miércoles, 4 de abril de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL VIERNES 6 DE ABRIL DEL 2012 VIERNES SANTO



1.      LECTURAS
Isaías 52, 13-53, 12 << Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados; y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Sal 30 << A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo. En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.

Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9 << Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Juan 18, 1-19, 42 << Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed.» Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido.», e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. >> * Solamente transcribo Jn 19, 28-29.
2.      REFLEXIÓN
UNA SED QUE SÓLO PUEDE SER CALMADA CON EL AMOR
Jorge Arévalo Nájera

El Viernes Santo la Iglesia universal medita con el corazón temblando acerca del misterio insondable de la muerte del Hijo de Dios que queda significada en la cruz. Pero la cruz, por la naturaleza misma del que ha muerto en ella, aparece como una realidad que nos presenta dos rostros; Por un lado, efectivamente hace referencia a la destrucción, a la ignominia, a la vergüenza, al dolor, a la pérdida, a la oposición radical del hombre al proyecto salvífico del Padre y por ende al pecado humano.
Es como un recordatorio perpetuo de que el hombre ha querido realizarse en la historia según sus propios criterios y ha dado muerte a la Palabra de vida definitiva. Porque la muerte de Jesús, no es una muerte que el Padre haya predeterminado desde la eternidad, no, lo que el Padre quería era la obediencia absoluta del Hijo y hasta tal punto éste obedeció, que aceptó su muerte como consecuencia lógica de su total oposición a las estructuras pecaminosas con que los hombres oprimen a sus hermanos utilizando a Dios como pretexto para lograr sus propios intereses.
 El Hijo vino a descubrir a los ojos del hombre su pecado y abrir el camino de la salvación, su objetivo era constituir, mediante el cambio de mentalidad y la adhesión de todo el ser del hombre a su persona, un nuevo tipo de ser humano, todos discípulos del único Maestro y por ello, hombres libres y plenos. Pero de tal modo rechazaron su propuesta por ir en contra de sus mezquinos intereses, que acabaron dándole muerte en la forma más denigrante del mundo entonces conocido; la muerte en cruz.
 Pero hay otra dimensión en el signo de la cruz. El Padre sabe recomponer siempre la historia de las equivocadas decisiones humanas y la cruz no podría significar la derrota definitiva de Dios en su afán de salvar al hombre, y así como éste introdujo el mal y el pecado en la historia y Dios reinició su proyecto salvífico en los primeros tiempos, así, en la plenitud de los mismos, asume en su proyecto la cruz del Hijo y la convierte en camino salvífico.
Todo hombre que quiera seguir el camino de Dios, tendrá que asumir la cruz como único modo de realización en plenitud. La cruz es convertida por el Padre en signo de victoria, ¡su Hijo ha vencido en ella, precisamente en ella al pecado y a la muerte! Y si Jesús ha asumido la crucifixión en su proyecto de obediencia al Padre por amor a los hombres, entonces la cruz también es signo de amor entregado hasta el extremo. Aunque la cruz solo adquiere su interpretación definitiva por la resurrección del Hijo, dicha resurrección no es propiamente la victoria de Jesús, es el acontecimiento que revela el valor salvífico de la cruz, es el corolario a la victoria ya alcanzada por el Hijo en Getsemaní y el Gólgota, es la manifestación esplendorosa de esa victoria que se derrama sobre los hombres.
Por ello, la cruz de Cristo es siempre signo profético que anuncia el amor de Dios, que revela el auténtico rostro de la divinidad, que expresa con la más dramática plasticidad al Dios que entrega la vida por los hombres para elevarlos a la categoría de hijos por la efusión de su Espíritu, que brota del costado abierto del crucificado.
Pero también denuncia la obstinada y contumaz mentalidad humana que se rehúsa a abandonar sus criterios y valores egoístas, que aunque bien visto tiene, solo le llevan a la destrucción, a él le parecen deliciosos manjares que no está dispuesto a dejar para asumir el proyecto de Dios, proyecto que siempre le exigirá renunciar a sus supuestos privilegios para optar por los pobres y desposeídos del mundo, mentalidad que le llevará a crucificar al Hijo de Dios, no sólo en el Gólgota de hace casi dos mil años, sino en el Gólgota de la vida cotidiana de los hombres del siglo XXI. Pero la resurrección, nos permite vislumbrar la dimensión edificante del signo profético de la cruz, viéndose así iluminado todo sufrimiento humano cuando éste es injertado por el Espíritu y por la fe del sufriente en el sufrimiento de Cristo que salva al mundo.
 ¡Él es el siervo doliente anunciado por Isaías, que soporta nuestro sufrimiento y lleva sobre sí nuestras culpas!, ¡Él soportó el castigo que nos trae la paz! Jesús es quien en absoluta obediencia, aún y sobre todo en la noche obscura de la ausencia de su Padre, da el salto definitivo y se abandona en brazos del que oculta su rostro ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Esperando contra toda esperanza que Él le librará por ser Dios fiel y verdadero.

Es precisamente por su obediencia, que le lleva a la muerte y una muerte en cruz, que el Padre le exalta y su nombre está sobre todo nombre y es nuestro sumo Sacerdote, el único intermediario entre Dios y los hombres.  La muerte de Jesús, es la culminación de su pasión y a la vez, del proceso de abajamiento de Dios, Él no sabe hacer otra cosa que entregarse, que dar la vida misma por sus criaturas. Desde la eternidad, su proyecto creacional es ya proyecto salvífico, con miras a la plenificación del hombre, y a través del hombre, del cosmos mismo, pero esa plenificación se logra por la gracia, por la donación de la misma vida divina, donación que queda constatada para siempre en la cruz del Hijo.
El bellísimo y dramático texto del evangelio de Juan que se nos ha proclamado, solo puede comprenderse si se atiende al estilo propio del escritor. Todos los escritos de la tradición joánica (Evangelio según san Juan, Apocalipsis y las cartas 1, 2 y 3 de Juan) utilizan muchísimos símbolos para presentar su teología. Por ello, es necesario aclarar el significado de dichos símbolos para acceder a su mensaje y poder actualizarlo en nuestra vida. Vayamos por partes: Las ropas simbolizan en el pensamiento semita o bíblico, la dignidad de la persona o la persona misma en cuanto su valía.
Por otra parte, el número cuatro hace alusión a la universalidad, a los cuatro puntos cardinales y por lo tanto al universo entero. Así, el hecho de que los soldados (romanos evidentemente) se repartan en cuatro partes la ropa significa que precisamente en su muerte, se hace posible que toda la creación reciba la vida que se encontraba condensada en el hombre Jesús y que ahora, libre de toda atadura se expande al universo entero. Lo escandaloso del texto es que sean precisamente los que le han quitado la vida los  primeros en recibir la gracia. La túnica, tejida sin costura ha sido interpretada por la tradición cristiana como imagen de la indivisibilidad de la Iglesia, por ello, se hace hincapié en que era de una sola pieza y sin costura. La Comunidad cristiana por lo tanto, según la teología de Juan, nace de la cruz.  Otro simbolismo importante es el de <<la madre de Jesús>> y <<el discípulo amado>>.
Más allá de la historicidad de los personajes, en la teología joánica juegan un papel representativo: La madre es Israel, el resto fiel que ha acogido el mensaje de Jesús mientras que el discípulo amado es la comunidad cristiana naciente, el nuevo Israel. Ambos grupos se unen en la cruz de donde brota la fraternidad que mantendrá unida a la gran Iglesia. El vinagre representa al amor corrompido, al amor  traidor, quizá el único tipo de amor que el hombre puede dar a Dios y sin embargo, Jesús en su infinita misericordia recibe este amor corrupto, él tiene sed del amor del hombre y si éste solo puede darle vinagre, pues que así sea, se lo bebe.
Y así, todo se cumple, el proyecto de Dios manifestado en Jesús llega a su plenitud cuando éste muere, pero no es de modo alguno una muerte estéril, por el contrario, de ella mana la vida auténtica, la vida definitiva y sin límites <<entregó el Espíritu>>. Pero el odio del hombre hacia Dios no parece conocer límites y ante el amor de Dios que llega hasta la entrega de su propio Hijo, el hombre vuelve a responder con una canallada  y traspasa el costado del crucificado ya muerto.
Pero Dios siempre tiene la última palabra y su amor no se agota, y vuelve a responder con el don de la vida simbolizados por el agua y la sangre. El agua simboliza la vida en cuanto tal y la sangre es la misma vida pero en cuanto entregada. Bautismo y Eucaristía, vida que nace de la muerte y vida llamada a la entrega por amor. He aquí resumida la espiritualidad cristiana a la que estamos llamados: Fraternidad que nace de la experiencia de la cruz, unidad irrompible como característica de los bautizados, acogida maternal para todos y esperanza en que a pesar de nuestro amor corrompido Dios siempre tendrá una forma inédita de salvarnos.
Gracia y paz.

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