lunes, 12 de noviembre de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 18 DE NOVIEMBRE DEL 2012


33° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B.

  1. LECTURAS
Dn 12, 1-3: << Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad. >>
Sal 15: << El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida,  me saciarás de gozo en tu presencia,  de alegría perpetua a tu derecha. >>
Heb 10,11-14.18: << Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados. >>
Mc 13,24-32: << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre". >>
  1. REFLEXIÓN
¿Fin de la historia o finalidad de la historia?
Jorge Arévalo Nájera
Se acerca el fin…del año litúrgico –no se alarme mi estimado lector, no soy un milenarista ni ave de mal agüero- y tanto la primera lectura, del libro del profeta Daniel como el evangelio de Marcos, tienen tintes evidentemente escatológicos, es decir, referentes al ésjaton, a las realidades que están más allá de la historia, que escapan a las coordenadas espacio-temporales. Y dado que estos textos enmarcan a manera de inclusión la teología y espiritualidad que nos propone la Comisión Litúrgica, es conveniente y necesario aclarar algunas cosas con respecto al ropaje literario de ambos textos, que es el género literario conocido como <<apocalíptico>>.
En primer lugar, una lectura literal de los acontecimientos narrados, sería una auténtica traición a la intencionalidad del autor apocalíptico, que utiliza imágenes y símbolos para dar un mensaje esperanzador a una comunidad perseguida u oprimida por los poderes del mundo. Por otro lado, en realidad, este mensaje de esperanza no invita a la pasividad, sino que por el contrario levanta el corazón de los oprimidos y les anima a afrontar la persecución aferrados a una visión escatológica en la que el triunfo de Dios y su pueblo están asegurados.
De esta manera, en el texto de Daniel, la figura de Miguel representa al mismísimo Dios que guerrea contra las potencias mundanas para salvar a su pueblo. Es interesantísimo notar que en el libro de Daniel se menciona expresamente la resurrección de los muertos como fruto de la acción salvadora de Dios. Es uno de los textos más antiguos en los que se ha introducido el concepto de resurrección que después será adoptada por Jesús y sus discípulos:
 << Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. >>  Se trata –en el sentido positivo- de la superación del estado de postración de un <<yo>> volcado sobre sí mismo y su precariedad (dormir en el polvo) y en sentido negativo se proclama la total y definitiva frustración existencial (oprobio para el horno eterno). De este modo, el escritor apremia a los perseguidos a tomar una opción radical,  a favor de Dios (inscribir sus nombres en el libro) o contra Él. La angustia de aquellos tiempos es un elemento infaltable en los escritos apocalípticos.
 Pero no se trata de una angustia fruto del pánico a la muerte o a la destrucción del mundo, -categorías superadas en base a la confianza absoluta en el designio amoroso y salvífico de Dios como bien expresa el Salmo responsorial- sino a la tensión desgarradora que en el interior del creyente suscita la irrupción de la absoluta novedad, que introduce una constante aniquilación de las categorías caducas que no pueden ya tenerse en pie (referencia a la conmoción cósmica tan propia de los apocalípticos).
En cuanto al evangelio de Marcos, el trozo que hoy se nos proclama, presenta una mínima parte del «discurso escatológico» del capítulo 13. Un poco antes de comenzar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los tres sinópticos nos presentan palabras de Jesús cargadas de sabor escatológico. El pasaje de hoy hay que leerlo a la luz de todo el capítulo 13. Es más, conviene que en casa o en el grupo lo leamos completo y, de ser posible, leamos también el discurso escatológico de Mateo y de Lucas, eso nos ayudará a ver mucho mejor las semejanzas y las diferencias entre los tres y, por otro lado, nos facilitará una mejor comprensión del sentido y finalidad que cada uno quiso darle a esta sección.
Tengamos en cuenta que en ningún momento hablan los evangelistas del «fin del mundo», en sentido estricto, esa es una interpretación equivocada que no ha traído los mejores resultados ni a la fe del creyente ni a su compromiso con el prójimo y con la historia. La palabra <<telos>> (τέλος), tiene dos significados: Por un lado posee el sema de <<fin>> como término cronológico, por ejemplo cuando termina una obra de teatro (de aquí la palabra <<telón>>) y por otro lado, significa <<propósito, finalidad>>. La polisemia (más de un significado) de la palabra  τέλος, se corresponde con los dos niveles de lectura de los textos apocalípticos, el nivel del presente histórico de la comunidad destinataria a la que se le anuncia el final inmediato de su persecución (en este caso, la comunidad de Roma) y el nivel a-temporal del mensaje, aplicable a todas las situaciones vitales de opresión y tribulación por las que pasa la comunidad en cualquier tiempo y lugar, para que descubran la finalidad o propósito de la historia, que siempre queda bajo los designios amorosos de Dios.
Jesús no predica el fin del mundo, ése no era su interés. Las imágenes de una conmoción cósmica descrita como estrellas que caen, sol y luna que se oscurecen, etc., son una forma veterotestamentaria de describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Para los antiguos, el sol y la luna eran representaciones de divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16), mientras que los demás astros y lo que ellos llamaban «potencias del cielo», representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10).
Pues bien, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cosa por el estilo, para él lo más importante es anunciar los efectos liberadores de su evangelio; y es que el evangelio de Jesús debe propiciar en efecto el resquebrajamiento de todos los sistemas injustos (internos o externos) que de uno u otro modo se van erigiendo como astros en el firmamento humano.
Jesús es consciente y sabe que la única forma de rescatar, de redireccionar el rumbo de la historia por los horizontes queridos por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la historia intentan suplantar el proyecto de Dios, con un proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su reino. Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, el Mesías (cuyo «secreto» se mantiene a lo largo de todo el evangelio) sólo se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como propia y luchar hasta el final por su realización.
Todos los discípulos están entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa, no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Esa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en verdad nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando de veras ese efecto que debe tener el evangelio o si simplemente estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús.
Finalmente, en el centro de la Liturgia de la Palabra, la epístola a los Hebreos,  nos insiste (de algún modo ya lo había hecho el domingo pasado) en que el <<centro teológico>> de la nueva vida que surgirá del cataclismo escatológico se halla en Cristo crucificado, <<Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.>> Si la victoria nos aguarda es porque Cristo derramó su sangre (literal y teológicamente) en beneficio de <<los muchos>> y ello le significó la entronización a la diestra del Padre. La <<derecha o diestra>> en la simbología del mundo semita hace referencia al poder transformador (en este caso de Dios), o sea que Cristo sacrificado, el Cordero degollado es el <<poder>> de Dios, aquel mediante el cual derrumba las estructuras opresoras que el hombre ha erigido para regir “su” mundo. De aquí que el discípulo sea llamado a participar de ese mismo poder, de esa misma forma de vida capaz de hacer surgir un nuevo orden, el orden crístico.
Gracia y paz.

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