lunes, 15 de julio de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 21 DE JULIO DE 2013 16° DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”

1.- Lecturas
Génesis (18,1-10a): << En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.» Contestaron: «Bien, haz lo que dices.» Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.» El corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron. Después le dijeron: « ¿Dónde está Sara, tu mujer?» Contestó: «Aquí, en la tienda.» Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.» >>
Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5: << El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará. >>
Colosenses (1,24-28): << Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo. >>
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42): << En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
 Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.» >>
2.- Reflexión
Recibiendo a Dios en casa…viviendo de acuerdo a la esperanza de la gloria
Jorge Arévalo Nájera
La línea teológica fundamental del mensaje salvífico que las lecturas de este domingo nos proponen, viene determinado por la primera y última lecturas, en las cuales se nos habla de la hospitalidad del creyente –en el texto del Génesis es Abrahán y en el evangelio es Marta- para con Dios. Tanto el Salmo como Colosenses desarrollan la ética que se desprende como resultado del binomio visita/hospitalidad. Veámoslo con mayor detenimiento.
 Tres rasgos fundamentales caracterizan el texto del Génesis: la fe de Abraham al reconocer al Señor, la hospitalidad con que se recibe al Señor y la familiaridad de Dios con Abraham y su familia. Es un bello ejemplo de la relación y acogida de Dios por el ser humano, la única posible para caminar. Algunos comentaristas han querido ver en los tres varones la prefigura de la Trinidad, lo cual me parece que es forzar al texto y por otro lado, no es necesario, lo que importa es rescatar la imagen de Dios –los varones reciben el título de “Señor”- que visita a Abrahán.
El tema de la visitación de Dios a su pueblo es recurrente y sumamente importante en la teología bíblica. Esta visitación tendrá su manifestación plena y definitiva con la encarnación del Verbo. La visita de Dios es continua, no se da en un solo momento histórico o de modo intermitente y por lo tanto, el creyente se verá permanentemente llamado a tomar una decisión: hospedar a Dios o dejarlo pasar de largo.
La actitud de Abrahán es paradigmática y ejemplifica el modo de responder por parte de todo creyente: en primer lugar, la visita se da en un momento de reposo del patriarca, que está “sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor”. Esta indicación del autor bíblico no es trivial ni anecdótica, es una referencia teológica. El calor del desierto agobia e impide realizar actividades, es el momento de reposar, de refrescarse.
El Evangelio nos presenta a María sentada a los pies de Jesús escuchando atenta la Palabra mientras que Marta aparece en frenética actividad que obnubila su discernimiento acerca de las cosas que verdaderamente importan. Tal parece que lo que identifica a María con Abrahán –ambos son figuras tipo del creyente- es la actitud de quietud, de apaciguamiento, en la que es posible el reconocimiento de la visita de Dios. El texto dice que Abrahán “levantó la vista y al verlos, corrió hacia ellos y se postró”, pasa al movimiento, prepara un banquete/comunión para Dios y de estar sentado mientras ellos están de pie, acaba de pie mientras ellos se sientan a comer. El desenlace de la perícopa es la promesa recibida de descendencia, de apertura al futuro (el hijo).
El Salmo hace una presentación apodíctica (incondicionalmente cierta, necesariamente válida) de la ética creyente, la pregunta es: ¿Por qué la Comisión Litúrgica ha escogido este Salmo para colocarlo como respuesta del pueblo de Dios a la proclamación de la primera lectura? Es que la mística cristiana está indisolublemente ligada a  una ética concreta, tiene una manifestación histórico-social.
Si bien se fija el lector, todas las características que enumera el salmista y que dan como resultado la infalibilidad del creyente, son interrelacionales, tienen que ver con el modo de plantarnos ante el prójimo. La espiritualidad cristiana es un ethos místico o una mística ética, hospedar a Dios en la casa propia no es cosa de ponerle un nicho o un altar precioso para presumirlo a las amistades. Hospedar a Dios implica un cambio de vida que incide en la transformación de nuestra conducta ante los otros.
Colosenses nos dibuja el perfil del apóstol de los gentiles, pero si bien es cierto que en primer lugar se refiere a la forma de ser apóstol de Pablo, no es menos cierto que por extensión, todos los cristianos estamos llamados a actualizar en nuestras vidas las características del apostolado de Pablo. Enumeremos algunas:
1.- Sufrimiento por los otros (aquí, los hermanos de la Iglesia): no se trata de una postura dolorista o masoquista, pues se trata de los mismos dolores de Cristo por su Iglesia y que provienen de su obra salvadora, obra que al mismo tiempo manifiesta su gloria, pues ¿Qué es la gloria de Jesús sino la salvación del hombre? Y ¿Cómo se manifiesta la gloria de Jesús sino mediante la cruz?
2.- Dar a conocer que Cristo es la esperanza de la gloria: mediante el paciente sufrir que el mensaje de la cruz como único camino de plenitud provoca en el mensajero, se da a conocer a los hermanos que Cristo es la esperanza de la gloria, ¿y qué es la esperanza sino la fuerza que permite vivir el desgaste cotidiano que el amor provoca poniendo la mirada en aquello –la gloria- que ya se mira en virtud de la fe pero cuyo cumplimiento definitivo se dará más allá de la historia?
3.- Anunciar a Cristo implica la amonestación –corrección fraterna- y la enseñanza, todo con el fin de ayudar a que la comunidad crezca hacia su maduración en Cristo. ¡Cuánta falta nos hace recuperar estas dos dimensiones de la vida cristiana!
¿Cuántas veces nos quedamos callados ante la evidente falta de algún hermano a los preceptos cristianos por miedo a entrar en conflicto?, por poner un ejemplo, ¿acaso no preferimos guardar silencio en la reunión familiar o comunitaria cuando se empieza a hablar mal de alguien, es decir a difamarlo –recordemos que difamar es destruir la fama de alguien, no importando la veracidad de lo que se dice- por miedo a sentirnos rechazados o tildados de mochos y fanáticos?
Lucas, en su escrito evangélico nos presenta la centralidad de la Palabra en la vida discipular, o dicho de otro modo, hospedar a Dios en la propia casa significa sentarse a los pies de Jesús para escuchar la Palabra. La verdadera acción, el punto de partida para la transformación del mundo y por lo tanto el auténtico servicio a Dios es la postración ante Jesús para dejarse penetrar y maravillar por la Palabra que santifica, empodera, capacita para ponerse en el camino de Jesús y ser su discípulo.
La Biblia no puede permanecer guardada en un cajón mientras nosotros nos ahogamos en el interminable torbellino de los quehaceres cotidianos. La Palabra de Dios está hecha para caminar con nosotros paso a paso, día a día, minuto a minuto. Para enseñarnos a vivir en comunidad la solidaridad que hace efectivo aquí y ahora el reinar de Dios. Para ayudarnos a escuchar la Palabra que Dios nos dirige en la difícil realidad de nuestros pueblos: en las inhumanas condiciones de las grandes ciudades, en la soledad y el aislamiento de los campos. Debemos pues optar por las actitudes que nos conviertan en verdaderos discípulos de Jesús y auténticos cristianos.
Así pues, recibamos a Dios en nuestra casa para vivir de acuerdo a la esperanza de la gloria que nos aguarda.

Gracia y paz

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