lunes, 24 de marzo de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 30 DE MARZO DE 2014 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

1. LECTURAS
1 S 16, 1.6-7.10-13 << En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel: "Llena el cuerno de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey." Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?" Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante. >>
Sal 22 <<El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace reposar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. >>
Ef 5,8-14 << Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo descubierto es luz. Pero eso dice: "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz." >>
Jn 9,1-41 << En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).  Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo." Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé." Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado."
Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta." [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él." Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. "Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él. Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.">>

2. REFLEXIÓN

De un pastor que da la vista a sus ovejas
Jorge Arévalo Nájera

¡Ser o no ser…es la cuestión!... Podríamos parafrasear la consagrada frase dicha por Hamlet en el soliloquio de la obra homónima de William Shakespeare y formularla de la siguiente manera: ¡Ver o no ver…es la cuestión!  El drama de Hamlet es precisamente la angustia que le produce el no poder descubrir el camino que le lleve a la posesión del sentido de la vida, que ante sus ojos aparece como un terrible absurdo, un nudo imposible de deshacer. En el fondo, el cuestionamiento que subyace en la afirmación de Hamlet puede tematizarse como la incapacidad de ver el sentido de lo real.
Bíblicamente, el término “ver” tiene una doble valencia simbólica, por un lado tiene una dimensión de apropiación, de dominio, de posesión. El hombre necesita “ver” para dominar la realidad, para aprehenderla, integrarla en sus esquemas interpretativos y proveerla de sentido y finalmente darle una utilidad pragmática.
Esto, que de ordinario es algo que necesitan hacer los hombres para su devenir práctico en la vida y sin lo cual sería imposible lograr desarrollo alguno, en el ámbito espiritual adquiere una connotación negativa. En su relación con el Trascendente, fundamento de la realidad que queda inalcanzable al dominio humano y que por lo tanto es por esencia inmanipulable e inapresable por las categorías interpretativas siempre finitas de la creatura, la categoría del “ver” se torna blasfema y se convierte en intento idolátrico por dominar a Dios. No quiere decir que el hombre haya de renunciar a “ver”, pero su visión no es fruto de su esfuerzo, sino don que viene de lo alto y que requiere de una disposición espiritual previa: ¡La escucha!
Esto responde a la naturaleza misma del hombre, que ha sido creado por Dios como imagen suya, dialogante válido ante Él que es Palabra por antonomasia, comunicación permanente, salida y entrega de continuo. ¿Qué requiere la Palabra sino ser escuchada? ¿No es cierto que nuestra oración se convierte muchas veces en soliloquio estéril, desahogo egoísta de nuestras frustraciones y angustias en el que no dejamos ni un resquicio para la escucha de aquél que quiere comunicarnos su Vida? ¡Dios habla!...si no lo escuchamos, ¿no será que necesitamos revisar profundamente en qué condiciones anda nuestro “oído espiritual”?
Como todo sentido, el oído requiere ejercitarse para no atrofiarse, escuchar a Dios requiere poner todo de nuestra parte, estar atentos permanentemente a su comunicación en aquellos espacios en los cuales él prefiere hablar (los pequeños, los marginados, los excluidos por la sociedad, la oración contemplativa en la que nos callamos y disponemos a la escucha, los hermanos de la comunidad que Dios nos ha regalado, el pastor que nos lleva a los verdes pastos para que nos alimentemos, la celebración eucarística en la que sin lugar a dudas Dios nos habla en su Palabra proclamada en asamblea). Cuando escuchamos, entonces aparece la vista como un don que nos capacita para descubrir en la urdimbre de los acontecimientos –tantas veces azarosos- de la historia, la mano poderosa y el brazo extendido de Dios actuando para liberarnos de la opresión y conducirnos a la tierra espaciosa y fructífera de la plenitud.
Ahora bien, la Biblia parte de la presuposición de que el hombre es ciego, incapaz de descubrir por sí  mismo el sentido auténtico de lo real. Dado el talante plástico del lenguaje semita (pueblos del medio oriente de habla árabe, aramea y hebrea), esta constatación se expresa con imágenes simbólicas y en este caso, se usa la ceguera como símbolo de una ineptitud espiritual más que física y a su vez, la imagen prototípica de la ceguera es la oveja. En efecto, es bien sabido que este animal es prácticamente ciego y que su supervivencia depende totalmente de la conducción del pastor –sobre todo en el contexto semita, nomádico- que con el golpeteo incesante de su cayado va guiando al rebaño a través de las escarpadas montañas del Sinaí. El oído es pues el sentido que permite a la oveja sobrevivir y llegar a los pastizales sabrosos y verdes donde alimentarse y satisfacer su sed.
Por ello, la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel, nos presenta el episodio de la elección y unción de David como Rey/pastor de Israel. Este personaje bíblico llegó a representar el ideal del pastor (en un principio, el rey era pastor por antonomasia que conducía al pueblo por los senderos de Yahvé en fidelidad a la alianza). Bien sabemos por los hallazgos históricos, que David fue un estratega militar y político fuera de serie, pero cuya moral no era precisamente digna de ser imitada –baste recordar la jugarreta que hace a su general Urías con tal de quedarse con su bella esposa- y que sin embargo posee un algo que encandila el corazón de Dios <<…el Señor escudriña el interior. >>[1], es simplemente el más pequeño, el insignificante, el que está detrás de las ovejas.
Ya se anuncia entonces una realidad que costará lágrimas de sangre a Israel –y dicho sea de paso a todos los que nos decimos creyentes en el Dios judeo-cristiano-, y me refiero al pastoreo. Y es que es fatigoso someterse a un pastor humano, falaz como todos, pecador como todos y que sin embargo ha sido ungido por Dios y su espíritu está sobre él. ¡Ah! si recordáramos esto cada vez que se nos da una indicación pastoral y la soberbia nos hace creer que sabemos más que el pastor por donde hemos de conducirnos. La cosa es clara y contundente, el pastor que Dios nos ha elegido ha recibido un carisma que nosotros NO TENEMOS y que la obediencia a las directrices pastorales no es optativa si es que queremos ser congruentes con la fe cristiana.
Y seamos más específicos, la obediencia existe verdaderamente cuando acatamos directrices con las que no estamos de acuerdo, ¿estamos realmente obedeciendo cuando la directriz pastoral está totalmente en consonancia con nuestros criterios personales? No se trata de una obediencia servil o acrítica propia del infantilismo espiritual, sino de una obediencia asumida desde la libertad y el convencimiento de que el pastor es la instancia cualificada para guiarme.  Ante el conflicto con las ordenanzas del pastor hay que discernir, cuestionar, informarnos, buscar el consejo de personas doctas, orar y solamente desobedecer cuando en conciencia descubrimos que la ordenanza pastoral es objetivamente contraria al Evangelio, y hago hincapié en esto último, no cuando va en contra de nuestra sensibilidad u opinión personal, sino ÚNICAMENTE CUANDO ES OBJETIVAMENTE CONTRARIA AL EVANGELIO.
Cuaresma es un buen momento para ejercitarnos en el arte de la obediencia, el mejor remedio para la soberbia y el colirio indispensable para empezar a vislumbrar el sentido de nuestra historia y el pastizal de plenitud donde restituir nuestra vida.
Gracia y paz.



[1] 1 S 16, 7b

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