lunes, 5 de noviembre de 2012

Reflexión sobre las lecturas del 11 de noviembre de 2012


XXXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
  1. LECTURAS
1Re 17,10-16: << En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba." Mientras iba a buscarla, le gritó: "Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan." Respondió ella: "Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos." Respondió Elías: "No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La tinaja de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra"." Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías. >>
Sal 145: << El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,   hace justicia a los oprimidos,  da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego,  el Señor endereza a los que ya se doblan,  el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda  y trastorna el camino de los malvados.  El Señor reina eternamente,  tu Dios, Sion, de edad en edad. >>
Heb 9, 24-28: << Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres - imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces- como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo-. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos. >>
Mc 12, 38-44: <<En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: "¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa." Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo: "Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir". >>
  1. REFLEXIÓN
De viudas que lo dan todo y de un Cristo que se ofrece por todos
Jorge Arévalo Nájera
Ubiquemos el texto de la primera lectura, del libro primero de los Reyes, en su contexto histórico, para después atrevernos a realizar una hermenéutica (aplicación a la vida). Nos encontramos en el reino del Norte, el país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (parece que nunca un largo gobierno es benéfico para nadie), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera, Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31).
Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yahvé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo, Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres, con aquellos que nada tienen, si acaso, lo necesario para comer hoy un pedazo de pan y después esperar la muerte.
Sin embargo, el texto nos advierte sobre el peligro de la idealización <<per se>> de la pobreza sociológica, y lo hace indicándonos la actitud de distanciamiento que en un principio tiene la viuda de Sarepta <<Vive Yahvé tu Dios>>, no hay una identificación con el Dios del cual es portavoz Elías, y es que ese Dios es Yahvé, es decir el Dios que acompaña a su pueblo en las vicisitudes de la historia, y francamente, no parece que la pobre viuda esté siendo muy acompañada por Yahvé hasta antes de la llegada del profeta.
La aparente ausencia de La Presencia en los duros momentos de la vida puede llevarnos a la desesperanza mortal, de tal modo que los horizontes se estrechan, el corazón agoniza y ya solo nos queda aguardar que la muerte nos arrebate del sinsentido…<<tu Dios>>, ya no más el mío, que resultó ser una ilusión, un espejismo alienante…el futuro (representado por el hijo) se desdibuja y lo único que parece seguro –y en el fondo, liberador- es la muerte.
¡Cuánta fe se requiere para seguir aguardando las promesas del pasado cuando la sequía se hace dueña del corazón!...pero he aquí que entonces  la fe es acrisolada y  el creyente es invitado a levantar la mirada y descubrir la providencia permanente de Dios que llega mediante la Palabra –el profeta es eso, portavoz del Hablante-. El Elías del relato, es mucho más que el profeta histórico, es figura del profetismo como estilo de vida, como carisma liberador que se opone al institucionalismo cultico que convierte la relación con Dios en un pacto comercial en el que mediante un ritualismo exacerbado, se obtiene de Dios un cierto beneficio.
El profetismo es ante todo, un movimiento –siempre suscitado por la iniciativa de Yahvé-  de protesta y denuncia contra este estilo de vida <<canonizado>> por los sacerdotes israelitas. El profetismo anuncia una alianza vital, un compromiso de amor que se manifiesta en la solidaridad con las viudas y los huérfanos. No son los sacerdotes/institución los que vienen al rescate de la viuda/pueblo, sino el profeta, es él quien suscita la confianza renovada en el Dios que acompaña al hombre en los momentos límite que le toca vivir, y es que sólo el amor es capaz de devolver la esperanza.
Es importante hacer notar que la acción divina, anunciada por el profeta, no acaba de inmediato con la sequía que amenaza la vida y el futuro de la viuda/pueblo/hijo, nada de providencialismos, al creyente le toca vivir y beber hasta el fondo las amargas experiencias de la historia, Dios no es un ídolo burdo al que se le obliga a derramar la lluvia mediante bailes y rituales, es el Dios que se encarna, que se enfanga los pies con el barro y que comparte con los hambrientos su pan. El pan es símbolo o prefigura de la Palabra, alimento de Dios para los hambrientos del mundo, es la Palabra la que devuelve la vista, ensancha los corazones y relativiza las <<sequías>> del discípulo, es la Palabra el alimento que sustenta al discípulo al mismo tiempo que va actuando en la historia, generando vida y triunfando sobre el caos, hasta que un día, todo quede sometido a su amoroso dominio.
Sin embargo, aunque la Palabra es absoluta gratuidad, es necesario que el hombre realice un acto de acogida, de abandono, de confianza absoluta en la eficacia de la Palabra, la viuda pone en manos del profeta el último alimento que le queda para el sustento de ella y su hijo, su presente y su futuro ¡cosa fácil!...estará pensando el amable lector, ¡ni más ni menos que abandonarse por entero, que poner la vida y las seguridades solamente en esa Palabra! ¡Pues esa es la empresa espiritual que se lleva toda la vida! ¡La clave de la vida está en el entregar y no en el recibir!
El Salmo se hace eco de la certeza del dominio de Dios –verdadero, que aunque no evidente, se hace visible por la fe- <<  hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahvé suelta a los encadenados. Yahvé abre los ojos a los ciegos, Yahvé a los encorvados endereza, Ama Yahvé a los justos, Yahvé protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. Mas el camino de los impíos tuerce; Yahvé reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad. >> Es el <<ya, pero todavía no>>, la escatología incoada, el triunfo que se anticipa en la historia, el banquete ya compartido del triunfo definitivo de Dios y del hombre que sólo alcanzará su plenitud definitiva en la meta-historia. Pero ya ahora, en el aquí de la vida cotidiana, es posible vivir la plenitud que se aguarda, la vida nueva de los hijos de Dios.
Ahora bien, la carta a los Hebreos precisa y ahonda en el misterio del cómo ese pan divino sustenta al discípulo. Es Cristo el único que posibilita la entrada en el ámbito de la vida definitiva o plena, y la forma de hacerlo ha sido la cruz del Gólgota – a eso se refiere el sacrificio del que nos habla el texto- y su sacrificio no ha sido parcial, sino que tiene tal carácter de definitividad que no puede repetirse, se ha dado de una vez y para siempre. Es importante aclarar que en la teología de la Carta a los Hebreos, el concepto de “sacrificio” contiene el sema (matiz de significado) de entrega, de oblatividad que abarca la existencia toda y no se reduce por lo tanto, al mero hecho concreto de la crucifixión en el monte de la Calavera, es como decir que Cristo es el entregante de su propia vida, el hombre/Dios para los demás. Pero ésta forma de vivir no queda asfixiada en la persona de Jesús, sino que se torna incluyente y abarca a todos aquellos que se quieran adherir a él. La única forma de ser discípulo de Cristo es entregándose permanentemente a los demás, en virtud del amor al Padre.
El evangelista Marcos, con ese su estilo tan propio de pintar cuadros plásticos en los que nos regala magistrales catequesis teológicas,  nos ilustra precisamente la actitud fundamental del discípulo –representado en la viuda que echa su única monedita en el arca del tesoro- de cara a su relación con Dios. El acento no debe ponerse en el dinero que entregó la viuda, sino en lo que ese dinero representaba para ella –su única seguridad de mantenerse con vida, pues era todo lo que tenía-. El discípulo está llamado a encarnar en su existencia a las viudas que lo dan todo y al Cristo que se entrega por todos.
Gracia y paz.

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