lunes, 6 de mayo de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 12 DE MAYO DE 2013


(LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO “C”)
Hch 1,1-11 << En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Ellos lo rodearon preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo." Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.">>
 Sal 46,2-3.6-7 8-9 << Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. >>
Heb  9, 24-28; 10, 19-23 << Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel. >>
Lc 24,46-53 << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto." Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. >>
El Hijo exiliado que regresa al seno paterno y la comunidad que espera su regreso
Jorge Arévalo Nájera
Las lecturas de este domingo se encuentran enmarcadas por la particular perspectiva teológica del autor de la obra lucana (Hechos de los Apóstoles y Evangelio de Lucas), por lo que el mensaje espiritual y teológico que la Comisión Litúrgica quiere comunicarnos en esta festividad de la Ascensión del Señor, deberá entenderse dentro de este marco hermenéutico referencial.
Lucas ha escrito dos libros: un evangelio y los Hechos de los Apóstoles. En Hch 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su Evangelio  “ilustre Teófilo” (Lc 1,3). Teófilo significa “amigo de Dios”. El hecho de agregarlo aquí, después de separarse su obra en dos, refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general. Todos los que leemos estos libros somos Teófilos.
Su evangelio termina con «Jesús llevado al cielo» (Lc 24,51). Los Hechos comienzan con el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta a Jesús corporalmente. En los Hechos ya no está corporalmente. Actúa por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hch 1,4 exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar. En Lc 24,49 es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer nada). La permanencia y espera pasiva debe durar “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49). Lucas se está aquí refiriendo claramente a Pentecostés.
Debemos entender que la estructura lucana muerte-resurrección-permanencia durante 40 días-ascensión, es precisamente una estructura teológica/literaria y no una secuencia cronológica. De hecho, si quisiéramos entenderla de este modo, sería imposible armonizar la presentación lucana con la de Juan, para quien Pentecostés se da en la cruz misma, con la efusión del Espíritu/Vida entregada (Agua y Sangre) que baña a los paganos (simbolizados por el centurión que introduce la lanza en el costado de Jesús).
El número cuarenta –los cuarenta días que median entre la resurrección y la ascensión- nos remite a la simbología de los números, tan propia de la expresión teológica judía y en la que el 40 representa un período completado de preparación para entrar a una etapa de plenitud o realización, así, Jesús pasó cuarenta días con sus noches en el desierto antes de iniciar su ministerio público y el pueblo de Israel pasa cuarenta años en el desierto antes de entrar en la tierra prometida, etc. En la teología lucana, Jesús resucitado prepara a sus discípulos para la nueva era del Espíritu mediante sus apariciones.
Lucas quiere mostrarnos también que Jesús ha sido «glorificado» por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene. Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con sus discípulos, come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas (como también Pablo en el pasaje de la segunda lectura) une íntimamente la ausencia física con el don del Espíritu Santo.
La llamada “carta” a los Hebreos –que paradójicamente no es ni carta ni está dirigida a los hebreos- es una profunda y maravillosa homilía cuya línea teológica fundamental es Cristo en cuanto Sumo Sacerdote. Es otro modo de presentar los efectos de la exaltación de Cristo, Hebreos utiliza la imagen del ofrecimiento del sacrificio en el templo para expiar los pecados del pueblo para establecer la incomparable realidad sacrificial de la muerte de Cristo.
Pero vale la pena hacer hincapié en el significado de la palabra “sacrificio” (“hacer sagrado”), no pensemos que en el plan eterno del Padre se determinó la cruz del Hijo como remedio al pecado del hombre, al más puro estilo de un dios sádico y hambriento de satisfacer su maltrecho ego. Es cierto que la muerte de Jesús expía los pecados del mundo, pero no de una manera mágica y ya predeterminada desde antiguo.
En otras palabras, el sacrificio del Hijo ni es sustitutivo ni determinista. Hace tan sólo unos días escuché decir a una admiradísima Maestra –docta a más no poder en cuestiones de historia-de la Universidad donde actualmente curso estudios de teología:”Y si Judas no hubiera traicionado a Jesús, ¿cómo diablos se iba a cumplir el plan de Dios? ” Claro, ella no tiene por qué saber de teología y se comprende su pregunta y el juicio teológico que presupone la misma y que es a saber << El plan salvífico de Dios consiste en que su Hijo, mediante la traición y la muerte de los hombres, salvara al género humano>>.
Lo criticable es que esta misma postura la han asumido múltiples teólogos a lo largo de la historia y lo que es peor, la han enseñado como teoría irrefutable. Actualmente la mayoría de los estudiosos serios, no sólo católicos sino también de gran parte de las Iglesias Reformadas, Anglicanas, etc., han desechado esta teoría para mostrar otra más apegada al sentido de los textos bíblicos: el Padre ha enviado a su Hijo a rescatar a los hombres, y esto incluye asumir el riesgo del rechazo por parte de los mismos, rechazo que bien lo sabemos culminó en el deicidio.
Es entonces que el escándalo de la cruz se transforma por pura gracia en acontecimiento salvador y el horror abre horizontes de plenitud e inusitada belleza –belleza que sólo puede verse desde la fe, pero real, más aún, fundamento de lo real-, el hedor de la muerte se transforma en óleo perfumado que unge al nuevo pueblo de mesías.
Así, el Hijo de Dios se auto-exilia, por libérrima voluntad y únicamente motivado por el amor, “sale” del amadísimo seno intratrinitario para arrojarse al hasta entonces desconocido seno de la empecatada historia del hombre, ¡exiliado del Amor por amor! ¡Sumergido en el fango para limpiar a los enfangados! El Hijo no sabe que le espera, abre de tajo su amante corazón y lo entrega a sus hermanos los hombres, hasta entonces gusanos que lastimeramente se arrastraban comiendo el polvo de la tierra y desde entonces, ¡hijos de Dios, hermanos del Cristo y nuevas creaturas del Espíritu!
Sin embargo, el exilio aún no termina, es cierto que la ascensión hace referencia a la entronización escatológica del Hijo y anticipa su retorno definitivo al seno Trinitario, pero el Hijo seguirá exiliado hasta que la creación entera sea entregada al Padre, mientras existan sobre la tierra hombres y mujeres marginados, excluidos, explotados, abusados por otros, Jesús permanecerá entre nosotros, desde ellos y para ellos, incubando el caos, esperando que por fin, nosotros, sus discípulos dejemos de mirar al cielo y volvamos la mirada hacia aquellos que claman por una vida alternativa real, posible y profundamente humana.
Gracia y paz. 

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