martes, 9 de agosto de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 14 DE AGOSTO DEL 2011 XX DOMINGO ORDINARIO CICLO A



LECTURAS

Is 56, 1. 6-7; Esto dice el Señor: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la Justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a ml alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en ml casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos en ml altar, porque mi templo será la casa de oración para todos los pueblos".
Sal  66: Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra fu bondad y los pueblos tu obra salvadora. Las naciones con júbilo te canten, porque Juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos Juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.
Ro 11, 13-15. 29-32: Hermanos: Tengo algo que decirles a ustedes, los que no son judíos, y trato de desempeñar lo mejor posible este ministerio. Pero esto lo hago también para ver si provoco los celos de los de mi raza y logro salvar a algunos de ellos. Pues, si su rechazo ha sido reconciliación para el mundo, ¿qué no será su reintegración, sino resurrección de entre los muertos? Porque Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección. Así como ustedes antes eran rebeldes contra Dios y ahora han alcanzado su misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma forma, los judíos, que ahora son los rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes alcanzaran la misericordia de Dios, también ellos la alcanzarán. En efecto, Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia.
Mt 15, 21-28: En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: "Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros". El les contestó: "Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel". Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: "¡Señor, ayúdame!" Él le respondió: "No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". Pero ella replicó: "Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

REFLEXIÓN
Llamados a ser una Iglesia que provoque los celos del mundo
Jorge Arévalo Nájera

Digámoslo sin miedo y con todas sus letras: Hoy por hoy, la Iglesia no es una realidad con mordente social ni personal, no provoca, no mueve, no confronta a los poderes establecidos –más bien parece ser en muchos casos cómplice de ellos- y es absolutamente incapaz de atraer a los jóvenes. No creo que sea una postura pesimista sino realista, aunque reconozco que es sumamente irritante para un buen número de católicos.
Esta reflexión no pretende demeritar el esfuerzo y cabal testimonio de vida de católicos comprometidos con el Evangelio, luchadores incansables de la causa de Jesús. Sin embargo, a nivel institucional –que es la portada que las masas miran de la Iglesia- urge una revisión de actitudes que generen acciones pastorales que resulten proféticas y por ello, atractivas para un mundo urgido de opciones reales que susciten la esperanza cierta de que es posible un mundo distinto.
Las lecturas que hoy la Iglesia nos proclama como Palabra de Dios, están articuladas con el tema de la universalidad de la acción justiciera y salvífica de Dios. El trozo del libro del profeta Isaías establece un imperativo (velar por los derechos de los demás y practicar la justicia) que viene exigido por el anuncio de la irrupción de Dios (su salvación está a punto de llegar y su justicia de manifestarse).
Desde luego que en una lectura cronológica, el oráculo de Isaías fue formulado como promesa/anuncio de futuro, pero en una lectura cristológica la irrupción de Dios es un permanente llegar en Cristo, Jesús viene permanentemente a nuestras vidas y su presencia es al mismo tiempo juicio y salvación para el mundo. Y ese juicio/salvación exige una toma de postura radical que se concretiza en acciones en beneficio del prójimo. Velar por los derechos de los demás significa en el contexto del profeta (que denuncia los excesos del poder monárquico y religioso) defender a los pobres y a los oprimidos, compartir los bienes con las viudas,  huérfanos, etc. y practicar la justicia es otro modo de decir que el creyente debe procurar poner al alcance de todos los hombres los medios materiales y espirituales (anuncio del Evangelio) para que alcancen su pleno desarrollo.
La fe no puede reducirse a una supuesta conversión interiorista sin un impacto ecológico. El amor por Jesús pasa necesariamente por el amor al prójimo y el amor a éste es expresión irrenunciable de la auténtica conversión, de un cambio radical de mentalidad que asume los principios y valores de Jesús como única posibilidad de realización humana.
En efecto, el maravilloso texto de Isaías posee tintes de un amor expansivo, universal, sin fronteras ni condicionamientos de índole religiosa o de cualquier otro tipo. Todas las naciones (es decir, todos los pueblos paganos) están abrasados por el torrente incontenible del amor salvador de Dios. Pero desde luego, esto no significa que su amor sea permisivo e indiferente a la respuesta humana. Se exige, para entrar en este torrente abrasador, que los paganos (aquellos que no conocen nada de la ley mosaica, de los profetas, de los patriarcas, de la liberación en Egipto, de la alianza sinaítica, etc.) se “adhieran” al Señor.
En la Biblia, adhesión a Dios significa exactamente tener fe, el que cree se adhiere existencialmente a Dios, se apega irrestrictamente a su Palabra, lo asume como criterio rector de su existencia, como catapulta desde la cual se lanza hacia las alturas, como motor y criba desde la cual construye su historia.
Por otro lado, “adherirse” o creer en el Señor se traduce en servirlo, amarlo y darle culto. Estos tres elementos se desarrollan o llevan a cabo en la práctica del velar por los derechos de los demás y por la práctica de la justicia que ya hemos explicado.
Como podemos deducir, creer en Dios es mucho más que una simple y crédula aceptación de unas verdades doctrinales, es mucho más que un sentimentalismo meloso que hace derramar lágrimas ante el Santísimo Sacramento o ante el crucifijo en viernes Santo, es mucho más que un cumplimiento legalista y cuasi mágico de ritos y normas religiosas.
Los “holocaustos y sacrificios” (es decir, los ritos y prácticas religiosas) solamente son válidos a los ojos del Señor cuando provienen de un corazón convertido, solidario y comprometido con el devenir de la sufriente historia humana, cuando son ofrecidos con manos encallecidas por el trabajo realizado codo a codo con el campesino y el obrero y atravesadas por los mismos clavos que sostuvieron a Cristo en el madero.
Entonces, el “templo” –que ahora es la humanidad misma- se convierte en casa de oración, de espacio sagrado donde se escucha la voz poderosa del Señor que desgaja los cedros del Líbano y que lanza llamas de fuego que no consumen sino que hacen arder el corazón con el deseo irrefrenable de hacer llegar la salvación a todos los hombres.
San Pablo, en su carta a los Romanos previene a los paganos convertidos sobre el peligro de la arrogancia. Es verdad que han sido –por pura gracia- injertados en la vid auténtica del pueblo santo, pero esto fue a causa de la incredulidad de Israel, y Dios salvará al final de los tiempos a todos los judíos que acepten finalmente a Jesús como Mesías.
No es por mérito propio que los paganos –usted y yo querido lector- gozamos de la salvación de Dios otorgada en Cristo al mundo entero y bien haríamos en recordar esto permanentemente para no caer en el error –tan frecuentemente cometido- de creernos poseedores absolutos de la verdad o de Cristo a fin de cuentas y de pretender imponer a otros nuestra fe con amenazas y descalificaciones ridículas.
No sea que el Señor decida –por la ausencia de frutos- desgajarnos de la vid y entregar el Reino a los que sin pertenecer –formalmente- a la Iglesia, dan culto y sirven al Dios verdadero.
Lo que el Señor nos pide es vivir de tal modo que provoque a los demás a buscar la plenitud, la alegría, la paz, la esperanza que irradian aquellos que verdaderamente se han encontrado con Cristo –como dice Pablo “provocar los celos”- y no ir por el mundo con cara de beatos de altar o de Jesús de película de Rambal o peor aún, predicando cual auténticos “Torquemadas” del siglo XXI  la condenación ipso facto de los herejes que no acepten la fe cristiana tal y como nosotros la entendemos.
El Evangelio de Mateo nos presenta una perícopa que refleja por un lado, la actitud del Jesús histórico ante aquellos que no pertenecían al pueblo de Israel y por otro lado, los efectos que la fe desnuda del hombre provoca en Jesús y en el hombre mismo. En efecto, para Jesús - al menos en los inicios de su ministerio público-, su mensaje y acciones salvíficas se restringían explícitamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Sin embargo, esto no significa que en su mente los paganos estuvieran ausentes, de hecho, en la teología del mismo Isaías –profeta preferido de Jesús- la misión de Israel era ser punto de atracción para las naciones, luz para los gentiles y foco de irradiación de la gloria de Yahvé. Por lo tanto, no cabe pensar en una exclusión por parte de Jesús.
Él pensaba que primero debía convertirse Israel y a partir del testimonio del pueblo convertido la oferta de salvación se abriría a los paganos. De hecho, el texto es contextualizado en el único viaje realizado por Jesús a tierras paganas, lo cual es un indicio no sólo geográfico sino teológico.
En efecto, históricamente Jesús realizó un viaje por Tiro y Sidón, pero el sentido simbólico apunta a la justificación teológica de la inclusión de los paganos en el cristianismo, que era un tema álgido de discusión en la comunidad cristiana de Antioquía, donde se redacta finalmente el evangelio de Mateo.
En la mentalidad judía, los pueblos que estaban allende las fronteras físicas y espirituales de la fe Yahvista estaban poseídos por demonios, destinados a la muerte y eran despreciados a tal punto que eran llamados “perros” (traducción correcta del término que en el texto es traducido como “perritos”). La mujer cananea es símbolo del paganismo condenado a la destrucción (la hija/futuro está endemoniada).
Sin embargo, la indiferencia del pueblo elegido que deja caer el pan (símbolo de todo aquello con lo que Dios alimenta a su pueblo; Palabra, alianza, promesas, profecía, culto, etc.) y la fe/adhesión de la mujer que no busca ser reconocida por sus méritos sino que simplemente encamina su mísera vida hacia Jesús (le sale al encuentro), reconoce su radical indigencia (se postra) e implora su ayuda, logran lo impensable…¡mover a compasión el corazón de Dios, trastocar sus planes, maravillarse con la fe del hombre que sabe reconocer en él la única posibilidad de vida definitiva y permanente! ¡Y en aquel mismo instante, quedó curada su hija!
 Gracia y paz.

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