lunes, 25 de marzo de 2013

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL JUEVES 28 DE MARZO DE 2013 (JUEVES SANTO)


1. Lecturas
1 Co 11,23-26: << Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:-«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. >>
2. Reflexión

¿Comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo?
De la vida al Sacramento y del sacramento a la Vida
Jorge Arévalo Nájera
Continuamos reflexionando sobre diversas líneas teológicas y espirituales que nos aportan los textos que serán proclamados a lo largo de las celebraciones de la Semana Santa y que nos permiten profundizar en el camino del discípulo hacia la Pascua, trámite la cruz. Hoy meditaremos sobre el texto de 1 Co 11, 23-26 que nos presenta el memorial de la Eucaristía.
Pablo indica que la tradición sobre el memorial de la institución eucarística existía ya desde los mismos inicios del cristianismo y no cabe duda que proviene del recuerdo de una acción realizada por el Jesús histórico. Esto tiene profundas implicaciones espirituales, pues más allá de una mera anécdota histórica de una última cena de entre las muchas que habrá tenido Jesús con sus discípulos, el texto refleja la consciencia eclesial acerca de su fundamento en la celebración eucarística. En efecto, la Iglesia nace de la Eucaristía de Cristo, se alimenta de ella y camina hacia ella. Digámoslo con todas las letras: sin Eucaristía no hay Iglesia ni cristianismo. No obstante, con esto no se ha dicho todo, porque cabría preguntarse, ¿Qué es la Eucaristía? ¿Es simplemente un rito litúrgico? ¿Qué significa “comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre”? ¿Qué significa hacer memorial del gesto de Jesús?
Tratemos –aunque sólo sea superficialmente- de esbozar algunas posibles respuestas a estas interrogantes: en primer lugar, la Eucaristía no se limita al acto puntual de la celebración católica llamada Misa, y mucho menos al sólo acto de la invocación sacerdotal al Espíritu Santo para que transforme el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. La Eucaristía es ante todo la vida misma de Cristo, que es ofrecimiento y acción de gracias al Padre en el poder del Espíritu, y esa vida asume, incorpora, configura la vida del discípulo, de tal modo que su existencia es toda ella crística, y por lo tanto, eucarística.
De modo que la Misa –y de algún modo toda celebración cristiana que convoca a los bautizados para hacer memorial de la entrega de Jesús- es la expresión concreta y sacramental de una vida que ya es eucarística, y al mismo tiempo, esa vida, esa existencia eucarística se alimenta del sacramento. Por eso, afirmo –junto con la Iglesia- que el cristianismo no puede existir sin Eucaristía, pues la vida de Cristo es origen, sostén y medio para llegar al Padre.
En segundo lugar, el texto –en cuanto a su teología- debe ser leído en clave simbólica. No quiero decir que el sacramento sea un mero símbolo, sino que el texto utiliza símbolos que deben ser descifrados para entender su significado. Así, “cuerpo” hace referencia al modo de estar presente en el mundo, a la manifestación sensible de la persona y por lo tanto a su modo de dejar huella, de impactar en la historia, de esta forma, sus opciones transformadas en actos son “cuerpo”, los gestos con los que comunica sus sentimientos son “cuerpo”, sus pensamientos exteriorizados en palabras son “cuerpo”. Hay “cuerpos” de pecado o carnales, es decir modos de expresarse que niegan la gracia, la esperanza, la acción del Espíritu.
Por ejemplo, cuando negamos con palabras el gobierno de Dios en la historia, estamos negando la esperanza pues condenamos al mundo al sinsentido, al azar y al caos, en ese momento somos “cuerpo carnal”, pero si afirmamos la esperanza de que Dios, a pesar de toda evidencia contraria conduce la historia y la lleva a buen puerto, somos “cuerpo redimido o espiritual”. Por otro lado, el acto antropológico de la manducación (comer o masticar) adquiere en la mentalidad bíblica un carácter simbólico y así trasciende el mero acto de engullir alimento para sobrevivir y hace referencia al acto de apropiación de una determinada realidad para hacerla suya, para asimilarla e interiorizarla de tal forma que ya sea parte indisociable del hombre.
Todo esto, para aclarar que cuando Jesús dice “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía… Por eso, cada vez que coméis de este pan…”, está diciendo: ¡Hagan suyo mi vivir, anuncien con palabra y testimonio de vida el reino que ya se ha hecho cercano, abracen a los excluidos e invítenlos a compartir la mesa, denuncien las injusticias sin miedo a los poderosos, confíen plenamente en la providencia de mi Padre, perseveren en la alegría que brota del saberse hijos de Dios y herederos del reino, despójense de todo para hacerse dueños de todo, sean uno conmigo de tal modo que al mismo tiempo yo salve y ustedes sean vehículo de salvación! Así como el pan material es absolutamente indispensable para la vida bilógica, el “cuerpo” de Cristo es absolutamente indispensable para la vida definitiva, pero así como comer el alimento material implica un acto volitivo –hay que tomar el pan y levarlo a la boca-, el comer el pan celestial exige el acto también volitivo de la aceptación existencial de comulgar con Cristo y los hermanos.
Por otro lado, el vino en la mentalidad semita simboliza el amor, así, en las bodas el signo del amor que los esposos se dispensan se expresa mediante la prodigalidad del vino en el banquete de bodas. En la teología bíblica, el vino llegó a simbolizar el amor de Dios en la alianza con su pueblo. En el Nuevo Testamento, el vino de los tiempos mesiánicos se transforma en “sangre” porque el rechazo de los hombres a ese amor divino –manifestado en la persona de Jesús- se concretiza en la crucifixión del Hijo. La sangre pues simboliza el amor derramado, entregado hasta el extremo de asumir el odio del hombre y desde la muerte generar vida y vida en abundancia.
Beber la sangre de Cristo es estar dispuesto a amar de la misma forma que Él, a abrazar el fracaso histórico del amor con toda la carga de dolor y sentimiento de abandono. Es apostar el todo por el todo en un salto hacia el abismo, es amar sin esperar nada a cambio, es abrir los brazos y recibir los clavos que sujetan al madero del desamor con la esperanza de que al final, triunfará el Dios de la vida.
Finalmente, el acto de Jesús, el cual invita a sus discípulos a hacer memorial, no es simplemente un recordatorio simbólico de lo que alguna vez hizo Jesús. En la teología israelita, “recordar” es ante todo el acto de Dios que actualiza sus gestas salvíficas (de manera eminente la Pascua), trayendo sus efectos salvíficos y liberadores al presente de la comunidad de todos los tiempos. Cristo se hace presente en el mundo de manera especialmente densa –aunque no por ello exclusiva- en el Sacramento Eucarístico, pero esta presencia se ha de hacer operante y eficazmente transformadora mediante la comunidad que manduca, bebe y comulga su cuerpo y su sangre.
Gracia y paz.

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