Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 6 de abril, 5o de Cuaresma, ciclo A.
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lunes, 31 de marzo de 2014
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 6 DE ABRIL DE 2014 5° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A
1. LECTURAS
Ezequiel
(37,12-14):
Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de
vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando
abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis
que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra
tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
Sal
129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos
atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién
podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. Mi alma
espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.
Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a
Israel de todos sus delitos.
Romanos (8,8-11): Los que viven sujetos a la carne
no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al
espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el
Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el
cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación
obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en
vosotros.
Juan
(11,3-7.17.20-27.33b-45):
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo:
«Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará
en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios
sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando
se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús
llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le
dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la
resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida:
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí,
no morirá para siempre.
¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo
creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: « ¿Dónde lo habéis enterrado?» Le
contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos
comentaban: « ¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto
los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús,
sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya
huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: « ¿No te he dicho que si
crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando
los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé
que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que
crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven
afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara
envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos
judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús,
creyeron en él.
2. REFLEXIÓN
Invitados a salir de
nuestros sepulcros para ver la gloria de Dios
Jorge Arévalo Nájera
¿Quién no ha
experimentado la muerte? Como pascua personal a todos nos tocará en un momento
u otro. Pero como experiencia ajena, todos la hemos sentido. Cercana o lejana.
En un familiar o un amigo. En los desastres naturales o las guerras que nos
traen todos los días los medios de comunicación. La muerte como realidad que
nos pilla de improviso o como proceso lento que nos afecta a nosotros mismos
cuando vemos que los años o la enfermedad nos van acortando las fuerzas y
limitando la vida.
La muerte está ahí.
Siempre presente. Por mucho que nuestra cultura nos haga vivir la ilusión de
ser siempre jóvenes, fuertes y guapos. Por mucho que nos empeñemos en cuidar la
salud a base de una buena alimentación, de hacer deporte y de seguir todos los consejos
médicos imaginables.
Todo con tal de
aferrarnos a la vida, a esta vida, que nos parece que es lo único que tenemos.
Aunque notemos que, como la arena de la playa, se nos escapa de entre los dedos
de las manos sin que podamos hacer nada ni sepamos a ciencia cierta cuánta
arena nos queda entre los dedos. Recuerdo ahora el chiste del sacerdote que
atiende a un moribundo con palabras de consuelo: “Mira, hijo, tienes que tener
confianza porque vas a ir a la casa del Padre.” Y el moribundo le responde:
“Dirá usted lo que quiera, pero como en la casa de uno en ningún sitio.” Es un
chiste pero refleja muy bien ese apego a la vida que todos tenemos. No podía
ser de otra manera porque es el mayor don que tenemos y los creyentes estamos
convencidos de que es un regalo que hemos recibido de Dios.
En Cuaresma, tiempo de encuentro con nuestra
realidad más honda, no podía faltar un momento de hacer presente ante nuestros
ojos la muerte y, por tanto, la vida. Y, como creyentes, poner esas realidades
en relación con Dios, en presencia de Dios.
El solemne y
esperanzador oráculo de Ezequiel (que predicó entre el 593 y el 571 a.C)
que nos presenta la primera lectura, escrito en los duros momentos del asedio y
la posterior deportación a Babilonia, pretende consolar al pueblo y abrirle
horizontes de esperanza. Aunque es posible y válido hacer una lectura
escatológica de este texto, en su momento histórico lo que pretende es
presentar un futuro de liberación intrahistórica al pueblo que está siendo
asolado y arrojado de su tierra para ser convertido en esclavo de la potencia
invasora. Así pues, la muerte que preocupa a Ezequiel no es la física (aunque
no la excluye) sino aquella que proviene de la pérdida de las realidades que
aseguraban identidad y vida a Israel: Tierra, Templo, Ley, Sacerdocio,
Monarquía.
Ante esta situación de
muerte (el rey era el garante de la fidelidad a la alianza, el culto era la
posibilidad de restituir la pureza y por lo tanto la pertenencia la comunidad de salvación, la Ley era la luz
que permitía caminar al pueblo en la historia y la tierra era el espacio vital
de encuentro con Yahvé), el profeta anuncia una realidad inédita en la que el
regreso a la tierra prometida será símbolo de una vida nunca antes soñada, la
vida que brota de la fuerza misma de Yahvé, una fuerza/soplo incontenible,
transformadora y creadora.
De hecho, a pesar de
todos los esfuerzos de Israel por vivir en fidelidad a la alianza, el fracaso
era el sino que marcaba la historia del pueblo de Dios. El destierro era un
castigo divino por esa infidelidad, Dios había entregado a sus hijos en manos
de los enemigos (al menos esa era la lectura profética de los acontecimientos),
pero dado que Dios es hesed
(misericordia sin límites), el tiempo de la restitución, del rescate y de la
gracia es siempre el horizonte definitivo que alienta al pueblo a salir de sus
pecados.
¿Cuántas veces nos
hemos encontrado sumergidos en situaciones dolorosísimas en las que todo parece
indicar que Dios nos ha abandonado a nuestra suerte y muy en el fondo
interpretamos en la más pura mentalidad del Antiguo Testamento que Dios nos ha
castigado por nuestras rebeliones? Recuerdo con dolorosa nitidez el caso de un
queridísimo amigo que alguna vez me confío el dolor que traía enterrado hasta
la médula y que lo atormentaba desde hacía ya muchos años, pero lo peor era que
ese dolor le condicionaba en todas sus dimensiones relacionales; simplemente no
podía perdonarse y mucho menos recibir el perdón de otros, ni siquiera si ese
Otro era el mismísimo Dios.
Así, se auto-boicoteaba
cada vez que una relación empezaba a ser significativa, o que un buen trabajo
se avecinaba o que empezaba a disfrutar de la vida, ¡era sin duda-así se decía
a sí mismo- imposible ser perdonado y me merezco toda suerte de desgracias!
Vivir así es sin duda
estar ya muerto, es cerrarse a la vida que es gozo y belleza simple y
sencillamente porque es un don de Dios y Él no da regalos viles sino árboles
deleitosos a la vista y buenos para comer. La muerte (espiritual o
pecado/opción fundamental idolátrica) es la antítesis de la vida y por ello, es
el enemigo de Dios y del hombre. La Escritura afirma de principio a fin, en
unidad admirable que finalmente Dios habrá de vencer a su enemigo (promesas
veterotestamentarias) y que de hecho ya lo ha hecho en Cristo Jesús
(cumplimiento neotestamentario).
La voz del profeta nos
grita a todos y cada uno de los deprimidos, de los que se sienten abandonados, de
los asolados por las vicisitudes de la vida… ¡Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y
sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago!
En consonancia perfecta
con el sentimiento que provocan estas palabras en el corazón del creyente, el
salmista (Salmo)[1]
clama desde lo más profundo de su ser por el socorro de su Dios/Hesed, de Él
espera su consuelo y el rescate. Se sabe miserable y en peligro de muerte–y
este es el primer paso del rescate, pues ¿quién quiere ser salvado si se siente
en situación de seguridad?- pero también se sabe en manos del que se define a
sí mismo como Misericordia sin límite. Sabe que el perdón es algo ya concedido,
que Dios no juzga al estilo humano –la balanza que pende en las manos de la
ciega dama justicia romana- sino que su juicio es vida y salvación para el
hombre y que su justicia se revela precisamente cuando actúa salvando, porque el
Ser de Dios se revela en su hacer.
No te sientas juzgado,
¡sábete amado!, amado sin límite, infundido del Espíritu con el que el Padre ha
levantado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y que te ha liberado
del poder de la carne (hombre cerrado sobre sí mismo y a los demás, y por lo
tanto excluyente de Dios en la construcción de su ser y quehacer histórico)
para sujetarte al poder del Espíritu de Cristo (carta a los Romanos).
Pero ¡ojo!, ese Espíritu es entrega de la vida, servicio permanente hacia los
desposeídos del mundo, es fuerza profética que denuncia las injusticias contra
los oprimidos, es solidaridad extrema que lleva a despojarse de todo con tal de
que el hermano no pase hambre o sed o frío. Esta es la nueva vida, la vida
auténtica de los resucitados… y lo demás son “chorradas” –como suele decir mi
maestro y amigo el P. César Corres-, ridícula mascarada, paganismo maquillado
con tintes cristianos.
Finalmente, el
evangelio de Juan, en una de las páginas bíblicas más
gloriosas, nos narra el episodio de la resurrección de Lázaro. Rescatemos
algunas ideas fuerza en consonancia con nuestra reflexión: resulta curioso que Jesús diga en principio
que la enfermedad de Lázaro no acabará en muerte y sin embargo, líneas adelante
se nos dice que para cuando llega Jesús, su amigo lleva ya cuatro días
enterrado. ¿Se habrá equivocado Jesús? ¿Deberemos buscar un mensaje simbólico y
teológico?
En efecto, la
enfermedad en la Biblia tiene siempre un carácter simbólico (el pecado en sus
múltiples manifestaciones) y en nuestro texto no se menciona la naturaleza de
la enfermedad, por lo que se abre el significado universal que apunta a la
confluencia en el personaje Lázaro de todos los semas del pecado. El
evangelista afirma que a pesar de la aparente definitividad de la muerte que se
ha enseñoreado de Lázaro, Jesús es la palabra definitiva que el Padre tiene
para el hombre. Marta, la hermana del difunto reprocha a Jesús que su ausencia
es la causa de la muerte de Lázaro. Marta tiene una imagen distorsionada de
Jesús, piensa que el Maestro es una especie de talismán que asegura la vida, no
ha entendido que la fe/adhesión a Jesús es la que posibilita la vida
definitiva, una fe que es compromiso maduro y responsable, una fe que es
empoderamiento y liberación para que sea el mismo hombre quien defina el rumbo
de su existencia…sepulcro y podredumbre o signo vivo de la gloria de Dios.
Gracia y paz.
[1]
Te recomiendo seguir el vínculo y escuchar una bella interpretación de este
Salmo. http://www.poderato.com/leondejuda/tras-los-pasos-de-jes-s/salmo-129
lunes, 24 de marzo de 2014
AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 30 DE MARZO DE 2014 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A
Les comparto el audio de mi reflexión para el 4° domingo de Cuaresma, Ciclo A. El tema es "La escucha y la obediencia como actitudes fundamentales de discípulo de Cristo".
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-30-marzo-2014-4-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2953352_1.html
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 30 DE MARZO DE 2014 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A
1. LECTURAS
1 S 16, 1.6-7.10-13 << En aquellos días, el
Señor le dijo a Samuel: "Llena el cuerno de aceite y vete, por encargo
mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey."
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su
ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en
su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la
apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos
ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el
Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?"
Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las
ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa
mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen
color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel:
"Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó el cuerno de aceite y lo
ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu
del Señor, y estuvo con él en adelante. >>
Sal 22 <<El Señor es mi pastor, nada me falta: /
en verdes praderas me hace reposar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y
repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre.
/ Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara
y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos;
/ me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. Tu bondad y tu
misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa
del Señor / por años sin término. >>
Ef 5,8-14 << Hermanos: En otro tiempo erais
tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda
bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor,
sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien
denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a
escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo
descubierto es luz. Pero eso dice: "Despierta, tú que duermes, levántate
de entre los muertos, y Cristo será tu luz." >>
Jn 9,1-41 << En aquel tiempo, al pasar Jesús vio
a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:
"Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?"
Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten
en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que
me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el
mundo, soy la luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro
con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a
la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los
vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es
ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros
decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy
yo." Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él
contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los
ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y
empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó:
"No sé." Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era
sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le
preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro
en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban:
"Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado."
Otros
replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban
divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que
te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta." [Pero
los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista,
hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo,
de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus
padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;
pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos,
nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede
explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos;
porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera
a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor,
preguntádselo a él." Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le
dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo
era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió
los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho
caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros
discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
"Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros
sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene."
Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y,
sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los
pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que
nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios,
no tendría ningún poder. "Le replicaron: "Empecatado naciste tú de
pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el
Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en
él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése
es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él. Jesús añadió:
"Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y
los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y
le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les
contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que
veis, vuestro pecado persiste.">>
2.
REFLEXIÓN
De un pastor que
da la vista a sus ovejas
Jorge Arévalo
Nájera
¡Ser o
no ser…es la cuestión!... Podríamos parafrasear la consagrada frase
dicha por Hamlet en el soliloquio de la obra homónima de William Shakespeare y
formularla de la siguiente manera: ¡Ver o no ver…es la cuestión! El drama de Hamlet es precisamente la angustia
que le produce el no poder descubrir el camino que le lleve a la posesión del
sentido de la vida, que ante sus ojos aparece como un terrible absurdo, un nudo
imposible de deshacer. En el fondo, el cuestionamiento que subyace en la
afirmación de Hamlet puede tematizarse como la incapacidad de ver el sentido de
lo real.
Bíblicamente,
el término “ver” tiene una doble valencia simbólica, por un lado tiene una
dimensión de apropiación, de dominio, de posesión. El hombre necesita “ver”
para dominar la realidad, para aprehenderla, integrarla en sus esquemas
interpretativos y proveerla de sentido y finalmente darle una utilidad
pragmática.
Esto,
que de ordinario es algo que necesitan hacer los hombres para su devenir
práctico en la vida y sin lo cual sería imposible lograr desarrollo alguno, en
el ámbito espiritual adquiere una connotación negativa. En su relación con el
Trascendente, fundamento de la realidad que queda inalcanzable al dominio
humano y que por lo tanto es por esencia inmanipulable e inapresable por las
categorías interpretativas siempre finitas de la creatura, la categoría del
“ver” se torna blasfema y se convierte en intento idolátrico por dominar a
Dios. No quiere decir que el hombre haya de renunciar a “ver”, pero su visión
no es fruto de su esfuerzo, sino don que viene de lo alto y que requiere de una
disposición espiritual previa: ¡La escucha!
Esto
responde a la naturaleza misma del hombre, que ha sido creado por Dios como
imagen suya, dialogante válido ante Él que es Palabra por antonomasia,
comunicación permanente, salida y entrega de continuo. ¿Qué requiere la Palabra
sino ser escuchada? ¿No es cierto que nuestra oración se convierte muchas veces
en soliloquio estéril, desahogo egoísta de nuestras frustraciones y angustias
en el que no dejamos ni un resquicio para la escucha de aquél que quiere
comunicarnos su Vida? ¡Dios habla!...si no lo escuchamos, ¿no será que
necesitamos revisar profundamente en qué condiciones anda nuestro “oído
espiritual”?
Como
todo sentido, el oído requiere ejercitarse para no atrofiarse, escuchar a Dios
requiere poner todo de nuestra parte, estar atentos permanentemente a su
comunicación en aquellos espacios en los cuales él prefiere hablar (los
pequeños, los marginados, los excluidos por la sociedad, la oración
contemplativa en la que nos callamos y disponemos a la escucha, los hermanos de
la comunidad que Dios nos ha regalado, el pastor que nos lleva a los verdes
pastos para que nos alimentemos, la celebración eucarística en la que sin lugar
a dudas Dios nos habla en su Palabra proclamada en asamblea). Cuando
escuchamos, entonces aparece la vista como un don que nos capacita para
descubrir en la urdimbre de los acontecimientos –tantas veces azarosos- de la
historia, la mano poderosa y el brazo extendido de Dios actuando para
liberarnos de la opresión y conducirnos a la tierra espaciosa y fructífera de
la plenitud.
Ahora
bien, la Biblia parte de la presuposición de que el hombre es ciego, incapaz de
descubrir por sí mismo el sentido
auténtico de lo real. Dado el talante plástico del lenguaje semita (pueblos del
medio oriente de habla árabe, aramea y hebrea), esta constatación se expresa
con imágenes simbólicas y en este caso, se usa la ceguera como símbolo de una
ineptitud espiritual más que física y a su vez, la imagen prototípica de la
ceguera es la oveja. En efecto, es bien sabido que este animal es prácticamente
ciego y que su supervivencia depende totalmente de la conducción del pastor
–sobre todo en el contexto semita, nomádico- que con el golpeteo incesante de
su cayado va guiando al rebaño a través de las escarpadas montañas del Sinaí.
El oído es pues el sentido que permite a la oveja sobrevivir y llegar a los
pastizales sabrosos y verdes donde alimentarse y satisfacer su sed.
Por
ello, la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel,
nos presenta el episodio de la elección y unción de David como Rey/pastor de
Israel. Este personaje bíblico llegó a representar el ideal del pastor (en un
principio, el rey era pastor por antonomasia que conducía al pueblo por los
senderos de Yahvé en fidelidad a la alianza). Bien sabemos por los hallazgos
históricos, que David fue un estratega militar y político fuera de serie, pero
cuya moral no era precisamente digna de ser imitada –baste recordar la
jugarreta que hace a su general Urías con tal de quedarse con su bella esposa-
y que sin embargo posee un algo que encandila el corazón de Dios <<…el Señor escudriña el interior. >>[1],
es simplemente el más pequeño, el insignificante, el que está detrás de las
ovejas.
Ya
se anuncia entonces una realidad que costará lágrimas de sangre a Israel –y
dicho sea de paso a todos los que nos decimos creyentes en el Dios
judeo-cristiano-, y me refiero al pastoreo. Y es que es fatigoso someterse a un
pastor humano, falaz como todos, pecador como todos y que sin embargo ha sido
ungido por Dios y su espíritu está sobre él. ¡Ah! si recordáramos esto cada vez
que se nos da una indicación pastoral y la soberbia nos hace creer que sabemos
más que el pastor por donde hemos de conducirnos. La cosa es clara y
contundente, el pastor que Dios nos ha elegido ha recibido un carisma que
nosotros NO TENEMOS y que la obediencia a las directrices pastorales no es
optativa si es que queremos ser congruentes con la fe cristiana.
Y
seamos más específicos, la obediencia existe verdaderamente cuando acatamos
directrices con las que no estamos de acuerdo, ¿estamos realmente obedeciendo
cuando la directriz pastoral está totalmente en consonancia con nuestros
criterios personales? No se trata de una obediencia servil o acrítica propia
del infantilismo espiritual, sino de una obediencia asumida desde la libertad y
el convencimiento de que el pastor es la instancia cualificada para
guiarme. Ante el conflicto con las
ordenanzas del pastor hay que discernir, cuestionar, informarnos, buscar el
consejo de personas doctas, orar y solamente desobedecer cuando en conciencia
descubrimos que la ordenanza pastoral es objetivamente contraria al Evangelio,
y hago hincapié en esto último, no cuando va en contra de nuestra sensibilidad
u opinión personal, sino ÚNICAMENTE CUANDO ES OBJETIVAMENTE CONTRARIA AL
EVANGELIO.
Cuaresma
es un buen momento para ejercitarnos en el arte de la obediencia, el mejor
remedio para la soberbia y el colirio indispensable para empezar a vislumbrar
el sentido de nuestra historia y el pastizal de plenitud donde restituir
nuestra vida.
Gracia y paz.
martes, 18 de marzo de 2014
AUDIO REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 23 DE MARZO DE 2014 3° DOMINGO ORDINARIO CICLO A
Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 23 de marzo de 2014. El tema es "La Palabra como el agua que sacia la sed"
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REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 23 DE MARZO DE 2014 3° DOMINGO ORDINARIO CICLO A
1. LECTURAS
Éxodo 17,3-7: << En aquellos
días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos has
hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y
a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer
con este pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a
Moisés: "Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de
Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete,
que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y
saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la
vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá,
por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor,
diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?" >>
Salmo 94: << Venid,
aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su
presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Entrad, postrémonos por
tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y
nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: "No
endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando
vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis
obras." >>
Romanos 5, 1-2.5-8: << Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe,
estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos
obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos,
apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu
Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin
fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas
habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atreviera uno
a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros
todavía pecadores, murió por nosotros. >>
Juan 4,5-42: << En aquel
tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que
dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del
camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de
beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La
samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que
soy samaritana?"
Porque los judíos no se
tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de
Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua
viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es
hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que
nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús
le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que
beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se
convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida
eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más
sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."[Él le dice: "Anda, llama a
tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido."
Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y
el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad. "La mujer le
dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en
este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en
Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que
ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a
uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el
Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto
deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a
venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le
dice: "Soy yo, el que habla contigo."[En esto llegaron sus discípulos
y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le
dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó
su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que
me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del
pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos
le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida
un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre
ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi
alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No
decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo
esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la
siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida
eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón
el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis
sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]En
aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había
dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando
llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se
quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a
la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo." >>
2. REFLEXIÓN
Una sed que sólo se sacia escuchando la Palabra
Jorge Arévalo Nájera
Israel está en el
desierto, ha salido de la tierra de esclavitud siguiendo al carismático
caudillo Moisés en busca de la tierra de la libertad y la abundancia. Pero a
poco, en cuanto la sed abrasadora lo acorrala, el pueblo titubea, duda de la presencia
de Dios y reclama exigiendo una prueba tangible de la providencia divina.
¿No es acaso evidente
el carácter paradigmático o ejemplar del texto bíblico, que nos describe a
todos y cada uno de los que nos hacemos llamar discípulos de Jesús y un día
decidimos fiarnos de su palabra y dejamos atrás seguridades y contentos para
internarnos en el desierto y encontrar la libertad que tanto ansiamos, pero que
en cuanto sentimos los rigores del desapego a los ídolos o nuestra seguridad se ve amenazada clamamos a
Dios exigiéndole pruebas de su cercanía y providencia?
Apenas hace algunos
días experimenté con mucha fuerza esta realidad en mi vida; iba en mi carro y
de pronto, en una esquina, se apareció un mendigo que extendiendo la mano
ennegrecida por la mugre me pedía una moneda. Mi primera reacción fue buscar
apresuradamente en mis bolsillos algo de cambio (¡como si de eso se tratara la
caridad cristiana!), pero lo único que hallé fue un billete de $500… ¿qué
hago?... si entrego el billete me quedo sin nada y necesito comprar algunas
cosas de la tienda… y claro, se puso el verde del semáforo y arranqué.
¿Qué fue lo que me
paralizó, lo que detuvo mi mano para no sacar el billete y compartirlo con ese
indigente?... ¿Está o no está el Señor en
medio de nosotros?, me pregunté igual que los israelitas y simplemente no
pude con la sensación de desprotección que experimenté al pensar en dar todo lo
que tenía, no confié en el Señor, no creí en su Palabra… << Vosotros no estéis preocupados por lo que
habréis de comer o vestir, que de eso vuestro Padre del Cielo se hace cargo,
vosotros ocupaos del Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por
añadidura. >>… a pesar de que en múltiples ocasiones he visto sus obras, como dice el
salmista.
Sin embargo, la
misericordia del Señor es siempre infinitamente más grande que nuestras
rebeliones y la sobreabundancia de su gracia derrota la abundancia de nuestro
pecado. Dios hizo –a través de Moisés- brotar agua de una roca para saciar la
sed del pueblo. Vayamos más allá de la lectura literalista del texto y
desentrañemos su sentido simbólico y espiritual. La roca o la piedra simboliza
dos cosas en la Biblia: por un lado representa a Dios mismo en cuanto fortaleza
y firme asidero del creyente en medio de la tribulación y por otro lado,
simboliza la Ley, la Toráh.
Las dos acepciones
simbólicas de la imagen de la roca pueden ser asumidas en el mensaje espiritual
del autor inspirado. Ante la tribulación que se presiente como muerte inminente
(en cualesquiera de las dimensiones de la muerte, no solamente la física), el
creyente debe buscar su salvación en una realidad que ya ha sido dada por Dios
y que es la Palabra revelada, consignada en la Sagrada Escritura y en la cual
Dios habita, la cual inclusive, Dios Es,
como lo afirmará el mismo Jesús en el texto de san Juan que nos ha sido
proclamado.
En la Palabra podemos
encontrar el agua que sacia nuestra sed abrasadora, de ella brota la vida que hidrata
nuestras almas agostadas y resecas. Pero hay un elemento en el texto que muchas
veces pasa desapercibido a los comentaristas; ¿por qué Dios no hace brotar el
agua directamente, sin intermediación de Moisés? ¡Porque Dios ha decidido, en
su infinita y sabia economía salvífica, que es necesaria la intermediación
humana para recibir la salvación de la Palabra y para ello hace uso de sus
pastores!
¡Cuánto nos gustaría
que Dios nos dispensara del fatigoso acto de la dependencia pastoral, que nos
hablara directamente y sin ambigüedades, que nos diera el conocimiento infuso
de sus misterios y su voluntad!, pero resulta que no es así, que exige de
nosotros la docilidad y la obediencia, la fe de creer que el pastor ejerce un
ministerio que Dios le ha encomendado y que es él quien ha de golpear la roca
para ayudarnos a extraer el agua que habrá de darnos vida. Claro que estoy
hablando de un pastor comprometido, que está al servicio de sus ovejas, que las
escucha y atiende diligentemente, que está permanentemente de cara al Señor en
la oración y que intercede por ellas, que sabe inclusive –como Moisés-
enfrentarse al Señor en buena lid con tal de salvar a su rebaño. Ante un pastor
de esta naturaleza, no hay para donde hacerse, o se obedece al pastor o se
queda fuera del alcance del manantial que brota para vida eterna.
Sin embargo, y a pesar
de la misericordia de Dios, la actitud desconfiada y altanera de Israel (y la
nuestra) ante la aparente ausencia divina en su necesidad, no deja de ser un
peligro latente en la vida espiritual. Por ello, el salmista (Sal 94) nos
conmina en su canto a estar atentos… << Ojalá
escuchéis hoy su voz: "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el
día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me
tentaron, aunque habían visto mis obras." >>
El peligro mortal
radica en la no escucha de la Palabra, en la cerrazón a sus mociones, a su
influjo salvífico que nos mueve hacia la vida. Un corazón endurecido es la consecuencia de la sordera ante la
Palabra. El corazón, sede simbólica de la sabiduría (capacidad de discernir el
bien y el mal) se esclerosa, pierde vida, se muere cuando no escucha y pierde
el rumbo cuando presta atención a otras voces que no son la de Dios. Estamos ni
más ni menos que ante el peligro y las nefastas consecuencias de la soberbia
original de los primeros padres, que prefirieron prestar adhesión a la voz de
la serpiente (símbolo de las voces creaturales) y desoyeron (actitud activa
opuesta) la voluntad de Dios expresada en su Palabra.
Ahora bien, Pablo, en
su carta a los Romanos,
al final del texto que se nos ha proclamado, nos hace una afirmación de
singular valía espiritual: el amor de Dios se prueba por el hecho de que Cristo
murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. El amor de Dios no es la paga
por nuestra conversión, es la fuerza invencible que nos es dada gratuitamente
para que podamos vencer al pecado y la tentación. Pero ese amor no es algo
intangible, es Cristo mismo, la roca firme, la piedra angular de la que brota
el manantial de vida eterna y que nos es comunicada. La roca de la que Moisés
hizo botar el agua es la prefigura de Cristo, verdadera y definitiva Roca/Ley
de la cual nos viene la salvación.
Del extraordinariamente
denso y bellísimo texto del evangelio de Juan que
hoy se nos proclama como palabra de Dios, solamente rescataré algunas ideas. Es
muy interesante notar que Juan invierte los roles en relación a los personajes
de la primera lectura; en el Éxodo, es Israel quien tiene sed, en el evangelio
es Jesús, quien cansado del camino se sienta sin más en el brocal del pozo y
dice a la mujer “Dame de beber”, infiriendo la sed que padece.
El pozo (de piedra)
simboliza la Ley antigua, por eso Jesús manifiesta pleno dominio sobre ella (se
sienta). La mujer simboliza al pueblo de Israel (siempre es así en la
simbología de Juan) que busca saciar su sed en la Ley/Palabra del Antiguo
Testamento, pero se ve sorprendida por la petición de Jesús, que requiere de su
comunidad/pueblo un agua que sólo ella puede darle: ¡Su fe, su respuesta de
amor y por amor, su cabeza reclinada en el pecho del Amado, sus fracasos y
sufrimientos puestos en la patena de la vida entregada en servicio y ofrecida
al Padre en el Hijo por el poder del Espíritu!
Sólo entonces es
posible gratuitamente beber del Pozo que
es Cristo, saciar la sed de infinito que habita en nuestro ser mortal, saberse
y sentirse amado y conocido hasta lo más recóndito de nuestro ser, adorar al
Padre en espíritu y en verdad, más allá de las estructuras cultuales de la
religión y escuchar la inefable voz del Amado que nos dice “Soy
Yo, el que habla contigo”
Saciemos pues nuestra
sed con la Palabra y saciemos la sed de la Palabra con nuestra entrega confiada
y amorosa.
Gracia y paz.
martes, 11 de marzo de 2014
AUDIO/REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 16 DE MARZO DE 2014 2 ° DE CUARESMA CICLO A
Les comparto el audio de mi reflexión para el domingo 16 de marzo. El tema es el de la itinerancia espiritual como característica irrenunciable de los discípulos de Cristo. A partir del texto de Gn 12,1-4a.
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-16-marzo-2014-2-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2912680_1.html
VÍNCULO AUDIO: http://www.ivoox.com/reflexion-16-marzo-2014-2-cuaresma-ciclo-a-audios-mp3_rf_2912680_1.html
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 16 DE MARZO DE 2014 2 ° DE CUARESMA CICLO A
1.
Lecturas
Gn 12,1-4a: En aquellos días, el Señor dijo a
Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te
mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y
será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te
maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.» Abrán
marchó, como le había dicho el Señor.
Sal
32,4-5.18-19.20.22;
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la
justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor
están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar
sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos
al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
2 Timoteo1, 8b-10: Toma parte en los duros trabajos
del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida
santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios
dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha
manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y
sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
Mt 17,1-9: En aquel tiempo, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una
montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el
sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron
Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a
Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía
estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz
desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al
oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y,
tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos.»
2. Reflexión
La humanidad que marcha
desde la intrascendencia hacia la visión del Hijo del hombre transfigurado.
Jorge
Arévalo Nájera
El texto que hoy nos
presenta la liturgia de la Palabra como primera lectura, tomado del libro del Génesis,
constituye indudablemente una página fundacional para el pueblo de Israel. Se
trata ni más ni menos que del inicio de la historia de la salvación mediante el
llamado que Dios hace a un ilustre desconocido llamado Abrán para que deje su
tierra y sus padres y se ponga en marcha hacia una tierra desconocida, dejando
atrás la seguridad de su parentela y su lugar de origen.
Según el texto, lo
único que mueve al patriarca es la promesa del extrañísimo Dios de las montañas
(Yah o Yahu, una divinidad semita) que asegura le dará una tierra en
posesión –lo cual es extraño porque a decir del mismo texto, Abrán ya poseía
una tierra heredada por sus padres- y una prole tan numerosa que podrá ser
llamada “pueblo”.
Pero la cosa no para
allí, la promesa también incluye convertirlo en centro que irradie bendición
universal para todos los pueblos del mundo e inclusive un anatema para todos
aquellos que quieran hacerle daño. Analicemos
con mayor detalle los tres ejes sobre los que gira la nueva vida que el
patriarca decide asumir:
1. Tierra
abandonada/prometida: la tierra, en la simbólica semita posee -además de la
evidente dimensión espacial como lugar físico en el que el ser humano puede
desenvolverse, crecer y madurar-, una connotación religiosa, pues la tierra
física se convierte en espacio teológico al realizar el culto a la divinidad.
Poseer una tierra propia es garantizar la libertad de culto y por lo tanto el
encuentro con Dios.
Si ya Abrán poseía una tierra –en la que
seguramente se adoraban otros dioses- y Dios le saca de ella para darle en
posesión una tierra nueva, entonces de lo que se trata es de deslegitimar toda
otra adoración y promover el culto a Yah,
que posteriormente será aceptado por todos los clanes o tribus israelitas como
el Dios supremo y será llamado Yahvé y en la época de Moisés finalmente será
proclamado como el único Dios verdadero.
A nivel espiritual, el
texto es prototipo de la vida cristiana y en el periplo de Abrán se prefigura
una constante discipular: la marcha, la movilidad permanente, la itinerancia
espiritual como punto de partida y permanente clave del seguimiento de Cristo. Abrán
se mueve al compás de la voz de Dios, de inmediato, sin chistar, no se
pone a reparar en gastos o en
previsiones a detalle, simplemente escucha la voz que le hace una indicación y
se pone en marcha abandonando la tierra que le pertenecía –símbolo de la
caducidad de los cultos paganos y de la interrelación humana basada en la
imagen de la divinidad que esos cultos expresaban- para ir en pos de una nueva
tierra donde se adorará al Dios verdadero y en donde se creará una sociedad
alternativa fundamentada en la alianza y la fidelidad de Dios.
Resulta evidente que
para nosotros, los discípulos del siglo XXI, la itinerancia no consiste en el
abandono de una tierra física –al menos no en forma general-, pero sí del
“lugar” espiritual en el que actualmente estamos situados, pues cualquiera que
sea la situación, pronto ha de convertirse –si permanecemos demasiado tiempo
instalados en ella- en lugar de opresión, de vacío del Dios nómada al que se le
encuentra en la marcha.
Este tiempo de
Cuaresma, en el que se nos ha invitado el pasado Miércoles de Ceniza y en el
1er domingo de Cuaresma, a iniciar un
proceso de conversión de cara a la propuesta del Evangelio, es tiempo
oportuno para emprender de nuevo el camino que Dios nos irá marcando con su
cayado, levantando la mirada más allá de todo logro adquirido para atisbar la
promesa que jalona la historia.
2. Abandono de la casa
paterna: la casa es símbolo de la familia, del lugar donde se
reciben las tradiciones ancestrales e inclusive la identidad personal. En
efecto, en la cultura oriental semita –cuna de la Sagrada Escritura- la persona
no se entiende a sí misma como un ser individual desvinculado del clan
familiar, su mentalidad es profundamente gregaria y corporativa y la familia es
la “célula” primaria donde se introyecta esa mentalidad.
Abandonar la casa
paterna no significa simplemente mudarse de residencia para iniciar la vida
conyugal, significa dejar atrás el pasado de las tradiciones ancestrales que me
dan identidad y me aseguran un lugar al interior de la sociedad. Significa
hacerse trashumante, abandonar la seguridad de lo ya conocido para aventurarse
en experiencias inéditas que además, al ser iniciativas de Dios, serán incontrolables
y por ello mismo generadoras de inestabilidad. Pero al mismo tiempo, son
espacio privilegiado para el abandono y la confianza, para la apertura a la
sorpresa y la experiencia de su providencia y amor inefable.
Permítame Usted, amable
lector contarle una experiencia de este tipo. Hace algunos años desperté con la
urgente necesidad de ir más allá de una práctica religiosa acomodaticia. Apenas
unos días antes había conocido al P. Corres, que hoy –lo digo con orgullo-
funge como mi pastor, le hablé por teléfono y solicité una cita para hablar con
él. Le presente mis inquietudes y me envió con un querido amigo –Carlos Cortés-
para ver en que podría yo ayudar en la pastoral que se llevaba a cabo en un
pintoresco poblado de la ciudad de México llamado a sí mismo “Pueblo Quieto”.
Encaminé mis pasos, lleno de dudas y miedos, lo cual no mejoró mucho al
encontrarme con él, pues sin ningún miramiento me encomendó dar un curso
bíblico.
Soy por naturaleza
tímido y retraído, los públicos numerosos no me atraen pues me causan sensación
de inseguridad, simplemente les comento que de pequeño solía esconderme debajo
de la cama cuando llegaban visitas y muchas ocasiones me quedaba allí hasta que
mi madre me rescataba –ya dormido, claro está- para llevarme a la cama una vez
que se habían marchado las visitas. Y ya de más grandecito, cuando por ventura
me tocaba exponer algún tema frente al grupo en la escuela, simplemente no
dormía bien la semana previa al nefasto acontecimiento.
Ya podrán Ustedes
imaginar lo que sentí ante la encomienda de mi querido amigo Carlos. Sin
embargo, cuando me encontré frente al numeroso grupo que aguardaba el curso, me
sentí tan inseguro e incapaz de llevar a cabo decentemente la charla, que no
tuve otro remedio que abandonarme por completo a la providencia de Dios y con
todo el descaro del mundo le dije “Señor, ahora habla tú, ya que me has puesto
aquí, supongo que tienes algo que decirle a toda esta gente, porque de plano yo
no tengo la menor idea”.
Y créanme, Dios habló
durante dos horas ininterrumpidas. Fue una experiencia inolvidable de la cual
hoy mismo me alimento cada vez que debo internarme por senderos desconocidos.
3. La prole:
Para la mentalidad bíblica de la época patriarcal e inclusive de todo el
Antiguo Testamento hasta antes de la redacción de la literatura sagrada del
siglo II a.C, el concepto de “resurrección”
o “vida eterna” es desconocido. Esto
no quiere decir que no hubiera una orientación hacia la definitividad de la
vida, simplemente no había llegado aún
la madurez de la revelación. La manera de expresar esta orientación hacia la
permanencia más allá de las coordenadas espacio-temporales era mediante el
deseo de una prole numerosa y una larga vida –siempre intrahistórica-.
Sabemos que Abrán era
estéril y que en esa cultura eso era un estigma terrible que causaba la
discriminación y el repudio. Las palabras de Dios debieron significar una tremenda
motivación para el anciano patriarca y hoy deberían ser también una motivación
suficiente para los creyentes del siglo XXI.
¿Cómo entender esa
promesa? Ciertamente no en sentido biologicista (incontables hijos
consanguíneos), sino en sentido de fecundidad espiritual. Cuando nos atrevemos
a marchar al compás de la voz de Dios, encandilados por la promesa de plenitud
que encierran sus palabras, no solamente encontramos plenitud personal sino que
nos tornamos seres fecundos, portadores del sentido auténtico de la vida,
capaces de comunicar vitalmente la Buena Noticia de que Dios camina con
nosotros por los vericuetos de la vida y los escarpados montes de la existencia.
Así, seremos nómadas de
Dios que marchan incesantemente desde la intrascendencia hasta el Tabor donde
se nos transfigura el Hijo del hombre para mostrarnos el destino que nos
aguarda.
Gracia y paz.
lunes, 3 de marzo de 2014
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 9 DE MARZO DE 2014 1° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A
1. Lecturas
Génesis 2,7-9; 3,1-7: << El Señor Dios formó al hombre polvo de la tierra, sopló en su
nariz un aliento de vida, y vino a ser el hombre un viviente. El Señor Dios
plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había
modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de
ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en medio del jardín, y el
árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era la más astuta de las
creaturas del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
"¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del
jardín?" La mujer respondió a la serpiente: "Podemos comer los frutos
de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del
jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de
muerte."" La serpiente replicó a la mujer: "No moriréis. Bien
sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en
el conocimiento del bien y del mal." La mujer vio que el árbol era
apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó el fruto, comió
y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los
dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y
se las ciñeron. >>
Sal 50: <<
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi
culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi
culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Oh, Dios, crea
en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la
alegría de tu salvación, afiánzame con
espíritu generoso. Señor, me abrirás los
labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
>>
Romanos 5,12-19: << Hermanos: Lo
mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte,
y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque
antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no
había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso
sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era
figura del que había de venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y
el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia
otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre,
Jesucristo, sobró para la multitud.
Y tampoco hay
proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de
uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria,
mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia
absolutoria. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte,
por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo,
vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de
la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos,
también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la
desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia
de uno todos se convertirán en justos. >>
Mateo 4,1-11: << En aquel
tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el
diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin
sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó,
diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios." "Entonces el diablo lo lleva a
la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo
de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que
cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No
tentarás al Señor, tu Dios." "Después el diablo lo lleva a una
montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:
"Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo
Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto." "Entonces lo dejó el diablo, y se
acercaron los ángeles y le servían. >>
2. Reflexión
Tentados igual que su
Maestro
Jorge Arévalo Nájera
Hemos celebrado, apenas el miércoles pasado, el Miércoles de
Ceniza, cuya finalidad es dar formal inicio al tiempo cuaresmal e invitarnos,
ya desde el principio a asumir una actitud de reconocimiento de nuestros
pecados personales y sociales y a abrirnos a la fuerza liberadora y salvífica
del Evangelio.
Este domingo, primero de Cuaresma, las lecturas proclamadas
ahondan en el origen del pecado y trazan un horizonte de esperanza en la
resolución que Dios ha dado en su proyecto de salvación al dilema del mal. Pero
estemos atentos, no debemos quedarnos en una lectura teórica de los textos
bíblicos, porque estos fueron escritos para ser vividos, para iluminar y
liberar en el aquí y el ahora personal y comunitario.
Hagamos pues un brevísimo análisis de las lecturas. En el
texto del libro del Génesis, mediante
un hermoso relato simbólico y mito poemático (pertenece al género literario
llamado así) el autor nos presenta los orígenes teológicos del mal en el mundo.
No se trata pues de un relato historiográfico que nos aporte datos comprobables
sucedidos en el tiempo y el espacio a un par de seres humanos llamados Adán y
Eva. La verdad salvífica del relato se encuentra en el nivel teológico y
existencial, no en el anecdótico. Esto quiere decir que lo que sucede a los
personajes del relato –que nos simbolizan a Usted y a mí querido lector- sigue
sucediendo hoy en nuestras vidas y la dramaticidad de las consecuencias de las
decisiones que toman de cara a la Palabra es una posible realidad de la que nos
advierte amorosa, pero firmemente nuestro Señor.
El primer dato que nos revela el texto es de carácter antropológico,
es decir, que atañe a nuestra constitución más íntima como seres humanos;
fuimos creados polvo y aliento, radical indigencia y finitud (polvo), pero ese
polvo está alentado por Dios mismo. La conjunción dialéctica entre estas dos
dimensiones del ser, es lo que da como resultado un auténtico viviente.
Absolutizar la dimensión “polvo” mutila la trascendencia,
anula la proyección hacia la plena realización, achaparra los horizontes hasta
el colapso y asfixia al hombre sobre sí mismo, lo encierra en la más feroz
intramundanidad y le convierte en un depredador voraz al que lo único que le
interesa (porque piensa que es lo único que tiene) es satisfacer sus más
apremiantes instintos. ¿Qué fue lo que hizo la mujer (símbolo de todos los
seres humanos) y que permitió la irrupción del mal (pecado) en la historia?
¡Escuchó una palabra que proviene de lo creatural, de lo que es polvo e
inconsistencia (simbolizado por la
serpiente) y así, dejó de lado la indicación imperativa de Dios, única Palabra
que merece ser escuchada (aliento divino)!
Es entonces que la mujer ve que el árbol de la sabiduría
(capacidad de discernir entre lo que lleva a la vida o plenitud y lo que lleva
a la muerte o fracaso existencial) es apetecible para comerlo. El problema no
está en querer ser sabio, más bien está en la forma de querer lograr la
sabiduría. La sabiduría nos viene como un don que llega de la escucha paciente
y atenta de la Palabra/Espíritu, que discierne en nuestros corazones lo que nos
conviene o no, lo que nos lleva a la vida o a la muerte. Querer apropiarse de
la sabiduría es una blasfemia, es como decirle a Dios “mira, guárdate tu
Palabra, que a mí me basta y sobra con los criterios que provienen de mí mismo,
del mundo, de la cultura, etc.”
Una vez que has decidido desoír la Palabra y prestar adhesión
a las creaturas, las consecuencias se hacen venir por sí solas; la mujer
comparte el fruto apetecido (sabiduría mundana) y da inicio una espiral de
disgregación del ser que culmina en violencia, homicidio y destrucción cósmica.
Por el otro lado, absolutizar la dimensión “aliento divino”
genera una mentalidad evasiva del mundo y sus exigencias, de sus dolores y
angustias, de sus esperanzas y miserias. Es también, una mentalidad alienante
de superioridad sobre los demás y el hombre acaba olvidando su dimensión de
radical dependencia para con Dios y se convierte en un monstruo de egoísmo que
acaba aplastando a los demás con tal de imponer sus criterios.
El Señor nos aporta una revelación de vital importancia, no
olvidemos que somos polvo alentado por Dios, porque el conocer y asumir estas
dos dimensiones de nuestro ser nos permitirá afrontar el pecado y –con la
gracia- salir de él.
En el Salmo,
el autor, contemplando horrorizado este panorama desolador, clama por la
intervención de Dios, apela a su misericordia, y reconociendo su connivencia
(asociación) con el mal imperante, ruega por un corazón puro. El corazón,
simboliza en la Biblia la sede de la sabiduría, desde él se toman las
decisiones trascendentales para el creyente. Por ello, el corazón debe ser
“puro”, o mejor traducido, “indiviso”, de una sola pieza, sin ambigüedades, que
opta por Dios como criterio absoluto. Y pide también, como lógica consecuencia
de la petición anterior, una boca que proclame alabanzas al Señor, que declare
las gestas salvadoras de Dios en la propia historia y así el mundo entero se
sienta invitado a gozar de estas maravillas.
Alguien podría preguntarse al atender la segunda lectura ¿no
contradice Pablo la afirmación de que Adán y Eva son personajes simbólicos?
¿Cómo podemos participar de las consecuencias de un acto que no fue cometido
por un personaje histórico?, más aún, ¿existió tal acto?
Vayamos por partes; Pablo, en su carta a los Romanos
efectivamente afirma que a causa del pecado de uno, entro la muerte y el pecado
en el mundo y así todos participamos del mismo, aún sin culpa personal. Es lo
que afirma la Iglesia con el dogma del pecado original. Pero no es necesaria la
historicidad de los personajes simbólicos para sostener teológicamente la
comisión del pecado y la solidaridad en
el pecado de todos los seres humanos.
Aunque neguemos la historicidad de los personajes del relato
genesíaco al que aludimos, dichos personajes representan a personas concretas e
históricas, del pasado y del presente. Así, hubo un momento histórico en el que
una persona o un grupo de personas decidieron por vez primera no escuchar a
Dios y hacer caso omiso de su advertencia (ya sea que Dios la haya hecho llegar
mediante la conciencia humana en el caso de los hombres que vivieron antes de
la Revelación consignada por escrito o mediante una revelación explícita en el
caso de aquellos que vivieron después de
dicha Revelación).
Por otro lado, la Biblia atestigua como dato revelado que
existe una solidaridad ontológica entre todos los seres humanos y que por ello,
participa –aún sin quererlo- de lo que resulta de los actos particulares de los
individuos. Por ello, Pablo puede
afirmar que la muerte entró al mundo entero por el pecado de un hombre y del
mismo modo, la salvación vino a resultar de la obediencia de Jesucristo, el
nuevo Adán. ¿Cómo participaríamos de la salud que nos viene por Cristo si no
fuéramos solidarios con la humanidad entera? ¡El Verbo asumió en su encarnación
la naturaleza caída del hombre y por ello todos hemos sido redimidos!
El evangelio de Mateo nos muestra el camino de salida de la
espiral destructiva en la que nos hicieron el favor de meternos nuestros
ancestros. Se trata del relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Para
entender y aplicar el texto en nuestro presente, conviene aclarar algunos malos
entendidos y hacer algunas precisiones exegéticas.
No se trata de un relato que narre las peripecias de Jesús en
el desierto geográfico enfrentándose al demonio con cola, pesuñas y cuernos de
chivo. Es un relato profundamente teológico y catequético, lleno de simbolismos
que habrá que descifrar para encontrar el mensaje de salvación.
Es una composición teológica del autor del evangelio que nos
ocupa y que ilustra pedagógicamente las tentaciones que afrontó Jesús a lo
largo de su ministerio público (el número tres hace alusión a la totalidad) y
la forma en la que él afrontó dichas tentaciones para salir airoso. Por lo
tanto, aquí podemos encontrar luz para afrontar exitosamente las tentaciones
que se nos presentarán sin duda en nuestro camino como discípulos.
El primer simbolismo es el del desierto; en primerísimo
lugar, el desierto es el lugar de la seducción, del enamoramiento entre Dios y
su pueblo, es el lugar de la escucha de la Palabra, de la liberación de las
idolatrías. Es también el lugar de la soledad del alma que se retira para
escuchar a su amado y dejarse arrebatar por el fuego de su amor.
Precisamente por eso, es allí donde se presenta “el
tentador”, el “padre de la mentira” que aborrece la comunión entre Dios y los
hombres, y trata de seducir con su palabra mentirosa el veleidoso corazón
humano. ¿Quiere Usted encontrarse realmente con Dios? ¡Entonces tiene que irse
al desierto, romper con las esclavitudes que le impone la sociedad, con los
ruidos que le impiden atender a la voz de Dios que viene primero como el suave
susurro del amante que declara su amor!
¡Pero también debe prepararse para la batalla que se librará
en su interior con el demonio que le tentará -como a Jesús-, que le incitará a
abandonarse a las insinuaciones sensuales del triunfo fácil (convertir las
piedras en panes), de no confiar en Dios sin ponerlo a prueba (tentación en el
alero del templo), y de sujetarse a los poderes ideológicos del mundo
(tentación en el pináculo del monte) para alcanzar poder y reconocimiento!
¿Cómo venció Jesús y cómo podemos vencer nosotros?
¡Escuchando paciente y atentamente la Palabra, rumiándola y meditándola sin
descanso, aplastando toda moción que nos incite a cuestionarla o poner en duda
su absolutez, poniendo en práctica los preceptos bíblicos del amor!
¡No hay recetas mágicas, el bautismo, es verdad, ha vencido
la hegemonía y fuerza del pecado original y nos ha dado las herramientas
espirituales para vivir en la perfección del amor, pero ello no nos dispensa
del esfuerzo que la misma libertad exige de asumir la Palabra como norma de
vida para vencer las tentaciones inherentes a la vida auténticamente cristiana!
Gracia y paz.
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