lunes, 18 de abril de 2011

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES SANTO


Jn 13,1-15

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» 7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» 8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» 11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.» 12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis `el Maestro' y `el Señor', y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.


Recostados como hombres libres
Jorge Arévalo Nájera

 El Hombre, es un ser en búsqueda continua, pulsionado hacia una realización que parece no alcanzar jamás. Se impone metas, y cuando las alcanza, éstas resultan insuficientes para colmar sus ansias de plenitud. En el fondo de todo corazón humano y de todo proyecto, subyace un solo anhelo, que engloba todo otro deseo, todo otro movimiento; La plenitud, la felicidad, la paz. Sin embargo, a la vista de la realidad objetiva, de ningún modo parece que el ser humano haya podido realizar tal anhelo.

Y surge imperiosa la pregunta, ¿por qué? Desde la fe, el creyente cristiano afirma encontrar la respuesta en el horizonte de la revelación; En la plenitud de los tiempos, y en el cúlmen del proceso lento y fatigoso de la revelación divina, El Padre ha pronunciado la última y definitiva Palabra, ¡En el Hijo amado, encarnado en la naturaleza humana, Dios revela con definitividad su misterio, el misterio humano, y el misterio de su designio salvífico para el hombre y el cosmos! De tal suerte, que solo en el Hijo y por el Hijo, el hombre puede abrazar por fin aquel horizonte de plenitud que tanto ansía. El texto del Evangelio según San Juan que se nos proclamará el jueves, será la base y punto de partida de la brevísima reflexión que hoy quiero proponerles.

Este texto, y toda la llamada “sección de la cena”, que forma parte de la estructura literario-teológica del Evangelio Juánico, está en íntima relación con el tema de la Pascua. No es casualidad que en la celebración litúrgica, se nos vaya a proclamar como primera lectura la institución de la pascua judía narrada en el libro del Éxodo y por otro lado, en la segunda lectura, la institución de la nueva y definitiva cena pascual, la de Cristo y su comunidad. Así, en una interpretación cristiana, la pascua judía era prefigura, símbolo que anunciaba la pascua de Cristo.

Aquella opresión que padecieron las tribus semitas que algún día formarían el pueblo de Israel, aquella salida de Egipto, aquel caminar por el desierto hacia la tierra prometida, eran prefigura, anuncio de la liberación, el éxodo y la libertad definitiva que solo en Cristo y por Cristo se puede alcanzar. Por ello, la cena del Señor con sus discípulos es presentada como la nueva cena pascual que prepara y capacita al creyente para iniciar el nuevo éxodo, la salida de la auténtica opresión que representan las ideologías mundanas que mantienen al hombre esclavizado, para que pueda dirigirse hacia la tierra prometida en Dios.

Son tantas las aportaciones teológicas y espirituales que el texto evangélico nos brinda, que me veo  obligado a reflexionar solamente sobre algunos elementos que me parecen hoy de particular importancia.

Los textos bíblicos en general, pueden ser abordados desde dos perspectivas, por un lado, desde el nivel meramente histórico, anecdótico, como un acontecimiento sucedido en el pasado y que por lo tanto solo incumbe a los personajes concretos a los que les sucedió, sin incidencia en nuestro presente. Por otro lado, existe otra perspectiva desde la que podemos abordar los textos, perspectiva que va más allá del mero hecho histórico o anecdótico y que nos permite descubrir el mensaje salvífico que traspasa los límites del tiempo y el espacio, y que por lo tanto, sí que afecta a todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Desde esta perspectiva, los personajes, los acontecimientos, las palabras con que se nos presenta el texto, encierran significados que pasan desapercibidos en el primer nivel de lectura. Esta es la perspectiva desde la cual abordaremos algunos elementos del trozo evangélico que nos ocupa.

Primer elemento:

1c;…él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el extremo. En el evangelio de Juan, “Los de Jesús”, son aquellos que han salido de la institución judía y por tanto, han superado la antigua ley. En este evangelio, el judaísmo aparece como una estructura incapaz de generar vida, su ley está superada. Es a éstos  a los que Jesús ama “hasta el extremo”, expresión que se corresponde con Dt 31,24, donde se dice: Cuando Moisés terminó de escribir los artículos de esta Ley “hasta el final”. La antigua ley era considerada por los judíos como la expresión definitiva del amor de Dios y por lo tanto era criterio absoluto para la relación pueblo-Dios. Jesús va a demostrar su amor hasta el extremo y ésa será la nueva Ley que regirá e iluminará los pasos de la nueva comunidad fundada por él.

Segundo elemento:

3 a;… consciente de que el Padre lo había puesto todo en sus manos. El todo que el Padre ha puesto en manos de Jesús, es el designio creador y salvífico de Dios, la salvación. De tal suerte que lo que va a  realizar Jesús a continuación, es la revelación del modo en que el Padre consuma su obra, salva al hombre. Cristo aparece pues como criterio definitivo para interpretar, conocer y acceder al proyecto salvífico del Padre.

Tercer elemento:

4; Se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. En el evangelio de Juan, el manto es figura de la persona misma, de su vida. Dejar el manto significa desprenderse de la vida, es entregar la persona. Lo que está haciendo Jesús es entregar su vida a la nueva comunidad. Por otro lado, el paño simboliza el servicio. La entrega de la vida y el servicio aparecen en el texto en relación indefectible. La una no se entiende sin el otro, el sentido de la entrega es iluminado por el servicio y el servicio es concreción de la entrega de la vida. Por lo tanto, la manera de entregar la vida es el servicio. Pero, ¿Qué clase de servicio realiza Jesús?

Cuarto elemento.

5; Echó luego agua en el barreño y se puso a lavarles los pies a los discípulos, y a secárselos con el paño que llevaba atado. En las cenas más importantes de la comunidad judía, los llamados banquetes, el acto de lavar los pies, es un acto de reconocimiento, hospitalidad y deferencia. Normalmente lo hacía el esclavo no judío a los importantes invitados del dueño de la casa, a los que se les reconocía como señores y por lo tanto, libres, ya que después del lavado de los pies, podían sentarse a la mesa y recostarse unos sobre el pecho de los otros, que era signo de libertad. Ahora bien, en la teología joánica, es ya explícita la divinidad y preexistencia de Jesús, por lo que el texto adquiere dimensiones teológicas superlativas; ¡Dios se hace siervo para elevar al hombre a la categoría de señor y por lo tanto, de hombre libre! Sólo la entrega de la vida y el servicio de continuo permiten recuperar la vida y alcanzar la libertad (en el verso 12, Jesús toma de nuevo su manto, no se quita el paño y se recuesta a la mesa).

Y si lo que está haciendo Jesús es inaugurar una nueva ley (demostró su amor hasta el final) que es la única forma de acceder al misterio y a la plenitud, entonces, “lavar los pies” será la actitud fundamental de la comunidad cristiana. Por lo tanto, Dios está constituyendo una comunidad de señores que son libres porque entregan la vida en el servicio.

Conclusión;

1.- El amor de Cristo, que se va a demostrar hasta el extremo, funda la nueva comunidad, y por ello, es nueva ley, ley del amor que supera la antigua ley inscrita en tablas de piedra.

2.- En tanto que el Padre ha puesto todo en sus manos, y ese todo es el proyecto salvífico, será Cristo quien revele el modo específico en que los hombres se salven, es decir, alcancen su plenitud.

3.-El amor hasta el extremo, cualificado por la potestad que el Padre ha conferido al Hijo, se concretiza en la entrega de la vida (despojarse del manto), traducida inmediatamente en servicio (ceñirse el paño).

4.-Y a su vez, ese servicio consiste en “lavar los pies a los discípulos”, acto que adquiere su significado más profundo en virtud de la naturaleza del que lo ejerce (Jesús-Dios). Es Dios quien constituye en “señores” a aquellos a los que lava los pies, y en tanto que “señores”, hombres libres e iguales.

5.- En virtud de que la acción de Cristo es fundante y paradigmática, la comunidad fundada esta llamada a configurar su vida según la nueva ley del amor que al servir, libera (“se recostó a la mesa”).   El nuevo pueblo de Dios, la comunidad de Jesús, tiene como vocación más profunda, la de constituirse comunidad de hombres libres, señores, que al entregar la vida sirviendo, dan su mismo estatuto a los hermanos. El amor de Cristo, manifestado en la entrega de la vida y el servicio, genera libertad e igualdad. A esto está llamada la comunidad cristiana, todos y cada uno de nosotros está llamado a derribar haciéndonos siervos de nuestros hermanos, toda forma de opresión, de desigualdad e intolerancia y discriminación, y esto, en toda relación humana. Todos anhelamos la plenitud, la pregunta es, ¿estamos dispuestos a dejar el manto, ceñirnos el paño, lavar los pies a nuestros hermanos, para finalmente recostarnos como hombres libres en la mesa del Señor?
Gracia y paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario