martes, 15 de octubre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 20 DE OCTUBRE DE 2013 DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

1.     LECTURAS
 Za 8, 20-23 <<Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades.  Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: “Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir”.  Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor.  Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”. >>
Sal 66 << Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra  a las naciones. La tierra ha producido ya sus frutos, Dios nos ha bendecido. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero. >>
Ro 10,9-18 <<  Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado.  Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.  Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.  Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.  Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.  Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?  ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!  Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?  La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo. Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo. >>
Mc 16,15-20 <<  Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.  El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.  Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.  Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. >>
2.     REFLEXIÓN
DECLARAR CON LA BOCA Y CREER CON EL CORAZÓN PARA PODER SALVARSE
Lic. Jorge Arévalo Nájera
Hoy, la Iglesia celebra el Domingo Mundial de las Naciones y nos exhorta a recuperar en toda su densidad el imperativo con que Cristo mismo envía a sus discípulos a predicar la Buena Noticia. Predicar la Palabra de Cristo no es algo optativo, no está reservado a unos cuantos privilegiados, es una nota característica fundamental e irrenunciable de todos los bautizados.
Por lo tanto, resulta de vital importancia ahondar y meditar con toda seriedad sobre la Palabra que hoy, Dios nos dirige para iluminar nuestro ser misionero. La primera lectura, tomada del libro del profeta Zacarías enfatiza el aspecto teleológico (final) de la misión: << Queremos ir contigo, pues hemos oído decir que Dios está con ustedes. >>  El pueblo de Israel ha sido puesto por Dios en medio de las naciones para que haga resplandecer su gloria y atraiga hacia sí a todos los hombres, sin distingos de razas, credos, sexo, etc. Todos deben verse atraídos irresistiblemente por el Dios que habita en medio de su pueblo.
Es verdad que Israel no se ha caracterizado nunca por su afán proselitista o misionero, pero Zacarías deja bien en claro que la Palabra debe ser predicada, que las maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo en su pueblo deben ser anunciadas y compartidas con todos los hombres. De este anuncio brota en el corazón de todos aquellos buscadores de Dios, el deseo irrefrenable por conocerle más a fondo, de sumergirse en el Misterio inefable de su amor. Zacarías nos aporta además un dato eclesiológico de vital importancia; el que de verdad quiera encontrarse con el Dios de la vida, no puede prescindir de su pueblo. La relación con el Dios de la Biblia pasa indefectiblemente por la relación con la Iglesia.
Pero ojo, que quede bien claro que cuando digo “Iglesia” no me refiero solamente a los curas o religiosos consagrados, ni tampoco a rituales, doctrinas o dogmas, estoy haciendo referencia sobre todo, al pueblo pequeño, a ese resto fiel a Yahvé del que tan elogiosamente habla la tradición profética, a esos pequeñines insignificantes a los ojos del mundo pero que en realidad son la niña de los ojos de Yahvé, su especial tesoro y germen del nuevo mundo que se gesta en la entrañas de la historia. Me refiero a todos aquellos que esperan confiadamente y contra toda lógica mundana la salvación que solamente puede provenir de Dios y que en medio de su opresión levantan su clamor confiado a su Padre/Madre de los cielos. Si se prescinde de ellos en la búsqueda de Dios, entonces solamente se encontrarán fetiches, amuletos, ídolos creados a nuestra imagen y semejanza, que podrán tranquilizar momentáneamente la conciencia e inclusive hacernos creer que tenemos una relación real con el Señor, pero en el fondo, son quimeras alienantes que destruyen, sofocan y oprimen la vida.
Pero volvamos a nuestro tema, el del anuncio de la Buena Nueva. En la segunda lectura, tomada de la carta de San Pablo a los Romanos, el apóstol de los gentiles –ciertamente un epíteto que le viene muy bien a colación en este Domingo de las Misiones- hace una afirmación que debe ser muy bien entendida para no caer en errores teológicos y espirituales muy graves: << Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse. >>
Si creemos que Pablo está diciendo que es suficiente pronunciar una cierta confesión de fe acerca del señorío de Jesús y tener una convicción sentimental sobre la realidad de su resurrección para sentirnos libres de la condenación, simple y sencillamente NO HEMOS ENTENDIDO A PABLO.
Para entenderlo, debemos “bucear” un poco en la mentalidad semita del apóstol (recordemos que era un fariseo de pura cepa y que su forma mentis fue moldeada en las tradiciones ancestrales de Israel, a pesar de que se haya criado en ambiente griego). En primer lugar, para un semita, la palabra no es un simple sonido articulado que posee un sentido práctico y que sirve para comunicarse con los demás. La palabra es la expresión verbal de la interioridad de quien la pronuncia y por ello, es reveladora del misterio personal. Una palabra mentirosa revela vacuidad, inconsistencia, dilución de la identidad, mientras que una palabra que se verifica en acciones concretas, habla de consistencia, identidad bien definida, autoconocimiento y autoposesión.
De aquí, que cuando Pablo afirma que BASTA con declarar con la boca el señorío de Jesús, está hablando de que dicha declaración es la expresión verbal de algo que ya sucede en el interior del individuo y que supone una verificación empírica mediante acciones concretas de cara a la propuesta de Jesús. La palabra explica la causa de los actos y los actos confirman la verdad de la palabra. Si pongo la otra mejilla cuando me golpean y al mismo tiempo declaro la causa de mi actitud ante la violencia, entonces estoy declarando con mi boca que Jesús es el Señor. Si mis acciones contradicen mi declaración, entonces mi palabra es blasfema por mucho que ponga cara de misticismo cuando hablé de Jesús.
Por otro lado, “creer” para un semita, no significa simplemente la aceptación acrítica de una serie de postulados doctrinales, creer o tener fe, significa adherirse existencialmente a una propuesta de vida, en este caso la de Jesús.  En suma, proclamar –o declarar- y vivir –creer- son realidades dialécticas que se iluminan y juntas forman una sola realidad, la del hombre salvado que glorifica con su palabra y su obrar al Señor Jesús.
Es precisamente así que Jesús encomienda a sus discípulos ir por el mundo, anunciando la Buena Nueva a toda la creación, haciendo llegar de palabra y obra el amor liberador y salvífico de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Ahora bien, Marcos hace hincapié en la respuesta que espera de los destinatarios ante la predicación del Evangelio; bautizarse y creer. Luego entonces, aquí no se trata del bautismo y la fe como dones de Dios, sino como respuesta del hombre ante dichos dones.
Bautizarse significa en este texto de Marcos “dejarse sumergir en el Misterio de amor anunciado por los discípulos”, Misterio que será explicitado por Mateo “bautizarse en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero sólo se bautiza el que se abandona confiadamente –cree- en el Señor Jesús como única posibilidad de salvación, de plenitud, de liberación integral, de paz y gozo infinito.
Los frutos que devienen de esta fe/inmersión son abundantes y sorprendentes; arrojar demonios en su Nombre (expulsar eficazmente ideologías opresoras y alienantes que impiden a los hombres ser felices), hablar lenguas nuevas (pronunciar palabras con plenitud de sentido para todos, palabras que realizan lo que anuncian, paz y bien para todos), cogerán serpientes en sus manos (dominio total sobre las criaturas, que así pasan de ser ídolos a árboles deleitosos a la vista y buenos para comer), beberán veneno mortal sin que les haga daño (estarán en el mundo, con sus ideologías mortales, pero no serán del mundo sino que poseerán la sabiduría que viene de lo alto) y sanarán a los enfermos (los signos visibles del pecado, -que así eran consideradas las enfermedades- desaparecerán porque la palabra sana desde la raíz al ser humano.)

Gracia y paz.

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