el
Espíritu del que no aplasta ni vocifera, del que no impone despóticamente su
verdad ni amenaza con el castigo a los que no escuchan su mensaje, sino que es firme
en su promoción de la justicia (la justicia según Dios es dar a todos los
hombres lo que necesitan para ser plenamente hombres) sin importar lo que diga
el mundo sobre dar solamente lo que corresponde a los méritos de cada quien.
¡Cuántas
veces contenemos la mano para no dar al hambriento un pedazo de pan o una
moneda con la justificación de que paliando su necesidad inmediata solo
promovemos la mendicidad y la holgazanería! Es verdad que el cristiano debe
comprometerse en la creación de una estructura social y económica más justa y
con oportunidades para todos, pero esto no obsta para comprometernos en
remediar la apremiante necesidad que clama ser satisfecha. Ni más ni menos, lo
uno y lo otro son exigencias evangélicas.
Solo así,
con el testimonio de una vida movida por el Espíritu, al mismo tiempo suave y
firme del resucitado, podrá el mundo escuchar la voz del Señor que “se
deja oír sobre las aguas torrenciales” (Sal). Pareciera que se
contradicen Isaías y el Salmo, pues el primero afirma que el siervo del Señor “No
gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles” mientras que el
salmista declara que “La voz del Señor es poderosa, la voz del
Señor es imponente”. La contradicción solo es aparente, pues en Isaías,
el grito y el clamor ausentes en el ungido mesiánico hacen referencia a un tipo
de poder, el poder que se impone por la fuerza y en contra de la libre opción,
mientras que el Salmista se refiere al poder eficaz de la Palabra divina, poder
que se realiza en el respeto a la libre acogida por parte del que escucha el
mensaje divino. Son los hijos de Dios los que descubren y actualizan la
imponente voz del Señor, que en el crucificado es al mismo tiempo silencio y
voz clamorosa que se abre paso a través del bullicio de las aguas torrenciales (símbolo
de las fuerzas maléficas que pretenden acallar la elocuencia prístina de la
Palabra) hasta llegar al corazón enamorado del que alaba y glorifica al Señor.
El libro de Los Hechos interpreta la incapacidad de los
hombres para “ver” el conjunto de la realidad como la ve Dios y por lo tanto
descubrir el proyecto de Dios revelado en Cristo (la ceguera de la que habla
Isaías) y la cautividad de los aprisionados en las tinieblas, como opresión
diabólica (“cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y
cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él”) Jesús mismo interpretó su misión como una
lucha abierta en contra de Satanás y sus milagros como la prueba de que el
reino de Dios vencía ya, liberando a los cautivos de las garras demoníacas.
Aquí toma fuerza la dimensión eclesiológica de los textos hoy proclamados;
El bautismo
es ante todo capacitación para entablar una lucha sin cuartel contra todas
aquellas realidades opositoras al Evangelio (personificadas por la mítica
figura del Satán), ideologías de poder, de riqueza, de gloria y honor mundanos,
de religiosidad alienante y bobalicona que en nada compromete y sí que aquieta
las conciencias para poder sentirse suficientemente buenos y tranquilos ante el
juicio divino, ideologías hedonistas que todo lo sacrifican en pos del dios
placer, etc.
La vida
cristiana poco tiene de romántica o tranquila, es una constante y permanente
tensión entre los valores del Reino y los del Satán, una vertiginosa toma de
decisiones en el aquí y el ahora cotidiano, en todos los campos de la vida
humana la fe tiene que ver y se juega cada día la vida definitiva. El “Por mí o
contra mí” al que Cristo apremia se decide a cada instante y por ello se nos
invita a la oración y a la vigilancia continua para descubrir y acatar la
voluntad de Dios revelada en la historia.
Lucas presenta la
figura de Jesús no principalmente como objeto de admiración o de adoración,
sino como aquel a quien el creyente debe seguir, asumiendo radicalmente sus
actitudes y su proyecto. El Bautismo en Jesús, no fue un acto social, o de
fanatismo religioso. Esta acción, por el cual el Espíritu revela la verdadera
identidad de Jesús, marca cuál es su misión en la historia y por lo tanto su
destino. Jesús, que supo comprometerse en la obra de Dios Padre, camina hacia
la muerte, no en una actitud sádica, sino en total libertad. Él sabe por quién
hace opción y conoce muy bien la consecuencia de estar de parte de Dios y de
los favoritos de él: los pobres.
Este
es en definitiva, el sentido del bautismo de Jesús, matricularse en el Proyecto
de Dios Padre, que es la vida en abundancia de todos los hombres y mujeres de
la historia. Celebrar el bautismo del Maestro de Galilea, tiene que llevarnos a
comprender la invitación profunda que este acto de Jesús nos hace: renunciar a
nuestros egoísmos, tomar su cruz cada día, seguirle y si es necesario perder la
vida por su causa. Estar bautizados, por lo tanto, implica vincularse al
proyecto de Jesús, que es el mismo proyecto de Dios, de manera sincera y seria.
Jesús no pone condiciones teóricas, sino que presenta el ejemplo personal.
El Bautismo de Jesús,
antecede el inicio de su misión en medio del mundo. En la lógica de Lucas,
Jesús tiene que ser ratificado por el Padre; sólo así puede dar inicio al
tiempo nuevo, que va a inaugurar. El Bautista entra en escena como aquel que es
precursor para la lógica del tercer evangelio. Pero su tarea, solo alcanza
sentido si Dios mismo declara quien es Jesús. Por eso vemos al Espíritu, entrar
en escena para declarar sobre Jesús: “Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto”.
Esta declaración que el
Espíritu hace sobre la persona de Jesús, es extensiva sobre todo ser humano.
Para eso Jesús iniciará su misión en medio del mundo, para limpiar el rostro de
la humanidad violentada y la inmundicia que las estructuras de poder han
cimentado sobre los débiles, a fin que cada ser humano, experimente en su
propia vida, el ser hijo querido de Dios, predilecto de su amor. El bautismo de
Jesús inaugura su vida pública y contiene en potencia todo el itinerario que
deberá recorrer.
Parece un dato
histórico cierto: Jesús, como tantos otros jóvenes de su tiempo, se siente
conmovido por la predicación de Juan, y acude a recibir su «bautismo», con un
rito de «inmersión» en las aguas del Jordán, un rito casi universal que
significa una decisión radical de entrega a una causa, por la que uno se
declara ya decidido a dar la vida, a morir incluso. Jesús, con la coherencia de
su vida, hará homenaje a su decisión de hacerse bautizar por Juan. Todo
seguidor de Jesús está llamado a hacer suya esa coherencia de vida y esa
radicalidad de decisión, que se expresa y anticipa en el rito del bautismo, y
se debe hacer realidad todos los días. Así, el consuelo de Dios es creador de
nuevos hombres, salva de una vida frustrada mediante la generación de hijos
capaces de complacerle.
Gracia y paz.
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