martes, 14 de agosto de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 19 DE AGOSTO DE 2012


1.      LECTURAS
Proverbios 9, 1-6  << La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, ha preparado el banquete, ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: "Si alguno es simple, véngase acá." Y al falto de juicio le dice: "Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado; dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia." >>
Salmo 33 << Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. >>
Efesios 5, 15-20 << Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cual es la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad, salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. >>
Juan 6, 51-58 << Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían:"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre." >>
           

2.      REFLEXIÓN
La Sabiduría se Alcanza…Comiendo la Carne del Hijo
Jorge Arévalo Nájera

Todos queremos ser sabios, conocer los secretos que nos lleven a experimentar una vida de plenitud y gozo. Algunos toman el camino del aprendizaje intelectual e invierten horas interminables en el sesudo estudio de diversas ramas de la ciencia o del saber humano. Piensan que esto les llevará a satisfacer la necesidad ontológica del logro pleno de sus potencialidades.
Otros se inclinan por el camino que ofrece la religión y asumen con profunda responsabilidad el cumplimiento de un determinado código ético que emana de la doctrina de la religión en cuestión. Están seguros que la práctica religiosa puede encaminar sus pasos al encuentro con la realidad trascendente y así descubrir el sentido totalizador de sus vidas.
La mayoría de los seres humanos, sin embargo, no se atreven a iniciar una búsqueda a profundidad y se quedan en la superficie de la vida, se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos más o menos fortuitos que se les van presentando y reaccionan de acuerdo a las necesidades del momento. Y sin embargo, en lo más profundo de su ser, claman por un plus de realización, quisieran conocer las sendas del éxito existencial, pero el miedo les paraliza y se refugian en la inconsciencia.
No obstante, para aquellos que son eternos buscadores, insatisfechos siempre con lo que el mundo les propone, para aquellos valientes capaces de arrojar su alma por los senderos imprevisibles e incontrolables de la relación con Dios, la Palabra tiene algo que decirles.
Los textos que se nos proclaman en la Eucaristía, de una u otra forma apuntan y profundizan en el tema de la sabiduría. Y entonces, es conveniente aclarar lo que la Biblia entiende sobre este tema. Sabiduría significa la capacidad otorgada por Dios al hombre para discernir entre aquello que le lleva a la plenitud existencial y aquello que le esclaviza y le mantiene sumido en los estrechos límites de su intrascendencia. La sabiduría pues no es un fin en sí misma, es un medio para alcanzar un bien mayor. Ese “bien mayor” de acuerdo a la Escritura es la vida definitiva, vida en plenitud de existencia, gozosa, alegre, vida que sólo puede alcanzarse en la relación interpersonal con el Absoluto.
En la primera lectura, del libro de los Proverbios el autor personaliza a la Sabiduría y para aquellos que buscan afanosamente este tipo de vida, la sabiduría ha preparado un banquete, ha edificado una casa y les invita a comer su pan y beber su vino. Es el convite de la comunión, del amor y la alegría sin término (mesa preparada con vino), es el anuncio del alimento imperecedero puesto al alcance del hombre (pan ofertado), de la inteligencia profunda de todas las cosas para discernir asertivamente el bien del mal y caminar hacia la luz. Por ahora son promesas, aún no se nos dice la forma en la que se puede alcanzar la apetecida sabiduría y de la consecuente vida que de ella se desprende.
El Salmo nos da una valiosísima primera pista: << Todos sus santos, temed al Señor >> El "temor de Dios" es un concepto teológico acuñado en el AT y hace referencia a la experiencia religiosa universal del hombre que se encuentra ante el Misterio. Por un lado, se siente anonadado por la majestuosidad ontológica del Ser supremo (Tremendum) y por otro lado se siente atraído irresistiblemente por él (Fascinans) La relación con Dios se juega en la difícil pero irreductible tensión entre estos polos. La experiencia global del Misterio le lleva a un acto de obediencia reverencial y a una ética concreta. Como se puede ver, el "temor de Dios" que es un don del Espíritu, nada tiene que ver con el miedo y es la actitud fundamental para abrir la puerta a la sabiduría.
La carta a los Efesios nos aporta una segunda pista a través del binomio de contraposición entre prudencia e insensatez. La prudencia es una actitud que deberá constituir el eje conductual de la vida del creyente. Pero, ¿qué es la prudencia? Se trata de << aprovechar el tiempo presente y de esforzarse por comprender cuál es la voluntad del Señor >>
Anclarse en el pasado o poner la mirada en el futuro es una insensatez porque el pasado y el futuro son simples ficciones de la mente. Lo único que tenemos, el único espacio vital es el presente y en él opera la salvación de Dios. Aprovechar el tiempo significa espiritualmente permanecer con los ojos fijos en el tiempo presente para descubrir los signos liberadores de Dios en nuestra historia.
Y dado que es en el presente donde Dios salva, es allí donde se manifiesta su voluntad. El Señor no salva sin la participación del hombre, que ha de abrirse a su proyecto liberador y plenificante y encarnarlo en el aquí y el ahora. Pero, ¿será que Dios determina de antemano la concreción específica de cada proyecto? ¿Seremos marionetas sin posibilidad alguna de ejercer una libertad real? No parece que sea esa la actitud de Dios ante el hombre, ¿no sería absurdo que por un lado nos dijera que ha empeñado su vida con tal de que seamos libres y por otro lado nos saliera con la embajada de que o nos ceñimos estrictamente a un plan que ya él ha diseñado en todos sus detalles o nos convertimos en rebeldes irredentos dignos del infierno por desobedientes?
Si atendemos a la reflexión de San Agustín, que haciendo una analogía entre el concepto de “voluntad” humana y la “voluntad de Dios”, llega a la siguiente conclusión: si la voluntad del hombre libre es la virtud/fuerza que le permite orientarse y dirigirse hacia el bien, entonces la “voluntad de Dios” no puede ser otra cosa que el Espíritu Santo, persona divina que hace explotar el amor entre el Padre y el Hijo en un movimiento expansivo ad extra (hacia fuera) de Dios para poner en marcha la historia de la salvación.
Y hablando del Espíritu Santo, no puede sino pensarse en libertad, en creatividad, en apertura a lo inesperado << El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu. >>[1], nada de clichés estereotipados, nada de recetas de cocina que seguir al pie de la letra, nada de reglas monolíticas, la acción del hombre movido por el Espíritu no consiste en una imitación ridícula de las acciones de Jesús, sino en la apropiación de su espíritu para actualizarlo en las situaciones concretas que a cada uno le toque vivir.
Es verdad, el proyecto fundamental de Dios es la liberación del hombre de todas sus esclavitudes para abrazar el amor en absoluta libertad, pero lo que eso signifique en cada caso tocará al hombre de cada época y circunstancia descubrirlo escuchando la Palabra, discerniendo cuidadosamente en oración y aplicando toda su creatividad y los dones que el mismo Espíritu le otorgue.
Finalmente, el evangelio de Juan nos da la última y definitiva orientación para poder recibir la sabiduría divina: Jesús dice de sí mismo que él es cuerpo/carne/pan/sangre que se entrega por la vida del mundo, y pone el condicional irrenunciable de comerlo si se quiere adquirir la vida definitiva.
Por lo tanto, lo que está haciendo Jesús es identificar la sabiduría con la consumición de su persona en la dimensión de cuerpo (Jesús en cuanto comunicado corpóreamente), de carne (Jesús en cuanto crucificado), de pan (Jesús en cuanto alimento verdadero) y de sangre (Jesús en cuanto entregado hasta el extremo).
¿Cómo pueden los hombres “comer y beber” a Jesús? Son dos formas indisolublemente unidas: sacramento y praxis, culto y existencia. El primero desvinculado de la vida es ritualismo mágico y herético, pero el segundo sin el primero es activismo intrascendente, asfixiado y condenado a la muerte.
Eucaristía y vida, alimento y lucha por liberar a los hombres, allí está el código para descifrar la realidad y encaminarnos a la vida plena, hay que comer y beber a Jesús el Cristo.
Gracia y paz.


[1] Jn 3,8

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