viernes, 21 de junio de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2013 12° DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2013
12° DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

1.      LECTURAS

Zac 12, 10-11; 13, 1: << «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito.  Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.» Aquel día, se alumbrará un manantial  (fuente), a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza. >>

Salmo 62: << << Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. >>

Gal 3, 26-29: << Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. >>

Lc 9, 18-24: << Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

 Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.» >>

  1. REFLEXIÓN
De un Mesías traspasado y unos discípulos que van perdiendo la vida para salvarla
Jorge Arévalo Nájera
El libro del profeta Zacarías ocupa un lugar nada despreciable entre aquellos, que del Antiguo Testamento, son más utilizados y aplicados para iluminar acontecimientos del Nuevo, en particular de la vida de Nuestro Señor. Esto ha sido así ya desde el mismísimo tiempo de los evangelistas, y por lo tanto podemos decir que los mismos evangelios aplican las profecías bíblicas para iluminar el misterio de Jesucristo, en concreto el misterio de su pasión. San Juan  cita textualmente a Zacarías en su evangelio (la primera parte, al menos), en Jn 19,37 con ocasión de la lanzada del centurión sobre el cuerpo de Jesús, apenas este había muerto.
En la introducción del libro del Apocalipsis, nuevamente Juan la aplica, con toda claridad, esta vez a la segunda venida de Cristo (cf. Ap 1,7), razón por la cual, en la teología católica, dicha profecía de Zacarías ha sido tradicionalmente asociada a la Parusía y su manifestación. La interpretación del texto de Zacarías no puede ir más que en una sola línea: el anuncio de la conversión de Israel al final de los tiempos, o sea, en un contexto escatológico.  La cita de 13,1  forma parte del contexto de 12,10, y lo complementa en cuanto al significado.
En efecto, la temática de la fuente abierta (se alumbrará un manantial) para (limpiar) el pecado y la impureza, es propia del fenómeno de la conversión.  El Señor se autodefine en el  Antiguo Testamento como fuente (cfr. Jer 2,13), y el Nuevo Testamento se hace eco de dicho texto, asignando a la palabra fuente un atributo bien exclusivo de la Divinidad, o bien el efecto de “divinización” producido en el alma (cfr. Jn 4,14). Se trata de una purificación del todo particular, y directa, que afecta a Israel todo como pueblo.
En consonancia con esta purificación prometida para los tiempos escatológicos y simbolizados por la imagen de la fuente abierta/manantial alumbrado, el salmista, haciendo uso de la imagen de la sed como símbolo de la necesidad imperiosa y vital de Dios, sin el cual el hombre es como tierra estéril, reseca. La carne/debilidad del hombre y el alma/hombre necesitado de Dios, claman por el agua/Espíritu capaz de saciar la sed ancestral del hombre por Dios.
Esa purificación no viene dada por un código de pureza basado en ciertos ritos religiosos, es una acción que va más allá de la mera exterioridad de unas abluciones rituales o una sangre de animal ofrecida en el altar, es una purificación ontológica, una re-creación del ser, que hace pasar de la simple creatureidad a la filiación. Esta acción purificatoria de Dios es totalmente gratuita, no depende de mérito ni capacidad humana, brota de su libérrima decisión amorosa.
Sin embargo, esto no significa que la libertad humana quede abolida, la fe/adhesión a Cristo Jesús tiene una doble dimensión: por un lado es regalo divino, por otro lado es respuesta humana a la gracia, es hijo de Dios quien sabe abrirse al don y al mismo tiempo responde al don esforzándose en el amor. El bautismo confiere una nueva identidad (el revestimiento aquí, hace referencia a más que una simple recubierta) crística, un ser que se va configurando paulatinamente con las opciones, principios y valores de Jesús, y esta configuración lo primero que elimina es la distinción de “clases” de hombres.
En la sociedad de Pablo, la separación de clases (aquí ejemplificada por los binomios antitéticos de judíos/gentiles, libres/esclavos, hombres/mujeres) era una forma de organización social consagrada no sólo por los hombres sino y sobre todo por el orden religioso. Pues bien, en Cristo (sumergidos en el nuevo locus o lugar crístico en el cual han sido inmersos los bautizados) esta clase de diferencias no existen, pues todos son hijos de Dios, descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.
Pero la filiación comporta un modo de ser en el mundo, una ética que ciertamente no brota como una exigencia legalista sino del amor recibido por gracia, pero que igual manifiesta la auténtica conversión del corazón, la purificación se cristaliza en un  ethos concreto que brota de la pregunta que cada discípulo debe hacerse en la intimidad de su conciencia: << Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?  >> porque esa praxis del discípulo es la de su Maestro y le llevará a “padecer mucho”, ser rechazado por su denuncia y oposición a cualquier instancia que oprima a los hombres e inclusive a la muerte, para desembocar finalmente en la vida, en la mismísima Pascua del Hijo del hombre.
¿Estaremos dispuestos a deponer nuestro monstruoso ego para poner en primer lugar al hermano y sus necesidades (negarse a sí mismo)? ¿Aceptaremos el sufrimiento que la vivencia del Evangelio, del amor entregado sin esperar nada a cambio, provoca en el corazón? Y finalmente, ¿estaremos dispuestos a caminar tras los pasos de Jesús, el Mesías traspasado, perdiendo la vida a cada paso para finalmente recuperarla?

Gracia y paz

No hay comentarios:

Publicar un comentario