sábado, 30 de marzo de 2013

1er DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 31 DE MARZO DE 2013

  1. LECTURAS

Hch 10,34.37-43: << En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados." >>

Sal 117: <<Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. >>

Col 3,1-4: << Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. >>

Jn 20,1-9: << El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. >>

  1. REFLEXIÓN

EL TRIUNFO DEL CRUCIFICADO
Jorge Arévalo Nájera

Después de un largo y fatigoso recorrido espiritual a través de la cuaresma, y la celebración de la muerte del Señor, finalmente desembocamos en la fiesta cristiana por excelencia: La Pascua del Señor. ¿Qué decir sobre un acontecimiento que por definición escapa a todo intento por aprehenderlo dentro de las coordenadas interpretativas del hombre? Y es que la resurrección de Jesús no es estrictamente hablando un acontecimiento histórico, abarca dicha dimensión pero la supera porque hinca sus raíces en la meta-historia. Con esto quiero decir que la resurrección del Cristo no puede parangonarse con ninguna experiencia humana, es absolutamente novedosa y por ello, en esencia es indefinible.

Sin embargo, esto no significa que nada podamos decir de ella, pues si bien en cuanto acontecimiento objetivo sucedido en la persona de Jesús queda fuera de nuestro horizonte hermenéutico, posee una dimensión inherente a ella que ha dejado y sigue dejando huella en la historia y debido a esto es posible en sus efectos hacer experiencia de ella. Es decir, la Pascua de Jesús tiene un aspecto cristológico y un aspecto cósmico-discipular. Es muy interesante notar que los textos neotestamentarios referentes a la resurrección hacen hincapié en el segundo aspecto y no pretenden hacer elucubraciones fantasiosas acerca del como sucedió a Jesús la resurrección, y si que mediante maravillosos relatos catequéticos y teológicos nos ilustran sobre los efectos y consecuencias que para la vida discipular tiene la Pascua de Jesús.

La primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, hace una presentación sintética de la economía salvífica de Dios en Cristo: del bautismo de Jesús hasta el testimonio apostólico para beneficio de los que crean en él. Es decir de la relación indefectible entre el acontecimiento pascual y el testimonio de los testigos cualificados por Cristo, testimonio que se basa en una experiencia reservada para esos testigos: “…pero Dios le resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos” El contenido del anuncio está ligado irrenunciablemente a los testigos, éstos no son unos meros instrumentos prescindibles en el plan de Dios que se revela en Cristo, podríamos decir que la fe de los que se salvarán es suscitada necesariamente por éstos testigos. Por ello, la fe de la Iglesia está sustentada por Dios desde luego, pero mediante el testimonio de aquellos que él eligió.

Esto tiene consecuencias inmediatas en la espiritualidad del cristiano: en nuestro tiempo vivimos una seria crisis de credibilidad como Iglesia institucional. Los hombres de hoy se sienten fuertemente atraídos por la figura de Jesús, pero en la misma medida sienten repulsa por todo lo que suena a institución eclesiástica, y esto no solo pasa en aquellos que no pertenecen nominalmente a la Iglesia Católica, sino inclusive en aquellos que se confiesan pertenecientes a esta institución cristiana.

Lógicamente que esta situación resulta en una desvinculación entre pastores y ovejas, desvinculación que se da no solo a nivel doctrinal sino también en el plano de relación interpersonal. Para la mayoría de los feligreses, sus pastores son unos auténticos desconocidos y lo mismo sucede a los pastores, para los cuales su grey carece de rostros y nombres concretos y no es más que una masa informe. Ciertamente que de ambas partes hay culpa en esta situación, además de factores no imputables a ninguno (como la cantidad de cristianos y los tan pocos pastores), pero el caso es que se esta viviendo una especie de “cristianismo virtual” porque es imposible según la Escritura, la relación con Cristo (al menos al interior de la Iglesia) sin la correlación entre pastores y ovejas.

Todos y cada uno de los que nos decimos católicos, debemos procurar resolver de la mejor manera posible aquello de lo que somos responsables y buscar una más íntima relación con los transmisores cualificados del anuncio liberador de la Pascua de Jesús. No quiero decir desde luego que la fe pascual no pueda y deba ser transmitida por todo el pueblo de Dios, sino que su anuncio debe basarse en la tradición apostólica que nos pone en contacto con Jesús: “Revelación que Dios confió a Jesucristo para que mostrase a sus siervos lo que va a suceder pronto. Él envió a su ángel para transmitírsela a su siervo Juan, quien atestigua que cuanto vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo.” (Ap 1,1-2)

Ahora bien, los testigos anuncian una realidad objetiva, es decir como algo que les “viene de fuera”, que no es una ficción de su mente ni una proyección psicológica que se contagia masivamente. Es algo que no brota de ellos sino que de algún modo se les “impone” aunque no violentando su libertad pero sí por la fuerza intrínseca del acontecimiento. Esto no nos obliga a aceptar como dogma de fe las imágenes que los textos nos sugieren como transmisores de una verdad que por sí misma trasciende la grosera materialidad de la revivificación de un cadáver: “…hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos” estas imágenes y otras parecidas, están al servicio de la objetividad del acontecimiento, más no de la materialidad del mismo.

Es de sobra conocido el simbolismo del “comer y beber” en la teología neotestamentaria (acto de apropiación y asimilación de una realidad, en este caso se trataría de la configuración existencial con el resucitado) por lo que debemos inclinarnos por una interpretación simbólico-parenética del texto y no la mera transmisión anecdótica de algo que hicieron los discípulos con Jesús. Cristo no vive solamente porque la Iglesia lo predica, lo conmemora y se adhiere a sus enseñanzas, Cristo vive porque el Padre le ha rescatado de las garras de la muerte y le ha constituido como juez de vivos y muertos, él es primicia de lo que espera a la creación entera, él es “el primogénito de entre los muertos” (Ap 1,5) y la objetividad del acontecimiento pascual es precisamente la causa de la esperanza cristiana, pues si Cristo no resucitó, vana es nuestra esperanza y venimos resultando los más tontos de este mundo viviendo en la persecución de una utopía irrealizable.

Precisamente por ello, porque Jesús está vivo (aunque de un modo absolutamente nuevo y solo perceptible desde la fe y en el testimonio de la comunidad) el cristianismo es ante todo una forma de vida que brota de la relación personal con Jesús resucitado, la espiritualidad cristiana no consiste en la memorización de una serie de enunciados doctrinales o de un cierto código ético y moral, o de cumplir un cierto número de reglas religiosas, eso se llama religión y Cristo no fundó una religión sino que inauguró un nuevo tipo de hombre, una humanidad nueva que es pneumatófora (portadora del Espíritu y portada por el mismo) y cuya única Ley es el amor que se expresa en la cruz y de la cual brota la Pascua. Precisamente por ello, el cristiano cumple todas aquellas leyes (humanas y divinas) que se corresponden con la ley suprema y lucha denodadamente en contra de todas aquellas leyes humanas que claramente se contraponen al Evangelio. La espiritualidad cristiana es pues interrelación personal y sólo en un segundo momento, tematización doctrinal.

Las preguntas que brotan espontáneamente son las siguientes: ¿En que sentido Cristo es persona? ¿Cómo puedo relacionarme con él? Hablamos de Cristo como persona en tanto ser capaz de relación, de comunicación y escucha, esto es la esencia de todo ser personal. Ahora bien, desde luego que dado que la vida del resucitado es absolutamente trascendente e inmaterial, se excluyen los métodos relacionales y cognoscitivos con los que normalmente el hombre interactúa con los demás seres de su entorno y es necesario abordar la relación con Cristo desde categorías indirectas. Me explico, solo tenemos acceso a Cristo mediante el hermano, el pobre y necesitado, el que sufre y es excluido de la sociedad, el encarcelado, el desnudo, el huérfano y la viuda. En la medida en que asisto a mi hermano en desgracia establezco una relación con Jesús. Cuando solicito ser perdonado por el que tiene algo contra mí, abro la puerta de comunicación con Dios y hago mi ofrenda aceptable a sus ojos.

Cuando actualizo la cruz de Cristo en mi vida perdonando setenta veces siete, renunciando a ejercer la fuerza con tal de lograr imponer mi voluntad, cuando abrazo la diferencia del otro con todo lo doloroso que pueda ser, cuando abrazo fuerte a los que amo solo para después dejarlos en libertad, cuando relativizo todo y abrazo al único absoluto y como dice la Carta a los Colosenses “Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo. Sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.”, entonces y solo entonces estoy relacionándome con el resucitado. La resurrección es para el hombre una vida nueva que se manifestará gloriosamente cuando lo haga Cristo en la consumación de la historia, pero que ya aquí en la historia se prueba fragmentaria pero realmente, se saborea el albor de la eternidad porque la piedra del sepulcro ha sido ya removida y la potencia del triunfo de la cruz ha salido para llevar al mundo a su plenitud.

Gracia y paz.

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