lunes, 31 de diciembre de 2012

Reflexión sobre las lecturas del domingo 6 de enero del 2013 Ciclo C Epifanía del Señor


LECTURAS
Is 60,1-6: << ¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor. >>
Sal 71: << Comunica, Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a  mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones. Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado. >>
Ef 3,2-3.5-6: <<  Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio. >>
Mt 2, 1-12: << Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel».

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. >>
  1. REFLEXIÓN
La gloria del Señor amanece en los que le buscan
Jorge Arévalo Nájera
La primera lectura, tomada del profeta Isaías, es un oráculo de consuelo para Jerusalén, la ciudad tantas veces asediada, tomada y destruida. Aquí, y en otros lugares del mismo libro, aparece representada como una mujer, madre y esposa, a quien se anuncia el regreso de sus hijos dispersos, el homenaje de los pueblos extranjeros.
La imagen de las tinieblas sobre el mundo que son barridas por el sol divino, por la luz de una nueva aurora, es una imagen recurrente a todo lo largo de la Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Una imagen, por otra parte, presente en la mayoría de las religiones y de las culturas antiguas y modernas. Dios se ha formado un pueblo para que su luz brille y se irradie mediante él. Es verdad que Israel nunca concibió el proselitismo como parte de su identidad, pero siempre pensó que de algún modo, la plenitud de la historia contendría la sumisión a Dios por parte de los pueblos paganos.
Sin embargo, la tradición profética sí que intuyó la misión de Israel de cara al mundo, la obligación de hacer brillar la luz de Dios para atraer al mundo entero. La elección es un privilegio, pero también es una responsabilidad y un compromiso. La espiritualidad intimista que se solaza en la gratificación del saberse elegido y en la formación de un gueto esotérico exclusivista no es lo propio del pueblo que se ha escogido Dios. Pero, ¿De qué manera Israel/Iglesia debe responder a esa elección? Isaías nos lo muestra de manera concreta:
 1.- <<Levántate>>: La palabra alude a una clase de vida cualitativamente superior, y aunque efectivamente el Antiguo Testamento –a excepción de la literatura deuterocanónica, es decir los libros que fueron compuestos entre los siglos II y I a.C, y redactados en griego- no conoció la noción de <<resurrección>>, sin embargo, sí que concebía la acción vitalizadora de Dios más allá de la muerte. Levantarse es una formulación imperativa de Dios, que exhorta a Israel a vivir de acuerdo con la alianza, de una manera distinta al resto del mundo, que es imaginado como rodeado por la tiniebla del desconocimiento del Dios que se ha manifestado a Israel.
2.- <<Brilla >>: Así como los cuerpos son opacos y solamente son visibles porque reflejan la luz, el pueblo de Dios no brilla por sí mismo, la luz le viene de fuera. Ahora bien, la luz en la simbología bíblica hace referencia a la inteligencia y la fe es la luz que permite al hombre vislumbrar la realidad que está más allá de la apariencia. El pueblo puede brillar porque Dios habita en medio de él y la fe es la herramienta que permite a Israel caminar según los criterios de Dios, y al hacerlo, comparte su brillo al mundo entero.
3.- <<La gloria del Señor amanece sobre ti >>: La gloria es la manifestación victoriosa de Dios, que se concretiza en una forma de vida testimonial. Dios vence en su pueblo, que se convierte en el amanecer de la gloria divina en medio de un mundo rodeado por la oscuridad.
El Salmo resuena con este clásico canto de entronización real: Si Israel ha de brillar, necesita de un auténtico rey que le conduzca con justicia divina (provea al pueblo de lo necesario para su plenitud), que le otorgue la paz (plenitud en los cuatro ejes relacionales humanos; con Dios, consigo mismo, con los demás y con el cosmos), que domine al mal (simbolizado por las aguas marítimas), y que se le reconozca su potestad absoluta sobre los reyes de la tierra y las naciones, y finalmente, manifieste su poder liberando a los pobres y protegiendo a los afligidos.
En la lectura tomada de la carta a los Efesios, también se habla de epifanía, de manifestación y revelación de cosas ocultas. No para desconcertarnos o sumirnos en el temor, sino todo lo contrario: para llenarnos de alegría al conocer el plan misterioso de Dios. «Que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio». Es el fin ideal de todo particularismo y discriminación, de toda exclusión o segregación.
«Gentiles» somos todos los pueblos de la tierra que no estamos étnicamente vinculados con el judaísmo. Ellos, los judíos, se consideraban el único pueblo elegido. Ahora comparten su elección con la humanidad entera, «en Jesucristo», «por el Evangelio». Decimos que es el fin «ideal» de todo particularismo porque eso hay que convertirlo en realidad, sabiendo que como Dios no hace acepción de personas, tampoco nosotros podemos hacerlas. Que hemos de convertir en realidad aquello de que «todo hombre, todo ser humano, es mi hermano». Que no existe razón alguna para despreciar a nadie, ni por su raza, ni por su lengua, ni por su religión, ni por su particular cultura, ni por su condición social, ni por ninguna razón.
San Pablo está en lo cierto al decir que se le reveló un misterio «que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos», pues hasta ahora seguimos pensando que hay muchas razones para considerarnos distintos, superiores, «elegidos por Dios, depositarios únicos de la salvación», mejores que los demás. El misterio de que habla San Pablo es precisamente ese: que Dios nos considera a todos iguales, y nos ama en consecuencia, a todos por igual, con particular predilección por los que nosotros nos empeñamos en excluir.
Con respecto a la lectura del evangelio de Mateo, es necesario hacer un acercamiento histórico de cómo pudo haber sido el acontecimiento que nos evoca el evangelio, o por qué quedó guardado en la memoria del naciente cristianismo.
Herodes el Grande reinó en Judea a partir del año 40 antes de nuestra era. Su gobierno fue auspiciado por el Senado Romano. Herodes, de origen extranjero, nació en Edom, uno de los enemigos tradicionales de Israel. La lucha por mantenerse en el poder a costa de lo que fuera, fue una de sus banderas. Hasta el punto que en su vejez se negó constantemente a abandonar el trono, no teniendo escrúpulo alguno en asesinar a alguno de sus hijos por temor a ser traicionado. Su ejército dejó una marca de violencia y de sangre imposible de borrar de las memoria judía.
Toda esta espiral de violencia se acrecentó más al saberse de la existencia de un legítimo sucesor de David que podría reclamar para sí el trono. El relato del capítulo 2 de Mateo, es como un eco y una transposición de esta situación conflictiva. El gran rey, del que todavía se guarda vivo recuerdo a finales del siglo I de nuestra era, se convertía en el adversario del verdadero rey; él era el faraón perseguidor del nuevo Moisés y por tanto el símbolo de los poderosos de este mundo.
El Salmo habla de reyes y Mateo de magos. ¿Quiénes eran estos magos en tiempos de Jesús? Eran sabios, paganos conocedores de la astrología, de las matemáticas y de una gran cantidad de ciencias, con el único fin de conocer a Dios. Según Mateo, en los tiempos mesiánicos, la universalidad de Jesús abarca también a aquellos que por otros medios, distintos a los de la fe, manifiestan su búsqueda permanente del Dios de la Vida. Los Magos, alertados por el “surgir de un astro”, vienen a postrarse ante Jesús. La ciencia se postra: en una época en que las creencias astrales estaban extendidas, era necesario que el evangelista subrayase la supremacía del Señor sobre los elementos del mundo.
Otra finalidad de tipo polémico y muy importante existe también en el relato: Herodes y Jerusalén no reconocen al Mesías y le ponen una trampa; por el contrario, los Magos extranjeros, símbolo de las naciones paganas son los primeros que vienen a adorar al Salvador. Éste es uno de los temas más trabajados por esa comunidad evangélica de Mateo.
Para ella queda claro, que el Dios que se nos revela en la persona del Señor Jesucristo, no le pertenece a ningún pueblo, a ninguna raza, a ninguna nación, y tampoco a ninguna religión. Dios es para todos y, todos los pueblos están llamados a congregarse en torno a él. La fiesta de la Epifanía es una ocasión privilegiada para abordar ante el pueblo de Dios el tema del diálogo de religiones, y la reformulación del cristianismo y de su teología a la luz de planteamientos que tengan en cuenta esa pluralidad de religiones. No cabe duda, la gloria del Señor amanece en los que le buscan.
Gracia y paz.

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