lunes, 2 de abril de 2012

Reflexión sobre los textos proclamados el Jueves Santo



1. LECTURAS
Éxodo 12, 1-8.11-14  << En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:- «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, la sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones. >>
Salmo 115 << ¿Cómo pagaré al Señor todo el -bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. >>
1 Co 11,23-26 << Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: —Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: —Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía. Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. >>
Jn 13,1-15 << Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: - «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: - «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo: - «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le contestó:  - «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.» Simón Pedro le dijo: - «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza» Jesús le dijo: - «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: - «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
2. REFLEXIÓN
Un pan y un vino que compartidos salvan al hombre
Jorge Arévalo Nájera

Hemos ya reflexionado y celebrado el domingo anterior el acontecimiento de la entrada de Jesús en Jerusalén. El Maestro ha decidido que la Ciudad Santa debe recibir la última oportunidad para convertirse ante el mensaje de la proximidad del Reino. Jesús sabe que la muerte le acecha, intuye que se fragua un complot para matarlo y ante lo inevitable de su partida, decide celebrar una última cena con sus discípulos.
Hoy, los especialistas debaten sobre el tipo de cena que celebró Jesús, algunos opinan que se trató de una cena pascual y otros que se trata de una cena de despedida. Considero que ambas posibilidades son reales y no tienen por qué ser excluyentes. Veamos de hacer un esfuerzo de síntesis de ambas posturas.
La Comisión de Liturgia ha optado por presentarnos las lecturas de acuerdo a la primera tesis y esto se deja ver en la estructura de la liturgia de la Palabra cuando se pone en íntima relación el texto de 1 Co con el texto del Éxodo. En efecto, la Pascua judía conmemoraba, por una parte, la liberación de Israel del yugo opresor egipcio y por otro lado, la Alianza pactada por Dios con el pueblo liberado. Desde muy temprano, los cristianos interpretaron la muerte y resurrección de Jesús en clave pascual; la muerte de Jesús/cordero sustituía para siempre el sacrificio del cordero pascual que “protegía” al pueblo de la ira de Dios (la sangre con que se marcaban las jambas[1] de las puertas de las casas de los israelitas era Jesús mismo que sostenía firmemente la vida en el juicio de Dios) y esto permitía la confianza de lograr las promesas de plenitud y libertad simbolizadas en la antigua tierra prometida y realizadas en Jesús Mesías, porque era él quien garantizaba el logro de tales promesas inaugurando una nueva alianza y por lo tanto, una nueva Ley, basada en la donación del Espíritu y no en el raquítico y siempre insuficiente esfuerzo del hombre.
Es verdaderamente la Pascua de Jesús el paso de la humanidad empecatada a un nuevo estatuto ontológico, a un nuevo tipo de hombre portador y portado por el Espíritu del Resucitado. Jesús ha sellado esta alianza con la entrega de su vida para rescatar de las garras del pecado y de la muerte a los hombres, pero antes, en la última cena con sus discípulos ha perpetuado su presencia corpórea en el sacramento de la Eucaristía (1 Corintios)
Es aquí en donde podemos –a mi entender- articular la tesis de que la última cena puede también interpretarse como una cena de despedida. Este tipo de cenas era común entre los israelitas y se realizaba cuando el hijo de familia era enrolado en el ejército y enviado a batalla. En esta cena, se realizaba la bendición y partición del pan y la bendición sobre cinco copas. Jesús retoma la bendición del pan y la bendición sobre la última copa, que se tomaba al final de la cena, era la llamada copa de la comunión, que sellaba un pacto de compartición de vida con el que había de partir. Era la única copa que era compartida por todos los comensales. Con esto, Jesús indica que el discípulo para estar en  comunión con él deberá beber del mismo vino. Ahora bien, el vino-sangre simboliza la vida en cuanto entregada, el amor perfecto porque oblativo y que se patentiza en la entrega de la vida. El pan simboliza también la comunión y por ello es compartido por todos. Jesús utiliza la figura del pan para identificar su cuerpo que será entregado.
Ahora bien, es necesario aclarar el significado de la expresión antropológica <<cuerpo>> en el pensamiento bíblico. El cuerpo es el hombre en cuanto impacta al mundo, es el hombre en cuanto relación, en cuanto manifestación de su ser de cara al mundo. Así, es cuerpo la palabra pronunciada, el gesto expresado, la acción realizada. Cuerpo no es una parte del hombre, es el hombre entero que se comunica, que se expresa y se relaciona. Es el hombre en cuanto su forma específica de impactar el mundo.
De modo que cuando Jesús dice <<esto es mi cuerpo>> está diciendo <<éste soy yo con mi manera de actuar, de pensar, de vivir, de amar, de denunciar>> que es rechazada por los hombres y al mismo tiempo entregada a ellos y validada por el Padre como la única forma verdaderamente humana de plantarse ante la historia. Y cuando dice <<Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre>>, está diciendo precisamente que su cuerpo se ha expresado de tal modo que ha llegado hasta el paroxismo de la entrega en el derramamiento de la vida. El discípulo es ante todo el que camina por la historia en Comunión con el Dios Uno y Trino. Pero la Comunión significa compartición de destino, significa hacer suyo el mismo cuerpo de Cristo <<Por eso, cada vez que coméis de este pan>>, asumir sus valores y principios y finalmente ser otros cristos en el mundo, entregando la vida por los otros <<y bebéis del cáliz>> en la lucha continuada por lograr un mundo más acorde con el proyecto de Dios.
Esto es el meollo de la vida cristiana, esperar la manifestación gloriosa y definitiva del  Cristo en una vida de servicio y amor (Evangelio de Juan). En efecto, en la última cena Jesús instituyó la Eucaristía, pero no como un rito desvinculado de la vida, sino como presencia sacramental que comunica la vida misma del resucitado, vida que es siempre dinámica y creadora de mundos nuevos. No se trata entonces solo de manducar el pan, sino y sobre todo de convertirse en el modo de estar de Cristo en el mundo.
Gracia y paz.


[1] jamba. (Del fr. jambe, pierna). 1. f. Arq. Cada una de las dos piezas labradas que, puestas verticalmente en los dos lados de las puertas o ventanas, sostienen el dintel o el arco de ellas.

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