lunes, 31 de marzo de 2014

Audio/reflexión domingo 6 de abril de 2014.

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 6 de abril, 5o de Cuaresma, ciclo A.

Vínculo audio: http://m.ivoox.com/reflexion-sobre-lecturas-del-6-abril-audios-mp3_rf_2978605_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 6 DE ABRIL DE 2014 5° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A


1. LECTURAS
Ezequiel (37,12-14): Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
Sal 129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8: Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora. Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Romanos (8,8-11): Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45): En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
 ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: « ¿Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: « ¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: « ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
2. REFLEXIÓN
Invitados a salir de nuestros sepulcros para ver la gloria de Dios
Jorge Arévalo Nájera
¿Quién no ha experimentado la muerte? Como pascua personal a todos nos tocará en un momento u otro. Pero como experiencia ajena, todos la hemos sentido. Cercana o lejana. En un familiar o un amigo. En los desastres naturales o las guerras que nos traen todos los días los medios de comunicación. La muerte como realidad que nos pilla de improviso o como proceso lento que nos afecta a nosotros mismos cuando vemos que los años o la enfermedad nos van acortando las fuerzas y limitando la vida.
La muerte está ahí. Siempre presente. Por mucho que nuestra cultura nos haga vivir la ilusión de ser siempre jóvenes, fuertes y guapos. Por mucho que nos empeñemos en cuidar la salud a base de una buena alimentación, de hacer deporte y de seguir todos los consejos médicos imaginables.
Todo con tal de aferrarnos a la vida, a esta vida, que nos parece que es lo único que tenemos. Aunque notemos que, como la arena de la playa, se nos escapa de entre los dedos de las manos sin que podamos hacer nada ni sepamos a ciencia cierta cuánta arena nos queda entre los dedos. Recuerdo ahora el chiste del sacerdote que atiende a un moribundo con palabras de consuelo: “Mira, hijo, tienes que tener confianza porque vas a ir a la casa del Padre.” Y el moribundo le responde: “Dirá usted lo que quiera, pero como en la casa de uno en ningún sitio.” Es un chiste pero refleja muy bien ese apego a la vida que todos tenemos. No podía ser de otra manera porque es el mayor don que tenemos y los creyentes estamos convencidos de que es un regalo que hemos recibido de Dios.
 En Cuaresma, tiempo de encuentro con nuestra realidad más honda, no podía faltar un momento de hacer presente ante nuestros ojos la muerte y, por tanto, la vida. Y, como creyentes, poner esas realidades en relación con Dios, en presencia de Dios.
El solemne y esperanzador oráculo de Ezequiel (que predicó entre el 593 y el 571 a.C) que nos presenta la primera lectura, escrito en los duros momentos del asedio y la posterior deportación a Babilonia, pretende consolar al pueblo y abrirle horizontes de esperanza. Aunque es posible y válido hacer una lectura escatológica de este texto, en su momento histórico lo que pretende es presentar un futuro de liberación intrahistórica al pueblo que está siendo asolado y arrojado de su tierra para ser convertido en esclavo de la potencia invasora. Así pues, la muerte que preocupa a Ezequiel no es la física (aunque no la excluye) sino aquella que proviene de la pérdida de las realidades que aseguraban identidad y vida a Israel: Tierra, Templo, Ley, Sacerdocio, Monarquía.
Ante esta situación de muerte (el rey era el garante de la fidelidad a la alianza, el culto era la posibilidad de restituir la pureza y por lo tanto la pertenencia  la comunidad de salvación, la Ley era la luz que permitía caminar al pueblo en la historia y la tierra era el espacio vital de encuentro con Yahvé), el profeta anuncia una realidad inédita en la que el regreso a la tierra prometida será símbolo de una vida nunca antes soñada, la vida que brota de la fuerza misma de Yahvé, una fuerza/soplo incontenible, transformadora y creadora.
De hecho, a pesar de todos los esfuerzos de Israel por vivir en fidelidad a la alianza, el fracaso era el sino que marcaba la historia del pueblo de Dios. El destierro era un castigo divino por esa infidelidad, Dios había entregado a sus hijos en manos de los enemigos (al menos esa era la lectura profética de los acontecimientos), pero dado que Dios es hesed (misericordia sin límites), el tiempo de la restitución, del rescate y de la gracia es siempre el horizonte definitivo que alienta al pueblo a salir de sus pecados.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado sumergidos en situaciones dolorosísimas en las que todo parece indicar que Dios nos ha abandonado a nuestra suerte y muy en el fondo interpretamos en la más pura mentalidad del Antiguo Testamento que Dios nos ha castigado por nuestras rebeliones? Recuerdo con dolorosa nitidez el caso de un queridísimo amigo que alguna vez me confío el dolor que traía enterrado hasta la médula y que lo atormentaba desde hacía ya muchos años, pero lo peor era que ese dolor le condicionaba en todas sus dimensiones relacionales; simplemente no podía perdonarse y mucho menos recibir el perdón de otros, ni siquiera si ese Otro era el mismísimo Dios.
Así, se auto-boicoteaba cada vez que una relación empezaba a ser significativa, o que un buen trabajo se avecinaba o que empezaba a disfrutar de la vida, ¡era sin duda-así se decía a sí mismo- imposible ser perdonado y me merezco toda suerte de desgracias!
Vivir así es sin duda estar ya muerto, es cerrarse a la vida que es gozo y belleza simple y sencillamente porque es un don de Dios y Él no da regalos viles sino árboles deleitosos a la vista y buenos para comer. La muerte (espiritual o pecado/opción fundamental idolátrica) es la antítesis de la vida y por ello, es el enemigo de Dios y del hombre. La Escritura afirma de principio a fin, en unidad admirable que finalmente Dios habrá de vencer a su enemigo (promesas veterotestamentarias) y que de hecho ya lo ha hecho en Cristo Jesús (cumplimiento neotestamentario).
La voz del profeta nos grita a todos y cada uno de los deprimidos, de los que se sienten abandonados, de los asolados por las vicisitudes de la vida… ¡Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago!
En consonancia perfecta con el sentimiento que provocan estas palabras en el corazón del creyente, el salmista (Salmo)[1] clama desde lo más profundo de su ser por el socorro de su Dios/Hesed, de Él espera su consuelo y el rescate. Se sabe miserable y en peligro de muerte–y este es el primer paso del rescate, pues ¿quién quiere ser salvado si se siente en situación de seguridad?- pero también se sabe en manos del que se define a sí mismo como Misericordia sin límite. Sabe que el perdón es algo ya concedido, que Dios no juzga al estilo humano –la balanza que pende en las manos de la ciega dama justicia romana- sino que su juicio es vida y salvación para el hombre y que su justicia se revela precisamente cuando actúa salvando, porque el Ser de Dios se revela en su hacer.
No te sientas juzgado, ¡sábete amado!, amado sin límite, infundido del Espíritu con el que el Padre ha levantado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y que te ha liberado del poder de la carne (hombre cerrado sobre sí mismo y a los demás, y por lo tanto excluyente de Dios en la construcción de su ser y quehacer histórico) para sujetarte al poder del Espíritu de Cristo (carta a los Romanos). Pero ¡ojo!, ese Espíritu es entrega de la vida, servicio permanente hacia los desposeídos del mundo, es fuerza profética que denuncia las injusticias contra los oprimidos, es solidaridad extrema que lleva a despojarse de todo con tal de que el hermano no pase hambre o sed o frío. Esta es la nueva vida, la vida auténtica de los resucitados… y lo demás son “chorradas” –como suele decir mi maestro y amigo el P. César Corres-, ridícula mascarada, paganismo maquillado con tintes cristianos.
Finalmente, el evangelio de Juan, en una de las páginas bíblicas más gloriosas, nos narra el episodio de la resurrección de Lázaro. Rescatemos algunas ideas fuerza en consonancia con nuestra reflexión:  resulta curioso que Jesús diga en principio que la enfermedad de Lázaro no acabará en muerte y sin embargo, líneas adelante se nos dice que para cuando llega Jesús, su amigo lleva ya cuatro días enterrado. ¿Se habrá equivocado Jesús? ¿Deberemos buscar un mensaje simbólico y teológico?
En efecto, la enfermedad en la Biblia tiene siempre un carácter simbólico (el pecado en sus múltiples manifestaciones) y en nuestro texto no se menciona la naturaleza de la enfermedad, por lo que se abre el significado universal que apunta a la confluencia en el personaje Lázaro de todos los semas del pecado. El evangelista afirma que a pesar de la aparente definitividad de la muerte que se ha enseñoreado de Lázaro, Jesús es la palabra definitiva que el Padre tiene para el hombre. Marta, la hermana del difunto reprocha a Jesús que su ausencia es la causa de la muerte de Lázaro. Marta tiene una imagen distorsionada de Jesús, piensa que el Maestro es una especie de talismán que asegura la vida, no ha entendido que la fe/adhesión a Jesús es la que posibilita la vida definitiva, una fe que es compromiso maduro y responsable, una fe que es empoderamiento y liberación para que sea el mismo hombre quien defina el rumbo de su existencia…sepulcro y podredumbre o signo vivo de la gloria de Dios.
Gracia y paz.



[1] Te recomiendo seguir el vínculo y escuchar una bella interpretación de este Salmo. http://www.poderato.com/leondejuda/tras-los-pasos-de-jes-s/salmo-129

lunes, 24 de marzo de 2014

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 30 DE MARZO DE 2014 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

Les comparto el audio de mi reflexión para el 4° domingo de Cuaresma, Ciclo A. El tema es "La escucha y la obediencia como actitudes fundamentales de discípulo de Cristo".

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-30-marzo-2014-4-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2953352_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 30 DE MARZO DE 2014 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

1. LECTURAS
1 S 16, 1.6-7.10-13 << En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel: "Llena el cuerno de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey." Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?" Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante. >>
Sal 22 <<El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace reposar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. >>
Ef 5,8-14 << Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo descubierto es luz. Pero eso dice: "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz." >>
Jn 9,1-41 << En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).  Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo." Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé." Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado."
Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta." [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él." Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. "Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él. Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.">>

2. REFLEXIÓN

De un pastor que da la vista a sus ovejas
Jorge Arévalo Nájera

¡Ser o no ser…es la cuestión!... Podríamos parafrasear la consagrada frase dicha por Hamlet en el soliloquio de la obra homónima de William Shakespeare y formularla de la siguiente manera: ¡Ver o no ver…es la cuestión!  El drama de Hamlet es precisamente la angustia que le produce el no poder descubrir el camino que le lleve a la posesión del sentido de la vida, que ante sus ojos aparece como un terrible absurdo, un nudo imposible de deshacer. En el fondo, el cuestionamiento que subyace en la afirmación de Hamlet puede tematizarse como la incapacidad de ver el sentido de lo real.
Bíblicamente, el término “ver” tiene una doble valencia simbólica, por un lado tiene una dimensión de apropiación, de dominio, de posesión. El hombre necesita “ver” para dominar la realidad, para aprehenderla, integrarla en sus esquemas interpretativos y proveerla de sentido y finalmente darle una utilidad pragmática.
Esto, que de ordinario es algo que necesitan hacer los hombres para su devenir práctico en la vida y sin lo cual sería imposible lograr desarrollo alguno, en el ámbito espiritual adquiere una connotación negativa. En su relación con el Trascendente, fundamento de la realidad que queda inalcanzable al dominio humano y que por lo tanto es por esencia inmanipulable e inapresable por las categorías interpretativas siempre finitas de la creatura, la categoría del “ver” se torna blasfema y se convierte en intento idolátrico por dominar a Dios. No quiere decir que el hombre haya de renunciar a “ver”, pero su visión no es fruto de su esfuerzo, sino don que viene de lo alto y que requiere de una disposición espiritual previa: ¡La escucha!
Esto responde a la naturaleza misma del hombre, que ha sido creado por Dios como imagen suya, dialogante válido ante Él que es Palabra por antonomasia, comunicación permanente, salida y entrega de continuo. ¿Qué requiere la Palabra sino ser escuchada? ¿No es cierto que nuestra oración se convierte muchas veces en soliloquio estéril, desahogo egoísta de nuestras frustraciones y angustias en el que no dejamos ni un resquicio para la escucha de aquél que quiere comunicarnos su Vida? ¡Dios habla!...si no lo escuchamos, ¿no será que necesitamos revisar profundamente en qué condiciones anda nuestro “oído espiritual”?
Como todo sentido, el oído requiere ejercitarse para no atrofiarse, escuchar a Dios requiere poner todo de nuestra parte, estar atentos permanentemente a su comunicación en aquellos espacios en los cuales él prefiere hablar (los pequeños, los marginados, los excluidos por la sociedad, la oración contemplativa en la que nos callamos y disponemos a la escucha, los hermanos de la comunidad que Dios nos ha regalado, el pastor que nos lleva a los verdes pastos para que nos alimentemos, la celebración eucarística en la que sin lugar a dudas Dios nos habla en su Palabra proclamada en asamblea). Cuando escuchamos, entonces aparece la vista como un don que nos capacita para descubrir en la urdimbre de los acontecimientos –tantas veces azarosos- de la historia, la mano poderosa y el brazo extendido de Dios actuando para liberarnos de la opresión y conducirnos a la tierra espaciosa y fructífera de la plenitud.
Ahora bien, la Biblia parte de la presuposición de que el hombre es ciego, incapaz de descubrir por sí  mismo el sentido auténtico de lo real. Dado el talante plástico del lenguaje semita (pueblos del medio oriente de habla árabe, aramea y hebrea), esta constatación se expresa con imágenes simbólicas y en este caso, se usa la ceguera como símbolo de una ineptitud espiritual más que física y a su vez, la imagen prototípica de la ceguera es la oveja. En efecto, es bien sabido que este animal es prácticamente ciego y que su supervivencia depende totalmente de la conducción del pastor –sobre todo en el contexto semita, nomádico- que con el golpeteo incesante de su cayado va guiando al rebaño a través de las escarpadas montañas del Sinaí. El oído es pues el sentido que permite a la oveja sobrevivir y llegar a los pastizales sabrosos y verdes donde alimentarse y satisfacer su sed.
Por ello, la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel, nos presenta el episodio de la elección y unción de David como Rey/pastor de Israel. Este personaje bíblico llegó a representar el ideal del pastor (en un principio, el rey era pastor por antonomasia que conducía al pueblo por los senderos de Yahvé en fidelidad a la alianza). Bien sabemos por los hallazgos históricos, que David fue un estratega militar y político fuera de serie, pero cuya moral no era precisamente digna de ser imitada –baste recordar la jugarreta que hace a su general Urías con tal de quedarse con su bella esposa- y que sin embargo posee un algo que encandila el corazón de Dios <<…el Señor escudriña el interior. >>[1], es simplemente el más pequeño, el insignificante, el que está detrás de las ovejas.
Ya se anuncia entonces una realidad que costará lágrimas de sangre a Israel –y dicho sea de paso a todos los que nos decimos creyentes en el Dios judeo-cristiano-, y me refiero al pastoreo. Y es que es fatigoso someterse a un pastor humano, falaz como todos, pecador como todos y que sin embargo ha sido ungido por Dios y su espíritu está sobre él. ¡Ah! si recordáramos esto cada vez que se nos da una indicación pastoral y la soberbia nos hace creer que sabemos más que el pastor por donde hemos de conducirnos. La cosa es clara y contundente, el pastor que Dios nos ha elegido ha recibido un carisma que nosotros NO TENEMOS y que la obediencia a las directrices pastorales no es optativa si es que queremos ser congruentes con la fe cristiana.
Y seamos más específicos, la obediencia existe verdaderamente cuando acatamos directrices con las que no estamos de acuerdo, ¿estamos realmente obedeciendo cuando la directriz pastoral está totalmente en consonancia con nuestros criterios personales? No se trata de una obediencia servil o acrítica propia del infantilismo espiritual, sino de una obediencia asumida desde la libertad y el convencimiento de que el pastor es la instancia cualificada para guiarme.  Ante el conflicto con las ordenanzas del pastor hay que discernir, cuestionar, informarnos, buscar el consejo de personas doctas, orar y solamente desobedecer cuando en conciencia descubrimos que la ordenanza pastoral es objetivamente contraria al Evangelio, y hago hincapié en esto último, no cuando va en contra de nuestra sensibilidad u opinión personal, sino ÚNICAMENTE CUANDO ES OBJETIVAMENTE CONTRARIA AL EVANGELIO.
Cuaresma es un buen momento para ejercitarnos en el arte de la obediencia, el mejor remedio para la soberbia y el colirio indispensable para empezar a vislumbrar el sentido de nuestra historia y el pastizal de plenitud donde restituir nuestra vida.
Gracia y paz.



[1] 1 S 16, 7b

martes, 18 de marzo de 2014

AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 23 DE MARZO DE 2014 3° DOMINGO ORDINARIO CICLO A

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 23 de marzo de 2014. El tema es "La Palabra como el agua que sacia la sed"

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-23-marzo-2014-3-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2935250_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 23 DE MARZO DE 2014 3° DOMINGO ORDINARIO CICLO A

1. LECTURAS
Éxodo 17,3-7: << En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a Moisés: "Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?" >>
Salmo 94: << Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras." >>
Romanos 5, 1-2.5-8: << Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. >>
Juan 4,5-42: << En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?"
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad. "La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo." >>
2. REFLEXIÓN
Una sed que sólo se sacia escuchando la Palabra
Jorge Arévalo Nájera
Israel está en el desierto, ha salido de la tierra de esclavitud siguiendo al carismático caudillo Moisés en busca de la tierra de la libertad y la abundancia. Pero a poco, en cuanto la sed abrasadora lo acorrala, el pueblo titubea, duda de la presencia de Dios y reclama exigiendo una prueba tangible de la providencia divina.
¿No es acaso evidente el carácter paradigmático o ejemplar del texto bíblico, que nos describe a todos y cada uno de los que nos hacemos llamar discípulos de Jesús y un día decidimos fiarnos de su palabra y dejamos atrás seguridades y contentos para internarnos en el desierto y encontrar la libertad que tanto ansiamos, pero que en cuanto sentimos los rigores del desapego a los ídolos o  nuestra seguridad se ve amenazada clamamos a Dios exigiéndole pruebas de su cercanía y providencia?
Apenas hace algunos días experimenté con mucha fuerza esta realidad en mi vida; iba en mi carro y de pronto, en una esquina, se apareció un mendigo que extendiendo la mano ennegrecida por la mugre me pedía una moneda. Mi primera reacción fue buscar apresuradamente en mis bolsillos algo de cambio (¡como si de eso se tratara la caridad cristiana!), pero lo único que hallé fue un billete de $500… ¿qué hago?... si entrego el billete me quedo sin nada y necesito comprar algunas cosas de la tienda… y claro, se puso el verde del semáforo y arranqué.
¿Qué fue lo que me paralizó, lo que detuvo mi mano para no sacar el billete y compartirlo con ese indigente?... ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?, me pregunté igual que los israelitas y simplemente no pude con la sensación de desprotección que experimenté al pensar en dar todo lo que tenía, no confié en el Señor, no creí en su Palabra… << Vosotros no estéis preocupados por lo que habréis de comer o vestir, que de eso vuestro Padre del Cielo se hace cargo, vosotros ocupaos del Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura. >>… a pesar de que en múltiples ocasiones he visto sus obras, como dice el salmista.
Sin embargo, la misericordia del Señor es siempre infinitamente más grande que nuestras rebeliones y la sobreabundancia de su gracia derrota la abundancia de nuestro pecado. Dios hizo –a través de Moisés- brotar agua de una roca para saciar la sed del pueblo. Vayamos más allá de la lectura literalista del texto y desentrañemos su sentido simbólico y espiritual. La roca o la piedra simboliza dos cosas en la Biblia: por un lado representa a Dios mismo en cuanto fortaleza y firme asidero del creyente en medio de la tribulación y por otro lado, simboliza la Ley, la Toráh.
Las dos acepciones simbólicas de la imagen de la roca pueden ser asumidas en el mensaje espiritual del autor inspirado. Ante la tribulación que se presiente como muerte inminente (en cualesquiera de las dimensiones de la muerte, no solamente la física), el creyente debe buscar su salvación en una realidad que ya ha sido dada por Dios y que es la Palabra revelada, consignada en la Sagrada Escritura y en la cual Dios habita, la cual inclusive, Dios Es, como lo afirmará el mismo Jesús en el texto de san Juan que nos ha sido proclamado.
En la Palabra podemos encontrar el agua que sacia nuestra sed abrasadora, de ella brota la vida que hidrata nuestras almas agostadas y resecas. Pero hay un elemento en el texto que muchas veces pasa desapercibido a los comentaristas; ¿por qué Dios no hace brotar el agua directamente, sin intermediación de Moisés? ¡Porque Dios ha decidido, en su infinita y sabia economía salvífica, que es necesaria la intermediación humana para recibir la salvación de la Palabra y para ello hace uso de sus pastores!
¡Cuánto nos gustaría que Dios nos dispensara del fatigoso acto de la dependencia pastoral, que nos hablara directamente y sin ambigüedades, que nos diera el conocimiento infuso de sus misterios y su voluntad!, pero resulta que no es así, que exige de nosotros la docilidad y la obediencia, la fe de creer que el pastor ejerce un ministerio que Dios le ha encomendado y que es él quien ha de golpear la roca para ayudarnos a extraer el agua que habrá de darnos vida. Claro que estoy hablando de un pastor comprometido, que está al servicio de sus ovejas, que las escucha y atiende diligentemente, que está permanentemente de cara al Señor en la oración y que intercede por ellas, que sabe inclusive –como Moisés- enfrentarse al Señor en buena lid con tal de salvar a su rebaño. Ante un pastor de esta naturaleza, no hay para donde hacerse, o se obedece al pastor o se queda fuera del alcance del manantial que brota para vida eterna.
Sin embargo, y a pesar de la misericordia de Dios, la actitud desconfiada y altanera de Israel (y la nuestra) ante la aparente ausencia divina en su necesidad, no deja de ser un peligro latente en la vida espiritual. Por ello, el salmista (Sal 94) nos conmina en su canto a estar atentos… <<  Ojalá escuchéis hoy su voz: "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras." >>
El peligro mortal radica en la no escucha de la Palabra, en la cerrazón a sus mociones, a su influjo salvífico que nos mueve hacia la vida. Un corazón endurecido es la consecuencia de la sordera ante la Palabra. El corazón, sede simbólica de la sabiduría (capacidad de discernir el bien y el mal) se esclerosa, pierde vida, se muere cuando no escucha y pierde el rumbo cuando presta atención a otras voces que no son la de Dios. Estamos ni más ni menos que ante el peligro y las nefastas consecuencias de la soberbia original de los primeros padres, que prefirieron prestar adhesión a la voz de la serpiente (símbolo de las voces creaturales) y desoyeron (actitud activa opuesta) la voluntad de Dios expresada en su Palabra.
Ahora bien, Pablo, en su carta a los Romanos, al final del texto que se nos ha proclamado, nos hace una afirmación de singular valía espiritual: el amor de Dios se prueba por el hecho de que Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. El amor de Dios no es la paga por nuestra conversión, es la fuerza invencible que nos es dada gratuitamente para que podamos vencer al pecado y la tentación. Pero ese amor no es algo intangible, es Cristo mismo, la roca firme, la piedra angular de la que brota el manantial de vida eterna y que nos es comunicada. La roca de la que Moisés hizo botar el agua es la prefigura de Cristo, verdadera y definitiva Roca/Ley de la cual nos viene la salvación.
Del extraordinariamente denso y bellísimo texto del evangelio de Juan que hoy se nos proclama como palabra de Dios, solamente rescataré algunas ideas. Es muy interesante notar que Juan invierte los roles en relación a los personajes de la primera lectura; en el Éxodo, es Israel quien tiene sed, en el evangelio es Jesús, quien cansado del camino se sienta sin más en el brocal del pozo y dice a la mujer “Dame de beber”, infiriendo la sed que padece.
El pozo (de piedra) simboliza la Ley antigua, por eso Jesús manifiesta pleno dominio sobre ella (se sienta). La mujer simboliza al pueblo de Israel (siempre es así en la simbología de Juan) que busca saciar su sed en la Ley/Palabra del Antiguo Testamento, pero se ve sorprendida por la petición de Jesús, que requiere de su comunidad/pueblo un agua que sólo ella puede darle: ¡Su fe, su respuesta de amor y por amor, su cabeza reclinada en el pecho del Amado, sus fracasos y sufrimientos puestos en la patena de la vida entregada en servicio y ofrecida al Padre en el Hijo por el poder del Espíritu!
Sólo entonces es posible gratuitamente  beber del Pozo que es Cristo, saciar la sed de infinito que habita en nuestro ser mortal, saberse y sentirse amado y conocido hasta lo más recóndito de nuestro ser, adorar al Padre en espíritu y en verdad, más allá de las estructuras cultuales de la religión y escuchar la inefable voz del Amado que nos dice “Soy Yo, el que habla contigo
Saciemos pues nuestra sed con la Palabra y saciemos la sed de la Palabra con nuestra entrega confiada y amorosa.

 Gracia y paz.

martes, 11 de marzo de 2014

AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 16 DE MARZO DE 2014 2 ° DE CUARESMA CICLO A

Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 16 de marzo. El tema es el de la itinerancia espiritual como característica irrenunciable de los discípulos de Cristo. A partir del texto de Gn 12,1-4a.

VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-16-marzo-2014-2-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2912680_1.html

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 16 DE MARZO DE 2014 2 ° DE CUARESMA CICLO A

1. Lecturas
Gn 12,1-4a: En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.» Abrán marchó, como le había dicho el Señor.
Sal 32,4-5.18-19.20.22; La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
 2 Timoteo1, 8b-10: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
Mt 17,1-9: En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»



2. Reflexión
La humanidad que marcha desde la intrascendencia hacia la visión del Hijo del hombre transfigurado.
Jorge Arévalo Nájera
El texto que hoy nos presenta la liturgia de la Palabra como primera lectura, tomado del libro del Génesis, constituye indudablemente una página fundacional para el pueblo de Israel. Se trata ni más ni menos que del inicio de la historia de la salvación mediante el llamado que Dios hace a un ilustre desconocido llamado Abrán para que deje su tierra y sus padres y se ponga en marcha hacia una tierra desconocida, dejando atrás la seguridad de su parentela y su lugar de origen.
Según el texto, lo único que mueve al patriarca es la promesa del extrañísimo Dios de las montañas (Yah o Yahu, una divinidad semita) que asegura le dará una tierra en posesión –lo cual es extraño porque a decir del mismo texto, Abrán ya poseía una tierra heredada por sus padres- y una prole tan numerosa que podrá ser llamada “pueblo”.
Pero la cosa no para allí, la promesa también incluye convertirlo en centro que irradie bendición universal para todos los pueblos del mundo e inclusive un anatema para todos aquellos que quieran hacerle daño.  Analicemos con mayor detalle los tres ejes sobre los que gira la nueva vida que el patriarca decide asumir:
1. Tierra abandonada/prometida: la tierra, en la simbólica semita posee -además de la evidente dimensión espacial como lugar físico en el que el ser humano puede desenvolverse, crecer y madurar-, una connotación religiosa, pues la tierra física se convierte en espacio teológico al realizar el culto a la divinidad. Poseer una tierra propia es garantizar la libertad de culto y por lo tanto el encuentro con Dios.
 Si ya Abrán poseía una tierra –en la que seguramente se adoraban otros dioses- y Dios le saca de ella para darle en posesión una tierra nueva, entonces de lo que se trata es de deslegitimar toda otra adoración y promover el culto a Yah, que posteriormente será aceptado por todos los clanes o tribus israelitas como el Dios supremo y será llamado Yahvé y en la época de Moisés finalmente será proclamado como el único Dios verdadero.
A nivel espiritual, el texto es prototipo de la vida cristiana y en el periplo de Abrán se prefigura una constante discipular: la marcha, la movilidad permanente, la itinerancia espiritual como punto de partida y permanente clave del seguimiento de Cristo. Abrán se mueve al compás de la voz de Dios, de inmediato, sin chistar, no se pone  a reparar en gastos o en previsiones a detalle, simplemente escucha la voz que le hace una indicación y se pone en marcha abandonando la tierra que le pertenecía –símbolo de la caducidad de los cultos paganos y de la interrelación humana basada en la imagen de la divinidad que esos cultos expresaban- para ir en pos de una nueva tierra donde se adorará al Dios verdadero y en donde se creará una sociedad alternativa fundamentada en la alianza y la fidelidad de Dios.
Resulta evidente que para nosotros, los discípulos del siglo XXI, la itinerancia no consiste en el abandono de una tierra física –al menos no en forma general-, pero sí del “lugar” espiritual en el que actualmente estamos situados, pues cualquiera que sea la situación, pronto ha de convertirse –si permanecemos demasiado tiempo instalados en ella- en lugar de opresión, de vacío del Dios nómada al que se le encuentra en la marcha.
Este tiempo de Cuaresma, en el que se nos ha invitado el pasado Miércoles de Ceniza y en el 1er domingo de Cuaresma, a iniciar un  proceso de conversión de cara a la propuesta del Evangelio, es tiempo oportuno para emprender de nuevo el camino que Dios nos irá marcando con su cayado, levantando la mirada más allá de todo logro adquirido para atisbar la promesa que jalona la historia.
2. Abandono de la casa paterna: la casa es símbolo de la familia, del lugar donde se reciben las tradiciones ancestrales e inclusive la identidad personal. En efecto, en la cultura oriental semita –cuna de la Sagrada Escritura- la persona no se entiende a sí misma como un ser individual desvinculado del clan familiar, su mentalidad es profundamente gregaria y corporativa y la familia es la “célula” primaria donde se introyecta esa mentalidad.
Abandonar la casa paterna no significa simplemente mudarse de residencia para iniciar la vida conyugal, significa dejar atrás el pasado de las tradiciones ancestrales que me dan identidad y me aseguran un lugar al interior de la sociedad. Significa hacerse trashumante, abandonar la seguridad de lo ya conocido para aventurarse en experiencias inéditas que además, al ser iniciativas de Dios, serán incontrolables y por ello mismo generadoras de inestabilidad. Pero al mismo tiempo, son espacio privilegiado para el abandono y la confianza, para la apertura a la sorpresa y la experiencia de su providencia y amor inefable.
Permítame Usted, amable lector contarle una experiencia de este tipo. Hace algunos años desperté con la urgente necesidad de ir más allá de una práctica religiosa acomodaticia. Apenas unos días antes había conocido al P. Corres, que hoy –lo digo con orgullo- funge como mi pastor, le hablé por teléfono y solicité una cita para hablar con él. Le presente mis inquietudes y me envió con un querido amigo –Carlos Cortés- para ver en que podría yo ayudar en la pastoral que se llevaba a cabo en un pintoresco poblado de la ciudad de México llamado a sí mismo “Pueblo Quieto”. Encaminé mis pasos, lleno de dudas y miedos, lo cual no mejoró mucho al encontrarme con él, pues sin ningún miramiento me encomendó dar un curso bíblico.
Soy por naturaleza tímido y retraído, los públicos numerosos no me atraen pues me causan sensación de inseguridad, simplemente les comento que de pequeño solía esconderme debajo de la cama cuando llegaban visitas y muchas ocasiones me quedaba allí hasta que mi madre me rescataba –ya dormido, claro está- para llevarme a la cama una vez que se habían marchado las visitas. Y ya de más grandecito, cuando por ventura me tocaba exponer algún tema frente al grupo en la escuela, simplemente no dormía bien la semana previa al nefasto acontecimiento.
Ya podrán Ustedes imaginar lo que sentí ante la encomienda de mi querido amigo Carlos. Sin embargo, cuando me encontré frente al numeroso grupo que aguardaba el curso, me sentí tan inseguro e incapaz de llevar a cabo decentemente la charla, que no tuve otro remedio que abandonarme por completo a la providencia de Dios y con todo el descaro del mundo le dije “Señor, ahora habla tú, ya que me has puesto aquí, supongo que tienes algo que decirle a toda esta gente, porque de plano yo no tengo la menor idea”.
Y créanme, Dios habló durante dos horas ininterrumpidas. Fue una experiencia inolvidable de la cual hoy mismo me alimento cada vez que debo internarme por senderos desconocidos.
3. La prole: Para la mentalidad bíblica de la época patriarcal e inclusive de todo el Antiguo Testamento hasta antes de la redacción de la literatura sagrada del siglo II a.C, el concepto de “resurrección” o “vida eterna” es desconocido. Esto no quiere decir que no hubiera una orientación hacia la definitividad de la vida, simplemente  no había llegado aún la madurez de la revelación. La manera de expresar esta orientación hacia la permanencia más allá de las coordenadas espacio-temporales era mediante el deseo de una prole numerosa y una larga vida –siempre intrahistórica-.
Sabemos que Abrán era estéril y que en esa cultura eso era un estigma terrible que causaba la discriminación y el repudio. Las palabras de Dios debieron significar una tremenda motivación para el anciano patriarca y hoy deberían ser también una motivación suficiente para los creyentes del siglo XXI.
¿Cómo entender esa promesa? Ciertamente no en sentido biologicista (incontables hijos consanguíneos), sino en sentido de fecundidad espiritual. Cuando nos atrevemos a marchar al compás de la voz de Dios, encandilados por la promesa de plenitud que encierran sus palabras, no solamente encontramos plenitud personal sino que nos tornamos seres fecundos, portadores del sentido auténtico de la vida, capaces de comunicar vitalmente la Buena Noticia de que Dios camina con nosotros por los vericuetos de la vida y los escarpados montes  de la existencia.
Así, seremos nómadas de Dios que marchan incesantemente desde la intrascendencia hasta el Tabor donde se nos transfigura el Hijo del hombre para mostrarnos el destino que nos aguarda.

Gracia y paz.

lunes, 3 de marzo de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 9 DE MARZO DE 2014 1° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

1. Lecturas
Génesis 2,7-9; 3,1-7: << El Señor Dios formó al hombre polvo de la tierra, sopló en su nariz un aliento de vida, y vino a ser el hombre un viviente. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era la más astuta de las creaturas del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?" La mujer respondió a la serpiente: "Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte."" La serpiente replicó a la mujer: "No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal." La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó el fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. >>
Sal 50: << Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa,  lava del todo mi delito,  limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa,  tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;  no me arrojes lejos de tu rostro,  no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación,  afiánzame con espíritu generoso.  Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.  >>
Romanos 5,12-19: << Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud.
Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. >>
Mateo 4,1-11: << En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." "Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios." "Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto." "Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. >>
2. Reflexión
Tentados igual que su Maestro
Jorge Arévalo Nájera
Hemos celebrado, apenas el miércoles pasado, el Miércoles de Ceniza, cuya finalidad es dar formal inicio al tiempo cuaresmal e invitarnos, ya desde el principio a asumir una actitud de reconocimiento de nuestros pecados personales y sociales y a abrirnos a la fuerza liberadora y salvífica del Evangelio.
Este domingo, primero de Cuaresma, las lecturas proclamadas ahondan en el origen del pecado y trazan un horizonte de esperanza en la resolución que Dios ha dado en su proyecto de salvación al dilema del mal. Pero estemos atentos, no debemos quedarnos en una lectura teórica de los textos bíblicos, porque estos fueron escritos para ser vividos, para iluminar y liberar en el aquí y el ahora personal y comunitario.
Hagamos pues un brevísimo análisis de las lecturas. En el texto del libro del Génesis,  mediante un hermoso relato simbólico y mito poemático (pertenece al género literario llamado así) el autor nos presenta los orígenes teológicos del mal en el mundo. No se trata pues de un relato historiográfico que nos aporte datos comprobables sucedidos en el tiempo y el espacio a un par de seres humanos llamados Adán y Eva. La verdad salvífica del relato se encuentra en el nivel teológico y existencial, no en el anecdótico. Esto quiere decir que lo que sucede a los personajes del relato –que nos simbolizan a Usted y a mí querido lector- sigue sucediendo hoy en nuestras vidas y la dramaticidad de las consecuencias de las decisiones que toman de cara a la Palabra es una posible realidad de la que nos advierte amorosa, pero firmemente nuestro Señor.
El primer dato que nos revela el texto es de carácter antropológico, es decir, que atañe a nuestra constitución más íntima como seres humanos; fuimos creados polvo y aliento, radical indigencia y finitud (polvo), pero ese polvo está alentado por Dios mismo. La conjunción dialéctica entre estas dos dimensiones del ser, es lo que da como resultado un auténtico viviente.
Absolutizar la dimensión “polvo” mutila la trascendencia, anula la proyección hacia la plena realización, achaparra los horizontes hasta el colapso y asfixia al hombre sobre sí mismo, lo encierra en la más feroz intramundanidad y le convierte en un depredador voraz al que lo único que le interesa (porque piensa que es lo único que tiene) es satisfacer sus más apremiantes instintos. ¿Qué fue lo que hizo la mujer (símbolo de todos los seres humanos) y que permitió la irrupción del mal (pecado) en la historia? ¡Escuchó una palabra que proviene de lo creatural, de lo que es polvo e inconsistencia  (simbolizado por la serpiente) y así, dejó de lado la indicación imperativa de Dios, única Palabra que merece ser escuchada (aliento divino)!
Es entonces que la mujer ve que el árbol de la sabiduría (capacidad de discernir entre lo que lleva a la vida o plenitud y lo que lleva a la muerte o fracaso existencial) es apetecible para comerlo. El problema no está en querer ser sabio, más bien está en la forma de querer lograr la sabiduría. La sabiduría nos viene como un don que llega de la escucha paciente y atenta de la Palabra/Espíritu, que discierne en nuestros corazones lo que nos conviene o no, lo que nos lleva a la vida o a la muerte. Querer apropiarse de la sabiduría es una blasfemia, es como decirle a Dios “mira, guárdate tu Palabra, que a mí me basta y sobra con los criterios que provienen de mí mismo, del mundo, de la cultura, etc.”
Una vez que has decidido desoír la Palabra y prestar adhesión a las creaturas, las consecuencias se hacen venir por sí solas; la mujer comparte el fruto apetecido (sabiduría mundana) y da inicio una espiral de disgregación del ser que culmina en violencia, homicidio y destrucción cósmica.
Por el otro lado, absolutizar la dimensión “aliento divino” genera una mentalidad evasiva del mundo y sus exigencias, de sus dolores y angustias, de sus esperanzas y miserias. Es también, una mentalidad alienante de superioridad sobre los demás y el hombre acaba olvidando su dimensión de radical dependencia para con Dios y se convierte en un monstruo de egoísmo que acaba aplastando a los demás con tal de imponer sus criterios.
El Señor nos aporta una revelación de vital importancia, no olvidemos que somos polvo alentado por Dios, porque el conocer y asumir estas dos dimensiones de nuestro ser nos permitirá afrontar el pecado y –con la gracia- salir de él.
En el Salmo, el autor, contemplando horrorizado este panorama desolador, clama por la intervención de Dios, apela a su misericordia, y reconociendo su connivencia (asociación) con el mal imperante, ruega por un corazón puro. El corazón, simboliza en la Biblia la sede de la sabiduría, desde él se toman las decisiones trascendentales para el creyente. Por ello, el corazón debe ser “puro”, o mejor traducido, “indiviso”, de una sola pieza, sin ambigüedades, que opta por Dios como criterio absoluto. Y pide también, como lógica consecuencia de la petición anterior, una boca que proclame alabanzas al Señor, que declare las gestas salvadoras de Dios en la propia historia y así el mundo entero se sienta invitado a gozar de estas maravillas.
Alguien podría preguntarse al atender la segunda lectura ¿no contradice Pablo la afirmación de que Adán y Eva son personajes simbólicos? ¿Cómo podemos participar de las consecuencias de un acto que no fue cometido por un personaje histórico?, más aún, ¿existió tal acto?
Vayamos por partes; Pablo, en su carta a los Romanos efectivamente afirma que a causa del pecado de uno, entro la muerte y el pecado en el mundo y así todos participamos del mismo, aún sin culpa personal. Es lo que afirma la Iglesia con el dogma del pecado original. Pero no es necesaria la historicidad de los personajes simbólicos para sostener teológicamente la comisión del pecado  y la solidaridad en el pecado de todos los seres humanos.
Aunque neguemos la historicidad de los personajes del relato genesíaco al que aludimos, dichos personajes representan a personas concretas e históricas, del pasado y del presente. Así, hubo un momento histórico en el que una persona o un grupo de personas decidieron por vez primera no escuchar a Dios y hacer caso omiso de su advertencia (ya sea que Dios la haya hecho llegar mediante la conciencia humana en el caso de los hombres que vivieron antes de la Revelación consignada por escrito o mediante una revelación explícita en el caso de aquellos que vivieron después de  dicha Revelación).
Por otro lado, la Biblia atestigua como dato revelado que existe una solidaridad ontológica entre todos los seres humanos y que por ello, participa –aún sin quererlo- de lo que resulta de los actos particulares de los  individuos. Por ello, Pablo puede afirmar que la muerte entró al mundo entero por el pecado de un hombre y del mismo modo, la salvación vino a resultar de la obediencia de Jesucristo, el nuevo Adán. ¿Cómo participaríamos de la salud que nos viene por Cristo si no fuéramos solidarios con la humanidad entera? ¡El Verbo asumió en su encarnación la naturaleza caída del hombre y por ello todos hemos sido redimidos!
El evangelio de Mateo nos muestra el camino de salida de la espiral destructiva en la que nos hicieron el favor de meternos nuestros ancestros. Se trata del relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Para entender y aplicar el texto en nuestro presente, conviene aclarar algunos malos entendidos y hacer algunas precisiones exegéticas.
No se trata de un relato que narre las peripecias de Jesús en el desierto geográfico enfrentándose al demonio con cola, pesuñas y cuernos de chivo. Es un relato profundamente teológico y catequético, lleno de simbolismos que habrá que descifrar para encontrar el mensaje de salvación.
Es una composición teológica del autor del evangelio que nos ocupa y que ilustra pedagógicamente las tentaciones que afrontó Jesús a lo largo de su ministerio público (el número tres hace alusión a la totalidad) y la forma en la que él afrontó dichas tentaciones para salir airoso. Por lo tanto, aquí podemos encontrar luz para afrontar exitosamente las tentaciones que se nos presentarán sin duda en nuestro camino como discípulos.
El primer simbolismo es el del desierto; en primerísimo lugar, el desierto es el lugar de la seducción, del enamoramiento entre Dios y su pueblo, es el lugar de la escucha de la Palabra, de la liberación de las idolatrías. Es también el lugar de la soledad del alma que se retira para escuchar a su amado y dejarse arrebatar por el fuego de su amor.
Precisamente por eso, es allí donde se presenta “el tentador”, el “padre de la mentira” que aborrece la comunión entre Dios y los hombres, y trata de seducir con su palabra mentirosa el veleidoso corazón humano. ¿Quiere Usted encontrarse realmente con Dios? ¡Entonces tiene que irse al desierto, romper con las esclavitudes que le impone la sociedad, con los ruidos que le impiden atender a la voz de Dios que viene primero como el suave susurro del amante que declara su amor!
¡Pero también debe prepararse para la batalla que se librará en su interior con el demonio que le tentará -como a Jesús-, que le incitará a abandonarse a las insinuaciones sensuales del triunfo fácil (convertir las piedras en panes), de no confiar en Dios sin ponerlo a prueba (tentación en el alero del templo), y de sujetarse a los poderes ideológicos del mundo (tentación en el pináculo del monte) para alcanzar poder y reconocimiento!
¿Cómo venció Jesús y cómo podemos vencer nosotros? ¡Escuchando paciente y atentamente la Palabra, rumiándola y meditándola sin descanso, aplastando toda moción que nos incite a cuestionarla o poner en duda su absolutez, poniendo en práctica los preceptos bíblicos del amor!
¡No hay recetas mágicas, el bautismo, es verdad, ha vencido la hegemonía y fuerza del pecado original y nos ha dado las herramientas espirituales para vivir en la perfección del amor, pero ello no nos dispensa del esfuerzo que la misma libertad exige de asumir la Palabra como norma de vida para vencer las tentaciones inherentes a la vida auténticamente cristiana!

Gracia y paz.