lunes, 26 de agosto de 2013

Audio/reflexión para el domingo 1 de septiembre de 2013.

Hola a todos. Les comparto el audio de mi reflexión para el próximo domingo 1 de septiembre (22° Ordinario Ciclo C).

VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-1-sept-2013-22-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2308265_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 1 DE SEPTIEMBRE DE 2013 22° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”

1.     Lecturas
Si 3,19-21.30-31: << Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta. El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará. >>
Sal 67: << Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad en su honor; su nombre es el Señor. Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. >>
Hb 12,18-19.22-24: << Hermanos: Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús. >>
Lc 14, 1.7-14: << Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba. "Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. "Y dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos." >>
  1. Reflexión
De la humildad que nos acerca al mediador de la nueva alianza
Jorge Arévalo Nájera
La humildad es una actitud espiritual que brota del reconocimiento de la verdad del ser, ni más ni menos. El término significa en su acepción etimológica (“humus-tierra, sustrato vital”) en su dimensión espiritual pues significa tener bien puestos los pies sobre la realidad ontológica y existencial y a partir de allí abrazar una ética y un eje axiológico que en el caso del cristiano le viene de fuera, del Otro, del Absoluto, de Dios. Ser humilde no significa el desconocimiento del valer del hombre ni su infravaloración, tal cosa puede esconder más bien un orgullo patológico  y va en contra de una sana espiritualidad. Ser humilde es conocer la propia identidad y asumir las consecuencias que esto implica.
Y cabría en este momento detenernos un poco a reflexionar sobre el misterio antropológico, ¿Quién es el hombre? ¿Adónde radica su explicación última? ¿Cuál es el sentido del ser y del existir humano? Desde luego que se puede abordar el misterio del hombre desde muchas perspectivas (Desde la filosofía, la antropología social, la biología, la psicología etc.), cada una con su aportación específica e irrenunciable en el quehacer por desvelar el misterio de ese ser paradójico y desafiante que es el hombre. Sin embargo, la perspectiva teológica o mejor aún, la antropo-teológica, es decir la identidad humana descifrada desde las categorías que aporta la revelación divina, es la única normativa para el creyente y por lo tanto de vital importancia en su profundización.
En primer lugar, hay que decir que según la Escritura, el hombre no es definible mediante conceptos reduccionistas, por el contrario, es un misterio siempre abierto a ulteriores profundizaciones. Y esto es así porque es un ser en devenir, siempre por realizarse en razón de que Dios le crea permanentemente y él se abre o se cierra a su influjo creador, que es siempre dinámico y transformador. Es por ello que la figura del “homo- viator”, del peregrino en permanente itinerancia hacia un plus de realización que nunca se alcanza del todo en la historia, es la mejor forma de hablar del hombre.
Ahora bien, este proceso de realización continua no se da en un encerramiento egoísta, en una dinámica entrópica y fagocitante que excluye la relación más allá de si misma. Más aún, es precisamente en la permanente salida de sí mismo que el hombre se encuentra y se descubre y abraza la única posibilidad de encontrar la plenitud que su corazón anhela desde siempre. El libro del Génesis nos pinta en imágenes tremendamente vívidas la perversión que el pecado ha introducido en el mundo relacional del hombre: la relación con Dios se ve dañada y la imagen divina se deforma en la percepción humana hasta convertirse en un terrible enemigo amenazante y envidioso, por lo cual el hombre se oculta y evita el encuentro con su creador.
También la imagen del tú, del otro, aparece como amenazante y causa segunda de la desgracia, ya no se le reconoce como hermano ni como ayuda idónea sino como enemigo acérrimo, hasta el punto en que finalmente se le asesinará físicamente. Pero no para allí la degradación que el pecado ocasiona, también la percepción de sí mismo se ve pervertida y ahora ya no se acepta y se avergüenza  y se desconoce. Y todavía el cosmos mismo le aparece como una realidad enemiga a la cual hay que arrancar el fruto de sus entrañas, llena de abrojos y cardos, una tierra estéril e impropia para la vida.
Es suma, el pecado ha introducido una disolución de la integridad ontológica y existencial del hombre que así se hace enemigo de Dios, de los demás, de sí mismo y de su entorno vital. Su identidad ha quedado dañada, ahora no conoce la verdad ni de sí mismo ni de lo que es distinto de él.
Y esta sabiduría quedará vedada hasta los tiempos mesiánicos, en los que el Ungido de Yahvé rasgará los cielos y el velo de todos los templos humanos y el hombre podrá acceder confiadamente al trono del Santísimo precedido por el primogénito de entre los muertos, el primero de entre muchos hermanos. El Espíritu del resucitado es un don escatológico que rescata al hombre de su percepción mentirosa  y le introduce en un estado ontológico y existencial de plenitud en su nudo relacional. Ahora Dios, en Cristo es descubierto como Padre bondadoso y fuente de vida plena.
Ahora, desde Cristo, el otro se puede mirar como hermano y espacio fundamental para la consecución de mi total desarrollo en el proyecto creador que se llama Reino de Dios. Más aún, en Cristo se abre la posibilidad del descubrimiento de mi identidad más profunda: ¡Soy hijo de Dios y hermano de los otros!, y el cosmos entero es el lugar concreto en el que Dios me bendice y por ello resucitará conmigo y mis hermanos en el día de la consumación de la historia.
Así, Jesucristo es el Shalom del hombre, la herramienta hermenéutica que permite descifrar el misterio antropológico y de Dios mismo, él es la única posibilidad de conocerse realmente y de conocer (en cuanto cognoscible por su criatura) a Dios. Y desde luego que esto causa en el hombre un vértigo atroz, porque finalmente quiere decir que el núcleo de su identidad no radica en sí mismo sino en Cristo y entonces, en Otro, en uno que por su naturaleza está más allá de toda manipulación egoísta, uno al que no se le puede echar el guante para que nos cumpla los caprichos, uno que es el Kyrios, el Señor.
Resulta entonces que la actitud espiritual básica y distintiva del cristiano es la escucha, puesto que Dios es palabra, comunicación y ha constituido al hombre dialogante válido.
Dios es don permanente y el hombre está llamado a ser receptor constante de ese don. En esto radica el éxito o el fracaso definitivo del hombre, pues éste es criatura (por más hijo que sea) en absoluta dependencia de su creador, ésta es su identidad y en la medida que lo acepta y asume gozosamente, entra en el terreno de la vida definitiva. Pero esta radical dependencia es descubierta no como una esclavitud impuesta o una sumisión patológica, sino como libertad sobrenatural que libera de las realidades opresoras y alienantes que le mantienen postrado e incapaz de hacer camino.
Reconocerse criatura significa abrirse a la experiencia del vuelo místico y a sumergirse en un mundo lleno de cosas que jamás vio ojo humano ni escucho oído alguno. Reconocerse criatura significa extender la mano no para apropiarse despóticamente de lo que le corresponde, sino para recibir como indigente el don que le hará poseedor del más preciado tesoro ¡la filiación!  Ser humilde es pues saberse criatura finita, radicalmente indigente y necesitada de la misericordia divina, pero también es saberse obsequiado por pura gratuidad con el aliento que le permite levantarse más allá de su polvo y penetrar en la esfera de lo divino. Es saber que por mí mismo nada puedo pero en Cristo todo lo puedo. Es saber que soy fracaso de continuo si me encorvo sobre mí mismo, pero soy triunfo definitivo si me yergo y levanto la mirada para posarla sobre el Altísimo.
 Y entonces, como lógica consecuencia que brota de la experiencia de la luz de Dios que ilumina mi entenebrecido entendimiento y me revela lo que soy y lo que es, entro en la categoría del servicio cristiano.

Gracia y paz.

martes, 20 de agosto de 2013

Audio/reflexión lecturas del 25 de agosto de 2013.

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas proclamadas el domingo 25 de agosto de 2013.

VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-25-agosto-audios-mp3_rf_2295983_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 25 DE AGOSTO DE 2013. 21° ORDINARIO CICLO “C”

1. Lecturas
Is 66, 18-21: << Así dice el Señor: "Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes, y levitas" -dice el Señor-. >>
Salmo 116: << Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. >>
Heb 12, 5-7.11-13: << Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: "Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos. "Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará. >>
Lc 13, 22-30: << En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois. "Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos." >>

2. Reflexión

Sobre un anuncio de salvación universal y una advertencia que corrige
Jorge Arévalo Nájera

Aunque parezca mentira, aún hoy, en pleno siglo XXI, hay algunos sectores eclesiales que continúan afirmando que el único modo de salvarse es perteneciendo nominalmente a la Iglesia Católica. Es algo que mi pobre y raquítico entendimiento no logra descifrar, pues para hacer tal afirmación, es necesario ignorar olímpicamente ciertos textos bíblicos –numerosos por cierto- que hablan claramente de la voluntad salvífica universal por parte de Dios. Un ejemplo claro de esto es el texto de Isaías, que hoy se nos proclama como primera lectura
Pero además, tal afirmación introduce una contradicción teológica insuperable: dado que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4-5) y dado que no todos los hombres han escuchado ni escucharán explícitamente el anuncio acerca de Jesús y su Buena Nueva –es un hecho que millones han muerto y otros tantos viven sin escuchar tal anuncio- , entonces se sigue como lógica consecuencia que Dios, por medios sólo por él conocidos,  puede hacer llegar su gracia salvífica a todos los hombres que se esfuerzan por vivir el amor, la solidaridad, la justicia, la paz, etc., y por construir un mundo más acorde con los valores universales del Reino de Dios [1]
Esto no quiere decir que la Iglesia resulte entonces una realidad optativa, una opción entre muchas y por lo tanto, no inherente al proyecto salvador del Padre, por el contrario, La Iglesia es la mediadora sacramental del Cristo, su cuerpo, su presencia viva y eficaz en el mundo y así, se torna indispensable para la salvación porque su Cabeza es el Salvador mismo. Digámoslo de otro modo, Cristo y su Iglesia no se confunden, son realidades diferenciadas, pero por voluntad de Cristo mismo, son indisociables en la economía salvífica de Dios. Así, toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo. Es decir, quien se salve, dentro o fuera de la Iglesia, se salva por la gracia de Cristo y a través de su Iglesia.
Entonces, se puede entender la afirmación “fuera de la Iglesia no hay salvación”, y entonces, es NECESARIA una relación, ya sea sensible o no con la Iglesia de Cristo. Las grandes preguntas que deben responderse una vez dicho lo anterior son las siguientes: ¿Qué es la Iglesia y de qué modo pueden relacionarse todos los hombres con ella?
La Iglesia es un misterio dinámico y relacional, y por lo tanto, es imposible definirla –no en vano en el Nuevo Testamento nunca se le define, se habla de ella mediante figuras aproximativas (Pueblo de Dios, Templo del Espíritu Santo, Esposa, etc.)-, pero sí que podemos decir que la Iglesia es ante todo, la asamblea llamada por Dios para que “esté con él”, viva una estrechísima y mística relación de amor y vaya por el mundo siendo testigo de las maravillas que Dios realiza en ella para beneficio de todos los hombres.
Ahora bien, estos convocados requieren ser bautizados, sumergidos sacramentalmente o por deseo en el Misterio Trinitario. Cuando digo “sacramentalmente” me refiero al rito/sacramento mediante el cual la Iglesia sumerge al individuo en el agua/vehículo del Espíritu para que muera y resucite con Cristo y en Cristo. Cuando digo “por deseo”, sigo la enseñanza magisterial de la Iglesia que afirma que la Iglesia, mediante su deseo explícito y en virtud del Espíritu que la anima, sumerje -sin el signo visible del agua y del óleo santo- a cualquier hombre.
Pero he aquí que el bautismo sacramental no es un acto mágico que otorgue la salvación sin concurso del hombre. En efecto, el bautizado ha recibido el Espíritu y ontológicamente –en su esencia- ha sido transformado en hijo de Dios, pero esta transformación ontológica requiere, exige de sí, la actualización existencial por parte del bautizado, que debe hacer un acto volitivo permanente para irse conformando históricamente como hijo. Es esta dimensión la que acentúan la segunda lectura (de la carta a los Hebreos) y el evangelio de Lucas.
¿Qué dice Jesús respecto del modo de salvarnos? Dos cosas: una negativa, una positiva; primero, lo que no sirve y no basta, después lo que sí sirve para salvarse. No sirve, o en todo caso no basta, para salvarse el hecho de pertenecer a determinado pueblo, a determinada raza o tradición, institución, aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas... No sé de donde son ustedes" en el relato de Lucas, es evidente que los que hablan y reivindican privilegios son los judíos; en el relato de Mateo, el panorama se amplía: estamos ahora en un contexto de Iglesia; aquí oímos a cristianos que presentan el mismo tipo de pretensiones: " Profetizamos en tu nombre (o sea en el nombre de Jesús), hicimos milagros... pero la respuesta de Señor es la misma: ¡ no los conozco, apártense de mí! (Mt 7, 22-23). Por lo tanto, para salvarse no basta ni siquiera el simple hecho de haber conocido a Jesús y pertenecer a la Iglesia; hace falta otra cosa.
Justamente esta "otra cosa" es la que Jesús pretende revelar con las palabras sobre la " puerta estrecha". Estamos en la respuesta positiva, en lo que verdaderamente asegura la salvación. Lo que pone en el camino de la salvación no es un título de propiedad (no hay títulos de propiedad para un don como es la salvación), sino una decisión personal. Esto es más claro todavía en el texto de Mateo que contrapone dos caminos y dos puertas - una estrecha y otra ancha - que conducen respectivamente una a la vida y otra a la muerte: esta imagen de los dos caminos Jesús la toma de (Dt 30,15ss) y de los profetas (Jer 21,8); fue para los primeros cristianos, una especie de código moral. Hay dos caminos - leemos en la Didaché - uno de la vida y otro de la muerte; pero la diferencia entre los dos caminos es grande. Al camino de la vida le corresponden el amor a Dios y al prójimo, el bendecir a quien maldice, el mantenerse alejado de los deseos carnales, perdonar a quien te ofende, ser sincero, pobre; en suma; los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas de Jesús. Al camino de la muerte le corresponden, por el contrario, la violencia, la hipocresía, la opresión del pobre, la mentira; en otras palabras lo opuesto, a los mandamientos y a las bienaventuranzas.
La enseñanza sobre el camino estrecho encuentra un desarrollo muy pertinente en la segunda lectura de hoy: "El Señor corrige al que ama... “el camino estrecho no es estrecho por algún motivo incomprensible o por un capricho de Dios que se divierte haciéndolo de esa manera, sino porque el pecado se ha introducido en la historia humana y el conflicto de la cruz es el medio predicado por Jesús e inaugurado por él mismo para erradicar el pecado y llevar al hombre a las alturas inefables de la filiación.
Volvamos al hilo del discurso; Jesús rompe el esquema y lleva el tema al plano personal y cualitativo. La pertenencia a una determinada "comunidad" ligada a una serie de prácticas religiosas, no nos dan la garantía de la salvación. Lo importante es atravesar la puerta estrecha es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto " no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".
Al rito se debe unir la vida, la religión debe impregnar toda la vida, la oración debe orientarse a la práctica de la caridad, la liturgia debe abrirse a la justicia y al bien de otra manera, como han dicho los profetas, el culto es hipócrita y es incapaz de llevarnos a la salvación. La imagen que Jesús usa inicialmente es aquella de la "puerta estrecha" ella representa muy bien el empeño que es necesario para alcanzar la meta de la salvación, el verbo griego usado por Lucas agonizesthe es traducido por "esforzarse" indica una lucha, una especie de "agonía " incluye fatiga y sufrimiento, que envuelve a toda la persona en el camino de fidelidad a Dios.
Creer es una actitud seria y radical y no solo se reduce a ciertos actos de devoción, estos pueden ser signos de una adhesión radical; finalmente al Reino de Dios son admitidos todos los justos de la tierra que han luchado, amado y se han esforzado por su fe con sinceridad de corazón, esto significa que el cristianismo se abre a todas las razas, a todas las culturas, a todas las expresiones sociales y personales sin ninguna restricción.
Gracia y paz.



[1] Constitución Dogmática Lumen Gentium, N° 16.

martes, 13 de agosto de 2013

AUDIO REFLEXIÓN DOMINGO 18 DE AGOSTO DE 2013 20° ORDINARIO CICLO C

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas del próximo domingo 18 de agosto de 2013.

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-18-agosto-2013-20-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2281023_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN DOMINGO 18 DE AGOSTO DE 2013 20° ORDINARIO CICLO C


1.- LECTURAS
Jr 38, 4-6.8-10: << Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. El rey Sedecías respondió: “Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”. Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquía. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”. El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el cusita: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”. >>
Sal 39: << Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos.  Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! >>
Hb 12,1-4: << Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre. >>
Lc 12, 49-53: << Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!  Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra». >>


2. REFLEXIÓN
PROFETAS QUE SON SIGNOS DE CONTRADICCIÓN PARA EL MUNDO
Jorge Arévalo Nájera.
Si a Usted, amable lector su catequista o su predicador favorito le ha vendido la idea de que el cristianismo es una experiencia de pacificación, de ausencia de conflicto, de armonía con el cosmos y con los hombres, que seguir a Jesús convertirá su vida en una especie de idílico edén en el que el sufrimiento y la carencia pasarán a la historia, lamento decirle que le han tomado el pelo o al menos le han transmitido una idea errónea.
 Es verdad que acoger el llamado de Jesús con fidelidad, traerá un estado de vida –siempre como fruto de la gracia- transido de plenitud, de gozo que no se acaba, de alegría que penetra misteriosamente hasta el más recóndito rincón del alma, pero esto no significa de ningún modo ausencia de sufrimiento, lágrimas de sangre derramadas, soledad y abandono. Todo lo contrario, aquel que se convierta a la Buena Noticia proclamada por el Maestro deberá contar seriamente con persecuciones, infamias, oposición violenta a su forma de vivir, esto es inherente a la vida cristiana porque esta vida da testimonio de un Dios que está en contra decididamente de toda forma de opresión y que está del lado –a tal grado que es capaz de dar la vida por ellos colgado de una cruz- de los que son aplastados y pisoteados por los poderosos de este mundo y sus esbirros.
Pero dejemos que las mismas lecturas que hoy nos son proclamadas en la Asamblea Eucarística nos guíen a una más plena comprensión de este misterio y pidamos al Señor que nos conceda su poder y un corazón dócil y valiente para abrirnos a su influjo.
El episodio de Jeremías nos pone un triste ejemplo de este sufrimiento que acarrea al profeta su fidelidad a la palabra de Dios, cuando el pueblo y sus líderes no la quieren escuchar. Él tenía que anunciar la destrucción del templo, de la dinastía davídica y de la ciudad de Jerusalén, por no querer someterse a Babilonia en ese momento. Era como poner punto final a las solemnes promesas hechas por Natán y otros profetas a David y a su ciudad capital, Jerusalén. Además, este descendiente de sacerdotes, debe predecir la ruina del templo salomónico. No le gustaban para nada esas desgracias que le tocaba anunciar, y sufrió enormemente por causa de esa misma palabra dura que debía predicar; pero lo que pretendía era precisamente que eso no ocurriera, porque si escuchaban sus oráculos y se convertían, se evitarían esas catástrofes.
No logró esa conversión del pueblo, y menos aún de los líderes religiosos y políticos. Más bien logró esa división entre unos y otros, pues hasta entre el alto liderazgo político encuentra opositores, mientras el rey se deja llevar del viento político que sopla en cada momento. Pero la palabra de Dios y su profeta no son un viento cambiante, sino una palabra firme y segura, que exige cambiar de mente y de conducta; que pide una opción radical de parte de los oyentes.
La respuesta del salmista a la proclamación de la primera lectura, parece retomar, por una parte la experiencia misma del profeta que es rescatado por Dios de una muerte segura y por otra parte, a nivel espiritual nos invita a abrirnos a la confianza plena en que por más difícil o desesperada que sea una situación, el Señor no abandona a los que le son fieles y anuncian sin componendas facilonas el mensaje que Él nos encomienda.
La carta a los Hebreos, pone las cosas en la perspectiva correcta y precisa el parámetro que debe regir la vida del cristiano; ese parámetro es Cristo mismo en cuanto entregado por y para los hombres hasta el límite del derramamiento de la sangre.
En otras palabras, si el discípulo se pregunta sobre cuál es el término del amor, hasta dónde debe llegar su servicio a los demás –especialmente a los enemigos-, la respuesta se encuentra en la imagen del crucificado que ha derramado su sangre para bien de todos.
En el evangelio de Lucas, parece que Jesús cambia radicalmente su mensaje. La Buena Nueva nos parece tan hermosa, tan atenta a los débiles y pequeños, tan llena de amor y solicitud hasta por los pecadores y enemigos, que su mensaje no puede ser otro que el de una gran paz y armonía entre todos los hombres. Eso es lo que proclamaban ya los ángeles en el momento del Nacimiento (Lc 2, 24) y lo que vuelve a proclamar el Resucitado apenas se deja ver por los discípulos atemorizados (Lc 24,20-21). Aquí, sin embargo, Jesús parece decir todo lo contrario. Su mensaje no viene a producir paz y concordia entre todos, sino que lleva a la división incluso entre los miembros más allegados de la familia, padres e hijos, nueras y suegras.
Pero no se trata de cualquier mensaje, de cualquier propuesta, sino de la presencia misma del Reino de Dios en sus palabras y sus gestos, en sus milagros y sus actuaciones. No cabe oír esa Buena Nueva del Reino y permanecer neutral o indiferente; no cabe entusiasmarse con Jesús y seguir en lo mismo de siempre. Por eso hay que optar con pasión, hay que tomar decisiones y actuaciones que implican cambios muy radicales en la vida, cambios en las estructuras que nos resultan más sagradas, tales como los vínculos familiares, por muy respetables que estos sean. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre su propia familia, no puede ser su discípulo (Lc 14, 26).
O los discípulos somos y actuamos como un signo viviente de contradicción para un mundo estructurado sobre cimientos claramente antievangélicos o simplemente no merecemos ser llamados seguidores del Cristo. Por eso, hoy conviene preguntarnos con toda seriedad si de algún modo somos perseguidos a causa del Reino, si nuestro modo de comportarnos incomoda o interpela a los que nos rodean, porque si no es así, lo más probable es que no estemos viviendo el Evangelio del único modo que es válido vivirlo y tal vez nuestra supuesta relación con Jesús no sea más que una mascarada, una ficción de nuestra mente para sentirnos tranquilos de cara a Dios.

Gracia y paz.

miércoles, 7 de agosto de 2013

AUDIO/REFLEXIÓN LECTURAS DEL 11 DE AGOSTO DE 2013

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas del próximo domingo 19° Ordinario, Ciclo C.
El tema: Las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) en la espiritualidad cristiana.

VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-11-agosto-2013-19-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2269219_1.html

Un abrazo.

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 11 DE AGOSTO DE 2013 19° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”

1.     LECTURAS
Sab 18, 6-9: << La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales. >>
Salmo 32: << Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. >>
Heb 11, 1-2. 8-19: << Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos- como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: "Isaac continuará tu descendencia." Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro. >>
Lc 12, 32-48: << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre." Pedro le preguntó: "Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá." >>
2.     REFLEXIÓN
FE, ESPERANZA Y CARIDAD MIENTRAS AGUARDAMOS LA LLEGADA DEL HIJO DEL HOMBRE
Jorge Arévalo Nájera
La tríada formada por las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, articulan el mensaje teológico que las lecturas de este domingo nos revelan. La espiritualidad cristiana es una forma de vida que, partiendo del don que Dios nos ha hecho en el bautismo -donde nos ha infundido las tres virtudes arriba mencionadas- y haciendo uso de su libertad, se va configurando cada día en Cristo mediante el poder del Espíritu y teniendo como meta el abrazo escatológico del Padre.
Sin esto, digámoslo claramente, no existe vida cristiana, puede haber admiración por Jesús y hasta formar una especie de club de seguidores del Nazareno, o cómo solía decir –a modo de broma- en alguna época mi hermano: “formo parte de un nuevo grupo llamado << cristianos moderados>>”, pero no puede haber auténtico discipulado y espiritualidad cristiana, que –en términos utilizados por el eximio teólogo y Cardenal Hans Urs von Balthasar- es siempre pneumatófora (portada por el Espíritu y portadora de Espíritu), cristocéntrica (centrada en la persona de Jesús, el Cristo) y patrofinalizada (desemboca en el Padre, le tiene a Él como finalidad última).
Ahora bien, las tres virtudes infusas no son entidades abstractas, sino potencias espirituales imbricadas indefectiblemente con el ser histórico del hombre. Dicho de otra manera, la fe, la esperanza y la caridad que ya forman parte de nuestro ser ontológico, necesitan ser actualizadas por el bautizado en la historia, en su historia y en la historia de los otros. Lo ontológico requiere, mediante la libertad y el fiat del creyente, hacerse existencial. Sólo así se hace efectiva la salvación y la filiación y se expande exponencialmente hasta el infinito de todos los seres posibles.
Veamos con más detenimiento los aspectos de las tres virtudes teologales que nos presentan las lecturas dominicales. En la primera lectura, del libro de la Sabiduría, se anuncia un tema medular para el cristiano: la fe. Haciendo memorial de la liberación de la esclavitud en Egipto, se nos dice que el momento puntual de dicha liberación fue anunciado a los padres con anterioridad, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en las que habían creído.
 El autor del texto evidentemente habla “a caballo corrido”, es decir, hace una interpretación teológica de un hecho pasado, y mediante un artificio teológico –ciertamente los esclavos en Egipto no recibieron ningún aviso previo, y su situación, con todo y ser esclavos, era bastante cómoda, de tal modo que realmente no parece haber constancia histórica de una situación de descontento o deseo de liberarse- nuestro autor vincula las promesas hechas a Abrahán –promesas de una tierra de libertad y una descendencia tan numerosa como las estrellas y las arenas del mar- con la liberación en Egipto.
Los pre-israelitas -aún no existe Israel como pueblo, en Egipto están esclavizadas algunas tribus hebreas y semitas que algún día llegarán a formar el pueblo de Israel-  experimentaron el llamado de Dios a la libertad en la persona de Moisés y algunos de ellos se atrevieron a dar el paso, a seguir al caudillo en busca de una promesa. Esas tribus son símbolo de todo creyente, de todo aquel que descubriéndose esclavo decide creer en el único capaz de hacerle libre. Esa fe vincula, genera pueblo y comunión. La participación en un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en un destino común. La celebración pascual recuerda que Dios no cesa de elegir a su pueblo entre los justos y de castigar a los impíos.
El Salmo precisa algunos aspectos de la segunda virtud teologal, la esperanza. La fe es la luz de la inteligencia teológica, nos permite descubrir la verdadera esencia de las cosas y la conducción divina en el entramado de la historia. Sin embargo, esa inteligencia requiere de otra fuerza dinámica y polarizadora llamada esperanza. La fe permite descubrir aquello que nos aguarda y la esperanza nos impulsa hacia ella, nos atrae irresistiblemente la inefable belleza de aquella realidad que cumplirá nuestros más profundos anhelos. La tensión dinámica que existe entre fe y esperanza, ver lo que aún no es evidente genera en el creyente un impulso irresistible de satisfacer la apetencia por la promesa.
En la segunda lectura, de la carta a los Hebreos,  la fe de Abraham y de los patriarcas sirve de ejemplo. Para estimular la perseverancia en la fe que lleva a la salvación, la carta a los Hebreos aduce una serie de testigos. Abraham, lo mismo que los hebreos del siglo I, conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y nacional y la inseguridad de las personas desplazadas. Pero en esas pruebas encontró Abraham motivo para ejercer un acto de fe en la promesa de Dios.
La fe enseña a no darse por satisfechos con los bienes tangibles ni con esperanzas inmediatas. Abraham creyó por encima de la amenaza de la muerte. Sufrió los efectos de la esterilidad de Sara y la falta de descendencia. Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el patriarca se acercaba a la muerte sin haber recibido la prenda de la promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios. Más que el sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la entrega de uno mismo a Dios.
Abraham creyó en un “por encima de la muerte”, creyó que le sería concedida una posteridad incluso en un cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También se entregó a su Padre y a la realización del designio divino, pero tuvo que mediar el fracaso total de su empresa: para congregar a toda la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.
Finalmente, Lucas nos presenta la consecuencia lógica que proviene de la auténtica fe y esperanza, un ethos, una forma de vida totalmente confiada en Dios y abierta al amor/caridad. El evangelio de hoy nos presenta unas recomendaciones que tienen relación con la parábola del domingo anterior del rico necio. La actitud de confianza con el que inicia el texto no debería de omitirse “no temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. Esta exhortación a la confianza, expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo, pero expresa también la autocomprensión de las primeras comunidades: conscientes de su pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria. La bondad de Dios, en su amor desmedido, nos ha regalado el reino. Desde aquí tenemos que entender las exhortaciones siguientes. Si el reino es regalo, lo demás es superfluo (bienes materiales).
Lucas invita a la vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad que espera su regreso, pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (cf. 1Tes.4-5). La Iglesia de Lucas sabe que vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido, ha de venir; está fuera de la historia, pero actúa en ella. La historia presente, de hecho, es el tiempo de la iglesia, tiempo de vigilancia.
El punto clave reside en la invitación “estén preparados”; o lo que es lo mismo, lo importante es el hoy. A la luz de una certeza sobre el futuro, queda determinado el presente. Esta es la comprensión de la historia de Lucas: “se ha cumplido hoy” (4,21), “está entre ustedes” (17,20-21) y “ha de venir” (17,20). Preparación y vigilancia pueden resumirse en una actitud básica fundamental del cristiano: ¡El amor!, a Cristo se le espera amando, o lo que es lo mismo, se le ama en los otros, poniéndose de su lado, defendiéndolos, velando por sus derechos y sus necesidades. El Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es necesario desprenderse de los cuidados y de los bienes de este mundo, dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo.

Gracia y paz.