lunes, 4 de noviembre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 32° DOMINGO ORDINARIO, CICLO C

A. LECTURAS
2 Macabeos 7,1-2.9-14: En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: « ¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.» El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.» Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.» El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»
Sal 16,1.5-6.8.15: Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
2 Ts 2,16–3,5: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra del Señor siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo.
Lc 20,27-38: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán.
Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
B. REFLEXIÓN
La resurrección como fuerza y esperanza para la vida presente
Jorge Arévalo Nájera
En una sociedad como la nuestra en la que el relativismo campea por doquier y da lo mismo cualquier opción, pues << todos poseemos una parte de la misma verdad >> y << todos los caminos llevan a Roma >>, hablar de radicalidad resulta chocante, se piensa de inmediato en fanatismo, intolerancia e ignorancia. ¿Por qué defender hasta la muerte una determinada postura si finalmente cualquier otra goza del mismo estatuto y nivel de verdad?
Así, los padres de familia no saben qué valores transmitir a sus hijos y qué actitudes tomar ante la embestida cotidiana de las propuestas ideológicas con que los niños y jóvenes son bombardeados y que aparecen con portada benéfica para el desarrollo humano. En la dimensión religiosa sucede lo mismo, la pluralidad se confunde con el relativismo y la densidad específica de la fe judeo-cristiana se diluye en un sincretismo patético o se reduce a una propuesta más en el mercado religioso. No pretendo negar a-priori la validez de las diversas tradiciones religiosas o de las aportaciones de la ciencia humana para el desarrollo integral del hombre, sino rescatar lo que es específico de la propuesta cristiana. En este sentido, la radicalidad es una característica irreductible de la fe en Dios, tal y como la ha entendido el pueblo de Israel primero y la Iglesia después.
Pero, ¿qué debemos entender por radicalidad? Descartemos en primer lugar el concepto de radicalidad como cumplimiento irreflexivo y literal de las formulaciones lingüísticas de la Biblia. La palabra “radical” en el contexto de la teología cristiana debe entenderse como << perteneciente o relativo a las raíces >> y en este sentido, ¿cuál es la raíz del cristianismo? ¡Pues ni más ni menos que Jesús Mesías!  El acontecimiento Cristo (encarnación, vida pública- enseñanzas y praxis-, pasión, muerte y resurrección) es la savia que alimenta la vida cristiana y la meta de la espiritualidad es el abrazo escatológico del Padre mediante la configuración existencial en Cristo.
Asumir sus opciones, valores, principios y traducirlos en una praxis liberadora y ecológica es el único modo de ser cristianos. Lo demás son “chorradas”, mascaradas que ocultan nuestra cobardía y pusilanimidad.
Ahora bien, la primera lectura, del segundo libro de los Macabeos hace alusión al martirio de aquellos héroes israelitas que no renuncian a su fidelidad a la Ley de Yahvé, aún cuando su integridad física o incluso su vida biológica se vea amenazada. Y cabría preguntarse, ¿fueron los Macabeos unos fanáticos? ¿Podrían haber aceptado comer la carne de cerdo y continuar siendo fieles a Yahvé? Y alguien podría preguntarse ¿no vale más la vida humana que cualquier precepto religioso? ¿Morir por no abdicar de un precepto no indica más esclavitud que libertad?
A lo que habría que responder diciendo que debemos entender que para Israel -y los Macabeos representan al resto fiel de Israel- la Ley no era simplemente una normatividad externa, era la forma de adherirse a la promesa de vida en plenitud que Yahvé les había hecho. En el tiempo en el que se escribe nuestro texto [1] la idea de la resurrección se ha introducido en el imaginario religioso judío y ya es la idea que recapitula todas las esperanzas de reivindicación de Israel, será la prueba final de la fidelidad y justicia de Dios. Sin embargo, es una realidad escatológica en sentido estricto, es decir, sus efectos sólo se verán en la meta-historia, como recompensa por la fidelidad a la Ley. El concepto de la resurrección conocerá ulteriores desarrollos y profundización a lo largo de la revelación bíblica.
Por ahora, quedémonos con la idea del efecto ético que la esperanza resurreccionista obra en el creyente. La 2 de Tesalonicenses nos describe la necesaria fidelidad y perseverancia del cristiano en medio de la oposición de los que son contrarios a la fe y a los que identifica como huestes demoníacas. Pablo escribe la carta en un contexto de fuerte oposición de los judíos al Evangelio de Jesucristo, por ello, el tono apocalíptico de la carta tiene como objetivo confirmar a sus destinatarios en la fe, la esperanza y la fidelidad a las promesas hechas por Cristo y que se cumplirán en su parusía o venida escatológica. Sin embargo, Pablo se cuida bien de alertar a sus hijos en la fe en cuanto al peligro que entraña  considerar la parusía como un acontecimiento inminente que puede desvincular a la comunidad del compromiso histórico. Para ello, Pablo los exhorta a descubrir en la parusía la fuerza que les impele a << amar a Dios y a tener constancia en Cristo >>. Aunque la Parusía no se identifica con la resurrección (Cristo ya ha resucitado y los cristianos serán resucitados en la venida de Cristo), Pablo da un paso adelante en la interiorización del misterio de la resurrección, pues ya se establece un nexo entre la esperanza y la praxis que debe existir mientras se aguarda la venida del Señor, no como un “hacer” del hombre para lograr el fruto, sino como una consecuencia de la promesa que se aguarda en la certeza de la fe.
El Evangelio de Lucas, nos presenta un diálogo con objetivo pedagógico acerca del tema de la resurrección. Para ello, Lucas contrapone a los Saduceos (facción religiosa que se negaba a aceptar la “novedad” de la resurrección) que apelan a la Ley (englobada por la figura de Moisés) para demostrar la absurda falacia de tal creencia, y a Jesús, que haciendo una exégesis del episodio de la Zarza, concluye la lógica de la resurrección.
Pero el texto apunta más allá de una mera discusión casuística y nos sumerge de lleno en una realidad que está a la base de la resurrección, e inclusive le antecede: Dios es Señor y dueño de la vida y por lo tanto, la muerte no puede disolver el vínculo entre el creador y su creatura. Esto no significa que se quite el peso específico de la muerte, ni que se diluya su realidad… ¡el hombre muere y muere por completo! (nada de almas inmortales y cuerpos perecederos), pero la acción salvífica de Dios garantiza la continuidad de la relación con aquellos que abandonan la historia para entrar en la dimensión de la eternidad.
Lucas –o Jesús- utiliza la metáfora de los ángeles (que aquí son símbolo de la vida totalmente nueva de los resucitados) para hablar de la absoluta novedad que representa la resurrección, que al mismo tiempo que mantiene la identidad del individuo (es el mismo el que muere que el que ha resucitado), establece una diferenciación cualitativa (el resucitado es una nueva creación, redimida y llevada a su máxima realización). De tal suerte que el símil utilizado por Pablo comparando el árbol que nace de la semilla ¿es acaso la misma realidad el árbol que la semilla?, pues sí y no, la semilla es el germen que posibilita la existencia del árbol, pero éste es la floración de misterio escondido en la semilla.
De cualquier modo, la frase lapidaria de Jesús << Para él (se entiende que para Dios) todos están vivos >> no es la constatación de la inmortalidad del hombre, sino la esperanza que abre horizontes de futuro y llama al hombre a anticipar en la historia la plenitud escatológica que le aguarda. Sí, la resurrección es la fuerza que viene de lo alto pero que se encarna en nuestra historia a través de los creyentes que expanden su dínamis transformadora hacia todos los hombres, liberándolos de sus esclavitudes y haciéndoles vislumbrar el triunfo definitivo que Cristo nos ha ganado.
Gracia y paz. 



[1] El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C. Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado “historia dramática” o “patética”, en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.

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