lunes, 30 de junio de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 6 DE JULIO DE 2014 14° DOMINGO ORDINARIO CICLO A

1. LECTURAS

Za 9,9-10 << Así dice el Señor: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra." >>

Sal 144 << Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; / bendeciré tu nombre por siempre jamás. / Día tras día, te bendeciré / y alabaré tu nombre por siempre jamás. El Señor es clemente y misericordioso, / lento a la cólera y rico en piedad; / el Señor es bueno con todos, / es cariñoso con todas sus criaturas. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, / que te bendigan tus fieles; / que proclamen la gloria de tu reinado, / que hablen de tus hazañas. El Señor es fiel a sus palabras, / bondadoso en todas sus acciones. / El Señor sostiene a los que van a caer, / endereza a los que ya se doblan.  >>

Ro 8,9.11-13 << Hermanos: Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. >>

Mt 11, 25-30 << En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera." >>

2. REFLEXIÓN

Morir según la carne para hallar el descanso en el yugo del Hijo

Jorge Arévalo Nájera

¿Un rey montado en un pollino, cría de asna?, ¿Al mismo tiempo victorioso y humilde?, ¿Cómo puede dominar al orbe entero e implantar la paz un soberano con estas características?
 Hoy, igual que en el tiempo del profeta Zacarías (seguramente por eso en la presentación que del Rey-Mesías hace la teología israelita este texto fue prácticamente ignorado y se dio prioridad a los textos mesiánicos de estilo davídico) el pensamiento generalizado va exactamente en la línea contraria, la línea del poder y la imposición como único camino para alcanzar las metas que anhela el corazón humano. Y no importa el ropaje que pongamos a esta ideología, puede estar revestido de piadosas y religiosas costumbres o de ancestrales tradiciones familiares, si éstas están al servicio de la intolerancia y la exclusión, son manifestaciones del ejercicio del poder al que Jesús llamaba demoníaco.

No cabe duda, la mentalidad imperante, los criterios y valores con los que interpretamos la realidad poco o nada tienen que ver con el eje axiológico (conjunto de valores) de Jesús, más aún me atrevo a decir que el Evangelio escandaliza a muchos “cristianos” ultra-religiosos (los cuales seguramente mandarían al mismísimo Jesús a la hoguera por radical y pervertidor de las buenas costumbres).

Precisamente porque el marco interpretativo con que nos acercamos a la realidad constituye un enorme obstáculo para entrar en la dinámica de una recta comprensión de la propuesta de Dios (que no es otra cosa que el Reino predicado por Jesús), es absolutamente necesario cambiar la mentalidad para poder adherirse a la Buena Nueva.

Las palabras con las que Jesús inicia su predicación según el Evangelio de Marcos: <<El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva>> (Mc 1, 15), son la clave para penetrar en la comprensión de las siempre paradójicas enseñanzas de la Sagrada Escritura. La primera parte del versículo en cuestión es declarativa, anuncia el presente de una promesa largamente añorada: el tiempo de la definitiva implantación del Reino de Dios y el gozo que éste trae a los hombres.

La segunda parte posee un carácter al mismo tiempo imperativo y exhortativo en la que se revelan como absolutamente necesarias dos condiciones para hacer experiencia de ese Reino: por un lado está la conversión y por otro la adhesión irrestricta (fe) al anuncio de la Buena Nueva. Ahora bien, si ambas son exigidas significa que son realidades por alcanzar, que requieren el concurso de la voluntad para lograrse, y por lo tanto, en último análisis la experiencia (aunque no la realidad que se experimenta) de la <<Basileia tou Theou>> (Reino de Dios) depende en buena medida del hombre.

 Pero la conversión es mucho más que el mero cambio exterior de un determinado código ético o moral o de un conjunto doctrinal con carácter dogmático. Cambiar de mentalidad significa un giro copernicano de 180º que implica una trastocación total de los valores que percibimos como verdaderos y apetecibles y con los cuales regimos nuestra vida. Convertirse significa creer irrenunciablemente que el amor oblativo es la única fuerza capaz de transformar el mundo, que la renuncia a toda forma de poder impositivo para abrazar la humildad como forma de conquistar el orbe entero (el rey sobre un pollino y por eso victorioso y dominador de todo). Creer es la consecuencia lógica del convertirse, uno solo se adhiere existencialmente a aquello que considera fírmemente como única posibilidad de salvación o plenitud.

Uno sólo puede alegrarse con el anuncio de la Palabra cuando ésta trae la noticia de algo completamente nuevo que es capaz de hacer exultar al corazón precisamente porque no puede brotar de la iniciativa humana y por ello tiene el poder de salvar, de llevar hacia una dimensión inimaginable de armonía “El suprimirá los cuernos de Efraín y los caballos de Jerusalén (los cuernos y los caballos son imagen del poder mundano); será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones”

Aquí existen un cúmulo de aplicaciones espirituales para nuestra vida: me pregunto que pasaría si en lugar de enseñar a nuestros hijos que la felicidad se encuentra en lograr escalar los peldaños del escalafón social hasta alcanzar la cima donde se encuentra la elite socio-económica, les enseñáramos (sobre todo con el ejemplo) que la plenitud de la vida se encuentra más bien en el no retener ávidamente los bienes obtenidos sino en el abrir los brazos para compartirlos.

¡Que distinto sería el mundo si en lugar de monstruos fagocitantes nos convirtiéramos en fuente de agua viva que mana sin cesar, en dadores permanentes de lo que somos y tenemos! Pero no acabamos de convertirnos y menos de adherirnos a la loca propuesta de Jesús, es un eterno círculo vicioso; no creemos porque no nos convertimos y no nos convertimos porque no nos atrevemos a hacer vida la Palabra, y es que el criterio hermenéutico (interpretativo) del Evangelio es la praxis, pero la praxis es también consecuencia del creer, la una se alimenta del otro y viceversa.

Pablo dice lo mismo aunque con otras categorías teológicas en su carta a los Romanos:Pues si vivía según la carne moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis” Desde luego que Pablo piensa en semita y no en griego, y por lo tanto, la contraposición carne-espíritu no se refiere a lo material versus lo inmaterial,  sino a lo carnal como el hombre cerrado sobre sí mismo, al hombre auto-interpretativo, que excluye todo otro punto de referencia para entenderse a sí mismo y para construir su historia y así y sin saberlo es el hombre débil, caduco y destinado a la aniquilación, mientras que espíritu se refiere al hombre abierto de tajo hacia el infinito, hacia Dios y por lo tanto a la trascendencia que le viene de fuera, de más allá de sus estrechos límites.

Las obras de la carne son pues todas las manifestaciones del ser corpóreo egocéntrico con que impacta al mundo siempre de forma negativa, y las obras del espiritual son las manifestaciones del hombre que abierto a Dios inocula la vida en la historia ya que su propia vida está transida por el Espíritu resucitador del Padre. En este punto se hace necesaria una aplicación espiritual inmediata de las palabras del apóstol: ¡Si tan sólo creyéramos de verdad que nos ha sido dado el Espíritu creador, ese mismo Espíritu que dominó el caos primordial para generar la vida! ¡Si fuéramos capaces de introyectar en lo más profundo de nuestro subconsciente personal y colectivo esta verdad revelada fruto de la acción graciosa y misericordiosa del Padre!

¡Nada es imposible para el espiritual, las aguas del mar se abren ante los hijos de Dios, el miedo a la muerte ha sido vencido y la libertad se hace posible, los viejos atavismos que anquilosaban el corazón han sido hechos trizas, no hay traumas ni dolores que puedan atenazar cual cadenas a la nueva humanidad de los que han nacido del Espíritu! Ya es hora de cambiar nuestro trillado y alienante discurso “¡Es imposible vivir el Evangelio! ¡Yo no puedo con las exigencias de Jesús! ¡El pecado me domina!”, es cierto que para el que vive según la carne es imposible, pero no contristemos al Espíritu negando su acción todopoderosa en nosotros y repitamos con Pablo hasta el cansancio y en todo momento: ¡Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece!

Recordemos que de algún modo (y nada despreciable por cierto) la fe se recibe por la predicación, y esto quiere decir que nos llega formulada como un discurso lingüístico que debe ser procesado, asimilado, rumiado, repetido permanentemente hasta que penetre hasta los más recónditos reductos del subconsciente. Esto ya lo entendían a la perfección los cristianos de los orígenes al elaborar reglas de fe, himnos cristológicos, ritos, relatos catequéticos, etc., que tenían la finalidad de mantener viva en la mente y el corazón la fe en Jesucristo muerto y resucitado, Rey del Universo y dominador de todo, Señor de las vidas y camino que conduce al conocimiento del Padre.

Así, el texto de Zacarías encuentra su explicación y cumplimiento último en la persona del Hijo que se manifiesta como el Rey-Mesías humilde y pacificador, descifrador del criptograma divino y humano al mismo tiempo que dador del descanso sabático escatológico en el que el hombre encuentra la quietud necesaria para encontrarse finalmente con aquel que es su origen y meta última. Pero todo esto a condición de que nos convirtamos y creamos, muramos a la carne y viviendo en el Espíritu nos adhiramos al yugo suave del Hijo.


Gracia y paz

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