jueves, 30 de mayo de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 2 DE JUNIO DE 2013 9° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


1.      LECTURAS
1 Re 41-43: << También al extranjero, que no pertenezca a tu pueblo Israel, y llegue de un país lejano a causa de tu Nombre  –porque se oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano poderosa y de tu brazo extendido– cuando él venga a orar hacia esta Casa,  escucha tú desde el cielo, desde el lugar donde habitas, y concede al extranjero todo lo que te pida. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu Nombre, sentirán temor de ti como tu pueblo Israel, y sabrán que esta Casa, que yo he construido, es llamada con tu Nombre. >>
Sal 116: << Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. >>
Gal 1,1-2.6-10: << Pablo, Apóstol –no de parte de hombres ni por la mediación de un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos– y todos los hermanos que están conmigo, saludamos a las Iglesias de Galacia. Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio. No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo. Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado! Ya se lo dijimos antes, y ahora les vuelvo a repetir: el que les predique un evangelio distinto del que ustedes han recibido, ¡que sea expulsado!  ¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo. >>
Lc 7,1-10: << Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.  Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.  Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor,  porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa;  por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace».
 Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. >>
2.      REFLEXIÓN
PARA AGRADAR A DIOS NO HAY QUE PERTENECER A ALGUNA RELIGIÓN, SINO SERVIRLO
Lic. Jorge Arévalo Nájera
Si preguntáramos a los cristianos la razón de su pertenencia a una determinada tradición religiosa, seguro estoy que la mayoría –lo digo por experiencia propia al haber realizado diversas encuestas al respecto- respondería que porque en ella encuentra los elementos verdaderos que Dios ha revelado para encontrarse con Él y salvarse.
El problema no está en saber si esta afirmación es cierta en cada caso particular, la misma Iglesia Católica (una de las Iglesias más conservadoras en cuanto a la centralidad de la Iglesia como sacramento de salvación) enseña que en todas Iglesias cristianas –y también en otras religiones- existen elementos de salvación y gracia, ya que las semillas del Verbo se encuentran diseminadas en todas las expresiones religiosas y culturales humanas que buscan con sinceridad el amor, la solidaridad y la justicia para todos los hombres[1].
El problema más bien radica en dilucidar si la vivencia religiosa de cada singular creyente o comunidad que se haga llamar “cristiana”, es conforme a la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús y que se hace posible en el poder del Espíritu[2].
Para este fin, nada mejor que abrir el corazón y los oídos para escuchar lo que Dios miso tiene que decirnos al respecto. La 1era lectura, del 1er libro de los Reyes, refleja una oración de intercesión del rey Salomón por los no pertenecientes al pueblo de Israel que acuden al templo movidos por el Nombre de Dios. Para ellos, pide que sus plegarias sean escuchadas y atendidas.
Pero, ¿es que acaso no se requiere pertenecer al pueblo de Israel, ya sea por linaje consanguíneo o por adhesión voluntaria, como es el caso de los llamados prosélitos? Para el enojo de muchos puritanos, parece que Salomón ha comprendido que el Dios de Israel no es posesión exclusiva de este pueblo y que sus miras van más allá de las fronteras que circunscriben una determinada religión.
Hay que decir sin embargo, que es necesaria una determinada actitud por parte del extranjero para que entre en el torrente salvífico de la escucha amorosa de Dios. Esa actitud es la de dejarse mover por el Nombre <<…llegue de un país lejano a causa de tu Nombre. >> Estos por los que pide Salomón vienen movidos, impulsados, atraídos irresistiblemente por el Nombre que han escuchado pronunciar. Pero hay que entender correctamente lo que significa “dejarse mover por el Nombre”: el “nombre” en términos generales hace alusión al misterio personal, aquello que es esencial a la persona le define. Por ejemplo, “Jesús” significa “Yahvé salva” y en efecto, en Jesús Dios salva a la humanidad.
Y así encontramos infinidad de ejemplos en la Biblia; Abraham significa “Padre de multitudes”, Pedro significa “piedra” sobre la que Jesús cimienta su Iglesia, etc. Ya se ve que el nombre no es una simple etiqueta con la que distinguir unos de otros.
Ahora, si aplicamos a Dios lo dicho anteriormente, entonces resulta que el “Nombre” de Dios indica su Misterio más íntimo, aquello que lo define íntimamente y de cara a la relación con sus criaturas los hombres… ¡Dios es Amor entregado sin límites (Padre), Amor que recibe la otreidad sin límites (Hijo) y Amor que sale de sí mismo para crear mundos nuevos (Espíritu Santo)!
Es el testimonio de hombres y mujeres que van por el mundo entregándose a sí mismos en servicio de amor por los hombres, aceptando sin reticencias la diferencia radical que son los otros y acogiendo esa diferencia como un don inapreciable, y que salen de sí mismos para crear mundos reconciliados, que en círculos excéntricos expansivos van transformando el universo entero, lo que atrae irresistiblemente a todos hacia el Dios de Jesucristo.
El templo de Salomón prefigura pálidamente al único y definitivo Templo que es Jesucristo resucitado mismo y por extensión participativa, su Cuerpo que es la Iglesia será el templo donde habitará el Nombre glorioso del Señor. De tal modo que los que antes acudían al templo físico con espíritu humilde y maravillado por el Nombre, ahora acudirán al Templo espiritual verdadero, al único y suficiente mediador entre Dios y los hombres y en Él encontrarán un oído atento y un corazón providente que les concederá todo lo que necesitan para ser plenos y felices… ¡El Espíritu Santo que es derramado en sus corazones!
¡Este y no otro es el Evangelio auténtico que los apóstoles con la autoridad de Jesucristo predicaron en la primera hora y al que hace alusión Pablo en la carta a los Gálatas! Y es que siempre existirá la tentación de mostrar un dios distinto del que nos ha sido revelado en Jesús; el dios retributivo de la religión que paga al hombre de acuerdo sus méritos logrados por el cumplimiento de ciertas prescripciones, el dios vengativo y castigador que al ser ofendido descarga su ira sobre los mortales, etc. Y el apóstol es muy duro en su condena a los tales que anuncian un Evangelio distinto al de la gracia: ¡que sea expulsado!, no hay medias tintas, no se puede tolerar una desviación doctrinal de tal naturaleza porque la sana doctrina deviene en una sana espiritualidad y una falsa doctrina deviene en una espiritualidad enferma que pone en peligro la fe.
No estoy hablando de que debemos convertirnos en una Iglesia dogmatista que coloca la doctrina por encima de la vida y la felicidad de las personas, se trata precisamente de todo lo contrario, porque presentar el auténtico Evangelio, sin componendas facilonas, pero también sin fundamentalismos absurdos, siempre será liberador y generador de personas sanas y alegres.
El Evangelio es para todos los hombres, sin acepción alguna porque todos necesitamos ser liberados de esclavitudes e idolatrías que nos oprimen y sofocan. En el evangelio de Lucas se nos presenta un relato con muchos puntos de contacto con la primera lectura, pero desde luego desde una perspectiva cristológica.
En primer lugar, el centurión y el sirviente a punto de morir son imagen de los extranjeros que se acercan al templo buscando la sanación, la liberación de sus opresiones. Es interesante notar que el centurión (imagen también de la violencia ejercida por el imperio romano) sirve a Lucas para mostrar en acción un tema queridísimo de su teología: la misericordia universal e infinita de Dios que no hace acepción de personas… ¡ni siquiera los más violentos y odiados escapan a la acción salvífica del Señor!
Es verdad que el centurión no se atreve a acercarse directamente a Jesús, sólo ha oído hablar de Él (alusión a los paganos que han escuchado hablar del Nombre y se han dejado mover por el Misterio), y recurre a la mediación de los ancianos israelitas (imagen de Salomón que intercede por los extranjeros en la lectura de 1 Re) para solicitar de Jesús la sanación de su propia ideología de violencia que está a punto de acabar con su vida,
 Conviene rescatar algunas actitudes del centurión para aplicarlas en nuestra vida espiritual:
1.      Reconocimiento de la suprema dignidad de Jesús y de la propia indignidad. No es autoestima baja, es humildad que reconoce la radical insuficiencia humana ante el Misterio, o lo que se llama en la Biblia “temor de Dios”, que es obediencia reverencial que brota precisamente del Tremendum de Dios. La soberbia de pensar que con nuestros ridículos esfuerzos podemos ser dignos o merecedores de Dios queda completamente excluida.
2.      Reconocimiento de la necesaria intermediación de otros para establecer una relación con Jesús. Desde luego que no queda excluida la relación personal con Él, pero esa relación está mediada, es eclesial, comunitaria. Un cristianismo individualista es impensable, es una ficción de la mente que acaba convirtiendo a Jesús en un fetiche hecho a imagen y semejanza del hombre y por lo tanto, fácilmente manipulable.
3.      Confianza absoluta en que a pesar de la radical indignidad ante Dios, Jesús es el consuelo, el pontífice que une los dos mundos de sí irreconciliables, el espacio existencial en donde el sufriente y oprimido puede descansar seguro y lleno de paz. Esta actitud maravilla a Jesús y produce su alabanza… ¡Sí amable lector, Jesús alaba la fe del centurión al mismo tiempo que reclama a Israel su poca fe! ¡Esto debió ser intolerable para la orgullosa mentalidad israelita y causa de la animadversión contra el profeta galileo que finalmente devino en la decisión de asesinarle! 
Sin duda, el Dios en el que yo creo es el Dios que no hace acepción de personas y que no desprecia un corazón que se acerca a él, contrito y humillado buscando su liberación.
Gracia y paz.



[1] Ni el mismo Dios está lejos de otros que buscan en sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que todos reciben de El la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Hch 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4). Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna [33]. Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio. (LG 16)
[2] Pero no olviden todos los hijos de la Iglesia que su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a la que, si no responden con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad. (LG 14)

miércoles, 22 de mayo de 2013

Audio/reflexión domingo 26 de mayo de 2013 (Santísima Trinidad)

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas del domingo 26 de mayo de 2013 (Solemnidad de la Santísima Trinidad). Sigan el vínculo:

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-26-mayo-2013-la-santisima-trinidad-audios-mp3_rf_2066515_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 26 DE MAYO DE 2013 CICLO C (LA SANTÍSIMA TRINIDAD)



  1. LECTURAS
Pr 8, 22-31: << Así dice la sabiduría de Dios: "El Señor me estableció al principio de sus tareas, "al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres. >>
Sal  8: << Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. >>
Ro 5, 1-5: <<  Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. >>
Jn 16, 12-15: << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará." >>
2. REFLEXIÓN
La historia, espacio de acción del Misterio Trinitario
Jorge Arévalo Nájera
La revelación de Dios como Misterio Trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres Personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, tanto en la experiencia del pueblo de la antigua alianza tal como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento, como en las otras religiones y en los eventos de la historia universal.
El Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra con claridad una estructura trinitaria de la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia.
La primera lectura del libro de los Proverbios, es un himno a la sabiduría divina considerada en su doble dimensión trascendente e inmanente. La Sabiduría es trascendente pues ella es el proyecto de Dios, su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu; pero también es encarnada ya que el proyecto divino se realiza en la creación y en la historia, la voluntad de Dios se manifiesta en la Escritura y a través de su Espíritu se convierte en una realidad interior al ser humano. De esta forma la reflexión sapiencial bíblica supera la simplificación panteísta o dualista en su visión de Dios.
En los vv. 22-25 el autor bíblico nos sitúa “antes” de la creación, en la eternidad de Dios, presentando la Sabiduría como una realidad divina y trascendente, anterior a todas las realidades cósmicas: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas... cuando no había océanos, fui engendrada, cuando no existían los manantiales ricos de agua”. En los vv. 26-31 la Sabiduría parecer ser una realidad creada pues aparece contemporánea a la creación. La Sabiduría está presente también en el ser humano, en su inteligencia, en su felicidad. Este himno ha llegado a ser en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación de la Palabra (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios, todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuando llegó a existir” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
La segunda lectura, de la Carta a los Romanos, es una especie de declaración paulina de intensa teología trinitaria sobre la situación del ser humano que ha sido justificado gracias a la fe en Cristo. Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente. Reconciliados con Dios por la fe, estamos en una situación de “paz” y de “esperanza”, paz que supera la tribulación y esperanza que transforma el presente.
El texto evangélico que hoy se nos proclama constituye la quinta promesa del Espíritu en el Evangelio de Juan, se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos. El Espíritu tiene una función “didáctica” y “hermenéutica” con relación a la palabra de Jesús. El Espíritu Santo conduce a una total comprensión de la persona y del mensaje del Señor Resucitado. El Espíritu, por tanto, “guía”  hacia la “Verdad” de Jesús, es decir, hacia su revelación, de tal forma que la podamos conocer en plenitud.
Esta función del Espíritu con relación a Jesús y a su palabra define la profunda relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: la Revelación es perfectamente una porque tiene su origen en el Padre, es realizada por el Hijo y se perfecciona en la Iglesia con la interpretación del Espíritu. Por eso Jesús dice que “el Espíritu no hablará por su cuenta, sino que dirá únicamente lo que ha oído... todo lo que les dé a conocer, lo recibirá de mí”. Jesús será siempre el Revelador del Padre; el Espíritu de la Verdad, en cambio, hace posible que la revelación de Cristo penetre con profundidad en el corazón del creyente. 
Valdría la pena hacernos los siguientes cuestionamientos con el fin de aplicar en nuestra vida comunitaria el Misterio Trinitario que hoy festejamos:
-¿Con cuáles iniciativas concretas podríamos hacer que nuestra comunidad sea cada día más imagen de la comunidad de amor infinito que es la Trinidad Divina?  ¿Cuáles diferencias están creando en nuestra comunidad divisiones y egoísmos? ¿Cuáles elementos de nuestra vida comunitaria nos unen, nos hacen crecer como hermanos y fortalecen nuestra misión evangelizadora?  ¿Somos como comunidad signo e instrumento de salvación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, a través de la iniciativa del amor (el Padre), el sacrificio y la obediencia (el Hijo) y la apertura a la novedad de los caminos de Dios (el Espíritu)?
Gracia y paz

lunes, 13 de mayo de 2013

Audio/reflexión sobre las lecturas del domingo de Pentecostés 2013

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas que se proclamarán el domingo de Pentecostés.

Sigan el vínculo: http://www.ivoox.com/reflexion-para-domingo-pentecostes-2013-audios-mp3_rf_2037392_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS 2013



  1. LECTURAS

Hch 2,1-11: << Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua." >>

Sal 103: << Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!  Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas,  y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema,  y yo me alegraré con el Señor. >>

1 Cor 12,3-7.12-13: << Hermanos: Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todo hemos bebido de un solo Espíritu. >>

Jn 20,19-23: << Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." >>

2.     REFLEXIÓN

El nuevo lenguaje de los nacidos en el Espíritu

Jorge Arévalo Nájera

Hoy, la Iglesia universal se goza en las maravillas que el Consolador hace entre los hombres, celebra el soplo vital de Dios que sostiene en la existencia a la creación y que al mismo tiempo hace nuevas todas las cosas. El Espíritu es la promesa del Padre anunciada desde antiguo por los profetas, ya que si bien es cierto que esa promesa se cumple en Cristo, también es cierto que del costado abierto de Jesús el Espíritu es derramado hacia los hombres.

Cristo es la Palabra que quisimos acallar y el Espíritu es la última y definitiva respuesta del Padre ante el odio del mundo, Pentecostés es la plenitud del sacrificio pascual del Hijo ¡Por eso tenemos esperanza, porque el Paráclito es la fuerza eficaz de Dios que no se arredra y persevera eternamente con el único objetivo de salvarnos, pobres y miserables gusanos incapaces de responder a la infinitud de su amor! Pentecostés significa el nacimiento de la Iglesia y de una nueva humanidad en cuyo corazón se inscribe la potencia de lo eterno. Todas las lecturas que hoy se nos proclaman apuntan en la misma dirección: la creación de una invencible humanidad cuya presencia sacramental es la temerosa pero perseverante comunidad discipular, y las repercusiones que el Espíritu tiene en ella y en la universalidad humana.

Veamos algunas de esas repercusiones: en primer lugar, el Libro de los Hechos de los Apóstoles ubica el acontecimiento del don del Espíritu en el día de la celebración judía de Pentecostés (celebrada 50 días después de la pascua y como aniversario de la alianza/ley) porque quiere enfatizar que teológicamente el derramamiento del Espíritu inaugura la nueva y definitiva alianza y la promulgación de la auténtica ley, inscrita ya no en piedra sino en la interioridad de los corazones, como había anunciado el profeta Ezequiel (Ez 36,25-27). El problema con la antigua y provisoria ley es que el pueblo jamás pudo interiorizarla, hacerla suya, resonar con ella hasta convertirla en manifestación externa de una convicción irreductible, en el fondo, esa ley fracasó porque el pueblo la sintió siempre como una utopía irrealizable y como algo externo a él.

Eso pasa también con las leyes humanas cuando la sociedad legislada por ellas no las interioriza y descubre como algo bueno y necesario. Por eso, Dios tenía que infundir su ley en la persona de sus creyentes, hacerla parte de ellos y desde dentro, “convencer” al pueblo de la bondad de esa ley, capacitarlo para vivirla y sostenerlo en la esperanza a pesar de las dificultades y oposiciones que encuentre en su vida de fe. En otros esquemas teológicos, por ejemplo el de la escuela juánica, el derramamiento del Espíritu no espera 50 días, es en la misma cruz, del costado abierto de Jesús que brotan agua y sangre (Espíritu comunicado y vida derramada) que empapan la tierra (vida humana). En realidad no hay contradicción entre Juan y Lucas, son visiones teológicas diferentes presentadas con lenguajes distintos, pero que finalmente iluminan el mismo misterio: del sacrificio de Cristo brota la Vida.

Por lo tanto, la indicación “El día de Pentecostés” es mucho más que una simple ubicación temporal de un hecho ocurrido hace casi dos mil años a unos cuantos discípulos de Jesús. No alejándonos de la ortodoxia y sin menoscabo de la historicidad fáctica del suceso, podemos decir que el relato tal como está formulado apunta hacia una dimensión que trasciende lo meramente histórico para hacernos levantar la mirada y el corazón hacia un mensaje teológico y espiritual que se actualiza en nuestra vida, que tiene que ver con el aquí y el ahora.

Veamos cómo: si estas palabras son más que una indicación temporal de Lucas y por lo tanto ese “día” es el hoy de mi comunidad, se hace necesaria una aplicación espiritual inmediata: Pentecostés puede acontecer en mi vida cotidianamente y por lo tanto, el cumplimiento de la promesa del Padre, promesa de vida plena y definitiva, vencedora del miedo que hoy me atenaza y sofoca ¡Pude ser hoy! Sin embargo, se requieren ciertas actitudes, cierta disposición por parte del hombre para que el Espíritu pueda derramarse sobre él:

1.- Reunidos el día de Pentecostés. Hay una actitud de disposición a vivir la alianza, que en la nueva economía significa la Ley del amor agápico, de la renuncia a ser uno mismo el centro de la vida para dejar que Cristo marque el rumbo que han de seguir nuestros pasos. Pero recordemos que ese rumbo lo define un crucificado, uno que se ha sacrificado para que otros tengan vida. No se trata desde luego de haber alcanzado la perfección evangélica, después de todo ésta no se puede vivir sin el Espíritu, pero si se trata de una actitud inicial de disposición a acatar esa ley.

2.- Todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. Evidentemente que de hecho no pudieron haberse reunidos literalmente todos los discípulos en un mismo lugar. Es una alusión a la unidad comunitaria. La experiencia gozosa y liberadora del Espíritu no puede darse fuera del contexto comunitario. Pentecostés inaugura la vida en el Espíritu, la espiritualidad propiamente dicha como experiencia Trinitaria es cuestión eclesiológica y no individualista. Mientras sigamos inmersos en una vivencia masificante  del cristianismo NO PUEDE HABER PENTECOSTÉS, es necesario retornar al cristianismo de los orígenes, formado por pequeñas comunidades vinculadas fraternalmente, con miembros comprometidos entre sí, comunidades sencillas que se reunían para compartir la vida y la fe, para partir el Pan y escuchar la Palabra y para amarse mutuamente. Sólo allí el Espíritu como ruido estruendoso y fuerte viento resuena por toda la casa.

Cuando se está dispuesto a vivir la nueva ley y se está inserto en una comunidad, el Espíritu comienza su obra transformadora y creadora “Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos.” Una de las acepciones simbólicas del elemento “fuego” en la Biblia, es el del Espíritu en cuanto capacitador, en cuanto potenciador del hombre para transformarlo en enviado eficaz para una misión. Así, Moisés es capacitado en la teofanía de la zarza para liberar a su pueblo y el profeta Ezequiel en la visión inaugural de su labor profética ve lo siguiente: “Entre esos seres vivientes había como carbones encendidos que parecían antorchas encendidas agitándose entre los vivientes; el fuego brillaba y lanzaba relámpagos.” Es decir que el hombre profético, el capaz de proferir una palabra eficazmente transformadora, una palabra contestataria a los sistemas opresores del mundo y por lo tanto una palabra capaz de abrir horizontes de libertad a los hombres de todos los tiempos, recibe esta potestad, le viene de Otro, su capacidad le viene de Dios y por lo tanto, no radica en él mismo, no brota de su inteligencia ni de la cultura que le rodea.

El relato del Pentecostés cristiano se ubica en esta línea, las “lenguas de fuego” indican el don del Espíritu como posibilidad de hablar (lenguas) un nuevo “idioma”, libre de las barreras idiomáticas y culturales, con la potencia de hacerse inteligible universalmente (“Atónitos y llenos de admiración, preguntaban; “¿No son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa?) y de derribar los muros que empecinadamente nos esforzamos en construir para mantenernos “seguros” para finalmente lograr la plena relación dialogal entre los hombres. Ya podrá intuir el lector que este no es un relato anecdótico en el que se nos narre la cuasi mágica habilidad políglota de unos discípulos momentos antes casi analfabetas.

Como siempre, la Palabra de Dios es sorpresiva y paradigmática y yendo más allá de su ropaje simbólico y literario, perfila la figura del auténtico seguidor del Cordero inmolado pero puesto en pie. La comunidad discipular es el resonador del Espíritu en el mundo y es por lo tanto una comunidad esencialmente profética. Solo que hay una sustancial diferencia con la profecía del Antiguo Testamento: en los tiempos mesiánicos el Espíritu se derrama sobre TODA LA COMUNIDAD y no solamente en unos cuantos estrafalarios miembros del pueblo. La Iglesia toda (y aquí se excluye el reduccionismo del misterio eclesial a la sola jerarquía, para entender Iglesia como la totalidad del único pueblo de Dios) es la instancia mediante la cual el mundo puede recibir la liberadora y plenificante voz del Espíritu. En el fondo, la voz del Espíritu es la voz de la fe, de la esperanza y la caridad encarnadas en el testimonio de la esposa del Cordero.

La carta a los Corintios aporta dos valiosísimos elementos para redondear el perfil de la comunidad: por un lado, la Iglesia no debe olvidar ni por un solo instante que ese Espíritu derramado graciosamente en ella y que le constituye en alternativa para el mundo, que le capacita para proferir un palabra eficaz y dotadora de sentido, le inserta en una dinámica de vida que se centra en la confesión de Jesús como “Kyrios”, “Señor” de la comunidad.  Kyrios es más que un simple título atribuido a Jesús, o dicho de otra manera, es un título que expresa una profesión de fe, es la concreción lingüística de una fe hecha vida que proclama a Jesús como opción fundamental.

 Es encarnar en la historia sus valores y opciones, es pasar por la criba de su persona todo lo que hacemos, decimos y pensamos, es configurar todas las dimensiones del ser según la espiritualidad de Jesús, es vivir todo mi ser relacional según las categorías del rabino galileo. Y esto, evidentemente no puede ser fruto de la sola iniciativa humana, es ante todo fruto del Espíritu pentecostal. Y si esto es así, entonces el señorío de Jesús solo puede ser proclamado desde la inserción en su comunidad.

El Espíritu Santo es la unidad de los discípulos, que así forman el cuerpo de Cristo. Según las categorías antropológicas bíblicas, “cuerpo” es mucho más que la dimensión física del hombre, cuerpo es el misterio personal que se expresa sensiblemente, que impacta al mundo, que por lo tanto se revela. Cuerpo es la manera semita de decir la posibilidad que tiene el hombre de transformar el mundo. Pues esto es la Iglesia, que unida sobrenaturalmente por el poder eficaz del Espíritu, es la forma concreta y sacramental del estar de Cristo en la historia. Y esto tiene resonancias inmediatas en la aportación que la Iglesia (todos y cada uno de nosotros) puede dar a la sociedad: con demasiada facilidad se acusa (consciente o inconscientemente) a Dios de “permitir” el mal y hasta se suele poner en duda su omnipresencia y bondad “El mal proclama definitivamente y sin lugar a dudas la inexistencia del Dios cristiano” proclama el existencialismo ateo (que por cierto no es ajeno a la mentalidad de muchos que se dicen cristianos).

Sin negar la dificultad de armonizar racionalmente la objetiva existencia del mal con la existencia de Dios (lo que en teología se llama <<la imposible teodicea>>), este argumento se esgrime como excusa para no comprometerse decididamente en la lucha contra ese mal. La acción amorosa y providente de Dios no se da mágicamente, la Gracia supone para hacerse efectiva existencialmente y así alcanzar en sus efectos a todos los hombres, de la voluntad humana y específicamente de los miembros de la Iglesia cristiana. La erradicación de los efectos perniciosos del pecado es tanto labor de Dios (antecedente) como de los discípulos (procedente).

Finalmente, el Evangelio de Juan, en un maravilloso relato catequético lleno de teología, nos pinta el itinerario que va de la oscuridad a la luz, del miedo que asfixia la posibilidad de la vida nueva (“Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos por miedo a los judíos…”) a la consecuencia última de la donación crística que es el Espíritu Santo: ¡La liberación universal del pecado! (“Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.)

La cancelación del pecado y por lo tanto la liberación del yugo maligno es potestad de la comunidad toda, Cristo mismo en virtud de su Espíritu, se la ha dado. No se trata aquí de discutir sobre la legitimidad del sacramento de la reconciliación tal como lo entiende actualmente la Iglesia Católica, sino de abrazar el compromiso comunitario de cara a la liberación del mundo. Perdonar pecados significa ofrecer a los hombres la posibilidad (que se concretiza visiblemente en la comunidad que asume la forma de vida según el Espíritu) de vivir libres del miedo y de la esclavitud del pecado si se abren libremente a la oferta de salvación proclamada y significada en Jesús y que ya es perfectamente posible en la historia. Evidentemente que rechazar dicha oferta es entrar en el ámbito de la muerte y en este sentido, la Iglesia es solamente el vehículo sacramental mediante el cual Dios sanciona la salvación o la condenación.

Quisiera terminar mi reflexión dejándoles el gratísimo saber de boca de las palabras del gran teólogo católico Karl Rahner que pronunció con motivo de la festividad de Pentecostés en la Academia Católica de Baviera en Munich y que fueron publicadas en un librito titulado “Experiencia del Espíritu” [1]
  
“Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás esperanzas particulares, que abarca con suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas. Cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas de la muerte como el comienzo de una promesa que no entendemos. Cuando la experiencia fragmentada del amor, la belleza y la alegría se viven sencillamente y se aceptan como promesa del amor, la belleza y la alegría, sin dar lugar a un escepticismo cínico como consuelo barato del último desconsuelo.
Cuando se corre el riesgo de orar en medio de tinieblas silenciosas, sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar. Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como una victoria. Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil. Allí está Dios y su Gracia liberadora, allí conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios. Allí está la sobria embriaguez del Espíritu a la que no nos está permitido rehusar.”

Gracia y paz.


[1] Rahner Karl. Experiencia del Espíritu. Ed. Narcea S.A. de Ediciones Madrid, 1978.

lunes, 6 de mayo de 2013

AUDIO/REFLEXIÓN DOMINGO 12 DE MAYO DE 2013_ASCENSIÓN DEL SEÑOR CICLO C

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo de la festividad de la Ascensión del Señor, Ciclo C.

Sigan el vínculo:  http://www.ivoox.com/reflexion-ascension-del-senor-12-mayo-2013-audios-mp3_rf_2013892_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 12 DE MAYO DE 2013


(LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO “C”)
Hch 1,1-11 << En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Ellos lo rodearon preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo." Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.">>
 Sal 46,2-3.6-7 8-9 << Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. >>
Heb  9, 24-28; 10, 19-23 << Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel. >>
Lc 24,46-53 << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto." Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. >>
El Hijo exiliado que regresa al seno paterno y la comunidad que espera su regreso
Jorge Arévalo Nájera
Las lecturas de este domingo se encuentran enmarcadas por la particular perspectiva teológica del autor de la obra lucana (Hechos de los Apóstoles y Evangelio de Lucas), por lo que el mensaje espiritual y teológico que la Comisión Litúrgica quiere comunicarnos en esta festividad de la Ascensión del Señor, deberá entenderse dentro de este marco hermenéutico referencial.
Lucas ha escrito dos libros: un evangelio y los Hechos de los Apóstoles. En Hch 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su Evangelio  “ilustre Teófilo” (Lc 1,3). Teófilo significa “amigo de Dios”. El hecho de agregarlo aquí, después de separarse su obra en dos, refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general. Todos los que leemos estos libros somos Teófilos.
Su evangelio termina con «Jesús llevado al cielo» (Lc 24,51). Los Hechos comienzan con el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta a Jesús corporalmente. En los Hechos ya no está corporalmente. Actúa por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hch 1,4 exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar. En Lc 24,49 es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer nada). La permanencia y espera pasiva debe durar “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49). Lucas se está aquí refiriendo claramente a Pentecostés.
Debemos entender que la estructura lucana muerte-resurrección-permanencia durante 40 días-ascensión, es precisamente una estructura teológica/literaria y no una secuencia cronológica. De hecho, si quisiéramos entenderla de este modo, sería imposible armonizar la presentación lucana con la de Juan, para quien Pentecostés se da en la cruz misma, con la efusión del Espíritu/Vida entregada (Agua y Sangre) que baña a los paganos (simbolizados por el centurión que introduce la lanza en el costado de Jesús).
El número cuarenta –los cuarenta días que median entre la resurrección y la ascensión- nos remite a la simbología de los números, tan propia de la expresión teológica judía y en la que el 40 representa un período completado de preparación para entrar a una etapa de plenitud o realización, así, Jesús pasó cuarenta días con sus noches en el desierto antes de iniciar su ministerio público y el pueblo de Israel pasa cuarenta años en el desierto antes de entrar en la tierra prometida, etc. En la teología lucana, Jesús resucitado prepara a sus discípulos para la nueva era del Espíritu mediante sus apariciones.
Lucas quiere mostrarnos también que Jesús ha sido «glorificado» por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene. Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con sus discípulos, come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas (como también Pablo en el pasaje de la segunda lectura) une íntimamente la ausencia física con el don del Espíritu Santo.
La llamada “carta” a los Hebreos –que paradójicamente no es ni carta ni está dirigida a los hebreos- es una profunda y maravillosa homilía cuya línea teológica fundamental es Cristo en cuanto Sumo Sacerdote. Es otro modo de presentar los efectos de la exaltación de Cristo, Hebreos utiliza la imagen del ofrecimiento del sacrificio en el templo para expiar los pecados del pueblo para establecer la incomparable realidad sacrificial de la muerte de Cristo.
Pero vale la pena hacer hincapié en el significado de la palabra “sacrificio” (“hacer sagrado”), no pensemos que en el plan eterno del Padre se determinó la cruz del Hijo como remedio al pecado del hombre, al más puro estilo de un dios sádico y hambriento de satisfacer su maltrecho ego. Es cierto que la muerte de Jesús expía los pecados del mundo, pero no de una manera mágica y ya predeterminada desde antiguo.
En otras palabras, el sacrificio del Hijo ni es sustitutivo ni determinista. Hace tan sólo unos días escuché decir a una admiradísima Maestra –docta a más no poder en cuestiones de historia-de la Universidad donde actualmente curso estudios de teología:”Y si Judas no hubiera traicionado a Jesús, ¿cómo diablos se iba a cumplir el plan de Dios? ” Claro, ella no tiene por qué saber de teología y se comprende su pregunta y el juicio teológico que presupone la misma y que es a saber << El plan salvífico de Dios consiste en que su Hijo, mediante la traición y la muerte de los hombres, salvara al género humano>>.
Lo criticable es que esta misma postura la han asumido múltiples teólogos a lo largo de la historia y lo que es peor, la han enseñado como teoría irrefutable. Actualmente la mayoría de los estudiosos serios, no sólo católicos sino también de gran parte de las Iglesias Reformadas, Anglicanas, etc., han desechado esta teoría para mostrar otra más apegada al sentido de los textos bíblicos: el Padre ha enviado a su Hijo a rescatar a los hombres, y esto incluye asumir el riesgo del rechazo por parte de los mismos, rechazo que bien lo sabemos culminó en el deicidio.
Es entonces que el escándalo de la cruz se transforma por pura gracia en acontecimiento salvador y el horror abre horizontes de plenitud e inusitada belleza –belleza que sólo puede verse desde la fe, pero real, más aún, fundamento de lo real-, el hedor de la muerte se transforma en óleo perfumado que unge al nuevo pueblo de mesías.
Así, el Hijo de Dios se auto-exilia, por libérrima voluntad y únicamente motivado por el amor, “sale” del amadísimo seno intratrinitario para arrojarse al hasta entonces desconocido seno de la empecatada historia del hombre, ¡exiliado del Amor por amor! ¡Sumergido en el fango para limpiar a los enfangados! El Hijo no sabe que le espera, abre de tajo su amante corazón y lo entrega a sus hermanos los hombres, hasta entonces gusanos que lastimeramente se arrastraban comiendo el polvo de la tierra y desde entonces, ¡hijos de Dios, hermanos del Cristo y nuevas creaturas del Espíritu!
Sin embargo, el exilio aún no termina, es cierto que la ascensión hace referencia a la entronización escatológica del Hijo y anticipa su retorno definitivo al seno Trinitario, pero el Hijo seguirá exiliado hasta que la creación entera sea entregada al Padre, mientras existan sobre la tierra hombres y mujeres marginados, excluidos, explotados, abusados por otros, Jesús permanecerá entre nosotros, desde ellos y para ellos, incubando el caos, esperando que por fin, nosotros, sus discípulos dejemos de mirar al cielo y volvamos la mirada hacia aquellos que claman por una vida alternativa real, posible y profundamente humana.
Gracia y paz.