viernes, 31 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN DE AÑO NUEVO

“Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha hecho cercano. Conviértanse  y crean en la Buena Nueva.»” Mc 1, 14-15.
Dios, el Hombre y el Tiempo
Jorge Arévalo Nájera
Hoy termina el año, para algunos, lleno de logros y metas cumplidas, para otros, lleno de frustraciones y dolor, y tal vez, para la mayoría, simplemente un año más. Promesas y proyectos se dibujan en la mente… “el próximo año si que dejaré de fumar, o de comer en exceso, o por fin, me decidiré a llevar a cabo aquel plan que hace tanto tiempo anhelo y que aguarda en el rincón más alejado del corazón
Pero el tiempo se nos ha ido de entre las manos como el agua cristalina e inapresable del arroyo que en vano queremos retener entre las manos para llevarla ávidos a la boca y calmar nuestra sed. Para los que han tenido la dicha de vivir un año con metas alcanzadas o rodeados de sus seres queridos, el año se ha ido demasiado aprisa y quisieran que se prolongara eternamente. Para aquellos en los que predominó el dolor de sufrir la ausencia de los seres queridos que han partido o del trabajo fecundo arrebatado o del que causa la traición del amado, el año ha transcurrido lastimosamente lento y lo único que quieren es que de una vez por todas termine, con la esperanza de que –acaso mágicamente- el año nuevo traiga más alegría que sufrimiento. Y finalmente, para aquellos en los que a lo largo de los 365 días pasados predominó el tedio y el sinsentido de una vida carente de brillo y que parece ahogarse en sí misma, sin horizonte de futuro, da lo mismo que termine un año y comience otro, al fin y al cabo, “no hay nada nuevo bajo el sol” y la historia es un círculo interminable de acciones repetidas una y otra vez.
Sin embargo, Dios tiene una palabra que decir al respecto, sobre todo para los sufrientes o desesperanzados de la vida. Para los que no encuentran la salida, para los deprimidos y angustiados… para los favoritos del Señor de los Ejércitos. A ellos les digo: Levanten la mirada y el corazón, agucen el oído y escuchen lo que Dios tiene que decirles.
Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios” No se trata de una referencia anecdótica, la ubicación del inicio del ministerio de Jesús en el momento del apresamiento del Bautista, tiene una connotación teológica. Es anuncio de la irrupción de la luz en medio de la tiniebla, del aparente triunfo de las potencias que pretenden acallar la voz que prepara el camino del Señor. ¿No es verdad que en ocasiones –o a veces durante largos períodos de tiempo- nuestra existencia parece estar siendo engullida por el mal?, nos sentimos solos, perdidos en la inmensidad del mar cuyas olas bravías amenazan la frágil embarcación en la que cruzamos el mar de la vida.
Sin embargo, Dios viene a nuestro encuentro precisamente para rescatarnos, no de la fatiga de luchar contra las olas, sino de la desesperanza, del sentirnos totalmente a merced de esas olas. En efecto, Dios viene a empoderarnos sobre ellas y a tendernos la mano para hacer que caminemos sobre las olas, con la autoridad de los hijos de Dios. En medio de la tribulación, en medio de los Herodes de tu historia particular, que han decidido matar al Bautista que te invita a encontrarte con el Mesías, Jesús viene a ti con su palabra poderosa. No viene a ti en el poder o en el triunfo de los hombres, no viene en el brillo o el esplendor que los hombres tanto apetecen, te proclama la Buena Nueva desde la Galilea de los gentiles. Tampoco esta referencia geográfica es anecdótica, también tiene una significación teológica y espiritual: Galilea es símbolo de los marginados, de los despreciados, de los pequeños que no tienen voz ni voto. Jesús te habla desde la pequeñez –que es la auténtica grandeza-, desde la pobreza –que es la auténtica riqueza-, desde el fracaso –que es el verdadero triunfo- y por lo tanto, su voz sólo puede ser escuchada desde estas categorías.
Quizá este sea un buen momento para hacer una profunda revisión de las categorías existenciales que hemos asumido para encarar los retos de la vida. En muchas ocasiones nuestros fracasos y frustraciones tienen origen en un modo de entender la realidad que poco tienen que ver con el Evangelio. Cuando esperamos recompensa por nuestras acciones y lo único que recibimos es silencio o ingratitud, de inmediato nos sentimos defraudados, tristes o llenos de coraje. ¡Si tan solo descubriéramos la libertad que encierra el amor oblativo, ese amor que se derrama sin esperar nada a cambio y que se recrea en sí mismo, nada enturbiaría la alegría de amar!
Cuando pensamos que una determinada posición económica es necesaria para ser felices y resulta que las circunstancias de la vida nos llevan por los senderos de la austeridad, de inmediato surge el sentimiento de fracaso y la auto-estima se viene por los suelos. ¡Si descubriéramos el gozo eterno de un  espíritu que solamente se siente saciado y cobijado por la gracia divina y que sabe ser feliz en la abundancia y en la precariedad!
Estas y otras ideologías mundanas deben ser desterradas del corazón del creyente, que disponiendo su corazón a la Buena Nueva que proclama Jesús desde Galilea, abre la puerta a una plenitud gozosa que jamás termina.
<< Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha hecho cercano. Conviértanse  y crean en la Buena Nueva. >> Tiempo”, en griego puede decirse de dos formas: chronos –de donde viene cronología, crónica, cronómetro, etc.- y kairós. En el primer caso, se habla del tiempo físico, del transcurrir intra-histórico, es un tiempo mesurable y simplemente pragmático. En cambio, la segunda acepción de tiempo se refiere a un tiempo cualitativamente distinto, es el tiempo de Dios, su irrupción en las categorías espacio temporales, de tal modo que el mismo chronos se ve transformado, inhabitado, potenciado, subsumido en las categorías de lo eterno. Kairós es tiempo de gracia, de rescate, de plenitud, de llamado a una vida inédita –que es la misma vida de Dios-.
Por eso, el chronos humano se ha cumplido, se ha llenado hasta los bordes con la gracia divina, y ya no cabe esperar nada del futuro pues todo se nos ha dado en el presente. En efecto, el Reino de Dios se ha hecho cercano, está al alcance de la mano porque se ha hecho historia en Jesús, el Dios-con-nosotros. El tiempo, nuestro tiempo, no es una realidad que esté “fuera” de Dios, puesto que en Él somos nos movemos y existimos, nada queda fuera de Él. << El tiempo viene de la Trinidad, creado con la creación del mundo; se desenvuelve en el seno de la Trinidad, porque todo lo que existe, existe en Dios…; está destinado a la gloria de la Trinidad, cuando todo será recapitulado en el Hijo y entregado al Padre para que sea todo en todos. Vivir seriamente el tiempo, es por tanto, vivir en la Trinidad; buscar evadir el tiempo es huir del regazo divino que nos abriga. El cristianismo no es la religión que salva del tiempo y de la historia, sino que salva el tiempo y la historia. >>[1]
De aquí, que convertirse no es simplemente un cambio de código ético o moral, sino un cambio total de mentalidad, la asunción existencial de un modo de vida que se sumerge en el tiempo kairótico de Dios que así rescata al hombre del sinsentido de una historia circular e interminable para introducirlo en un espacio de salvación que se da en el aquí y el ahora.
Gracia y paz.
¡Que tengan un año 2011 lleno de gracia y bendiciones!


[1] Martini Carlo María, Estoy a la Puerta, Ed. San Pablo, Colombia, 1994, pp. 32-33.

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