lunes, 25 de noviembre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO CICLO A


1. Lecturas
Is 2,1-5: Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Sal 121: Qué alegría cuando me dijeron: ¡«Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Allá suben las tribus, las tribus del Señor según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios». Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Ro 13,11-14: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Revestíos del Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos.
Mt 24,37-44: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
2. Reflexión
Una paz que es don y tarea
Jorge Arévalo Nájera
Hoy comienza un nuevo año litúrgico con la celebración del primer domingo de Adviento, tiempo fuerte de preparación para la viniente presencia de Jesucristo. Una presencia que se nos anuncia primero escatológicamente (su segunda venida o Parusía) y que después la Iglesia irá concentrando su atención en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Así, las lecturas de este domingo tienen un talante escatológico, se describe lo que acontecerá en los tiempos del cumplimiento de las promesas hechas a Israel. Isaías, el príncipe de los profetas, nos revela que en aquellos tiempos, se llevará a cabo un éxodo universal, la humanidad entera (las naciones) emprenderá un camino que les llevará directamente al encuentro con Dios. La idolatría será desterrada de la vida humana y todos caminarán a la luz del Señor. El texto isaiano está repleto de imágenes simbólicas que conviene descifrar para comprender a profundidad su mensaje teológico y espiritual.
En primer lugar, el “monte” en singular, o más explícitamente “el monte de la casa del Señor” simboliza a Dios mismo en cuanto presente y comunicante con el mundo del hombre (la base del monte está asentada sobre la tierra y su punta se confunde con el cielo), mientras que “los montes” (así, en plural) representan a los ídolos, a todas aquellas realidades a las que el hombre apega su corazón, desplazando a Dios del centro. Para los tiempos finales se dará el encumbramiento (victoria definitiva) del “monte” sobre “los montes o montañas”.  La humanidad se verá libre de toda idolatría, entregará totalmente su ser en manos del Dios verdadero.
 Para que esto se logre, las naciones “confluirán” hacia Dios, descubrirán en él el único criterio para discernir la Verdad (caminarán a la luz del Señor) y el ansia de poder y dominio que se traduce en violencia será desterrado para siempre en los tiempos mesiánicos (de las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas).
El Salmo 121 resuena con ecos gloriosos y llenos de júbilo ante la visión del profeta. Jerusalén simboliza el lugar teológico del encuentro/comunión con Dios. La categoría “encuentro” caracteriza los tiempos del cumplimiento y hace referencia a la relación interpersonal que supera todo cultualismo o legalismo religioso. Se trata de una relación existencial y totalizadora (por ello el fruto correspondiente es el “Shalom” o paz, que es la plenitud total en los cuatro ejes relacionales humanos: con Dios, consigo mismo, con los otros y con el cosmos).
Hasta aquí, todo es luz, paz y alegría. Pablo, en su carta a los Romanos, introduce un tono distinto y sin abandonar la alegría que produce la esperanza de aquellos tiempos, habla de un discernimiento serio (tomen en cuenta el momento en que vivimos). Es consciente de la somnolencia que puede producir la visión extática de aquellas realidades que aguardan al hombre allende las fronteras de la muerte.
¡Con cuánto gusto nos quedaríamos contemplando el inefable rostro de Dios, con la mirada vuelta hacia el cielo pero los pies desterrados, desvinculados del fatigoso ejercicio del amor cotidiano, de la entrega callada, del servicio humilde a los pequeños, del perdón que debemos entregar en aras del seguimiento de Jesús, de la incomodidad –y el riesgo- de enfrentarse con los poderes establecidos que sofocan la dignidad y libertad sagradas de los hombres, etc.!
Todo esto queda simbolizado por la figura del “sueño” en el que el apóstol de los gentiles ve sumida a la comunidad romana. Y el imperativo admonitorio de Pablo ¡Ya es hora de que se despierten del sueño!, se debe a que ahora, -igual que en cada época de la historia- la salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La era de las tinieblas se acerca a su fin, el conocimiento pleno de Dios está a la puerta y por ello es necesario abandonar las obras propias de los ignorantes -y desde luego que no me refiero a una ignorancia intelectual o no culpable- que se obstinan en querer vivir cerrados al amor y encerrados en sí mismos.
El sueño expresa des-comunión, ruptura con Cristo y su proyecto. Las obras de las tinieblas resultan de dicha actitud, son las llamadas “obras de la carne” o “cuerpo de pecado”: Entrega del corazón a las pasiones y los vicios, envidias, violencia. Y no se trata de un moralismo ridículo, sino de comprender que vivir estas categorías es expresión de una profunda idolatría, de un ser regido por el egoísmo (absolutización del Yo) y que lógicamente acaba viviendo sólo para sí, en detrimento del bien de los otros.
Por eso Pablo conmina a los romanos a “revestirse” del Señor Jesucristo. Esta expresión paulina significa –dado que el “vestido” simboliza en la imaginería semita a la persona misma, a la identidad, al modo de ser y aparecer en el mundo- abandonar las categorías caducas de las tinieblas y abrazar el modo de ser de Cristo, a apropiarse de sus principios y valores, de su cosmovisión teológica, de sus sueños y proyectos.
El evangelista Mateo, continúa en la línea admonitoria de Pablo. El apóstol ha exhortado a “despertar” y Mateo advierte sobre los peligros de permanecer inmersos en la vorágine de lo intramundano. Qué fácil resulta ensordecerse con las múltiples y estentóreas voces de las ideologías que nos prometen la felicidad instantánea y al alcance de la mano. La cultura del “menor esfuerzo”, del hedonismo a ultranza, del logro fácil que omite el esfuerzo y la perseverancia –de esto es evidencia el éxito de los llamados “producto milagro”- , de la ideología del poder del dinero como única vía de acceso a la plenitud, etc., y qué difícil atender a la sutil voz del Señor que susurra entre tantas voces su propuesta de abrazar la cruz para generar vida en medio de tanta muerte, qué obscura parece la senda de la verdad comparada con la falsa luminosidad de los caminos del mundo.
Y lo más grave es que llegamos a considerar que esos caminos son verdaderos, que son sensatos, que al menos por un momento nos hacen sentir poderosos y bellos, dignos y respetables. Y así se van convirtiendo en senderos cotidianos que nos sumergen en una inconsciencia harto peligrosa. Olvidamos que todo esto es pasajero, que aún las necesidades más básicas y naturales (comer, beber, casarse) son relativas y pertenecen al eón caduco, que lo verdaderamente sustancial –ya nos lo indicaba el mismo apóstol Pablo en la segunda lectura del domingo pasado, cuando afirmaba que en Cristo reside toda la plenitud y que él da la consistencia a todas las cosas- es la venida del Hijo del hombre que es el crisol del Padre, momento de decisión fundamental: O para Dios (arrebatados) o fuera del ámbito de Dios (dejados).
La actitud consecuente del creyente ante la seriedad de la venida del Hijo del hombre, no puede ser otra que la vigilancia ¡Velen pues y estén preparados! -Dice el Señor-. La vigilancia es la actitud de permanente escrutamiento de los signos de los tiempos, de escucha atenta de su Palabra, de contacto con los resonadores de Dios en la historia (los pobres y los hermanos), de oración constante para sensibilizarnos ante el llamado de Dios y generar espacios de encuentro místico con él.
Sí, hermanos, nos aguardan realidades pletóricas de luz y alegría donde solamente reinará el Señor, pero mientras él viene, la historia espera de nosotros un testimonio que anticipe su llegada definitiva…nos ha sido dada una paz que es don y tarea, gracia y respuesta, camino que hay que recorrer.

Gracia y paz.

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 1° DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO A.


Reflexión teológico/espiritual sobre las lecturas del 1er domingo de Adviento, Ciclo A. Sobre la venida escatológica del Señor y la actitud que deben guardar los cristianos.



http://www.ivoox.com/reflexion-1-diciembre-2013-1-adviento-ciclo-a-audios-mp3_rf_2586166_1.html

martes, 19 de noviembre de 2013

Audio/reflexión sobre las lecturas del domingo 24 de noviembre de 2013.

Les comparto en audio mi reflexión para la Solemnidad de Cristo Rey (24 de noviembre de 2013)
VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-24-noviembre-audios-mp3_rf_2568292_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 24 DE NOVIEMBRE DE 2013 SOLEMNIDAD DE CRISTO REY CICLO C

A.- LECTURAS
2 Sm 5,1-3: En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: «Somos de tu misma sangre; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."» Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Sal 121: ¡Qué alegría sentí cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”! Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos delante de tus puertas. A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: “La paz sea contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes.
Col 1,12-20: Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Lc 23,35-43: Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: « ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: « ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

B.- REFLEXIÓN
Sobre un Rey y unos súbditos un tanto diferentes
Jorge Arévalo Nájera
Hoy celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, y con ella, termina el año litúrgico. Y la pregunta obligada es acerca del significado regio de Jesús y las repercusiones que esto tiene para aquellos que nos decimos discípulos del Nazareno. Todas las lecturas que hoy se nos proclaman, tocan el tema del reino/reinado de Cristo desde diversos ángulos, que en conjunto nos aportan una visión global de dicha realidad.
2 Sm, nos relata la visita multitudinaria que las tribus israelitas realizan a la ciudad de Hebrón para encontrarse con David. El objetivo de la visita es reconocerle como su rey y hacer un pacto con él. Hay que aclarar el significado de la expresión “somos de tu sangre” con la que saludan las tribus al joven betlemita. La sangre significa, en primer lugar, la indefectible relación solidaria de una familia, pero esta relación no es exclusiva de los consanguíneos genéticamente determinados, sino que se abre –siempre en la mentalidad semita- a todos aquellos que se adhieran mediante un pacto de comunión, a la tribu, o en este caso, al rey en cuestión.
Reconocerse “de la misma sangre” es determinar radicalmente que los destinos se unen, a partir de ahora y para siempre, que los caminos se funden en uno solo, en un mismo proyecto de vida. Si se le dice a un rey, esto significa que sus disposiciones –sobre todo pastorales- serán acatadas sin discusión. Desde luego que no es servilismo ni obediencia acrítica, es reconocimiento del carisma con que Dios ha dotado al rey, puesto que en aquella mentalidad, el rey es ungido de Dios, prefigura mesiánica. Ese carisma permite al soberano discernir en los signos de los tiempos cuál es la voluntad de Dios con respecto al pueblo y saber elegir el camino correcto que lleve a profundizar la relación de comunión pueblo/Dios.
De entre todos los monarcas israelitas, David se destacó por su sabiduría y atinada conducción política, y con el tiempo –siempre los muertos acaban convirtiéndose en seres legendarios y míticos- llegó a ser el símbolo del monarca justo y obediente a Dios. Cuando le sucedieron otros monarcas que dejaron mucho que desear –salvo sus honrosas excepciones, como el santo rey Josías que llevo a cabo la renovación religiosa de Israel, aproximadamente en el 622 a.C-, David se constituyó en el prototipo mesiánico esperado para los tiempos finales. Por ello, algunos escritores cristianos no tuvieron problema en identificar a Jesús con este personaje y lo presentaron como el nuevo David, pero desde luego, dándole un matiz teológico original: Sí, Jesús es rey/mesías, pero es rey y mesías distinto, que lleva a plenitud inimaginable lo que en David se prefigura apenas. Sobre todo, el N.T elimina todo el tinte político de emancipación por medio de la violencia militar al título davídico dado a Jesús.
El Salmo 121 nos aporta una intuición teológica fundamental, que muchos siglos después será retomada fuertemente por la tradición teológica vinculada al evangelista Juan: “La casa de Dios”. La casa es un referente relacional Dios/pueblo con profunda significación emotiva. Dios quiere formar una “casa”, una familia en donde él es el Padre y el pueblo es su hijo. Jerusalén –símbolo del pueblo- es declarado “casa de Dios”. En el fondo, la “teología de la casa” es profundamente revolucionaria y contestataria para una estructura religiosa cúltica en la que el Templo es el Lugar de la Presencia. Ahora se espera una dinámica existencial, de contacto y relación personal y comunitaria. Es en la fatigosa relación con los otros donde se genera el espacio para la alabanza al Señor, allí se encuentra la plenitud creacional – la paz o Shalom-. La “teología de la casa” es el antídoto perfecto para evitar la espiritualidad de “fuga mundi” que desvincula la fe del encuentro con los demás.
Según Colosenses, la acción prodigiosa de Dios saca al hombre de la ignorancia/tiniebla para introducirlo en el reino de Cristo, que es conocimiento de la verdad/luz. Lo característico de este reino es que ha sido forjado con la sangre del hijo amado de Dios. Y aquí se hace necesario aclarar que cuando Pablo habla de “la sangre de Cristo” no piensa en una especie de elemento mágico, sino en la vida entregada de Cristo por amor a los hombres, entrega que en efecto se hace visible y adquiere su mayor densidad en la cruz del Gólgota, pero que ya actuaba eficazmente en el abrazo al leproso o en el banquete con las prostitutas y publicanos, en el gesto profético de denunciar la corrupción religiosa del Templo o en el lavatorio de los pies.
 Aquellas palabras del libro de Samuel con las que empezamos nuestra reflexión “somos de tu misma sangre”, adquieren ahora una nueva dimensión si son interpretadas desde Cristo. La sangre de Cristo, al mismo tiempo que nos empodera y nos permite entrar en su reino mesiánico, asume plenamente nuestra condición humana, a tal grado que nuestra sangre ya es “su sangre” y su sangre ya es “nuestra sangre”. Pero esto, al mismo tiempo que nos maravilla, nos impele, nos mueve a ser en el mundo verdaderamente “su sangre”, savia vivificante y transformadora para el mundo, sangre/vida entregada en el desgaste cotidiano del amor fracasado, en el servicio más ínfimo, aquel que nadie nota ni mucho menos agradece…esto me recuerda –y perdonen Ustedes mi digresión- una anécdota sucedida hace poco con ocasión de una Misa en la cual nos unimos al sacrificio de Cristo para suplicar al Padre por la salvación de mi padre, hace ya cuatro años fallecido.
Una persona hace el siguiente comentario a mi hermana “¿y tu marido? ¿Por qué no vino? ¿Pues no que quería mucho a su suegro?...recuerdo a mi cuñado –nada religiosamente ortodoxo por cierto- al lado de la cama de hospital en la que yacía mi padre, extrayendo con paciencia e infinito amor las excreciones que le ahogaban…comentario estúpido de alguien…vida entregada, servicio oblativo… “somos de tu misma sangre”
Lucas nos presenta en un cuadro dramático, las dos posibles reacciones humanas ante el Rey que proclamamos los cristianos. Por un lado están – y muchas veces, hay que aceptarlo, estamos-  los que se burlan porque no conciben que un perdedor crucificado pueda ser el Soberano que rija los destinos de los hombres. Y me parece que muchos estamos en esa posición, miramos a Jesús desde el suelo, lo vemos colgado del madero y con nuestras acciones le gritamos blasfemamente ¡si eres el Mesías, baja de una buena vez de esa cruz y acude presto a darme lo que necesito!
Y solamente sabemos darle vinagre (amor corrompido, odio) cuando su sed sólo puede ser calmada con el amor que responde al Amor. Nosotros solamente sabemos dudar ¿serás tú el elegido? ¿Aquél que puede salvarnos de nuestras miserias, de nuestros miedos, de nuestra cobardía? Y por nuestra propia tranquilidad anhelamos que se salve a sí mismo, es decir, que se baje de esa cruz y nos muestre el auténtico camino de la dicha, ese camino que no pasa por la aldea del sacrificio o por el pueblo del servicio, sino que lleva derechamente a la ciudad feliz del egoísmo.
Pero cabe también la rarísima posibilidad de que los hombres respondamos diciendo ante la contemplación del rey crucificado ¡acuérdate de mí cuando entres en tu reino!, es la respuesta del que se reconoce culpable ante el inconmensurable amor del que cuelga de la cruz para salvarnos, y se acoge a la misericordia infinita del que lo ha entregado todo para después recogerlo todo y entregarlo en las manos de su Padre. Eso somos, ladrones colgados por nuestros delitos, pero siempre crucificados al lado de Jesús que ocupa el lugar que no le corresponde, pero que ocupa por causa nuestra. Y esto podemos ser; ladronzuelos que imploran por ser recibidos en el reino del Hijo, seguros de que aquel que se ha entregado para redimirnos de nuestras culpas no podrá responder otra cosa que << Amén, amén, de cierto te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. >> 
No cabe duda, tenemos un Rey un tanto diferente, y estamos llamados a ser unos súbditos también un tanto diferentes, pero… ¿no es eso acaso lo que espera el mundo de nosotros?

Gracia y paz

lunes, 11 de noviembre de 2013

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013.

Les comparto el audio de mi reflexión para el 33° domingo ordinario, ciclo c.

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-17-noviembre-2013-33-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2541817_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013 (33° ORDINARIO CICLO C)

1. Lecturas
Ml  (3,19-20a): Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha  de venir –dice el Señor de los ejércitos–, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre, los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.
Sal  97,5-6.7-9a.9bc: Tañed  la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
2 Ts (3,7-12): Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen en paz  para ganarse el pan.
Lc (21,5-19): En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia conseguiréis la vida.»
2. Reflexión
El Sol de Justicia brilla para todos… ¿consumidos o salvados?
Jorge Arévalo Nájera
Ya se acerca el tiempo del Adviento dentro del calendario litúrgico de la Iglesia, y los temas escatológicos (aquellas realidades que aguardan al hombre en la consumación de la historia) aparecen cada vez con mayor fuerza en las lecturas que se proclaman en la Asamblea Eucarística, y dado que sabemos que es precisamente en la Asamblea donde los textos bíblicos adquieren todo su peso específico en cuanto Palabra de Dios y por lo tanto, normativa para la fe, es necesario y urgente poner al servicio de la Palabra todos los elementos hermenéuticos o interpretativos para presentar al pueblo de Dios el auténtico mensaje que guardan dichos textos. Esta humilde reflexión pretende precisamente aportar su granito de arena en este esfuerzo de la Iglesia.
El eje teológico que articula las lecturas es claro: la posibilidad de la salvación y de la condenación. En primer lugar, debemos dejar bien claro que el objetivo de los textos NO ES suscitar miedo o angustia en los ya de por sí atribulados corazones del pueblo sencillo. El nodo, el núcleo del mensaje es siempre SALVÍFICO y por lo tanto, aporta los elementos necesarios para poner al alcance de la mano, para proponer –una vez más- la plenitud de la vida y por lo tanto, deben suscitar alegría en los oyentes.
Sin embargo, esto no quiere decir que podamos ocultar o disminuir la densa realidad de la condenación, al menos como POSIBILIDAD. Para negar esto, habría que arrancar páginas enteras de la Biblia y omitir el constante y firme asentimiento a este dato revelado que la Tradición eclesial ha manifestado a lo largo de dos mil años de cristianismo. Una cierta sensibilidad religiosa pretende negar la posibilidad de la condenación o lo que es lo mismo, del infierno.
Una pésima evangelización, radicada en una terrible interpretación de los textos bíblicos y contaminada con la imaginería de culturas ajenas a la bíblica, y además, con el claro objetivo de manipular mediante el miedo a los fieles,  ha producido a la larga una  mentalidad de rechazo total a todo lo que suene a castigo o a condenación y la salida más sencilla es negar en bloque lo que la revelación aporta al respecto, haciendo una interpretación laxa o mítica de todos los pasajes bíblicos que se refieren a este tema.
La conclusión a la que llegan  los que adoptan esta postura, es que al final de los tiempos, TODOS los hombres, sin importar lo que hayan hecho se salvarán DE HECHO (apocatástasis). “Dios es tan bueno, que al final no va a condenar a nadie” En una analogía muy socorrida, se preguntan y preguntan a sus interlocutores: << ¿Acaso un padre humano no perdonaría finalmente a sus hijos, por más pecadores que hayan sido? ¿Cómo podría expulsarlos definitivamente de su presencia? ¡Pues si esto es así con un padre humano, cuánto más lo será con nuestro Padre Dios! >>
Para esta mentalidad, la misericordia de Dios prima sobre su justicia, inclusive, ésta última desaparece por completo en el plano escatológico. Tal postura teológica fue condenada desde sus orígenes como falaz y contradictoria con el mensaje global de la Sagrada Escritura. Sin embargo, una vez aceptado que la real posibilidad de la condenación forma parte del conjunto de la revelación, se hace necesario situarla en su justa medida y función en dicho conjunto.
Lo que prima en la revelación es la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven, y para ello proporciona a TODOS los medios necesarios para ello, pero también resulta evidente que Dios respeta hasta sus últimas consecuencias la libertad y la responsabilidad humana. Estamos hablando de seres humanos verdaderamente libres y responsables (lo cual no resulta evidente en muchísimos casos) ¿todos los asesinos cometieron su felonía desde su libertad y por lo tanto, siendo plenamente conscientes de la maldad de su acto y de las consecuencias que se acarrearían? ¿Qué decir de los enfermos mentales, los psicóticos, esquizofrénicos, etc.? La sanción final que Dios hará de las opciones humanas tomará en cuenta las condiciones específicas del hombre que optó en la historia… ¿podemos dudar de la justicia de Dios?
La sabiduría de la Iglesia se hace patente cuando reconoce que ella no puede afirmar, de ningún modo, que algún hombre en particular se haya condenado y viva, de hecho, en el estado existencial al que llamamos “infierno”. Pero lo que si puede y debe hacer es reconvenir a todos aquellos que parecen vivir fuera de los designios amorosos de Dios e instarlos amorosamente –pero también vigorosamente- a dejarse mover por la Gracia y asumir la vida evangélica como único camino seguro de plenitud y santidad. Para todos aquellos que podemos decidir libremente, el anuncio de la posible condenación tiene efectos salutíferos, genera una sana tensión que no permite el relajamiento de la vida espiritual. Al Reino de Dios se entra esforzándose –afirma Jesús- y muchos son los llamados pero pocos los escogidos –de nuevo es el Maestro quien lo asevera-.
La primera lectura, del profeta Malaquías, constata las dos posibilidades: en el día de Yahvé –día de juicio- los malvados serán la paja que arderá (símbolo de la condenación), mientras que los que honran su Nombre, serán iluminados por el Sol de justicia, que lleva en sus alas la salud… ¡poética imagen que anticipa la identidad de Cristo! En efecto, para los cristianos de los orígenes, Jesús era “el Sol de justicia”, aquel que permitía inteligir en las vicisitudes de la historia la acción salvífica de Dios que conducía hacia la paz a su pueblo, pues la “luz” es símbolo de la inteligencia profunda, la inteligencia teológica que permite ir más allá de la apariencia de los hechos –muchas veces con portada caótica- para “ver” con los ojos de Dios, con su inteligencia, con su mente.
Y es “de justicia” porque tal comprensión de lo real aporta al hombre las herramientas para abrirse a la esperanza de alcanzar la promesa de plenitud que le ha sido dada y lograda en Cristo, Jesús. Es interesante que la misma fuente de luz/fuego signifique cosas distintas para los hombres, según se abran o se cierren al proyecto de Dios; para unos (los malvados) es juicio condenatorio, mientras que para otros (los que honran el nombre) es juicio de salvación.
Pero “honrar el Nombre” no tiene significación cultual, es más bien una categoría existencial, honra el nombre quien vive de acuerdo a la voluntad de Dios, sumergido en el Misterio de amor que denota el nombre. En la tradición profética, el código de la misericordia predomina sobre el código de la pureza ritual, por lo que la solidaridad con el pobre, la asistencia a las viudas y huérfanos, la hospitalidad con el extranjero, etc., son las notas esenciales de aquel que honra el nombre de Yahvé. En contrapartida, los “malvados” serán aquellos que se desentienden de las necesidades ingentes de los pobres, de los excluidos, de los desamparados, aunque externamente cumplan con los ritos prescritos por la ley religiosa.
A pesar de la ominosa presencia de la posible condenación que nos presenta la primera lectura, el Salmo –que siempre responde a las mociones que suscita la lectura- es un canto que exhorta al reconocimiento de Dios como aquel que llega para regir con justicia y rectitud. El énfasis está puesto en lo positivo de la justicia divina que se manifestará esplendorosa el día de Yahvé.
La 2 de Tesalonicenses presenta la problemática de una actitud negligente ante el juicio que se avecina. La antítesis entre la actitud diligente de Pablo, que aún teniendo derecho a ser sostenido en sus necesidades por la comunidad, se gana el derecho a comer mediante su esfuerzo, y la actitud negligente de algunos que “viven muy ocupados en no hacer nada”, no se reduce a la narración de un conflicto entre holgazanes y trabajadores. Es símbolo o parábola de una problemática más profunda. En efecto, “trabajar” se refiere a la vida cristiana, al apostolado, al testimonio debido a Cristo resucitado. El “pan” es símbolo de la Eucaristía, de la vida en comunión y del acto litúrgico al mismo tiempo. El texto es una exhortación a abandonar las actitudes despreocupadas y a esforzarse en la línea de una ética correspondiente a la gracia bautismal.
Finalmente, Lucas nos presenta un texto con tintes apocalípticos que debe ser interpretado de acuerdo al género literario que le es propio, es decir, el género apocalíptico. El día de Yahvé vuelve a aparecer –como en la primera lectura- a modo de inclusión. La destrucción de la institución cúltica (el Templo), las calamidades sociales (guerras, epidemias y hambre), los cataclismos telúricos (terremotos), los mentirosos y usurpadores que se harán pasar por el Mesías y anunciarán la destrucción final, NO SON EL FIN, es decir, el mensaje de este apocalipsis cristiano no es revelar la destrucción del mundo como el destino final del hombre. Es cierto, el orden pecaminoso del mundo actual (religión pervertida, mundo interrelacional basado en la mentira), será destruido ante la llegada de Dios, pero antes, el signo indubitable de que ese mundo pasa, es la persecución violenta contra los testigos de Cristo/Luz/Verdad.
Pero la promesa del Señor << Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia conseguiréis la vida >> cierra el ciclo que abrió Malaquías con el anuncio de la destrucción de los malvados, invitando a la conversión y a la perseverancia del cristiano en la tribulación y el repudio del mundo. La esperanza de alcanzar la Vida es el motor que impulsa al discípulo a vivir testimoniando que sólo Dios basta, pero sin olvidar nunca que sus opciones tienen consecuencias y que sus decisiones en la historia, de cara a Cristo, definirán su suerte definitiva. El Sol de justicia brilla para todos… ¿nos quemará o volaremos con sus alas salutíferas? ¡Es nuestra decisión!
Gracia y paz                                                                   

          

lunes, 4 de noviembre de 2013

Audio/reflexión domingo 10 de noviembre de 2013.

Les comparto el audio de mi reflexión sobre las lecturas del domingo 10 de noviembre de 2013.
VÍNCULO AUDIO:http://www.ivoox.com/reflexion-10-noviembre-2013-32-ordinario-ciclo-c-audios-mp3_rf_2515852_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 32° DOMINGO ORDINARIO, CICLO C

A. LECTURAS
2 Macabeos 7,1-2.9-14: En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: « ¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.» El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.» Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.» El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»
Sal 16,1.5-6.8.15: Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
2 Ts 2,16–3,5: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra del Señor siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo.
Lc 20,27-38: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán.
Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
B. REFLEXIÓN
La resurrección como fuerza y esperanza para la vida presente
Jorge Arévalo Nájera
En una sociedad como la nuestra en la que el relativismo campea por doquier y da lo mismo cualquier opción, pues << todos poseemos una parte de la misma verdad >> y << todos los caminos llevan a Roma >>, hablar de radicalidad resulta chocante, se piensa de inmediato en fanatismo, intolerancia e ignorancia. ¿Por qué defender hasta la muerte una determinada postura si finalmente cualquier otra goza del mismo estatuto y nivel de verdad?
Así, los padres de familia no saben qué valores transmitir a sus hijos y qué actitudes tomar ante la embestida cotidiana de las propuestas ideológicas con que los niños y jóvenes son bombardeados y que aparecen con portada benéfica para el desarrollo humano. En la dimensión religiosa sucede lo mismo, la pluralidad se confunde con el relativismo y la densidad específica de la fe judeo-cristiana se diluye en un sincretismo patético o se reduce a una propuesta más en el mercado religioso. No pretendo negar a-priori la validez de las diversas tradiciones religiosas o de las aportaciones de la ciencia humana para el desarrollo integral del hombre, sino rescatar lo que es específico de la propuesta cristiana. En este sentido, la radicalidad es una característica irreductible de la fe en Dios, tal y como la ha entendido el pueblo de Israel primero y la Iglesia después.
Pero, ¿qué debemos entender por radicalidad? Descartemos en primer lugar el concepto de radicalidad como cumplimiento irreflexivo y literal de las formulaciones lingüísticas de la Biblia. La palabra “radical” en el contexto de la teología cristiana debe entenderse como << perteneciente o relativo a las raíces >> y en este sentido, ¿cuál es la raíz del cristianismo? ¡Pues ni más ni menos que Jesús Mesías!  El acontecimiento Cristo (encarnación, vida pública- enseñanzas y praxis-, pasión, muerte y resurrección) es la savia que alimenta la vida cristiana y la meta de la espiritualidad es el abrazo escatológico del Padre mediante la configuración existencial en Cristo.
Asumir sus opciones, valores, principios y traducirlos en una praxis liberadora y ecológica es el único modo de ser cristianos. Lo demás son “chorradas”, mascaradas que ocultan nuestra cobardía y pusilanimidad.
Ahora bien, la primera lectura, del segundo libro de los Macabeos hace alusión al martirio de aquellos héroes israelitas que no renuncian a su fidelidad a la Ley de Yahvé, aún cuando su integridad física o incluso su vida biológica se vea amenazada. Y cabría preguntarse, ¿fueron los Macabeos unos fanáticos? ¿Podrían haber aceptado comer la carne de cerdo y continuar siendo fieles a Yahvé? Y alguien podría preguntarse ¿no vale más la vida humana que cualquier precepto religioso? ¿Morir por no abdicar de un precepto no indica más esclavitud que libertad?
A lo que habría que responder diciendo que debemos entender que para Israel -y los Macabeos representan al resto fiel de Israel- la Ley no era simplemente una normatividad externa, era la forma de adherirse a la promesa de vida en plenitud que Yahvé les había hecho. En el tiempo en el que se escribe nuestro texto [1] la idea de la resurrección se ha introducido en el imaginario religioso judío y ya es la idea que recapitula todas las esperanzas de reivindicación de Israel, será la prueba final de la fidelidad y justicia de Dios. Sin embargo, es una realidad escatológica en sentido estricto, es decir, sus efectos sólo se verán en la meta-historia, como recompensa por la fidelidad a la Ley. El concepto de la resurrección conocerá ulteriores desarrollos y profundización a lo largo de la revelación bíblica.
Por ahora, quedémonos con la idea del efecto ético que la esperanza resurreccionista obra en el creyente. La 2 de Tesalonicenses nos describe la necesaria fidelidad y perseverancia del cristiano en medio de la oposición de los que son contrarios a la fe y a los que identifica como huestes demoníacas. Pablo escribe la carta en un contexto de fuerte oposición de los judíos al Evangelio de Jesucristo, por ello, el tono apocalíptico de la carta tiene como objetivo confirmar a sus destinatarios en la fe, la esperanza y la fidelidad a las promesas hechas por Cristo y que se cumplirán en su parusía o venida escatológica. Sin embargo, Pablo se cuida bien de alertar a sus hijos en la fe en cuanto al peligro que entraña  considerar la parusía como un acontecimiento inminente que puede desvincular a la comunidad del compromiso histórico. Para ello, Pablo los exhorta a descubrir en la parusía la fuerza que les impele a << amar a Dios y a tener constancia en Cristo >>. Aunque la Parusía no se identifica con la resurrección (Cristo ya ha resucitado y los cristianos serán resucitados en la venida de Cristo), Pablo da un paso adelante en la interiorización del misterio de la resurrección, pues ya se establece un nexo entre la esperanza y la praxis que debe existir mientras se aguarda la venida del Señor, no como un “hacer” del hombre para lograr el fruto, sino como una consecuencia de la promesa que se aguarda en la certeza de la fe.
El Evangelio de Lucas, nos presenta un diálogo con objetivo pedagógico acerca del tema de la resurrección. Para ello, Lucas contrapone a los Saduceos (facción religiosa que se negaba a aceptar la “novedad” de la resurrección) que apelan a la Ley (englobada por la figura de Moisés) para demostrar la absurda falacia de tal creencia, y a Jesús, que haciendo una exégesis del episodio de la Zarza, concluye la lógica de la resurrección.
Pero el texto apunta más allá de una mera discusión casuística y nos sumerge de lleno en una realidad que está a la base de la resurrección, e inclusive le antecede: Dios es Señor y dueño de la vida y por lo tanto, la muerte no puede disolver el vínculo entre el creador y su creatura. Esto no significa que se quite el peso específico de la muerte, ni que se diluya su realidad… ¡el hombre muere y muere por completo! (nada de almas inmortales y cuerpos perecederos), pero la acción salvífica de Dios garantiza la continuidad de la relación con aquellos que abandonan la historia para entrar en la dimensión de la eternidad.
Lucas –o Jesús- utiliza la metáfora de los ángeles (que aquí son símbolo de la vida totalmente nueva de los resucitados) para hablar de la absoluta novedad que representa la resurrección, que al mismo tiempo que mantiene la identidad del individuo (es el mismo el que muere que el que ha resucitado), establece una diferenciación cualitativa (el resucitado es una nueva creación, redimida y llevada a su máxima realización). De tal suerte que el símil utilizado por Pablo comparando el árbol que nace de la semilla ¿es acaso la misma realidad el árbol que la semilla?, pues sí y no, la semilla es el germen que posibilita la existencia del árbol, pero éste es la floración de misterio escondido en la semilla.
De cualquier modo, la frase lapidaria de Jesús << Para él (se entiende que para Dios) todos están vivos >> no es la constatación de la inmortalidad del hombre, sino la esperanza que abre horizontes de futuro y llama al hombre a anticipar en la historia la plenitud escatológica que le aguarda. Sí, la resurrección es la fuerza que viene de lo alto pero que se encarna en nuestra historia a través de los creyentes que expanden su dínamis transformadora hacia todos los hombres, liberándolos de sus esclavitudes y haciéndoles vislumbrar el triunfo definitivo que Cristo nos ha ganado.
Gracia y paz. 



[1] El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C. Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado “historia dramática” o “patética”, en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.