1.
LECTURAS
*Debido a la
cantidad y extensión de las lecturas que se proclaman en esta Solemnidad,
remito al lector al misal mensual o anual o inclusive a los textos mismos en la
Biblia.
2.
REFLEXIÓN
De la vieja creación al
sepulcro vacío
Jorge Arévalo Nájera
La noche lóbrega ha
pasado, el Getsemaní y el Gólgota son mudos testigos del horror y la ignominia infligidos
al Justo cuyo crimen fue pasar por el mundo haciendo el bien, sanando las
heridas, reconciliando al hombre con Dios y consigo mismo. La sociedad violenta
y excluyente lo convirtió en “chivo expiatorio” sobre el cual descargar sus
propias culpas.
Es ya la mañana del
domingo, todos –incluso sus más cercanos discípulos- creen que el Hijo del
Hombre reposa en su fracaso, envuelto en su traje mortuorio en una tumba. Las
mujeres –símbolo de la Iglesia- acuden presurosas para embalsamar con aromas y
ungüentos a aquel que aman…pero, ¿qué es lo que encuentran?
Vayamos por partes,
porque para comprender en toda su hondura el extraordinario texto del evangelio
de Marcos, con el que culmina la proclamación de la Palabra de esta festividad,
es necesario echar al menos una mirada a todos los textos que le preceden y que
preparan el corazón y el entendimiento de la asamblea para la plena revelación
de Cristo que se dice a sí mismo en su Evangelio.
El criterio
hermenéutico que utilizaremos para esta reflexión es el de una lectura
cristológica de los pasajes del Antiguo Testamento, en los que buscaremos los
elementos prefigurativos que anuncian a Cristo, para después mirar la forma en
que se cumplen plenamente en el Nuevo Testamento.
En la primera lectura,
del libro del Génesis
(1,1-2,2), la creación aparece como una obra portentosa de Dios cuya
culminación es el hombre. Todo es pensado y dicho por el Señor en vistas a
proveer al hombre de un espacio vital para que ejerza su señorío. Cuando Dios
contempla su creación, después de crear al hombre, exulta de alegría y exclama
¡Todo es muy bueno!, es decir, todo corresponde exactamente a su identidad,
todo es tal y como Dios lo ha querido. Al hombre se le otorga la capacidad y la
encomienda –don y tarea- de ser fecundo y dominar la tierra. La primera
creación es pues un proyecto y no una labor terminada. Queda abierta la
posibilidad y un horizonte de realización es presentado al hombre. Cristo es el
telos, la finalidad de la creación,
el punto omega hacia el cual se dirige y el hombre es el encargado en la
historia de encaminar por buen rumbo al cosmos mismo sumergiéndolo con su
testimonio en el torrente de vida divina.
En la segunda lectura,
también del libro del Génesis (22,1-8), aparece la prueba terrible de
Abraham al cual Dios le pide el sacrificio de su hijo amado Isaac. Si vamos más
allá de una lectura superficial del texto, podemos descubrir que el problema de
fondo es la idolatría; Abraham ha entronizado en su corazón al hijo de la
promesa y éste ha desplazado a Dios. Ese es el gran drama del hombre de todos
los tiempos, presta atención a la voz tentadora de las creaturas, que le han
sido dadas para que las someta y él pervierte el orden divino y las convierte
en amas esclavizantes, en señores y dueños de su vida. Dios previene en esta
noche santa de la Pascua/liberación a todos los discípulos sobre la gran
amenaza que se cierne sobre ellos y al mismo tiempo les hace vislumbrar el
horizonte de resolución para ese peligro… ¡mata al ídolo en tu corazón, aprende
a vivir en libertad y Dios te devolverá de un modo nuevo lo que amas!¡En Cristo
todo es recapitulado, asumido y recuperado porque él mismo ha crucificado la
idolatría en su cuerpo colgado del madero!
En la tercera lectura,
del libro del Éxodo, mediante una narración de género
épico, se nos presenta el glorioso pasaje del paso del pueblo israelita a
través del mar y la victoria de Yahvé sobre el ejército egipcio. Dos elementos
importantes a tomar en cuenta: la libertad a la que nos llama Dios (liberación
de Egipto) es una tarea permanente, siempre habrá un “mar” (símbolo de las
fuerzas opositoras al proyecto liberador de Dios) por delante, un muro que
parece infranqueable y Dios nos invita a la confianza total y absoluta <<Diles a los israelitas que se pongan en
marcha>>. Imagine el lector la escena; detrás está el ejército más
poderoso del mundo con toda su fuerza y delante está el mar imponente esperando
abrir sus fauces para devorar al pueblo. Para el pueblo no hay opción, debe
caminar hacia adelante confiado solamente en el Dios que le invita a la
libertad. Detrás solamente hay esclavitud y opresión, fracaso existencial.
Este pasaje se repite
una y otra vez en la vida del discípulo de Cristo, los “egiptos” multiformes de la actualidad amenazan con toda su potencia
esclavizante y el “mar” siempre está delante con todo su aparato ideológico que
nos hace pensar que la muerte es una muralla infranqueable y que la tierra de
la promesa es una utopía inalcanzable. Pero recordemos que la Pascua de Cristo
es nuestra pascua y que es la prueba irrefutable de que para Dios nada es
imposible.
La cuarta lectura (Is 54,5-14)
se abre con la solemne afirmación de que el Dios creador es el mismo que quiere
hacer una alianza de amor irrompible a pesar del fracaso del pueblo de cara al
proyecto liberador del Padre. Tal fracaso no se reduce al que se constata
históricamente en el pueblo de Israel sino que adquiere tintes prototípicos y
alcanza la experiencia de todos los hombres. Pero la misericordia del tiempo presente
(el de la historia) aplaza para el ésjaton el juicio final y Dios vuelve una y
otra vez a proponerse como alianza permanente de amor y fidelidad, él quiere
desposarse con el hombre, hacerlo suyo en el tálamo nupcial y sembrar en él la
semilla de la vida y desterrar para siempre el miedo a la muerte. ¿Qué otra
cosa es la Pascua de Cristo sino la constatación solemne de que el último y más
temible enemigo –la muerte- ha sido ya derrotado?
En la quinta lectura es
otra vez Isaías
(55,1-11) el que nos habla en nombre
de Dios; la escucha de la Palabra es la actitud que permite al hombre
satisfacer sus más hondas necesidades (simbolizadas en el texto por el hambre y
la sed). No busques en otras realidades lo que solamente se encuentra en Dios,
no gastes tu energía y tus dones en lo que no alimenta, no busques con tu
esfuerzo lo que se te otorga gratuitamente. La más honda necesidad humana es la
libertad y esa sólo está en Dios. El hombre libre del miedo a la muerte es
invencible, nada le ata, ninguna amenaza puede condicionar su actuar y su
pensar y por ello, puede construir sociedades alternativas justas y humanas.
Este es el gran sueño, la utopía polarizadora de todos los sueños y anhelos.
Y el logro de esta
utopía es precisamente lo que anuncia Isaías para los tiempos mesiánicos
mediante una nueva alianza definitiva y perpetua. Pero si bien, este pacto será
absolutamente gratuito, el hombre debe asumir una actitud fundamental para
hacer suya dicha alianza: ¡la escucha atenta de la Palabra y el cambio de mentalidad!…<<
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla
germinar,…así será la Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin
resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión >> y
<<mis pensamientos no son los
pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos >>. Ya puede
intuirse que esta profecía de Isaías anuncia a Cristo mismo, Palabra viviente
del Padre que se auto-exilia del seno Trinitario y no ha de volver a él hasta
haber consumado la plenitud del género humano.
El profeta Baruc
(3,9-15.32-4,4) hace hincapié en la
escucha/adhesión atenta a la Palabra que Dios dirige a su pueblo como el único
medio para adquirir la sabiduría que lleva a la vida, es decir que solamente
mediante la escucha es posible discernir y asumir los caminos que coadyuvan a
lograr el desarrollo pleno de la identidad humana. ¡Cuan difícil nos resulta la
escucha, acostumbrados a la verborrea superficial para ocultar nuestro profundo
terror a lo que el silencio pueda revelarnos! Y sin embargo, Dios es Palabra,
comunicación, invitación a la receptividad de su Misterio que se nos dice en
Cristo.
Ezequiel (36,16-28) indica la forma
concreta en la que Dios ha de llevar a cumplimiento la nueva alianza y
asegurarse de que esta vez el hombre no fracase y acabe perdiéndose en la
idolatría; ¡infundirá un corazón nuevo en el hombre, un corazón capaz de
escuchar y consonar al ritmo del corazón de Dios para que pueda vivir los
preceptos que otorgan y conducen por los caminos de libertad! Se prefigura sin
duda la donación del Espíritu, la inhabitación trinitaria que transforma el ontos (ser) del hombre caduco y cerrado
sobre sí mismo en un hombre capaz de
comunión con Dios desde la libertad.
Se abren entonces las
lecturas del Nuevo Testamento que revelan plenamente lo que se prefigura en el
Antiguo. Veamos de qué modo:
San Pablo, en su carta
a los Romanos
(6,3-11), indica con total claridad la acción escatológica y
definitiva de Dios en el hombre << ¿No
saben ustedes que todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por
medio del bautismo, hemos sido incorporados a él en su muerte? >>
¿Qué es incorporar sino hacer que algo forme parte de una realidad que antes no
era la suya? En efecto, antes del bautismo era imposible vivir la Palabra de
Vida, ser fieles a la alianza de amor simple y sencillamente porque ERA AJENA A
NOSOTROS, algo externo que había que asumir penosamente, una carga imposible de
llevar. La Buena Noticia de parte de Dios es que ahora esa Ley se hace más
íntima al hombre que el mismo ser del hombre, es inherente a él, su ontos meramente creatural ha sido
transformado en un ontos divinizado,
cristificado en virtud del bautismo, cuyo primer efecto es hacer morir el
pecado y la muerte para hacer emerger al hombre nuevo que vive al modo de
Cristo, en total entrega al Padre y a los hombres. ¿Qué otra cosa es la
resurrección sino el nacimiento a una forma de vida cualificada por el Espíritu
de Cristo?
Finalmente, el
exquisito texto de Marcos (16,1-7) cierra
el banquete de la Palabra en esta Noche Santa. El amor es el motor que sigue
moviendo a los discípulos (cuyo símbolo en este texto son las mujeres) a pesar
del aparente fracaso de Jesús se encaminan a embalsamar su cuerpo. Es verdad,
se encuentran sumergidos en la vieja y diabólica mentalidad de creer que la
muerte tiene la última palabra en la historia, que los poderes opresores son
inamovibles (la piedra era muy grande), pero el amor por ese extraño rabino
galileo que les ha robado el corazón será la piedra angular sobre la que se
construirá el edificio de la fe. Ya Dios se encargará de remover la piedra que
te impide descubrir que la muerte ha sido vencida, tú camina hacia el sepulcro,
busca a Jesús a pesar de todo y te llevarás la sorpresa más grande de tu vida,
un regalo que cambiará para siempre el rumbo de tu existencia… ¡la tumba está
vacía, la muerte no pudo retenerlo a Él y no puede retenerte tampoco a ti! ¡Deja que resuene en tu corazón el anuncio
del joven vestido de blanco; “No está aquí, ha resucitado”! ¡Deja que esas
palabras inunden tu corazón y desalojen cualquier otra palabra del mundo,
siente renacer la esperanza y abandona el miedo! ¡Ponte en camino porque la
vieja creación ha pasado, abandona el sepulcro y encamina tus pasos a la
Galilea de la vida cotidiana porque allí te aguarda el autor de la vida para
cumplirte sus promesas!
Feliz Pascua de
Resurrección.
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