domingo, 24 de abril de 2011

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 24 DE ABRIL DEL 2001


DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Lc 24, 13-35 << Los Discípulos de Emaús>>
13.- Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14.- y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15.- Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16.- pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 17.- El les dijo: « ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.    18.- Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: « ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» 19.- El les dijo: « ¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20.- cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21.- Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22.- El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23.- y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24.- Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» 25.- El les dijo: « ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26.- ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» 27.- Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. 28.- Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29.- Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. 30.- Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31.- Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32.- Se dijeron uno a otro: « ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33.- Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34.- que decían: « ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35.- Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. 
La Pascua de Jesús, experiencia de comunión fraterna
Jorge Arévalo Nájera
Hoy, la Iglesia Universal festeja gozosa el triunfo del Señor sobre la muerte y el pecado, las cadenas del sepulcro no pudieron retener al que es la Vida y saltaron hechas pedazos por la fuerza imparable de la Pascua. Nos alegramos de tal manera porque el triunfo de Jesús es nuestro triunfo, porque con su victoria las piedras de todos los sepulcros han sido removidas y la muerte ya no tiene poder sobre los hombres, ¿podría acaso existir una noticia que afectara de manera más fontal la vida humana?
Sin embargo, con afirmar lo anterior no queda resuelta la pregunta sobre el cómo tal acontecimiento afecta la vida humana en la concretez de la historia. Es decir, por fe aceptamos que Jesús ha vencido la muerte y el pecado, pero su triunfo no parece evidente en modo alguno, el mundo se convulsiona sometido a la fuerza de la violencia y la injusticia, la exclusión de millones de personas de los bienes que acaparan unos cuantos es más escandalosa que nunca, la vida no parece ser ya más un valor fundamental y queda supeditada a otros “valores” tales como el placer desordenado, el consumismo, la productividad, etc.
Ante tal situación, es urgente establecer pautas teológicas y espirituales que nos permitan hacer una conexión existencial con la Pascua de Jesús y en este sentido, el texto del evangelio lucano que nos ocupa, aporta elementos básicos para hacer nuestra la dinámica existencial de la Pascua.
En primer lugar, el contexto inmediato anterior (vv. 1-12) nos narra el asombro/temor que causa en las mujeres encontrar el sepulcro vacío y escuchar el anuncio de los varones con vestidos resplandecientes que les recuerdan lo que Jesús les había dicho con antelación acerca de su pascua (pasión-muerte-resurrección). Las cosas no cambian mucho en el ánimo de los discípulos ante el anuncio de las mujeres, Pedro corre a “verificar” lo que las mujeres les han dicho, pero lo único que “ve” son unas vendas y se vuelve asombrado/temeroso a su casa. Es un contexto entonces de incomprensión ante un acontecimiento que supera la verificabilidad histórica.
En efecto, lo primero que tenemos que aceptar los cristianos es que el acontecimiento fundacional de nuestra fe, el nudo que sustenta el existencial cristiano, la resurrección de Cristo NO ES UN ACONTECIMIENTO VERIFICABLE EN LA HISTORIA, SIMPLEMENTE PORQUE NO ES UN HECHO HISTÓRICO SINO META-HISTÓRICO. Sin embargo, esto no quiere decir que la resurrección no tenga que ver absolutamente nada con la historia y que simplemente sea un mito religioso. En tanto que acontecida a Jesús, la resurrección ocurrió a un sujeto histórico, bien datado y localizado en las coordenadas espacio-temporales y ha dejado una impronta, una experiencia que puede ser rastreada mediante los textos fundacionales del cristianismo.
En efecto, los textos llamados “de resurrección o pascuales”, si bien no pretenden describirnos lo sucedido  a Jesús –en este sentido no encontraremos un solo texto canónico que nos describa la resurrección en sí tal cual aconteció a Jesús-, si que tienen como objetivo suscitar la fe y abrirnos a la experiencia inefable de la Pascua. Dicho de otra manera, tienen una finalidad kerygmática y espiritual.
Así pues, el primer elemento del itinerario que ha de recorrer el discípulo que quiera participar de la experiencia pascual abierta por Jesús, deberá superar el escándalo, el asombro que causa la imposibilidad de demostrar con pruebas científicas la resurrección de Cristo.
Pero veamos con mayor detenimiento cuál es el mensaje que guarda para nosotros la famosísima perícopa de los discípulos de Emaús: Después de la crucifixión de Jesús, todo parece haber terminado para su movimiento, Pedro se vuelve para su casa y todos siguen su ejemplo. Los dos discípulos que se dirigen hacia Emaús partiendo de Jerusalén simbolizan precisamente a todo seguidor de Jesús a lo largo de la historia y lo acaecido a todos aquellos que esperaban de Jesús un mesianismo triunfal de tipo davídico y que una vez que se topan de bruces con la realidad de un mesianismo de estilo “siervo doliente” de Isaías, un ungido que entrega la vida en manos de los violentos para vencer desde el amor, abandonan el seguimiento y vuelven a su vida antigua, a su vieja mentalidad, convencidos de que las palabras y signos de Jesús no eran más que un sueño que acaba en el más rotundo fracaso.
¿Cuántas veces hacemos lo mismo cuando el amor que entregamos se ve fracasar  ante el rechazo del otro? ¡Seguro que después de un retiro regresamos a casa con la fe renovada, llenos de esperanzas y sueños, inflamado el corazón con las palabras poderosas de Jesús y dispuestos a cambiar el mundo! Y poco a poco, con el paso del tiempo, con la inercia de las ideologías del mundo, con el dolor que nos causa la indiferencia o de plano la burla de nuestros destinatarios, con el desgaste y fatiga que el amor oblativo que no espera nada y renuncia a toda imposición arbitraria nos causa, acabamos preparando el equipaje para regresarnos a nuestra aldea, a nuestro Emaús cotidiano.
Sin embargo, los discípulos de Emaús van haciendo algo que resulta básico en el proceso discipular. A pesar de que consideran que Jesús les ha defraudado -y que no obstante haber sido un profeta poderoso en obras y palabras, no pudo superar la oposición de los poderes religiosos que acabaron matándolo-, no dejan de comentar lo sucedido, es decir que en el fondo, siguen buscando una explicación a lo sucedido. Después de todo, su corazón se resiste a dejar en el olvido las noches pasadas junto a una fogata en el monte, compartiendo con el Maestro sus enseñanzas sobre el Reino de Dios y el amor del Padre celestial, sobre la valentía de Jesús al oponerse abiertamente a los que oprimían al pueblo y sobre las largas jornadas de curaciones y exorcismos llevadas a cabo por el Maestro.
Es importante la indicación que hace Lucas sobre el hecho de que Jesús se les hace cercano precisamente mientras van conversando y discutiendo sobre todas estas cosas. Mientras haya recuerdo (Zikarion) que actualice a Jesús en medio de su comunidad, hay esperanza porque se crea un espacio idóneo para la manifestación de Jesús. No importa si no entendemos nada, si el absurdo aparece como la única respuesta posible a nuestros esfuerzos por actualizar el mensaje y obra de Jesús en el mundo, si no vemos como sea posible que poner la otra mejilla, amar al enemigo, dar la túnica al que te pleitea por el manto, perdonar setenta veces siete pueda acabar con el sufrimiento y el mal en el mundo.
No importa si no comprendes, reúnete con tus hermanos en la fe, “conversa y discute”, cuestiónate, inquiere, camina y no te detengas nunca, sólo así Jesús se te hará cercano y aunque al principio no le reconozcas, Él ya camina contigo.
Otro punto importantísimo que recalca Lucas es la referencia a las Escrituras Sagradas. Los asombrados y tristes discípulos acuden a las Escrituras para encontrar en ellas a Jesús. Es muy triste el poco contacto que los cristianos tienen con la Biblia, ¿cómo pretender conocer a Dios si no es mediante su Palabra revelada? Y no nos engañemos, no basta con “medio escuchar” las lecturas dominicales –y eso suponiendo que acudamos cada domingo a Misa o que al menos no nos quedemos dormidos durante las lecturas-, es necesario acudir asiduamente a sus fuentes vivas para ir conformando nuestra alma con la divina persona y la divina voluntad que allí se revela. Es necesario estudiar con diligencia la palabra humana en la cual se revela la Palabra increada para ir descubriendo espiritualmente la fuerza imparable del Cristo que viene a nuestro encuentro.
Pero ya me voy extendiendo demasiado en este comentario y quisiera terminar haciendo alusión a la dimensión eucarística del itinerario de desvelamiento de Jesús a su comunidad. Bien sabemos que para los primeros cristianos, la Eucaristía no se reduce a la celebración del sábado por la noche (en nuestro caso sería la Misa o el servicio litúrgico dominical en la que se parte y comparte el pan y se bebe del cáliz), sino que es una forma de vida totalizadora, la vida cristiana es toda ella eucarística (de comunión, alabanza, servicio y acción de gracias) y la celebración es el momento sacramental en el que al mismo tiempo que se recibe la gracia para poder vivir ese tipo de vida, se expresa la fe mediante gestos, palabras y símbolos.
Así pues, aceptación humilde del misterio de la resurrección, vida en comunidad, perseverancia en el memorial de los acontecimientos de la Pascua, comentar y discutir dichos acontecimientos, escudriñar las Escrituras y vida eucarística fraterna son elementos indispensables si queremos sentir que nuestros corazones ardan mientras Jesús nos hable en el camino hacia la patria definitiva.
Gracia y paz.

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