lunes, 16 de septiembre de 2013

Reflexión sobre las lecturas del domingo 22 de septiembre de 2013 25° Ordinario, Ciclo C

1.     LECTURAS
Am 8, 4-7: << Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?" Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones. >>
Salmo: 112: <<  Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. >>
1Tim 2, 1-8: << Querido hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones. >>
Lc 16, 1-13: << En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. “El administrador se puso a echar sus cálculos:"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo? “Éste respondió: "Cien barriles de aceite. “Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. “Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?
“Él contestó: "Cien fanegas de trigo. “Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta. “Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero." >>
  1. REFLEXIÓN
Un  sistema explotador del pasado que se repite en el presente
Jorge Arévalo Nájera
¡Dinero o no dinero! ¡Ése no es el dilema! Demasiada tinta se ha gastado en inútiles disertaciones teológicas y filosóficas sobre si es éticamente lícito poseer dinero. A mi modo de ver, en perspectiva cristiana la Escritura es diáfana: el dinero no es el problema, en cualquier sistema de intercambio comercial, el dinero –o su equivalente- es absolutamente necesario y en sí mismo no posee carácter moral. El problema radica en el interior del hombre, en su actitud de cara a la utilización de esa realidad llamada dinero.
Ni los profetas ni Jesús satanizaron el dinero en sí mismo –de tontos y fanáticos no tenían un pelo- sino una actitud espiritual patológica que se llama avaricia y cuya manifestación externa es la riqueza. Aquí es donde entra con toda su fuerza la predicación profética del Antiguo Testamento, la de Jesús de Nazaret y la del resto de los escritores del Nuevo Testamento.
Podríamos definir la avaricia como aquella actitud de validación del dinero y/o los bienes obtenidos con él como realidades absolutas. La riqueza sería entonces la acumulación de dinero o bienes de forma egoísta y exclusiva. Ahora bien, una realidad es absoluta –al menos en el corazón humano- cuando polariza o determina el código ético y moral de una persona o sociedad. Esta actitud no se reduce a la afectación de la interioridad del sujeto, sino que dada su condición de indefectible relación –para bien o para mal- con su entorno y sobre todo con los demás hombres, esta absolutización se concretiza en la formación de estructuras sociales –políticas, económicas, religiosas- opresoras y alienantes, basadas en la explotación de los indefensos.
El profeta Amós nos ubica en el contexto de la cuarta visión y su interpretación, que va contra los defraudadores y explotadores. El profeta, en todo su libro, nos presenta cinco visiones sobre el destino del pueblo de Israel (7, 1 – 9, 10). El mensaje de Amós estaba dirigido principalmente al reino del norte, Israel, pero también menciona a Judá (el reino del sur) y a las naciones vecinas de Israel (sus enemigas): Siria, Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab. La razón del juicio: la codicia de los ricos. Amós grita y denuncia: escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren arruinar a los humildes de la tierra (v. 4). El profeta, al hacer sus juicios y lanzar sus amenazas, da los motivos y hace las denuncias por las cuales serán castigados y corregidos.
Denuncias contra las casas ostentosas, fruto de la opresión a los pobres y débiles. Y esto por no cumplir con la justicia en el trabajo y en el comercio. Engañan y roban en las balanzas fraudulentas, en los precios y salarios. También hay juicios contra un culto exterior que quiere encubrir toda esa injusticia con sacrificios, ofrendas y cantos, que así no son gratos a Dios. Al tema del fraude, tan presente en esta cuarta visión, le sigue el juramento divino y el castigo.
Aunque a algunos no les guste y quieran reducir la fe a lo intimista y al interior de los templos, la fe es una fuerza revolucionaria, contestataria y denunciante de todo aquello que oprime y sofoca la libertad y plenitud humana. Por lo tanto y en este sentido, ¡por supuesto que tiene que ver con la política y la economía! Claro está que no se trata de favorecer a ningún sistema o partido político, pues el Reino de Dios no se identifica con ninguna realización intrahistórica, pero si se trata de denunciar cualquier elemento presente en dichas realidades que atente contra la dignidad de los hombres creados a imagen y semejanza de Dios.
Y desde esta perspectiva, no podemos negar que la realidad política y económica de nuestro querido país refleja una actitud de negación radical de la dignidad humana. El hombre vale –para los demás y ante sus propios ojos- en función de su productividad. La primacía la tiene el estatuto fáctico y no el ontológico, el hombre vale por su “hacer” y no por su “ser” y por ello, existe una carrera frenética por alcanzar pronto y a toda costa el éxito económico para asegurar un futuro –que cada vez llega con mayor celeridad- en el que el individuo será desechado por la maquinaria socio-económica a causa de su ineficacia en la producción de bienes de consumo.
Resulta evidente que desde esta visión antropológica inmanentista, los sistemas sociales generan una desigualdad atroz donde se incrementa exponencialmente la pobreza extrema y la riqueza se deposita en una minoría privilegiada cada vez más rica. Existen literalmente dos mundos –inexistentes el uno para el otro-, dos modos de vida y dos cosmovisiones diametralmente opuestas. Los depositarios de las riquezas –y en este país es rico el que goza de cosas superfluas mientras millones carecen de lo más indispensable- se van desensibilizando acerca del sufrimiento de los pobres y a lo más que se llega es a un cierto asistencialismo disfrazado de caridad.
La primera carta a Timoteo afirma que la voluntad de Dios es que << todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad >> y por otro lado exhorta a los cristianos a orar y suplicar por los jefes de Estado y las demás autoridades. Es claro que el autor de la carta –algún discípulo de Pablo-  pertenece a un contexto histórico en el cual, la iglesia paulina carismática de los orígenes ha entrado en una etapa institucional que trata de armonizar su fe con su situación socio-política <<…para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido. >> Pero por otro lado, deja bien en claro que la voluntad de Dios cualifica la relación fe/sistema de Estado. Esa voluntad es que todos los hombres se salven mediante el conocimiento de la verdad.
Apresurémonos a aclarar estas palabras para no caer en una especie de gnosticismo moderno (el gnosticismo afirma que el hombre es una partícula divina encerrada en la materia y que desconoce su verdadera identidad. Por ello, requiere de adquirir el conocimiento o iluminación necesaria para redescubrirse como partícula del Todo).
La Verdad para el cristiano no es un conjunto de máximas de sabiduría, conceptualizaciones teológicas o metafísicas, para el cristiano, la Verdad tiene un nombre concreto, un rostro y una historia: ¡Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios! Él es la Luz que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo[1], es decir, en el encuentro existencial con cada uno de los hombres, en el compromiso solidario con esos que están siendo esclavizados y explotados, en el encuentro fraterno de los nuevos profetas mesiánicos que han nacido del costado abierto del nazareno ajusticiado por los poderosos del mundo, es en el desgaste de la historia que viven los hombres nuevos al abrazar el amor como única herramienta para transformar el mundo que se ven iluminados, que su inteligencia se abre hacia horizontes inusitados de comprensión de lo real y por ello son capaces de entender con la mente de Dios –visión teológica- que las riquezas siempre son injustas porque todo pertenece a Dios y él quiere repartirlo equitativamente entre todos los hombres.
El Evangelio de Lucas, nos presenta una curiosa parábola acerca de un administrador que es acusado de haber malgastado los bienes del dueño y le es quitado el trabajo. Entonces, el abusador –pero astuto- individuo piensa en la forma de asegurar su subsistencia ganándose el favor de los deudores del amo, reduciendo sus deudas y elaborando nuevos recibos.
Al final, el amo reconoce la astucia y habilidad del mal administrador. Es sabido que los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión, sino que vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia intereses desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto dinero” a sus acreedores. Esta parábola –no siempre bien interpretada- va dirigida a los discípulos y se encuentra ubicada inmediatamente después del capítulo 15, que contiene las tres parábolas de la misericordia.
El meollo del asunto teológico y espiritual radica en el uso que hace el administrador del dinero –al que Jesús, en su aplicación moral de la parábola llama “dinero injusto”- Jesús llama injusto al dinero que representaba la comisión del administrador y que como hemos dicho líneas arriba, era muchas veces un abuso para con los deudores. Lucas introduce así una distinción entre el dinero en sí mismo (el del amo) y el dinero injusto (el del mal administrador).  El injusto dinero, como encarnación de la escala de valores de la sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar la disponibilidad del discípulo a poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados.
La parábola termina con esta frase lapidaria: “No pueden servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque de nuestro amor a Dios es la renuncia al dinero. El amor al dinero es una idolatría. Hay que optar entre dos señores: no hay término medio. El campo de entrenamiento de esta opción es el mundo, la sociedad, donde los discípulos de Jesús tienen que compartir lo que poseen con los que no lo tienen, con los oprimidos y desposeídos, los desheredados de la tierra.
Así, los cristianos estamos llamados a combatir con las armas del Evangelio (fe, esperanza y caridad) todo sistema explotador que se repita en el presente.
Gracia y paz.



[1] Jn 1, 9

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