miércoles, 9 de marzo de 2011

MIÉRCOLES DE CENIZA, ¿UN RITO MÁS O LA OPORTUNIDAD DE NACER DE NUEVO?


Jorge Arévalo Nájera
Hoy la Iglesia católica inicia un tiempo especialmente fuerte dentro de su calendario litúrgico, y me refiero al tiempo de Cuaresma. Seguro estoy que la palabra evoca de inmediato los ricos mariscos, el pescado y el mandato de renunciar a consumir carne, pero, me pregunto si del mismo modo la palabra cuaresma evocará un referente espiritual de profunda conversión personal o se quedará en un simple ritualismo caduco y vacío de sentido (a no ser por los suculentos platillos que nos aguardan en la mesa durante este tiempo).
La liturgia conocida como “imposición de ceniza” llega a su punto culmínate precisamente cuando el sacerdote toma con sus dedos la ceniza (obtenida de las palmas con que se celebró el Domingo de Ramos anterior) y traza una cruz sobre la frente o la cabeza del fiel, acompañando el gesto con alguna de las fórmulas siguientes: “Recuerda que polvo eres y al polvo volverás” o bien, “Conviértete y cree en el Evangelio”.
Hoy quiero compartir con Ustedes una breve reflexión sobre ambas fórmulas. En la primera de ellas, es evidente la alusión al texto de Génesis 2,7 que dice a la letra “Entonces Yahvé Dios formó  al hombre polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Desde luego que este no es el lugar adecuado para hacer una interpretación exhaustiva de este maravilloso pasaje bíblico, simplemente haré alusión al significado espiritual de la palabra “polvo” de acuerdo a la teología bíblica. En primer lugar debemos aclarar que el texto no dice “formó al hombre CON polvo de la tierra…”, en el texto original no aparece la preposición “con”, lo cual no es cuestión de incorrección gramatical, sino que tiene una intencionalidad teológica y espiritual. En efecto, si decimos que Dios formó al hombre con polvo de la tierra, de inmediato viene a nuestra mente la imagen de Dios fabricando una especie de muñequito utilizando el polvo de la tierra, al cual posteriormente agregaría el componente inmaterial de su aliento divino.
Sin embargo, lo que l texto quiere decir es que el hombre ha sido creado polvo, que el polvo es una dimensión constitutiva irrenunciable del ser humano. Y entonces se hace necesario aclarar el significado simbólico del “polvo”. Polvo es el hombre en cuanto insuficiencia creatural ontológica, en cuanto finitud e inacabamiento. No es una cualificación moral sino una constatación ontológica acerca del hombre: ¡él es polvo! Ahora bien, dado que es radicalmente polvo, su ser exige por definición la permanente acción creadora de Dios en su ser y efectivamente, el texto nos dice que Dios insufló en sus narices aliento de vida. El hombre/polvo requiere para subsistir y trascender, el aliento creador y vitalizador de Dios. Ambas dimensiones constituyen ontológicamente al hombre, él es siempre polvo-aliento divino, creatureidad insuficiente pero abierta a la trascendencia.
La celebración del miércoles de ceniza hace énfasis en la necesidad de recordar que somos polvo, que sin Dios la vida se convierte en esterilidad, en un círculo vicioso interminable y en un sinsentido brutal. La creatura más astuta de todas, la serpiente antigua es condenada por Dios a arrastrarse y comer polvo para siempre, es decir a ser fagocitada por el absurdo de la caducidad de la vida sin esperanza alguna de levantar la mirada y atisbar un horizonte de plenitud. Tal cosa sucede a todo aquel que desoye la Palabra de Dios y se atiene, para construir su vida a los criterios intramundanos.
¡Escuchemos con el corazón las palabras que nos serán pronunciadas cuando se nos imponga la ceniza y así, recordando y asumiendo que somos polvo, abrámonos a Dios que viene a nuestro encuentro para elevarnos a su gloria!
En cuanto a la segunda fórmula, ésta tiene su origen en el texto de Mc 1,15, que consigna las primeras palabras de Jesús en toda la Biblia, pues debemos tomar en cuenta que el evangelio de Marcos es el más antiguo de los evangelios. Por lo tanto, este relato es programático y sintetiza el mensaje de Jesús. Mc 1,15 dice a la letra “El Reino de Dios se ha hecho cercano, el tiempo se ha cumplido, convertíos y creed en la Buena Nueva”.
El texto está estructurado con dos afirmaciones indicativas (El Reino se ha hecho cercano y el tiempo se ha cumplido) seguidas de dos imperativos (convertíos y creed) y finalmente señalando el objeto del imperativo (la Buena Nueva). La fórmula de la liturgia de la ceniza conserva solamente los imperativos porque su propósito es enfatizar la necesidad de la conversión y de la fe para iniciar el proceso pascual en la vida del creyente.
Sin embargo, me gustaría decir alguna palabra sobre el mensaje global del texto de Marcos a fin de clarificar el sentido de la fórmula litúrgica. Jesús indica que el Reino de Dios, es decir la realización plena del designio del Señor para el hombre y por lo tanto el cumplimiento de los anhelos ancestrales del corazón humano, de alcanzar la felicidad y la eclosión de todas sus potencialidades está al alcance de la mano, que Dios ya lo ha hecho posible. Por otro lado, también indica que el tiempo cronológico en el que discurre la vida humana ha sido transido por la presencia definitiva de Dios y por lo tanto, el tiempo presente es el tiempo de la salvación, que el aquí y el ahora es el lugar del Reino y que ya ahora, inmerso en las categorías espacio-temporales, el hombre puede ser pleno y feliz.
Y precisamente porque el Reino se ha hecho cercano y el tiempo se ha cumplido, es posible convertirse (metanoeite) y creer (pistéuete). La metanoia (meta= más allá y nous= mente) o conversión consiste en un cambio radical de mentalidad, en un ir más allá de la mentalidad imperante que es fruto de las elucubraciones ideológicas del mundo, para abrazar la mente de Dios, la forma de pensar de Cristo, la forma divina de juzgar la realidad.
Esta conversión posibilita la fe, que aquí es entendida en su dimensión antropológica puesto que viene presentada como imperativo, es decir como una exigencia actitudinal que deviene en una ética concreta. Es verdad que la fe también tiene una dimensión teológica (es un don de Dios), pero eso no excluye su componente antropológico (es una actitud que debe asumir el hombre).
La fe entonces en el texto de Marcos es una adhesión existencial y totalizadora a la Buena Noticia que trae Jesús y que es Jesús, porque él no es solamente el portador de una noticia que viene de parte de Dios (como era el caso de los profetas antiguos), sino que él mismo es la Buena Noticia. Creer en Jesús entonces no consiste solamente ni primeramente en asumir intelectualmente la doctrina del Maestro, sino sobre todo en adherirse con todo el ser (voluntad, intelecto, emotividad, etc.) a la persona y mensaje de Jesús.
No cabe duda, ante nosotros se abre nuevamente la posibilidad de una nueva vida en este inicio de la Cuaresma. En nuestras manos está aprovechar este tiempo litúrgico para convertirlo en un auténtico camino de conversión que nos lleve del polvo a la vida en plenitud.
                                                                          Gracia y paz.

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