martes, 12 de junio de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 17 DE JUNIO DE 2012 XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B


1.     LECTURAS
Ezequiel 17,22-24: << Así dice el Señor Dios: "Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas. Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré". >>
Salmo 91: << Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano; plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
2 Corintios 5,6-10: << Hermanos: Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Y es tal nuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo. >>
Marcos 4,26-34: << En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega." Dijo también: "¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas." Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado. >>



2.     REFLEXIÓN
Árboles bajo cuyas ramas pueden cobijarse todos
Jorge Arévalo Nájera
Resulta evidente que -a poco de fijarse con atención en las lecturas que hoy se nos proclaman-, el tema central que se aborda es el del Reino de Dios. Lo interesante será ir descubriendo las líneas teológicas y espirituales que se van entretejiendo magistralmente.
Digamos de entrada que el Reino de Dios no es un concepto, no es posible definirlo y agotarlo. Jesús mismo renunció a tal cosa y habló de él en categorías simbólicas, mediante metáforas analógicas que comparaban el Reino con realidades que resultaban cotidianas y entendibles a sus contemporáneos. Y Jesús utilizó este lenguaje porque el símbolo es la categoría lingüística más apropiada para comunicar las realidades trascendentes, aquellas que no pueden ser apresadas dentro de las estrechas fronteras del discurso racional. El símbolo abre horizontes de comprensión que apelan a lo intuitivo, a lo estético, a lo arquetípico y en este sentido a lo trascendente. En el símbolo, el hombre se abre al misterio y entabla un diálogo con él.
El símbolo utilizado en el texto de Ezequiel, en el Salmo y en el evangelio de Marcos es el árbol. Vayamos pues descubriendo los diversos matices teológicos y espirituales que este símbolo nos aporta cuando es aplicado al Reino de Dios.
El profeta Ezequiel anuncia que el Señor – se entiende que en los tiempos mesiánicos- arrancará una rama del “alto cedro” (que no puede ser otro que Israel) y la plantará en la cima de un alto monte (el monte alto simboliza a Dios mismo). Por lo tanto, se habla de la elección de uno proveniente de Israel pero que al mismo tiempo tiene su arraigo fuera de las estructuras israelitas, en Dios mismo. Precisamente por esto, esta “rama” se convertirá en un cedro noble cuyas ramas albergarán a toda clase de aves (las aves simbolizan en las tradiciones rabínicas a los pueblos paganos). Se está hablando entonces de que en este personaje encontrarán acogida todos los pueblos, en él se hará realidad la universalidad de la salvación y se romperán todas las fronteras religiosas e ideológicas para formar un solo pueblo.
Por otro lado, conviene recordar un dato precioso: los cedros del Líbano eran árboles fuertes, frondosos, con una madera aromática inigualable. Eran tan apreciados que Salomón importaba la madera de estos cedros para revestir las paredes del Templo y su aroma llegó a ser considerado como símbolo del perfume/amor divino que llenaba su casa. Bien podríamos decir que Ezequiel prefigura en este texto el nuevo aroma del amor divino que se nos ofrecerá de manera plena y definitiva en el nuevo Templo que es Cristo Jesús.
¡Cuánta falta hace a la Iglesia recordar permanentemente que ella no es poseedora absoluta de la verdad y que nadie está obligado a pertenecer nominalmente a ninguna de sus concreciones históricas para salvarse! ¡Cristo es el “cedro noble” que convoca y abriga a todos los hombres y su Iglesia, que es su cuerpo, no puede querer algo distinto a lo que quiere su Cabeza, ella solamente tiene sentido cuando despide el aroma de Cristo, aroma que se expande por el mundo a través de su pequeña, frágil y pobre comunidad!
Precisamente el Salmo 91 apunta en esta dirección al llamar al justo “cedro del Líbano”. Se refiere, claro está, a ese “resto fiel de Israel” que supo mantenerse firme en la confianza absoluta en Yahvé, en la esperanza del cumplimiento de las promesas y en el amor a pesar de la decadencia de las estructuras religiosas de Israel. Empieza a perfilarse una identificación entre el Mesías anunciado por Ezequiel y el resto fiel.
Pablo, en la 2 Corintios hace hincapié en la realidad corporal del cristiano. Nada de espiritualismos facilones que invitarían al escapismo, a la “fuga mundi”, al descompromiso con el aquí y el ahora.  Vale la pena recordar, para comprender cabalmente el texto paulino, que en la antropología semita (bíblica), el concepto “cuerpo” señala la dimensión de manifestación sensible de la interioridad humana. Es cuerpo el hombre entero en tanto se manifiesta e impacta a los demás, en tanto entabla relaciones. Se puede ser “cuerpo carnal” si se vive de cara a uno mismo, sin referencia dialogal positiva a los otros (sobre todo al Otro) y se puede ser “cuerpo espiritual” si se viven relaciones de apertura y respeto, de entrega y servicio al Otro y a  los otros.
Es verdad que el apóstol utiliza formas de expresión con claros acentos dualistas ( << desterrados del Señor mientras permanecemos en el cuerpo >>), pero su intención no es avalar el dualismo platónico sino simplemente mostrar que en el plano histórico corpóreo es imposible la plena comunión con Dios (le vemos sólo en la fe) y que sin embargo, eso debe ser el aliciente para manifestarnos en el mundo como auténticos hijos de Dios (se nos tomarán cuentas de lo que hicimos mientras éramos cuerpo histórico.) Podemos decir sin temor a equivocarnos, que la figura de “los hijos de Dios” en el Nuevo Testamento es el cumplimiento cabal de la prefigura del resto fiel, del justo que en el Salmo es llamado “cedro del Líbano”.
En el evangelio de Marcos se nos muestra la “siembra mesiánica” en la que la semilla que producirá fruto (cedros del Líbano/árboles de mostaza) es Cristo mismo que se entrega, que se derrama sin medida en todas las tierras posibles. Ciertamente que la parábola habla del Reino, pero éste no es algo abstracto, una especie de “lugar mítico” que ocupa un “espacio mítico”.
El Reino toma concreción en los hombres que saben recibir la semilla y que sin ellos darse cuenta va haciendo su labor, procesualmente hasta lograr convertirlos en comunidad de árboles frondosos, capaces de cobijar/proteger y anidar/dar posibilidad de desarrollo en plenitud a los pájaros/naciones paganas.
Tal es la gloriosa encomienda, don y tarea que Jesús da a sus discípulos. ¿Continuaremos con nuestra mentalidad sectaria y excluyente o de una vez por todas diremos sí a Jesús y abriremos nuestros brazos como ramas de árbol frondoso para recibir en ellos y sin distinción a todos los que buscan el consuelo de una patria definitiva?
                                                                  Gracia y paz.

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