lunes, 28 de octubre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 3 DE NOVIEMBRE DE 2013 31° DOMINGO ORDINARIO CICLO C

A.- LECTURAS
Sb 11, 22-12,2 << Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor. >>
Sal 144 << Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. >>
2 Ts 1, 11-2, 2 << Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas atribuidas a nosotros, como si afirmásemos que el día del Señor es inminente. >>
Lc 19, 1-10 << En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a un sicómoro, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa." Él bajo en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador."
Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si  a alguno he defraudado, le restituiré cuatro veces más." Jesús le contestó: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido." >>
2.- REFLEXIÓN
Por su parte, el Señor cierra los ojos ante nuestros pecados, de nuestra parte, ¿nos arrepentiremos?
Jorge Arévalo Nájera
Las lecturas de hoy, establecen principios teológicos inmutables al mismo tiempo que establecen la correspondiente respuesta humana y finalmente la consecuencia soteriológica para el hombre. De tal modo que el mensaje global se articula en una doble línea, la teológica (acción divina) y la antropológica (respuesta humana a esa acción divina) con un colofón en el que se declara la salvación humana. Veamos con mayor detenimiento los elementos de los textos:
Clave de acceso a la vida espiritual (pórtico de entrada):
Reconocimiento de la diferencia ontológica abismal entre Dios y sus creaturas, que son apenas nada ante la majestuosidad del Señor (Sb 11, 22); un elemento indispensable en la experiencia cristiana, es el reconocimiento de la absoluta diferencia entre Dios y el hombre. Parece una verdad de perogrullo, pero a nivel de las consecuencias espirituales (forma concreta de vivir la fe), no parece que esta sea una verdad asumida e interiorizada. La forma de dirigirse a Dios en la oración, por ejemplo, es muy sintomática en muchos cristianos, que acaban convirtiendo a Dios en el remedio infalible para sus males intramundanos, y así, le piden salud, dinero, trabajo, amor, casa, vestido. Este tipo de “relación” con Dios se basa en el << toma y daca>>, << te doy si tú me das>>, <<hago cosas por ti, siempre y cuando tú me correspondas>>. El respeto a Dios –y respeto en teología bíblica es el asombro, el embelesamiento, la estupefacción, la maravilla que causa el Misterio a causa de su otreidad absoluta- tiene una consecuencia práctica inmediata: Ante Dios me postro y espero de él LO QUE ÉL QUIERA DARME, no lo que yo pienso que necesito. Esta es la actitud que abre la puerta a la gracia, ni más ni menos, es el pórtico de entrada a una relación auténtica de comunión con el Señor, solamente así la acción de Dios en el hombre se hace efectiva, transforma y lleva a plenitud el ser.
A) Acción teológica:
 2.-El amor universal compadecido de Dios, que es la expresión más lograda de su omnipotencia; esto significa que Dios no ama por parcelas, a unos cuantos elegidos afortunados, sino que todos los hombres son sujetos de su amor. Pero además, el Señor no ama en abstracto, desde lejos, todo lo contrario, COMPADECE, es decir <<padece con>>, sufre con los hombres, recorre sus caminos, asume sus anhelos y la consecuencia de sus yerros, es un auténtico Emmanuel.
 Es verdad que solamente se le puede ver con la luz de la fe, pero ésta nos permite descubrirlo activamente presente en los momentos más difíciles de nuestra existencia, en el cáncer que va minando poco a poco la salud de nuestro ser amado y que sin embargo sabe abrirse a la Presencia, en la precariedad económica que se descubre como espacio de libertad y solidaridad, en el regocijo inexplicable del amor que se alimenta de sí mismo y que no depende de la respuesta del otro, sí, allí descubrimos al Dios que se compadece de nosotros. El amor de Dios pone en marcha la historia de la salvación y también el itinerario espiritual del creyente.
 3.-El objeto de su longanimidad es el arrepentimiento, la conversión y la fe del pecador; sin embargo, el “movimiento” amoroso universalista, compadecido de Dios hacia los hombres no es un simplón sentimiento, es amor dinámico que exige una respuesta. Dios es paciente –milenios de historia lo demuestran-, incuba el pecado del hombre esperando que por fin la semilla de su Espíritu florezca en el corazón humano. La historia es el tiempo de la misericordia y la longanimidad, pero también es el tiempo del juicio, de la decisión, de la toma de postura ante Dios y su propuesta. Ni el pasado ni el futuro son reales, son una ficción de la mente, una entelequia, un constructo de la mente para ayudarnos a entender nuestro devenir en la historia. El presente –aún con su fugacidad e inaprensibilidad- es lo único real, el aquí y el ahora por ello, son el espacio y el tiempo para la salvación. El amor de Dios urge al arrepentimiento (reconocimiento del propio pecado y la connivencia con el pecado estructural de la sociedad), la conversión (cambio de mentalidad, inversión total de valores, cosmovisión teológica) y la fe (adhesión existencial totalizadora). Dios no es ningún viejito bonachón de  luengas barbas que todo lo tolera, es El Amor que exige crecimiento hacia la plenitud, es El Camino que se propone pero requiere indefectiblemente de la voluntad humana de ponerse a caminar, es La Vida que se comunica gratuitamente pero que para hacerse vida en el hombre requiere que éste abandone sus actitudes de muerte, es La Verdad que destruye la mentira y libera a los hombres para que estos puedan ejercer su libertad responsablemente.
4.- La absolutez y permanente acción de Dios como creador de todas las cosas; esta longanimidad de Dios se manifiesta de manera contundente en el acto creador, que no se reduce a un momento puntual (creatio ex nihilo), sino que es acción permanente de sustentación en la vida, no solamente biológica sino y sobre todo en la vida sobrenatural o definitiva. A nivel espiritual, esta verdad revelada tiene como consecuencia el descubrimiento del sentido de mi vida como obra de Dios. Mi vida no es el resultado azaroso de la combinación cromosómica, no es obra de la casualidad ni de un destino fatal, es un proyecto pensado en la intimidad de Dios, querido y proyectado desde y para el Amor. Mi vida tiene entonces un protos y un telos, un principio y una meta hacia la que se dirige conducida por la providencia del creador de todas las cosas.
5.- La participación de la fuerza divina a todas sus creaturas; el hombre no ha sido abandonado a sus solas fuerzas, ha sido creado como dialogante válido y corresponsable en la obra creadora de Dios –al menos como administrador de lo creado- y para ello ha sido dotado de una capacidad, el hombre es capax Dei, capaz de Dios, apto para responder a sus requerimientos. Desde luego que esto también es gracia, pero lo que importa es que ha sido dotado del pneuma, de la fuerza divina para vivir las exigencias del Amor con que es amado. Las cosas participan de esa fuerza en la medida en que el hombre vive la alianza, la comunión de vida con Dios y con sus hermanos, entonces, la fuerza divina se manifiesta esplendorosa en la creación entera, que así se dirige hacia su culminación en Cristo para llegar finalmente a su origen, El Padre.
B) Respuesta antropológica:
1.- Alabanza, bendición y acción de gracias (Salmo); la respuesta humana al amor universal, compadecido, creador y longánime de Dios, se articula en tres vertientes: Alabanza (no se trata de la mera alabanza verbal al estilo de las comunidades carismáticas, sino del reconocimiento existencial mediante las obras del amor que responde al Amor. Bendición (que cuando se trata de la bendición del hombre hacia Dios es siempre declarativa, se trata de un decir humano que testimonia la transformación interior que el Señor ha producido, por lo tanto, la bendición tiene toda la fuerza del testimonio mediante la palabra, testimonio que declara que el Amor es el único camino para que se logre la plenitud ansiada).
Acción de gracias (se trata de una vida entregada, oblativa, de un darse por entero en servicio a los hombres, es a fin de cuentas una vida que testimonia su nueva creación por la sangre y el agua que han brotado del costado abierto de Cristo).
2.- Reconocimiento de la insuficiencia, esforzarse por lograr la visión teológica en Cristo, la comunión de vida con él mediante la renuncia a la riqueza injusta y el compartir con los necesitados (Lc); la plenitud humana brota de la gracia, nunca del esfuerzo humano, sin embargo, la gracia antecedente, el movimiento de Dios que se encarna dirigiéndose hacia el hombre, no excluye el movimiento del hombre dirigiéndose hacia Dios (Jesús entra a Jericó y Zaqueo sube al sicomoro para ver a Jesús). Claro que inclusive ese subir de Zaqueo es ya una respuesta a la gracia antecedente, pero es también movimiento libre del hombre, es acción antropológica en búsqueda del Trascendente. Zaqueo reconoce su insuficiencia (es de corta estatura), pero eso no le amilana, al contrario, le impulsa a buscar metas más altas, él quiere “ver” a Jesús para “ver” como Jesús (visión teológica). Una vez encontradas las miradas (momento místico) viene la invitación de Jesús a Zaqueo para que le hospede en su casa. Bien sabemos que la hospitalidad entre los pueblos semitas es mucho más que un gesto de amabilidad, es una declaración de comunión de vida. Entre las tribus nómades del desierto, acogerse a la hospitalidad de una tribu significaba una petición de comunión de vida, de protección y aceptación para siempre. Violar la hospitalidad traía como consecuencia la muerte.
La vida cristiana no es otra cosa que aceptar a Jesús en la propia vida, recibirle en la propia casa es decirle que de ahora en adelante su suerte es la mía, que sus valores y principios son los míos, que mi vida no la entenderé sino es a partir de él, de sus opciones y preferencias. Recibir a Jesús es mucho más que entronizar una imagen en el centro de la sala o en un oratorio, recibir a Jesús es comulgar con su cuerpo (servicio por amor a los hombres en obediencia total al Padre) y con su sangre (vida entregada hasta el extremo).
Y el primer signo de la libertad que se consigue al comulgar con Cristo, es la pobreza, el reconocimiento de que sólo él basta, de que él es la perla por la cual vale la pena vender todo lo que se tiene para adquirirla. Desde luego que sólo entonces, cuando el centro de gravedad se desplaza a Cristo es posible desprenderse de lo que antes se consideraba como propio para compartirlo con los indigentes y restituir lo defraudado, es decir, aquello que por derecho le correspondía a otros y nos lo hemos apropiado, y el fraude no solamente lo cometemos con bienes materiales, también podemos defraudar a los que tienen derecho a nuestro tiempo, a nuestra presencia, a nuestra palabra de consuelo.
C.- Consecuencia soteriológica (salvífica): la plenitud humana (Lc), sólo entonces, cuando el hombre se ve liberado de sus esclavitudes y descubre que la fraternidad compartida es el camino de la comunión con Cristo, el hombre es declarado como salvo, es decir hombre pleno que vive con y para los demás.

Gracia y paz.

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