lunes, 8 de julio de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 14 DE JULIO DE 2013 (15° ORDINARIO CICLO C)


  1. LECTURAS

Dt 30,10-14: << Moisés habló al pueblo, diciendo: «Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma. Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: "¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?"; ni está más allá del mar, no vale decir: "¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?" El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.» >>

Sal 68: << Mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.  Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí.  Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.  El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá.  La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella. >>

Col 1,15-20: << Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. >>

Lc 10,25-37: << En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: « ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: « ¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.

Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.» >>

  1. REFLEXIÓN

Escuchar para compadecer

Jorge Arévalo Nájera

Se podría afirmar sin temor a equivocarse que la capacidad de la palabra constituye el elemento fundamental en el proceso de la hominización. A nivel antropológico, la capacidad de escuchar la palabra que otros nos dirigen y de expresar verbalmente la interioridad, posibilita y desarrolla los dinamismos psicológicos que van formando gradualmente lo que hoy llamamos “la persona humana”, aquello que le hace ser único e irrepetible entre millones de seres semejantes.

La palabra es el verdadero peldaño que separa a la simple criatura humana del “Homo Sapiens”, porque el raciocinio solo es posible mediante la palabra que se genera en el pensamiento para después manifestarse en la historia mediante  sonidos verbales que revelan y descifran la realidad circundante. Y esto que es evidente en el plano meramente humano, es igualmente cierto a nivel teológico y antropo-teológico, es decir en la dimensión de Dios y en el misterio del hombre en relación con su creador y develado por La Palabra divina.

En cuanto a Dios, Él se nos revela ante todo como Palabra, comunicación, desentrañamiento de sí mismo. A lo largo de toda la Escritura, desde el Génesis hasta el Apocalipsis Dios se nos dice como una realidad centrípeta, dinámica expansiva que todo lo penetra mediante la donación de su ser: Dios crea mediante su Palabra omnipotente: << Y dijo Dios…>> (Génesis) y anuncia solemnemente la consumación de su creación con la segunda venida de La Palabra encarnada <<El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús>>

La Palabra enmarca entonces el principio y la consumación de todo. Es fácil entonces comprender que siendo imagen de Dios, el hombre se encuentra determinado tanto por la palabra humana como (y en primerísimo lugar) por La Palabra; su origen es el Logos y su logos está llamado a expresar su origen, es lo que llamamos “cristificación”, identificación total con el Hijo. Pero este ser para La Palabra, se refleja también en la vida discipular, que también conoce su punto de arranque en La Palabra: el Libro del Deuteronomio nos ilumina al respecto; “Escucha la voz del Señor, tu Dios, que te manda guardar sus mandamientos…” La Palabra omnipotente, creadora de universos se hace depender en su eficacia de una actitud espiritual por parte de su más excelsa criatura, se da por descontada su libertad y por ello se presenta como invitación (aunque en su formulación lingüística adopte el imperativo)

Y es que “escuchar” en la mentalidad bíblica significa mucho más que el simple acto de recibir pasivamente un estímulo audible. “Escuchar” implica dinamismo, disposición a dejarse mover por la Palabra, atención desmedida hacia una palabra que se descubre como absoluta y con carácter de definitividad.

Sin embargo, la escucha no basta, es una disposición del corazón absolutamente necesaria porque La Palabra es la forma principal en la que Dios entra en la historia y sin referencia existencial a ella no es posible el camino discipular. Y no obstante, la escucha es en sí misma insuficiente si está desvinculada de la conversión o quizá incluso deberíamos dudar de que en realidad haya habido tal escucha. Resultando pues que “escucha” y “conversión” son actitudes indisolubles, que podemos por razones metodológicas separar conceptualmente, pero que en la concreción de la vida espiritual de cada particular discípulo, son inseparables: “Y conviértete al Señor tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma” La escucha y la conversión son la respuesta exigida a La Palabra que Dios dirige, y entonces hay que decir algo al menos sobre que es eso de la conversión.

Digamos en primer lugar que la palabra griega “metanoéite” que traducimos por “conversión” hace referencia a una mentalidad que va más allá de lo humano, que hinca sus raíces en la “mente” de Dios, es una inversión total de los valores que la cultura nos propone como camino para alcanzar la plenitud, “convertirse” es asumir como único camino los valores y principios que en Cristo, Dios nos revela, por lo tanto, es mucho más que adscribirse intelectualmente a un cierto código ético y moral o inclusive más que cumplir legalmente dicho código.

Convertirse es vivir en todas las dimensiones relacionales del complejo existencial humano desde la decisión de amar, sin límites y sin cortapisas <<con todo tu corazón y con toda tu alma>> Convertirse es empuñar el arado del Reino y no volver nunca la vista atrás, es “endurecer el rostro” y “subir a Jerusalén”, sabiendo que la muerte aguarda pero confiando totalmente en que Dios cumplirá su promesa de darnos la verdadera vida.

Desde luego, que ante tal propuesta/mandato de Dios, la reacción del hombre natural es de rechazo y repugnancia, se siente totalmente inadecuado e incapaz de vivir de tal manera pues en el fondo el Evangelio no es humano, es un modo de vida que sobrepasa toda expectativa y no encuentra analogía en el marco hermenéutico (interpretativo) que el hombre tiene para dar sentido al mundo que le rodea y al interrogante sobre su propio misterio. La reacción del hombre con un espíritu inmundo “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.”

En el Evangelio de Marcos (Mc 5,7) parece paradigmática e ilustra la respuesta intuitiva de todos los hombres cuando se topan cara a cara con Jesús y su mensaje. Lo percibimos como amenazante, como una propuesta destructiva que nos atormenta y lleva directamente a la aniquilación. Y no debemos sentirnos demasiado lejanos a la figura de éste dominado por el espíritu impuro, pues en el fondo cada vez que nos cerramos al amor y elegimos el egoísmo estamos gritando a los cuatro vientos lo mismo que él.

Y no obstante, las palabras del Deuteronomio son sumamente esperanzadoras aunque también desconcertantes: “Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance…por el contrario, todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos” La exigencia solo es razonable y justa cuando en el exigido existe la potencia correspondiente para realizar lo que se le exige, ¿Qué clase de Dios sería uno que nos viene a dar enseñanzas impracticables y además nos amenaza con la condenación eterna si no las hacemos vida? Póngale Usted el adjetivo que más le guste sin miedo ni remordimiento, porque finalmente tal “dios” ¡No existe! ¡Gracias a Dios!

Es verdad que la nueva ley (El Evangelio de Dios) viene de lo alto, que es una Palabra de origen divino y que por lo tanto está más allá de la comprensión racional del hombre; Eso de perdonar 70 veces 7, de amar al enemigo, de entregar la vida con tal de lograr el bien supremos del otro, de abandonar toda pretensión de grandeza y brillo según las categorías del mundo… no parece razonable y mucho menos practicable, pero también es verdad que la actitud de escucha ante esa palabra imposible va preparando al hombre para “conocer” (en el sentido bíblico del término) a un nivel mucho más profundo que el mero raciocinio, la verdad liberadora y totalmente posible del Evangelio (y de eso dan testimonio las antorchas que Dios ha encendido para guiar al hombre en este mundo y que llamamos “santos”)

En Cristo, Sumo Sacerdote, lo imposible del cielo se ha hecho posible en la tierra, el Cristiano ha recibido el Espíritu, la potencia para lograr lo impensable; “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, “Todo es posible para el que cree”, “Confía en el Señor y Él hará”, “En Dios somos, nos movemos y existimos”, “Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz”

Es por ello que no hay excusas, por Cristo, con él y en él, es posible lograr el anhelo que el hombre no sabe que anhela ¡El cabal cumplimiento de la ley! En el Evangelio de Lucas se precisa la consecuencia indefectible del amor a Dios que se anuncia en el Deuteronomio; amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda el alma, lleva derechamente al compromiso con el necesitado, con el sufriente tirado a la vera del camino ¡Fuera las máscaras de la religión de la pureza ritualista! ¡No hay reglas sagradas que valgan cuando el otro sufre! ¡Una ética que rescata al prójimo, que no es más el que comparte nuestros ideales o credos religiosos sino todo aquel que sufre por la causa que sea! ¡Hay que moverse hacia los desfavorecidos que pululan por todas partes y nos salen al encuentro en cada esquina!...de la escucha a la compasión, al compartir lo que somos y tenemos con esos cuyo dolor clama al cielo por justicia, he allí el reto para los que decimos amar a Dios…armas tenemos, las de Dios, las únicas y suficientes herramientas para transformar el mundo y apresurar el Reino en nuestra vida.


Gracia y paz.

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