1. LECTURAS
Ex 34,
4-6.8-9 << En aquellos días, Moisés
subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en
la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él
allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él,
proclamando: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la
ira y rico en clemencia y lealtad". Moisés, al momento, se inclinó y se
echó por tierra. Y le dijo: "Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya
con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y
pecados y tómanos como heredad tuya." >>
Sal (Daniel
3)
<< Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo
y glorioso. Bendito eres en el templo de tu santa gloria. Bendito eres sobre el trono de tu reino. Bendito
eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. Bendito eres en la
bóveda del cielo. >>
2 Co 13,
11-13
<< Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid
en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente
con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con
todos vosotros. >>
Jn 3,16-18
<< Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está
juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. >>
2. REFLEXIÓN
El Dios que se nos ha
manifestado es el Dios que se ha entregado por amor
Jorge Arévalo Nájera
Hoy, la Iglesia
universal celebra el Misterio de la Santísima Trinidad y me parece necesario
intentar esbozar una presentación del dogma trinitario desde categorías
existenciales más que conceptuales para lograr abrir pautas de aplicación
espiritual que incidan y transformen el entorno personal y social de los
cristianos del siglo XXI. Con toda seguridad, el dogma de la Santísima Trinidad
-cuya aceptación y confesión constituye la esencia más íntima e irrenunciable
de la fe cristiana, a tal grado que sin él es imposible llamarse propiamente
cristiano- , es sin la menor duda, el
menos comprendido y peor aún , el menos “vivido” en la Iglesia de Cristo.
Y esto desde luego,
hinca sus razones en primer lugar en el Misterio mismo de Dios, de suyo
inagotable y especialmente si se le pretende abordar desde la mera razón que
tiende siempre a reducir la realidad en conceptos, porque el concepto es
siempre una limitación de la realidad. Ya puede intuirse que tal pretensión,
aplicada al Misterio insondable de Dios resulta no solo temerario sino patético
y ha traído resultados lamentables en la vida espiritual de la comunidad
creyente y del singular individuo.
Me viene a la mente el
conocidísimo relato sobre la experiencia mística de San Agustín, al cual le es
revelado en sueños lo ridículo que resulta la pretensión de abarcar
racionalmente la totalidad del Ser infinito de Dios (¿puede meterse la totalidad
del mar en un diminuto agujero o en la palma de la mano?)
¿Quiere esto decir que
debemos renunciar a todo intento por comprender dicho Misterio? ¡De ningún
modo!, la fe exige en sí misma la aprehensión intelectual, pues la revelación,
al darse en un contexto histórico-cultural, resulta de algún modo inteligible -sería
absurdo que Dios se hubiera revelado en categorías humanas y no quisiera que el
hombre razonara sobre los contenidos de la revelación-. Sin embargo, el
razonamiento cristiano parte del presupuesto de la fe, se elabora un juicio
racional no para verificar la veracidad del dato revelado, sino para ir
descubriendo las infinitas aristas que ese dato aporta para el enriquecimiento
de la vida espiritual.
En este sentido, la teología
es servidora de la espiritualidad y debe desembocar siempre en ella, en la
mayor comprensión de la revelación con el fin de que el pueblo de Dios que
peregrina hacia la patria definitiva, pueda vivir a mayor profundidad lo que ya
cree.
Pues bien, la
formulación dogmática “Un solo Dios y tres personas divinas” pierde todo
sentido y mordente transformador si queremos entenderlo en sentido conceptual,
ya que resulta absurdo conjugar la unicidad (un solo Dios) con la existencia
tripersonal (tres personas). ¿Cómo entender que una realidad sea al mismo
tiempo una y triple?
Sin embargo, si
atendemos al sentido que tienen los dogmas en general en la teología católica,
podremos atisbar un modo distinto de comprensión. El dogma no pretende agotar
el misterio, simplemente delimita la reflexión sobre dicho misterio para
asegurar la fidelidad a la revelación sobre determinado tema, en este caso,
sobre la Santísima Trinidad.
Pero la formulación
lingüística del dogma, que expresa el contenido vinculante (que obliga y norma
la doctrina cristiana) puede y de hecho debe actualizarse para resultar
inteligible y significativa para el hombre de cada época. En el caso específico
del dogma trinitario, es indispensable repensar y reformular el concepto de
“unicidad” y de “persona” desde categorías interpretativas
RELACIONALES-EXISTENCIALES y no individualistas y ontológicas. Me explico, si
pensamos que la unicidad de Dios (un solo Dios) consiste en la supresión de la
diferencia (dos seres diferentes no pueden ser una sola realidad), entonces
resulta absurdo afirmar que en Dios existen tres personas distintas.
Pero si entendemos la
unicidad de Dios como la Comunión de los Diversos, entonces es posible entender
que el Misterio de Dios es en esencia unión en la diferencia: el Padre no es el
Hijo ni el Espíritu, el Hijo no es el Padre ni el Espíritu y el Espíritu no es
ni el Padre ni el Hijo, los Tres divinos son distintos pero en una comunión tal
que resultan una unidad perfecta e indisoluble. Ahora bien, es de este Dios y
no de otro es del que el hombre hace experiencia, es el “Dios-Comunión-de los
Diversos” el que se manifiesta a Moisés y se presenta ante los hombres de la
Palestina del Siglo I de nuestra era, les habla, los toca, les permite
recostarse en su pecho, comparte el pan y el pescado asado a las brasas, camina
con ellos por los polvorientos caminos de la Galilea o por los vericuetos
escarpados de la montaña.
Es el Dios que se
delinea a sí mismo como “misericordia/no juicio, comunión/no exclusión, paz/no
violencia”. Es el Dios al que se le conmueven las vísceras con el sufrimiento y
la miseria humanas, el que sienta a su mesa a los excluidos del mundo, a las
prostitutas, a los leprosos, a los adúlteros y explotadores, El Dios que se
crucifica para derrotar a la violencia del mundo con la entrega de su
propia vida, es el Dios que es poderoso
en todo porque vence amando y colgando del madero el pecado del mundo y así,
suscita la esperanza, abre horizontes ignotos de libertad a un mundo que
parecía condenado a morir ahogado en la sangre de sus víctimas.
Ese, queridos hermanos
es el Dios del que somos “imagen y semejanza”, ese es el Dios que nos ha dado
como fruto de su Pascua el Espíritu del “Cordero degollado pero puesto en pie”,
no para que nos ufanemos de “poseer” en exclusiva la verdad y aducir esta
verdad como arma para juzgar y condenar a los que no piensan como nosotros,
sino para que no juzgando a nadie, incluyamos a todos en nuestra vida y así
como Él es perfecta Comunión de los Diversos, forjemos una sociedad alternativa
que sepa reconocer y amar la diferencia como espacio de fraternidad y plenitud.
El camino es posible
aunque no sencillo, amar con la entrega y vaciamiento total del ser (amar como
el Padre), con la receptividad ilimitada del que acoge amorosamente al otro en
su radical diferencia (amar como el Hijo) y sale de sí mismo para impactar el
mundo con propuestas creadoras ilimitadas e inéditas (amar como el Espíritu), esa
es la gloriosa tarea para la que Dios nos ha preparado con el fuego de su
Espíritu, tarea que es al mismo tiempo camino y meta.
Gracia y paz.
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