lunes, 15 de octubre de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 21 DE OCTUBRE DE 2012


XXIX DOMINGO ORDINARIO CICLO B (Día Mundial de las Misiones)

1.      LECTURAS
Is 53,10-11 << El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prologará sus años. Lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. >>
Sal 32,4-5.18-19.20.22 << Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Que la palabra del Señor es sincera, / y todas sus acciones son leales; / él ama la justicia y el derecho, / y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, / en los que esperan su misericordia, / para librar sus vidas de la muerte / y reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: / él es nuestro auxilio y escudo. / Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, / como lo esperamos de ti. >>
Hb 4,14-16 << Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. >>
Mc 10, 35-45 << En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: "Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir." Les preguntó:- "¿Qué queréis que haga por vosotros?" Contestaron: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda." Jesús replico: "No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" Contestaron /: "Lo somos" "Jesús les dijo: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado." Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos". >>


2. REFLEXIÓN
YA ES POSIBLE ACCEDER A LAS ENTRAÑAS DEL CIELO
Jorge Arévalo Nájera
 Hoy, la Iglesia Católica celebra el “Día Mundial de las Misiones”, y que mejor ocasión para reflexionar sobre esta dimensión característica e irrenunciable de la Iglesia cristiana. La primera lectura, tomada del libro del profeta Isaías, que en la estructura literaria  y teológica del libro se encuentra en la sección conocida como “El cántico del siervo doliente”,  nos da la pauta teológica que será el tenor de toda la liturgia de la Palabra: El sufrimiento expiatorio del siervo de Dios en beneficio del pueblo. Pero desde ya, es menester hacer una aclaración al respecto. Debemos evitar caer en una teología dolorista, que haciendo una lectura literal del texto afirma que Dios –Padre, evidentemente- ha decretado desde la eternidad que para satisfacer la ofensa que el hombre le ha hecho con el pecado, su Hijo es encarnado para ser crucificado y así evitar las consecuencias de su ira desatada.
En esta visión, el sufrimiento del Hijo acaba remplazando la gratuidad de su amor y la imagen del Padre resulta ser la del dios pagano que no le importa sacrificar a su propio Hijo con tal de calmar su ira destructora. La clave soteriológica (salvífica) de esta visión teológica no es el amor sino el sacrificio y se vuelve a caer en las categorías religiosas que tan denodadamente combatieron los profetas y el mismo Jesús.
Es verdad revelada que mediante la cruz el hombre alcanza la salvación, pero aquella resulta no del designio sanguinario del Padre sino del pecado del hombre. La cruz es asumida voluntariamente por Jesús como parte del proyecto amoroso de Dios debido a la cerrazón egoísta del hombre que reacciona con el deicidio (asesinato de Dios) ante la amenaza que el amor le representa. En efecto, Jesús <<cargó con los crímenes de ellos>> como dice el profeta, pero no como un plan trazado de antemano sino como la solución final ante el odio del hombre.
En el texto de Isaías, la figura del siervo no se refiere solamente a un personaje histórico, –que los cristianos identificamos con Jesús- sino que además es un personaje corporativo, incluyente. Esto quiere decir que en el siervo/Jesús se encuentra representado el pueblo, el resto fiel. Esto confiere una dimensión mesiánica a la comunidad cristiana, que es presentada sacramentalmente como el medio histórico que hace presente y operativa la voluntad salvífica del Señor. Pero no nos confundamos, –como de hecho y lamentablemente ha sucedido en múltiples ocasiones a lo largo de la historia-  la Iglesia no es Cristo ni su Reino, la Iglesia es sacramento, signo visible que apunta hacia Dios y su Reino, y en eso reside su grandeza y especificidad, su mordente histórico y la legitimidad de su ser y estar en el mundo.
Además, los triunfalismos están fuera de lugar, pues es el sufrimiento de llevar sobre nuestras espaldas los crímenes del mundo lo que justifica nuestra presencia en él.
El Salmo entona su canto representando la voz de los hombres, que esperan de Dios la salvación: somos sacramento de la misericordia de Dios, que quiere amar en su miseria a todos los hombres precisamente para rescatarlos de ella, somos su presencia providente que quiere allegarles no lo que merecen, sino lo que necesitan para alcanzar su plenitud. Somos aquellos que por frágiles constituimos el espacio de revelación de la fuerza del Amor, somos alimento y liberación para los hambrientos y oprimidos por ser signo de que es posible una vida alternativa a la muerte y la opresión…los hombres aguardan a Dios, y éste ha decidido hacerse presente mediante la pequeñez y caducidad de su comunidad discipular.
 Claro está que esta comunidad es cualificada por ser cuerpo de Cristo, << sumo sacerdote extraordinario, que ha penetrado en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, permanezcamos firmes en la fe que profesamos. Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, ya que fue probado en todo a semejanza nuestra, a excepción del pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno. >> (Carta a los Hebreos). Si somos llamados a permanecer firmes en la fe que profesamos, es porque nos alienta el Espíritu de aquel que fue solidario con nosotros hasta el extremo de ser probado en todo a semejanza nuestra, a excepción del pecado, y esto no porque se le haya eximido mágicamente de él, sino porque el pecado no pertenece a la naturaleza ontológica del hombre y Jesús es el hombre perfecto, el <<ecce homo>>, el hombre por antonomasia, más aún, Jesucristo es precisamente no solo quien revela Dios al hombre, sino también el hombre a sí mismo[1], y si esto es así, entonces resulta que ya nada obsta para que podamos penetrar confiadamente, ofrecidos por Cristo en la intimidad de Dios, para obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno. En Cristo se ha realizado, por su sacrificio, lo que el hombre había buscado afanosamente y durante milenios en los sacrificios prefigurativos de todas las religiones: comunión con Dios, conocimiento y penetración existencial del Misterio.
He aquí otra clave para entender adecuadamente el mensaje de la Carta a los Hebreos: la clave sacrificial. Cristo es presentado como Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo al Padre para expiar los pecados de los hombres. Es al mismo tiempo oferente y víctima. Pero debemos entender la palabra sacrificio no como renuncia dolorista –al modo de las abnegadas madrecitas mexicanas, que renuncian incluso a su propia identidad con tal de darle gusto a sus amados retoños- sino como el abrazo decidido de una vida que se entrega por amor para hacer accesible el camino hacia el Eterno.
 En efecto, la palabra sacrificio significa etimológicamente <<hacer sagrado>>, apartado para Dios, santificado. Este es pues no sólo el camino de Cristo, sino el de todo aquel que quiera seguirle. ¡Cuán difícil entender la sabiduría de Dios para una cultura hedonista en la cual el máximo bien es la comodidad, el individualismo a ultranza, la utilización del otro para alcanzar la satisfacción personal! ¡Qué distinto sería todo si nos descubriéramos como auténticos mistagogos cuya vocación es conducir al mundo hacia el cielo, ya abierto por Cristo!
El evangelista Marcos nos pinta una escena en la que los discípulos quieren precisamente trascender la cercanía histórica con Jesús: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Están incluso dispuestos a recibir el bautismo de Jesús y a beber el mismo cáliz –aunque no estoy muy seguro que entendieran muy bien de lo que se trataba el asunto, a decir por el abandono que harán a su Maestro-, siempre y cuando al final del día reciban su justa recompensa de ser reconocidos como los principales en el Reino. Una vez más Jesús propone para sus discípulos el remedio perfecto al ego: ¡Sirvan, háganse esclavos de los demás y entonces serán tan grandes como el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido sino a servir! ¡Tal es la misión de la Iglesia, de usted amable lector, mía también, entregar una y otra vez la vida para que todos puedan acceder a las entrañas del cielo!
Gracia y paz.


[1] Cf. Gaudium et Spes, 22

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