Hola a todos. Les comparto el escrito de mi reflexión para el próximo domingo 27 del tiempo ordinario, ciclo C, 2013.
Sigan el vínculo: https://www.dropbox.com/s/a353jm7vssmi1vu/Reflexi%C3%B3n%206%20de%20octubre%202013_27%C2%B0%20Ordinario%2C%20Ciclo%20C..pdf
lunes, 30 de septiembre de 2013
martes, 24 de septiembre de 2013
Audio/reflexión para el 29 de septiembre de 2013.
Les comparto el audio de mi reflexión para el próximo 29 de septiembre de 2013.
VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-29-sept-2013-26-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2385880_1.html
Un abrazo.
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Reflexión 29 de septiembre de 2013 26º domingo del tiempo ordinario, ciclo c
1.
Lecturas
Am 6, 1. 4-7: << Así dice el Señor
todopoderoso: "¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaria!
Os acostáis en lechos de marfil; arrellanados en divanes, coméis carneros del rebaño
y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos
musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os
doléis del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se
acabará la orgía de los disolutos.” >>
Sal 145: << Él mantiene su fidelidad
perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a
los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los
malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. >>
1Tim 6, 11-16: << Hombre de Dios, practica la
justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el
buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de
la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que
da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio
Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin
mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en
tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y
Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una
luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e
imperio eterno. Amén. >>
Lc 16, 19-31: << En aquel tiempo, dijo
Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de purpura y de
lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba
echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que
tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las
llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de
Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno,
en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a
Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a
Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me
torturan estas llamas.
"Pero Abrahán le contestó:
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez,
males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además,
entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar,
aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta
nosotros. "El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a
Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su
testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento. "Abrahán
le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen. "El
rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso
ni aunque resucite un muerto.">>
2.
Reflexión
Perfumados…pero muertos
Jorge Arévalo Nájera
El profeta Amós
continúa este domingo con su fuerte invectiva en contra de aquellos que en la
acumulación de riquezas fincan su seguridad presente y futura. Pero ahora, Amós
introduce un elemento más en el “tesoro acumulado” de los ricos, se trata de la
riqueza religiosa: << “¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros
en Sión y los que ponen su confianza en el monte sagrado de Samaria!” >>
Estas palabras debieron sonar escandalosas y blasfemas a los oídos de sus
contemporáneos –y seguramente, a los oídos de muchos contemporáneos nuestros- pues se ataca el núcleo de la espiritualidad
judía, ni más ni menos que a las dos instancias más sagradas para los judíos;
para los del sur, El Templo de Jerusalén asentado en el Monte Sión y para los
del norte, El Templo de Samaria en el monte Garizín. Considerados como el lugar
de La Presencia, el lugar de habitación de La Gloria, de Yahvé mismo, y por lo
tanto, el lugar físico del encuentro con lo sagrado, el lugar donde la eternidad
y el tiempo se besaban y el hombre podía obtener el perdón de sus pecados y
restaurar la alianza rota por la infidelidad del pueblo.
El problema es que a
cierto momento, ese lugar físico/teológico de encuentro entre Dios y su pueblo,
lugar de reconciliación y de paz, se convirtió en espacio de un culto espurio,
ritualista, desvinculado de la vida y garante mágico de salvación. Así,
desvinculado del compromiso solidario con los más débiles, el culto se
convirtió en idolatría y el Templo en “cueva de ladrones” que explotaban
inmisericordemente al pobre, al huérfano y a la viuda.
Para Amós, hay una
relación indefectible entre esta actitud religiosa y el descompromiso ético
para con los más débiles y desposeídos de la sociedad. Confiar en la propia
gestión religiosa, es decir, en las cosas que se hacen para granjearnos el
beneplácito de Dios (Misas, comuniones, rezos, apostolados, etc.) y la
consiguiente salvación, es una manifestación de una actitud fundamental de
confianza absoluta en sí mismo y de desconfianza en Dios. La consecuencia
inmediata es que la fe se transforma en cosa de intimismo desencarnado. Los
otros, los necesitados –en cualquier sentido- se convierten en “números”, en
estadística y por lo tanto, son fácilmente ignorados: << no se
preocupan por las desgracias de sus hermanos>>, la banalidad y
despreocupación se convierten así en características de este tipo de
“creyentes”, que derraman sobre sí << costosos perfumes y se reclinan
sobre divanes adornados con marfil. >>
Quizá convenga, amable
lector no apresurarnos demasiado en considerarnos muy alejados de tal actitud
religiosa y hacer una revisión profunda de nuestra espiritualidad, ¿podemos
decir que al menos en una cierta medida nuestra fe nos mueve al compromiso
solidario con aquellos que sufren carencias en nuestro derredor? ¿O acaso nos
refugiamos en la falsa seguridad que nos da nuestra vida cumplidora de normas
religiosas?
El Salmo alaba al Señor precisamente por
su acción liberadora que brota de su fidelidad: << El Señor es siempre fiel a su
palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los
hambrientos y libera al cautivo. >> El Dios judeo-cristiano no vive allende la
historia, metido en su gloria y esplendor, contemplándose eternamente en su
perfección. Es un Dios que lucha al lado de los pobres y en contra de los
inicuos. Digámoslo abiertamente, él tiene preferencia por los pobres, por los
oprimidos y abandonados. ¿Que Dios ama a todos los hombres?, es verdad, pero
amar a todos no significa que de igual manera, ¿acaso Jesús no amaba más a
Judas o a Juan y por eso aquél mojaba el pan en el mismo plato que el Maestro y
Juan se recostaba sobre el pecho del Nazareno?
La pregunta es ¿no
deberíamos nosotros, los que nos hacemos llamar sus discípulos optar por las
mismas preferencias que Jesús? ¿Cómo agraviar al pobre ignorando su existencia
al mismo tiempo que proclamamos el señorío de Cristo?
El autor de la carta a Timoteo (algún
discípulo de Pablo), exhorta precisamente a Timoteo a mantener una vida de
rectitud (mantener el camino del discipulado sin desviaciones), piedad (forma
de vida que considera como eje rector la voluntad de Dios), fe (adhesión a
Jesucristo), amor (vida entregada por los demás), paciencia (perseverancia en
los momentos difíciles del seguimiento) y mansedumbre (dulzura de carácter en
cualquier circunstancia, renuncia a toda forma de violencia). La vida cristiana
no es una experiencia dulzarrona, exige una lucha, la vida definitiva se
conquista -aunque sea un don de Dios requiere la respuesta comedida y valiente
por parte del hombre-.
Teniendo en cuenta el
llamado de atención que hace el autor de la carta en el versículo 10, donde
afirma que la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por
dejarse llevar por él, se extraviaron de la fe y se atormentaron con muchos
sufrimientos, enseguida viene la otra exhortación al discípulo que huya de
estas cosas y el llamado a vivir de los valores del Reino. Pablo invita a
Timoteo a que conserve el mandato del Señor, a que se mantenga firme en su compromiso
y busque siempre la vida eterna a la que ha sido llamado y a la que ha hecho
profesión solemne delante de muchos testigos
(¿no es acaso esto último lo que hicimos en algún momento de nuestra
iniciación cristiana o seguimos haciendo cada vez que profesamos el Credo o
renunciamos a las obras de Satanás?)
Finalmente, Lucas nos
presenta una parábola, que nos relata la situación final de dos hombres, un
rico y Lázaro. El primero ha sido condenado y el otro goza de consuelo en el
seno de Abrahán. Uno se pregunta de inmediato por la causa de la condenación y
lo primero que llama la atención es que el texto no hace mención alguna de la
forma concreta en que el rico alcanzó su riqueza, si lo hizo por medio de su
esfuerzo y lícita capacidad productiva o si lo hizo mediante el uso de la
corrupción o explotación de otros.
Simplemente se nos
pinta una imagen plástica en la que en la historia, el rico disfruta
opíparamente de sus bienes y viste de lino y púrpura y todos los días hace
espléndidos banquetes mientras el pobre está echado a la puerta del rico esperando ansiosamente saciarse con
las migajas que caían de la mesa del rico. Por otro lado, tampoco se nos dice
la causa de la situación definitiva de paz y consuelo del menesteroso.
Parece que la única
razón de la condenación del rico es su indiferencia ante Lázaro y la salvación
de Lázaro es su estado de indigencia. Es curioso que el texto no haga mención
tampoco del nombre del rico y si registre el nombre del mendigo ¿será acaso que
Lucas quiere decirnos algo con esta “marca” o indicio? Es como si el “nombre”
(que en la mentalidad bíblica es la expresión lingüística que contiene el
misterio, la identidad profunda de una persona, su historia, pero también su
dínamis, su apertura al futuro en una realización en continuo devenir, es decir
el nombre expresa su vocación) se reservara para un especial tipo de hombre ¡El
pobre!, que quedaría representado emblemáticamente por Lázaro. A lo largo y
ancho de la Escritura, se manifiesta la preferencia de Dios por los pobres y
desprotegidos, por los más débiles y excluidos de la sociedad por el motivo que
fuere.
No se trata de una
actitud meramente asistencialista por parte de Yahvé, desde luego que las
pautas espirituales que nos presenta la Biblia en su conjunto, tienen como
objetivo la plena realización y despliegue de todas las potencialidades
humanas, pero de cara al que carece de lo más elemental materialmente hablando,
es una exigencia cristiana el proveerlos de los bienes que satisfagan dicha
carencia. Desde luego que ni Lucas ni Jesús mismo están promoviendo la
mendicidad ni la dependencia patológica. Se trata de cargar las tintas sobre la
actitud del rico ante la presencia del menesteroso.
El rico es anónimo
porque no tiene futuro, está encasillado, anquilosado en una forma de vivir, en
una mentalidad que cercena su vocación, sofoca el llamado que desde antiguo
Dios hace al hombre para que se vea realizado en plenitud el proyecto divino
sobre el hombre. Esto se pone de relieve en el desenlace de la parábola, ante la
muerte, realidad que fija de una vez y para siempre las opciones que se hayan
tomado en la historia, se nos revela el destino final de ambos personajes: el
pobre es llevado junto a Abrahán (símbolo de la plenitud escatológica) y el
rico al lugar de los muertos (lugar de tormentos).
Paradójicamente, la situación de los
personajes se invierte, ahora es Lázaro quien goza de abundancia y paz y el
rico sufre la sed y el ansia de saciarse eternamente. ¿Cuál es la causa del
juicio condenatorio que está implícito en la situación del rico? ¡Simple y
llanamente que no compartió con el pobre!
Está perfecto que
promovamos estructuras socio-económicas que generen empleos y bienestar y que incidan en el desarrollo
humano en forma integral. Está muy bien que desaprobemos la holgazanería y la
corrupción de aquellos que quieren vivir a expensas de los demás como parásitos
fagocitantes. Pero el problema radica en la actitud y en los actos concretos
del creyente de cara a estos indeseables sujetos y según el Evangelio, sólo hay
dos opciones: o les condenamos a la exclusión social o les abrazamos en el amor
de Dios, con la gratuidad que éste exige y que es la única opción para que
desde su libertad y sintiéndose amados sin merecerlo, se abran a una respuesta
responsable y que les haga salir de su estado de postración e indigencia.
Allí está la
disyuntiva, ¿Le creeremos a Jesús o a las ideologías del poder y la
autosuficiencia? Sospecho que en el fondo, detrás de toda contumaz actitud de
defensa de la riqueza se esconde el ancestral miedo a la dependencia absoluta
de la providencia divina. Y otra vez, en el fondo se trata de un problema de
falta de fe y de apego a las propias capacidades para resolver la vida. La esperanza se abre para los pobres, estos
son los únicos que tienen un “nombre”, y por lo tanto un horizonte de futuro,
que no radica en sus capacidades o fuerza, sino en aquel que es la fuente de
todo bien. La Jerusalén celestial espera a los “siervos”, a aquellos en los
cuales brilla en sus ojos el mismo horizonte de Jesús, los mismos ideales, para
aquellos que han hecho de Cristo su Señor, y que viven según su voluntad y no
según las vanas ideologías mundanas, que no pasan de ser ídolos si se les
absolutiza a tal grado que se convierten en criterios de interpretación de la
realidad.
Tenemos todo para tomar
una opción más radical y decidida a favor de los amados de Dios, para vivir así
en la libertad y plenitud de los hijos de Dios o acaso, ¿seguiremos poniéndonos
costosos perfumes acaso para disimular el olor a muerte que brota de nuestra
acomodaticia forma de vivir la fe?
Gracia y paz.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Audio/reflexión sobre las lecturas del 22 de septiembre de 2013.
Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 22 de septiembre de 2013.
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-22-sept-2013-25-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2363313_1.html
Un abrazo.
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Reflexión sobre las lecturas del domingo 22 de septiembre de 2013 25° Ordinario, Ciclo C
1. LECTURAS
Am 8, 4-7: << Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los
miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo,
y el sábado, para ofrecer el grano?" Disminuís la medida, aumentáis el
precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por
un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la
gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones. >>
Salmo: 112: << Alabad, siervos del
Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por
siempre. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para
mirar al cielo y a la tierra? Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura
al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. >>
1Tim 2, 1-8: << Querido hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis
oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por
los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida
tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los
ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el
mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en
rescate por todos: este es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy
puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los
gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier
lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones. >>
Lc 16, 1-13: << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre
rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus
bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti?
Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. “El administrador
se puso a echar sus cálculos:"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita
el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que
voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me
reciba en su casa. "Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo
al primero: "¿Cuánto debes a mi amo? “Éste respondió: "Cien barriles
de aceite. “Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.
“Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?
“Él contestó: "Cien fanegas de trigo. “Le dijo:
"Aquí está tu recibo, escribe ochenta. “Y el amo felicitó al administrador
injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este
mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo:
ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en
las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es
de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de
veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún
siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero." >>
- REFLEXIÓN
Un sistema explotador del pasado que
se repite en el presente
Jorge Arévalo Nájera
¡Dinero o no dinero! ¡Ése no es el dilema! Demasiada tinta se ha gastado en
inútiles disertaciones teológicas y filosóficas sobre si es éticamente lícito
poseer dinero. A mi modo de ver, en perspectiva cristiana la Escritura es
diáfana: el dinero no es el problema, en cualquier sistema de intercambio
comercial, el dinero –o su equivalente- es absolutamente necesario y en sí
mismo no posee carácter moral. El problema radica en el interior del hombre, en
su actitud de cara a la utilización de esa realidad llamada dinero.
Ni los profetas ni Jesús satanizaron el dinero en sí mismo –de tontos y
fanáticos no tenían un pelo- sino una actitud espiritual patológica que se
llama avaricia y cuya manifestación externa es la riqueza. Aquí es donde entra
con toda su fuerza la predicación profética del Antiguo Testamento, la de Jesús
de Nazaret y la del resto de los escritores del Nuevo Testamento.
Podríamos definir la avaricia como aquella actitud de validación del dinero
y/o los bienes obtenidos con él como realidades absolutas. La riqueza sería
entonces la acumulación de dinero o bienes de forma egoísta y exclusiva. Ahora
bien, una realidad es absoluta –al menos en el corazón humano- cuando polariza
o determina el código ético y moral de una persona o sociedad. Esta actitud no
se reduce a la afectación de la interioridad del sujeto, sino que dada su
condición de indefectible relación –para bien o para mal- con su entorno y
sobre todo con los demás hombres, esta absolutización se concretiza en la
formación de estructuras sociales –políticas, económicas, religiosas- opresoras
y alienantes, basadas en la explotación de los indefensos.
El profeta Amós
nos ubica en el contexto de la cuarta visión y su interpretación, que va contra
los defraudadores y explotadores. El profeta, en todo su libro, nos presenta
cinco visiones sobre el destino del pueblo de Israel (7, 1 – 9, 10). El mensaje
de Amós estaba dirigido principalmente al reino del norte, Israel, pero también
menciona a Judá (el reino del sur) y a las naciones vecinas de Israel (sus
enemigas): Siria, Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab. La razón del juicio: la
codicia de los ricos. Amós grita y denuncia: escuchen esto los que pisotean al
pobre y quieren arruinar a los humildes de la tierra (v. 4). El profeta, al
hacer sus juicios y lanzar sus amenazas, da los motivos y hace las denuncias
por las cuales serán castigados y corregidos.
Denuncias contra las
casas ostentosas, fruto de la opresión a los pobres y débiles. Y esto por no
cumplir con la justicia en el trabajo y en el comercio. Engañan y roban en las
balanzas fraudulentas, en los precios y salarios. También hay juicios contra un
culto exterior que quiere encubrir toda esa injusticia con sacrificios,
ofrendas y cantos, que así no son gratos a Dios. Al tema del fraude, tan
presente en esta cuarta visión, le sigue el juramento divino y el castigo.
Aunque a algunos no les
guste y quieran reducir la fe a lo intimista y al interior de los templos, la
fe es una fuerza revolucionaria, contestataria y denunciante de todo aquello
que oprime y sofoca la libertad y plenitud humana. Por lo tanto y en este
sentido, ¡por supuesto que tiene que ver con la política y la economía! Claro
está que no se trata de favorecer a ningún sistema o partido político, pues el
Reino de Dios no se identifica con ninguna realización intrahistórica, pero si
se trata de denunciar cualquier elemento presente en dichas realidades que
atente contra la dignidad de los hombres creados a imagen y semejanza de Dios.
Y desde esta
perspectiva, no podemos negar que la realidad política y económica de nuestro
querido país refleja una actitud de negación radical de la dignidad humana. El
hombre vale –para los demás y ante sus propios ojos- en función de su
productividad. La primacía la tiene el estatuto fáctico y no el ontológico, el
hombre vale por su “hacer” y no por su “ser” y por ello, existe una carrera
frenética por alcanzar pronto y a toda costa el éxito económico para asegurar
un futuro –que cada vez llega con mayor celeridad- en el que el individuo será
desechado por la maquinaria socio-económica a causa de su ineficacia en la
producción de bienes de consumo.
Resulta evidente que desde
esta visión antropológica inmanentista, los sistemas sociales generan una
desigualdad atroz donde se incrementa exponencialmente la pobreza extrema y la
riqueza se deposita en una minoría privilegiada cada vez más rica. Existen
literalmente dos mundos –inexistentes el uno para el otro-, dos modos de vida y
dos cosmovisiones diametralmente opuestas. Los depositarios de las riquezas –y
en este país es rico el que goza de cosas superfluas mientras millones carecen
de lo más indispensable- se van desensibilizando acerca del sufrimiento de los
pobres y a lo más que se llega es a un cierto asistencialismo disfrazado de
caridad.
La primera carta a Timoteo
afirma que la voluntad de Dios es que << todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad >> y por otro lado exhorta a
los cristianos a orar y suplicar por los jefes de Estado y las demás
autoridades. Es claro que el autor de la carta –algún discípulo de Pablo- pertenece a un contexto histórico en el cual,
la iglesia paulina carismática de los orígenes ha entrado en una etapa
institucional que trata de armonizar su fe con su situación socio-política
<<…para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y
respetable en todo sentido. >> Pero por otro lado, deja bien en
claro que la voluntad de Dios cualifica la relación fe/sistema de Estado. Esa
voluntad es que todos los hombres se salven mediante el conocimiento de la
verdad.
Apresurémonos a aclarar
estas palabras para no caer en una especie de gnosticismo moderno (el gnosticismo
afirma que el hombre es una partícula divina encerrada en la materia y que
desconoce su verdadera identidad. Por ello, requiere de adquirir el
conocimiento o iluminación necesaria para redescubrirse como partícula del
Todo).
La Verdad para el
cristiano no es un conjunto de máximas de sabiduría, conceptualizaciones
teológicas o metafísicas, para el cristiano, la Verdad tiene un nombre
concreto, un rostro y una historia: ¡Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios! Él es
la Luz que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo[1],
es decir, en el encuentro existencial con cada uno de los hombres, en el
compromiso solidario con esos que están siendo esclavizados y explotados, en el
encuentro fraterno de los nuevos profetas mesiánicos que han nacido del costado
abierto del nazareno ajusticiado por los poderosos del mundo, es en el desgaste
de la historia que viven los hombres nuevos al abrazar el amor como única
herramienta para transformar el mundo que se ven iluminados, que su
inteligencia se abre hacia horizontes inusitados de comprensión de lo real y
por ello son capaces de entender con la mente de Dios –visión teológica- que
las riquezas siempre son injustas porque todo pertenece a Dios y él quiere
repartirlo equitativamente entre todos los hombres.
El Evangelio de Lucas,
nos presenta una curiosa parábola acerca de un administrador que es acusado de
haber malgastado los bienes del dueño y le es quitado el trabajo. Entonces, el
abusador –pero astuto- individuo piensa en la forma de asegurar su subsistencia
ganándose el favor de los deudores del amo, reduciendo sus deudas y elaborando
nuevos recibos.
Al final, el amo
reconoce la astucia y habilidad del mal administrador. Es sabido que los
administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión, sino que
vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia intereses
desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse
así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta
nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el
administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando
a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De
ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto
dinero” a sus acreedores. Esta parábola –no siempre bien interpretada- va
dirigida a los discípulos y se encuentra ubicada inmediatamente después del
capítulo 15, que contiene las tres parábolas de la misericordia.
El meollo del asunto teológico
y espiritual radica en el uso que hace el administrador del dinero –al que
Jesús, en su aplicación moral de la parábola llama “dinero injusto”- Jesús
llama injusto al dinero que representaba la comisión del administrador y que
como hemos dicho líneas arriba, era muchas veces un abuso para con los
deudores. Lucas introduce así una distinción entre el dinero en sí mismo (el
del amo) y el dinero injusto (el del mal administrador). El injusto dinero, como encarnación de la
escala de valores de la sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar
la disponibilidad del discípulo a poner al servicio de los demás lo que de
hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos
y marginados.
La parábola termina con
esta frase lapidaria: “No pueden servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque
de nuestro amor a Dios es la renuncia al dinero. El amor al dinero es una
idolatría. Hay que optar entre dos señores: no hay término medio. El campo de
entrenamiento de esta opción es el mundo, la sociedad, donde los discípulos de
Jesús tienen que compartir lo que poseen con los que no lo tienen, con los
oprimidos y desposeídos, los desheredados de la tierra.
Así, los cristianos
estamos llamados a combatir con las armas del Evangelio (fe, esperanza y
caridad) todo sistema explotador que se repita en el presente.
Gracia
y paz.
jueves, 5 de septiembre de 2013
AUDIO/REFLEXIÓN DOMINGO 8 DE SEPTIEMBRE DE 2013.
Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas del domingo 8 de septiembre. Tema: El Discernimiento de la Voluntad de Dios en la vida del cristiano.
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-8-septiembre-audios-mp3_rf_2334038_1.html
Un abrazo.
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Un abrazo.
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 8 DE SEPTIEMBRE DE 2013 23° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”
LECTURAS
Sb
9,13-18: << ¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién
comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y
nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del
alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las
cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién
rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das
sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos
los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la
sabiduría los salvó. >>
Sal
89:
<< Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "Retornad, hijos de
Adán." Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. Los
siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por
la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. Enséñanos a calcular nuestros
años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten
compasión de tus siervos. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda
nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga
prósperas las obras de nuestras manos. >>
Flm
9b-10.12-17: << Querido hermano: Yo, Pablo, anciano y
prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he
engendrado en la prisión; te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera
gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión
que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo;
así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de
ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho
mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer
tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a
él como a mí mismo. >>
Lc
14,25-33: << En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a
Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a
su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su
cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si
quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver
si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede
acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre
empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." ¿O qué rey, si va a dar
la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres
podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro
está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo
vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo
mío.">>
2. REFLEXIÓN
¿Es
posible conocer cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
Jorge
Arévalo Nájera
La primera lectura,
tomada del libro de la Sabiduría, comienza con una interrogante: ¿Qué hombre conoce los
designios de Dios? Es una interrogante que nos interpela e invita a intentar
una respuesta. No obstante, le invito, amable lector a que no apresure esa respuesta.
Porque, habiendo nacido y desarrollado en una cultura de cuño
cristiano-occidental, podría usted pensar que es una pregunta de primero de
catecismo y que la contestación es
evidente: ¡Pues desde luego hombre, eso está más que claro en la Biblia!
Sin embargo, me parece
que la respuesta no es tan sencilla, pues aunque es cierto que la revelación de
Dios contiene todo aquello que el hombre necesita para su salvación/plenitud y
esta revelación es de aplicación
universal, no es menos cierto que las problemáticas concretas que el hombre
enfrenta en su devenir cotidiano no encuentran una respuesta tipo “receta de
cocina” en las páginas sagradas de la Escritura y exigen una profunda reflexión
y discernimiento.
Daré un ejemplo bien
claro de lo que afirmo: supongamos que una bella muchacha piensa que se ha
enamorado del no tan bello compañero de estudios y siente que mariposas
revolotean en su interior cuando ve la figura del amado, y solamente piensa en
el momento de volver a verlo, y se pasa las horas hablando con el susodicho
–con la consiguiente furibunda reacción paterna por la enorme cuenta telefónica
que habrá que pagar-, etc. Total, un
buen día “Petronila” –que así llamaremos a la dulcinea- decide formar matrimonio
con “Maclovio”. Supongamos –que atrevimiento- que Petronila y Maclovio son
cristianos y entonces lo primero que se preguntan es ¿querrá Dios que nos
casemos? ¿Será esa su voluntad y su designio para nuestra vida? Reconozco que
quizá estoy suponiendo demasiado al pensar que aún queden parejas que se
pregunten tal cosa antes de dar el paso al matrimonio, pero permítame usted
soñar un poco.
Una vez que se han
sopesado los pros y contras racionales, queda aún la interrogante de fondo:
¿Qué tiene que decir Dios? Todo parece indicar que el matrimonio tiene
probabilidades de éxito, pero aún falta saber lo que opina el Señor. ¿Y cómo se
le pregunta? Ni Maclovio ni Petronila tienen “enchufe” directo con el Espíritu
Santo ni tampoco poseen “ciencia infusa” para conocer de inmediato la voluntad
de Dios, que evidentemente ha instituido sacramentalmente el matrimonio y sus
bondades, pero la pregunta no es esa, sino ¿Es este matrimonio bueno para
nosotros?
Y recordemos que lo
bueno en la Biblia no es lo que se ajusta a un código ético o moral, sino lo
que se corresponde plenamente con el designio creador de Dios. Parece que
nuestros héroes se encuentran en un dilema de no fácil solución.
Otro ejemplo, amar al
enemigo es una máxima evangélica de la cual ningún discípulo está exento, eso
queda claro en las páginas del Evangelio de Mateo y en muchos otros textos del
Nuevo Testamento, lo que no queda tan claro es el cómo voy a aplicar esa máxima
evangélica en las diversas situaciones en las que me enfrentaré a un enemigo:
¿Cómo amaré a un violador si le descubro realizando su felonía? ¿Cómo amaré al
soldado extranjero que frente a mis narices asesina a un compatriota? ¿Cómo
amaré al jefe de departamento que comete un ilícito e implica a un compañero
inocente?
Seguir a Cristo no es
cuestión de aplicar a rajatabla y literalmente las enseñanzas bíblicas. Si así
fuera, tendríamos que irnos a radicar a Mesopotamia para imitar el periplo de
Abrahán, aprender arameo para hablar la lengua de Jesús, ser publicano o
pescador para poder ser discípulo, vivir en la miseria para vivir la pobreza
evangélica, andar por la vida cojos, mancos o tuertos, etc.
Pero no hermanos, ser
discípulo significa algo más profundo y radical, significa el fatigoso esfuerzo
por configurar la vida en Cristo, asumir sus valores y principios, actualizando
el espíritu de su Palabra en todas y cada una de las vicisitudes de nuestra
existencia. No somos vulgares imitadores de Cristo, somos aprendices del único
modo de ser hijo que nos ha enseñado Jesús, somos eternos buscadores de la
voluntad del Padre revelada en El Hijo que provoca la complacencia de su Abbá.
Para ello se requiere evidentemente
de “herramientas” que nos permitan identificar con claridad la Palabra de Dios
en la historia, en nuestra historia personal y en el devenir del mundo que nos
rodea. Recordemos que ante todo, Dios se define a sí mismo como Palabra y por
lo tanto como comunicación, salida, revelación de sí mismo y de su designio
salvador. Y recordemos también que hemos sido creados como dialogantes válidos
ante Él, “capax Dei” (capaces de escuchar y atender a Dios) es el hombre,
criatura espiritual atraída indefectiblemente hacia el Absoluto.
¿Y cuáles son esas
herramientas interpretativas? A mi juicio, son básicamente –aunque no
exclusivamente- cuatro:
1.- Oración:
Pero entendida en el sentido bíblico, no como la repetición cuasi-mágica de
ciertas fórmulas lingüísticas aprendidas de memoria y perfectamente catalogadas
según su función y propósito. No, la oración entendida como la permanente apertura
a la escucha de Dios. La oración es ante todo la disposición totalizadora ante
el Señor. Lo resume el excelso místico San Juan de la Cruz con su frase…“con el
corazón ardiendo y la mente en blanco”, contemplando extasiados el Misterio y
esperando la Palabra que escriba con letras de fuego la voluntad del Señor.
2.- Meditación y
estudio de la Palabra: En la medida que nos apegamos a
la Palabra (y aquí me refiero específicamente a la Palabra escrita o sea la
Biblia) Dios mismo va generando un espacio intersubjetivo de estrecha
vinculación con Él, se va desarrollando una intuitiva capacidad de sintonía con
el espíritu de la Palabra. Desde luego que esto requiere de un proceso que
empieza por crear el hábito de la lectura, pasa por el estudio y termina con la
escucha espiritual de los textos sagrados.
3.- Experiencia
comunitaria “ad intra”: Definitivamente la vivencia
impersonal, masificante del cristianismo es una falacia. Simplemente a eso no
se le puede llamar cristianismo. La comunión –o koinonia- requiere de la
interrelación, del compromiso y solidaridad con un grupo de hermanos de los
cuales conozco sus rostros, sus nombres y apellidos, donde viven y sus luchas,
miedos, sueños e ilusiones. En suma, comparto con ellos lo que soy y lo que
tengo. Y resulta evidente que esto es imposible de vivir en una estructura
abstracta como lo es una Parroquia o una congregación multitudinaria.
De aquí la necesidad de
volver a la experiencia de pequeñas comunidades que favorezcan la comunión de
vida. Esto desde luego no quiere decir que estas comunidades deban
desvincularse de sus Parroquias o congregaciones, pero éstas deben buscar
favorecer la experiencia de pequeñas comunidades en su seno. Es en la comunidad
así entendida que Jesús se hace presente (“Donde haya dos o más re-unidos en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos”). La comunidad es un espacio privilegiado para escuchar y
discernir la voluntad de Dios.
4.- Experiencia
comunitaria “ad extra”: No basta alimentarse de la
comunidad, es necesario compartir ese alimento con los demás, con aquellos que
no perteneciendo nominalmente a ella, sufren, carecen y esperan de ella el
signo del Reino hecho historia. Los pobres (entendidos como categoría teológica
y no solamente sociológica) son un espacio también irrenunciable para discernir
la voluntad de Dios. Por la boca de ellos habla el Señor.
Así, viviendo este
dinamismo de búsqueda de la voluntad de Dios, me atrevería a responder
positivamente al cuestionamiento con que encabezamos la presente reflexión: ¿Es
posible conocer cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
Gracia y paz
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