lunes, 11 de noviembre de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013 (33° ORDINARIO CICLO C)

1. Lecturas
Ml  (3,19-20a): Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha  de venir –dice el Señor de los ejércitos–, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre, los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.
Sal  97,5-6.7-9a.9bc: Tañed  la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
2 Ts (3,7-12): Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen en paz  para ganarse el pan.
Lc (21,5-19): En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia conseguiréis la vida.»
2. Reflexión
El Sol de Justicia brilla para todos… ¿consumidos o salvados?
Jorge Arévalo Nájera
Ya se acerca el tiempo del Adviento dentro del calendario litúrgico de la Iglesia, y los temas escatológicos (aquellas realidades que aguardan al hombre en la consumación de la historia) aparecen cada vez con mayor fuerza en las lecturas que se proclaman en la Asamblea Eucarística, y dado que sabemos que es precisamente en la Asamblea donde los textos bíblicos adquieren todo su peso específico en cuanto Palabra de Dios y por lo tanto, normativa para la fe, es necesario y urgente poner al servicio de la Palabra todos los elementos hermenéuticos o interpretativos para presentar al pueblo de Dios el auténtico mensaje que guardan dichos textos. Esta humilde reflexión pretende precisamente aportar su granito de arena en este esfuerzo de la Iglesia.
El eje teológico que articula las lecturas es claro: la posibilidad de la salvación y de la condenación. En primer lugar, debemos dejar bien claro que el objetivo de los textos NO ES suscitar miedo o angustia en los ya de por sí atribulados corazones del pueblo sencillo. El nodo, el núcleo del mensaje es siempre SALVÍFICO y por lo tanto, aporta los elementos necesarios para poner al alcance de la mano, para proponer –una vez más- la plenitud de la vida y por lo tanto, deben suscitar alegría en los oyentes.
Sin embargo, esto no quiere decir que podamos ocultar o disminuir la densa realidad de la condenación, al menos como POSIBILIDAD. Para negar esto, habría que arrancar páginas enteras de la Biblia y omitir el constante y firme asentimiento a este dato revelado que la Tradición eclesial ha manifestado a lo largo de dos mil años de cristianismo. Una cierta sensibilidad religiosa pretende negar la posibilidad de la condenación o lo que es lo mismo, del infierno.
Una pésima evangelización, radicada en una terrible interpretación de los textos bíblicos y contaminada con la imaginería de culturas ajenas a la bíblica, y además, con el claro objetivo de manipular mediante el miedo a los fieles,  ha producido a la larga una  mentalidad de rechazo total a todo lo que suene a castigo o a condenación y la salida más sencilla es negar en bloque lo que la revelación aporta al respecto, haciendo una interpretación laxa o mítica de todos los pasajes bíblicos que se refieren a este tema.
La conclusión a la que llegan  los que adoptan esta postura, es que al final de los tiempos, TODOS los hombres, sin importar lo que hayan hecho se salvarán DE HECHO (apocatástasis). “Dios es tan bueno, que al final no va a condenar a nadie” En una analogía muy socorrida, se preguntan y preguntan a sus interlocutores: << ¿Acaso un padre humano no perdonaría finalmente a sus hijos, por más pecadores que hayan sido? ¿Cómo podría expulsarlos definitivamente de su presencia? ¡Pues si esto es así con un padre humano, cuánto más lo será con nuestro Padre Dios! >>
Para esta mentalidad, la misericordia de Dios prima sobre su justicia, inclusive, ésta última desaparece por completo en el plano escatológico. Tal postura teológica fue condenada desde sus orígenes como falaz y contradictoria con el mensaje global de la Sagrada Escritura. Sin embargo, una vez aceptado que la real posibilidad de la condenación forma parte del conjunto de la revelación, se hace necesario situarla en su justa medida y función en dicho conjunto.
Lo que prima en la revelación es la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven, y para ello proporciona a TODOS los medios necesarios para ello, pero también resulta evidente que Dios respeta hasta sus últimas consecuencias la libertad y la responsabilidad humana. Estamos hablando de seres humanos verdaderamente libres y responsables (lo cual no resulta evidente en muchísimos casos) ¿todos los asesinos cometieron su felonía desde su libertad y por lo tanto, siendo plenamente conscientes de la maldad de su acto y de las consecuencias que se acarrearían? ¿Qué decir de los enfermos mentales, los psicóticos, esquizofrénicos, etc.? La sanción final que Dios hará de las opciones humanas tomará en cuenta las condiciones específicas del hombre que optó en la historia… ¿podemos dudar de la justicia de Dios?
La sabiduría de la Iglesia se hace patente cuando reconoce que ella no puede afirmar, de ningún modo, que algún hombre en particular se haya condenado y viva, de hecho, en el estado existencial al que llamamos “infierno”. Pero lo que si puede y debe hacer es reconvenir a todos aquellos que parecen vivir fuera de los designios amorosos de Dios e instarlos amorosamente –pero también vigorosamente- a dejarse mover por la Gracia y asumir la vida evangélica como único camino seguro de plenitud y santidad. Para todos aquellos que podemos decidir libremente, el anuncio de la posible condenación tiene efectos salutíferos, genera una sana tensión que no permite el relajamiento de la vida espiritual. Al Reino de Dios se entra esforzándose –afirma Jesús- y muchos son los llamados pero pocos los escogidos –de nuevo es el Maestro quien lo asevera-.
La primera lectura, del profeta Malaquías, constata las dos posibilidades: en el día de Yahvé –día de juicio- los malvados serán la paja que arderá (símbolo de la condenación), mientras que los que honran su Nombre, serán iluminados por el Sol de justicia, que lleva en sus alas la salud… ¡poética imagen que anticipa la identidad de Cristo! En efecto, para los cristianos de los orígenes, Jesús era “el Sol de justicia”, aquel que permitía inteligir en las vicisitudes de la historia la acción salvífica de Dios que conducía hacia la paz a su pueblo, pues la “luz” es símbolo de la inteligencia profunda, la inteligencia teológica que permite ir más allá de la apariencia de los hechos –muchas veces con portada caótica- para “ver” con los ojos de Dios, con su inteligencia, con su mente.
Y es “de justicia” porque tal comprensión de lo real aporta al hombre las herramientas para abrirse a la esperanza de alcanzar la promesa de plenitud que le ha sido dada y lograda en Cristo, Jesús. Es interesante que la misma fuente de luz/fuego signifique cosas distintas para los hombres, según se abran o se cierren al proyecto de Dios; para unos (los malvados) es juicio condenatorio, mientras que para otros (los que honran el nombre) es juicio de salvación.
Pero “honrar el Nombre” no tiene significación cultual, es más bien una categoría existencial, honra el nombre quien vive de acuerdo a la voluntad de Dios, sumergido en el Misterio de amor que denota el nombre. En la tradición profética, el código de la misericordia predomina sobre el código de la pureza ritual, por lo que la solidaridad con el pobre, la asistencia a las viudas y huérfanos, la hospitalidad con el extranjero, etc., son las notas esenciales de aquel que honra el nombre de Yahvé. En contrapartida, los “malvados” serán aquellos que se desentienden de las necesidades ingentes de los pobres, de los excluidos, de los desamparados, aunque externamente cumplan con los ritos prescritos por la ley religiosa.
A pesar de la ominosa presencia de la posible condenación que nos presenta la primera lectura, el Salmo –que siempre responde a las mociones que suscita la lectura- es un canto que exhorta al reconocimiento de Dios como aquel que llega para regir con justicia y rectitud. El énfasis está puesto en lo positivo de la justicia divina que se manifestará esplendorosa el día de Yahvé.
La 2 de Tesalonicenses presenta la problemática de una actitud negligente ante el juicio que se avecina. La antítesis entre la actitud diligente de Pablo, que aún teniendo derecho a ser sostenido en sus necesidades por la comunidad, se gana el derecho a comer mediante su esfuerzo, y la actitud negligente de algunos que “viven muy ocupados en no hacer nada”, no se reduce a la narración de un conflicto entre holgazanes y trabajadores. Es símbolo o parábola de una problemática más profunda. En efecto, “trabajar” se refiere a la vida cristiana, al apostolado, al testimonio debido a Cristo resucitado. El “pan” es símbolo de la Eucaristía, de la vida en comunión y del acto litúrgico al mismo tiempo. El texto es una exhortación a abandonar las actitudes despreocupadas y a esforzarse en la línea de una ética correspondiente a la gracia bautismal.
Finalmente, Lucas nos presenta un texto con tintes apocalípticos que debe ser interpretado de acuerdo al género literario que le es propio, es decir, el género apocalíptico. El día de Yahvé vuelve a aparecer –como en la primera lectura- a modo de inclusión. La destrucción de la institución cúltica (el Templo), las calamidades sociales (guerras, epidemias y hambre), los cataclismos telúricos (terremotos), los mentirosos y usurpadores que se harán pasar por el Mesías y anunciarán la destrucción final, NO SON EL FIN, es decir, el mensaje de este apocalipsis cristiano no es revelar la destrucción del mundo como el destino final del hombre. Es cierto, el orden pecaminoso del mundo actual (religión pervertida, mundo interrelacional basado en la mentira), será destruido ante la llegada de Dios, pero antes, el signo indubitable de que ese mundo pasa, es la persecución violenta contra los testigos de Cristo/Luz/Verdad.
Pero la promesa del Señor << Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia conseguiréis la vida >> cierra el ciclo que abrió Malaquías con el anuncio de la destrucción de los malvados, invitando a la conversión y a la perseverancia del cristiano en la tribulación y el repudio del mundo. La esperanza de alcanzar la Vida es el motor que impulsa al discípulo a vivir testimoniando que sólo Dios basta, pero sin olvidar nunca que sus opciones tienen consecuencias y que sus decisiones en la historia, de cara a Cristo, definirán su suerte definitiva. El Sol de justicia brilla para todos… ¿nos quemará o volaremos con sus alas salutíferas? ¡Es nuestra decisión!
Gracia y paz                                                                   

          

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