lunes, 17 de septiembre de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 23 DE SEPTIEMBRE DE 2012 XXV DOMINGO ORDINARIO CICLO B



1.      LECTURAS
Sabiduría 2, 12. 17-20: << Se dijeron los impíos: "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él". >>
Salmo 53: << Oh Dios, sálvame por tu nombre, / sal por mí con tu poder. / Oh Dios, escucha mi súplica, / atiende mis palabras. Porque unos insolentes se alzan contra mí, / y hombres violentos me persiguen a muerte, / sin tener presente a Dios. Pero Dios es mi auxilio, / el Señor sostiene mi vida. / Te ofreceré un sacrificio voluntario, / dando gracias a tu nombre, que es bueno. >>
Santiago 3, 16-4, 3: << Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante y sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones. >>
Marcos 9, 30-37: << En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará." Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutíais por el camino?" Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos." Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado". >>

2.      REFLEXIÓN
Démosle sentido al sufrimiento y luchemos contra el mal
Jorge Arévalo Nájera
Nada más natural para un cristiano que buscar en Dios el auxilio oportuno en sus tribulaciones. Sobre todo, en un mundo marcado por la violencia, la corrupción y la amenaza constante a la vida, el creyente levanta la mirada y clama por la protección del Señor.
Sin embargo, lo que vemos en la experiencia cotidiana es que tanto justos como injustos sufren calamidades; secuestros, enfermedades, robos, violaciones a los derechos humanos y toda suerte de percances les alcanzan por igual a unos y a otros. Y entonces, uno tiene que preguntarse que querrá decir Dios cuando en la Biblia se afirman cosas como estas; << Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos. >> o << lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él". >>
Vayamos por pasos, y lo primero que hay que dejar bien en claro es lo siguiente: del sufrimiento y los desastres nadie se ve libre, somos criaturas finitas, caducas y por eso mismo, sujetos a las leyes intrahistóricas. Tarde o temprano el sufrimiento se hará presente en nuestras vidas y debemos saber que Dios nada tiene que ver –como causa-, ni con el sufrimiento inevitable (desastres naturales, pérdida de los seres queridos, envejecimiento y pérdida paulatina de facultades, algunas enfermedades, las pérdidas del trabajo, etc.) ni con el sufrimiento evitable (algunas enfermedades,  la traición de los amados, el que causan las relaciones humanas opresoras, las estructuras sociales injustas, etc.)
Un asegunda cosa que debemos tener en cuenta, es que Dios tampoco remedia los males al estilo del genio de la lámpara de Aladino, o como curandero que desaparece por arte de magia las enfermedades, o como prestidigitador que aparece bolillos de la chistera para alimentar a los hambrientos o como titiritero que mueve los hilos de los acontecimientos para evitar que un hermano conductor de micro-bus nos haga el favor de convertirnos en tortilla o como bolsa de trabajo celestial para conseguirnos un bien remunerado empleo.
Atribuir a Dios el sufrimiento humano es una auténtica herejía, él únicamente quiere nuestro bien y felicidad, y eso incluye  la salud, el amor, las condiciones sociológicas dignas, etc. Otra cosa es decir que en medio del sufrimiento, Dios se haga presente para comunicar al hombre su gracia, su poder y fortaleza para que pueda convertir lo que parece una desgracia en punto de partida para la experiencia salvífica y el crecimiento espiritual. En eso estoy totalmente de acuerdo porque la teología neotestamentaria así lo afirma.
Pero también esperar que Dios solucione mágicamente las problemáticas humanas es una ingenuidad intolerable de nuestra parte y una falta de respeto para con Dios y para con el mismo hombre que ha sido dotado con los dones necesarios para proyectar responsablemente vías de solución a la mayor parte de las cosas que le causan sufrimiento (muchas enfermedades pueden ser prevenidas y curadas si actuamos responsablemente para con nuestra salud.  La solución al hambre del mundo, a la pobreza extrema, a la guerra, a los entramados sociales injustos, etc.,  está al alcance de las posibilidades humanas, basta con renunciar al egoísmo, al acaparamiento de los bienes, al ansia de poder. El mal y el sufrimiento moral y social pueden ser evitados si los seres humanos decidimos ser más solidarios y justos los unos con los otros. Ya con esto, estaríamos erradicando la mayor parte del sufrimiento humano sobre la faz de la tierra.
Entonces –estará pensando más de alguno de ustedes, amables lectores- ¿estamos a merced de las azarosas circunstancias de la vida? ¿De qué sirve entonces la oración de petición? ¿No existen acaso los milagros?
Al respecto, debo afirmar que es una constante en la teología bíblica la afirmación de que Dios tiene “control” sobre la historia, que ésta es dirigida hacia un punto de realización máxima que se dará en el ésjaton, pero que ya se vive –aunque de manera precaria- en el aquí y el ahora de la historia. A esto se le llama “historia de la salvación”, que ha empezado ya con la creación misma del hombre y que culminará con la resurrección universal.
Pero esto no quiere decir que Dios determine de antemano o a cada instante, todos y cada uno de los sucesos que acontecen en la historia. El mundo en devenir tiene una autonomía relativa, se desarrolla bajo sus propios dinamismos al nivel de lo inmanente. Usted decide desde que calcetines se pone hasta la elección de la persona con la cual compartir el resto de su vida; Usted decide si quiere vivir egoístamente o quiere compartir sus bienes con los demás. Dios suscita en el corazón de todos, con el poder de su Espíritu, deseos, sentimientos, ideas que tienen como único fin convertirlo en un ser humano más libre y feliz, pero no anula la libertad de elección y decisión del hombre y es finalmente él quien en última instancia decide abrirse o no a la gracia, construir un mundo más digno y humano o un mundo tenebroso y esclavizante.
No estamos pues a merced del azar o la casualidad, somos los únicos seres creados que tienen la posibilidad y la capacidad espiritual de descubrir en todos los acontecimientos de la vida al Dios-poderoso-en-todo que nos ama y nos llama a la vida. Podemos así, darle un sentido de trascendencia a cualquier circunstancia, por más dolorosa y absurda que parezca.
Recuerdo bien una frase de la bella película “El Gladiador”, donde el dueño de los gladiadores dice a uno de ellos instantes antes de la lucha; “Nadie puede elegir el momento de su muerte, pero todos podemos elegir la forma en que moriremos” y parafraseando, podemos decir que “nadie puede evitar el sufrimiento, pero todos podemos –con la gracia de Dios- elegir el sentido que le daremos al sufrimiento

¿Qué decir entonces de la oración de petición si sabemos ya que por una parte, Dios conoce de sobra nuestras necesidades y ya quiere nuestro bien- incluso antes que se lo pidamos-, y que por otro lado, Dios no quitará nuestra enfermedad mágicamente, no nos dará trabajo ni solucionará irresponsablemente el hambre del mundo? A mi parecer, este tipo de oración en la que solemos pedir a Dios por nuestras necesidades no debe desaparecer de la práctica cristiana, Jesús mismo nos invita a pedir con insistencia.
Pero debemos darle el auténtico sentido que tiene en la espiritualidad de un cristiano maduro en la fe. Los efectos benéficos que tiene en la persona son los siguientes:
·         El que pide reconoce que Dios es Padre bueno y la fuente de todo bien.
·         Que debe abrirse a la acción divina.
·         Despierta una certeza de confianza en Dios.
·         Cuando es petición por los demás, genera conciencia solidaria.
Debemos erradicar las peticiones mágicas o excesivamente individualistas que desvirtúan el sentido de la oración.
¿Y qué decir de los milagros? De acuerdo a la Biblia, los milagros no consisten en hechos prodigiosos contrarios a la naturaleza y en el Nuevo Testamento son signos poderosos realizados por Jesús para mover a la conversión, para anunciar proféticamente la irrupción del Reino de Dios en la historia. Pero esos signos poderosos requieren de la respuesta y asentimiento libre de los destinatarios del signo, tan es así que Jesús no puede realizarlos ante la incredulidad de sus paisanos galileos.
Una y otra vez Jesús indica que es la fe/respuesta de los hombres la que sana, la que libera, la que produce pues el signo. Jesús devuelve la pelota al campo del hombre. Es la fe la que provoca los cambios fisiológicos que pueden dar lugar a una sanación física, pero a la base de esa sanación –que es solamente un signo- está el auténtico milagro del hombre que se abre a Jesús y su Buena Noticia. Hoy los milagros siguen sucediendo, millones de seres humanos aman a pesar de cualquier circunstancia adversa, comparten sus precarios bienes, saben agradecer a Dios en todo tiempo y lugar, luchan por la justicia y levantan su voz contra toda forma de esclavitud, creen en el amor como única arma para vencer al odio.
 En definitiva, Dios no causa el sufrimiento y nos invita a creer en Él para abrirnos a su gracia, darle sentido al sufrimiento  y luchar denodadamente para acabar con el mal en el mundo.
Gracia y paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario