martes, 6 de mayo de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL DOMINGO 11 DE MAYO DE 2014 4° DE PASCUA, CICLO A

1. LECTURAS
Hechos 2,14a.36-41: << El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: "Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías." Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos." Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: "Escapad de esta generación perversa." Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil. >>
Salmo 23: << El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,  y habitaré en la casa del Señor  por años sin término. >>
I Pedro 2,20b-25: << Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas. >>
Juan 10,1-10: << En aquel tiempo, dijo Jesús "Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante." >>
2. REFLEXIÓN
SÓLO JESÚS CONDUCE A LA PLENA LIBERTAD
Lic. Jorge Arévalo Nájera
Para la mentalidad contemporánea, cada vez más abierta a la pluralidad y más consiente sobre la necesidad imperiosa de aceptar lo diverso como parte de la riqueza cultural y antropológica, afirmaciones de exclusividad en cualquier orden, suenan a fanatismo e intolerancia excluyente. Es mi intención demostrar en esta reflexión, que en el cristianismo, la unicidad y la diversidad son sintetizadas admirablemente en Cristo Jesús.
 En el ámbito cristiano, los que prestamos nuestra adhesión a Cristo, proclamamos sin ambigüedades que sólo Jesús salva. Es una declaración de fe irrenunciable la exclusividad de Jesús como único camino de plenitud y realización trascendente del género humano.
Pero una vez dicho y afirmado lo anterior, debemos también afirmar que esto, por paradójico que sea, no significa exclusión ni menosprecio de ninguna otra experiencia y tradición religiosa, y esto es así porque el Misterio infinito de Cristo no puede encajonarse en ningún esquema doctrinal o ritual, él está por encima de cualquier credo o confesión, él es el corazón del mundo y palpita irradiando su influjo salvífico sin excepción de personas, la salvación/plenitud es para todos los hombres de buena voluntad que se abran al amor en sus infinitas aristas, porque Dios es amor… << Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos. >>
Es verdad que El Verbo Increado y Eterno se encarnó en la persona concreta de Jesús de Nazaret, en un contexto histórico cultural y religioso perfectamente definido y que en este sentido, Jesús fue un judío galileo que vivió entre los años 6-4 a.C y el 30 d.C. Pero él ya actuaba en el mundo, en las diversas manifestaciones culturales, religiosas y filosóficas anteriores a su encarnación. Era, ciertamente, una acción preparatoria a su irrupción definitiva y perfecta en el mundo, pero ya era acción salvífica para la humanidad.
Ya el Verbo se anunciaba y atraía a los hombres en el esplendor de la creación y él mismo está inscrito como ley natural en el corazón de todos ellos para irlos conduciendo hacia la plenitud en el amor.
Es cierto que el libro de los Hechos de los Apóstoles indica que como fruto del arrepentimiento por la felonía del deicidio, se exigen dos cosas; convertirse y hacerse bautizar y se prometen otras dos; perdón de los pecados y don del Espíritu. Sin embargo, no debemos interpretar este texto en clave exclusivamente moral y sacramental, como si Lucas se refiriera a una conversión moral previa al rito llamado bautismo, en el cual se recibirían el perdón de los pecados y el Espíritu Santo. Esta interpretación estaría falseando o al menos mutilando la intención catequética de Lucas, que si bien tiene como trasfondo el sacramento, se refiere más bien a una conversión existencial (cambio de vida) y a una inmersión (bautismo) también existencial en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El rito sacramental es así, fuente y expresión plástica de una existencia convertida e inmersa en Cristo.
Tanto en el Salmo como en el texto de 1 Pedro y Evangelio de Juan, se tematiza la absolutez de Cristo como Salvador del hombre mediante la figura emblemática del pastor. Evidentemente que estamos haciendo una lectura cristológica del Salmo, en el que en un primer nivel de Lectura, es Yahvé el Pastor por excelencia. Los cristianos, muy pronto releyeron este bellísimo Salmo en clave cristológica, identificando a Jesús como el delegado plenipotenciario y definitivo de su Padre para conducir a su pueblo fiel con su vara y su cayado hacia verdes pastos y aguas de reposo, para infundirles valor y fortaleza al cruzar los valles del terror y la muerte, para ungir su cabeza con el perfume del amor y llenar su vida de gozo y alegría, para poner frente a ellos la mesa repleta con viandas nutricias a despecho de sus enemigos, y para escoltarlos todos los días de su vida con su bondad y su misericordia hasta la consumación en la metahistoria.
En la 1 Pedro, el autor de la carta exhorta a la Iglesia perseguida y sufriente a mantenerse firmes en el testimonio, anclados en la fe de que el sufrimiento de Cristo, entregado por amor a ellos, les ha salvado y ahora deben vivir siguiendo el ejemplo de él, y ya muertos al pecado vivan para la justicia, es decir, para llevar a otros mediante el testimonio, la misma salvación que ellos han experimentado. El texto concluye mostrando a Cristo como el pastor y guardián de las vidas de estos que se mantienen fieles en el sufrimiento.
Finalmente, el evangelio de Juan, nos presenta la gloriosa página en la que Jesús se llama a sí mismo el Buen Pastor. El texto es un primer nivel de lectura, una fuerte invectiva contra las autoridades religiosas que explotan y abusan del pueblo, inculcándoles una malsana ideología opresora en la que Dios aparece como un juez implacable que declara pecadores a todos, excluidos de la comunidad salvífica y cuya única posibilidad de reivindicación es el rito purificador de los sacrificios en el templo, para aplacar su ira. La administración, desde luego, está en manos de las autoridades religiosas para asegurarles pingues ganancias monetarias. Pues bien, Jesús desenmascara a los supuestos pastores y les llama ladrones y bandidos, son usurpadores del único pastoreo válido que es el de Jesús, pastoreo que consiste en entregar la vida por las ovejas.
Es muy importante entender que si bien el texto es eminentemente cristológico, también hace alusión a la vida de la Iglesia, porque Jesús, al llamarse a sí mismo “Puerta del redil” y mencionar a otros que entran por dicha puerta, está hablando de los pastores humanos que son llamados a conducir al pueblo por encargo del mismo Cristo. Estos deben “entrar”, al redil a través de una vida configurada en Cristo, por lo tanto, en el amor solícito, fiel y servicial a las ovejas, hasta el extremo de entregar la vida por ellas. Cualquier otra clase de pastoreo es espurio, y la oveja no está obligada a escuchar la voz de dicho usurpador, más aún, debe ser sorda a su voz.
Estoy seguro de que en buena medida, la razón por la cual el pueblo presta oídos sordos a algunos de los jerarcas de la Iglesia es porque no los percibe como testimonios vivos del Cristo que vivió por y para los pobres y sin embargo, este mismo pueblo reconoce de inmediato la voz de Cristo en pastores que auténticamente viven como él, que le acompañan en sus luchas y sufrimientos, que hablan verdad y que desenmascaran toda clase de triquiñuelas y explotaciones sin importar de quien se trate.
Pero no paran aquí las implicaciones espirituales del texto. También es posible aplicar la invectiva de Jesús a todos aquellos que de una u otra manera poseen un influjo sobre otros, ya sea en el ámbito familiar (padres sobre hijos), laboral (jefes sobre sub-alternos), comunitario (ministerios al servicio de los hermanos). Es un fuerte llamado a revisar y en su caso replantear nuestras relaciones de poder, que deben estar siempre encaminadas a conducir a los demás hacia el encuentro con aquel que es la plenitud y felicidad.
Les dejo algunos cuestionamientos para que en ámbito de oración y reflexión dialoguen con el Señor: ¿Cómo hemos experimentado la conducción pastoral de Cristo en nuestra vida? ¿Cómo vivimos el sufrimiento que causa vivir con radicalidad el seguimiento de Cristo? ¿Cómo vivimos nuestra responsabilidad pastoral con respecto a los que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado?

Gracia y paz.

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