lunes, 9 de julio de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE JULIO DE 2012 XV ORDINARIO CICLO B


1.      LECTURAS
Amós 7,12-1; << En aquellos días, dijo Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, a Amós: "Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país." Respondió Amós: "No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel” >>
Salmo 84; << Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. >>
Efesios 1,3-14; << Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. [Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria. Y también vosotros, que habéis escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, en el que creísteis, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria.] >>
Marcos 6,7-13; << En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. >>
2.      REFLEXIÓN

ENVIADOS PARA INCOMODAR AL MUNDO ANUNCIÁNDOLE QUE LA PAZ Y LA JUSTICIA SON POSIBLES

JORGE ARÉVALO NÁJERA

Multitud de personas buscan a Dios –entendido en este momento como la realidad trascendente, aunque no necesariamente como el Ser personal por antonomasia- para encontrar paz y consuelo en situaciones desesperadas, otras para lograr el equilibrio entre mente y cuerpo, otras más para serenar su angustia ante la muerte –siempre cercana- y garantizar de algún modo la permanencia más allá de la caducidad del momento presente. Así, se refugian en las prácticas que ofertan las diversas propuestas religiosas para que puedan por fin encontrar aquello que tanto buscan.
Misas, rezos, servicios religiosos diversos, jornadas de oración, talleres de vida, elaboradas doctrinas ratificadas como sagradas, códigos éticos complicadísimos, rituales más o menos fastuosos cargados de símbolos que nadie entiende, fórmulas esotéricas a las que sólo algunos privilegiados tienen acceso, etc., forman parte del arsenal espiritual que las religiones o movimientos “espirituales” ponen al servicio de los buscadores de lo trascendente, es decir, de aquello que está más allá de la inmediatez, de lo que el hombre puede lograr con sus propios medios.
Es verdad que cada vez más ésta búsqueda se da fuera de las religiones institucionales, pero de cualquier modo, el hombre sigue buscando la experiencia numinosa[1] como fundamento dotador de sentido para su propia vida y para el mundo que le rodea. Dígase lo que se diga, no nos bastan las explicaciones inmanentes[2] con que pretendemos dotar de sentido –o sinsentido- a las diversas parcelas de la realidad. Buscamos un “más allá”, una realidad meta-histórica que pueda, libre de los condicionamientos históricos, dar un sentido de totalidad al mundo.
Y dado que esto es así, sería de esperarse que cuando alguien anuncia a Jesucristo -a quien los cristianos confesamos como la clave hermenéutica que descifra el misterio humano y el Misterio divino-, la respuesta sería de aceptación gozosa y de pronta respuesta. Sin embargo, esto sólo sucede cuando el Dios que se anuncia resulta compatible con las expectativas de las mayorías y entonces se trata de un “dios” creado por el hombre a su imagen y semejanza (el clásico dios tapa-agujeros, el dios cumple-caprichos, el dios permisivo que acaba legitimando todas nuestras arbitrariedades, el dios providencialista que está a nuestra disposición  -siempre y cuando seamos fieles cumplidores de la normatividad religiosa- para asegurarnos un buen trabajo, salud, una bonita casa y una serie de “bendiciones” por el estilo. A fin de cuentas, un fetiche fácilmente manipulable que nada tiene que ver con el Dios revelado en Jesús de Nazaret.
Pero en buena medida, Dios es rechazado a causa de una anti-evangelización que muestra una imagen divina contraria a la libertad humana, a una autonomía relativa que permite al ser humano ejercer su creatividad en la construcción de su propia vida y la del mundo que le rodea. En este caso se trata del dios-policía, del gran ojo que todo lo vigila al más puro estilo de Sauron, el señor oscuro de la fascinante trilogía “El Señor de los Anillos” escrita por el filólogo y escritor británico J.R.R. Tolkien, o bien del dios-juez que con terrible impiedad aguarda el más mínimo error humano para descargar sobre él todo su ira, o el dios cuentachiles que registra en su libro hasta el más mínimo detalle de lo que hacemos y va poniendo palomitas o taches en la casilla correspondiente y en el juicio final hará un conteo para decidir si somos dignos de entrar al cielo, al purgatorio o definitivamente a los apretados infiernos.
Así, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo queda oculto tras los fuegos fatuos y su poder liberador y humanizador escapa a los atribulados buscadores que tienen que conformarse con las mentiras y deformidades que la sociedad, la cultura o la religión les ponen enfrente y les venden como la perla genuina de gran valor, siendo que no vale ni un centavo.
Y es que anunciar al Dios de la Biblia no resulta sencillo por varias razones:
1.      Porque hay que hacerlo en un contexto social en el que han permeado fuertemente ideologías francamente contrarias al Evangelio y los hombres las han introyectado fuertemente en su mente.
2.      Porque las imágenes de Dios que las personas tienen, poco o nada tienen que ver con el Dios bíblico y dado que provienen del entorno religioso,  cultural o familiar, es muy complicado lograr la conciencia de la necesaria deconstrucción de dichas imágenes para iniciar un lento y fatigoso proceso de asimilación del Dios verdadero tal y como se nos ha revelado en la Biblia.
3.      Generalmente la reacción es violenta, de rechazo profundo y toma la forma de acusaciones de herejía, de anti-eclesialidad, de infidelidad a las sacrosantas tradiciones, etc.
Sin embargo, profetizar es un imperativo, un mandato expreso para todo bautizado. Ser profeta no es un añadido al cristiano, forma parte irrenunciable de su nuevo estatuto ontológico (es profeta, rey y sacerdote en virtud del Espíritu que le ha sido conferido) y por ello, es convocado a anunciar la Buena Nueva con fidelidad y mostrar a los hambrientos de Dios que ya es posible lograr una vida en la que la paz y la justicia se besan, la misericordia y la fidelidad se encuentran. Convocados a denunciar y luchar en contra de las estructuras ideológicas –aunque estén disfrazadas de piedad y huelan a sagrado- que oprimen y esclavizan a los hombres impidiéndoles ser personas plenas y felices, a edificar mediante los valores evangélicos una Iglesia y una sociedad más acorde con el reinado de Dios.
Hace muy poco tiempo, una personita muy querida por mí me hizo el privilegio de su confidencia. Abrió su corazón atribulado, temeroso y lastimado para compartirme algo que no podía mantener más en secreto. Nunca olvidaré sus ojos llenos de lágrimas al mirarme esperando mi reacción a su confidencia.
El mundo se detuvo para mí, todo quedo en suspenso, llovía afuera y le pedí al Señor que más allá de mis creencias, Él se manifestara e hiciera brillar su rostro sobre ella. ¿Qué necesitan los que sufren por cualquier causa?  ¿Un rollo dogmático, un juicio religioso sobre su situación?  ¿O que se les muestre diáfano el rostro del Dios que lo único que sabe hacer es amar sin límites y sin condiciones, que no enjuicia desde categorías humanas excluyentes y violentas sino que perdona y que acoge a todos por igual? Y créame amable lector, cuando uno hace de lado sus prejuicios y deja a Dios ser Dios, su gloria se hace visible, libera y recrea mundos nuevos. ¿Quién sabe? Tal vez esta personita ahora se deje mover por el Espíritu amoroso de Dios y se decida a buscarle y entablar una relación de amor y vivir la experiencia fascinante de hacerse discípulo del bienamado Jesús que le espera con los brazos extendidos.
Con esto no quiero decir que Dios no requiera la conversión de todos, ¿pero hemos de ser nosotros quienes decidamos lo que eso significa en cada caso particular? ¿Quiénes nos creemos para enjuiciar y condenar a los hijos de Dios? ¡Eso sí que es herejía y blasfemia, arrogancia sin límites la de querer usurpar el derecho que sólo a Dios compete! Por eso, somos enviados para incomodar al mundo, anunciándole con el testimonio y la Palabra que la paz y la justicia son posibles en medio de un mundo violento y excluyente.
Gracia y paz.


[1] El numen se entiende en la experiencia religiosa universal como una deidad dotada de un poder misterioso y fascinador.
[2] Lo inmanente se entiende en teología como lo exclusivamente mundano, intrahistórico y finito.

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